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Brian R. Hamnett
Introducción
La ruptura política con el colonialismo español no fue un fenómeno instantáneo,
sino un proceso largo con interrupciones y reveses. El colapso del absolutismo
borbónico en España en marzo de 1808, la usurpación bonapartista, la
insurrección peninsular y la formación de las juntas provinciales de resistencia,
el golpe de estado del 15-16 de septiembre de 1808 en la ciudad de México
que derrocó al Virrey José de Iturrigaray (1803-1808), todos fueron
acontecimientos abruptos y brutales. De la misma manera, la insurrección del
16 de septiembre de 1810 dirigida en el Bajío por el Padre Miguel Hidalgo, la
prolongada insurgencia que de ello resultó, la masacre de los españoles en la
Alhóndiga de Granaditas y en Valladolid de Michoacán, el fusilamiento de los
principales dirigentes revolucionarios, el derrocamiento del Virrey Conde del
Venadito (1816-1821) por el ejército español, y la entrada del Ejército
Trigarante bajo el mando de Agustín de Iturbide en la ciudad de México en
septiembre de 1821, fueron acontecimientos dramáticos, que produjeron un
cambio fundamental en la cultura política mexicana. Sin embargo, no debemos
olvidar los elementos de continuidad escondidos detrás de esta turbulencia.
Dos factores centrales llaman la atención. El primero fue la supervivencia de
México como entidad política durante todo el período de la crisis del antiguo
régimen colonial. El segundo fue la deuda evidente de las nuevas instituciones
— y la ideología que las inspiraba — al Despotismo Ilustrado y al Liberalismo
de las Cortes de Cádiz (1810-1813).
La Estructura institucional
El Estado mexicano heredó varios elementos de la estructura institucional del
virreinato. Las intendencias de provincia, creadas por la Real Ordenanza de
Intendentes de 1786, fueron el prototipo territorial de los estados formados en
1824. Las diputaciones provinciales formadas por primera vez en 1813 y
reconstituídas y extendidas a partir de 1820 prepararon la base para los
congresos estatales de la nueva república. Por supuesto, el objetivo original de
esas instituciones no correspondía de ninguna manera con su historia
subsiguiente en la República mexicana. El gobierno borbónico también
estableció un nuevo administrador subordinado, el subdelegado. La
Constitución de Cádiz mantuvo las intendencias pero adoptó el principio liberal
de la separación de los poderes: redujo los intendentes solamente al ejercicio
de la jurisdicción civil. Al mismo tiempo, los constituyentes gaditanos crearon
un nuevo oficial para suceder a los subdelegados, el jefe político. La
Constitución disminuyó la autoridad del virrey, reduciéndolo a ser meramente el
"jefe político superior" de la Nueva España.
La Constitución de 1824 estableció un sistema federal, explícitamente
rechazado en 1812. Creó 19 estados y cuatro territorios. Estos estados
formularon sus propias constituciones y empezaron la tarea de construir sus
instituciones internas. Debajo del Gobernador del Estado, elegido por el
"pueblo", habría un gobernador de departamento, y debajo de éste habría un
subprefecto de distrito, ambos nombrados por el Gobernador. El
constitucionalismo de 1824, de esta manera, no mantuvo el jefe político (de
1812) y prefirió establecer un nuevo oficial por cuatro años (y la posibilidad de
reelección). Este oficial, que no tendría un sueldo fijo, presidiría en los
ayuntamientos o repúblicas de indios (pero sin el derecho de votar)1. Después
de la quiebra del federalismo en 1836, el sistema centralista mantenía el
subprefecto a nivel distrital, mientras que desmanteló la estructura federal,
aboliendo los estados y nulificando sus constituciones. Redujo los antiguos
estados a "departamentos" con un "Gobernador" nombrado por el Presidente
de la República. Estableció una Asamblea Departamental en cada
Departamento. Entre el Gobernador y el subprefecto de distrito habría un
Prefecto nombrado por el gobierno nacional. Las Siete Leyes y las Bases
Orgánicas dieron forma jurídica a esas medidas que fueron restablecidas por
los regímenes centralistas de 1858 y 1863.
