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p
LIBRERÍA
83-A380-800 a.
TOMO XLVIII,
Varios Prelados de España han concedido
1260 dias de indulgencia á todas las publica
ciones de la LIBRERÍA RELIGIOSA.
VIDA
SEGUIDA DE SU – .
TRATADO DEL PURGATORIO,
OBRA TIRADUCIDA DEL FRANCES
por un presbítero de Reus.
SEGURIDA, DE
IMA VIRDA
*: ,
LibreríA mercios A, P%
IMPRENTA DE D. Pablo RIERA. A ,
43 goº-11
PRÓLOGO GENERAL".
CAPÍTULO PRIMERO.
CAPÍTULO II.
CAPÍTULO III.
Conversion de Catalina y su penitencia.
CAPÍTULO IV.
Progresos de Catalina en la perfeccion.
CAPÍTULO V.
CAPÍTULO VI.
CAPÍTULO VIII.
COntinuacion del mismo asunto.
CAPÍTULO VIII.
CAPÍTULO X.
CAPÍTULO XI.
Continuacion del mismo asunto.
CAPÍTULO XII.
CAPÍTULO XIII.
Favores extraordinarios que Dios le concedia.
CAPÍTULO XIV.
Última enfermedad de Catalina.
CAPÍTULO XV.
CAPÍTULO XVI.
Dios manifiesta la gloria de Catalina de varios modos y
á varias personas. Su sepultura.
CAPÍTULO XVII.
Diversas traslaciones del santo cuerpo de Catalina, sus
milagros y su canonizacion.
FIN.
THATApo
DEL PURGATORI0,
".
- ..."
– 217 –
Con el calor de este gran fuego encendido en
su seno, se ablanda y se derrite; pero al mis
mo tiempo padece crueles tormentos. ¿Qué
diré para hacer comprender bien su causa?
Con la claridad de la luz divina de la cuales
tá enteramente penetrada, ve 1.ºque Dios la
atrae incesantemente á él, y emplea para cón
sumar su perfeccion los cuidados atentos y
continuos de su Providencia, y esto por puro
amor. Ve 2.º que las manchas del pecado son
como un lazo que la impide seguir este atrac
tivo, ó, por mejor decir, una oposicion á
aquella relacion unitiva que Dios quisiera co
municarle, para hacerle conseguir su último
fin y hacerla soberanamente dichosa. 3º Ella
concibe perfectamente cuánta sea la pérdida
en la menor tardanza de la vision intuitiva.
A.º En fin, siente en sí misma un deseo instin
tivo el mas ardiente posible de ver desapare
cer el obstáculo que impide al supremo Bien
de atraerla hácia él. Pues todos estos conoci
mientos juntos, lo digo con seguridad, son los
que producen los tormentos de las almas del
purgatorio, tormentos todos bien crueles sin
duda; pero sin embargo, el mas terrible de
ellos es sin contradiccion el obstáculo que en
-- 218 -
cuentra en ellas la santa voluntad de Dios,
que ven arder por ellas en el mas vivo amor.
Este amor está continuamente en accion para
introducir en aquellas almas la relacion uni
tiva á fin de atraérselas. Se ocupa de ellas
tan constantemente como si fuese esta su úni
ca operacion. Por lo mismo están tan conmo
vidas, que si existiese otro purgatorio mas
cruel que el que habitan, se precipitarian al
momento en él, por verse libres mas pronto
de su funesto impedimento.
De este foco del amor divino veo salir rayos
de fuego, semejantes á unas lámparas ardien
tes, que penetran á las almas del purgatorio
con tanto ímpetu y violencia, que situviesen
sus cuerpos, se verian estos consumidos, y
hasta las destruiríaná ellas sino fuesen indes
tructibles. Tienen un doble efecto aquellos ra
yos, porque purifican y aniquilan. Un metal
que se somete muchas veces á la fundicion,
se hace mas puro cada vez que se funde; y si
tantas veces se fundiera, al fin no quedaria
en él ninguna mezcla impura. Esto que hace
el fuego en las cosas materiales, es lo que pro
duce aquella operacion divina en las almas del.
Pugatorio. Puesta el alma por mucho tiempo
– 219 –-
en fusion, si puedo hablar así, en el crisol
del purgatorio, se desprende de tal manera
de toda mezcla impura, que vuelve á ser lo
que era al salir de las manos del Criador. Se
dice que el oro puede ser purificado hasta tal
grado, que el fuego no llegue á tener ningu
na accion sobre él, y que ninguna causa con
traria pueda dañarle, porque nada tiene que
pueda ser consumido, ni perder sino las par
tículas extrañas que manchan su pureza. Ved
aquí, pues, precisamente lo que el fuego di
vino obra en el alma: porque Dios la tiene en
el fuego hasta que todas sus imperfecciones y
todas sus impurezas estén destruidas. Des
pués, cuando es perfectamente pura, el amor
la transforma enteramente, de modo que na- .
da le queda de ella misma, y su ser en cierto
míodo es Dios. Entonces, no teniendo nada
mas que pueda ser consumido, viene á ser
impasible; de modo que si continuase á per
manecer en el fuego, en lugar de hacerla pa
decer, seria para ella el fuego del divino amor
que le haria encontrar el cielo en aquel lugar
de suplicios.
... En la creacion, el alma recibió de Diosto
dos los medios de perfeccion de que era ca
_ .220 —
paz, a fin de que pudiese vivii‘ conforme a sus
preceptos, y mantenerse pura de todo peca
‘do; pero bien pronto después ¡hecha culpa
blede la falta original, perdió todos sus do
nes, todas sus graciasy hasta la vida. Solo
Dios podia volvérsela, y esto esloque ha be
obo por medio del bautismo, pero dejándolo
la concupisceneia que la excita sin cesar al
pecado actual, y se lo hace cometer, en efec
to, 41* menos que resista á sus atractivos. ‘El
primer pecado mortal de que se hace culpa
ble, le da de nuevo lamderte, y Dios la re
sucita por medio deotra gracia singular, que
es la dela penitencia; pero sale de este se
pulcro de tal manera corrompida, tan afeada
y hedionda‘, que para volver a su inocencia
primitiva, tiene necesidad de todas las ope
raciones divinas de que he hablado mas arri
‘ ha, y sin las cuales no la recobraria jamás.
