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INTRODUCCIÓN
Mucho se ha dicho ya sobre este tema tan importante para las Empresas de hoy. Se lo
ha analizado de distintas maneras, desde distintos ángulos, encarado hacia distintas
disciplinas.
Entonces por qué seguimos hablando solamente de carisma, conocimiento, visión,
proactividad, capacidad y tantas otras cosas que se han asociado al Liderazgo y no se
escucha decir nada acerca del amor a servir que hay que tener para conducir personas
hacia un destino incierto que las hará crecer.
Ese amor que hay que tener para hacer realidad los sueños, para vivir por los demás,
para trabajar compartiendo nuestros objetivos con otros, y por qué no por la
Empresa.
Hay líderes muy capaces, carismáticos, con objetivos muy claros y ese brillo en los
ojos que refleja riesgo, pero no son seguidos por los suyos. También los hay con un
estilo más autoritario, más posesivo, más controlador o más permisivo, pero en
ninguno de los casos son seguidos por los suyos, por lo menos con la firme convicción
de querer hacerlo, de desearlo en su interior.
Qué fue del amor que despertaba Gandhi, la admiración que infundía la Madre
Teresa, los grandes desafíos de San Martín o Alejandro Magno, y tantos otros que
supieron conquistar verdaderas masas de seguidores.
Será que hemos perdido la capacidad, el don, la magia de seducir a quienes nos
rodean? Que estamos más atentos de cuidar el “puesto” que a nuestra gente? Será
que las personas ya no quieren correr riesgos? Que no les creen? Que se ha vuelto más
fácil ser un Jefe autoritario que un verdadero Líder? Que muchas veces prefieren
mentir que decir la verdad?
Lamentablemente, la respuesta a estas preguntas sea afirmativa en la mayoría de las
Empresas de hoy. Ya no se encuentran Líderes con la facilidad que debería
encontrarse, sobre todo en la Crisis mundial que estamos viviendo.
Confirmación de esto, es lo que dicen los empleados de las empresas del unod entero
cuando se les pregunta por sus Jefes:
No lo podemos seguir...
No entendemos lo que dice...
Todos los días cambia de opinión...
No nos enseña nada...
Nadie lo quiere...
No le importa lo que nos pasa, cómo estamos...
Dice siempre lo mismo...
No sabemos cómo hacer lo que nos plantea...
Le importa poco la Compañía... o el Equipo...
Sólo piensa en él y en su futuro...
Es muy diferente a nosotros...
Los objetivos son demasiado ambiciosos...
Nos da el trabajo pero no se despega de nosotros.
Las cosas sólo se pueden hacer a “su” manera...
Yo no lo puse ahí...es pariente de…
Nunca tiene tiempo para escucharme...
Tiene un discurso poco creíble...
Sueña. Vuela. Confía demasiado, etc
Pero saben ellos que sus empleados piensan eso???....en la mayoría de los casos no. Y
esto es porque no se les pregunta, no se los tiene en cuenta, o el temor de alguno
ambos lados no posibilita que esto sanamente salga a la luz.
Este es uno de los errores más groseros que puede cometer un Líder: dejar de pensar
por un solo segundo de su vida, que la gente no es lo más importante de la Empresa,
lo que le da vida, lo que la hace crecer, superar obstáculos, generar nuevos desafíos.
¿Cómo sería una Empresa sin personas o un equipo sin participantes?
Probablemente lo mismo, para muchos que están tan concentrados en sus objetivos
que olvidan quiénes posibilitan alcanzarlos, hasta que se encuentren con que solos no
pueden llegar a anda y el precio que pagan muchas veces por intentarlo, cargándose
la Empresa al hombro, es muy alto.
El Mundo vive un constante cambio que transforma muy rápidamente la forma de ver
las cosas, los gustos, las necesidades, las tendencias y las preferencias de los
consumidores. Para seguirlos, se necesitan equipos que se transformen a sí mismo de
manera constante, buscando aprovechar las ricas e innumerables oportunidades que
se presentan diariamente en los Mercados y sólo unos pocos aprovechan.
