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Jorge Iván Bonilla León - Inteligente Es La Nueva Moda
Jorge Iván Bonilla León - Inteligente Es La Nueva Moda
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SMART IS THE NEW SLIM
(Inteligente es la nueva Moda)
Se ciñó su abrigo. Era un día inusualmente frío de octubre y el mismo sol que se
negaba a calentar sus huesos hacía brillar los Jardins du Ranelagh con todos los
tonos del fuego. Como de costumbre saludó a la escultura de La Fontaine; su
cuervo -todavía con el queso en el pico– miraba desprevenidamente al adulador
zorro, que desde las hojas secas lleno de malas intenciones se aproximaba.
Apretó el paso. Tenía programada una visita grupal al Museo Marmottan Monet y
no tenía presentación alguna que la guía del grupo llegara tarde. Estaba sin aliento.
Ya no era la jovencita enérgica a la que cuarenta otoños antes le habían auspiciado
un futuro promisorio en la industria del modelaje.
II
Ella estuvo allí cuando todo comenzó. Fue en la Fashion Week del segundo
semestre –Primavera Verano– en el año 2018. Era la presentación de la colección
prêt-à-porter de una nueva casa de moda, de reputación transgresora, en el
Carrousel du Louvre.
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Pero lo más sospechoso era la presencia de los binoclards; estaban por todas
partes. Jovencitos asiáticos, delgaduchos, con bozos descuidados. Se movían en
grupos pequeños, miraban con intensidad a las modelos y reían nerviosamente. Su
desgarbada presencia resultaba conspicua en algo tan glamuroso como un desfile
de modas. ¿Qué diablos hacían ahí?
Las modelos decidieron enviar un par de scouts para investigar qué estaba
sucediendo. Fue así como Chantal y otra chica, Yvette, a medio maquillar y con el
pelo lleno de rulos, se escondieron tras bambalinas en una esquina desde la cual
podrían apreciar la acción.
En medio del silencio de los asistentes, la modelo realizó una inclinación hacia el
señor asiático que, con un leve movimiento de cabeza, reconoció el gesto. Sonó la
música y comenzó a desfilar. Había sido bien entrenada –observó Chantal- sus
movimientos eran fluidos; su técnica perfecta. Al llegar al primer tercio de la
pasarela se detuvo, realizó una “parada” y miró a los asistentes por un instante.
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inmóvil. Los fotógrafos, fuera de sí mismos, dispararon un barrage de flashes sobre
aquella hermosísima latina.
Para el tercer desfile, los técnicos la convirtieron en una modelo atlética tipo
California. El público pudo apreciar como su bellamente esculpida musculatura se
desplegaba al caminar y al lucir las prendas. Nuevamente, pudieron observar la
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misma ropa contrastada con cuatro identidades raciales significativamente
diferentes.
III
Chantal llegó al número dos de la Rue Louis Boilly faltando un minuto para iniciar la
visita guiada. El antiguo pabellón de caza del Duque de Valmy lucía en tan perfecto
estado como el día en que su construcción fue terminada.
- Salut, Madame.
- Salut, Gaspard. – respondió secamente al androide. Una parte de sí todavía
responsabilizaba a los creadores de tal tecnología por su truncada carrera en el
modelaje.
El guardia de seguridad era una réplica de Gaspard Ulliel, el popular actor y modelo
de comienzos de siglo. Había sido adquirido por el Musée unos treinta años atrás.
En aquel entonces había sido un espectáculo frecuente ver a las jóvenes
estudiantes de arte pellizcarle afanosamente el trasero, a lo cual el discreto
androide replicaba con un educado: “S'il vous plaît ne fais pas ça” (“Por favor, no
haga eso”).
Dentro del grupo, observó a un señor de sienes plateadas, que seguramente debió
haber sido muy atractivo en sus años mozos.
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- Este Museo está dedicado primordialmente a la conservación de la obra del
pintor Claude Monet, el máximo exponente del movimiento Impresionista. –
Chantal inició su exposición. - Con 66 pinturas de su autoría, la nuestra es la
colección más grande del mundo.
Uno de los asiáticos le tomó una foto. El cegador brillo del flash le hizo recordar su
última sesión de fotografía para un catálogo de ropa de una importante marca
europea. Aquello había tenido lugar, más o menos, un par de eras glaciales atrás.
IV
“Si algo puede salir mal, saldrá mal. Y en una sucesión de eventos, todo sucederá de
la peor manera posible”, rezaba la principal ley de Murphy. Justo así fue como
sucedieron las cosas después del flamante debut de la G-Morph.
Los encargos que las agencias ofrecían a las modelos humanas se hicieron cada vez
más escasos y peor pagos. “We don’t wake up for less than a bowl of rice a day”,
parecía ser la bizarra distorsión de las palabras de Linda Evangelista, quien por
cierto debería de estar revolcándose en su tumba. Las modelos, apoyadas por las
dos agencias más grandes -IMG Models y DNA Models-, crearon el movimiento
Occupy Fashion y solicitaron enérgica pero en últimas infructuosamente mejores
condiciones para su trabajo.
