Está en la página 1de 6

LA ETICA PROTESTANTE Y EL ESPÍRITU DEL CAPITALISMO

INTRODUCCION

El hombre moderno, aún con su mejor voluntad, no es capaz de imaginar la magnitud del
influjo que las ideas religiosas han tenido sobre la conducta en la vida, la civilización y el
carácter nacional; y hasta que punto dichas influencias han participado en la expansión del
espíritu capitalista. Hay en Occidente una forma de capitalismo que no se conoce en
ninguna otra parte de la tierra: la organización racional-capitalista del trabajo formalmente
libre. En otros sitios no hay sino rudimentos de esto. Capitalismo ha habido en todos los
países civilizados y desde los tiempos más remotos si consideramos como su característica
principal la tendencia a enriquecerse, tendencia que se encuentra por igual en toda clase de
hombres, pero en este capitalismo aventurero, que siempre ha existido, sus probabilidades
eran generalmente irracionales y especulativas (adquisición por medios violentos, despojos
de guerra, etc.). Frente a este tipo de capitalismo, en Europa surgió un capitalismo
específico cuya especificidad radica en la organización racional del trabajo. Fuera de
Occidente no ha existido la ciencia en el sentido racional que le damos, ni la
experimentación racional, ni la química racional, ni una ciencia jurídica racional; es en
Occidente donde únicamente ha sido conocido la formación del especialista como elemento
dominante de la cultura. El capitalismo moderno occidental ha sido grandemente
influenciado por los avances de la ciencia y de la técnica, y recíprocamente éstas han sido
fuertemente impulsadas por el capitalismo. Sólo Occidente ha puesto al servicio del
capitalismo un Derecho y una administración jurídica (todo esto se debe a las
características del orden social que imperaban en Occidente), siendo ambas imprescindibles
para la existencia de la industria racional privada con capital fijo y cálculo seguro. Es decir,
se trata de un racionalismo específico y peculiar de la civilización occidental. Por tanto, en
una historia universal de la cultura desde el punto de vista económico, el problema central
no es el desarrollo de la actividad capitalista desde el tipo de capitalista aventurero y
comercial que especula con la guerra, la política, etc., a las formas actuales de capitalismo;
si no que el problema es más bien el del origen del capitalismo industrial burgués o lo que
es lo mismo, el origen de la burguesía occidental y sus características, conceptos éstos, tales
como el de "burguesía" o "proletariado" que no han tenido sentido fuera de Occidente. Un
aspecto decisivo para profundizar en el porqué ha ocurrido esto es determinar la influencia
de ciertos ideales religiosos en la formación de una mentalidad económica, de unos ethos
económico, fijándonos en la conexión de la ética económica moderna con la ética racional
del protestantismo ascético. Hay algo evidente al estudiar las estadísticas profesionales, y es
el carácter eminentemente protestante tanto de la propiedad y empresas capitalistas así
como del alto personal de las empresas modernas. Esto se da allí donde el avance del
capitalismo tuvo poder para organizar la población en capas sociales y profesionales. ¿Cuál
es la causa de esta mayor participación de los protestantes tanto en la posesión del capital
como en los altos puestos de trabajo en las grandes empresas industriales y comerciales?. El
hecho obedece en parte a motivos históricos (herencia, causas económicas, etc.) que tienen
sus raíces en un lejano pasado, pero estudiando esto con más detalle se comprueba
(estadísticamente) que los católicos prefieren una formación de tipo humanista. Y esto, que
ya no es explicable por una causa económica, explica en parte la menor participación de los
católicos en la vida capitalista.
