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Osvaldo Bayer: “MEMORIA, HISTORIA E IDENTIDAD”

Bueno, queridos amigos, muchas gracias por esta invitación. Yo me propuse primero traer algunos
hechos históricos, vividos, experiencias, dado que después lo tenemos a Horacio González, a Alcira
Argumedo, que realmente sobre la teoría son unos verdaderos maestros. Pero quiero abrir con esta
especie de prólogo, el camino hacia la experiencia histórica.
Primero voy a empezar con dos noticias, cosas que me han ocurrido en los últimos días: el viernes
pasado, el film “La Patagonia rebelde”, que es un retrato verídico de lo que ocurrió, cada escena
está basado en un documento científicamente histórico, era la única manera de poder hacer ese film,
teníamos las amenazas de la justicia, hace una semana al cumplir 30 años el film fue dado en el
Salón Blanco de la Presidencia de la República, vino el Presidente de la Nación, habló nos dio un
abrazo, pudimos expresarnos… entonces uno piensa en la fantasía de la realidad, increíble. Ese film
me costó 8 años de exilio, los libros fueron quemados por el teniente coronel Gorleri durante la
dictadura, está el comunicado de él que dice que lo hace por Dios, Patria y Hogar. Ya en el lenguaje
se pinta realmente lo que se buscaba, la ideología. Bueno ese señor es actualmente general de la
Nación, fue ascendido por el Presidente Alfonsín a pesar de que yo mandé todos los antecedentes.
Tenemos un general quemador de libros y al parecer quemar libros -que es el mismo crimen que
abusar de niños-, quemar libros parece que no es delito en la República Argentina. Debemos ser uno
de los pocos países que tenemos un general quemador de libros. Pero la reivindicación absoluta. La
película que fue prohibida, que primero estuvo en el limbo cuando la terminamos de filmar, era el
gobierno de Perón, no se aprobó. La larga espera de los organismos del Estado, el sacrificio que había
costado filmar esa película en la Patagonia en aquellos tiempos; hasta que bueno ocurre un hecho
inusitado. Esos rincones de la historia… la película ya estaba lista, sonada, no tenía ningún porvenir,
pero Abras, el ministro de Informaciones de Perón, se la había dado a ver porque los sábados a la
noche, en Olivos, a Perón siempre le gustaba ver películas. Dice “a él le gustan las películas de
cowboys, pero yo le voy a poner La Patagonia Rebelde y le va a gustar”. Bueno vio la película y Perón
dijo “yo estuve allá y la culpa no la tiene Varela sino la tiene el tío del que tenemos actualmente de
comandante en jefe”, que era en ese momento, 1974, Leandro Anaya, sobrino del capitán Elbio
Anaya que había participado de los fusilamientos de la Patagonia. Y no dijo más nada y se fue a
dormir.
Primero Perón no estuvo en la Patagonia en esa oportunidad, porque él era de infantería y no de
caballería, como fue el regimiento 10 que mandó el presidente Irigoyen a la represión. Y agregó… “e
Isabelita no hizo ningún comentario”. Bueno, eso no nos llegó muy a fondo porque qué comentario
iba a hacer Isabelita… bueno, ya estaba prohibida, listo, después de esa última esperanza que Perón
la había visto y dijo ese comentario, ocurrió lo del 10 de junio.
Perón como buen mitrista leía el diario La Nación, se levantaba a las 6 de la mañana, leyó “el
comandante en jefe del ejército señala que el ejército responde a sus mandos naturales”. Perón leyó
eso, le agarró un ataque de furia y dijo “a quien va a responder si no es a sus mandos naturales”.
Entonces lo manda a llamar a Abras y le dice ¿“cómo se llamaba la película que habla del tío del
comandante en jefe? Ah, La Patagonia Rebelde. Que la den en todos los cines del país. Era una forma
de vengarse, de demostrarle quien mandaba allí, un cuento de pago chico pero que a nosotros
realmente nos gustó mucho y la película pudo darse. Se dio el 13 de junio, Perón va a morir el 1º de
Julio la película no tuvo inconvenientes, quiero decir con todo esto, todo el mundo sabía que había
sido permitida por Perón y va a ser prohibida el 12 de octubre por Isabel y López Rega. Va a estar 10
años prohibida la película.
Yo leí, porque antes uno leía en el diario su condena a muerte, los partes de las Tres A salían en los
diarios, uno en el desayuno podía leer en el diario esa mañana su condena a muerte, tranquilamente
en su casa. Entonces fui condenado a muerte el 12 de octubre. También hubo que irse al exilio. No
había otra posibilidad. Yo me negué al principio, estuve hasta febrero, pero me tuve que ir. Bueno,
los libros y la película murieron hasta el regreso. Vuelvo yo en octubre del ’83, cuando las elecciones
donde va a ser elegido Alfonsín, la película va a volver a verse en febrero del ’84, así que estuvo casi
10 años prohibida.
También tuvo muchísima aceptación, estuvo varios meses en cartel y esta cosa ahora, esta
reivindicación. Mientras tanto habíamos hecho la reivindicación de los lugares históricos de las
huelgas patagónicas, que son realmente hechos épicos. Es increíble, en esa soledad, como lograron
unirse los obreros en las Sociedades Obreras de Oficios Varios. Cada sindicato con su lugar para las
asambleas, su imprenta para imprimir el boletín, su biblioteca y el lugar para el teatro, los sábados a
la noche donde se estrenaban piezas teatrales políticas o por lo menos explicativas del ideal
anarquista. ¿Cómo se hicieron? Con toda esa sociedad contraria, con todas esas sociedades rurales de
los puertos, cerradas absolutamente, con esos ingleses que creían estar en una colonia y ya habían
eliminado a los tehuelches, es decir, otras de las cosas importantes, la desaparición de los indios
patagónicos.
Los cazadores de indios de las estancias inglesas, porque los ingleses vienen de las Malvinas trayendo
las ovejas y todo ese territorio de la costa santacruceña era habitado por los tehuelches…
interesantes los tehuelches, en su idioma, en su pose, en su belleza diría yo. Y vivían del guanaco, los
cueros del guanaco como vestido y la carne del guanaco como comida. Y siempre cuando llegaban
animales europeos, el animal latinoamericano retrocedía, no tenía anticuerpos. Eso pasó con la
liebre patagónica que cuando vino la liebre europea se retiró, se fue a la cordillera y ha vuelto hace
unos diez años de nuevo. Ahora ya tienen los anticuerpos de esos bichitos que tenían las liebres
europeas y que ocasionó que se diezmara la liebre patagónica. Y lo mismo va a pasar con el guanaco.
El guanaco cuando ve a la oveja, se retira a la cordillera. Entonces el tehuelche va a ver ese guanaco
blanco, pequeño y va a vivir de la carne de la oveja y del cuero de la oveja. Y eso fue tomado como
robo por los estancieros ingleses y también por los estancieros franceses y algunos argentinos. Dado
que las concesiones de tierras (otra historia las concesiones de tierras que vendrán después de la
conquista del desierto), increíble.
Se da la concesión del territorio de Santa Cruz a veintiocho ingleses, catorce norteamericanos, cinco
franceses, tres españoles y a un uruguayo, a ningún argentino. Bien, y entonces van a empezar a
matar a los tehuelches que tomaban las ovejas. En un congreso de historia yo sostuve que fue
realmente un crimen porque los ingleses sabían muy bien que los tehuelches no tenían sentido de la
propiedad, no sabían que la oveja pertenecía o era propiedad de un estanciero. Para ellos era
propiedad de la naturaleza, estaban allí. Lo mismo va a pasar después con los mapuches,
actualmente también hay esa larga discusión, cómo consideran a la naturaleza, no la consideran de
ninguna manera propiedad. Bien, entonces va a tener resultado la desaparición del tehuelche y
entonces vendrán las estancias con todas sus fuerzas y vendrán los trabajadores, los gauchos
bonaerenses y los chilotes, como se llamaba a los trabajadores chilenos, que venían de la isla de
Chiloé. Los chilotes ganaban la mitad de los argentinos y hacían los trabajos más duros, los del
invierno. Me lo dijeron los estancieros “no, los gauchos argentinos no te sacaban las ovejas de 2
metros bajo la nieve, eso lo hacia el chilote.
Quería decir solamente esta cosa, de leyenda primero, la formación de los sindicatos obreros en esas
condiciones, con un fondo cultural sin autoridades, la única autoridad era la asamblea y el único
miembro con cargo era el secretario de actas, el que anotaba las discusiones de la asamblea. Y de
allí van a marchar a la huelga de más duración de la historia del sur argentino y después la represión.
Algo inusitado, descabellado, algo sin explicación. Además, que lo hace el primer presidente elegido
por el pueblo. Después vamos a ver, quiero darles algunos detalles de los principales protagonistas.
Yo tuve la suerte de que vivían todos cuando empecé a investigar, cuarenta años después de los
hechos empecé la investigación, y vivían absolutamente todos, hay que tener suerte como
investigador. Salvo por supuesto los fusilados, pero vivían los políticos de aquel tiempo, los
estancieros ya octogenarios, los militares actuantes, los soldados que eran de la clase 1900 quiere
decir que tenían 68 años cuando yo empecé la investigación. Bien, de eso no se hablaba, nadie
hablaba pero llegué yo y fue como una especie de síndrome Schilingo. La gente empezó a hablar, los
soldados que no habían hablado nunca porque la familia se los prohibía. Se enojan las feministas
alemanas porque yo dije que las enemigas de la investigación histórica para mí, en el caso Patagonia,
fueron las mujeres de los protagonistas. Porque estaba yo preguntando a los soldados y de pronto
llegaba la mujer del soldado y me decía: “¿Ud. quien es?”, “Soy un investigador histórico”, y ¿qué
esta investigando? “La huelga patagónica”, “a quien le interesa eso”. Bueno hay un sector de la
población que le puede interesar y me decían “no ve que mi marido se enferma cuando cuenta eso y
todavía le va a costar la vida si Ud. sigue preguntándole.
Bueno, había ciertas dificultades para vencer el misterio de la investigación histórica. Salieron los 4
tomos, el último en el exilio, parece mentira también, creo que es un poco novelesco esto, de que
los 3 primeros tomos se editaron en Argentina y el cuarto tomo en castellano se tuvo que editar en
Alemania porque ya estaba prohibida la obra. Y todo se iba a superar con el tiempo, primero las
prohibiciones, el exilio, no solamente para mi, sino para los actores también, las dificultades para el
director y para el productor, de todo tipo. Hay actores que viven todavía en el exilio como Héctor
Alterio que vive en España. Ha venido y viene de visita pero nunca más volvió a vivir; y llegar a esto,
el reconocimiento de la presidencia de la nación. La amenaza de los juicios, principalmente de los
militares nunca se llevo a cabo, no llegaron a la justicia porque lo que estaba escrito era la verdad,
podía comprobarse. No había ningún documento falso. Obtuve todos los documentos militares por un
general que me pidió que no dijera nunca su nombre, el general Julián Enrique Guglialmelli y lo digo
porque me dijo “mientras yo viva”. Bueno se ha muerto, y ahora lo puedo decir. Hay algunos que
sienten vergüenza o arrepentimiento por lo ocurrido en esa matanza. Y después la teoría de matar al
tirano, como los anarquistas, van a aplicar el derecho de matar al tirano cuando no hay justicia.
Varela nunca fue apresado, a pesar de la sesión del congreso nacional, una de las mejores sesiones
del congreso nacional donde se debatieron los sucesos de la Patagonia, quien había dado la orden. El
partido mayoritario, radical, va a dejar sin número a la cámara, entonces no se pudo formar la
comisión investigadora que iba marchar a la Patagonia a visitar las tumbas masivas. La justicia se va a
callar la boca. Cuando vuelve Varela de Patagonia lo recibe el presidente Irigoyen, están todos los
periodistas aguardando a que salga el teniente coronel Varela y cuando sale dice “el Sr. Presidente de
la nación me ha asegurado que no va a hacer ninguna investigación sobre los hechos de la Patagonia”.