Es, pues, en las prisiones ‘de que se ‘trata,
donde aquellas operaciones divinas acaban la
obra‘, si no ha sido acabada durante la ‘vida;
y ved ahi cómo "este se hace: el alma encer
rada en aquellos lugares bajos, arde en un
deseo tan vivo de transformarse en Dios, que
este deseo hace su purgatorio; porque‘ no es
– 221 –
el lugar lo que purifica al alma, sino la pe
na producida por el impedimento que detiene
su instinto unitivo. El amor divino, que en
cuentra en ella tantas imperfecciones secre
tas, que si ella las viese, esta sola vista la re
duciria á una especie de desesperacion, tra
baja por destruirlas, sin que ella coopere. En
fin, este fuego siempre creciente se hace tan
vivo, que las consume enteramente, y cuando
están consumidas, Dios se las manifiesta, y,
las hace conocer la operacion divina á la cual
deben el regreso á la pureza de su creacion.
Es menester saber que lo que es perfecto á
los ojos del hombre, está lleno de defectos á
los ojos de Dios. Por esto el hombre es inmun
do y defectuoso en todas sus obras, aun en
aquellas que se presentan á sus ojos con una
apariencia de perfeccion; porque es preciso,
para la perfeccion absoluta de nuestras obras,
que se hagan en nosotros, sin nosotros, mo
sirviéndose Dios de nosotros sino como de sim
ples instrumentos para hacerlas. Pues aque
llas obras que Dios solo hace en nosotros, sin
que nosotros cooperemos, por medio de la úl
tima operacion de su puro amor, son tan ar
dientes, y penetran el alma tan profundamen
- 222 –
te, que la criatura que las experimenta parece
ocultar un fuego que la consume : y su posi
cion es la de un hombre colocado en un hor
mo, que no puede disfrutar de ningun des
canso sino después de haber perdido la vida.
Pues, aunque el divino amor, que se der
rama en las almas del purgatorio con una
abundancia que creo concebir y no puedo ex
plicar, las tranquiliza; sin embargo, su su
plicio no disminuye. Diré mas: es la tardanza
del goce de este amor la causa de su pena,
pena tanto mas cruel cuanto es mas perfecto
el amor de que Dios las hace capaces. Gozan,
pues, aquellas pobres almas de la mas pro
funda tranquilidad, al mismo tiempo que su
fren el mas horrible tormento, sin que lo uno
perjudique á lo otro. Si pudiesen expiar sus
faltas con el arrepentimiento, no necesitarian
mas que un instante para pagar todas sus
deudas; porque su contricion es tanto mas
viva y mas perfecta, cuanto mas claramente
ven cuán desgraciadas las hace el impedi
mento producido por el pecado, y mas se opo
me á su union con Dios, su amor y su fin,
Pero ¡ay de mí! esto no es así. Es cierto que
Dios no hace á aquellas almas queridas min–
- 923 -
guna rebaja de la pena que han merecido, y
que no saldrán de sus calabozos sino después
de haber pagado, hasta el último cuadrante,
lo que deben á sujusticia: Dios lo ha querido
y decretado así. Por otra parte, aquellas al
mas, no teniendo ya eleccion propia, no pue
den ver ni querer otra cosa que aquella vo
luntad santa. Si las oraciones de los vivos,
las indulgencias, ó el santo sacrificio les pro
curan alguna abreviacion de tormento, esto
no hace hacer en ellas ningun deseo de ver ó
considerar aquella limosna de otro modo que
en la balanza de la voluntad divina. Ellas
abandonan todo lo que las concierne á la dis
posicion de Dios, que acepta esta paga veni
da de la tierra, en deduccion de su deuda,
segun el beneplácito de su inmensa bondad.
Si pudiesen complacerse de aquella limosna
espiritual fuera del beneplácito de Dios, ha
rian un acto de apropiacion que las privaria
de la conformidad con la voluntad divina, y
les causaria un nuevo tormento. Cualesquiera
que sean, pues, las disposiciones de Dios con
respecto á ellas, ya sean alegres y deleitables,
ya tristes y dolorosas, permanecen inmóviles,
sin mirarse á sí mismas; porque les es impo
-- 224 -
sible, como lo he dicho ya, de ensimismarse,
si es lícito hablar así: tan transformadas están
en la santa voluntad de Dios, á cuyas dispo
siciones se sujetan de un modo el mas per
fecto. Por otra parte, esto no es inconcebible;
porque si una alma no purificada todavía en
teramente fuese presentada á Dios, padeceria
un suplicio mil veces mas intolerable que el
del purgatorio. Y la razon de esto es, porque
no podria sufrir la vista ni de su purísima
bondad, ni de su severa justicia, ni sufrirse
á sí misma viendo en aquel espejo su fea de
formidad. Aun cuando no faltase á una alma
sino un pequeño instante para acabar la ex
piacion de sus faltas, su tormento seria inso
portable á la vista de aquel resto de impureza
que descubriria en sí misma, y preferiria ar
rojarse en mil infiernos antes que parecer de
lante la majestad de Dios.
¡Ojalá tuviera yo una voz de trueno para
hacerme oir de toda la tierra! Yo diria á to
dos los que la habitan, y, en efecto, me sien
tomovida á decírselo: «Ó infortunados mor
«tales, ¿por qué os dejais tiranizar así por el
«mundo? ¿por qué no reflexionais sobre la
« angustia en que os encontraréis á la muer
- 225 --
«te, y no dais una mirada á vuestro porve
«nir, mientras todavía hay tiempo? Wos
«otros presumís de la misericordia divina; la
«exaltais sin fin; la confesais ilimitada; pero
«no pensais que aquella bondad tan grande
«será precisamente la que os condenará el dia
«del juicio, por no haber cumplido la volun
«tad del mas excelente de todos los padres.
«Aquella bondad de que usa con vosotros de
«beria obligaros á obedecerle, en lugar de
«animaros á desagradarle, tanto mas cuando
«á la bondad despreciada sucede necesaria
«mente la justicia, á la cual es necesario,
«quierasó no quieras, plenamente satisfacer.
