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Guzmán Brito - VIDA Y OBRA DE ANDRÉS BELLO Especialmente Considerado Como Jurista PDF
Guzmán Brito - VIDA Y OBRA DE ANDRÉS BELLO Especialmente Considerado Como Jurista PDF
ABREVIATURAS
PRÓLOGO
PRIMERA PARTE
Biografía de un humanista hispanoamericano
§ 5. La vida privada. Las amistades. Los últimos años. Bello en la memoria perenne
a) La vida privada
b) Las amistades
c) Los últimos años
d) Bello en la memoria perenne
SEGUNDA PARTE
La obra intelectual no jurídica de Bello
§ 6. Filología y Gramática.
a) Filología
b) Gramática
TERCERA PARTE
La obra jurídica de Bello
§ 9. Bello internacionalista
a) Una obra teórica y práctica
b) El Derecho internacional hacia fines de la época londinense de Bello
c) Los “Principios” de Bello
d) Las innovaciones de Bello en el Derecho internacional
BIBLIOGRAFÍA
ABREVIATURAS
VV. AA., Homenaje a don Andrés Bello VV. AA. [Instituto de Chile], Homenaje a
don Andrés Bello con motivo de la
conmemoración del bicentenario de su
nacimiento. 1781-1981 (Santiago de
Chile, Editorial Jurídica d Chile- Editorial
Andrés Bello, 1982).
PRÓLOGO
El trabajo que ofrezco contiene una biografía de BELLO que quiere destacar su
dimensión jurídica, sin desmedro de las demás que presenta el sabio, omitiendo las cuales
es imposible entender ninguna.
Pero se trata ésta de una biografía deliberadamente en compendio. Así me fue solicitado
por “The Global Law Collection”, de modo que nunca fue mi proyecto acometerla en
profundidad y extensión. Se quería orientar a los juristas europeos deseosos de acceder a
una primera noticia completa acerca de la figura y obra de BELLO, especialmente en sus
facetas jurídicas, y de introducir a quienes de aquéllos se interesaren por conocerla con más
hondura, merced al registro de la bibliografía concerniente. Y si algún mérito tiene este
opúsculo es justamente el aparato de tal que contiene, caracterizado por quedar casi con
exclusividad referido a la más moderna y científica literatura sobre BELLO. Ha sido
inevitable que de una figura tan grande como la de nuestro biografiado se haya escrito
mucho desde los primeros tiempos posteriores a su muerte y que cierta porción de lo escrito
se adscriba al género laudatorio, sobre todo con ocasión de los actos sociales de aniversario.
Pero en los últimos tiempo la investigación bellista metódica ha hecho avances notables y
son, pues, sus resultados, no sólo los relativos a BELLO jurista, los que preferentemente
registro aquí.
A. G.
PRIMERA PARTE
BIOGRAFÍA DE UN HUMANISTA HISPANOAMERICANO 1
1 Para la biografía de BELLO, es clásica la de AMUNÁTEGUI, Miguel Luis, Vida de don Andrés Bello
(Santiago de Chile, Pedro G. Ramírez, 1882; 2ª edición, Santiago de Chile, Publicaciones de la Embajada de
Venezuela en Chile, 1962), que en cierto modo vale como autobiografía, pues BELLO informó sobre muchos
acontecimientos narrados en ella directamente al autor. Las principales biografías generales modernas son:
CALDERA, Rafael, Andrés Bello (Caracas, 1935, y sucesivas ediciones); ORREGO VICUÑA, Eugenio, Don
Andrés Bello (3ª edición, que es la definitiva, Santiago de Chile, 1940); MURILLO RUBIERA, Fernando, Andrés
Bello: Historia de una vida y de una obra (Caracas, La Casa de Bello, 1986); y, últimamente, JAKSIC, Iván,
Andrés Bello: la pasión por el orden (Santiago de Chile, Editorial Universitaria, 2001). Compendiosas, pero
bien informadas y atendibles son las de LIRA URQUIETA, Pedro, Andrés Bello (México, Fondo de Cultura
Económica, 1948); SALVAT MONGUILLOT, Manuel, “Vida de Bello”, en VV. AA., Estudios sobre la vida y
obra de Andrés Bello (Santiago de Chile, Ediciones de la Universidad de Chile, 1973), pp. 11-77; ÁVILA
MARTEL, Alamiro, Andrés Bello. Breve ensayo sobre su vida y su obra (Santiago de Chile, Editorial
Universitaria, 1981). Fuente importante para la biografía de BELLO son sus cartas, publicadas en BELLO, A.,
OC. (Caracas), XXV-XXVI: Epistolario. “Prólogo” de Oscar Sambrano Urdaneta.