Cuando alguien que tiene un poco de honor exige una investigación, o señala “lo que hice lo hice por
orden del presidente”. No, evidentemente hubo un arreglo entre el presidente y el verdugo en el
sentido de que no se iba a hablar de la cosa. Pasaron muchos años, las tumbas masivas jamás
tuvieron una cruz. Yo les pregunté a los salesianos ¿cómo Uds. después de pasar décadas y décadas y
no pusieron una cruz donde había tantos fusilados?” Se avergonzaban, no sabían que contestar.
Quedaron sin cruz los peones fusilados. Bueno, hemos logrado realmente… eso es lo interesante de la
labor del historiador, llegar hasta las últimas consecuencias, marcar los lugares de las tumbas
masivas, están actualmente todas marcadas. En la estancia “La Anita” están marcadas las tumbas de
410 fusilados, la estancia de los Menéndez Bety, que no nos permitió marcar donde están las tumbas
porque están dentro del territorio de la estancia pero mejor, lo hicimos a 100 metros, en la ruta,
entonces todo el mundo puede ver donde esta marcada la tumba masiva. El colegio nacional
secundario de Gobernador Gregorio, se llama José Font, el líder huelguista, llamado por la gente
Facón Grande, el colegio se llama así actualmente votado por los alumnos y por los padres de los
alumnos y los docentes. Y tiene, se ha erigido, un monumento en Jaramillo donde fue fusilado, José
Font. Es emocionante venir por esas enormes soledades y de golpe ver ese gaucho que se erige allí.
Esta todo marcado, en San Julián, en la entrada, está el monumento a Albino Argüelles fusilado por
el capitán Anaya, es decir que la historia esta viva, no se dejo morir.
Después vamos a leer el oficio del historiador, las idas y vueltas, los intentos y los fracasos y la
diferencia de los testimonios, qué tiene que hacer un historiador cuando tiene testimonios todos
diferentes sobre un mismo caso.
La segunda información que quería darles era, Uds. saben que he organizado un movimiento para
retirar el monumento a Julio A. Roca del centro de Buenos Aires. Realmente por una cuestión ética lo
he hecho. Yo pasaba siempre por ahí y no puede ser que la estatua mas alta de Buenos Aires este en
el lugar principal a 150 metros de la casa de gobierno, mirando fijo desde el caballo a la Casa
Rosada. Julio A. Roca, mientras a José de San Martín lo mandaron al retiro, allá lejano y paralelo se
hizo el monumento a Sáenz Peña, que dentro de todo hizo el voto secreto y directo, pero no lo han
puesto mirando a Plaza de Mayo, mira para cualquier lado, no se sabe si mira a un techo o al cielo,
Roque Sáenz Peña. Todos signos que tienen un significado de época, esas estatuas se hicieron durante
la década infame, cuando el hijo de Roca era vicepresidente de la Nación y firmó el famoso tratado
Roca-Runcimann, que fue una apertura todavía más grande al comercio ingles.
Bien, ya di cuatro lecciones de historia frente al monumento, realmente es muy lindo porque viene
mucha gente, la ultima vez vinieron 150 personas, y ya han aparecido siete policías que nos miran
extraños. Porque mientras yo daba la tercer clase unos muchachos tiraron huevos con pinturas al
general y quedo manchado. Debo decir que no hice ningún comentario pero en el fondo me gustó.
Bueno hay una campaña en contra de nuestro movimiento. Mariano Grondona, es impresionante, nos
explica cómo se va contra la verdadera historia argentina. Si los mapuches se llevaban las vacas para
Chile porque son indios chilenos. Fíjense la gran mentira. Los libros del ejercito argentino cuando
uno los revisa los años ‘20, ’24 habla de los indios chilenos que son los mapuches. Y los mapuches no
son indios chilenos, los mapuches son mapuches como ellos dicen. Uno les pregunta ¿Ud. es argentino
o chileno? Y él pone no, mapuche. Porque estuvieron muchísimo antes que las fronteras. Y ellos,
como hacían siempre esos habitantes naturales, en verano se movían y se venían a la argentina,
hasta la provincia de Buenos Aires y después se iban en invierno para Chile porque les gustaba la
nieve, las montañas. En ningún momento reconocieron, como habitantes primitivos, las fronteras.
San Martín jamás habló de fronteras entre Chile y Argentina, esa es otra cosa de los negocios que se
hicieron. Ahí esta la historia profunda de las cosas. El que va a inventar las fronteras es el Perito
Moreno, un personaje muy sospechoso. Que es “el Rey”. Todo en la Patagonia es Perito Moreno, él
cambió los nombres como se le dio la gana. Y todos con admiración “no, ese nombre lo puso el Perito
Moreno”. Un racista. En su libro “Mis viajes” dice que los mapuches tienen cara de sapo. Yo hablé en
el museo de Bariloche, que es un templo al Perito Moreno y la directora es una especie de
sacerdotiza y se equivocaron y me invitaron y yo hablé… hay errores en la vida. Y entonces analicé el
libro “Mis viajes”: el racismo feroz del Perito Moreno y dije eso, entonces muy molesta la directora
me interrumpió y dice “profesor usted se olvida de que era el tiempo de Darwin y Darwin sostenía
que el hombre descendía del mono” y le digo, “ah, tiene razón ahora me doy cuenta, el hombre
desciende del mono y el mapuche desciende del sapo”… bueno, hubo grandes risotadas y no me
invitaron más. Es impresionante la historia como se manejó.
San Martín jamás habló de fronteras entre Chile y Argentina y cuando empieza la formación militar
de los ejércitos con Roca, él empieza la profesionalización del ejercito argentino al mismo tiempo
que los chilenos empiezan con la profesionalización de su ejercito. Los liberales argentinos, los
liberales positivistas, eso de liberales habría que discutirlo pero bueno ellos se llaman así, van a
buscar lo mejor europeo para la Argentina, por eso la marina de guerra va a ser de acuerdo al modelo
inglés, que eran los mejores en el mar. Y el modelo del ejercito va a ser el modelo prusiano, que
Prusia había liquidado en 30 días a Francia con los cañones Krupp, los fusiles Máuser y las
comunicaciones Leub. Y Roca lo va a mandar a Richieri. Hay un libro muy interesante de Fraga sobre
la correspondencia entre Roca y Richieri. Entonces Richieri iba a ir a Alemania y va a traer los
estatutos, los reglamentos de las armas, que se van a traducir y se van aplicar realmente acá. Y se
van a comprar las mejores armas y entonces van a empezar los problemas fronterizos. Cuando Krupp,
Máuser y Leub tenían demasiado depósito de armas, mandaban a los llamados Agentes. Está en los
diarios argentinos la llegada de esos agentes de las fabricas. Entonces van a ofrecer armas a los dos
ejércitos; quince días después de la llegada de esos agentes, los titulares en los diarios “problemas
fronterizos con Chile, marchan las tropas” y treinta días después la compra de armas. Nadie dice que
Richieri fue convocado al congreso por haber cobrado coimas. Se hace el gran debate y después es
enternecedor las editoriales de La Prensa y La Nación. Dicen “qué general patriota, el general
Richieri, resolvió donar su comisión al ejercito”. Esto venia de la tradición de Roca, de cosas
interesantes, que escribió un articulo donde habla del soborno y dice Roca “no sé por qué se arma
tanto escándalo, es una práctica habitual en las democracias, es un mal que viene con las
democracias, no hay que exagerar cuando ciertos funcionarios se le comprueba que ha cobrado una
comisión”. Y Sarmiento inventó para el idioma castellano un nuevo verbo: atalibar. Resulta que Roca
tenia un hermano, Ataliba Roca, que era el que cobraba las “comisiones”, entonces Sarmiento
llamaba “atalibar” a cobrar comisiones. Bueno, es así. Nosotros nos olvidamos de todas esas cosas.
Nosotros tenemos una ciudad en La Pampa, que se llamaba Ataliba Roca, en honor del hermano del
Gral. Roca, sabemos nosotros apreciar esas cosas.
Bueno, es interesante la editorial del diario La Nación dirigida contra nuestro movimiento, como
decíamos, es una falta de respeto a cierta parte de la población argentina tener ese monumento a
Roca allí. Porque la república tendrá el 50 % de sangre criolla y todos los criollos tienen sangre
indígena. Y después están los pueblos que han quedado, cómo le van a poner ese monumento en el
centro de Buenos Aires. Yo he propuesto que ese monumento se traslade a Guaminí, ahí está la
estancia de los Roca, Uds. saben que Roca cobró su campaña del desierto. La provincia de Buenos
Aires le dio 15 mil hectáreas de regalo. Hay que leer las cartas de Roca, posteriormente al regalo.
Dice “cobro el sueldo de teniente general, cobro la jubilación como presidente de la nación, pero es
la estancia la que me ha dado el nivel de vida que yo siempre he perseguido para mantener en el
futuro a mi familia”, una filosofía profunda de gobernante. Quince mil hectáreas, la mejor tierra, la
de Guaminí, le puso a su estancia “La larga”. Yo digo llevar el monumento a la estancia de los Roca,
lo van a tener allí en bronce, le van a poder poner flores pero no a 150 metros de la plaza de Mayo o
de la Casa de Gobierno.
Bueno, La Nación ha publicado la editorial del domingo pasado, realmente yo les aconsejo leerla
porque está todo, define la historia esa editorial, define lo que es la historia desde el punto de vista
de los que tienen los intereses, de los que se volvieron ricos en el reparto de tierras de Roca. Se
llama “Respetemos nuestra historia” es una especie de limitar la acción del historiador. La misión del
historiador siempre es trabajar en la historia, dejar bien en claro cuáles fueron las tendencias,
quiénes se enriquecieron, quiénes fueron obteniendo el poder, cómo lo manejaron, por qué tenemos
que respetar nuestra historia. Yo les he contestado en una contratapa, que sale hoy en Pagina 12, les
digo en uno de los renglones: “no hay que respetar la historia señores editorialistas de La Nación,
sino que hay que respetar la verdad histórica y luchar hasta que surja definitivamente”. Porque toda
la editorial es una definición de la historia, de lo que se vivió, es sagrado. Porque claro, ellos ya se
han muerto y no pueden defenderse. Así que por ese argumento no tendríamos que hacer más
investigación histórica. Dice “Es una pena, con todo lo que queda para construir y afianzar, se insista
en demoler, en una sociedad donde lamentablemente ya no se estudia historia en las escuelas, los
bien ganados títulos de los pro hombres como Roca”. Es una definición de la historia del pensamiento
conservador, realmente es interesante para ser debatido en una clase para ver todas las mentiras
escondidas que contiene. Como defiende eso de Roca, la campaña del desierto fue financiada en
parte por los estancieros del Norte de la provincia de Buenos Aires, hay una carta preciosa de
Martínez de Hoz, el bisabuelo del que tuvimos como ministro en la dictadura, donde dice “Gral. Roca
apúrese, necesitamos las tierras, nos están esperando”. Y esta editorial es la liberación del indio, por
fin, dice que no hubo genocidio que hubo ordenamiento. Yo les contesto solamente con dos citas, hay
miles para demostrar el crimen que fue la campaña al desierto. Yo les cito una crónica del diario El
Nacional, fue el que apoyó, el diario de Vélez Sarsfield y que apoyó a la candidatura de Roca. Cuando
termina la campaña del desierto, fíjense la escena que describe el diario El Nacional de Buenos Aires,
1879: “llegan los indios prisioneros con sus familias, la desesperación, el llanto no cesa…” Así que los
indios lloraban, porque Roca siempre, en todos sus discursos habla de los salvajes, los bárbaros.
