Tarea 2 Libre Albedrío

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Patrística Víctor Guerrero Hernández

Predestinación, libre albedrío y el dominio de la voluntad sobre nuestros consentimientos

San Agustín escribe una carta al presbítero Sixto, como respuesta a las situaciones de controversia que
se venían sucediendo en la época, concretamente la carta es antipelagiana, que muestra la profundidad
del pensamiento agustiniano y la postura inamovible por defender su fe. Agustín formula
concretamente cuestionamientos que muestran las verdades por las cuales lucho en su vida: la
existencia del libre albedrío y de la gracia, la sobrenaturalidad de esta, la justicia de Dios en la
salvación de los buenos y condena de los malos, así como muchos otros temas más, de los cuales con
particular interés, se encuentran los que hacen referencia a una reflexión milenaria, de forma concreta,
el libre albedrío, lo cual implica la propia vida de toda persona, de los creyentes, de la imagen del
mismo Dios y la forma como cada uno se relaciona con él.

Por lo tanto al leer a San Agustín sobre el libre albedrío y la predestinación, se impone a la
reflexión el ¿cómo es que entiende dicha predestinación en dónde Dios ya tiene previsto el destino de
los que llama?, lo cual puede especificarse peligrosamente como un determinismo teológico, y por lo
tanto ¿esos llamados se convierten en marionetas?, ¿dónde queda la voluntad o cómo entenderla?

“Pues a los que de antemano conoció, también los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo,
para que fuera él el primogénito entre muchos hermanos; y a los que predestinó, a ésos también los
justificó; a los que justificó, a ésos también los glorificó” 1. Al especificar la en la cita “los predestinó”,
de primer instancia puede llevar a pensar en que Dios conduce las vidas, el destino de todos, y por lo
tanto se expresa un cierto determinismo teológico, con la consecuencia de la nulidad, de la inexistencia
del libre albedrío, y por ende nos convertimos en marionetas para cumplir el Plan que ha tenido desde
el principio, pasando por encima de la propia libertad, de la voluntad de la persona.

Si la libertad es la premisa de toda ética, entonces implica ausencia de toda violencia, de


determinación. Cuando el hombre tiene libertad de elección, se nulifica la violencia en su actuar, se
presenta como decida su voluntad consciente, y no por presión de los estados anímicos, lo cual

1 Rom 8, 29-30

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también es riesgo de cierto voluntarismo, ya que se pone como esencia y principio fundamental de
todas las cosas la propia voluntad, como lo señala Schopenhauer.

Pero san Agustín no habla sobre la nulificación de la libertad de actuar, sino que establece la
gracia de Dios para conservar el patrimonio de los bienes naturales de la persona, dando “fortaleza a la
flaca voluntad para resistir a los más violentos contrastes que presentan el mundo, el demonio y la
carne”2, ya que la debilidad natural del dominio de la voluntad de nuestros sentimientos, necesita de
dicha fortaleza para poder robustecerse en el “dominio de la voluntad sobre nuestros
consentimientos”3. De ahí entonces que Dios no actúa como el gran titiritero, sino como el padre
amoroso que ve la necesidad de sus hijos y busca a través de su gracia, fortalecerles en las luchas
constantes de cada día, en contra del “yugo del pecado y de la tiranía de la sensualidad, por una libertad
media y débil”4, ¿no hace esto un verdadero y amoroso padre? Por ello es que entender el libre albedrío
implicará mirar en clave fe, redefiniendo dicho albedrío en la facultad para cooperar con la gracia y por
lo tanto vivir una verdadera libertad.

“Pues a los que de antemano conoció, también los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo,
para que fuera él el primogénito entre muchos hermanos; y a los que predestinó, a ésos también los
justificó; a los que justificó, a ésos también los glorificó”5. Dios no le da siervos a Jesús para su misión,
le da amigos, “ellos fueron llamados y elegidos al propio tiempo”6, esto implica una predestinación y
justificación en el amor, en el sentido de que Dios mira a estos doce para dar continuidad al Plan de
salvación, y por lo tanto Dios va haciendo “concurrir todas las cosas para bien de ellos, de los que
según su designio fueron llamados”7, por lo tanto ante la voluntad debilitada y disminuida de los
hombres para cumplir con el Plan de salvación (con su ser hijo de Dios, con el proyecto de comunión
revelado por el Hijo), es que Dios mismo va preparando las voluntades de quienes ha llamado.

2 San Agustín, de la corrección y de la gracia, p. 122


3 Ibídem, p. 124
4 Ibídem, p. 123
5 Rom 8, 29-30
6 San Agustín, de la corrección y de la gracia, p. 147
7 Ibídem, p. 149

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Patrística Víctor Guerrero Hernández

“Preparar las voluntades”8, no implica violentar la voluntad, sino que dicha voluntad sea
armonizada con la gracia de Dios, “pues la voluntad humana no obtiene la gracia con su libertad, sino
más bien con la gracia la libertad, y para perseverar en ella, una gustosa permanencia e insuperable
fortaleza”, de ahí la necesidad fundamental de estar abiertos a la gracia de Dios, para obtener la
verdadera libertad que implicará el fortalecimiento del dominio de la voluntad sobre nuestros
consentimientos.

Finalmente si Dios nos ha creado a su imagen y semejanza, ¿no somos capaces de tomar
nuestras propias decisiones y responsabilizarnos tanto del bien como del mal que hagamos? No se
puede negar la omnipotencia de Dios, él tiene la potestad de en su misericordioso amor, preparar
nuestras voluntades, para fortalecernos y por ende crecer en la verdadera libertad de recibir su gracia.
Pero el perseverar o no perseverar ¿no depende del libre albedrío del hombre, de su apertura, de la
propia facultad para cooperar con la gracia de Dios, la cual él no violenta? Ciertamente san Agustín
dice que no, poniendo por ejemplo el caso de la negación de Pedro al flaquear su voluntad,
contraponiendo dicha flaqueza ante la oración de Jesús por el mismo Pedro 9 para que quisiera
perseverar, siendo finalmente no estéril dicha oración de Jesús y su mismo amor por su amigo. Pero
hablando de amor, de perseverancia, de fidelidad, ¿cuántos le han dicho no al amor en un matrimonio,
cuántos le han dicho no al amor en una familia?, ¿cuántas infidelidades, engaños, mentiras y
perversidades entre los hombres?, ¿cuántos no han dejado de mirar el Amor Absoluto y volteado a la
resignificación10 del mal, cerrándose a la gracia?, ¿todos ellos no fueron también llamados?,
ciertamente fueron haciéndose esclavos, no eran totalmente libres, pero ¿acaso no implica ello el
decidir aún con una voluntad debilitada y disminuida?

8 Ibídem, p. 153
9 San Agustín, de la corrección y de la gracia, p. 153
10 Ejemplo de la resignificación del mal es la guerra contra el narcotráfico que ha dejado en México más de 65 mil
muertos, y muertos que han llegado a ese final de diversas maneras, mutilados, disparos, apuñalamientos,
decapitaciones, entambados, y con otras prácticas de tortura que sobre pasan lo humano...

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Pedagogía de la pastoral juvenil 110-


procesos pedagógicos 120-

lectura identidad del cristiano

toma tu cruz y sígueme p. 66 civilización del amor 2.4.2 p. 67

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