«Vosotros os afianzais quizás en el pensa
«miento de que después de la confesion ga
«naréis indulgencias plenarias, y que que
«dando así pagadas vuestras deudas, nada
«mas se opondrá á vuestra admision en el
«cielo; mas esta confianza es muy poco se
«gura. Es menester, para ganar estas gran
«des indulgencias, una confesion y una con
«tricion que no están sin dificultades; hasta
«las creo tales, que, si las conociéseis, ten
«dríais sobre esto mas temor que ésperanza,
«y muchosos persuadiríais mas bien que per
15 xLVII.
- 226 –
«deis estas indulgencias que no que las ga
(D181S. )
La gracia produce en las almas del purga
torio dos efectos que, segun observo, ellas los
ven y conocen. El primero es, que padecen
sus tormentos de buena voluntad, y los mi
ran como una gran misericordia, consideran
do, por una parte, la incomprensible majes
tad de Dios, y por otra, sus atrevidas ofen
sas y los castigos que merecen. Es cierto, en
efecto, que si la bondad de Dios no atempe
rase su justicia por medio de la satisfaccion
de la sangre preciosa de Jesucristo, un solo
pecado mortal seria digno de mil infiernos.
Encuentran, pues, su suplicio tan convenien
te y tan justo, que no quisieran que su rigor
fuese disminuido en lo mas mínimo; y, en
cuanto á su voluntad, están tan contentas de
Dios como si las hubiese admitido ya en las
delicias eternas. El segundo efecto de la gra
cia en las almas es la alegría que conciben
viendo que Dios no deja de amarlas mucho,
mientras que las castiga. Dios en un instante
imprime en su entendimiento estas dos verda
des; y, como están en estado de gracia, las
conciben tales cuales son, cada una, sin embar
– 227 –
go, segun su capacidad. De aquí se sigue, que
experimentan una gran alegría, alegría que
jamás disminuye, que, al contrario, aumenta
á medida que se acercan mas á Dios. Por lo
demás, no ven estas verdades mi en sí mismas
ni por sí mismas; esto loven en Dios, de quien
se ocupan mas que de sus tormentos; porque
la menor vision que se puede tener de Dios
excede todos los suplicios y todas las alegrías 1
imaginables. No obstante, esta alegría en ellas
mada quita del dolor, ni el dolor á la alegría.
He dicho al principio de este tratado lo que
me ha hecho conocer el estado de las almas
del purgatorio; pero deseo declarar aquímas
claramente mi pensamiento. Hace dos años
que mi alma está en una situacion semejante
á la de aquellas almas; yo experimento sus
penas, y dé dia en diamas sensiblemente. Me
parece que mi alma permanece en mi cuerpo
como en el purgatorio; pero de modo que
este cuerpo puede sufrir sus penas sin morir,
hasta que este suplicio, que va aumentando
poco á poco, lo aniquile enteramente y lo des
truya. Me siento desprendida de todos los ob
jetos terrenos, y hasta de los bienes espiri
tuales que pueden alimentar mi alma y col
15º
– 228 –
marla de delicias, tales como la alegría, la
delectacion y el consuelo. Yo siento que ya no
puedo gustar nada temporal, ni aun espiri
tual, con la memoria, entendimiento ó vo
luntad, de modo que pueda decir que tal co
sa me agrada mas que tal otra. Experimento
tal opresion espiritual, que ya no sé lo que
es recreo ni consuelo para el alma ni para el
cuerpo. Todavía me acuerdo algunas veces de
los objetos que me procuraban cierta especie -
de gozo; mas hoy no me inspiran mas que
aversion y horror; lo que hace que los tengo
perpetuamente léjos de mí. Tales son ahora
mis disposiciones interiores; y la causa de esto
está en el celo que Dios me da por mi perfec
cion. Mi alma, en efecto, está inclinada tan
fuertemente á destruir todos los obstáculos
que se oponen á ello, que para conseguir su
designio, se precipitaria en el infierno, si
fuese necesario. Ved ahí por qué ella rechaza
todo lo que alimenta y consuela al hombre in
ferior; y le aprieta tanto, que percibe en él
y aborrece y se le hace execrable la mas li
gera imperfeccion. El hombre exterior, es
tando así destituido del socorro y consuelo
del espíritu, experimenta tal malestar y tal
- 229 -
pena, quemada encuentra sobre la tierra que
pueda recrearle: de modo que no tiene otro
consuelo que Dios, que dispone así todas las
cosas, contanto amor como misericordia, pa
ra la satisfaccion de su justicia. La idea de
esta disposicion de la Providencia procura á
mi alma una paz y un placer deliciosos, sin
que mis padecimientos disminuyan por ello
en lo mas mínimo. Diré mas, nada podria
causarle mas afliccion que apartarla poco ó
mucho de aquel órden de cosas establecido
por Dios para su purificacion. Por lo mismo
no sale ni desea salir de su prision, hasta que
el Señor haya cumplido perfectamente en ella
sus deseos.
Encuentro mi consuelo y alegría en el cum
plimiento de la voluntad de Dios, y el mayor
suplicio que podrian imponerme, seria sus
traerme á sus disposiciones, que confieso ser
tan justas como misericordiosas. Veo todo lo
que acabo de referir. Lo toco en cierta ma
nera, y si lo explico mal, es por falta de ex
presiones convenientes. Por otra parte, me
he sentido interiormente inclinada á escribir
sobre esta materia; y he tenido que ceder,
- 230 -
como lo he hecho, á este secreto impulso; pe
ro todavía me queda algo que decir. , ,
La prision que habito es el mundo: el lazo
que me ata es mi cuerpo. Mi alma iluminada
con la luz de lo alto, comprende cuán des
graciada la hace este lazo que la tiene cauti
va y la impide de unirse á su último fin; y
como es muy sensible este cautiverio, le cau
Sa un profundo dolor. Sin embargo, por un
beneficio de su Autor, que no puedo agrade
cer lo bastante, esta alma ha recibido tal dig
nidad, que no solo es semejante á Dios, sino
tambien por una participacion de su bondad
hace con él una sola cosa. Pues, como es im
posible que el dolor afecte á Dios, tampoco
puede afectará una alma que le está unida,
y participa tanto mas de lo que le es propio,
cuanto mas estrecha es su union. Pero ¡ay
de mí! una alma que, como la mia, encuen
tre en sí un impedimento á aquella admira
ble union, sufre un tormento intolerable. En
seguida aquella afliccion y aquella tardanza
la hacen desemejante á lo que era en su crea
900 y á lo que Dios quiere que venga á ser
Pr medio de la gracia. Cuanto mas estima á
- 231 –
Dios, tanto mas afligida está de lo que la se
para de él. Siendo así que ella estima tanto
mas á Dios, cuanto mas le conoce, y le co
noce tanto mejor cuanto mas pura está de pe
cado. En el punto, pues, en que vuelve á en
trar en su estado primitivo de inocencia es
cuando padece mas; pero cuando todo impe
dimento está destruido, y está enteramente
transformada en Dios, entonces el conoci
miento que tiene de él nada deja que desear,
y su bienaventuranza es perfecta.