Mientras que San Martín, cuarenta años antes siempre decía “nuestros paisanos los indios”. Fíjense la
diferencia. Sigue diciendo el diario “… se les quita a las madres sus hijos” –así que no es la primera
vez que el ejército argentino se robó los niños- “para en su presencia regalarlos, a pesar de los
gritos, los alaridos y las súplicas que hincadas y con los brazos al cielo, dirigen las madres indias. En
aquel marco humano, unos se tapan la cara, otros miran resignadamente al suelo, la madre aprieta
contra el seno al hijo de sus entrañas, el padre se cruza por adelante para defender a su familia de
los avances de la civilización”. Las “chinas”, como Roca le dice a las mujeres, serán enviadas como
sirvientas, lo dice después en un parte Roca, los chicos van a ser dados para que después sean
mandaderos y los hombres serán llevados a trabajar a la isla Martín García o a los cañaverales del
azúcar. Roca era tucumano e iba a quedar muy bien con sus amigos. Es decir que Roca impone de
nuevo la esclavitud que había sido eliminada en la asamblea de 1813, es un trabajo de esclavo el que
van a hacer esos pueblos originarios. Fíjense lo que Roca va a decir en el Congreso de la Nación,
cuando termina la campaña del desierto, y eso que La Nación dice que no hubo genocidio, pero el
Gral. Roca dice “la ola de bárbaros que ha inundado por espacio de siglos las fértiles llanuras ha sido
por fin destruida”. Qué significa, que los ha “reordenado” como dice el diario La Nación. Y sigue “ el
éxito más brillante acaba de coronar esta expedición dejando así libres para siempre del dominio del
indio, esos vastísimos territorios que se presentan ahora llenos de deslumbradoras promesas al
inmigrante y al capital extranjero”. Miren que destino, que sentido cristiano, del tratamiento de la
gente. Y el comandante Prado, uno de los principales hombres de Roca, escribirá años después, en su
libro que Eudeba lo editó, que se llama “La guerra del indio” y dice “al ver después despilfarrada la
tierra pública, comercializada en concesiones fabulosas de 30 y más leguas, daban ganas de maldecir
la conquista lamentando que esas tierras no se hallasen aún en manos de los caciques Renque Curá o
Sayhueque”.
Yo digo, es un hermoso trabajo práctico comparar la campaña que esta haciendo el diario La Nación
porque publica casi todos los días cartas de lectores, son todos defensores de Roca, algunos de la
familia Roca también. Interesantes los argumentos, como diciendo “el que puede, puede señores y el
que es débil tiene que aguantársela”. No es otra la filosofía de este diario. Cuánta injusticia se hizo
en nuestra llamada democracia. Nosotros vamos a continuar, ya tenemos varios diputados de la
legislatura de Buenos Aires que están interesados, se va a presentar el proyecto para sacar ese
monumento. Todo el Sur, desde la ciudad de Gral. Roca, todas las ciudades tienen sus calles y sus
monumentos al Gral. Roca. Yo hice una gira de 8 ciudades patagónicas, Uds. no me van a creer, pero
los locales donde hablé, todos estaban situados en la calle Roca. Bueno después me tocó ir a
Pergamino a hablar, y dije: “por fin me libero, se llamará Moreno, Belgrano la calle”… No, se llamaba
Gral. Roca. Es decir, impregna a toda la realidad argentina. Hay que ver lo mal hablado que era, por
ejemplo, describe en una de sus cartas, cómo le pegó a un cocinero del ejército porque había
cocinado mal. Además, el comandante Prado decía que, a los indios prisioneros, se los estaqueaba
pero antes se los “descoyuntaba”, occidental y cristiano. Y vamos a seguir con eso porque creemos
que la historia tiene que servir para algo, por lo menos para el debate, para los orígenes, por lo
menos para decir como eran esas elecciones en aquellos años de democracia, que está descrito,
como se arreglaban diversos grupos económicos, culturales, etc. para sacar sus candidatos y va a ser
así como Roca -que tenia en sus manos la tierra- va a ser triunfante dos veces como candidato. Va a
ser el presidente que más gobernó la Argentina, un general.
Bien vamos a seguir la acción. Vamos a ver cómo termina, ahora vienen los artistas, Norman Brisky
que lo va a imitar a Roca en una de sus comedias, creo que nos vamos a reír bastante. Otros teatros
barriales quieren venir a hacer pequeñas escenas. Es decir, vamos a mover también la cultura.
Bueno, esos eran dos hechos que les quería contar, nuevos, tan impregnados de historia que quería
decirles.
Y ahora quisiera leerles algo que escribí sobre la enseñanza de la historia. Si tenemos tiempo después
quiero leer un trabajito que se llama los fantasmas del historiador. Dice así “estamos aquí para
hablar de este tema tan apasionante que es nuestra historia, nuestra historia de la humanidad,
absorbente, que nos excita y que de pronto nos deja sordos y ciegos cuando nos llega a avergonzar
profundamente. La historia del ser humano a través de siglos y la historia próxima, la heredada de
abuelos y padres, pero también protagonizada unos menos y otros más. Unos menos y otros más, pero
somos todos protagonistas, no hay disculpas, aunque no creemos en la culpa colectiva. Pero nuestra
desconfianza con el término culpa colectiva no debemos expresarla en voz alta porque todos deben
aprender responsabilidad, sentirse responsables. Y el historiador ¿cómo debe cumplir con su oficio?
Nada más que con la verdad, ¿es posible la verdad? Si es casi posible diríamos, cuando se usa la
honestidad, cuando se estudia todo y no se esconde nada, cuando le pone al observador, al alumno,
todo sobre la mesa, aunque al mismo tiempo no deje de remarcar los parámetros morales,
explicando también cuáles eran los parámetros morales de la época que describe, mediante la
reconstrucción de los mundos vivos de la historia.
Es decir, la realidad del hombre constituída socialmente, construida culturalmente, simbólicamente
explicada. Todos hemos leído aquel prólogo de Marc Bloch, cuando trata de responder a la pregunta
de un niño ¿papá, explícame, para qué sirve la historia? Y Bloch dice que no puede imaginarse la
respuesta cuando el intelectual sabe responder con las mismas palabras a los académicos y a los
estudiantes, y nos dice “por cierto poseer esa sencillez es capacidad de pocos, por lo menos quisiera
tomar como motivo principal la pregunta del niño”. Presenta con toda su franqueza e inflexibilidad
infantil el problema, nada menos, que el de la legitimidad de la historia.
El historiador está llamado a dar cuenta de su trabajo y aceptará hacerlo no sin preocuparse. ¿Qué
artesano envejecido en su tarea no se ha preguntado, sin sufrir una angustia interior, si él ha
utilizado su vida para algo responsable?. Pero aquí entra en discusión mucho más que un temor de
conciencia, aquí en nuestra explicación entra toda la llamada civilización occidental.
Y es así, por eso, para que la enseñanza de la historia no quede en una cosa anodina, o sea escrita
solo para quedar en anaqueles académicos, debemos tomar un arma de la que yo particularmente soy
un enfermizo partidario: la polémica pública.
El ejemplo más brillante de nuestras últimas décadas ha sido la controversia de los historiadores, que
se inició en Alemania en 1987, sigue aún hoy latente y va a ser el mejor libro de texto para todos
aquellos que quieran llegar a la interpretación de ese fenómeno que se llamó en Nazismo en
Alemania, es decir, una de las más grandes tragedias de la humanidad, tal vez la más grande.
Se llama “la controversia de los historiadores”. Todos los historiadores más importantes de Alemania
intervinieron en ella, ninguno le quitó el cuerpo, y allí está, una obra imponente de la desesperación
humana, ante la búsqueda de una explicación de un genocidio inexplicable por su ferocidad, pero
explicable por sus circunstancias históricas. Explicable no quiere decir justificable. Están los tres
campos: el pensamiento conservador, el liberal y el progresista. Todos tienen su interpretación, pero
ninguno quiere negar lo ocurrido, ni siquiera disminuir la profundidad de la perversión humana.
Un libro que debería ser ineludible también para los argentinos, frente a nuestro pasado, la
desaparición de personas. Ante la llamada controversia de los historiadores, había un consenso por
parte de todos los historiadores, ese consenso era: los crímenes de Hitler fueron únicos en su género
e inigualables, es decir, más graves que todos los otros crímenes de la historia mundial, es decir,
entre nosotros, la conquista española del continente americano, que es de una inimitable ferocidad.
Cuando uno lee las actas de la ejecución de Tupac Amaru, es increíble, los españoles lo ejecutan pero
él tiene que ver primeramente como ejecutan a su mujer y a sus dos hijos, a quienes primero les
cortan la lengua, y después lo matan con el garrote vil, y después van a Tupac Amaru, lo atan de cada
pierna y de cada brazo a un caballo, para que lo deshaga, pero al parecer el indio era muy fuerte y
no lo logran, entonces van a terminar cortándole la cabeza. Y hay que leer lo que dice el obispo de
Bs. As.: “Dios, en su eterna bondad, ha permitido esa ejecución para que aprendan, de una vez por
todas, los que no creen en nuestra religión y en nuestra cultura”. También va a haber redoble de
campanas.
La conquista española del continente americano, el tráfico de esclavos llevado a cabo por
portugueses, holandeses y británicos principalmente. El genocidio turco por parte los armenios, la
bomba en Hiroshima y Nagasaki, la muerte repentina, nadie sabía y de pronto estaban muertos. Y
agregamos, el método de la desaparición de personas, la llamada muerte argentina.
Pero volvamos al caso alemán, lo que sucedió, el holocausto, no eran meramente hechos cometidos
por Hitler, como muchas veces es dicho y escrito, sino crímenes alemanes, con muchos inocentes y
mucho menos culpables. Como digo, en esto estaban todos de acuerdo. De la derecha conservadora a
la izquierda socialista. Pero comenzó la disputa de los historiadores y aquello que llamaremos
conservadores, empezaron a sostener que, si bien los crímenes fueron únicos y espantosos, se debe
también ver a los alemanes bajo Hitler con relación a la historia mundial, no sólo en la historia de los
alemanes. Por eso, esas investigaciones dan como resultado que la historia también registra
atrocidades de otros pueblos, aunque no fuesen tan terribles.
El concepto de genocidio existe ya en la antigüedad, ya en la temprana historia fueron aniquilados
diferentes grupos. Sí, hasta pueblos enteros. Esto no disminuye de ninguna manera lo de los
alemanes, ni la culpa de Hitler, ni de ningún alemán. Los llamados progresistas están en contra de
esto que sostienen los conservadores en cuanto hay que investigar la historia mundial y las
crueldades de otros pueblos, es decir, la izquierda considera inapropiadas esas investigaciones en
relación con el caso alemán, ya que les daría a éstos un alivio de una angustia indestructible.
Rápidamente así, los alemanes, sostienen los progresistas, creerían posible poder librarse de tanta
culpa y aparecer despreocupados como otros pueblos. Investigación de las causas sería, en este caso,
justificación y no debe permitírsele a los alemanes. Y el estigma es indisoluble. Dicen los
historiadores de la izquierda alemana.
Y aquí viene entonces nuestra pregunta: ¿es así? ¿Tiene que ser así?