§ 1. NIÑEZ Y JUVENTUD AVANZADA EN CARACAS 2
a) La familia Bello.
Hacia las postrimerías del imperio español en América, en Caracas, cabeza de la
Capitanía General y Gobernación de Venezuela 3 , el 29 de noviembre de 1781, dentro del
matrimonio formado por Bartolomé BELLO y BELLO y Ana Antonia LÓPEZ DELGADO, nació
un niño que fue bautizado con el nombre de Andrés de Jesús María y José. Fue el primero
de siete hermanos, tres varones y cuatro mujeres. Las líneas parentales de ambos
progenitores tenían origen canario 4 . El padre era abogado de profesión y músico por
afición, y como tal gozó de nombradía como buen compositor. No ejercía empero la
abogacía, pues era funcionario del gobierno como fiscal de la Real Hacienda y Renta del
Tabaco en la provincia de Cumaná, lo cual le obligaba a frecuentes ausencias del hogar
familiar. Por lo demás, falleció en 1804 5 . Salvo, tal vez, en lo que atañe a la pasión de
BELLO por la música, que no es poco, su padre parece no haber influido en el joven, quien
omitió referirse a él en las conversaciones biográficas que muchos años después, y ya en
Chile, sostuvo con sus discípulos, los hermanos Miguel Luis y Gregorio AMUNÁTEGUI
ALDUNATE, acerca de su vida, que servirían de fuente, primero a la biografía publicada por
ambos y después a la redactada sólo por el primero. BELLO tampoco menciona al padre en
sus cartas; a diferencia de cuanto hizo con su madre, a la que siempre guardó una delicada
devoción, y cuya remembranza le hacía derramar lágrimas aun en la vejez avanzada. Su
abuelo materno, Juan Pedro LÓPEZ, en cuya casa nació BELLO 6 , era un pintor de gran
notoriedad 7 . Así que la familia BELLO, aunque no hacía parte de la aristocracia, tampoco
era desconocida en la sociedad caraqueña.
2 SAMBRANO URDANETA, Óscar, “Cronología de Bello en Caracas”, en Bello y Caracas, pp. 91-97.
3 POLANCO ALCÁNTARA, Tomás, “La Real Audiencia de Caracas y la Capitanía General de Venezuela
durante los años caraqueños de Andrés Bello”, en Bello y Caracas, pp. 71-90
4 FERNÁNDEZ, David, Los antepasados de Bello (Caracas, La Casa de Bello, 1978).
5 CALZAVARA, Alberto, “El padre de don Andrés Bello”, en Bello y la América Latina, pp. 225-238.
6 Sobre esa casa: BOULTON, Alfredo, El solar caraqueño de Andrés Bello (Caracas, La Casa de Bello,
1978), pp. 11-30
7 Sobre él: BOULTON, Alfredo, El solar caraqueño, cit. (n. 6), pp. 31-58
8 CASTILLA LARA, Lucas Guillermo, “Nuevos elementos documentales sobre fray Cristóbal de Quezada,
maestro de Bello”, en Bello y Caracas, pp. 111-163.