Los protestantes, ya sea en Alemania o en Inglaterra o en Holanda, ya sean mayoría o
minoría, han mostrado siempre una singular tendencia hacia el racionalismo económico,
tendencia que no se da entre los católicos. La razón de esta conducta ha de consistir en una
determinada característica personal permanente y no en una determinada situación histórico
política. ¿Qué elementos obraron y siguen obrando en dicha dirección?. De manera
superficial hay quien afirma que el mayor alejamiento del mundo de los católicos, su
ascetismo, les hace indiferentes a los bienes terrenales, en oposición a un supuesto amor
materialista en los protestantes; pero esto además de ser muy superficial sólo ha sido válido
en algunas partes y en otras no lo ha sido nunca. Es más, esa supuesta oposición entre
alejamiento del mundo y participación en la vida capitalista no es en realidad más que un
íntimo parentesco, como se puede ver en el gran número de representantes de las formas
más puras de la piedad cristiana que han surgido de los sectores mercantiles, el pietismo por
ejemplo, así como el que muchas casas parroquiales hayan sido el centro creador de
empresas. Esto que podría interpretarse como una reacción contra el ascetismo, no es así
desde el momento en que se da al mismo tiempo y en muchas personas la virtud capitalista
y una forma intensa de piedad que abarca todos los actos de la vida. Esto es algo
característico de grupos enteros de las sectas más importantes del protestantismo, con
especial incidencia en el calvinismo. Es conocido el hecho de que entre los pietistas se daba
la conjunción de la más intensa piedad con el desarrollo del sentido y éxito comercial. Esto
no impide que tanto el pietismo como otras sectas se hayan opuesto a ciertos progresos
capitalistas (como por ejemplo el paso de la industria doméstica al sistema de fábricas), por
lo que para el tema que nos interesa, es preciso separar lo que una secta religiosa aspiraba
como ideal y la influencia práctica que ejercía sobre la conducta de sus adeptos.Así pues, el
espíritu de "trabajo" o "progreso" no puede interpretarse en el sentido corriente de "amor al
mundo". Por tanto si queremos buscar un parentesco íntimo entre aspectos del espíritu
protestante y la cultura capitalista habrá que buscarlo en sus rasgos
religiosos.CONCEPCION LUTERANA DE LA PROFESION Y
PROTESTANTISMO ASCETICO La palabra profesión, tanto en alemán como en
inglés, posee una reminiscencia religiosa: una misión impuesta por Dios. Es sintomático
que solo tenga este sentido en los países de mayoría protestante y no en los católicos, y esto
no se debe a una razón idiomática, sino que en su sentido actual la palabra nació de
traducciones protestantes de la Biblia; es decir, no del espíritu del texto sino del espíritu del
traductor. No es sólo el sentido, la idea también es nueva: considerar que el más noble
contenido de la conducta moral consistía en sentir como un deber el cumplimiento de la
tarea profesional en el mundo. Esto es lo que engendró el sentido ético-religioso de
profesión (a diferencia de la ética católica que considera como único modo de vida grato a
Dios la superación de la moralidad terrena por medio de la ascesis monástica) cuyo objeto
es el cumplimiento en el mundo de los deberes que a cada cual impone la posición que
ocupa en la vida, y que por tanto se convierte en "profesión". Para Lutero la vida monástica
carece de valor para justificarse ante Dios, siendo además egoísta ya que trata de sustraerse
a los deberes que es necesario cumplir en el mundo. Surge así la idea a la vez profana y
religiosa del trabajo profesional. Esta valoración ética de la vida profesional constituye una
de las más importantes aportaciones de la Reforma, que significó la sustitución de un poder
extremadamente suave por otro que había de intervenir de modo infinitamente mayor en
todas las esferas de la vida pública y privada, regulando minuciosamente la conducta
individual. Sebastián Franck afirmó que lo propio de la Reforma estuvo en convertir a cada