Los historiadores conservadores alemanes que intervinieron en la disputa fueron: Nolte, de Berlín,
Michael Sturmer de Erlangen, Andreas Hirgruba, de Colonia, y Klauss Hildebrandt, de Bonn, llamados
con ironía, “la banda de los cuatro”, a ellos se puede agregar a Joachim Fest, el mejor autor de una
biografía de Hitler. Entre los progresistas, inició el combate contra los historiadores conservadores
nada menos que un filósofo: Jürgen Habermas, de Franckfurt, y lo acompañaron historiadores como
Mija Brunswick, Reinhart Levental, Cotton Taima, y Wolfgang Mommsem, que para mi sentir, es el
más acertado en poner los puntos sobre las íes.
Empecemos por el conservador Nolte, quien dice: “las atrocidades de Hitler son sin paralelos, si bien
existen algunos precedentes y paralelos con los campos de concentración y también en el
aniquilamiento del movimiento trabajador, pero la eliminación de varios millones de judíos europeos,
también de muchos eslavos, enfermos mentales y gitanos, es, por su motivación y su puesta en
ejecución, sin ejemplo y alcanzó un terror sin igual en especial por la precisión técnica inhumana de
la casi maquinaria industrial de las cámaras de gas”. Estas conclusiones fueron aceptadas por todos
los intervinientes en la discusión pero ahora viene la falta de Nolte según los progresistas. Nolte, con
su trabajo científico, abrió un gran abanico, su tesis, El Fachismo Europeo fue la respuesta al
bolchevismo soviético. Hitler siguió con mucho miedo los crímenes alevosos de los soviéticos, la
destrucción de la burguesía rusa en 1917, la eliminación de los “Gulags”, que eran campesinos que
tenían personal dependiente de ellos en 1929, y la muerte masiva de los campesinos de los Coljoses,
en 1930, realizados por Stalin. Hitler, según Nolte, creyó que una revolución comunista triunfante le
depararía a los alemanes una suerte similar. Nolte y los otros historiadores conservadores (es lo que
teme Habermas), persiguen de una manera una meta pérfida, desean como conservadores convertir a
la historia alemana nuevamente presentable en sociedad, quieren anular lo que verdaderamente
ocurrió, que el terror de Hitler estaba latente en la historia germana. El súbdito obediente no era el
ser humano occidental libre y racional, sino el producto del desarrollo histórico alemán. Y en esto el
capitalismo jugó un papel. Al intento de los conservadores de tomar contacto con el gran pasado
alemán, se le opone la oscuridad del eclipse de 1943 al 45, por eso quieren los conservadores
relativizar ese molesto camino.
Contra este intento, sostiene Wolfgang Mommsem, los historiadores tiene como meta disminuir la
critica al reciente pasado alemán, de forma tan intensa para que se justifique al público general una
identificación menos problematizada con el propio pasado nacional. Nolte escribe: la copia nazi fue
mucho más irracional que el original bolchevique, pero todo eso no cambia el hecho de que la así
llamada “masacre de los judíos” en el tercer Reich, fue una reacción o copia desfigurada y no un
primer acto original, no fue un invento de los alemanes. ¿Porqué escribe “la así llamada masacre de
los judíos”?, Habermas critica a Nolte, dice, con Nolte los nazis pierden su singularidad cuando se los
trata de hacer comprensibles a través de las amenazas bolcheviques, así Auschwitz se achica a un
formato de ser sólo una innovación técnica y se explica a través de una amenaza aceática llevada a
cabo por un enemigo que sigue presente frente a nuestras puertas. Esto lo escribió en 1988.
Y Wolfgang Mommsem lo señala: esta es una estrategia de explicación para justificar los crímenes del
nacional socialismo empleadas por todos aquellos que todavía se hallan bajo el peso de una extrema
propaganda antisoviética, realizada en su tiempo por el nazismo. Justamente como el nazismo se
presentó en forma embustera, como el salvador contra el bolchevismo, no es justo interpretar a la
política violenta del nazismo refiriéndola a casos parecidos ocurridos en territorios bolcheviques, o
con el propósito de disminuir su inmoralidad.
El historiados Heinrich Winkler titula a su crítica a Nolte: “la ofensiva de descarga de Nolte
continúa”. Los crímenes alemanes bajo Hitler se hacen comprensibles, y por eso finalmente
disculpables, para hacer aceptable la historia de los alemanes de los últimos mil años, restablecer el
sentimiento nacional, y dar más fuerza así a la república federal como partícipe de la O.T.A.N. Aquí
se nota como se trata de incluir la política actual en la disputa de los historiadores.
Stalin no fue la causa. Sostiene el historiador Garth Bucerius.
.
Y ahora voy a dar mi opinión. Mi opinión sobre la tesis de Nolte. Que Hitler observó con avidez el
crimen contra los Gulags y la muerte masiva en Ucrania, y tal vez con miedo, no puede haber sido de
otra manera. Por cierto, esas noticias llegaron muy tardíamente a la opinión publica del mundo, su
dimensión fue tomada en cuenta mucho después. Las noticias de la Unión Soviética fueron tapadas
por las crisis económica mundial, que tuvo consecuencias directas en la burguesía alemana e hizo
creer a muchos que una economía planificada era mejor.
Pero entre tanto, en la Unión Soviética ocurrían cosas importantes, se creó una nueva industria,
carbón, roca mineral en los Urales, y Iberia, y el Asia media, electrificación. Lennin: socialismo más
electricidad, igual comunismo, decía.
El analfabetismo fue combatido con éxito, por eso algunos de origen burgués se sintieron atraídos por
el comunismo, por sobre todo, gente joven. Se los llamó bolcheviques de salón. Una social
democracia conservadora que apoyaba al estado de Weimar, pudo resistir en un principio al ataque
de los comunistas para finalmente no encontrar salida.
Va a ser la social democracia alemana la que va a matar a Rosa Luxemburgo, a quien le van a partir
el cráneo de un culatazo, esa hermosísima cabeza llena de pensamientos.
Los burgueses alemanes temblaron frente a la quiebra. La llamada muerte burguesa. Y también al
principio frente a las masas agresivas de Hitler que ocupaban las calles en sus deplorables uniformes
marrones. Algunos respiraron cuando, en 1932, los nazis perdieron 34 bancas y los comunistas
ganaron 11. En las elecciones alemanas, que durante años fueron verdaderos tumultos, las muertes
masivas en la Unión Soviética no jugaron casi ningún papel. ¿Esas muertes formaron el pensamiento
de Hitler?, Es posible, pero no demostrable. De cualquier manera, eso no es importante. Lo
importante es lo otro, preguntarse por qué el pueblo alemán no reaccionó frente a las primeras
medidas de Hitler frente a los judíos, se haya o no inspirado en el miedo al poder de la Unión
Soviética. Guervus Serious se pregunta: ¿Qué podría haber hecho Hitler cuando comenzó su gobierno
si los catedráticos alemanes de todas las universidades hubieran respondido con una huelga cuando
aquel cesanteó a los profesores judíos? No, los profesores se callaron la boca. También Heidegger se
calló la boca.
El poder de Hitler en 1933 todavía no estaba firme, como sí estuvo luego cuando comenzó a reducir
en número de desocupados hasta llegar a casi a la plena ocupación. Cuando comenzaron sus triunfos
de relaciones exteriores y también por la capitulación vergonzosa de las potencias europeas ante
Hitler cuando empiezan con cualquier cantidad de concesiones con el dictador alemán.
La clase trabajadora alemana era comunista y social demócrata, pero cuando entra Hitler y entra a
aumentarle los sueldos, rebajarle las horas de trabajo, hacerle las colonias de vacaciones en el mar
del norte, cuando los construye casas obreras, cuando les promete el automóvil popular, el
Volswagen, cuando le hace las autopistas, a esos trabajadores empezaron a gustarle esas
concesiones, y dijeron que sí al nazismo.
Pero también merecen un rechazo los historiadores calificados como progresistas. No se puede
generalizar. Todo el pueblo alemán merece la calificación de culpable, como dijeron ellos. No es así.
Aquí debo hacer un alto y contar la propia experiencia. Cuando salí públicamente en las listas de
condenados a muerte por la A.A.A, a los grupos terroristas oficiales, en el gobierno de Isabel, López
Rega y tuve que abandonar mi domicilio, llevé mi perro a mi vecina, una familia con la cual tenía
mucha confianza, para que me lo tuviera mientras duraba mi ausencia y la de mi familia. Pese a la
amistad, la vecina se negó basándose en que le vecindario sabía que ese era mi perro. En lugar de
acusarla de cobarde la comprendí. La mujer pensaba en su familia, todos aquellos que ayudaban a un
perseguido eras pasibles de cualquier acto de violencia oficial, y la manera de protegerse era negarse
a mi pedido. Pienso, que podría haber hecho en Alemania el empleado de correo, o de comercio o de
la municipalidad cuando la Gestapo se llevaba al judío que era su vecino. Pero sí es culpable el
profesional, el intelectual, que tuvo poder económico y apoyó a Hitler, o por lo menos los soportó. Es
culpable la iglesia, llamativo acercamiento, es culpable el ejército, que lo obedecía.
El primer ministro alemán, Kholl, de los años, 80 y 90, en un discurso nada menos que en la ciudad
de Jerusalén, ante público judío, habló de la suerte que tuvo en su vida por haber apenas nacido
cuando se instaló el régimen de Hitler, y en todo ese período haber sido apenas un niño. Habló de la
misericordia de haber nacido demasiado tarde. Kholl fue muy criticado por esa frase, pero lo que
quiso decir fue lo siguiente: si yo hubiera nacido antes, como la generación culpable, quien sabe si no
hubiera caído en la tentación y me hubiera convertido también en culpable. Pero por cierto, la
misericordia no lo protege ni a él, ni a los que nacieron después de la vergüenza y la responsabilidad.
Como vemos, la responsabilidad de los historiadores en infinita. Esta disputa de historiadores es
ejemplar y servirá para que las próximas generaciones se formen de acuerdo al producto de este
profundo debate. En los colegios secundarios y en varias materias universitarias, los docentes forman
varios equipos de alumnos. Cada equipo representa a uno de los historiadores, pero no se conforma
con las repuestas sino que busca nuevos argumentos. Pero esos argumentos de ninguna manera
pueden eludir los principios éticos, es difícil por los argumentos de Nolte que Hitler comete un
genocidio por miedo a la Unión Soviética. Son argumentos rayanos a la inmoralidad, aunque
atrayentes y condimentados de cierto prurito académico en su lenguaje y su encuadre.
Decíamos que Nolte trata de explicar, y no de justificar, explicar lo inexplicable: la muerte
industrializada como reacción al miedo, por método empleado por cercanos crímenes de lesa
humanidad. La muerte industrializada. Los trenes a punto llegaban al segundo, desembarcaban en
Auschwitz y en los demás campos de concentración. Por aquí los hombres, por aquí las mujeres y los
niños. Se llegaban a las cámaras de gases, se desnudaban, entraban, se prendían las cámaras de gas,
eran gaseados, muertos eran sacados por los prisioneros de guerra y enterrados en las tumbas
masivas. Todo al minuto, todo científicamente.
Aquí hay algo inadmisible, en la muerte industrializada, no creemos en una línea perversa en lo del
historiador Nolte, pero si, y en eso tenía razón Habermas en su deseo explicar la catástrofe para
explicar el pecado, Nolte busca un culpable más grande, un culpable disparador de crimen Hitlerista:
Stalin.
Vemos la responsabilidad de los historiadores en el caso argentino. Voy a tomar brevemente el caso
que me tocó investigar más a fondo: las huelgas patagónicas. Coloquemos los actores y los escenarios
en su más cruda realidad y el choque de intereses y responsabilidades. Ustedes van a ver que difícil
se vuelve una explicación objetiva, ya que finalmente no queda otra salida que interpretar al hecho
de acuerdo a bases morales.
