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Colmados del

Espíritu
· En la audiencia general el Papa habla del
sacramento de la confirmación ·
23 de Mayo de 2018
Concordia y reconciliación para los católicos chinos y paz para Ucrania
fueron deseados por el Pontífice al finalizar la audiencia general del
miércoles 23 de mayo.

Saludando a los numerosos fieles presentes en la plaza de San Pedro el


Papa se dirigió en particular a un grupo de ucranianos de regreso de la 60º
peregrinación militar en Lourdes. «Rezo incesantemente al Señor para que
cure las heridas infligidas por la guerra y dé su paz a la querida tierra de
Ucrania», les aseguró. Para después recordar la fiesta anual de la beata
Virgen María “Auxilio de los cristianos” particularmente venerada en el
santuario chino de Sheshan, en Shanghai.

La celebración litúrgica del 24 de mayo, dijo al respecto, «invita a estar


unidos espiritualmente a todos los fieles católicos que viven en China». De
aquí la exhortación «rezamos por ellos a la Virgen, para que puedan vivir
la fe con generosidad y serenidad y para que sepan realizar actos
concretos de fraternidad, concordia y reconciliación, en plena comunión
con el Sucesor de Pedro».

Finalmente, hablando directamente a los «discípulos del Señor en China»,


el Papa Francisco aseguró que «la Iglesia universal reza con vosotros y
por vosotros para que incluso en las dificultades sigáis confiando en la
voluntad de Dios», en la conciencia de que «la Virgen nunca dejará de
ayudaros y os custodiará con su amor de madre».
Anteriormente, el Pontífice había inaugurado, después del ciclo de
reflexiones concluido sobre el bautismo, uno nuevo dedicado al
sacramento de la confirmación. «Estos días que siguen a la solemnidad
de Pentecostés — explicó — nos invitan a reflexionar sobre el testimonio
que el Espíritu suscita en los bautizados, poniendo sus vidas en
movimiento, abriéndolas al bien de los demás». Y después de eso, añadió,
«confió a sus discípulos una gran misión: “Vosotros sois la sal de la tierra,
vosotros sois la luz del mundo”», tales imágenes sirven para «pensar en
nuestro comportamiento, porque tanto la falta de sal como su exceso
vuelven poco apetecible la comida, así como la ausencia y el exceso de
luz nos impiden ver». Mientras, al contrario, «el que puede hacernos
realmente sal que da sabor y conserva de la corrupción y luz que ilumina
el mundo es solo el Espíritu de Cristo». Y es precisamente «este el don
que recibimos en el sacramento» de la Conformación.

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