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Bajo el arco que domina la bóveda de la concha acústica del paraninfo universitario,
negro y brillante, el piano invita solemne a la grandiosidad del concierto. Es el
anochecer del 18 de mayo de 1966, el tenue murmullo, casi victoriano, del público
presente en la plenitud del aforo del recinto académico, se quiebra en cerrado aplauso
cuando la concertista ingresa al escenario, luego: el silencio, aquel en el que la joven
mujer de treinta y cuatro años camina hacia el instrumento para realizar una aventura
estética y sonora que transcurrirá desde las últimas luces del barroco, por el esplendor
del clasicismo, el exotismo de los aires musicales nacionales de Bolivia, la solemnidad
del romanticismo y los timbres modales del impresionismo. Nada está asumido por el
azar, María Luisa Arce de Williams ha elaborado un repertorio que conoce en sus
aspectos sonoros, rítmicos, técnicos, culturales e históricos: Solfeggietto, una tocata
compuesta por Carl Philipp Emanuel Bach, el último ejecutante genial del clave en la
transición del barroco hacia el clasicismo; Sonata en La menor, de Wolfang Amadeus
Mozart, en sus tres movimientos: Allegro maestoso, Andante cantábile y Presto, una
joya del clasicismo musical europeo; Aire indio Nº 5, de Eduardo Caba, Kaluyo indio,
de Simeón Roncal, y Noche tempestuosa, cueca del mismo autor: todas expresivas de
las antiguas tradiciones musicales indígenas e hispanas, de los modos armónicos y
melódicos panteísticos o renacentistas constreñidos dentro la tonalidad del racionalismo
estético; Estudio op. 25 Nº 1, Estudio op. 25 Nº 12 y Balada en Sol menor de Frédéric
Chopin: suaves aleteos y agitados pasos en la calma y la tempestad del romanticismo
decimonónico; finalmente, Suite para piano, de Claude Debussy, en sus tres
movimientos: Preludio, Sarabanda y Toccata, un monumento estético sustentado en los
modos antiguos, elevado a través de las variaciones e invenciones renacentistas y
coronado por el tempo libre, el rubato y el timbre contemporáneo. Después: el aplauso
final, atronador, prolongado, con el público erguido en respetuoso homenaje al talento,
al virtuosismo y a la calidad musical de María Luisa Arce de Williams.
Su madre, doña Amalia Arce Paz Argandoña, quien era viuda y profesora de educación
inicial, que en Bolivia se conoce como kindergarten, asumió para sí todo el peso de la
responsabilidad familiar y, por ello mismo, María Luisa buscó y encontró en su relación
filial con su hermano Roberto Arce, dieciséis años mayor que ella, el cariño paternal
ausente desde su primera infancia.
La ciudad de Sucre, durante los años infantiles y juveniles de María Luisa Arce,
transitaba aún en el metabolismo arquitectónico que transformaba la apariencia de sus
fachadas renacentistas y barrocas hacia una tipología ecléctica, de conjunción
neoclásica, neogótica y neomudéjar y, aunque la extensión de su cuadrícula urbana no
se había modificado sustancialmente desde sus años coloniales y era, por tanto, posible
a poco andar alejarse del centro citadino hacia la campiña que la rodeaba; la ciudad no
sólo conservaba aquel ambiente de civilidad y cultura que la caracterizó durante cuatro
siglos, sino, su mejor conexión, nacional e internacional, terrestre, ferroviaria, aérea y
radioeléctrica, junto a la labor cultural de entidades organizadas alrededor de la
Universidad de San Francisco Xavier de Chuquisaca, la Escuela Nacional de Maestros,
la Capilla de Música de la Catedral, la Sociedad Geográfica y de Historia Sucre, la
Sociedad Filarmónica Sucre, el Ateneo de Bellas Artes y otras de carácter privado y
gremial le posibilitaban un adecuado acceso a las fuentes de conocimiento, información
y entretenimiento bibliográfico, a conferencias y debates acerca de disímiles aspectos, a
conciertos, a representaciones escénicas de diverso género, exposiciones de artes
plásticas, audiciones radiales, abiertas y cerradas, y, entre otras más, a proyecciones
cinematográficas.