cristiano en monje por toda su vida. Con esto se pusieron barreras a la huída ascética del
mundo, viéndose obligados a realizar sus ideales ascéticos en el mundo, en el trabajo
profesional. El concepto de profesión mantuvo todavía en Lutero un carácter
tradicionalista: "cada cual debe permanecer en la profesión y estado en que le ha colocado
Dios de una vez para siempre; es su destino". Para Lutero, profesión es aquello que el
hombre ha de aceptar porque la providencia se lo envía, y esta idea determina la
consideración de trabajo profesional como misión impuesta por Dios al hombre. Pero el
concepto moderno de profesión arranca de una ética religiosa que se encuentra en las sectas
protestantes sobre todo, porque han sido contenidos vitales religiosos mucho más concretos
los que han ejercido y siguen ejerciendo una influencia considerable en el desarrollo del
capitalismo. Por eso debemos estudiar otras formas de protestantismo en los que de modo
más claro se percibe la conexión de la conducta práctica en la vida con un punto de vista
religioso. Históricamente los representantes del protestantismo ascético o puritanismo son
cuatro: calvinismo, pietismo, metodismo y sectas baptistas, todas con profundos lazos
espirituales entre sí. A pesar de sus diferencias dogmáticas las manifestaciones más
importantes de la conducta moral se encuentran al mismo tiempo en todas las sectas ya que
se influenciaron mutuamente. Lo importante no es lo que de un modo oficial enseñaban las
sectas, sino ver cuales fueron los impulsos sicológicos creados por la fe y la práctica de la
religiosidad que marcaron orientaciones específicas en la conducta del individuo. De entre
todas ellas el calvinismo es la idea religiosa determinante de cuantas luchas se llevaron a
cabo en torno a la religión en los países más avanzados desde el punto de vista capitalista
(Inglaterra, Países Bajos, Francia). El dogma básico del ascetismo calvinista es el de la
predestinación. Para Calvino somos un instrumento de Dios y lo único que sabemos es que
una parte de los hombres se salvará y la otra se condenará. Suponer que el mérito o la culpa
humana colaboran en este destino es tanto como pensar que los decretos eternos y
absolutamente libres de Dios pueden ser modificados por obra del hombre, lo cual es
absurdo. El Dios calvinista es trascendente e inaccesible a toda comprensión, que asigna a
cada cual su destino según designios absolutamente inescrutables. El calvinista no tenía el
consuelo de la confesión, ni realizar penitencias con la seguridad del perdón, ni el refugio
de la iglesia; su destino era inexorable. El sentimiento luterano del arrepentimiento en la
penitencia es completamente ajeno al calvinismo ascético más avanzado; éste lo considera
moralmente malo, inútil para el condenado. "Ya no se habla de la católica (y humana)
oscilación entre el pecado, el arrepentimiento, la penitencia, el descargo y vuelta a pecar; ya
no hay para la vida un saldo expiable por penas temporales y cancelables por medios
eclesiásticos de la gracia, sino que es o estado de gracia o de condenación. De este modo
perdió la conducta moral del hombre su carácter anárquico e insistemático, sustituído ahora
por una planificación y metodización de la misma" afirma Weber. El Dios del calvinista no
exigía realizar "buenas obras" sean las que fueren, sino una santidad en el obrar sistemático,
es decir, cultivar el dominio de sí mismo como principio ascético; y todo ello el calvinista
lo aceptaba debido a las recompensas sicológicas, no económicas, que le concedía una ética
basada en una religión a favor de una conducta que ella misma provoca. Recompensas estas
que faltan necesariamente en el catolicismo, que poseía otros medios de salvación.La
consecuencia de esta metodización de la conducta ética impuesta por el calvinista (no por el
luteranismo) era una penetrante cristianización de toda la existencia, y ésta es la
característica más decisiva de la reforma calvinista (la razón de que tanto el catolicismo
como el luteranismo aborrezcan al calvinismo se debe al singular matiz ético de éste).
