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Mella - LA PREGUNTA POR DIOS HOY
Mella - LA PREGUNTA POR DIOS HOY
Pablo Mella1
Instituto Superior Bonó
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Charla pronunciada en el marco de la Feria Intenacional del Libro, Santo Domingo, 21 de abril de 2018.
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Prometiendo el cielo, la religión no era otra cosa que «el opio del pueblo», según
la conocida frase de Marx que aparece en la Crítica de la filosofía del derecho de
Hegel (publicada en 1844). Recordemos el párrafo donde aparece esa frase, pues
entraña una notoria belleza literaria y muestra que, en el fondo, la pregunta por
Dios seguía siendo pertinente para el mismo Marx:
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Karl Marx, Crítica de la filosofía del derecho de Hegel, Buenos Aires, Ediciones del Signo, 2005, p. 50.
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En segundo lugar, para abordar la pregunta por Dios hace treinta años, se habría
hecho un recurso a la teoría freudiana. De acuerdo con Freud, la experiencia
religiosa constituía una amenaza a la libertad y un atentado contra la verdad.
Desde el punto de vista psíquico, la práctica religiosa implicaría la renuncia a la
felicidad. En su obra El futuro de una ilusión Freud escribió: «[la religión es una]
neurosis obsesiva universal de la humanidad; ésta surgió, igual que la neurosis
obsesiva de los niños, del complejo de Edipo, de la relación con el padre». Dos
tesis freudianas fundamentales se desprenden de esta cita: primero, la religión es
ilusión; segundo, esta ilusión conecta con los deseos más profundos de los seres
humanos conflictuados con la figura paterna. Basta leer, por ejemplo, la novela de
Saramago El evangelio según Jesucristo (1998) y se constatará la permanencia de
esta línea interpretativa.
que lo rodeaba. Pero estas evidencias se desvanecen apenas una persona que se
pregunta sobre Dios se pone en contacto con figuras no paternales de lo divino,
que son muchísimas, o con la reflexión desarrollada por la teología académica,
que sabe perfectamente que la noción de padre en el lenguaje religioso cristiano
es analógica.
Por último, hace unos años se abordaba la cuestión de Dios desde una posición
inspirada en Nietzsche y que podríamos caracterizar como un «ateísmo
desenfadado». Más que los anteriores, la crítica de Niezstche es explícitamente
judeocristiana y, por esta razón, acaba teniendo más resonancia en sociedades
predominantemente cristianas como las latinoamericanas y caribeñas.
La vía por la cual Nietzsche critica la religión es más existencial que las anteriores.
En su opinión, detrás de la religión se encuentra el sentimiento del miedo. Desde
pequeños, los seres humanos experimentamos sentimientos de angustia e
impotencia. Estos sentimientos nunca dejan de acompañarnos. Por lo tanto, los
asuntos que se refieren a la religión no pertenecen al dominio de la verdad, sino
al dominio de la voluntad, de lo que deseamos hacer con nuestras vidas. La
religión no remite en realidad a un más allá ideal y perfecto, a Dios; remite al más
acá de la afirmación de la vida. El proyecto de Nietzsche es acercarnos al mundo
real en su flagrante contradicción.