Los primeros años de educación primaria María Luisa los cursó en la Escuela de Niñas
Nicolás Ortiz, allí estableció una amistad privilegiada con Miriam Durán y, como puede
inferirse, esta amistad sobrepasó los límites didácticos y lúdicos escolares para
extenderse hacia los paseos dominicales al parque Bolívar o la plaza 25 de mayo y,
especialmente, a las recíprocas visitas domiciliarias. Ella, cuya familia no poseía un
piano, apreciaba y esperaba con impaciencia la visita a la casa de Miriam, donde existía
uno instalado en una sala de visita, ante cuya presencia el mundo de las muñecas y otras
miniaturas con las que entonces jugaban las niñas desaparecía para abrir espacio al
mundo de la música, entonces, instaladas en la banqueta, recorrían las teclas del
instrumento sin orden, piedad ni concierto, desde la séptima a la primera octava,
jugando a ese hermoso juego que los músicos denominan chapaleo y que no era otra
cosa que el sueño premonitorio de un exquisito concierto, hasta que una reprimenda, la
reprimenda de la madre de Miriam, convertía aquel chapaleo en absoluto silencio.
La Sociedad Filarmónica Sucre fue organizada por Eduardo Berdecio y otros músicos,
intelectuales y empresarios filántropos el año 1884. Sus objetivos buscaban promover y
difundir los valores culturales universales y nacionales a través de sus secciones de
orquesta, coro, estudiantina, teatro, lectura y su academia de enseñanza musical.
Publicaba un medio de difusión impreso bajo el epígrafe de Revista Claridad. Su centro
de realizaciones culturales fue el actual teatro Gran Mariscal, mandado a construir por
los Príncipes de La Glorieta. Sus actividades cesaron hacia el año 1952, cuando el
gobierno del denominado proceso de la Revolución Nacional confiscó aquel teatro y sus
principales mecenas debieron tomar el camino del exilio. La actividad cultural en la
Sociedad Filarmónica Sucre era muy intensa, a través de recitales, conciertos,
actividades académicas, conferencias, era una entidad muy sobresaliente por su cuerpo
de profesores, las actividades que realizaba, por los artistas que se presentaban en sus
actos y porque en su academia se formaron muchos músicos, algunos de notoria
relevancia nacional e internacional.
En los años que María Luisa Arce se formó en la Academia de Música de la Sociedad
Filarmónica Sucre fue su director Mario Estenssoro y fueron profesores Daniel
Camacho, Delmira Berdecio, una meritoria maestra hija de Eduardo Berdecio; Juan
Manuel Thorrez y Antonio Auza, entre otros. Es importante expresar que, por causa de
las persecuciones nazis a los judíos en Europa, llegaron importantes profesores de
música a la Escuela Nacional de Maestros, quienes también se integraron a la Sociedad
Filarmónica Sucre, como Franz Wenger, profesor de piano, y Emilio Hochmann, de
coros, piano y otras asignaturas.
Hacia el año 1945, cuando cursaba el segundo grado de secundaria, el gobierno, con el
objeto de incrementar la cantidad de maestros en el futuro inmediato; convocó a las
señoritas y jóvenes estudiantes de secundaria con aprovechamiento meritorio a que
postularan a la Escuela Nacional de Maestros Mariscal Sucre. Como el desempeño
estudiantil de María Luisa se adecuaba con perfección a los términos de la convocatoria,
su madre y las religiosas la entusiasmaron para que solicitara una plaza en la Sección
Musical. Su aceptación en aquel instituto la convirtió en una de las alumnas más
jóvenes de su historia.
Esta invitación fue bien recibida por toda la familia, especialmente por su esposo,
porque consideraban esta oportunidad como un justo merecimiento a los esfuerzos
realizados desde su infancia en el estudio del piano y a su innato talento musical y
artístico. Sin embargo, en vista a que su hija menor era una niña muy pequeña y merecía
aún de sus exclusivos cuidados, la beca se pospuso por el lapso de un año.
El año 1964, después de un prolongado y agotador viaje marítimo, María Luisa Arce de
Williams llegó a Alemania. El cardenal de Bolivia, José Clemente Maurer, de origen
alemán y amigo cercano de su familia, le contactó con las religiosas de la Sagrada
Familia para que viviera en su convento en la ciudad de Munich, en la Pestalozzi Straße
5. Allí vivió durante su primera estadía en Europa, en una habitación muy sencilla, con
mobiliario también sencillo y con la posibilidad de practicar en un piano antiguo
instalado en una sala de uso común.
