Está en la página 1de 3

1

5402-2
EY H. Réflexions sur l’image d’autrui en psychopathologie. In: l’amour du
prochain. Cahiers de la Vie Spirituelle (chap XI). París: du Cerf; 1954. pp.259-271
[Reflexiones sobre la imagen del otro en psicopatología]

Dice Ey que la naturaleza humana nos lleva a una dialéctica de lo uno y de lo otro, por
lo cual en nuestros enfermos no es posible separar ‘la imagen del otro’ de la imagen de
Si’. En un hombre normal ¿Qué puede ser esta imagen del otro y esta imagen de Si? En
la conciencia de todo hombre hay una especie de inmanencia de la imagen de otro; hoy
se habla mucho de la ‘coexistencia’ como modalidad especifica de la existencia
humana. Un hombre es un existente al mismo tiempo que es un ‘coexistente’; existe en
la medida que coexiste. Nuestra existencia implica una imagen de un yo y de otro, de
otros.
En la constitución de la conciencia se da un desdoblamiento del ser que se divide entre
lo que soy, lo que los otros son para mí y también lo que los otros se figuran que soy, e
incluso que soy en la medida en que el otro se representa que soy…
Este desdoblamiento del ser entre el existente y el espectador de esta existencia es la ley
de la estructura de la conciencia. Lacan pudo decir que la conciencia de yo nace delante
del espejo y que el advenir del yo era ese reflejo. Pero podemos decir más: que el ‘yo’
surge en nuestra conciencia ante la mirada de los otros. En el momento en que nos
reflejamos en esa mirada, cuando el niño toma conciencia de el mismo y de los otros,
brota esta imago fundamental del yo en sus relaciones existenciales con la de los otros.

La inmanencia de la dimensión de lo otro en los actos de la conciencia propia es


evidente. ‘Promiscuidad fundamental’ entre lo que soy y lo que son los otros…
presencia de los otros en la intimidad del yo.
* En el lenguaje, como una de las formas más auténticas de la actividad de nuestra
conciencia, captamos esta promiscuidad. Cuando hablando pensamos, y cuando
pensando hablamos siempre estamos en relación con otros: relación necesaria entre el
mundo nunca cerrado de nosotros y el mundo de los otros siempre abierto sobre
nosotros. Cuando ejercitamos nuestro pensamiento tenemos que acordar con los otros
en las categorías lógicas, en las representaciones colectivas.
* Nuestros sentimientos (angustia, amor, odio, simpatía) son vividos en la medida que
nos ponen en relación con los otros, sometidos a su actuar. Dialéctica sentimental del
ego y del alter ego que también vale para otra alteridad, la del Inconsciente como
alteridad de nosotros en relación con nosotros (algo o alguien que somos como ‘otro’ de
lo que somos). En nuestras vivencias afectivas siempre somos bajo la dependencia de
los otros, en conflicto con esta parte de nosotros que se nos escapa.
Toda forma de expresividad de la vida psíquica: mezcla el parecer y el ser, es
posibilidad de mentira o inautenticidad, siempre es una forma de relación con otro.
Operaciones, estructuras de conciencia que implican la alteridad del ser consigo mismo.

Considerando al hombre en su medio social, en su coexistencia, en su modo de ser-en-


el-mundo y en sus relaciones con sus semejantes, el personaje que creo, que soy
2

(personaje pirandeliano) también es una máscara. En la construcción de mi personaje


está implicada la mirada de los otros. Sistema de relaciones en que establecemos
categorías de lo más cercano a lo más lejano. Hay un prójimo cercano que se expresa en
el ‘nosotros’ del ‘tú y yo’ más íntimo, el de las relaciones conyugales (que acerca el tu y
el yo hasta casi la identidad corporal); en este prójimo cercano también se dan las
relaciones del usted y del yo, de otro más lejano pero que persiste en una comunidad
virtual, de lo familiar. Luego hay un prójimo lejano: ‘el’, ‘se’, ‘ellos’ conjunto de
‘alguien’ que son como el horizonte respecto a los cuales nuestra conducta plantea los
mayores problemas morales.

¿Qué es lo que la patología nos enseña respecto a las relaciones del yo y del otro en la
constitución de la persona? Podríamos repasar desde la perspectiva de la patología de la
imagen de yo y de otro toda la patología mental porque en toda enfermedad mental hay
una alteración de estas relaciones existenciales fundamentales. Ey prefiere destacar
algunos puntos.

