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La psicopedagogía es una disciplina que se ocupa del sujeto en situación de

aprendizaje, el cual oscila entre el ser aprendiente y enseñante, que se construye y se


interpela por el mundo que lo rodea transformándolo, y es en este momento una
disciplina que traspasa las barreras de los ámbitos habituales en los cuales se
desempeña.
Romper con los paradigmas de que la Psicopedagogía es exclusiva de las
infancias y adolescencias, así como que se despliega dentro de los límites de las
instituciones educativas, o entre las paredes de un consultorio, es tarea compleja que nos
cuestiona como profesionales de la Salud y la Educación, desafiándonos a revisar
nuestros prejuicios y representaciones, tratando de diluir estos postulados rígidos y
reduccionistas que nos presenta y nos posiciona ante la sociedad y ante otros
profesionales. Una forma de legitimar nuestro accionar en los variados ámbitos en los
cuales nos movemos, operamos y trabajamos es escribir, lo cual nos ofrece una
legalidad, dada por la posibilidad de ser autores de nuestros propios pensamientos,
entendiendo que “Pensar, supone responsabilizarse por lo pensado” (A. Fernández, 2009,
p. 127) y a su vez nos permite trascender en el tiempo compartiendo la riqueza de
nuestra práctica profesional.
Por otra parte, sabemos que la psicopedagogía inevitablemente se enlaza a otras
disciplinas, las cuales enriquecen nuestro accionar en beneficio de quienes requieren
nuestros servicios.
La interdisciplinariedad, concepto en boga en la actualidad, es una necesidad
inminente y difícil de llevar a cabo, ya que implica poder aceptar una mirada distinta de
este sujeto que necesita nuestra ayuda, una postura humilde ante el conocimiento y
flexible a la posibilidad de suplementar saberes que nos posicionan como
“aprendientes” en nuestra propia labor.
La posibilidad de trabajar como Psicopedagoga, dentro de un equipo
interdisciplinario, con pacientes adultos con problemáticas psiquiátricas de modalidad
grupal, de tipo Taller, implicó un desafío que generó en mí la necesidad de abrir paso a
nuevas concepciones, nuevos postulados y donde un mundo lleno de interrogantes se iba
abriendo a mi paso.
¿Cómo trabajar de forma interdisciplinaria? ¿Cuál es mi rol dentro del grupo? ¿Cómo
legitimo mi práctica y comparto mis saberes? ¿Cómo trabajo con pacientes adultos si
fui formada para trabajar con niños y adolescentes? ¿Qué estrategias utilizo? ¿Cuál
será mi aporte al bienestar de los pacientes? ¿Podré promover el aprendizaje? ¿Qué
lugar ocupará el diagnóstico psicopedagógico? ¿Es pertinente mi diagnóstico en
función de la problemática que los aqueja? ¿El diagnóstico es grupal? ¿Podré ver la
singularidad en la grupalidad? ¿Con qué herramientas cuento? ¿Hay lugar para el
tratamiento psicopedagógico? ¿Haré prevención de problemáticas que incumben a mi
práctica?
Evidentemente fueron más las dudas que las certezas, y así mismo el reto era
para mí la posibilidad de seguir aprendiendo, de explorar nuevos campos de acción, de
enfrentarme a lo desconocido y en ello tener la posibilidad de refutar o verificar mi
hipótesis: “que la psicopedagogía tiene mucho que ofrecer y enriquecerse a la par de la
psiquiatría y la psicología”.
El taller
Una de las características del dispositivo son “los roles” los cuales van rotando a lo largo
de los
encuentros entre los talleristas:

✓ El anfitrión (encargado de los mates y organizar la mesa que se comparte)

✓ El apuntador (quien nos va recordando lo trabajado)

✓ El cronista (quien produce un texto que da cuenta de lo vivenciado en el

encuentro)