– Bueno, entonces un día iré a ver en qué piano estudia usted, porque es preciso que
trabaje en un piano que le permita buenas prácticas técnicas y musicales.
Cumpliendo su promesa el profesor fue un día de visita al convento y, hablando con las
religiosas, les preguntó dónde estudiaba el piano. Las religiosas le señalaron el
instrumento donde practicaba. El profesor sorprendido exclamo:
– ¡Dios mío! Si ustedes tienen un hermoso piano que yo les cooperé en adquirir hace
algunos años. – Luego preguntó: – ¿Dónde está ese piano?
La superiora dijo: – Está en la sala principal del convento, sólo cuando se realiza algún
acto importante lo usamos.
Entonces el profesor exclamó: – Ese es el piano que deben posibilitarle, ella está
estudiando para un grado superior de ejecución musical.
Las religiosas, desde luego, comprendieron el propósito de los estudios de María Luisa
y le concedieron el uso de aquel piano. Sin embargo, debe decirse, en honor a la verdad,
que el ambiente del convento le fascinaba porque las monjas no sólo se recluían en sus
quehaceres religiosos, sino, desarrollaban inquietudes diversas relacionadas con el
conocimiento y el arte y estaban seriamente actualizadas con el acontecer político,
económico y social de Alemania y del mundo de la postguerra.
Sus estudios los realizó en la Escuela Superior de Música de Munich, una academia
musical muy prestigiosa, fundada el año 1846 como Conservatorio Real de Munich, sus
objetivos incluían la formación de cantantes, instrumentistas, bailarines, compositores,
regidores y directores. Su plan académico contemplaba un mes de estudio y práctica, el
que debía concluir con un examen o prueba cuyo resultado, positivo o negativo,
implicaría su aceptación o rechazo de la escuela. Después de realizada la prueba y
transcurridos unos días recibió una carta escrita en alemán, idioma que ella aún no
entendía, sólo pudo advertir que en el texto figuraba una calificación con el numeral 1 y,
como en la tradición pedagógica boliviana la escala de valoración del aprovechamiento
transcurre desde el 7, excelente, al 1, pésimo, consideró que no había sido aceptada y
que debía preparar sus maletas para su retorno a Bolivia, soportando la frustración por
aquel resultado que no compensaba todos sus esfuerzos empeñados en aquel viaje,
principalmente, haber dejado a su esposo y sus hijos en Bolivia. Como ella ya había
adquirido la costumbre de viajar todos los fines de semana a visitar a sus amigos Edith y
Heinz Stamm, en un pueblo cercano a Munich, ella les comunicó sus cuitas acerca del
examen y sus resultados. Heinz le solicitó el documento y después de leerlo estalló en
una carcajada porque, conocedor como era del sistema de evaluación de Bolivia, él
había sido profesor del Colegio Alemán de Sucre; resultaba que en la tradición alemana
1 era la nota excelente y 7 la mínima de reprobación.
Su presencia en la Escuela Superior de Música de Munich fue de intenso trabajo.
Siguiendo el sistema de disciplina del convento todos los días se levantaba de
madrugada y, desde aquellas horas hasta la noche, entre el convento y las actividades de
la escuela y a pesar que ella leía y ejecutaba partituras de obras complejas de los
grandes maestros, su vida transcurría entre la realización de ejercicios de posición de
relajación, peso y sonido, pentacordios, velocidad y coordinación, acordes, arpegios,
escalas, cadencias, lectura a primera vista, ejercicios con transporte, repertorios y un
exigente estudio de historia del arte, antropología cultural y pedagogía musical. Sus
profesores fueron Hermann Bischier, de piano, y Wilhelm Gebhard, de pedagogía. En
realidad, el programa de estudios de aquella academia se extendía por cuatro años, pero,
ella lo desarrolló en dos.