Los constituyentes de 1856-57 restablecieron al jefe político. A partir de la
Constitución de febrero de 1857, éste oficial llegó a ser la personalidad más
significativa en el proceso electoral en los distritos. Nombrado por el
Gobernador del Estado, el jefe político representaba la supervivencia de un tipo
de autoritarismo a nivel distrital. De profunda importancia durante la República
Restaurada (1867-76), el jefe político alcanzó su mayor importancia bajo el
régimen personalista del General Díaz (1884-1911), Cerca de 300 de ellos
funcionaban en la República alrededor del año de 18902. Esas tendencias
autoritarias existían al lado del esfuerzo de las élites por formar un sistema
representativo. Relativamente pocos argumentaron en favor de la dictadura,
por lo menos antes de 1884. Sin embargo, no se podía extinguir en un solo día
el legado de los tres siglos de absolutismo virreinal.
Conclusión
La formación del Estado mexicano fue un proceso lento e incompleto. No fue
logrado de una manera definitiva durante el período concluido en 1867. El
triunfo liberal de 1867 y la restauración de la República no llevó este proceso a
su culminación, como lo demostraron los conflictos constitucionales y políticos
de la década siguiente. Sin embargo, México había sobrevivido a una serie de
profundas crisis poscoloniales y había mantenido no solamente su soberanía
como Estado independiente, sino también su integridad territorial interna (por lo
menos a partir de la cesión de La Mesilla en 1853). La inestabilidad política del
período desde 1821 hasta 1867 se debió en gran parte a los problemas
financieros que ningún régimen, cualquiera que fuese su orientación ideológica,
podía resolver. En muchos respectos, México continuaba siendo un país rico y
con gran potencialidad pero con un Estado nacional desprovisto de los
recursos que pudieran fortalecerlo. Tenía hombres de talento y originalidad,
pero poca experiencia del sistema republicano representativo. Sin embargo, no
se pudieron evitar la subversión de la Constitución de 1857 ni la construcción
de una dictadura. La formación del régimen porfirista resultó no de la debilidad
de las instituciones, aunque recién formadas, ni tampoco de la ausencia de
hombres de talento y de ambición política, sino del deseo insaciable del
General Díaz desde el triunfo republicano de 1867 de apoderarse del poder.
Durante el período entre la Independencia y la consolidación del régimen
porfirista, la política estuvo más abierta que en los períodos anterior y posterior.
Además, la debilidad del Estado — y la división de la autoridad entre muchos
centros de poder — hizo posible una mayor presión popular a varios niveles.
Por esta razón, la política no fue únicamente una lucha entre facciones o
personalidades de la élite. Al contrario, las acciones de grupos sociales más
allá de la élite podían retrasar o frustrar la realización de los objetivos de los
gobernantes.
Agradazco a mis colegas, Linda Arnold (en México) y Alfredo Galván (en
Essex) sus comentarios beneficiosos.
NOTAS:
1 Colección de leyes y decretos del Estado Libre de Oaxaca, Oaxaca, 1851, pp. 215-218.
2 J. Lloyd Mecham, "The Jefe Político of México," The South-Western Social Science Quarterly
13. 4 (1933), pp. 333-352.
3 José López Ortigoza, Exposición de su administración publica. Oaxaca, 1831, pp. 5, 28-29.
4 Archivo General del Estado de Oaxaca, Fondo Especial Benito Juárez, caja 13746. Colección
de leyes y decretos, pp. 701-707.
5 Ramón Cagija, Memoria de Gobierno. Oaxaca, 1861, p. 81.
6 El Regenerador VII, no. 40, Oaxaca 19 de mayo de 1842. Benito Juárez, Exposición de su
administración. Oaxaca, 1848, n°. 5 y 6.
7 Jorge L. Tamayo (comp.), Benito Juárez. Documentos, discursos y correspondencia. 15 vols.
México, 1964-71, I, pp. 249, 251; IV, pp. 792-793. Rosaura Hernández Ramírez, Ignacio
Comonfort. Trayectoria política. Documentos, México, 1967, pp. 40-55, 62.
8 Véase Emilio Rabasa, La Constitución y la dictadura. México, 1912, pp. 29, 52-55, y Daniel
Cosío Villegas, La Constitución de 1857 y sus críticos. México, 1957.
9 Brian Connaughton, Ideología y sociedad en Guadalajara (1788-1853). Mexico, 1992,
examina el desarrollo cambiante de las percepciones eclesiásticas de la política durante la
primera parte del siglo XIX. Véase también La Cruz: periódico exclusivamente religioso
establecido ex-profeso para difundir las doctrinas ortodoxas y vindicarlas de los errores
dominantes, 7 vols., México, 1855-56.
10 Martín Quiriarte, Relaciones entre Juárez y el congreso. México, 1973, proporciona detalles,
sobre todo, acerca de la cuestión de los poderes extraordinarios.