Además el calvinista añadió una nota adicional: la idea de la necesidad de comprobar la fe
en la vida profesional. Parece natural pensar que la consecuencia lógica de la
predestinación fuese el fatalismo. Sin embargo, la consecuencia sicológica fue la opuesta en
virtud de que lo esencial es la doctrina (común a todos los grupos protestantes) del estado
de gracia como un status, y cuya posesión no podía alcanzarse por medios mágico-
sacramentales, ni por el descargo de la confesión ni por cualquier otro acto de piedad, sino
tan sólo por la comprobación en un cambio de vida claramente diferenciada de la conducta
del hombre natural. De ahí surgía en el individuo el controlar metódicamente su conducta y
por tanto ascetizar su comportamiento. Pero lo más importante es que la vida
religiosamente exigida al "santo" no se proyectaba fuera del mundo (en comunidades
monacales) sino que precisamente había de realizarse dentro del mundo. Una doctrina tan
inhumana hubo de tener el efecto, en el ánimo de las generaciones que la vivieron
intensamente, de una enorme soledad interior. Nadie podía ayudarles o consolarles, ni el
predicador, ni los sacramentos, ni la iglesia. El radical abandono (no llevado a sus últimas
consecuencias por el luteranismo) de la posibilidad de una salvación eclesiástica-
sacramental era el factor decisivo frente al catolicismo. Con el calvinismo se produjo el fin
del proceso del desencantamiento del mundo que había comenzado con las antiguas
profecías judías y que reforzado por el pensamiento griego había rechazado como
superstición la utilización de medios mágicos para la salvación. El desencantamiento del
mundo no toleró otra vía que el ascetismo profano con una moralidad rígida y severa cuya
finalidad era llevar una vida alerta, clara y consciente para acabar con el goce
despreocupado de la espontaneidad vital poniendo un orden en la conducta. Incluso los
afectos desmedidos e irracionales son pecaminosos porque suprimen la relación racional.La
relación del calvinista con su Dios se basaba en el más profundo aislamiento interior. Esto
es fundamental para juzgar las bases sicológicas de las organizaciones sociales calvinistas:
todas ellas se basan en motivaciones profundamente individualistas pero sin penetrar
sentimentalmente en ellas. Sólo la "gloria de Dios" es la "motivación". Ante esto, cabe
preguntarse, ¿de dónde procede, por tanto, la indudable superioridad del calvinismo en la
organización social? El calvinista tiende a emancipar al individuo de los lazos que le unen
al mundo, es decir, fomenta un individualismo extremo, pero su creencia de que la
pertenencia a una comunidad ordenada de acuerdo con los preceptos divinos es necesaria
para la salvación, junto al hecho de que el mundo está destinado exclusivamente para
honrar a Dios le lleva a dirigir inconscientemente sus energías al cumplimiento de sus
tareas profesionales de un modo impersonal; es decir, la ética profesional puesta al servicio
de la vida terrenal de la colectividad. Todas sus energías desembocan en la aspiración de
racionalizar el mundo; quizás esto explique en parte la relativa inmunidad de los países de
pasado puritano contra las dictaduras personales, puesto que algo fundamental en las sectas
protestantes es su repulsa radical de toda idolatría, son antiautoritarios. En el catolicismo se
rompe con este rasgo al admitir el voto de obediencia, es decir, interpretándolo
ascéticamente. Esta inversión que se da en la ascesis protestante constituye el fundamento
histórico de la modalidad actual de las democracias en los pueblos influídos por el
puritanismo y de su diferencia con los de "espíritu latino". En mi opinión la inhumanidad
en el calvinismo es notoria. El "amor al prójimo" es entendido como una manera de honrar
a Dios, no la de ayudar al semejante; para ellos Dios ayuda a quien se ayuda a sí mismo. El
calvinista se limita a cumplir los preceptos divinos, en los que está incluído el amor al
prójimo, de una manera impersonal e indiferente, sin que en su actitud haya el menor afecto
hacia los hombres. Lo suyo es un servicio para dar estructura racional al cosmos. "En lugar
del pecador humilde al que Lutero otorga la gracia si confía arrepentido en Dios, los
calvinistas cultivan ahora esos santos seguros de sí mismos que vemos personificados en
ciertos hombres de negocios de la era heroica del capitalismo y aún hoy, en ciertos
