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La Cosmologia de La Divina Comédia PDF
La Cosmologia de La Divina Comédia PDF
Alejandro Gangui
En todas las épocas, la cosmología, la cultura y la civilización han estado ligadas en mayor
o menor medida. La visión aristotélica de la física y del cosmos—una notable síntesis—
fue, sin duda alguna, la más influyente en todos los ámbitos de la vida intelectual durante
dos milenios. Sin embargo, la ciencia griega debió realizar un complicado periplo para
llegar hasta nosotros. Durante la temprana y la alta Edad Media (aproximadamente entre
los siglos V y XII), los conocimientos griegos se mantuvieron vivos en Europa occidental
en forma muy fragmentaria. Pero en el Cercano Oriente se conservó y desarrolló aún más
este precioso legado y fue desde allí que una ‘nueva’ cosmología reingresó en Europa. Las
traducciones de las obras de Aristóteles y Ptolomeo, así como también tratados árabes y
comentarios sobre los antiguos textos de ciencia griega, se difundieron en Occidente entre
los años 1150 y 1300, sobre todo procedentes de la cultura islámica de España.
Más allá de la esfera de las estrellas se hallaba la esfera invisible que daba su movimiento a
todas las esferas interiores, la morada del Primer Motor. Nuestro poeta florentino estaba
lejos de ser un astrónomo principiante: Dante contaba con sólidos conocimientos de
cosmología aristotélica y los estudiosos han encontrado en sus obras frecuentes y
específicas referencias al cosmos tal como se lo entendía a fines del siglo XIII. Hay más de
cien pasajes relacionados con la astronomía en la Divina Comedia, y cada uno de los
cánticos de que se compone concluye con la palabra ‘estrellas’.
Figura 1: Una representación de la Tierra en la visión de la Divina Comedia de Dante Alighieri donde se
muestra la ubicación—quizás en una forma demasiado ‘realista’—de dos de los lugares de referencia, el
Infierno y el Purgatorio. Surgidas de un común cataclismo, ambas formaciones tienen aspecto de cono. Los
caminos de la pared cóncava interior del Infierno ‘giran hacia la izquierda’ mientras que las laderas convexas
de la montaña del Purgatorio ‘giran hacia la derecha’. Teniendo en cuenta que las posiciones del peregrino en
uno y en otro están invertidas, el camino de Dante es siempre en forma de una espiral que progresa en la
dirección del Empíreo y de la Divinidad.
Al narrar el viaje del poeta hacia el ‘más allá’, la Divina Comedia nos muestra la
concepción del universo de la época. Este se divide en tres reinos, a los que corresponden
las tres grandes partes del poema: ‘Infierno’, ‘Purgatorio’ y ‘Paraíso’. El periplo comienza
con Dante perdido en una selva oscura ‘espiritual’, esto es, un ‘lugar’ que no pertenece a la
geografía física, sino que representa más bien un estado de ánimo de confusión mental y
sentimental (contrariamente a las muchas representaciones pictóricas que ubican a esta
selva en algún lugar de la superficie del globo terrestre) [ver Figura 1]. Guiado por el poeta
romano Virgilio, Dante penetra a través de la boca del infierno y juntos descienden a las
entrañas de la Tierra, recorriendo las pendientes del abismo del averno. En el infierno, los
distintos niveles de castigos se ordenan en círculos de diámetro gradualmente decreciente,
de modo tal que los peores pecadores se hallan a las mayores profundidades.