La gota que rebosó el vaso fue cuando la respetada Association of Model Agents
británica, sin duda motivada por las gruesas billeteras de los siempre sonrientes
japoneses y coreanos, aceptó y normatizó el uso de las modelos ginoides. Fue
entonces cuando las modelos humanas, colmada su paciencia, decidieron
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presentar batalla. Como unas modernas Jeannes d’Arc, al grito de Liberté, Egalité y
Fraternité cargaron contra el odioso enemigo. Lograron prender fuego a algunas
ginoides y golpear a los ejecutivos de sus casas fabricantes. Chantal estuvo allí; sus
tres implantes dentales le recordaban el fugaz encuentro que tuvo con el tonfa de
un poco caritativo policía de control de disturbios.
Para Chantal bajar los brazos no era una opción. Tenía que velar por la pequeña
Agnes, hija de su hermana melliza, muerta con su esposo dos años atrás en un
aparatoso accidente de Autobahn. Fue así como ella, después de haber jurado que
jamás lo haría, de repente se encontró trabajando en el “MacDo” ubicado en la
avenida de los Champs Elysées, muy cerca de la intersección de L’Etoile. La tienda
de McDonalds más grande de toda Francia. La del logotipo blanco en vez de
amarillo.
El lugar funcionaba de la siguiente manera: las cajeras ginoides recibían los pedidos
y las humanas trabajaban en la cocina, preparando las comidas. Esto era así porque
todavía las humanas eran físicamente más hábiles para trabajar hombro a hombro
en espacios reducidos.
Por supuesto, las ginoides estaban empacadas al vacío en spándex rojo y amarillo.
La estudiada separación de sus pies y sus amplios thigh gaps permitían apreciar la
doble protuberancia en la base de sus pubis. Olvida los disfraces de enfermera,
policía o mucama –pensaba Chantal con sorna- lo que los hombres quieren es
acostarse con payasas-pelirrojas-que-venden-comida-rápida.
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El mostrador estaba diseñado de tal manera que los visitantes pudieran apreciar a
las ginoides de pies a cabeza. Desde que el computador estaba dentro de sus
cabezas, ya no se requería la estorbosa pantalla para que la cajera digitara. Lo que
sí se necesitaba era un lugar para que los clientes pudieran verificar su pedido. El
fabricante resolvió el problema salomónicamente: recubrió los prominentes senos
de las ginoides con touch screens flexibles.
Aunque no era ya tan joven, Chantal todavía tenía el cuerpo esbelto y estilizado de
una modelo de pasarela. Trabajaba duro para que así fuera. Y aún en el horrendo
uniforme de McDonalds, sentía que se veía bien. Pellizcó sus mejillas para darles
algo de color, se quitó la malla que cubría su pelo y soltó la cola de caballo en la
que lo tenía recogido. Sabía que la amonestarían por ello, pero la ocasión bien valía
la pena.
El grupo de hombres llegó frente a la cajera. Étienne claramente era el macho alfa
de la manada de depredadores. En un momento en el que ella entregaba la orden
de otro cliente, sus miradas se cruzaron. La de ella, esperanzada. La de él,
indiferente. Si la reconoció, hizo como si no le importara. Escondiendo su
desilusión, Chantal regresó a sus labores.
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paciencia para reafirmarse. Ella me da mi espacio y yo le doy el suyo. De esa
manera, cuando decidimos juntar nuestros mundos es algo maravilloso.
Además, –guiñó un ojo con una sonrisa de complicidad– físicamente es
perfecta para mí. Es petite, llenita y muy bronceada. Las estrías que le
quedaron de su primer embarazo son el más seductor de los tatuajes. Los
rollitos de su cintura sobresalen por encima de sus jeans como un delicioso
muffin top. Es una delicia agarrarla de ahí cuando hacemos el amor.
VI
Nunca se volvió a sentir hermosa. Por eso mismo nunca se volvió a enamorar; para
ver la belleza en otros hay que ser capaz de ver la belleza en uno mismo. Era la
situación típica de la mujer que deja de ser, porque aquello en lo que cifra su valía
ya no se encuentra presente.
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- Guillaume, pero puede llamarme Guy.
¿Qué había sido eso? -se preguntó.- ¿Una aproximación? Después de tantas
décadas de soledad, completamente absorta en su taller, en sus óleos, en sus
lienzos, había perdido la práctica de sus habilidades sociales. Apartó de su cabeza
tales pensamientos y se enfocó en la tarea a la mano.
VII
Era una tibia noche veraniega en la Côte d'Azur. Habían venido a Niza a disfrutar
del Festival de Jazz. Al igual que docenas de socialités antes de ella, se había dejado
obnubilar por el Maserati cabriolet color amarillo canario, el penthouse en la Rue
Saint Germain-des-Prés con vista al río Sena, las escapadas de fin de semana a Suiza
en el jet privado de su empresa, un Dassault Falcon 7X, la navegación en el
Mediterráneo en el yate, el Espen Oeino de fabricación monegasca y 120 pies de
eslora. Quienes lo conocían decían que Guy era un Christian Grey parisiénne, de un
mejor terroir, con un más rico bouquet, ¿comprenez-vous?