matricularse en la Real y Pontifica Universidad de Caracas 9 para cursar el bachillerato en
Artes (Filosofía), que exigía tres años de estudios. Los estudios de Filosofía los realizó bajo
la dirección del presbítero Rafael ESCALONA, y aunque en ellos preponderara la
Escolástica, no estaban ausentes las perspectivas de la Filosofía y la Ciencia natural
modernas. En ella estudio también Lógica, Aritmética, Álgebra, Geometría y Física. Se
graduó en 1800 10 . En aquella época aprendió por sí mismo el francés con ayuda de una
gramática de esa lengua y de un ciudadano francés residente en Caracas. Consta que inició,
además, estudios de Medicina 11 , en los que, empero, no persistió. BELLO confidenció a los
hermanos AMUNÁTEGUI ALDUNATE haber proseguido, además, cursos de Derecho; pero
ello no está documentado; y de haberlos comenzado, seguramente los abandonó al poco
tiempo. Hacia el mismo año de 1800 principió a escribir sus primeros poemas 12 .
Durante su permanencia en el seminario de Santa Rosa, había entablado relaciones de
amistad con algunos hijos de familias hidalgas de Caracas, como la de los hermanos
USTÁRIZ, favorecedores de las letras y poetas dos de ellos. Su ingreso en la universidad
amplió el círculo de sus relaciones, y ahí las trabó, por ejemplo, con Simón BOLÍVAR, de
quien, además, actuó como preceptor privado entre 1797 y 1799. El mismo BOLÍVAR
recordaría el hecho años más tarde –como diremos–, aunque las circunstancias de la vida
tenían entonces separados un tanto a ambos personajes. En general, BELLO sobresalía de
entre la juventud estudiosa de su tiempo 13 , de la que, por otro lado, había ganado su
admiración, fundada en los avanzados conocimientos que tenía adquiridos y en sus talentos
naturales, unidos a la modestia que por haber reconocidamente desplegado en su madurez y
vejez, con seguridad tenía que haberle adornado ya desde su juventud. Un posterior
testimonio de BOLÍVAR es al respecto elocuente: “Yo conozco la superioridad de este
caraqueño contemporáneo mío; fue mi maestro cuando teníamos la misma edad; y yo le
amaba con respeto” 14 .
Hacia el final de sus estudios universitarios, BELLO trabó relación con Alexander VON
HUMBOLDT, durante la misión científica que hubo de llevarlo por entonces a Venezuela en
compañía del francés Aimé BONPLAND, y le sirvió de acompañante y guía en sus viajes por
la comarca.
9 LEAL, Ildefonso, “Andrés Bello y la Universidad de Caracas”, en Bello y Caracas, pp. 165-186.
10 El expediente de graduación ha sido publicado por [LEAL, Ildefonso], El grado de bachiller en artes de
Andrés Bello (Caracas, La Casa de Bello, 1978).
11 AMUNÁTEGUI, Miguel Luis, Vida de don Andrés Bello, cit. (n. 1), p. 27.
12 PAZ CASTILLO, Fernando, “Poesía caraqueña de Bello”, en Bello y Caracas, pp. 187-196.
13 MORÓN, Guillermo, “La generación de Bello (Esquema para una investigación)”, en Bello y Caracas,
pp. 99-110.
14 BOLÍVAR, Simón, Cartas del Libertador (Caracas, Fundación Vicente Lecuona, 1969), VII, pp. 127-
128.
teniente coronel. En 1808 fue nombrado como secretario político de la Junta Central de
Vacuna 15 . En el mismo año se le encargó la redacción del periódico oficial La Gazeta de
Caracas, editado en la recientemente introducida imprenta 16 . En 1809 ya era oficial
primero de la Gobernación. Durante el mismo año proyectó la publicación de una revista
que iría a llamarse El Lucero, de la cual, empero, sólo su prospecto vio la luz 17 ; y redactó
un Resumen de la historia de Venezuela, para hacer parte de una publicación mayor
denominada Calendario manual y guía universal de forasteros en Venezuela para el año
1810, que hubo de ser el primer libro editado en Venezuela, precisamente en ese año 18 .
d) La Revolución de Independencia.