La complicidad de la sociedad, la responsabilidad de los historiadores, la teoría de los dos demonios,
fue los más fácil, como cuando la caída de Perón, que media sociedad se vuelve como va a ser
calificada después, gorila, el gorilismo, es inexplicable el gorilismo, Ernesto Sábato, escribe en su
libro, “El otro Peronismo”, “Perón era un resentido, como buen hijo natural que era”. Fíjense,
cuando ser hijo natural es ser hijo del amor. Además, ¿por qué tiene que sacar eso, por qué tiene que
ser resentido por ser hijo natural?, Parece un argumento de brujos, del mal, de brujos teólogos, el
mal está en el pecado, los padres no estaban casados. Bueno, a esos extremos se llegó. Como todos
los que hicimos alguna crítica, que se lo merecía, el gobierno peronista, pasamos a ser denominados
gorilas. Yo hace muy poco, no sé si ustedes leyeron, hice un reproche al movimiento nacional y
popular, peronista, que reprodujo un discurso de Eva Perón del año 49’, que es un discurso espantoso,
habla diciendo: “por fin se acabó en la fiesta del trabajo, se acabó por fin el trapo rojo, y ahora
todos llevan la bandera argentina, y los héroes son los héroes nacionales”. No recuerda a esas cinco
magníficas figuras de los mártires de Chicago, ¡que figuras!, qué palabras dicen al ser ahorcados por
la justicia norteamericana, Linke dice: “no queremos las 8 horas de trabajo para trabajar menos,
queremos las 8 horas de trabajo para gozar de la cultura, para jugar con nuestros niños, para el amor
con nuestras mujeres”, fijensé que cosa más hermosa y muere ahorcado por eso. Entonces Evita dice,
“ahora ya no se cantan más los cantos extranjeros”, que no eran extranjeros, eran del movimiento
obrero, La Internacional, hijos del pueblo… Dice, ahora se canta “hoy es el día del trabajo unidos por
el amor de Dios”, y “Perón, Perón que grande sos, mi general cuanto valés”. Es un discurso horrible
de Eva en el año 49’ ahora porque lo sacan como documento, esta línea de del peronismo, es una
provocación, saquen la lista de obras sociales que hizo Evita, pero no este discurso. Entonces me
contestaron comparándome con el Almirante Rojas, y con el ingeniero Alsogaray, y también con
Marcos Aguinis, que no se los perdono.
Bien, sería interesante también hablar sobre el altruismo, los altruistas, dentro de esos movimientos,
los héroes, el coraje civil, el del oficial alemán que no acepta fusilar a los judíos y se pone con los
judíos y muere fusilado, hoy es uno de los héroes más grandes de Alemania. Y también el caso de
estas enfermeras argentinas, Luisa María González y Genoveva Fratasi que, cuando le traen a una
prisionera que tiene familia, presa estaba, y ella dice en voz alta el teléfono de su madre para que se
entere, ellas dos le avisarán a la madre que la hija tuvo un hijo y el doctor Bergés la va a acusar y
esas dos enfermeras desaparecieron para siempre. Es decir, que altruismo que tuvieron, que
presencia. Nosotros hicimos una manifestación en la casa donde vive el doctor Bergés, libre, y le
pusimos el nombre de las dos enfermeras en la calle donde vive Bergés, rodeado todo de una corte
de policías para que no se lo toque, y ese muchacho que lo esperó y le disparó en las piernas, que fue
condenado a 19 años de prisión, lo voy a visitar siempre porque para mí también es un caso del
derecho de matar al tirano cuando no hay justicia, y en este caso no hay justicia, realmente un
muchacho muy inteligente que se lo pasa estudiando, y que lo vamos a apoyar.
Es uno de los grandes desafíos que haya una reunión de escritores argentinos que discuta el método
de desaparición de personas, es decir, porqué tanta maldad. Es, tal vez, el sistema más perverso de
la humanidad. La desaparición, el campo de concentración, la tortura, viendo el rostro… no es como
el campo, la muerte por el gas… la muerte anónima, una muerte científica, o industrial sino que aquí
era ver el rostro de la víctima. Esperar que la mujer embarazada tenga el hijo y quitárselo sin
mostrárselo y hacerla desaparecer. Ustedes acaban de leer las declaraciones de este teniente coronel
que ha reconocido que fusiló a prisioneros, y dice, una de las prisioneras era una mujer que el día
anterior había tenido una hija y la fusilan. ¿Cómo se puede fusilar a una madre que acaba de tener a
un niño? ¿De dónde salieron esas mentalidades, como fue posible que todo el ejército aceptara?
Dónde hay alguno que dijo: “yo me opongo a esto”, solamente los del CEMIDA. Alfonsín tendría que
haber tomado a los oficiales del CEMIDA para reorganizar el ejército… no, ni los recibió. ¿Dé dónde
salió la mentalidad, quién inventó la desaparición de personas? ¿Cuáles fueron las líneas del ejército?
El General Balsa habló después, y habló muy bien, pero mientras tanto se aguantó toda la dictadura,
no fue capaz de decir, “Eso yo no lo hago” o “eso lo está haciendo el ejército argentino”.
Bien, son incógnitas que vamos a tener que resolverlas nosotros, los historiadores. Yo soy demasiado
veterano así que ustedes tienen que tomar esa línea para explicar algo realmente inexplicable.
Después quisiera leer esto sobre “Los Fantasmas del Historiador” para hablar de experiencias
también, y de lo que es, principalmente esto: cómo con el tiempo, cada uno tiene su versión,
acomoda su versión a su gusto propio, y ahí está el gran límite de la verdad para el historiador.
Bueno, ahora vamos a ir al método de la investigación histórica. Voy a tomar de nuevo el tema de la
Patagonia Rebelde porque creo que realmente tiene de todo. Al haber sido un hecho tan escondido y
tan negado además, tiene de todo para hablar de los que se tiene que usar en la investigación
histórica. Y digo, se llaman “los Fantasmas del Historiador”.
“Casi siempre sin saberlo el historiador tiene como meta el dejar enseñanzas, en la espera de que
todo sirva, para aquello de la paz eterna, que vendría ya a ser uno de los fines de la filosofía o el fin
fundamental, la paz eterna.
Sin saberlo decimos, pero como inmanente secreto anhelo. Una paz eterna a la que tal vez no se
llegue sin la concreta utopía Kanteana de la sociedad de los ciudadanos del mundo. Es que el
historiador aprende eso al ponerse a armar el inmenso y complicadísimo rompecabezas de la
investigación, para lo cual debe calzarse los guantes de la ética para no ser salpicado por su propio
interés y quedar manchado.
Claro está que, el historiador, no debe dejar de ser humano en ninguna circunstancia. La ética es
profundamente humana y no debe quedar en el oficio de ser guantes pero si ser limpia, de manos
limpias. Solo un estudio profundo del hecho y su época puede ser llevada a cabo después de una
investigación detallada, del sondeo de las almas de los personajes, del sondeo de sus ambientes e
influencias.
Los buenos y los malos, que finalmente no son otra cosa que los rebeldes y los guardadores del orden
establecido y viceversa.
Poder captar en toda su magnitud la imaginación de la realidad es hacer verdadera historia. Este fue
mi enfrentamiento cuando comencé en Río Gallegos hace 40 años la investigación sobre las huelgas
patagónicas.
Me encontré con un cosmos en el cuál se habían dado todas las facetas históricas que se reproducen
en la humanidad desde hace siglos. Funcionario obediente que está para cuidar los intereses del
poder, el policía que cuida ese orden con el ojo avizor, los políticos saltando entre el denominado
deber de obedecer y la demagogia que trata de ganar tiempo sin fijar la solución, el militar que
cumple a rajatabla o cree cumplir las órdenes recibidas, el miedo en las esquinas y en los
dormitorios, los rebeldes sensatos y aquellos que se extralimitan en sus sueños, los soldados que
llegan al crimen por la lotería del destino. Esto en la región de los contrastes, la Patagonia, donde los
que ya llegaron desean mantener y acrecentar lo logrado. Aquellos que van juntado los granitos de
arena para construirse el horizonte a través del esfuerzo propio, y el rebelde, que quiere compartir u
organizar desde abajo esa sociedad recién construida y que aún muestra los ladrillos a la vista.
Y en este gran meremagnun de pequeñas proporciones, el historiador debe armar el rompecabezas,
la muerte esta presente y sus protagonistas tratan de explicarse. Cada uno tiene su explicación, se
aplica el orden y la obediencia contra la desobediencia. ¿Quién tiene razón, el que dice hacer
cumplir las leyes o quien pide igualdad?
El historiador escucha y se sorprende sobre lo multifacético del alma humana. (Pequeño entreacto.
Los padres del historiador – el historiador soy yo – vivieron en Río Gallegos los años de la huelga, el
padre había quedado muy impresionado por los fusilamientos de obreros y los castigos que se
aplicaba a los peones prisioneros. Diez años después, el padre contaba a sus hijos, entre ellos estaba
el futuro historiador, sus recuerdos de las ejecuciones del comandante Varela, y todo lo atinente a las
huelgas rurales. Él juzgaba con ira y tristeza el comportamiento de las tropas. Cuando el padre del
futuro historiador salía, la madre corregía los relatos del padre diciéndole a los hijos, “no fue tan así,
como lo cuenta vuestro padre”. Me acuerdo cuando vino casa por casa el propio jefe de policía y les
decía a las mujeres, no salgan, quédense en casa que pueden venir los huelguistas que violan a las
mujeres y se roban a los chicos. El futuro historiador quedó magnetizado por las dos versiones tan
distintas, cayó en una especie de esquizofrenia que, a veces, no lo dejaba dormir. ¿Quién tendría
razón?)
Más de 30 años después iniciaría la investigación que lo acercaría a la verdad. Justo 40 años después
de haber terminado la investigación, vuelven a perseguirlo los personajes implicados en la historia
para rogar se los escuche.
Delfina Varela de Ghioldi, la maestra consagrada, le brillaban los ojos cuando le trataba de explicar
al historiador que el hermano de ella, el Teniente Coronel Varela, era una persona llena de bondad.
Fíjense las cosas del destino. La hermana del Teniente Coronel Varela, del fusilador, fue maestra y se
casó con Américo Ghioldi, el socialista. Estos enredos que tiene la realidad.
Yo la fui a visitar. Me recibió Américo Ghioldi que me dijo: “en bonito lío se mete usted”. Trató de
convencerme de que su hermano, el Teniente Coronel era un hombre bondadoso. Con dedos muy
intranquilos planchaba sus viejas cartas que su hermano el comandante llamado “La hiena de
Patagonia” escribía a su madre, desde esas latitudes sureñas, y que comenzaban siempre:
“queridísima mamita”. Y me decía, Delfina Varela: “¿usted cree que alguien que escribe así, con
tanto cariño a su madre, puede ser fusilador de obreros?” Y yo pensaba en los capomafia, que
siempre besan a la madre antes de irse dormir.
Los ojos negros de ella escrutaban al historiador para no dejarlo libre y convencerlo. Al historiador le
hubiera gustado creerle. Tal era el gesto desesperado de la famosa maestra. Ella fue una famosa
maestra porque escribió libros muy leídos. Delfina Varela. No me convenció.
El ex soldado Radrisani, a los 70 años intervino en los fusilamientos de la Anita. El historiador lo
entrevistó en su casa de Tres Arroyos. Lo recibe como si lo hubiera estado esperando durante
cincuenta años. Lo hace pasar a la cocina, donde lo invita con mate. El ex soldado comienza su relato
de su incorporación el Regimiento 10 Caballería, da detalles del viaje y de la campaña. Llega por fin
al relato de los fusilamientos y quiebra. No puede retener algunos sollozos. Y comienza una especie
de mansa protesta. Se queja. Repite, mirándome, ¿por qué Dios me mandó allá a matar? Si yo
siempre había sido un buen cristiano. Cumplidor de los deberes de la religión. Yo fui peón de campo y
los domingos a la mañana iba siempre a misa, y los sábados a la noche iba a bailar. Por qué Dios me
mandó a matar. Recuerda que una vez le tocó matar a un chileno y que le temblaba tanto el brazo
con el máuser, que el disparo le pegó finalmente en la ingle al prisionero, el pobre hombre se dobló.