✓ El encargado de la devolución (es aquella persona que transforma la

crónica en una producción creativa, la cual puede ser manualidad plástica,


canción, poema, etc.)
1.) ¿Roles o funciones?: Hacia un *rol ampliado+
Contamos con distintas representaciones, expectativas, presunciones, etc., no siempre
confluyentes, tanto por el psicopedagogo como por los asesorados, acerca del papel,
función y roles que deba ejercer en los centros educativos. Como defienden Monereo y Solé
(1996: 179), *a las muy diversas formas de asesorar subyace determinados presupuestos
Brespecto del centro, de la propia intervención, de los objetivos que ésta debe cubrir,
respecto del rol que se asume en tanto que asesorB; y que hay configuraciones de ideas o
representaciones subyacentes que contribuyen, más que otras, a que el asesoramiento
devenga efectivamente un recurso para la institución+.
En la medida en que el desarrollo del currículum no es independiente de los
contextos organizativos, es preciso también lograr articular la intervención del asesor
psicopedagógico en las estructuras organizativas de los centros. Proliferan muchos diseños
formales donde se esquematiza la inserción del Departamento de Orientación en las
estructuras de los centros (Torres Martínez, 1998). Pero esto, sabemos, es también objeto
de construcción. No obstante, en la medida en los Departamentos de Orientación son una
estructura nueva en los Institutos, la creación de un lugar propio no está dado, debiendo
ser objeto de un largo proceso.
El rol del asesor BentoncesB debe ser construido (*ganado+), en interacción entre las
percepciones estereotipadas que previamente tiene el profesorado de los profesionales que
desempeñan dicha labor, y las aspiraciones y metas que el propio asesor tiene de su trabajo
(Rodríguez Romero, 1996). Aceptar como buenas dichas percepciones podría dar lugar,
por ejemplo, a limitar su papel a modelos psicométricos o clínicos, según las transferencias
competenciales que inicialmente le hace el profesorado, cuando trata de ir más allá de ellas.
Entre el peligro de quedar confinado a resolver problemas puntuales, y convertirse en
dinamizador de la vida pedagógica del centro, es evidente, el asesor tiene un difícil papel a
ejercer *entre bastidores+. En último extremo su rol se construirá en los procesos de
interacción psicosocial que tenga con el profesorado y centros, lo que exigirá un proceso
continuo de definición personal, no exentos de tensiones y crisis de identidad profesional.
No en vano se suele hablar, como primer paso en los procesos de asesoramiento, de la
*construcción inicial de una relación+ (Area y Yanes, 1990). Por una parte, cada centro
educativo tiene su propia historia institucional y cultura organizativa; por otra, se precisa
clarificar las expectativas previas del centro y del asesor, para establecer la relación de
asesoramiento que se va a mantener y el propio proyecto a llevar a cabo. Es el momento
en que se consensúan los ámbitos de trabajo, las competencias y responsabilidades, se
establece una relación de confianza mutua, así como un compromiso sobe el proceso
previsible a seguir. Como señala Marita Sánchez (1997: 325-6), si no existe este momento,
*cada persona con la que tenga que trabajar se habrá forjado su propia imagen, habrá
definido por su parte la relación, esperando del asesor participaciones que no podrá o no
querrá aportar. Cada uno tiene sus ideas previas acerca de lo que deben ser las funciones
de un asesor, y son éstas y no otras las que marcarán las expectativas y, por lo tanto, la
relación+.
El Psicopedagogo en los Departamentos de Orientación puede adoptar el estilo tradicional
de intervención, en muchos casos como forma *clínica+, en parte demandada por los
propios profesores, que entienden la función del orientador como un experto en un campo
específico que diagnostica/etiqueta problemas individuales y aporta *recetas+ externas,
para que otros las apliquen. Tal como ha sido diseñado, las expectativas creadas así como
los estereotipos dominantes, éste puede quedar recluido a una misión de *apagafuegos+ o
*tapa agujeros+, imposible de satisfacer. En este contexto se plantean serias dudas sobre
su papel:
*)Están pensados realmente los Apoyos para ayudar a la mejora escolar, a la
transformación de la escuela para adaptarse a la diversidad educativa, a son mas bien un
muro de contención, cuya estructura y desarrollo cumple precisamente la función contraria?
)Son los Apoyos una salvaguarda contra el cambio? )Se está dejando recaer más o menos
conscientemente todo el peso del cambio en las estructuras de Apoyo? )Son acaso el tubo
de escape para que la escuela mantenga su tradicional status quo?+ (Parrilla, 1996: 82).
Como se ha mostrado en el apartado anterior, nos encontramos aún en un período de
consolidación de roles y funciones del psicopedagogo, que puede permitir abrir un espacio
profesional propio, donde el ámbito de acción no está totalmente definido, otorgando un
estatus al psicopedagogo en el centro escolar, más allá de lo establecido en la normativa.
Coincidimos con la profesora Araceli Estebaranz (1997: 189) en que, sin olvidarnos de la
política y la regulación de los asesores, *no se trata de legitimar lo legislado ofreciendo
conocimiento que apoye el estatus actual de los asesores en el sistema educativo+.