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Una muy atenta hôtesse los guió hasta la mesa que tenían reservada. Mientras Guy
solicitaba al maître un carísimo Borgoña que conocía bien, atisbó una atractiva
mujer de cabello oscuro en la mesa más cercana. Observándola más
detalladamente -la fina quijada y la boca tentadora eran inconfundibles- descubrió
que era Virginie Ledoyen, la actriz de cine. Enfocando los ojos un poco más lejos, en
otra mesa creyó ver a Audrey Tautou. Un poco más allá estaba Marion Cotillard.
Y fue entonces cuando cayó en cuenta. En una mesa lejana, había otra Audrey
Tautou. Contó otras dos Virginie Ledoyen. E inclusive otra Marion Cotillard. Y por si
no fuera suficiente, en ese momento venían entrando, cogidas de gancho de un
joven caballero, unas Laetitias Castas gemelas que herían la vista con su combinada
belleza. Algo había leído de esto, pero todavía no lo podía creer. No en tan corto
tiempo al menos. Creyó que todavía tomaría otras dos o tres décadas en suceder.
En su nivel, más que por los lujos, los hombres se medían unos a otros por el
calibre de sus conquistas. La mitad del disfrute del sexo es el sexo mismo. La otra
mitad es exhibir -y presumir de- con quién se había tenido sexo. Para las mujeres
funcionaba igual. ¿O qué si no era el indisoluble vínculo entre riqueza y belleza que
mostraban las páginas sociales de las revistas de farándula?
VIII
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Tan sólo algunos meses después de aquella lamentable noche en Niza, Guy observó
la tecnología había avanzado velozmente. Ahora cualquier binoclard con un laptop
podía combinar múltiples fotografías en un collage tridimensional y, conociendo su
estatura, hacer una copia exacta de la persona original. Después se enviaba el
archivo al fabricante, se pagaba el dinero y voilà! Un par de semanas después
llegaba a casa un guacal de forma y tamaño semejante al de un féretro,
conteniendo a la ginoide –o androide- especificado.
Pero, por primera vez en muchísimo tiempo, las mujeres no caían rendidas a sus
pies como él lo esperaba. Sus tácticas de conquista extensamente probadas eran
ahora sorpresivamente inefectivas. Su plumaje de pavo real acusaba cierto grado
de alopecia.
Después de mucho intentarlo, finalmente Anouk, una joven escritora, le aceptó una
invitación a cenar. Jamás creyó admitirlo, pero el look de bibliotecaria-en-apuros le
resultaba extrañamente excitante. Era poco más que una niña, pero una de
estrecha cintura y anchas caderas. Disfrutaría mucho acostarse con ella. Esta
noche, cuando lo hiciera, le dejaría las gafas puestas.
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- Puedo ver que eres un hombre acaudalado. – Señaló haciendo un gesto vago
en dirección del restaurante. - ¿A qué te dedicas? – preguntó.
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crearon activos tóxicos. Se los vendieron a la industria financiera sabiendo
que eran humo enlatado. La industria financiera se los vendió a su vez a los
ahorradores, personas de a pie como yo, para quitarse el riesgo de encima.
Todos sabían que, cuando la música se detuviera, quien tuviera esos activos
en la mano perdería.
Comenzó a entender de qué iba todo esto. Pero todavía su mente se resistía a
creerlo.
- ¿Sabías que en España, Grecia e Italia familias enteras con niños pequeños
fueron lanzadas a la calle porque no pudieron pagar sus hipotecas? ¿Estás al
tanto que los ciudadanos de esos países tendrán que pagar de sus bolsillos el
dinero que sus gobiernos usaron para rescatar a los bancos? ¿Eres
consciente que la avaricia de unos pocos tipos como tu fue la causante de la
destrucción de ese sueño colectivo que todos los demás llamábamos la Unión
Europea?
IX
- Como saben, antes los pintores eran los encargados de preservar la memoria
visual colectiva: realizaban los retratos de los personajes notables y
dibujaban la arquitectura y los eventos históricos. – Chantal explicó al grupo
de visitantes.- Con la aparición de la Fotografía, ya no fue necesario que la
Pintura fuera una exacta reproducción del mundo. En consecuencia, los
pintores pudieron experimentar con su arte y probar cosas nuevas. El
Impresionismo, por ejemplo, más que en reproducir fielmente la forma de los
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objetos, estaba más interesado en capturar el momento y la sensación de la
luz.
Chantal guió a los visitantes hasta la pieza más valiosa con la que el museo contaba.
La pintura mostraba un amanecer sobre el mar y un bote pequeño acercándose a
un concurrido puerto en el que estaban anclados barcos de altos mástiles.
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