Al final de su descenso, Dante y su guía se encuentran con Lucifer. Este ‘emperador del
reino doloroso’, que maneja el mundo terrestre, se halla quieto en su trono en el centro de la
Tierra. Con la intención de dirigirse hacia el otro hemisferio, Virgilio—quien en este
momento transporta a Dante—se aferra al flanco de Lucifer y desciende deslizándose por el
cuerpo del gigante. Es así que, pasado un cierto punto, los viajeros quedan súbitamente
dados vuelta y cabeza para abajo con respecto a Lucifer. Asombrado, Dante pide entonces a
su guía que le explique lo sucedido, a lo que Virgilio responde (Infierno, canto XXXIV,
106-111):
Recordemos en este punto que Aristóteles afirma que todo elemento tiende a dirigirse hacia
su lugar natural lo más rápidamente posible y por el camino más corto. El lugar natural de
los objetos pesados (compuestos por el elemento ‘tierra’) es el centro de la Tierra y hacia
allí caen en línea recta, tanto más rápido cuanto más pesados son. (Esta última, claro está,
es una idea sobre la aceleración de los cuerpos que la física moderna desechará.) Como
vemos, el lugar donde se ubica Lucifer representa para Dante el centro geométrico del
universo y el lugar hacia donde todos los cuerpos pesados, compuestos de ‘tierra’,
convergen—una clara herencia de las enseñanzas del gran filósofo griego.
Pero Lucifer no habría estado siempre en el centro de la Tierra, sino que habría caído allí,
desde la cumbre de la Creación, como castigo junto con otros ángeles rebeldes. Esto lo
explica nuevamente Virgilio en el último canto del Infierno (versos 121-126):
Del centro de la Tierra, ambos personajes ascienden a través de un pasaje subterráneo hasta
la costa de una isla del océano inexplorado del hemisferio sur. En esta isla se halla la
montaña del Purgatorio, ubicada en dirección diametralmente opuesta a Jerusalén, y en
cuya cima nuestros héroes encuentran el Jardín del Edén. Esta montaña ‘que acá se ve
elevada’, se habría formado por un desplazamiento de tierra durante la caída de Lucifer,
hecho cataclísmico que también habría generado la cavidad aproximadamente cónica del
Infierno (‘un vacío’) por donde los viajeros habían descendido, tal como se relata en este
primer cántico. Dado que el ápice de este cono llegaba hasta el centro de la Tierra, la
montaña del Purgatorio—en última instancia el ‘cono’ de tierra que se desplazó y al hacerlo
generó la cavidad del Infierno—debía ser increíblemente alta; de hecho, ya su tercera
terraza estaba por encima de la atmósfera y su cima se ubicaba apenas por debajo de la
esfera del fuego (la más externa de las esferas sublunares).
A partir de allí, Beatriz toma el relevo de Virgilio y conduce a Dante a través de la esfera
del fuego y de las sucesivas esferas celestes del reino de los cielos, comenzando con la de la
Luna. La forma de atravesar las esferas cristalinas utiliza la reflexión de la luz: en cada
etapa Beatriz mira fijamente los engranajes celestiales mientras Dante observa la reflexión
de estos en los ojos de su compañera. Cumplido este proceso, ambos son transportados
inmediatamente al cielo siguiente.
En cada cielo los viajeros se encuentran con las almas de los bienaventurados. En la Luna,
por ejemplo, encuentran a los inconstantes, aquellos que no cumplieron sus juramentos
solemnes en la Tierra. Estos aparecen como meras imágenes difusas, reflexiones borrosas,
tal como se manifestaba la Luna a los ojos de Dante. Mercurio alberga a los espíritus
activos y a los líderes ilustres y en Venus se encuentran con los amantes famosos. Al Sol,
que representaba la luz de la sabiduría, le corresponden los sabios, teólogos y filósofos. Así
se sigue hasta Saturno, el más frío y alejado de los planetas, el séptimo cielo astronómico,
donde se encuentran con los espíritus contemplativos.
Notemos que la morada de las almas en el ‘más allá’ era el Paraíso y que estas almas no
residían en las esferas celestes, astronómicas, sino en el Empíreo, más allá del cielo de las
estrellas. Los espíritus que se les aparecen a los peregrinos lo hacen para mostrarles la
gloria gradualmente creciente de la que gozan, e indicarles sus antiguos temperamentos
terrestres, los que a su vez habían sido influenciados por alguno de los siete astros mientras
permanecían en la Tierra. Es de destacar también la importancia que Dante le otorga a la
astronomía durante el desarrollo de este cántico: de los 33 cantos del Paraíso, 26 ocurren en
el cielo astronómico por debajo de las esferas metafísicas (o teológicas) del Primer Motor y
del Empíreo.