En esa institución trabajaba Gertrud Orff, la segunda esposa de Carl Orff, una mujer
muy destacada en la ejecución del piano y en la pedagogía musical, precisamente,
enseñaba el método Orff. Como María Luisa había conocido aquel método impartido
por una profesora alemana en el colegio Alemán de Sucre, se animó a solicitar a la
señora Orff a ingresar a sus clases como oyente. Inmediatamente, sus condiciones
musicales y pedagógicas desarrolladas por muchos años en Bolivia fueron percibidas y
apreciadas por aquella profesora, en tal virtud, la invitó a conocer al profesor Orff, a
visitar Salzburgo, ciudad donde desarrollaba su trabajo musical y pedagógico y,
eventualmente, a vincularse en el desarrollo y difusión de aquel método. Un fin de
semana la llevó a conocer al profesor Carl Orff en su casa en Dissens-Hamarssens, este
la escuchó tocar el piano y le expresó que debería asistir a Salzburgo a mostrar la
música de Bolivia, sus danzas y trabajar por lo menos un año en el aprendizaje del
sistema Orff para aplicarlo y difundirlo en Bolivia. Ella le expresó que era madre de
cuatro niños, que ya estaba mucho tiempo lejos de su familia. Él le replicó: – Usted me
envía una nota indicándome que está dispuesta a trabajar en Salzburgo y yo le remito
los pasajes.
Carl Orff nació en Munich el año 1895, fue un precoz ejecutante del piano y empezó a
componer en su juventud, también poseía talento literario y tenía predilección por la
antigua literatura alemana. Inicialmente su obra musical estuvo influenciada por
Debussy y Stravinsky, pero, luego alcanzó conceptos estéticos más personales cuando
compuso sobre la base de poemas y textos de las tradiciones germanas y con melodías,
escalas y acordes fundados en los modos antiguos, combinando con la música la danza,
la poesía, la imagen, el diseño y el teatro. Su obra más conocida es Carmina Burana,
estrenada el año 1937, durante el apogeo de las ideas de Oswald Spengler acerca de la
decadencia de occidente y en el periodo del proceso político del nacionalsocialismo.
Carl Orff es conocido también por el método de enseñanza musical que desarrolló a
partir de la década de los años treinta del siglo XX, sobre la base de su experiencia
pedagógica con niños. Este método promueve la organización de repertorios con
melodías sencillas, preferentemente de tradición oral, que pueden interpretarse por los
escolares con instrumentos de láminas, ideófonos de madera y de metal, pequeña
percusión y sonajas. Inicialmente los niños realizan patrones rítmicos sencillos hasta
lograr la interpretación de piezas de conjunto más complejas.
En ese prolongado periodo de tres décadas, María Luisa Arce de Williams no abandonó
su pasión por la realización artística de la música, por ello, sin menoscabar sus
actividades pedagógicas vinculadas con la difusión del método Orff, realizó importantes
conciertos en ciudades de Bolivia, Chile, Argentina, Perú, Ecuador, Brasil, donde ganó
un premio en el Festival de Música Erudita; Alemania, Austria, Francia, Suiza, España
y Finlandia.
Sus actividades vinculadas a la educación musical le han permitido dejar una importante
evidencia escrita, donde sobresalen dos libros: Orff Schulwerk en Bolivia y otras
actividades musicales en la escuela, editado en Sucre el año 1974, que contiene un
segundo volumen con partituras para la práctica del método; y Educación musical
integrada. Lenguaje musical, juegos rítmicos, expresión corporal, cuentos musicalizados
para los ciclos pre básico y básico, editado en Sucre, con el auspicio del Proyecto Sucre
Ciudad Universitaria, el año 1998.
Entre los últimos años del siglo XX y primeros del XXI, junto a su hijo Roberto
Williams Arce, emprendió un proyecto de enseñanza musical denominado Arte Libre.
El propósito de aquella academia era ofrecer una alternativa de formación musical para
los niños y jóvenes de Sucre, inicialmente en la ejecución del piano, quizá inspirada en
aquella hermosa experiencia que se denominó Sociedad Filarmónica Sucre, pero,
lamentablemente aquel emprendimiento concluyó en una desilusión, porque, a
diferencia de aquella asociación cultural esta no fue correspondida con el apoyo de
ningún mecenazgo.
Hoy, después de más de ocho décadas de intenso trajinar por el arte y la cultura, las
luces del escenario continúan encendidas, el piano no ha cesado de prolongar su sonido
de acordes y escalas por todo el aforo del auditorio y el público, que en respetuoso
silencio ha escuchado el bello transcurrir de las melodías, se apresta a aplaudir, erguido
nuevamente, a este incomparable concierto que titula: María Luisa Arce de Williams.