Y lo imitaba, se paraba para mostrarme como se había doblado. Y repite, “el pobre hombre se
dobló”. La emoción del ex soldado llega a tal punto que, luego de una larga pausa, hace un gesto con
la mano como si quisiera expresar la fatalidad del acto que él no había buscado.
Pero las diferencias entre los seres humanos los sumergió al historiador en una terrible duda, en la
misma cuidad, en la misma calle que el ex soldado Radrisani, justo al lado de la casa vivía el ex
soldado Ulises Comán. Esto se daba porque todos los soldados del 10 de Infantería eran del sur de la
provincia de Bs. As., porque eran todos muy buenos jinetes, era toda gente de campo. Ulises Comán
recibe al historiador en la calle y no lo invita a pasar, pese al frío. El historiador le pregunta si había
estado en la estancia La Anita, con el regimiento 10 de Caballería y si ha estado en los fusilamientos.
Comán responde: “De la campaña patagónica yo no me acuerdo absolutamente de nada, sólo
recuerdo que fuimos en barcos y volvimos en barcos, después no sé más nada”. Y Comán mira
sonriendo casi despectivamente al historiador. Cuando el historiador después de haber hecho algunos
intentos más se despide y se va, el soldado Comán, casi con una voz de grito le dice: “No me acuerdo
de nada pero si lo tendría que hacer de nuevo, lo haría de nuevo”.
Como es el ser humano. En el mismo pueblo. Han ido a la misma escuela. Han trabajado como peones
rurales, y uno llora porque Dios lo mandó a matar, que lo mandó a fusilar, y se pregunta por qué Dios
lo mandó a fusilar, y el soldado de al lado dice que no se acuerda de nada pero que si habría que
repetirlo lo haría de nuevo. Con cinismo.
¿Por qué es tan distinta la naturaleza humana?
Un tercer soldado, Emilio Gamondi de Olavarría, admitió que hubo fusilamiento pero señaló que la
actuación del ejército fue correcta, imprescindible, frente a un estado de subversión.
El historiador piensa: ¿Cómo es posible que tres jóvenes, que se criaron en el mismo pueblo, que
fueron a la misma escuela, trabajaron en zonas rurales, reaccionen tan diferente ante la disyuntiva a
que los levó el destino?. Tarea difícil la del historiador. Cómo interpretar esto. Marx no lo hubiera
podido ayudar. Tal vez Freud.
El Coronel Shweitzer, que como Teniente primero fue el ayudante del Teniente Varela en las
expediciones patagónicas, recibe al historiador es su casa con amplio jardín en el sur de la capital. Es
muy amable y no desmiente nada. Reconoce los fusilamientos, principalmente de los dirigentes
gremiales y de los delegados de estancia. Sin juicio previo. No, no se cumplió el código militar, se
fusiló por orden superior. Me dice, todo de corrido.
De acuerdo con los antecedentes que se recogían en las mismas estancias, o ante la acusación de
estancieros o de policías. Ante la expresión de tímida censura del historiador, el coronel Shweitzer
abandona sus buenos modales y alza la voz, es cuando llega la verdad, o por lo menos su verdad:
“usted, como civil, jamás va a comprender al militar. Para comprender el por qué de los
fusilamientos de la Patagonia tiene que ser militar. A nosotros se nos ordenó solucionar el problema
de cualquier manera y cumplimos con la orden. No podíamos volver a Bs. As y decir, señor presidente,
nos dio lástima esa gente. No, lo que valía era la solución inmediata de ese problema, lo
solucionamos. Nunca más, durante cincuenta años, hubo huelgas en el sur”.
Y me contaba cómo fue el procedimiento. Cuando estaba el regimiento, y sabía que cerca había una
concentración obrera, se mandaba a dos suboficiales con bandera blanca. Se les decía a los obreros
que mandaran a los dirigentes gremiales para discutir un convenio. Los obreros mandaban a los
delegados gremiales y cuando llegaban al campamento militar eran fusilados. Dos horas después, se
mandaba de nuevo a los suboficiales con bandera blanca y se le decía a los obreros, no hubo arreglo,
manden por favor los delegados de estancia que a lo mejor, con ellos, nos entendemos. Venían los
delegados de estancia y cuando llegaban, se los fusilaba.
Yo lo miré y le dije: pero eso está contra todo principio de los derechos humanos. Y él enojado me
dijo: “no ve que no va a entender, usted no entiende nada. Yo le digo una cosa. Nosotros recibimos la
orden de terminar con las huelgas, y nosotros como soldados éramos menos. Y los empleados rurales
eran famosos cabalgadores de caballos, jinetes. Nosotros no teníamos tanta práctica como ellos. Y
conocían la zona. Entonces, ¿cómo los derrota usted?. Porque el militar tiene que cumplir las
órdenes, para eso está, si no, por qué es militar.
- Ahora, cómo los derrotaría usted.
- No sé.
- Y ve, no sabe. Nosotros los derrotamos. Y nunca más en cincuenta años hubo una huelga.”
Qué le dice uno a un tipo así, que no lo va a convencer nunca. Coronel. Había llegado a coronel.
El historiador hace esfuerzos pero no llega a comprender al general. El historiador es un civil. ¿Es que
acaso a la historia la tendrían que escribir a medias civiles y militares? Y los políticos y los teólogos,
¿acaso no piensan diferente?. Pero matar es matar, razona el historiador. La vida es la vida, para
todos.
El senador radical santacruceño Bartolomé Pérez, espera en su casa de Bs. As. al historiador. El
senador era un joven partidario de Irigoyen en los tiempos de la huelga. Guarda una perfecta
memoria. Le dice al historiador que la orden de Irigoyen era terminar de una vez por todas con las
huelgas. Que sí, que “Varela tenía la orden de pena de muerte firmada por el presidente. Pero la
tragedia, me dice, puede definirse así: sí Irigoyen dio la orden de pena de muerte, pero creyó que
Varela la iba a aplicar sólo con los cabecillas. Pero a Varela se le fue la mano. Empezó a fusilar a
diestra y siniestra. Eso jamás fue ordenado por el presidente. Varela se extralimitó. No hubiera
necesitado jamás hacer esa matanza.”
Ahí termina el senador Bartolomé Pérez. La explicación pareciera dejar satisfecho al propio senador.
Sí, sí, pero no.
Todo esto hace cuatro décadas. Los fantasmas siguen deslizándose hoy por la memoria del
historiador.
En su departamento de la calle Marcelo T. de Alvear, es recibido por el estanciero Correa Falcón. Pese
a su edad avanzada, se mantiene enhiesto y de voz firme. Él fue el gerente de la sociedad rural en
tiempos de la huelga y quien organizó la resistencia de los estancieros y acompaño a las tropas.
Habla con desprecio de los huelguistas, pero en determinado momento, baja la voz que adquiere un
tono confidencial y dice: “al Teniente Coronel Varela se le fue la mano. Los estancieros nos reunimos
y le fuimos a pedir que no fusilara más porque nos íbamos a quedar si peones para la esquila. Y los
chilotes no iban a venir más de puro miedo. Entonces, subiría más el precio de la mano de obra, que
habría que traerla de la pampa y de las llanuras bonaerenses, porque los chilotes cobraban la mitad”.
Y agrega, “pero el Coronel siguió con su método, no nos escuchó”.
Y digo, una interpretación sumamente práctica, un cálculo por cabeza de oveja y por cabeza de
peón.
Correa Falcón hizo servir té en porcelana francesa al historiador, y en todo momento lo trató
caballerescamente. Un caballero.
El historiador comenzó a ver cada vez más claro. La historia comenzó a hacerse cada vez mas blanca
y negra. Pero los contrastes más vivos llegaron en la entrevista con el coronel Anaya, que había sido
capitán en la campaña patagónica del Comandante Varela. Poseía una memoria a toda prueba. La
entrevista fue convirtiéndose en una polémica. El historiador poseía copia de todos los partes
militares que Anaya había mandado a su jefe, y por ende, al ministerio de guerra. Sus argumentos
encontraban allí el límite ante los documentos históricos. Yo no le dije que tenía los documentos del
ejército. Y él me macaneaba. Me contaba cosas, “no pero en el comunicado que publicó “La Nación”,
de usted, en octubre del 21, dice todo diferente”. Y el tipo entraba en cólera. El general iba
aumentado el tono de su arenga y el historiador comparaba abiertamente lo que hablaba el general
con lo que había escrito casi medio siglo atrás, en Santa Cruz. El clima se volvió irrespirable. El
general expulsó de su domicilio al historiador y la polémica siguió por escrito en el diario “La
Opinión”. Me echó. Siempre me echaba, porque estuvimos como diez días… Y a la mañana siguiente,
teléfono, el General Anaya que me decía: véngase para acá. Yo volvía. Me atendían las señoritas
Anaya de 81 y 83 años en la puerta, me miraban con odio y me decían, “usted va a terminar matando
al general”. Yo les digo: “señoritas, él me ha llamado”. Hasta que como digo, me echó
definitivamente. Seguimos la polémica por el diario “La Opinión” y ahí perdió, el señor General. Y
ahí se dio la prueba definitiva. El General Anaya escribirá la frase: “Los fusilados por mi orden”. Los
militares siempre habían negado haber fusilado. Decían que los obreros morían mientras huían. La ley
de fugas.
Era el primer reconocimiento por escrito de los fusilamientos que hacía un oficial interviniente en la
represión. La frase era definitiva. “LOS FUSILADOS POR MI ORDEN”.
Y yo le pregunto en el diario al día siguiente, en que ley de la república, en que código, en que
artículo se establecía que el capitán Anaya tenía el poder de fusilar. En la frase quedaba al desnudo
la verdad. La inverosímil verdad, la inexplicable verdad. El General murió en la cama a los 96 años.
Entre sus fusilados se encontraban peones que no habían alcanzado la mayoría de edad.
Pero todo quedó impune. La verdad es de todos, la culpa es de todos. La culpa de la república
democrática quedó reflejado en el documento producido en la Cámara de Diputados de la Nación
donde se discutió la tragedia con todos sus matices. Es la versión taquigráfica de la discusión y de la
resolución final: No a ninguna investigación, No a la comisión investigadora, va a ser la resolución de
la bancada de la UCR. Sólo estaba permitido el silencio.
Santa Cruz estaba demasiado lejos. Los fusilados eran pobres gauchos, chilotes, gallegos, polacos
anarquistas. Pero las imágenes quedan.
El historiador fue a entrevistarlo al Coronel Viñas Ibarra que, como coronel, fue el autor de los
fusilamientos en “La Anita”. En las tumbas masivas de “La Anita”, cerca de Río Gallegos, muy cerca
de la actual ruta, hay 410 peones fusilados.
El Coronel Viñas Ibarra recibió al historiador con mucho agrado, hasta con euforia, el señor Coronel
estaba ciego. Conversó durante toda la entrevista con él solo, todo el tiempo, imaginó figuras,
situaciones increíbles, repetía siempre la misma historia, siempre para poder creérsela él mismo.