Entre tanto, los acontecimientos se precipitaban en Europa de un modo que habrían de
incidir imprevistamente en la vida del propio BELLO.
A mediados de julio de 1808, el Capitán General de Venezuela recibió dos números del
Times de Londres y encargó a BELLO su traducción al castellano. En él se daba noticia de
las asombrosas mudanzas habidas en el gobierno de la Monarquía española, vale decir, la
abdicación de CARLOS IV y sus herederos al trono de España, la confinación de la familia
real en el interior de Francia y la ascensión de José BONAPARTE a aquél. El nervioso y
apresurado consejo convocado por el gobernador para debatir acerca de tales hechos y
adoptar un partido no concedió, sin embargo, crédito a las noticias inglesas. Pero algunos
días después se presentó ante el gobernador un oficial de la marina francesa, portador de
pliegos oficiales para la Capitanía General, que participaban el advenimiento del nuevo rey.
Traducidos también por BELLO, esta vez hubo que aceptar la realidad. El gobernador
convocó a una junta general de notables, la cual, presionada por un espontáneo y
tumultuoso cabildo de ciudadanos –que también movió al oficial francés a abandonar
prudentemente Caracas–, se vio obligada a proclamar fidelidad a FERNANDO VII. Los
sucesos europeos posteriores y particularmente la invasión francesa a España hicieron
temer que una operación semejante se intentare con respecto a sus posesiones en América
y, en seguimiento del ejemplo peninsular, el 19 de abril de 1810 se constituyó una Junta
Suprema Conservadora de los Derechos de FERNANDO VII que, junto con forzar la renuncia
del gobernador a su cargo, desconoció la autoridad del Consejo de Regencia poco antes
formado en España para salvaguardar las prerrogativas del rey legítimo, que, como la
denominación que se dio indica, asumió ella misma. La Junta designó a BELLO como
adscrito a la sección de Relaciones Exteriores de la Secretaría de Estado, que
contemporáneamente había creado. Deseosa de conseguir el apoyo de Inglaterra para su
causa, bajo el concepto de precaver una invasión francesa a Venezuela, enviada por el
15 ARCHILA, Ricardo, “La Junta Central de Vacuna”, en Bello y Caracas, pp. 197-263. También [GRASES,
Pedro], Dos textos de Andrés Bello en la Junta Central de Vacuna, Caracas, 1807-1808 (Caracas, La Casa de
Bello, 1979).
16 PÉREZ VILA, Manuel, “Andrés Bello y los comienzos de la imprenta en Venezuela”, en Bello y
Caracas, pp. 265-303.
17 Noticias sobre este proyecto: GRASES, Pedro, “Tres empresas periodísticas de Andrés Bello”, en Cuarto
libro de la Semana de Bello en Caracas (Caracas, Ediciones del Ministerio de Educación, Dirección de
Cultura y Bellas Artes, 1955), pp. 47-55.
18 Calendario manual y guía universal de forasteros en Venezuela para el año de 1810, con superior
permiso (Caracas, Imprenta de Gallagher y Lamb, 1810) [edición facsimilar en GRASES, Pedro, El primer
libro impreso en Venezuela (Caracas, Ediciones del Ministerio de Educación, Dirección de Cultura y Bellas
Artes, 1952)].
advenedizo rey José BONAPARTE, o directamente por su hermano el emperador, y de evitar
un conflicto con el Consejo de Regencia peninsular, la Junta resolvió despachar una misión
diplomática a la corte de Saint James, integrada por Simón BOLÍVAR, Luis LÓPEZ MÉNDEZ
y el propio BELLO.
a) La misión diplomática.