ejemplares aislados" afirma Weber. Como medio principal de conseguir la seguridad en sí
mismo se inculcó la necesidad de recurrir al trabajo profesional incesante como único modo
de ahuyentar la duda religiosa, es decir, "consideraban el trabajo profesional como un
medio adecuado para reaccionar contra la angustia religiosa". Esta racionalización de la
conducta en el mundo con fines ultraterrenos fue el efecto de la concepción que el
protestantismo ascético tenía de la profesión, es decir, es una vida racional en el mundo,
pero no para este mundo.RELACION ENTRE ASCETISMO Y CAPITALISMOEl
sentido en que se usa el concepto “espíritu del capitalismo” es el de una máxima de
conducta de matiz ético, que aspira a obtener una ganancia legítima ejerciendo
sistemáticamente una profesión. Siempre refiriéndonos al capitalismo occidental y
americano. Lo característico de esta ”filosofía de la avaricia” es el ideal del hombre
honrado y digno de crédito, que aborrece la ostentación y el lujo inútil. Su comportamiento
presenta rasgos ascéticos con un alto grado de sincera modestia: “sólo posee el sentimiento
irracional de cumplir bien en su profesión”, y por tanto la idea de una obligación del
individuo frente al interés de aumentar su capital. La ganancia no es un medio para la
satisfacción de necesidades materiales del hombre, sino que más bien éste debe adquirir
porque tal es el fin de su vida y porque la ganancia representa la virtud en el trabajo. “El
tiempo es dinero” dice B. Franklin, “dinero es tiempo” es lo que pensaría la gente no tocada
por este espíritu, considerando que la no necesidad de dinero proporciona tiempo libre.
Pero en el capitalismo se da esta inversión antinatural justificándolo además con ideas
religiosas. “Si ves a un hombre solícito en su trabajo, debe estar antes que los reyes” afirma
un rígido calvinista cuya doctrina parece muy próxima al frío espíritu jurídico y activo del
empresario burgués capitalista. Este espíritu capitalista encarnaba una mentalidad diferente
que chocaba frontalmente con las normas tradicionalistas de la época. En la antigüedad una
mentalidad capitalista hubiera sido considerada indigna. Ya los españoles sabían que “la
herejía” (es decir, el calvinismo) “favorecía el espíritu comercial” y Gothein calificó a la
Diáspora calvinista como “el vivero de la economía capitalista”. Aunque esto no quiere
decir que en los primeros calvinistas se encuentre un despertar del “espíritu” del
capitalismo. La aspiración de ellos era la salvación del alma, y sus valores éticos y los
efectos de su doctrina son simples consecuencias de principios religiosos, y así ocurrió que
dichos efectos fueron consecuencias espontáneas e incluso contrarias a lo que los
reformadores pretendían. Lo realmente reprobable para la moral puritana es el descanso en
la riqueza, el gozar de los bienes, pues el reposo para el asceta está en la otra vida: “según
la voluntad divina lo que sirve para aumentar su gloria no es el ocio ni el goce, sino el
obrar”; por tanto el primer y principal pecado es perder el tiempo. Aunque en el
capitalismo, como dice Marx, es más fácil producir lo superfluo que lo necesario. “Perder
el tiempo en cotilleos, en lujos, en conversaciones vacías, incluso en dormir más tiempo de
lo indispensable para la salud es condenable moralmente” dice la doctrina puritana. Para el
puritano había dos motivos a favor del trabajo “duro y continuado”: es el más antiguo
medio ascético y es el preventivo o remedio más eficaz tanto contra las tentaciones sexuales
como contra angustia religiosa. La idea, incomprensible en sí misma, del deber profesional,
de la obligación que debe sentir el individuo (y siente) hacia su actividad profesional, una
idea que en mi opinión se va a ir imponiendo hoy en día en países no protestantes como
España en particular, es la más característica de la “ética social” de la civilización
capitalista; la constituye en cierto modo. El trabajo para un puritano es un fin absoluto de la
vida prescrito por Dios, sentir disgusto es prueba de que falta el estado de gracia. Esto se
desvía claramente de las concepciones medievales; para Santo Tomás por ejemplo, el
trabajo es necesario para la conservación de la vida, pero cuando este fin no existe cesa
también la obligación del trabajo, el rico por tanto no estaría obligado a trabajar. En cambio
para el puritanismo la riqueza no desliga de la obligación de trabajar, es un deber ético.
