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Historia de La Prisión PDF
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Europa
Almudena Monge González. Abogado.
Será en este momento cuando se producen los primeros síntomas de crisis del
principio de autoridad, pasando por los siglos XI y XIV donde, como han
señalado los profesores Tierno Galván y García Valdés, con el desarrollo de la
industria de la hiladuría, y posteriormente con el invento de la imprenta, surge
una mentalidad de trabajo y producción, demostrativa del apego a las cosas
terrenas; todos ellos serán factores que contribuyen a la concepción adjudicada
al ser humano, al “hombre”, desde una nueva dimensión, una nueva
sensibilidad tendente a sustituir la publicidad de algunos castigos – elemento
constitutivo y ejemplificador de la justicia- por la vergüenza y el olvido,
apartando de la luz y de la vista de los hombres, lo que de degradante y
miserable tiene la naturaleza humana.
Como bien tiene a señalar BARBERO SANTOS “la pena de muerte acompaña
a la humanidad como su trágica sombra”. La historia nos muestra que es la
pena por excelencia, la reina, aplicada en todos los pueblos y civilizaciones,
desde el Derecho Punitivo de las antiguas sociedades (griegos, romanos,
babilonios, incas, aztecas, etc.), pasando por el medioevo, donde alcanza su
mayor esplendor y crueldad, afianzándose con dureza en sus leyes, ya sea en
las instituciones jurídicas germanas, de la Iglesia imperial o de la Inquisición;
hasta aplicarse, de forma más restringida, en el período renacentista moderno.
Siguiendo la aportación que sobre este campo del Derecho realiza Huizinga,
las pinceladas generales que engloban las vivencias de esta época son las
siguientes:
El derecho punitivo hasta el siglo XVIII, y sobre todo durante los siglos XV, XVI
y XVII, tal y como ha señalado GARCÍA VALDÉS, se caracteriza por ser
heterogéneo, caótico, desigual, riguroso, cruel y arbitrario, su verdadero
objetivo era el de provocar el miedo, continua fuente de errores judiciales; los
procesos eran secretos y basados en pruebas tales como “los juicios de Dios”,
aceptando su resultado sin mayor comprobación, producto de esta mentalidad
ordálica, constituyéndose como principal pieza de convicción la tortura. Estas
ordalías o “juicios de Dios” consistían en duelos que permitían reconocer la
culpabilidad del `presunto autor; si éste no superaba las pruebas a que era
sometido – agua, fuego, hierro candente, etc.- demostraba su culpabilidad, bajo
la creencia de que Dios le había abandonado al no superarlas.
Los países civilizados preveían en sus legislaciones que las ejecuciones fuesen
públicas, por lo que la muerte era un espectáculo en días de fiesta, el día de la
ejecución era una fiesta popular. “La administración de justicia era cruelmente
ostentosa, anunciándose a la luz del día para compensar la noche en que el
crimen surgió”. La gente se agolpaba con el mero objeto de propinar insultos y
lanzar objetos al condenado; los padres llevan a sus hijos al espectáculo con la
finalidad de que les sirviera de ejemplo, sin pasar por alto, por supuesto, el
dantesco negocio de alquilar sillas para presenciar más cómodamente la
ejecución.
Pero volviendo a esta figura del medioevo, todo cuanto se refería al verdugo
iba ornado de unas especiales características distintivas, desde sus atavíos
inconfundibles –era lo más parecido a un bufón-, hasta el burro o “bestia
menor” que tira de la carreta que conducía al patíbulo, a aquel paseo del
condenado por las calles de la ciudad o villa, buscándose claramente
mediatizar a todos. El verdugo era una figura respetada por todos, en
ocasiones por el temor que producía, de ahí el privilegio de de tomar
gratuitamente los alimentos del mercado siempre que llevara las manos
ocultas, por temor a la transmisión de fluidos mágicos, o como cuenta HANS
VON HENTIG: “El horror a la mano infamante del verdugo se encuentra en
numerosas leyendas alemanas, así una infanticida iba a ser ejecutada, pero
previamente un empleado del municipio le vendó los ojos para evitar que le
tocaran las manos del verdugo” –ello no es de extrañar ya que en estas tierras
el temor a la brujería hizo que fueran llevados a la hoguera cientos de miles de
personas -; así como la costumbre de arrodillarse para pedir perdón a sus
víctimas segundos antes de ejecutarlas o recibir monedas del reo como
símbolo de pago para ejecutar bien su trabajo, o del populacho como precio de
la venta de los vestidos del condenado o de la cuerda que lo suspendió.