Repitió y repitió más de una vez que en la estancia “La Anita” habían ocurrido verdaderos combates,
y que en esos combates, el ejército había vencido a las peonadas. “Sabe por qué” – insistía – porque
nosotros los militares, nos poníamos a favor del viento, y éste nos llevaba las balas más velozmente,
en cambio, los obreros, se colocaban en contra del viento, y el viento les desviaba las balas, y
ganamos” – decía con voz triunfalista y para darse más seguridad estalló en una carcajada. El
historiador le preguntaba por qué no había ningún testimonio sobre tal combate, ni ningún soldado
herido ni siquiera en un dedo del pie, y él le respondía, “ lo que le digo es la verdad, se lo digo yo,
que era el jefe militar de esa zona. Ellos se ponían en contra del viento y nosotros a favor del
viento.”
Es que a la historia a veces la hace el jefe. El coronel ciego decía y repetía su increíble versión, hasta
que terminaba por creérsela él mismo.
El historiador buscó durante meses a Vicente Juanes, uno de los obreros líderes del movimiento.
Vicente Juanes había logrado huir y desde entonces había vivido en la ilegalidad. Al historiador le
habían contado que en el barrio de Mataderos vivía un obrero llamado Ernesto García, ya anciano,
que solía hablar de las huelgas patagónicas. El historiador lo fue a ver. Ernesto García vivía en una
habitación en un altillo muy limpia y ordenada pero humildísima. Ernesto García recibió al
historiador. Hablaron. El humilde hombre le relató que había actuado en la zona de San Julián. El
historiador le dijo que de esa zona estaba buscando desde hacía años a Vicente Juanes. Ernesto
García carraspeó, y mirando a los ojos del historiador le dijo: “yo soy Vicente Juanes”. Es decir que
treinta años después, desnudaba su identidad. Había escrito toda la tragedia en un cuaderno escolar.
Escrito con tinta decía en su frase final: “a vosotros, miembros del ejército argentino – era español,
pero eso vosotros – solo os deseo que en vuestras mentes y en vuestras noches de insomnios, tengáis
siempre en el recuerdo las vidas que segasteis en Santa Cruz, y el desprecio de todos, pues la historia
descubrirá todas vuestras hazañas. Lástima que esas hazañas no las hayáis pagado como vuestro jefe
el Coronel Varela.”
(El Coronel Varela fue esperado frente al 1 de infantería por el anarquista alemán Kurt Gustav
Wilckens, que primero le arrojará la bomba que era la imagen de la protesta popular, según los
anarquistas, y después le dio seis tiros. Después, Kurt Wilckens será muerto en la prisión.)
Y sigue: “gracias a las personas piadosas que dieron sepultura anónima a los restos que encontraron,
hechos con caridad, por el campo patagónico, pero así y todo quedaron muchos montículos de
fusilados, y después quemados, y sus restos tapados en una misma zanja con un poco de tierra y
pedregullo. Pero el viento patagónico, también como rey y señor de esos parajes, los descubrirá
dejando sus restos a la vista como queriendo decir: contra mí nada podréis hacer, hoy yo descubro lo
que vosotros quisisteis ocultar de vuestra sangrienta hazaña. Firmado, Ernesto García, ex Vicente
Juanes.”
El historiador donó al museo de historia de Río Gallegos el cráneo de un huelguista encontrado en la
tumba masiva de la estancia San José. Presentaba el clásico tiro de gracia con entrada por la cien y
salida por el occipital. Carlos Raimondi, perito balístico constató que ese disparo había sido
efectuado con una pistola Steyr Mannlincher, modelo 1901, calibre 7,63 de uso en esa época por el
ejército argentino. Hasta 1927.
Durante la dictadura de Videla, el capitán de fragata ya retirado, Jorge Schilingo, esto fue en el año
76, había actuado en Río Gallegos en la huelga contra los dirigentes de la Sociedad Obrera, pidió ver
el cráneo.
El marino de guerra era ya muy anciano y era acompañado por su mujer y por otros militares. De
pronto, apenas vio el cráneo con el tiro de gracia comenzó a los gritos. Era un verdadero ataque de
histeria. “Yo no fui!”, – gritaba -. ¡Fue Varela! Lo tuvieron que sostener y tomarle los brazos. Lo
hicieron sentar y la trajeron unos calmantes. Habían pasado más de medio siglo de la represión
contra los peones rurales patagónicos. Algo perseguía la memoria del señor Capitán de fragata. Tan
duro y decidido durante la campaña. Ante el historiador siguieron desfilando ancianos llenos de
miedo, de obstinación, de tristezas, de arrepentimientos. Hoy ya han muerto todos. Las víctimas
pasaron a ser los libros. Fueron prohibidos, quemados, ocultados. El cuarto tomo tuvo que ser
editado en el exterior. El film sobre el tema fue prohibido. El historiador con su familia debió
marchar al exilio. Todo comenzó cuando el historiador, que no gusta llamarse historiador, sino apenas
un cronista con opinión, llegaba justo en este mes, hace tantos años a Río Gallegos, para iniciar la
investigación. Y justo este mes, se cumplen 92 años de la llegada de sus padres a Río Gallegos. Aquí
vivirían tres años y saldrían impregnados de Patagonia. Años que marcaron el recuerdo y la nostalgia
para siempre. Después del silencio que se ensayó durante medio siglo para apagar los halles de los
fusilados, han comenzado a levantarse monolitos recordativos, cruces que marcan las tumbas masivas
y hasta monumentos. Los fusilados van regresando uno a uno del olvido. Se los distingue porque
llevan las ropas humildes de los trabajadores humildes de antes. Su sangre regó la tierra seca y el
viento sigue acompañándolos.
El Teniente Coronel Varela está allí, siempre, en su tumba, en el panteón militar, en el subsuelo de la
chacarita, jamás una flor, pero engalanada con una única placa de 1923 que dice: “los británicos
residentes en el territorio de Santa Cruz a la memoria del Teniente Coronel Varela, ejemplo de
disciplina en el cumplimiento del deber”. Está todo dicho, la única placa es de los ingleses
estancieros. No tiene placa de los parientes, no tiene placa ni siquiera del ejército argentino.
El filósofo Kant llamaría a los trabajadores fusilados, “ciudadanos del mundo”. Con un poco de
pesimismo pero con mucha esperanza. Mucha esperanza.
El historiador ha salido a recorrer las calles que caminó y cruzó hace cuarenta años, pero no es fácil.
Enseguida nota a sus espaldas la sombra del Coronel Viñas Ibarra que le trata de explicar el combate
de “La Anita”, y cómo el viento se daba vuelta a favor de los militares. Y más atrás, la sombra del
soldado Radrisane, que todavía no había resuelto el dilema de porqué Dios lo mandó, tan joven, a
matar seres humanos. Y más allá la sombra de la señora Delfina Varela de Ghioldi, que va a
emparejando las cartas enviadas durante la campaña militar por su hermano, el comandante, que
encabeza tiernamente con las palabras “querida mamita”. El historiador no podrá jamás resolver
esas incógnitas, pero si, por lo menos, propondrá que la memoria no sea olvidada, que sirva como
sendero para las próximas generaciones que habiten en estas benditas regiones argentinas. De
distancias y sueños.
Quisiera leerles dos cosas más. Lo que me pasó hace dos años en tres días. Se llama: “Ochenta años
después, perfidia y poesía”. Comenzó la inmensa casualidad en San Isidro. Comenzaba un episodio
que duraría tres, días en el cual se regresaba a una realidad trágica que había sucedido hacía 80
años. La casualidad acercaba de pronto a la hija de un criminal de guerra, y a la hija de su víctima,
fusilada en las huelgas patagónicas en 1921. Ochenta años en los cuales el dolor no ha desaparecido
sino que sigue, constante, presente, inolvidable, en el rostro de las víctimas. Participaba yo un
sábado de este diciembre de 2001 a la mañana, de un encuentro entre escritores y público en una
librería de San Isidro. Como me ocurre siempre, no me explico porqué, llegué primero a la cita, y
mientras esperaba a los demás colegas, me fui a tomar un café al patio de la librería, lleno de
árboles, de luz y de verde. Estaba ensimismado pensando en los hechos que se desarrollaban en
nuestro país, anunciadores de lo que después ocurrió, la gente en las calles, en la protesta. De
pronto se presentó ante mi una mujer de cierta edad que me dijo con voz altisonante: “yo soy la hija
menor del General Anaya, ya fallecido, a quien usted llamó asesino y fusilador de obreros
patagónicos. Vengo a reclamar los documentos que usted le robó a mi padre. Vivo enfrente de esta
librería y vi su nombre pintado en la vidriera, entonces resolví venir para cumplir con un pedido que
mi padre, el general, nos hizo a sus hijos en su lecho de muerte”.
La mujer bien vestida y peinada estaba muy nerviosa, por eso la hice sentar y le pedí que guardara
calma. Me di cuenta de que con teatralidad, esa señora de 74 años esperaba ganar la discusión y
avergonzarme ante los presentes, que seguían disimuladamente a unos pasos el curso de insólito
encuentro. Le respondí con voz firme pero respetuosa lo siguiente: “por empezar señora usted está
afirmando una infamia, yo no le robé ningún documento a su señor padre. No necesité de esos
documentos para demostrar que su padre asesinó obreros en 1921, en la forma más vil y cobarde que
un ser humano pueda imaginarse. Pero antes, le quiero pedir que me diga qué les pidió el General
Anaya a sus hijos en su lecho de muerte. Me respondió: “él nos reunió poco antes de morir para
decirnos que teníamos que luchar contra usted, recobrar los documentos que le había robado y
demostrar que él no había sido asesino.”
Me llama mucho la atención – le respondí – que el General Anaya haya esperado a morir para
reclamar documentos que dijo que yo se los robé. Y más, que encargara a sus hijos que demostraran
que no había sido un vil asesino. Es hasta cómico, porque él tuvo la oportunidad durante muchísimos
años de iniciarme juicio por ambas cosas. Fíjese señora, la polémica con su padre la tuvimos por
escrito en el diario La Opinión en el año 74. Allí probé que él ordenó fusilar sin ningún reparo legal a
trabajadores del campo patagónico. Ahí rechacé el ataque burdo para desviar la atención de los
incautos que yo le robé la documentación militar. Su padre murió en el año 1986, es decir, tuvo doce
años para defenderse. Y según usted, recién lo hace en su lecho de muerte, pidiéndole a sus hijos
que se encargasen de esa tarea. Durante doce años se calló la boca. Más todavía, desde su muerte,
en 1986, hasta ahora 2001, es decir 15 años, sus hijos que recibieron ese pedido del padre
moribundo, no hicieron nada. Y usted viene en el año 2001, porque vio mi nombre en una vidriera
enfrente de su domicilio, muy cómodo señora. Extraña forma de cumplir con el mandato de un
moribundo. Su padre fue el único de los oficiales fusiladores de peones rurales que llegó a General.
Fue golpista en 1943 y por esas cosas de cruel realismo mágico y corrupción, fue nombrado ministro
de Justicia e Instrucción Pública de la Nación. El asesino de 1921, ministro de justicia en 1943.
Realidades argentinas.
En 1955 participó del golpe de Aramburu, y La Nación escribió, textual: el General Anaya no dudó en
avalar los fusilamientos de 1956 en donde murieron 22 militares y 17 civiles peronistas, encabezados
por el General Valle”. Hasta ahí “La Nación”.
Cuando murió Anaya, sus restos fueron despedidos por el ex dictador Juan Carlos Onganía. Estaba
todo dicho, una vida completa. Y usted viene señora, en diciembre de 2001, a querer enlodarme con
un robo de documentos. Un investigador jamás roba documentos porque, si lo hace, jamás puede
citar la fuente y la prueba pierde su valor. Toda la documentación en fotocopia me fue facilitada por
el General Juan Enrique Guglialmelli, director del Centro de Altos Estudios del Ejército. Vaya allá
señora a buscar los documentos que hablan de su padre.