ENFOQUE INDIVIDUAL ENFOQUE CURRICULAR


Psicopedagogo como experto Psicopedagogo como asesor
en problemas de aprendizaje en procesos de desarrollo curricular
B Especialista en contenidos de orientación B Papel de apoyo en los procesos de
y necesidades educativas especiales. desarrollo curricular. Compartir
Delimitación clara de competencias competencias para atender la diversidad

B Responder (papel reactivo) a problemas B Papel proactivo: Dinamizador del


o demandas individuales (alumnos, desarrollo curricular del centro como
profesores). Suplir déficits o lagunas organización. Prevenir problemas

B Enfoque de intervención, en función de B Facilitador de procesos de trabajo, que


un conocimiento experto, diagnostica y contribuyan a resolver colegiadamente los
prescribe problemas

B Crea una dependencia profesional del B Potenciar las capacidades del


profesorado profesorado para tratar la diversidad
B Recluido al tratamiento de problemas B Impulsar la planificación y desarrollo de
individuales (aprendizaje, orientación, una oferta curricular adaptada y
necesidades educativas especiales). diversificada. Prevenir problemas
Restaurar *agujeros+
B Tiene reservadas unas funciones propias, B Mediador entre el conocimiento
a las que se remite el profesorado pedagógico disponible y las prácticas
docentes
Roles y funciones del psicopedagogo en la normativa andaluza
Es cierto que tal como han sido reguladas las funciones de los psicopedagogos
orientadores (Reglamento Orgánico de los Institutos en Andalucía, art. 34), éstas quedan
limitadas a diagnóstico de problemas (asistencia a sesiones de evaluación, evaluación
psicopedagógica, prevención detección de problemas o dificultades, y elaboración de
programas de intervención). Aparte de esta orientación clínica y diagnóstica, la normativa
sólo sugiere la posibilidad de las dos siguientes: *Formular propuestas al Equipo Técnico
de Coordinación Pedagógica; promover la investigación educativa y proponer actividades
de perfeccionamiento+. Así, por ejemplo, haberle dado al psicopedagogo un papel activo
en el currículum del Instituto debía haber supuesto situarlo como miembro cualificado, de
pleno derecho, en el Equipo Técnico de Coordinación Pedagógica, y no sólo como un
representante más de Departamento. En cualquier caso, cabe, dentro de lo establecido,
pero más allá de lo regulado, incluir las propuestas de innovación del currículum en el
Proyecto curricular y, más específicamente, en el Plan Anual.
En este aspecto, ha habido un claro giro (o, al menos, cierta involución) de las funciones
asignadas: de un mayor papel en el desarrollo curricular, a recluirlo al tratamiento de *casos
problemáticos+. Así, antes del Reglamento Orgánico de los Institutos, el Departamento de
Orientación ya había sido objeto de regulación/clarificación de sus funciones en normativas
anteriores (CECJA, 1992, 1995). Así en la orden que estableció en el curso 1992/93 con
carácter experimental los Departamentos de Orientación en 103 Institutos (CECJA, 1992),
definía sus funciones como coordinar el plan de orientación y acción tutorial, aplicar
programas de orientación, asesorar técnicamente a los órganos colegiados y unipersonales
del Centro en todas aquellas cuestiones que posibiliten una atención educativa
personalizada e integral, mediante adaptaciones curriculares individuales o grupales,
programas de refuerzo pedagógico, criterios de evaluación y promoción de alumnos.
Además, esta misma orden establecía como una de sus funciones: *Impartir, en
colaboración con el Centro de Profesores y el Equipo de Apoyo Externo de la zona,
actividades de formación y perfeccionamiento al profesorado del Centro, relacionadas con
la acción tutorial y orientación+.
El Psicopedagogo en los Departamentos de Orientación puede adoptar el estilo tradicional
de intervención, en muchos casos como forma *clínica+, en parte demandada por los
propios profesores, que entienden la función del orientador como un experto en un campo
específico que diagnostica/etiqueta problemas individuales y aporta *recetas+ externas,
para que otros las apliquen. Tal como ha sido diseñado, las expectativas creadas, así como
los estereotipos dominantes, éste puede quedar recluido a una misión de *apagafuegos+ o
*tapa agujeros+, imposible de satisfacer. En este contexto se plantean serias dudas sobre
su papel:
*) Están pensados realmente los Apoyos para ayudar a la mejora escolar, a la
transformación de la escuela para adaptarse a la diversidad educativa, a son más bien un
muro de contención, ¿cuya estructura y desarrollo cumple precisamente la función
contraria?) ¿Son los Apoyos una salvaguarda contra el cambio?) ¿Se está dejando recaer
más o menos conscientemente todo el peso del cambio en las estructuras de Apoyo?) Son
acaso el tubo de escape para que la escuela mantenga su tradicional status.
Como se ha mostrado en el apartado anterior, nos encontramos aún en un período de
consolidación de roles y funciones del psicopedagogo, que puede permitir abrir un espacio
profesional propio, donde el ámbito de acción no está totalmente definido, otorgando un
estatus al psicopedagogo en el centro escolar, más allá de lo establecido en la normativa.
Coincidimos con la profesora Araceli Estebaranz (1997: 189) en que, sin olvidarnos de la
política y la regulación de los asesores, *no se trata de legitimar lo legislado ofreciendo
conocimiento que apoye el estatus actual de los asesores en el sistema educativo+.

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