Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Los Tres Cerditos y El Lobo
Los Tres Cerditos y El Lobo
Había una vez tres cerditos que eran hermanos y vivían en el corazón del
bosque. El lobo siempre andaba persiguiéndolos para comérselos. Para
escapar del lobo, los cerditos decidieron hacerse una casa. A todos les
pareció una buena idea, y se pusieran manos a la obra, cada uno
construyendo su casita.
-La mía será de paja - dijo el más pequeño-, la paja es blanda y se puede
sujetar con facilidad. Terminaré muy pronto y podré ir a jugar.
-¡No nos comerá el Lobo Feroz! ¡En casa no puede entrar el Lobo Feroz!
-¡No nos comerá el Lobo Feroz! ¡En casa no puede entrar el Lobo Feroz!,
decían los cerditos.
Los cerditos no lo volvieron a ver. El mayor de ellos regañó a los otros dos
por haber sido tan perezosos y poner en peligro sus propias vidas.
No entiendo por qué nos tienen que poner a los lobos como seres despreciables, malvados y feroces. Yo
soy un animal pacífico y solitario; no me gusta meterme con nadie. El problema es que que a todos los
lobos se nos utiliza como si fuéramos marionetas. Sí, sí... Como lo oís. Veréis: A mí me ocurrió que , un
buen día de primavera, iba paseando por el bosque. Atisbé en la lejanía una pequeña casa hecha de paja.
Me acerqué. Aquel día estaba yo fatal de la alergia y, para colmo, la casa estaba situada entre olmos.
Llevaba todo el día estornudando y al llegar a la casa, me dio un cosquilleo en el hocico. Estornudé. Pude
sentir cómo tembló la casa y se cayó. Descubrí a un cerdo aterrorizado sentado en un sofá marrón sentado
junto a un televisor apagado. Me miró y emitió un especie de chillido ahogado. Repentinamente, salió
corriendo hacia un claro del bosque. Yo fui tras él para pedirle perdón, pero el cerdo hacía caso omiso a
mis disculpas. Al llegar al claro pude ver una casa de madera semejante a la derribada. El cerdo paró en
seco ante la puerta de entrada y golpeó con las pezuñas con desesperación contra la puerta. De pronto, se
abrió y el cerdo penetró en la casa a toda velocidad. Cerró la puerta de un portazo y echó la llave.Yo pude
parar justo a tiempo para que no me estampara la puerta en el hocico. Con este gesto, volví a sentir un
cosquelleo y, sin poder evitarlo, estornudé de nuevo. Otra vez sentí cómo tembló la casa y se desmoronó.
Dentro había dos cerdos sentados alrededor de una mesa de cristal. Me miraron espantados e incluso pude
ver cómo se dilataron sus pupilas. Salieron corriendo y desaparecieron de entre los escombros como una
exhalación. Les perseguí, cada vez más avergonzado del resultado de mi alergia.Cuando llegamos a otro
claro cercano, descubrí otra casa, pero ésta era de ladrillos y cemento. Los dos cerditos golpearon con
desesperación la puerta y, cuando ésta se abrió, entraron escopetados y cerraron con una rapidez
admirable. Yo estaba cada vez más confuso y les pedí por favor que me abrieran porque tan solo quería
disculparme. Los cerdos no me creyeron. Aguardé en la puerta esperando a que salieran creyendo que me
había marchado, y es que a mí, cuando se me mete algo en la cabeza, no hay quién me lo saque.
Estuve esperando un buen rato y, de pronto, me di cuenta de que venía un cazador a todo velocidad en
dirección a donde estaba yo. Llevaba consigo una escopeta con la cual, no me gustaría tener que volver a
tratar nunca. Me levanté de un brinco e hice lo primero que se me pasó por la cabeza: subirme al tejado de
la casa. No entiendo cómo, pero pero lo hice. Estaba yo en el tejado cuando el cazador disparó un disparo
que por poco me dio. Perdí el equilibrio y caí por la chimenea. me di un terrible costalazo contra el suelo del
salón y, tras un momento de aturdimiento, vi a los tres cerditos muertos de miedo en un rincón. Yo me
acerqué cuidadosamente y les dije que no tuvieran miedo, que no iba a hacerles daño. Esto parece que les
tranquilizó un poco y les conté lo realmente ocurrido. Tras una breve pausa, los tres cerditos se miraron
entre sí con miradas de complicidad. Uno de ellos se adelantó unos pasos y me dijo que si quería salir ileso
de allí, tendría que decir que les perseguí porque quería comérmelos y que no estornudé contra las casas,
sino que las derribé a propósito. Yo reí sin ganas porque en el fondo sabía que tendría que aceptar las
condiciones. Los cerditos admitieron que fueron ellos los que llamaron al cazador para acabar conmigo y
que no le dirían que se fuera hasta que jurase hacer eso. Yo estaba furioso, impotente, acorralado. La rabia
corría por mis venas. Apreté las garras y decidí aceptar. No me quedaba más remedio. Los cerdos, pasado
un tiempo, decidieron escribir la historia, pero con la versión inventada. Registraron la obra y la pusieron a
la venta. Resultó ser un "Best-seller" durante mucho tiempo.
Más de una vez pensé en llevarles a los tribunales, pero siempre he acabado desechando la idea, porque
nadie me tomaría en serio. Y ni siquiera sé si vosotros me creeréis, pero eso es algo que ya no me importa.
Como os he dicho al principio de esta historia, yo soy un animal solitario. Uno se acaba acostumbrando a
que la gente no quiera saber nada de él por una tonta historia que ni siquiera es verdad. Si os soy sincero,
desde ese día no he vuelto a comer cerdo. Creo que acabaré siendo vegetariano...