Estas transformaciones solo pueden ser generadas y conducidas por los Líderes,
logrando de los empleados una genuina voluntad de alcanzar objetivos cada vez más
desafiantes y exigentes que los conduzcan al éxito no sólo laboral sino al de su vida
diaria: el éxito de crecer, de superarse, de alcanzar nuevas metas.
Para transformar los equipos, los Líderes primero necesitan aprender a transformarse
a sí mismos y para ello, deben reconocer que no son perfectos y que no están por
encima de los demás sino que los conducen, o sea, por delante. Y eso no los hace
mejores personas, sino “diferentes”.
Es hora que los que han sido bendecidos con el “don” del Liderazgo lo comiencen a
utilizar para enseñar, para ayudar a los demás, para conducirlos hacia horizontes
consensuados, hacia tierras mejores y para ello sólo tienen un arma:
su capacidad de dar y recibir amor.
El servicio del que hablo, que tanto necesitan los empleados, no es más que pensar en
el otro, ponerse en su lugar, estar atento a qué necesitan, qué sienten, cuáles son los
deseos, los anhelos, las historias de aquellos que los siguen. Porque son personas, y
eso quiere decir que se mueven por deseos y necesidades y tienen objetivos
individuales que hay que hacer conjugar con los de la Compañía.
Las personas que los siguen, pasan más de la mitad de su día útil encerrados con
otros, y deben conformar un nuevo núcleo social que los proteja, los haga sentir
seguros, les provoque concurrir, les plantee desafíos lógicos y alcanzables que los
haga superarse día a día.
Estas personas de las que hablamos, necesitan Líderes, no Jefes y saben distinguir
muy bien la diferencia entre unos y otros. A la corta o a la larga lo terminan sabiendo
y es ahí cuando comienzan los problemas, cuando bajan los rendimientos, cuando
falta diálogo, información, cooperación y el Líder termina contratando los servicios de
un Consultor para que motive al equipo o le diga qué sucede con él.
La única manera de que esto no ocurra, es que el Líder conduzca al equipo, de
manera que ellos se sientan orgullosos de estar siendo conducidos por él. Tarea que le
llevará bastante tiempo y esfuerzo llevar a cabo al Líder.
COMPETENCIAS ESCENCIALES
Para ser un Líder Empresarial eficiente, la persona debe adquirir ciertas habilidades
que serán indispensables para el éxito de su Misión:
1. Tener un buen nivel intelectual.
2. Saber trabajar eficientemente: logrando las metas en la menor cantidad de
tiempo y con la menor cantidad de recursos posibles.
3. Actitud Positiva frente a improvistos o problemas.
4. Creatividad y buen humor.
5. Respeto por sí mismo y por los demás.
6. Fijar Objetivos claros, compartidos y realizables.
7. Capacidad para Discernir.
8. Capacidad para Escuchar.
9. Autonomía e independencia.
10. Voluntad de aprender y crecer constantemente del entorno y de los miembros de
su equipo.
11. Poder contener emocionalmente a los demás.
12. Pensar en el bienestar común y las necesidades de todo el equipo.
13. La humildad necesaria para reconocer sus propios errores y la sabiduría para
aprender de ellos.
14. Planificar estratégicamente los distintos caminos posibles hacia el objetivo.
15. Reconocer y premiar los logros de sus empleados.
16. Resolver Creativamente los Conflictos.
17. Darle el poder necesario a los empleados para que decidan por ellos mismos lo
mejor para sus objetivos y los del Equipo.
Por último, para transformar una Empresa, se deben transformar su Grupos de trabajo
en verdaderos Equipos Eficientes.
Sólo llegarán a serlo, si son conducidos a un Objetivo claro, alcanzable y bien
definido, dentro de una Misión corporativa creíble, respetada y valorada y una
Cultura de crecimiento y valoración del ser humano que los sostengan.
Pero para que las personas logren sus mejores rendimientos, además, deben sentirse
contenidos, apoyados y valorados.
Si se inculcan con verdadera actitud de servicio por el otro, estas características a los
empleados, si se piensa en ellos por sobre todas las cosas, si se los valora y tiene en
cuenta, si uno aprende a admitir que no es perfecto ni tiene la verdad, entonces se
lograrán las transformaciones verdaderamente importantes que exigen las empresas
de hoy.