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com/single-post/2018/03/15/La-dictadura-de-los-expertos-I

La primera selección corresponde al capítulo introductorio de la


mencionada obra colectiva, que lleva por título el del libro y cuyo autor
es el antaño célebre y ahora bastante olvidado Iván Illich. Su arranque
muestra ese optimismo injustificado que hace un momento señalé pero
al menos consigue lo que pretende: ponernos en situación:

"Una forma de concluir una edad es darle un nombre que resulte


pegadizo. Yo propongo que a los años centrales del siglo veinte los
denominemos la Era de las Profesiones Inhabilitantes, una época en
que la gente tenía "problemas", los expertos tenían "soluciones"y los
científicos medían imponderables tales como "capacidades" y
"necesidades". Esta época toca ahora a su fin".

"Espero [que esta época sea recordada como la noche en que el


padre se fue de juerga, dilapidó la fortuna familiar y obligó a los hijos a
comenzar de nuevo. Desgraciadamente, y con mucha mayor
probabilidad, será recordada como la era en que toda una generación
persiguió frenéticamente una riqueza empobrecedora, haciendo así
alienables todas las libertades, y después de transformar la política en
los dominios organizados de los recipientes de bienestar, se extinguió
en un benigno totalitarismo. Considero inevitable semejante caída en
el tecnofascismo a menos que los principales ataques de la crítica
social empiecen a cambiar de objetivo, dejando de favorecer un
profesionalismo nuevo o radical y fomentando una actitud escéptica
ante los expertos, especialmente cuando éstos se atreven a
diagnosticar y a prescribir".

"los profesionales declaran poseer un conocimiento secreto acerca de


la naturaleza humana, conocimiento que solo ellos tienen el derecho
de administrar. Se arrogan el monopolio sobre la definición de lo que
se aparta de la norma y de los remedios que se necesitan para
corregirlo".

"El médico (...) se convirtió en científico de la salud cuando (...)


[obtuvo el] poder de dictar lo que constituye las necesidades sanitarias
de la gente en general (...) Ya no es el profesional individual el que
atribuye una "necesidad" al cliente individual, sino una entidad
corporativa la que asigna a clases enteras de personas sus
necesidades".
Lo que en el fondo está diciendo es que "el médico" se ha convertido
en el rostro visible de algo más poderoso que él: la medicina. Una
medicina entendida antes que nada como ciencia, y por tanto en algo
que se legitima desde lo general, no desde lo particular. De nuevo, y
para cerrar esta entrada, advierto que a mi modo de ver esto no
carece de sentido y tiene una buena cantidad de efectos positivos;
pero, en este como en otros casos, mi intención no es otra que señalar
los "efectos secundarios" -en terminología farmacológica- o los "daños
colaterales" -en el lenguaje bélico-.

"Como toda obra de poesía y de pensamiento, no puede ser


concluida, sino sólo abandonada (y, eventualmente, continuada
por otros)", escribe Agamben al principio de El uso de los cuerpos.
En efecto, Homo sacer es un proyecto inevitablemente inacabado,
no sólo porque propicia un juego de resonancias que no puede ser
clausurado, sino también porque abre a la tarea de pensar nada
menos que nuevas formas de vivir.

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