Así como un mártir que prefiere la muer
te á la desgracia de ofender á Dios, siente el
dolor que le quita la vida, pero la desprecia
por el celo de la gloria divina que le comu
nica la luz de la gracia; así tambien el alma
iluminada de lo alto sobre la sabiduría de las
disposiciones de la voluntad de Dios hace mas
caso de aquella santa voluntad que de todos
los tormentos, ya interiores, ya exteriores,
por crueles que sean. La razon es, porque,
cuando Dios hace que una alma piense en él,
la vuelve tan aplicada y tan atenta á su Ma–
jestad, que todo lo demás á sus ojos es nada.
Entonces está despojada de toda propiedad,
mo ve ni conoce los motivos de su condena,
- 232 --
ni el suplicio que padece. Ella ha visto todo
esto al salir de la vida; pero su memoria se
le quitó en aquel instante y para siempre.
Acabo haciendo observar que Dios, que es
infinitamente bueno, así como es infinitamen
te grande, purificando al hombre en el fuego
del purgatorio, consume y aniquila todo lo
que es naturalmente, para transformarlo en
él y hacerlo Dios, en cierto modo.
FIN.
vIDA
DE
SANFRANCISIO DE (IRMIM),
POR EL
---e-QOOesse
VIDA
SANFRANCISCO DE GERONIMO,
DE LA coMPAÑÍA DE JESÚS.
—-s
En.
TRA
– 288 —
delo de penitencia, y continuó haciendo una
vida ejemplar. -
Otra de las excelentes dotes de que se ha
Elaba adornado nuestro Santo consistia en Su
gran talento para dirigir las almas, no pu
diendo dudarse que sus públicas exhortacio
nes y sus instrucciones privadas y secretas
producian los mejores resultados. Tenía una
destreza que maravillaba para resolver difi
cultades, desvanecer escrúpulos y apaciguar
disputas. Un día dos religiosas tuvieron un
gran altercado con motivo de una celda, á la
que ambas se creían con derecho. Ninguna
de las dos queria desistir de su pretension,
que cada cual sostenia con calor, no sin gran
confusion y escándalo de toda la comunidad
al ver el empeño de las dos religiosas y los
inútiles esfuerzos de las demás por aquietar
las. El P. Francisco fue llamado últimamen
te para terminar aquella acalorada cuestion.
En verdad, dijo el siervo de Dios; dirigién
dose á una de las dos que parecia ser la mas
terca, preciso es que se trate de un asunto de
suma importancia, cuando por un poco de tier
rutos poneis á sabiendas en riesgo de perder el
— 289 —
esta religiosa, que arrepentida lloró su locu
ra, y se‘restablecieron inmediatamente entre
todas la paz y buena armonia.
Asi como a los que seguian sus consejos
todo les salia á medida de su deseo ,_ al con
trario , los que menospreciaban ó se burlahan
de sus advertencias sufrian los mayores cas
tigos. Un jóven de depravada conducta tuvo
el descaro de reirse y mofarse de las amones
taciones del Santo , y llevó adelante su atre
vimiento hasta cargarlo de denuestos. Nues
tro Santo, á imitacion del divino Salvador,
que cuando era ultrajado jamás volvia injuria
por injuria, todo lo sufrió con mansedumbre.
Pero Dios no permitió que semejante crimen
quedase sin castigo; pues apoco aquel jóven
murió miserablemente en un desafio. Otro jó
ven hacia ya ocho años que no queria pensar
un solo instante ni en Dios , ni en su alma, y
‘ ‘ se habia abandonado alas mas criminales pa
siones ;‘ un ataque de apoplejia le puso á las
puertas de la muerte, sin que se excitara en él
remordimiento alguno por sus pecados , y sin
que pensara en el terrible peligro en que se
hallaba. Asi, pues, para darle como una mues
tra de los castigos que le aguardaban, y con
19 xLvn.
— 29o —
la" esperanza de sacarle de su apatía, discur
rió echarle agua hirviendo sobre las plantas
de los piés, y lumbre en las manos; mas el
joven, no bien lo hubo sentido, cuando em
pezó a gritar con tal furory rabia, que ‘pare
cia un verdadero demonio, sin convertirse lo
mas minimo, y sin mostrar hallarse mejor dise
puesto. Entonces nuestro Santo, tomando‘ en
sus manos un Qrucifijo , se acercó a él lleno
de dulzura , diciéndole : Repara; tu divino Re
dentor te tiende los brazos y te coincida á que ti;
acerques á el. Tú ves estas llagas abiertas, ces
esta sangre derramada por ellas, para lavar
tus culpas, ¿pues que tienes que temer? Acercó
en seguida la divina imágena los labios del
desdichado pecador, para que la besara; mas
él poniéndose furioso proiirió una horrible
maldicion y espiró. Pero ocupemonos, que ya
es tiempo, en dar una rápida noticia de log
trabajos del Sarita fuera de Nápoles.
La fama de los milagros obrados por el en
masvivas
esta ciudad,
instancias
fue causapara
de que
obligarle
le hicieran
_á_ einen.
