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Divana Soria Carranza

Gpo. 2881

Una cadena de acontecimientos infortunados.


Este relato no será agradable y mucho menos divertido, no trata de jóvenes cumpliendo
su sueño en vacaciones de semana santa, me refiero a descansar o la posibilidad de
avanzar las montañas de tarea atrasada, haciendo un semestre menos mortal, o
divirtiéndose en algún paraje paradisiaco, rodeado de sol, mar y estrellas, es todo menos
refrescante. Así que si buscabas una lectura placentera, que te dejara deseoso o deseosa
de una aventura para salir y comenzar una aventura propia, estas en la hoja equivocada,
te recomendaría pasar la hoja y dejar la lectura de este párrafo como un suceso perdido
entre otros tantos.
Veo que sigues aquí, ahora prepárate para una semana cansada y llena de deberes que no
correspondían a la protagonista, pero que igual hizo y como su salud mental y física están
a punto de desaparecer.
Divana, es una chica estudiante común, le gusta leer, ayudar a la gente, ver películas y
series en netflix, enfrenta a horas en el tumultuoso tráfico para llegar a su destino, se
desvela para hacer tareas mientras horas antes perdía el tiempo viendo Avatar, el ultimo
maestro aire, por enésima vez, también le gusta el dinero, el cual obtiene con trabajos
eventuales y así podría seguir describiéndola, pero no nos sirve mucho para los fines de
esta desaventurada historia.
Todo comenzó con la semana que antecedió a semana santa, Divana añoraba la llegada de
ese hueco en el calendario escolar, tenía planes, grandes planes sobre la manera en que
ocuparía, o mal gastaría, ese regalo de tiempo que el sindicato de la UNAM ofertaba a
todos los estudiantes. Dejaba a propósito cosas pendientes para poder brindarle el tiempo
y la calma que toda tarea bien hecha amerita.
El sábado por la mañana, le anunciaba que no todo saldría según lo planeado; Su vecina
Mariana, amiga de toda la vida, le pidió de favor que la acompañara al marcado de San
Juan, ya que debía hacer una tarea y justo sus padres se había ido, aprovechando el
puente vacacional, a su pueblo natal, dejándola completamente sola con su retoño de 10
meses, el cual Divana amaba con locura y pasión desde una distancia segura, la cual se
redujo a cero. Así emprendieron camino al centro y después de haber cumplido con sus
actividades, Divana se disponía a regresar a casa, para comenzar con esa grandiosa
planificación, hasta que los hechos insinuaron que ese no era el día de hacer tareas. Así
transcurrió domingo, lunes, martes y miércoles, días en lo que Divana no podía alejarse, le
pesaba la preocupación de que algo les sucediera, ya sea que el coco les saliera por debajo
de la cama o que la tierna y adorable criatura necesitara un dulce y ella no estuviera ahí
para dárselo, preocupaciones importantes para Divana, muy sobre el desgaste que
significa cuidar a una hermosa niña.
Cuando llego el jueves, Mariana le había comunicado que iria con su padres, que no había
razones reales para quedarse, Divana sentía la esperanza de poder cumplir aunque sea
con la mitad de sus actividades planeadas, la aterrorizaba una enfermedad compulsiva por
tachar de su lista de pendientes por lo menos la mitad de las tareas escolares, podía sentir
cerca la satisfacción de dedicarse tiempo a si misma, se imaginaba acostada en su fria y re
confortable cama, con gatos y perros alrededor haciéndole compañía, comiendo fritangas
varias, hasta que sonó aquel aparato del infierno con cornetas de los jinetes del
apocalipsis anunciando deberes extra despertándola de su fantasía. Era su amigo, con el
que siempre trabaja, pidiéndole de favor que lo apoyara en una venta de bazar, le era
imposible asistir por lo que recordó los dotes de vendedora innata y brillante de Divana, o
al menos eso dijo, y al final más que apoyo, era un favor personal, asi paso jueves, viernes,
sábado y domingo, entre producción forzada y ventas amigables con la mejor cara de
desvelo que podía poner, para no hacer más grande la historia, Divana vio acabar sus
vacaciones poniendo a la venta repostería gourmet, que ¡se ve bien y sabe mejor!.

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