Ahora bien, como dijimos, Nietzsche se interesa sobre todo por acabar con los
consuelos que ofrece la tradición religiosa judeocristiana. La inmortalidad que
ofrece el cristianismo tiene como efecto desgraciado el considerar la vida
presente como una desdibujada transición hacia otra vida. Sobre esta base,
Nietzsche va a considerar el cristianismo como un platonismo popular. El
cristianismo constituye una moral para gente vulgar y débil; en realidad, el
cristianismo sería una moral de esclavos. La pregunta por Dios se inserta en esta
dinámica. Necesariamente conduce al cultivo de valores decadentes propios de
personas que se comportan como borregos de un rebaño. Estos valores son bien
conocidos: humildad, mansedumbre, obediencia y espíritu de sacrificio. Pero si se
los analiza bien desde la voluntad de autoafirmación necesaria para la existencia,
estos valores aparecen como atentados contra la vida pues están orientados a
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De Nietzsche procede una idea extendida sobre Jesucristo en nuestros días. Jesús
no es el hijo de Dios; tampoco fundó la Iglesia. Jesús fue un hombre humilde,
lleno de bondad, sensible y valiente. En realidad Jesús rechazó toda forma de
organización religiosa. Es verdad que su mensaje hablaba de paz y mansedumbre;
pero esto no le comprometió su compromiso por la vida. Frente a Jesús aparece
más bien la figura de Pablo de Tarso. Este sería el verdadero fundador de la
Iglesia, con todos sus preceptos y estructuras, sobre todo con su jerarquía. Para
reforzar todo esto, se inventó lo de la vida más allá de la muerte, la noción de
juicio final y la esperanza de la resurrección de la muerte. Bienaventurado era el
manso que, esperando la vida futura, no se rebelara contra la vida presente. La
Iglesia quiere que sus fieles se sientan como ovejas de un rebaño guiado por sus
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pastores. Para lograr esta sumisión, era necesario llenarlos de miedo de perder la
vida futura, y con este fin se desarrolló toda la dogmática del pecado. En realidad,
la teología del pecado ha permitido acabar con todo sentido de belleza y valentía.
Desde el principio afirmamos que la pregunta por Dios sigue teniendo vigencia
hoy. Ahora podemos añadir: la pregunta por Dios sigue teniendo vigencia hoy
después de sobrevivir a décadas de ateísmo militante. La pregunta es: ¿por qué?
La respuesta debe de ser tipo histórico. La inmensa mayoría de las personas sigue
siendo creyente. Veamos.
Partiendo pues, del hecho religioso estudiado por la historia de las religiones,
podemos decir, en un registro meramente empírico, que la religión es
fundamental para la historia de la humanidad misma y sigue siendo central para
la mayoría de los seres humanos. Hoy existen unos 7,700 millones de personas en
el mundo. Se calcula de esta población que el 14% se considera ateo y agnóstico.
Los ateos representan solo el 2%; los demás se clasifican como “no religiosos” (lo
que no necesariamente implica que no tengan experiencia de lo sagrado). Por su
parte, el 86% de la población mundial contemporánea profesa algún tipo de
creencia religiosa. Entre los creyentes, el grupo religioso mayor es el cristiano, con
un 33%; es seguido por los musulmanes, con un 20%. El resto de los creyentes se
reparten así: 13% hindúes, 6% budistas y 13% otros. La religión más dinámica en
nuestros días es la musulmana.
Creo que lo que sucede en estos escenarios al erigirse la pregunta por Dios se
puede llamar “crisis de fe”, definida como una duda existencial acerca del Dios en
el que se cree hasta ese momento. De todas estas crisis de fe, me parece más
interesante para el contexto hispanoamericano la última. A ella dedicaremos la
tercera y última parte de esta charla.
Así aparece la figura del niño. Y uno se pregunta: ¿qué puede hacer el niño que no
puede hacer el león? Nietzsche responde: «El niño es inocencia, olvido, el niño
representa un nuevo principio. En el juego de crear, se necesita expresar un santo
"sí", pues el espíritu ahora quiere hacer su voluntad, y al retirarse del mundo,
conquista su propio mundo». En otras palabras, el niño es sencilla autoafirmación
juguetona y creativa, que no necesita de amenazar a nadie para afirmar su
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En esta cita podemos desgajar los elementos fundamentales que hemos ofrecido
hasta el momento. Pero queda reforzada la importancia de la pregunta por Dios,
en clave nietzcheniana. Más que razonar sobre lo sagrado, Argullol prefiere un
“querer enigmas” que le permitan afirmar sus búsquedas vitales.
Conclusión
Una frase para concluir. La importancia de la pregunta por Dios hoy radica en la
posibilidad de evolucionar espiritualmente. Cuando un sujeto se conforma con lo
que ha alcanzado en su experiencia de lo sagrado tiende a abandonar su fuerza
creativa. En el fondo, la posición de Nietzsche apunta en la dirección correcta: el
Superhombre es aquel que, con toda espontaneidad, después de haber destruido
todas las cristalizaciones cómodas sobre Dios, empata con la corriente de la vida y
despliega sus fuerzas creativas de manera armónica.