Además de ser una figura temida era respetada por ser el curandero por
excelencia, tengamos en cuenta que al ser el torturador oficial tenía pleno
conocimiento de los huesos que debía romper y la forma de hacerlo; sin pasar
por alto que, en ocasiones, los cadáveres de los ajusticiados eran propiedad
del verdugo, quien los vendía a los familiares o a los médicos para realizar
prácticas de anatomía. Esta costumbre del medievo sustituyó a las más propias
de sociedades antiguas quienes dejaban los cadáveres en situ para pasto de
las alimañas. Tampoco deberíamos olvidar que, en ocasiones sobre todo en el
siglo XV alemán, podía librar de la muerte al décimo de los reos que debía de
ajusticiar.
El verdugo, como ya hemos apuntado, era despreciado por ese temor místico
de la transmisión de fluidos mágicos, no pudiendo tener contacto con el resto
de los hombres o, mejor dicho, el resto de los hombres no quería tener
contacto con él, de ahí que en la taberna tuviera que beber solo, debía
comulgar en la iglesia en un día señalado exclusivamente para los de su clase,
sin contacto con los demás, o debía ser enterrado en el lugar señalado para los
suicidas.
EL DERECHO ROMANO
La Crucifixión.
La decapitación.
Se llevaba a cabo por medio del hacha, símbolo de insignia en la fase de los
lictores romanos, representación visible del imperium de los magistrados.
La vivicombustión.
Despeñamiento.
El ahorcamiento.
EL DERECHO GERMANO
Para centrarnos en la situación histórica tomemos como dato que tras la caída
del Imperio Romano en el siglo V d. C., Roma fue invadida y saqueada por los
Visigodos, a la vez que Hispania por distintos pueblos germanos –Suevos y
Vándalos, Asdingos y Silingos- y Alanos de procedencia irania, posteriormente
–y en calidad de federados del Imperio desde el foedus de Valia con Honorio
del 418- el pueblo Visigodo se asentaría primero en las Galias y,
posteriormente, en la Península. Una vez expuesta esta premisa histórica, y
siguiendo las directrices de BARBERO SANTOS, deberemos indicar que el
primitivo derecho germano se caracterizaba por su fundamentación privada, lo
que significa que la venganza de la sangre derivada de los lazos familiares,
antes de convertirse en un derecho, para degenerar más tarde en un delito, era
un deber santo, ya que mientras que el obligado “no lavaba la mancha de la
venganza”, era considerado con la misma categoría que el homicida: la de
apestado.
Por otro lado tenemos lo denominado por Barbero Santos como modalidades
de las propias penas, consistente en que las penas corporales y capitales se
imponían en el supuesto de impago de la composición, pudiendo ser impuestas
por el derecho consuetudinario o por arbitrio real o judicial.
EL DERECHO CANÓNICO
Antes del siglo VI, debido a su desvinculación con la vida política, la Iglesia era
adversa a la aplicación de la pena capital y las penas corporales, así los
apologistas cristianos Tertuliano y Lactancio, predicaban y extendían a sus
condiscípulos la idea de que el cristiano podía desempeñar cargos públicos,
pero siempre bajo la condición de no tener que condenar a penas capitales y
no tener que cumplir con el servicio militar, así el Código de Derecho Canónico
de 1917 prohíbe recibir órdenes sagradas del juez que haya dictado sentencia
de muerte, al que haya aceptado el oficio de verdugo o al que haya auxiliado
voluntariamente a la ejecución de la misma.
Por último, no cabe olvidar, por lo que hago esta pequeña mención al elemento
de la tortura, instrumento de las clases dominantes, ejerciéndose
mayoritariamente durante los siglos XV a XVIII, cuyo significado como pone de
manifiesto García Valdés es la causación de un daño corporal para obligar a
confesar, pudiendo ser pública (ejecutada por el Estado) o privada (ejecutada
por particulares), siendo un instrumento de las clases dominantes, y siendo sus
principios recortes, la juridicidad, la proporcionalidad, el carácter protector del
reo y una valoración tasada –se aplica cuando no hay plena probanza.
BIBLIOGRAFÍA
• HUIZINGA, Johan:
o “El otoño de la Edad Media. Estudios sobre la forma de la vida y
el espíritu durante los siglos XIV y XV en Francia y en los Países
Bajos”, Alianza Editorial, Madrid, 1982.
•
o “La pena, formas primitivas y conexiones histórico-culturales”.
Versión española por el profesor José María Rodríguez, Devesa,
Madrid, 1967.