Aunque el rico no necesite hacerlo está sometido al precepto divino lo mismo que el pobre.
El ascetismo laico del protestantismo actuaba con la máxima pujanza contra el goce
despreocupado de la riqueza y el consumo de artículos de lujo; pero en cambio destruía
todos lo frenos que la ética tradicional ponía a la aspiración de la riqueza y el afán de lucro,
que como ejercicio del deber profesional no sólo era éticamente lícito sino que era un
precepto obligatorio, con lo que se ve de modo claro su alcance para el desenvolvimiento
del capitalismo. El poder ejercido por la concepción puritana de la vida no sólo favoreció la
formación de capitales sino que fue favorable para la formación de la conducta burguesa y
racional. La prepotencia lograda por el capital heredado rompió el espíritu ascético y dio
lugar al nacimiento del moderno “hombre económico” y a la formación de las teorías
liberales que desplazaron la voluntad de Dios por puntos de vista rigurosamente utilitaristas
(lo que es útil es bueno) que se fueron imponiendo a medida que se iba secando la raíz
religiosa. La religión produce laboriosidad y sobriedad, las cuales a su vez son causa de
riqueza y con ella aumenta la soberbia, la pasión, etc.; subsiste la forma de religión pero su
espíritu se va perdiendo y siendo sustituído por fines utilitaristas. De ahí nació el ethos
profesional burgués después de un proceso adaptativo. Los ideales ascéticos fracasaron al
no poder resistir la dura prueba de las tentaciones de la riqueza. Hay un lema de John
Wesley, destacado metodista que afirma: “donde la riqueza aumenta, la religión disminuye
en forma idéntica”. El puritano quiso ser un hombre profesional, nosotros estamos
obligados a serlo, afirma Weber; pues desde el momento en que el ascetismo abandonó las
celdas monásticas y dominara la moralidad mundana, contribuyó decisivamente a crear el
grandioso orden económico moderno que, vinculado a los desarrollos tecnológicos,
determina hoy con fuerza irresistible el estilo de vida de cuantos individuos nacen en él. El
gran poder del ascetismo religioso puso a disposición del empresario trabajadores sobrios,
honrados y con gran lealtad por el trabajo. En todo caso, el capitalismo ya no necesita de
este apoyo religioso puesto que descansa en fundamentos mecánicos. En su primera época
sí que necesitaba trabajadores que se entregasen convencidos en conciencia a su
explotación económica, pero para el trabajador moderno el concepto de “profesión” es algo
tan característico como la correspondiente concepción del enriquecimiento para el
empresario, la cual también constituye una “profesión”. Sólo la gloria de Dios y el deber
mueven al puritano; ahora sólo el deber hacia la profesión. El “deber enriquecerte” se ha
convertido en una fórmula capitalista y ya no tiene sentido hablar de una conexión entre el
deseo de enriquecimiento y su aprobación por los poderes religiosos. Hoy, firmemente
asentado, puede obligarles al trabajo sin ofrecer primas ultraterrenales. El orden económico
capitalista actual es un todo en el que el individuo nace y al que este orden económico le es
dado como un edificio irreformable y al que impone sus normas de comportamiento
económico, siendo eliminado inevitablemente de la lucha económica quien actúa contra
esas normas, ya sea empresario u obrero. Es lo que Goethe mostró: que la limitación al
trabajo profesional, con la consiguiente renuncia a la universalidad faústica de lo humano,
es una condición del obrar valioso actual, es decir, el especialista adiestrado sustituye al
hombre cultivado. Con esto expresaba Goethe su despedida a un período de humanidad
integral y bello que ya no volverá a darse en la historia del mismo modo que no ha vuelto a
darse otra época de florecimiento ateniense clásico.

También podría gustarte