(1) En las enfermedades mentales hay un fenómeno constante: la vivencia (Erlebnis) de


la alteración del yo en relación con los otros que podemos tener a) por conocimiento o
experiencia personal (intoxicaciones y ebriedades experimentales -mescalina por
ejemplo-), b) por lo que pasa en los estados crepusculares (epilepsia por ejemplo, cf
Hermanos Karamazov, El Idiota), c) por experiencia clínica. Metamorfosis de la
vivencia contada por los pacientes como ‘desdoblamiento’, ‘despersonalización,
‘posesión’, en que se sienten divididos en el mismo y en otro, invadidos por otro.
Vivencia de extrañeza de quien está en comunicación mágica, anormal, con otro.
Ruptura de la intimidad en que la promiscuidad señalada se actualiza y se realiza como
un hecho. Falsos reconocimientos, ilusiones de Frégoli o del Sosías que son alteraciones
de la pareja: imagen de si e imagen del otro.
En estas experiencias hay como un encuentro de si mismo con el otro, con el Otro en un
sentido ‘diabólico’ en la medida que esa imagen se inviste de temor y terror (semejante
a lo que le pasa a un niño que entra a una pieza oscura). Carácter trastornante y
misterioso del encuentro de uno mismo con ese alguien otro, con todos los desarrollos
posibles de la temático del soñar o de la pesadilla. Ese otro. que se presenta como el
alguien terrible que describen los delirantes, es un alguien neutro pero cargado del
misterio que nace de un yo desfalleciente. Pero este otro, dice Ey tiene otro valor, otra
existencia.
Rápidamente discernimos que entre esas posibilidades (virtuales) de encuentros con los
otros, hay un tipo de relación arcaica. Captamos que lo que es proyectado en la imagen
de ese alguien terrible, misterioso no es otra cosa que todas las relaciones existenciales
primitivas que han ligado el yo a la imagen del otro, a la imagen del prójimo cercano
que han sido los padres los hermanos, y cualquiera que determinó el encuentro decisivo
de mi yo con el otro.
Relaciones misteriosas donde se pierde la transparencia de las relaciones habituales con
los otros, de ahí las fantasmagorías que hacen de ese personaje un monstruo, un robot
físico, mecánico.
3

(2) Si se considera otro tipo de delirante, aquel que vive su existencia en la sociedad, en
la historicidad de su personaje propio, entonces es alguien que se queja o que nos cuenta
una especie de novela existencial donde están alteradas y dramatizadas las modalidades
de relaciones del yo y del otro. (a) Por ejemplo las del celoso delirante que sin vivir una
situación de infidelidad real vive unos celos que se expresan fenomenológicamente por
la experiencia del rival. Rival siempre presente como un tercero, ya sea que duplique el
objeto, o bien que duplique al sujeto (se refiere a los estudios de Lagache). (b) Otro
ejemplo es el delirante que coexiste con un personaje perseguidor que lo acompaña toda
la vida, como alguien necesariamente implicado en su existencia. Personaje que se
conjuga como ‘se’, ‘el’, ellos’, raramente ‘tú’, incluso a veces ‘yo’ en la serie de
degradaciones en la proyección de si en otro. Imágenes posibles, cada vez más o cada
vez menos cercanas al individuo, hasta la identificación con esa alteridad de la persona
que llamamos su Inconsciente. Ese ‘algo’ o mejor ese ‘alguien’ a quien el perseguido
queda fijado. (c) En el ejemplo de la erotomanía, la ilusión de ser amado, es la
presencia de alguien la que ha ingresado en la vida del paciente como una exigencia no
querida conscientemente pero como una compañía, un doble de sí salido de las
profundidades de si mismo. (d) En otros casos la imagen del otro se volatiliza
fantásticamente animando todos los objetos de la naturaleza, y en otro por el contrario,
rechazando toda realidad al personaje del otro (Ey refiere al tomo II de sus Estudios
Psiquiátricos).

Dice Ey que alcanzando un conocimiento reflexivo de la originalidad extrema de estas


experiencias del otro en los enfermos mentales es posible no cometer el error que
consiste en no establecer la diferencia, de hecho y de derecho, entre lo normal y lo
patológico. Error por el cual se ‘normaliza’ lo patológico o se ‘psiquiatriza’ lo normal.
Cuando se penetra en el delirio por ‘comprensibles’ que parezcan su experiencias no
son (como en el caso de los celos mórbidos) pasiones intensas, sino estructuras de
existencia o de coexistencia profundamente perturbadas, irreductibles a las relaciones de
comprensión interhumanas normales.

Finalizando Ey se pregunta ¿cuál es el signficado humano de este sufrimiento? Los


estados psicopatológicos actualizan una problemática del amor (forma suprema de la
coexistencia) que suelda al delirante a experiencias muy primitivas y lo comprometen
en un determinismo ciego y cerrado. El hombre normal en cambio aunque sometido a
los mismos problemas existenciales, dividido contra si mismo debe, por su esfuerzo,
armonizar la imagen de si y la imagen del otro en la coexistencia: el amor del prójimo
representa ese difícil equilibrio.
** ** **

También podría gustarte