1: "#3,3%
LF** Presencia de Santísimo.
corrigió gran número d ' ‘ 4-. "
tolerar la mas pequeña ‘
reprendió á una señora
manecido sentada dura
devocion muy tierna; y por ‘x w
y dos años. tuvo la costumbre de predicar un
sermon todas las semanas en honor y alabanza
de Nuestra Señora. Tenia sobre todo especial
cuidado de recomendar esta devocion ala ju
ventud , como el mas seguro preservativo de
la inocencia y él mejor remedio contra el pe
cado, ‘diciendo que era dificil salvarse, no
Siendo devoto de la Madre de Dios. Maria era
su consejera en la dudas, su consuelo en las
adicciones, su fortaleza en todas las empre
sas, su refugio en el peligro y en las dificul
tades; y sentia inexplicables delicias siempre
que rezaba el Rosario de nuestra amantisima
Madre. Tenia tambien muy particular devo
cion al santo Ángel de su guarda, á san Fran
cisco Javier y a san Genaro. Nadie excedió a
nuestro Santo en caridad, humildad, pureza
y obediencia. Dios no quiso rehusarle por mas
tiempo los preciosos dones con que se com
place favorecer algunas veces á sus escogidos,
— 300 —
y en prueba de ello citarémos algunos ejem
plos. Experimentaba frecuentes éxtasis , rega
lado con algunos de ellos en presencia de mu
chos testigos, y entre ellos fue muy particu
lar el que se le notó en ocasion que hacia una
exbortacion ala Comunion. Despedia su sem
blante algunas veces rayos luminosos con los
que , cual otro Moisés , deslumbraba á los que
le miraban. No era menos extraordinario el
que su voz, aun ronca y débil, se oyese dis
tintamente á inmensas distancias. Tampoco
quiso Dios que nuestro Santo estuviese priva
do del don milagroso de la replicacion , con el_
que , segun consta de testimonios irrecusables
y auténticos, han sido favorecidos muchos San
tos, y que consiste en poderse presentar un
sugeto en dos ó mas partes á un mismo tiem
po. El don de profecia era en él verdadera
mente admirable, ya le ejerciese seria y for
malmente, ya chanceándose y de un modo
enigmático, como si no debiera creerse que
tenia facultad para predecir lo futuro.
Una jóven, dudando si deberia casarse ó
bien entrarse religiosa, consultó á nuestro San
to: «Gran riesgo correis permaneciendo en
« el siglo, la contestó, y no dejará de asusta
— 301 —
«ros la idea de que tendréis que sufrir una
« larga y trabajosa vida. ¿_ Qué edad teneis?—
«Diez y siete años. — Al cabo de otros tantos
«llegaréis al fin de vuestra peregrinacion. »
Esta profecia se cumplió á la letra. La jóven
entró religiosa en un convento de Capuchi
nas, hizo grandes progresos en la virtud, y
al concluirse el tiempo que nuestro Santo la
habia prefijado, murió en opinion de santi
dad. La mujer de un noble manifestó al Santo
su deseo de no sobrevivir a su esposo. «No
«paseis cuidado por eso , la dijo , ambos mo
«riréis jóvenes; pero vos seréis la primera
«que muera.» Con efecto , ella murió el 5 de
agosto de 1727 a la edad de treinta y tres
años , y su marido en el mes de marzo siguien
te a la de treinta y nueve, y ambos antes de
morir dieron testimonio de la profecia del San
to. Una infeliz mujer perdió un niño de un
año, y careciendo de medios para pagar los
derechos de su entierro , le condujo ala igle
sia y le puso en el confesonario del P. Fran
cisco. Cuando el Santo al entrar en el templo
vio a la célebre penitente Maria Luisa Cassier,
acercándose á ella, la dijo: « Id a mi confe
«sonario; en él encontraréis un niño abando
– 308 —
«nado, haceos cargo de él, ínterin yo en
«cuentro donde colocarle convenientemen
«te.» María Luisa obedeció al momento; mas
después de levantar el paño que le cubria, se
volvió hácia el Santo, diciéndole: «Padremio,
«está muerto.—No, no, le replicó, está dur
«miendo;» y en el mismo punto le hizo la
señal de la cruz sobre la frente, le aplicó agua
bendita á los labios, y el niño abrió los ojos
y empezó á respirar. «Ea, llamadá su ma
«dre, que está á la entrada de la iglesia.»
La pobre mujer al principio rehusó acercarse,
y al ver al niño, no podia creer que fuese el
suy0; mas cuando notó que este la alargaba
sus bracitos y daba muestras de haberla reco
nocido, le estrechó contra su pecho enajena
da de gozo, y después de haber recibido del
Santo una cuantiosa limosna, se volvió á su
CaSa.
Una jóven religiosa se prosternó ante el
Santo, para que la oyese en confesion. «Apár
«tese V, la dijo con aspereza, ni puedo, ni
«quiero escucharla. — ¡Cómo ! exclamó la
«monja con asombro. V. R. busca con ansia
Cá las mujeres de mala vida para confesar
y rechaza á una esposa de Jesucristo?
— 303 —
«—Venis á confesaros, replicó el Santo, sin
«haber hecho exámen, sin contricion, sin fir
«me propósito de la enmienda, y sin la me
anor muestra de devocion.» Esta respuesta
hizo á la religiosa entrar en sí misma, y reco
nociendo sus desórdenes cambió de vida.
Nuestro Santo consiguió por sus oraciones
é intercesion, muchos favores milagrosos en
%
por consideracioná él su patronosan Ciro obró
infinidad de milagros. Habia en un monaste
rio una religiosa que sufria horribles convul
siones; fueron por último á buscar al P, Fran
cisco. «Os traigo buenas nuevas, la dijo al
«entrar, os traigo un médico que cura todos
«los males;» y dándola en seguida á besar
la reliquia de san Ciro, añadió: «¿Teneis
«confianza en este médico? ¿Quereis invo
«carle y ser su devota en adelante?» Le con
contestó que sí. «Pues ya estais sana, la di
jo: llevantaos, y marchadinmediatamente al
«coro á dar gracias á Dios, » Y al punto con
gran asombro y consuelo así de su parte, co
mo de todos los presentes, ejecutó lo que se
la habia mandado.
