Tropicália como movimiento cultural surge en el año 1967, en el contexto de la última
dictadura militar que gobernó a Brasil desde 1964. Si bien en un primer momento se articuló en torno a la música popular, rápidamente expandió su radio de acción hacia otras vertientes artísticas. Su propuesta en tanto movimiento artístico y político consistía, tal como señala Christopher Dunn en Brutality Garden (2001) en un plan de relectura “of the Brazilian culture that critiqued the nationalist and populist assumptions that oriented much of the protest culture being produced at the time (121). La relación entre la Tropicália y el mass media es ambigua: por una parte se reconoce su papel en la formación de una industria de la cultura y su mecanismo de transformación del arte en mercancía, mientras que por otra reconoce el poder que su carácter masivo le concede al momento de llegar a un público en extremo amplio.
El carácter múltiple del tropicalismo y la manera en que sincretiza diversas
manifestaciones artísticas, como también la forma en la que la alta cultura y la cultura de masas establecen un diálogo y son a su vez, repensadas o revisadas en la práctica de los artistas agrupados bajo el movimiento, tiene como efecto el surgimiento de formas de creación artística en la que las categorías de autor/artista/objeto de arte y espectador son, también, puestas en entredicho o sujetas a reformulación. El arte se vuelve un espacio participativo, donde la relación entre espectador y obra
Es dentro de este contexto que los parangolé de Hélio Oiticica tienen lugar.