Dante y su compañera continúan entonces su travesía, dirigiéndose hacia las regiones más
exteriores de este cosmos aristotélico cristianizado [ver Figura 2].
Figura 2: El cosmos de Dante agrega un mundo espiritual más allá del Primer Motor. A cada esfera del cielo
astronómico le corresponde ahora una esfera de ángeles del mundo espiritual. La Tierra, centro del mundo
físico, encuentra su contraparte celeste en Dios. Viajar alejándose de la Tierra ya no es más apartarse del
‘centro’ sino acercarse a lo divino.
Seis horas más tarde, Dante volverá su vista nuevamente, esta vez para constatar cómo él y
su compañera se han en efecto desplazado 90 grados, acompañando al cielo en su
movimiento diurno.
Figura 3: El Empíreo de Dante Alighieri, en un grabado de Gustave Doré (1832-1883), uno de los más
famosos ilustradores de la Divina Comedia. Dante y Beatriz llegan al extremo del mundo físico y observan las
esferas de ángeles del mundo espiritual: ‘...un Punto vi que allí irradiaba lumbre, / tan recia que los ojos que la
enfocan / deben cerrarse por el fuerte brillo’ (Paraíso, XXVIII, 16-18).
Llegados luego al ‘Primum Mobile’ (Primer Motor), Dante y Beatriz se hallan en el límite
intangible entre lo natural y lo sobrenatural. Al mirar hacia arriba ven ahora un punto
extraordinariamente pequeño y luminoso a la vez [ver Figura 3]. Alrededor de éste, nueve
órbitas centelleantes representan las nueve órdenes de ángeles que rodean a Dios.
En el Paraíso XXVIII, 40-45, el poeta continúa
Así, a diferencia del mundo físico aristotélico en el que los planetas más exteriores se
desplazaban a mayor velocidad que los más cercanos al centro de giro (la Tierra) con el fin
de completar la órbita diaria, en el mundo espiritual de la Comedia las órbitas eran tanto
más ‘divinas’ (más rápidas) cuanto más interiores y cercanas a la luz central se
encontraban. Entonces, Dante responde (versos 46-51):
Beatriz mostrará a Dante el motivo divino por el cual el mundo espiritual es así, no sin
dejar de enumerar la entera jerarquía de ángeles y sus cualidades, según lo expuesto por el
filósofo Pseudo-Dionisio [ver Recuadro 2], pues
Se revelaba así, en el final del canto XXVIII (versos 136-139), que si Pseudo-Dionisio
conocía la verdadera distribución de las esferas de ángeles, era porque se lo había indicado
el apóstol San Pablo, ‘quien aquí la vio’—es decir, quien había estado en el cielo (ver
Infierno II, 28)—.
Lo cierto es que con la integración del mundo espiritual al cosmos aristotélico, el genio de
Dante proporcionaba una solución posible (dentro del marco de una obra literaria) a la
incomodidad filosófico-religiosa que había caracterizado a los modelos cosmológicos de la
Edad Media. Antes, elevarse hacia el cielo era hacer un viaje de alejamiento del ‘centro’, lo
cual no era muy satisfactorio. Ahora, un viaje hacia lo más alto nos alejaba de la Tierra—en
efecto—pero al mismo tiempo nos guiaba en la dirección de la divinidad, con etéreos coros
angélicos mostrando el camino. Hacia mediados de la baja Edad Media, entonces, la Divina
Comedia difunde un modelo de universo cristianizado en donde el mundo geocéntrico se
muestra poseedor de un alma teocéntrica.