Supo nuestro Santo por inspiracion divina
— 304 —
el dia de su muerte. Cuando falleció su her
mano, pronunció estas palabras: Dentro de un
año estarémos reunidos; y estando en perfecta.
salud, dijo, al despedirse de las religiosas de
Santa Maria del divino Amor : « Amadas hijas
« mias, hoy es el último dia que os hablo ;.no
«me olvideis en vuestras oraciones; a Dios,
«hasta que nos volvamos á ver en el parai
« so. n Durante su última enfermedad acer
cándose la fiesta de san Ciro, dijo: «No la
«veré yo en vida.» ‘Por último, cuando el
médico que le asistia le hizo su última visita,
le dió gracias por sus cuidados y le dijo: «No
« nos volverémos á ver mas en adelante en es
«te mundo; porque el lunes será el dia últi
«mo de mi vida.»
En el mes de marzo de 1715, al principio
de la Cuaresma, hacia por tercera vez unos
ejercicios espirituales con los alumnos del Co
legio de nobles, cuando de repente sintió que
una fiebre devoradora se apoderaba de sus
miembros, tal que hubo precision de condu
cirle á su aposento. Mas en pocos dias se res
tableció, y aunque débil aun, prosiguió sus
trabajos acostumbrados. Pero su salud decaia
diariamente, y por el rnes de diciembre pa
– 305 –
recia que sus fuerzas se habían agotado del
todo. El superior, celoso por conservar una vi
da tan preciosa, le envió á tomar las aguas
minerales de Puzzuolo; mas no encontró con
ellas el menor alivio, y vuelto á Nápoles
en 1716, entró en la enfermería. No es posi
ble explicar lo que tuvo que sufrir, y sin em
bargo jamás dejó escapar un solo quejido.
Bendito Sea Dios, Padre de Nuestro Señor Je
sucristo, que nos consuela en todas nuestras
tribulaciones: esta era la exclamacion que se
le oia constantemente. Cuando alguno se le
acercaba por compadecerle, el héroe cristia
no cruzando las manos sobre el pecho, decia:
Crescantin mile milia, esto es, ¡ acreciénten
se hasta el infinitol Se le hablaba de sus bue
nas obras, y contestaba: Nada, nada, y esfor
zaba la voz diciendo: la falta porque tengo
mas que tener es la pereza. Le exhortaron á
que invocase á san Ciro para obtener el re
cobro de su salud, y algunos años de vida pa
ra emplearlos en servicio de Dios. De ninqu
na manera, contestó: el Santo y yo estamos
acordes sobre este punto, es negocio ya conclui
do. El favor que pidió, fue el ver concluida
antes de morir la imágen de San Ciro de que
— 306 —
arriba hemos hecho mencion, y le fue conce
dido. Ahora ya. muero contento, dijo: después
con licencia de sus superiores, distribuyó
treinta pequeños relicarios, que contenian
particulas de las reliquias del Santo , entre los
que habian contribuido á tan piadosa obra.‘
La muerte desde entonces se adelantó á pa
sos agigantados, por lo cual el dia de la fes
tividad de la Exaltacion de la santa Cruz,
después de hacer confesion general, recibió
el santo Viático, y seis dias después la Extre—
mauncion. En toda aquella noche dejo desaho
gar completamente su corazon , y estas eran
las palabras que se le oian repetir: « Bendi
«games al Padre, al Hijo, y al Espiritu Sau
«to, alabémosles y ensalcemosles por todos
«los siglos. El Señor es grande, é infinita
«mente digno de ser alabado en la ciudad de ‘
«nuestro Dios, sobre el monte santo.» Beso
después las llagas del Crucifijo derramando
lágrimas sobre ellas, y levantó la voz, dicien
do: «Acordaos, divino Jesús, que el rescate
_ «de esta alma os ha costado hasta la ultima
«gOta de vuestra" preciosisima sangre.» El
enfermero le exigió que orase con el corazon
‘ . \ .
y en silencio , por el trabajo que le costaba el
—— 307 :—
hablar. a ¡Ah! querido hermano mio, le con
« testó , por mucho que nosotros podamos de
«oir ó pensar de un Dios tan grande, ‘su gran
«deza excede con mucho al pensamiento ya
«cuanto de ella pueda expresarse.» Fijando
después su vista en una piadosa imágen de la
Santisima Virgen, dijo: « ¡ Ah Maria l mi
« muy amada Madre , Vos me habeis querido
«siempre con suma ternura, aunque yo no
« he sido para Vos mas que un indigna hijo.
«Colmad ahora conmigo la medida de vues
« tras bondades, consiguiendome el amor de
«vuestro divino Hijo Jesús.» Después, como
si estuviese ya en la puerta del paraiso, ex
clamó: « ¡ Cuán grande es la casa del Señor!
«Bienaventurados los que la habitan; ellos
«cantarán vuestras alabanzas por los‘ siglos
«de los siglos. Ángeles santos , ¿ por qué tar
«dais? Abridme las puertas de la justicia, y
‘ «entrará y alabaré al Señor. »
Su enfermedad aun duró algunos dias. A
pesar del deseo que nuestro Santo habia tan
tas veces manifestado , de que le dejasen solo,
fue imposible contener el geutio inmenso que
se agolpaba para verle por última vez, besar
le las manos y recibir su postrera bendicion.
20*
—— 308 —
Echaba esta á todos con gran amabilidad , y
viendo correr sus lágrimas, ‘« No lloreis, les
«decia, me voy al cielo, en donde me acor
4c daré de vosotros, y podné seres aun mas
«útil.» ¿Qué dia hay tau sereno, que no se
vea en él al menos alguna nube? ¿Qué mar
tan tranquilo, cuyas olas no sean jamás agi
tadas por la tempestad? Quiso, pues, Dios
aerisolar la virtud de nuestro Santo sometien
dole a una terrible prueba. Traiale la fuerza
de la enfermedad en violenta agitacion , y dan
do un fuerte grito, llamaba en su socorro al
Todopoderoso, a su eterno Hijo, a la santi
sima Virgen , y a todos los Santos. Se lepre
guntó la causa de esta horrible convulsion.