La hija del General se fue cargada de rabia y de odio. Pensé en lo dramático que debe ser, ser hijo de
genocidas, torturadores, de desaparecedores. Éstos maldicen con sus hechos a todas las generaciones
venideras de la propia familia.
Pero tres días después, ese realismo mágico argentino me depara la contrapartida. Una periodista de
Página/12 me avisa que me quiere ver la hija de Alvino Argüelles, el dirigente de los peones rurales
de San Julián, fusilado por Elbio Carlos Anaya. En pocas horas, ochenta años después de los sucesos,
me tocaba conversar con la hija del asesino y con la hija de su víctima. En Palermo me recibe Irma
Dora Labat, me dice que ella es hija natural, hija del amor de Alvino Argüelles y su madre, Clara
Irene Labat. Mi padre no me conoció – agrega – ellos se enamoraron y yo fui concebida antes de que
mi padre partiera para la patagonia. Nací un mes antes que a él lo fusilara el General Anaya, el 18 de
diciembre de 1921. Estamos a 17 de diciembre de 2001. Justo hace 80 años. Mi padre se enteró de mi
nacimiento semanas antes de ser asesinado, y le envió una carta a mi madre desde San Julián, con
una poesía sobre mí, que cuando fui niña, la aprendí de memoria y nunca olvidé.
Me mira muy emocionada. Es el mejor homenaje a su padre, el obrero fusilado por defender los
derechos de los trabajadores de la tierra. Me lo recita: “a ti te queda el consuelo / de nuestro fruto
adorado / en cuyo rostro esmaltado / se mitigan tus desvelos / teniendo siempre presente / a
nuestra hijita en la memoria / que de tus besos la gloria / la cubre constantemente”.
Nos quedamos mirándonos. La anciana tiene los ojos llenos de lágrimas. Su rostro inspira una ternura
mansa. Tal vez, de protesta silenciosa. Luego me relatará que su madre, con otras mujeres, concurría
al puerto cuando venía un buque de la Patagonia porque decían que a los miembros de las sociedades
obreras los traían presos. Pero los buques llegaban y las mujeres esperanzadas se quedaban hasta que
las dársenas quedaran vacías. No, no llegó nunca. Lo habían fusilado. Lo habían asesinado junto a
tantos de sus compañeros. Luego se fueron conociendo detalles. Alvino Argüelles no quiso librar
combate con el ejército, sino conversar con los militares para que se hiciera cumplir el convenio
rural, que regía oficialmente. El capitán Anaya los hizo encerrar en un corral y que los castigaran
ferozmente a sablazos y luego fusilarlos. Un hecho cobarde. Deleznable. Mi madre jamás volvió a
casarse, me dice Irma Labat. Vivió del recuerdo de mi padre. Es que era un hombre joven, tenía 27
años cuando lo fusilaron, y lleno de humor. Los socialistas y anarquistas no se casaban, los unía el
amor. Él, mi padre, era socialista, y la vanguardia escribió una muy triste crónica de su fusilamiento.
También lo recordaba siempre el partido Socialista Internacional.
El fusilador llegó a General. Más todavía, a Ministro de Justicia. Los estudiantes, los docentes, los
ciudadanos democráticos de san Julián tienen que reivindicar la figura de éste dirigente obrero que
luchó por el primer convenio de las peonadas. Los hizo con la palabra y el ejemplo. No mató a nadie
ni disparó un solo tiro contra el ejército. Fue muerto porque era inteligente y su cuerpo y su alma
sentían lo que es el valor de la justicia y la solidaridad con los de abajo. El tiempo siempre les corre
la cortina para tratar de ocultar la verdad. Los crímenes jamás se podrán ocultar.
Bueno, es increíble encontrar en tan pocos días a la hija del fusilador y a la hija de la víctima. Una
me leyó poesías, la otra me insultó.
Como final, les quiero leer una cosa que iba a ser el final de la película y que no pudo ser porque la
censura lo cortó a ese final. Entonces vino el director Olivera y me dijo: tenés que hacer un nuevo
final. Le digo: no, no lo voy a hacer de ninguna manera. Me dice, bueno, entonces no se hace la
película.
Estuve veinte días muy cabrero y al final, hice un nuevo final, que es cuando los ingleses le cantan la
canción “porque eres un buen camarada”. Se la cantan al Teniente Coronel Varela, que en su rostro
parece decir “a quién ayudé yo”.
Lo hice como algo pedagógico, es decir, pensar que si los militares cuando ven esta película aprenden
algo.
La crónica de los diarios de Río Gallegos que describen ese homenaje que le hacen los ingleses al
teniente Coronel Varela no dice que Varela puso una cara triste. Se la puse yo. Me parece que él se
puso contento de que los ingleses le cantaran esa canción.
Este era el final que no salió:
“Había llegado el momento de descanso para los soldados. Luego de tanta tensión venían las ganas de
no hacer nada. Venían las ganas del sexo. Fusilar había sido un oficio agotador, y por más que había
salido bastante bien y no costó mucho, resultó, al paso de los días, un recuerdo desagradable. Quien
más, quién menos, se acordaba de las caras de los “chilotes” al morir, de la cara de rabia de los
gallegos anarquistas, de las muecas trágicamente irónicas de los anarquistas alemanes, rusos y
polacos cuando estaban frente a los pelotones de soldados argentinos. Pero ya había pasado todo y
los soldados estaban en los puertos de la costa santacruceña, esperando a los barcos que los llevarían
de regreso a Bs. As.
El Teniente Coronel Varela les había aflojado un poco la disciplina. Buen tipo este Varela, y nada
zonzo. En pocos días les quebró el pescuezo a las columnas huelguistas, las copó y les dio la gran
paliza. No le tembló la mano en ningún momento ni se ablandó ante la mirada de carnero degollado
de los chilotes. No había permitido que a ninguno de sus soldados se le aflojaran las piernas, los
levantaba en peso con cuatro gritos. Y esto bastaba para que el que empezaba flojo fuera después el
mejor fusilador
Después de que se acabó todo, Varela había tenido gestos verdaderamente paternales con sus
soldados. Por ejemplo, al llegar a los puertos, les permitía ir a los prostíbulos para que se sacaran el
gusto y lo acumulado entre tanto macho.
Desde que habían salido a cazar chilotes y anarquistas no vieron una sola mujer, ni siquiera una
chilena. Todo este episodio histórico, el más cruel de nuestra historia en los primeros 75 años del
siglo pasado (tan cruel como el degüello de prisioneros en el S. XIX), tiene la característica de una
barrabasada, de esas que siempre terminan por cometer los hombres cuando están mucho tiempo
entre ellos. Cuando se los deja solos y sienten la necesidad de demostrar que son duros, fuertes,
machos. Fueron fusilamientos en seco, en frío, fusilamientos en silencio. De haber pájaros, se
hubieran escuchado sus trinos, entre descarga y descarga. Pero nada, ni el alarido ni el llanto de una
mujer. Hasta los chilotes con su cara de asustados se las aguantaban. No hubo súplicas ni perdones.
Una cosa entre hombres.
Pero ahora, era otra cosa. En las ciudades había mujeres y todo cambiaba. Los duros muchachotes de
uniformes se ponían blandos y les agarraba la risita cuando veían pasar a una mujer. Se reunió a los
soldados. Se les hizo poner en posición de descanso y se le explicó que iban a ir al prostíbulo por
tandas. Un suboficial, con términos bien claros para que entendieran todos, dio detalles de cómo se
debe hacer uso de una prostituta y no contagiarse una gonorrea o un chancro. Las cosas se
organizaron bien, porque previamente se mandó a decir a las dueñas de los próstilos que a tal hora
iba a ir la primer tanda de soldados para que tuvieran listas a las pupilas. En San Julián se avisó a
Paulina Rovira, dueña de la casa de tolerancia “La Catalana”. Cuando la primera tanda de soldados se
acercó al prostíbulo, doña Paulina salió presurosa a la calle y conversó con el suboficial. Algo pasaba.
Los muchachos se comenzaron a poner nerviosos. El suboficial les vendrá a explicar. Algo insólito. Las
cinco putas del quilombo se niegan. Y la dueña afirma que no las puede obligar. El suboficial y los
conscriptos lo toman como un insulto, como una agachada para con los uniformes de la patria.
Además, la verdad es que andan alzados. Conversan entre ellos y se animan. Todos en patota tratan
de meterse en el prostíbulo. Pero de ahí salen las cinco pupilas con escobas y palos y los enfrentan al
grito de ¡Asesinos!, ¡porquerías!, ¡Con asesinos no nos acostamos!
La palabra asesinos deja helados a los soldados que, aunque hacen gestos de sacar la charrasca,
retroceden ante la decisión del mujerío que reparte palos como enloquecido. El alboroto es grande.
Los soldados pierden la batalla y se quedan en la vereda de enfrente. Las pupilas desde la puerta de
entrada no les mezquinan insultos. Además de asesinos y porquerías les dicen “cabrones malparidos”,
y según el posterior protocolo policial también “otros insultos obscenos propios de mujerzuelas”.
La cosa no da para más. El insulto de asesinos les ha quitado a los curtidos soldados las ganas de
todo. La picazón en las ingles se ha convertido en un amargo sabor en la boca. Ya no tienen ganas de
nada sino de emborracharse de pura rabia.
Pero esto no quedará así. Interviene el comisario de San Julián y hará arrear a las “desorejadas”
hasta la comisaría. Las cinco rameras son llevadas por dos agentes entre las sonrisas burlonas de los
hombres y el desprecio de las mujeres “honestas” del pueblo. También se llevan a los tres músicos
del prostíbulo. Hipólito Arregui, Leopoldo Napolitane y Juan Acato que son dejados de inmediato en
libertad al llegar a la comisaría porque declaran solícitos que reprueban la actitud de las pupilas.
Además ellos siempre prestan sus servicios gratuitos en las fechas patrias.
A las meretrices las meterán en un calabozo, el comisario tiene aquí una grave responsabilidad.
Dentro de todo se ha insultado al uniforme de la patria y se ha tomado parte por los huelguistas, por
primera vez. Por eso resuelve ir a pedir consejo al Teniente Primero David S. Aguirre del ejército, a
cargo de la guarnición militar. Éste militar no quiere ningún escándalo. No quiere que la cosa llegue
hasta Bs. As., total, en resumidas cuentas, se trata de la opinión de cinco putas.
Una paciente investigación nos ha llevado a conocer el nombre de esas cinco mujeres, o mejor dicho
de estas cinco mujerzuelas. Los únicos seres valientes que fueron capaces de calificar de asesinos a
los autores de la matanza de obreros más sangrienta de nuestra historia. He aquí sus nombres.
También los mencionaremos como un pequeño homenaje. O no digamos homenaje. Digamos recuerdo
de las cinco mujeres que cerraron sus piernas como gesto de rebelión. Los diremos con la filiación
oficial tan cual aparecieron en los amarillos papeles del archivo: Consuelo García, 29 años, argentina,
soltera, profesión pupila del prostíbulo La Catalana; Ángela Fortunato, 31 años, argentina, casada,
modista, pupila del prostíbulo; Amalia Rodríguez, 26 años, argentina, soltera, pupila del
prostíbulo, María Juliache, española, 28 años, soltera 7 años de residencia en el país, pupila del
prostíbulo, y Maud Foster, inglesa, 31 años, soltera, con 10 años de residencia en el país, de buena
familia, pupila del prostíbulo.
Jamás creció una flor en las tumbas masivas de los fusilados, solo piedra, mata negra y el eterno
viento patagónico. Están tapadas por el silencio de todos, por el miedo de todos, solo encontramos
esta flor, esta reacción de las pupilas del prostíbulo La Catalana el 17 de febrero de 1922.

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