Agradecimientos
El autor agradece al Prof. Máximo Borghini y a los editores de Ciencia Hoy por sus
numerosos comentarios, y a los subsidios PIP/Conicet-6365, UBACYT-X005 y UBACYT-
X103 por el apoyo financiero.
Lecturas recomendadas
D. Alighieri, La Divina Comedia: Infierno. Texto original italiano con trad., coment. y
notas de Ángel J. Battistessa. Asociación Dante Alighieri, Buenos Aires, 2003.
D. Alighieri, La Divina Comedia: Purgatorio. Texto original italiano con trad., coment. y
notas de Ángel J. Battistessa. Asociación Dante Alighieri, Buenos Aires, 2003.
D. Alighieri, La Divina Comedia: Paraíso. Texto original italiano con trad., coment. y
notas de Ángel J. Battistessa. Asociación Dante Alighieri, Buenos Aires, 1996.
D. Alighieri, Convivio, introd., notas y coment. de Piero Cudini. Garzanti, Milano, 1995 (5ª
ed).
Miguel de Asúa, Ciencia y literatura. Un relato histórico. Eudeba, Buenos Aires, 2004.
Alejandro Gangui, El Big Bang, la génesis de nuestra cosmología actual. Eudeba, Buenos
Aires, 2005.
Dante, en el comienzo de La Vita Nuova de 1293 (una recopilación de sus primeros poemas
líricos), describe la edad de su amada Bice di Folco Portinari (Beatrice) a través de la
fracción de grado angular que se ha movido la esfera de las estrellas en ese lapso de tiempo.
En sus propias palabras:
Notemos aquí la diferencia entre ‘el luminoso cielo’, cuyo movimiento está dado por el Sol,
y ‘el estrellado cielo’, cuyo lento movimiento está dado por las estrellas y es debido a la
precesión de los equinoccios. ¿Qué es la precesión de los equinoccios? El eje de la Tierra
no apunta siempre en la misma dirección con respecto a las estrellas lejanas: la Tierra rota
sobre su eje, pero éste, bajo la influencia principal de la Luna, va cambiando lentamente su
dirección como si fuera un trompo gigante. Debido a ello, la órbita de la Tierra alrededor
del Sol (que determina el llamado plano de la eclíptica) no siempre cortará al plano
ecuatorial de la Tierra en los mismos puntos (los equinoccios). Estos puntos se irán
desplazando en el espacio—movimiento ‘de precesión’—con un período que resulta ser de
unos 25.765 años (el tiempo que el eje norte terrestre tarda en dar toda una vuelta alrededor
de la constelación del Dragón). Ya mencionamos que el movimiento de precesión de los
equinoccios representaba apenas unos 1,4 grados por siglo (o más precisamente, 1,396
grados por siglo), y es por ello que una vuelta de 360 grados será entonces completada en
unos 25.765 años.
Ahora bien, Dante nos indica que el ‘estrellado cielo’ había recorrido un doceavo (1/12) de
grado angular en el transcurso de la vida de Beatriz. Una simple ‘regla de tres’ nos permite
entonces calcular la edad que debía tener su amada en ese primer encuentro:
25.765 años x (1/12) / 360 = 6 años aproximadamente.
Pero Dante también menciona que Beatriz se le apareció ‘casi empezando su noveno año’,
esto es, Beatriz apenas si llegaba a completar sus 8 años de edad. Conclusión, el verdadero
valor era 8; él calcula 6, lo cual representa un ‘error’ (una subestimación) de apenas el
25%: ¡nada mal por tratarse de un poeta!
RECUADRO 2:
Uno de las exposiciones más influyentes sobre la sistematización de las jerarquías angélicas
fue debida a un autor neoplatónico del siglo VI AD que se conoció en la Edad Media con el
nombre de pseudo Dionisio (debido a que se lo identificó equivocadamente con el
personaje que, según el relato bíblico, San Pablo habría convertido durante su discurso en el
ágora de Atenas). Entre las obras del pseudo Dionisio se encuentra una que se denomina
Sobre la jerarquía celeste.