«Estoy batallando, dijo, estoy batallando;
« en el nombre de Dios orad por mi , para que
«no sucumba. n Después, como si rechazara
al espiritu maligno, decia: «No, jamás, rc
«tirate; nada tengo que ver contigo.» Su
rostro, por último, volvió á recobrar su res
plandor, y repetia con dulzura estas palabras:
_ Está bien, está bien; y en seguida se puso á
cantar el ‘Magnificat y el Te Drum. Manifestó
deseos de recibir la santa Eucaristia; mas nó
creyendoto oportuno el superior, en atenciou
- 309 -
á que hacia muy poco tiempo que había co
mulgado, el humilde Santo se conformó. Des
de este momento empezó su agonía; le reco
mendaron el alma, y con gran llanto de sus
hermanos espiró el P. Francisco de Gerónimo
al mediodia del lunes 11 de mayo de 1716 á
los setenta y cuatro años de su edad, y á los
cuarenta y seis de su vida religiosa, habien
do empleado cuarenta en los trabajos de su
vida apostólica.
A pesar de que el superior, por motivos de
prudencia, prohibió que se tocara la campa
ua para anunciar su muerte, sin embargo la
novedad se supo al instante en toda la ciudad,
é hizo tal impresion y con tanta rapidez en
todos los ánimos, que en un instante Jesús
Nuevo se llenó de un concurso inmenso. El em
fermero, deseando conservar alguna reliquia
de hombre tan santo, procuró al tiempo de
amortajarle con las vestiduras sacerdotales,
cortarle un poco de la piel que cubre la plan
ta del pié; pero el piadoso hurto fue bien
pronto descubierto, á pesar de las precaucio
nes que tomó para ocultarle; pues empezó á
correr la sangre de la herida con tanta abun
dancia, que no solamente se mancharon de
— 310 —
ella los lienzos que puso, sino que tambien se
llenó una redomita que hacia tresó cuatro on
zas. Esta sangre que se conservó, retuvo por
espacio de tres meses su liquidez y color na
tural, y obró muchos milagros.
Por la tarde fue conducido el cuerpo á la
iglesia, para cantarle el oficio de difuntos; y
apenas bastó un destacamento de guardias
suizas á ponerle á cubierto de la violencia é
indiscreta devocion de la multitud. Pero aun
no se le habian cantado tres salmos, cuando
el pueblo, salvando todos los obstáculos, se
apiñó al rededor del cuerpo, deseando con
ansia llevarse alguna reliquia del Santo y prin
cipalmente para empapar los pañuelos en la
sangre que aun corria de la herida, de que
arriba hemos hablado, que traspasaba el
ataud. Por último, colocaron el cuerpo en
una capilla lateral, donde quedó á cubierto
de nuevas violencias por una verja de hierro,
que defendiéndole, le dejaba expuesto á la
vista del público. No fue posible con todo eso
resistir á las instancias de muchas personas
piadosas, que solicitaban el favor de acercar
se al Santo, para besarle las manos; y al ano
checer del mismo dia, se permitió entrará los
– 311 –
artistas que habian de retratarle y sacar su
busto. Gran número de devotos volvió á la
iglesia el dia siguiente por la mañana, ro
gando al Santo les librase de sus males y tra
bajos, no quedando sus esperanzas fallidas;
pues en aquel mismo lugar se obraron mu
chas curaciones, y la iglesia resonó varias ve
ces con los gritos de ¡milagro! ¡milagro! El
cuerpo permaneció aun tres dias expuesto al
público, y al cuarto se le colocó en un ataud
de plomo.
San Francisco de Gerónimo era de grande
estatura y bien proporcionado; los años ha
bian encanecido sus cabellos, que fueron ne
gros en su juventud. Tenia la frente ancha,
la cabeza pequeña terminada en punta y un
poco calva. Su rostro flaco y bastante more
mo; sus ojos negros y penetrantes, estaban
cubiertos de pobladas cejas; su nariz algo
aguileña; su voz, que cuando predicaba era
fuerte y sonora, en conversacion era baja y
débil. Sus modales eran agraciados, y su na
tural alegre; todo su exterior respiraba mo
destia, piedad y santidad.
El 3 de julio de 1736, obtenida la licencia
necesaria, se exhumó el ataud que contenía
m... 3.12 .9
el cuerpo de nuestro Santo , y fue hallado es
te hecho polvo. Se recogieron cuidadosamen
te estas preciosas cenizas, depositándolas en
otro ataud de madera. forrado de cobre, y se
trasladaron del cementerio comun á la capi
lla de san Ignacio.
Numerosos milagros extendieron rápida‘
mente la fama de la santidad del P. Francis
co por toda la Italia. Apenas habia ecpirado,
cuando las gentes mas sabias y mas virtuosas
le dieron el titulo de Santo; y el cardenal
Orsini, después Benedicto XIII, que le ve
neraba muy particularmente , hizo su panegi
rico enla catedral de Benavente. Poco des
pués de su muerte, la ciudad de Nápoles, de
acuerdo con la de Benevento, Noia y otras
muchas , acudieron á la Congregacion de Ri
tos solicitando su beatificacion; y el expedien:
te verbal de sus virtudes y de sus milagros
fue extendido y remitido a Roma por el carde
nal Pignatelli activando su despacho , de con
suuo con los demás cardenales, los nobles y
los magistrados del reino. Pero donde nues
tro Santo adquirió mayor celebridad, fue en
Alemania. Á los seis años de su muerte pu— ‘
blicó uno de los Padres de la Compañia un
- 312i —
libro, cuyo titulo era: Relación de los mila
gros obrados por el P. Francisco de Geróni
mo, célebre en toda Europa y particularmen
te en Alemania. Muy vivas solicitudes se di
rigieron desde este país a la Compañia, pi
diendose imprimiese su vida; y cuando esta
apareció (la primera publicacion se hizo en
Alemania), solo en la ciudad de Colonia se
vendieron veinte mil ejemplares. Maria, ar
chiduquesa de Austria , después reina de Po
lonia, fue deudora a nuestro Santo de un se
ñalado milagro, que ella misma certificó en
un documento enviado desde Dresdc . su fe
cha 20 de julio de 17'21. El elector de Magnu
cia dió tambien un testimonio auténtico de
su reconocimiento por los favores que de él
habia recibido , ofreciéndole en cumplimiento
de un voto un corazon de oro. Inflamado
igualmente en celo y en sentimientos de gra
titud el elector de Colonia dirigió al Papa una ‘
solicitud, pidiéndole dispusiese llevar a cabo
un examen legal de los milagros de nuestro
Santo; cuya peticion está fechada en Mons
ter en la Westfalia, a 30 de enero de 1723;
y en 1728 el emperador Carlos VI, el elector
g de Baviera _v otros grandes, reunieron sus es
— 314 -
fuerzos instando con eficacia á la Santa Sede,
para promover el culto público de nuestro
Santo. Concluidos los preliminares de fórmu
la se expidió, por fin, un decreto por Bene
dicto XIVá últimos de mayo de 1758, en el
que declaraba que las virtudes de Francisco
de Gerónimo eran heróicas. Sus milagros fue
ron aprobados por otro decreto dado por
Pio VII, en 9 de febrero de 1806, y en el dia
de la festividad de san José del mismo año,
el propio Pontífice publicó el decreto definiti
vo de su beatificacion.
De tres milagros de que su historia hace á
la vez mencion, el primero se encuentra en
los elogios particulares de los citados decretos,
y los otros dos se escogieron para ser aproba
dos al tiempo de su beatificacion. D.ºTeresa,
hija de D. Adrian, duque de Lauria, tenia
una hija que se llamaba D." Elena de Gueva
ra, que á los diez años era víctima de una
enfermedad ocasionada por las reliquias que
le habian dejado las viruelas, cuyo humor se
le había metido dentro: esta enfermedadem
pezó por los ojos, los que parecia se le iban
secando poco á poco, llegando por último á.
'*' extremo de debilidad, que no podía su
—— 315 —
frir la luz. Una sola vez en las veinte y cua
tro horas podia abrir la boca para hablar y
tomar alimento, y aun entonces era preciso
valerse de muy grandes precauciones; pues
si llegaba á penetrar en su habitacion un so
lo rayo de la luz del sol, se le enclavijaban
inmediatamente los dientes , sin que fuera po
sible desunirselos. Los mas famosos médicos
la habian abandonado como incurable. La
madre habia suplicado a nuestro Santo mas
de una vez cuando vivia, que ejerciese su ca
ridad en favor de su hija , y poco antes de mo
rir la aseguró que esta se restableceria. Asi
que supo la noticia de su muerte, y la rela
cion de los milagros obrados por sus sa grados
restos, se dió prisa en ir a la iglesia con su
hija , a la que hizo tener levantada cerca del
ataud, de suerte que pudiese tocar la mano
del Santo. La primera señal con que se ma
nifestó que este paso habia sido coronado de
un feliz resultado fue, que la niña empezó
a hablar y á pedirque la pusiesen en el sue
lo. ¡Qué felicidad tan indecible debió ser pa
ra aquella madre, el ver á su hija en estado
de poder andar sola, y el que sus miembros,
aunque tan delicados y su cuerpo tan extraor
-- 316 -
dináriamente enflaquecido, recobraban su es
tado natural! Y cuando de vuelta á su casa
la vió sentarse á la mesa, comer por sí sola,
hablar sin la menor dificultad ni dolor, la rea
lidad de tan milagrosa curacion se hizo evi
dente á todo el mundo. La jóven agradecida
abrazó mas tarde la vida religiosa, y vivió has
ta una edad muy avanzada, sin jamás resen
tirse de su mal.
Un individuo de la Congregacion de la Mi
sion, llamado Juan Ambroselli, médico de
profesion, se empeñó en volverse á su casa,
sin hacer caso del aviso que nuestro Santo le
habia dado en contrario, anunciándole que
le amenazaba un peligro. Pocos meses pasa
ron cuando al tiempo de salir una tarde de la
casa de un enfermo, recibió un tiro en el bra
zo derecho y cayó en tierra. Le llevantaron y
llevaron á su casa, y el cirujano declaró que
la herida era en extremo peligrosa, pues los
huesos, los músculos y la carne del brazo y
de la mano estaban horriblemente magulla
dos y destrozados, presentando la semejanza
6le una nuez quebrantada por el golpe del
martillo. Para salvarle la vida se creyó nece
Sario procederá la amputacion; pero no que
— 317 — .
riendo el enfermo resolverse a sufrirla , tomo
el partido de encomendarse al P. Francisco,
trayendo a la memoria, que le habia profe
tizado esta desgracia. Poco tiempo después
vió en sueños al Santo en su actitud ordina
‘ ria, que tocándolc el brazo, le encargo reza
se tres Padre nuestros, tres Ace Marias y tres
Gloria Patri cada dia, y con esto desapare
ció. Despertóse luego, y no sintió ya dolor en
su brazo , ni notó la menor señal de su heri
da. Puhlicando este milagro por donde quiera
que iba, partió sin demora a Nápoles, con el"
fin de dar gracias a su bienhechor, aquien cl
esperaba ver todavia vivo, y anduvo a pié
viajando dia y noche una distancia de cincuen
ta millas, y llegó á tiempo de saber la recien
te muerte del Santo, y de pagar sobre su turn .
ba el tributo de su corazon agradecido.
Sor Maria Ángela Rispoli padecia de ac
"cjidentes de epilepsia y se vió acometida, por
fin, de un ataque de apoplejia, que la dejó
sin sentido ni movimiento. Áfuerza de vio
lentos remedios recobró el habla y el sentido,
mas todo el lado izquierdo le quedó paraliza
do, de modo que se vcia obligada á guardar
cama, sin poder hacer cosa alguna. Habién
– 318 –
dose proporcionado una reliquia del Santo,
pidió á la enfermera que se la aplicara sobre
el costado enfermo; y aquella misma noche
durante su sueño, tuvo el consuelo de ver al
Santo que tocaba los miembros paralizados,
y en seguida desapareció. A la mañana si
guiente, se despertó enteramente buena, se
levantó, se vistió ella sola, y bajó á la iglesia
en donde encontró á las demás religiosas en
oracion delante del santísimo Sacramento,
pues era el dia del Corpus. Su inesperada apa
ricion llenó á todas de terror; mas cuando la
vieron sana, se deshacian en lágrimas de go
zo, y haciendo tocar las campanas, uniendo
á la vez sus voces y sus corazones, entonaron
himnos de alabanza y de alegría, y finalmen
te el Te Deum en accion de gracias por fa
vor tan milagroso.
FIN.
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