Los comisionados de la Junta de Caracas llegaron a Londres en julio de 1810. El
Ministro de Relaciones Exteriores inglés, Lord WELLESLEY, los recibió con cortesía, pero
privada y extraoficialmente en su casa particular, porque en ese momento Inglaterra era
aliada de la España gobernada por el Consejo de Regencia en nombre del monarca legítimo
cautivo de NAPOLEÓN, y no deseaba aparecer conectada directamente con las provincias
americanas de la Corona española 20 . La precaución del ministro no resultaría exagerada,
porque, ya en la primera reunión, BOLÍVAR habló de independencia –en contradicción con
las instrucciones de la Junta de Caracas que portaba y que irreflexivamente entregó al
ministro inglés, sin antes haberlas leído a fondo, junto con sus credenciales–. Aún así, los
comisionados de Caracas y el ministro inglés llegaron a un acuerdo según el cual Gran
Bretaña aseguraba protección marítima a Venezuela contra un eventual ataque francés para
la defensa de los derechos del legítimo soberano, de la fidelidad al cual se hacía expresa
protesta; también se instaba a Venezuela a mantener las mejores relaciones con el Consejo
de Regencia, a cuyo efecto Gran Bretaña se ofrecía como mediadora.
Poco después, sin embargo, en septiembre de 1810, el Consejo de Regencia declaró
como insurrecta a Venezuela y la sometió a bloqueo. BOLÍVAR regresó de inmediato a
Venezuela 21 ; y se acordó que LÓPEZ MÉNDEZ y BELLO permanecieren en Londres para
defender y promover la causa venezolana. En 1812, el Consejo de Regencia expidió un
ejército a Caracas, que depuso sin más al gobierno de la Junta y restauró el precedente.
Como consecuencia del hecho, BELLO y LÓPEZ MÉNDEZ mudaron su calidad diplomática a
la de rebeldes –el primero fue expresamente destituido de su antiguo cargo en la
Gobernación restaurada–, y, cesantes y sin recursos, debieron resignarse a permanecer
como exiliados en Londres, a la espera de mejores tiempos, que para BELLO tardaron casi
veinte años en llegar.
19 SAMBRANO URDANETA, Óscar, “Cronología londinense de Andrés Bello”, en Bello y Londres, II, pp.
411-424.
20 Para la conducta de Inglaterra frente a las provincias americanas de la Corona española: ALBERICH,
José, “Actitudes inglesas ante el mundo hispánico en la época de Bello”, en Bello y Londres, I, pp. 125-164.
Más ampliamente: LYNCH, John, “Great Britain and Latin American Independence (1810-1830)”, en Bello y
Londres, I, pp. 33-51; GILMOUR WADDELL, David Alan, “Las relaciones británicas con Venezuela, Nueva
Granada y la Gran Colombia. 1810-1829”, en Bello y Londres, I, pp. 53-124
21 PÉREZ VILA, Manuel, “Bolívar y Bello: sus relaciones hasta el fin de la misión a Londres en 1810”, en
Bello y Londres, I, pp. 445-468.
22 BLANCO-FOMBONA DE HOOD, Miriam, “El Londres de Andrés Bello”, en Bello y Londres, I, pp. 177-
196.
la Plata, aquél debió ejercer diversos trabajos para subsistir, siempre muy modestamente y
veces cercano a la indigencia, no sólo él, sino también su familia.
En 1814, en efecto, BELLO contrajo matrimonio con Mary Ann BOYLAND, una joven de
humilde origen irlandés, a la sazón veinteañera, con quien tuvo tres hijos. Uno de ellos
murió a temprana edad en 1821. Poco después, en el mismo año, Mary Ann también dejó
de existir, y BELLO cayó en una gran tristeza y desesperación. Pero, en 1824, se unió a
Elizabeth DUNN, también joven de veintitrés años y de baja estirpe tal vez irlandesa, quien
en Londres le dio cuatro hijos más. Posteriormente, ya en Chile, le nacieron otros ocho
vástagos, y Elizabeth sobrevivió el mismo número de años a su marido, pues falleció
anciana, en 1873, en Santiago, sin haber conseguido nunca dominar el castellano.
Entre los trabajos que BELLO ejerció en Londres estuvo el de poner en limpio algunos
manuscritos del filósofo inglés Jeremías BENTHAM, al que accedió por recomendación de
James MILL, padre del futuro también filósofo John STUART MILL 23 , y quien le facilitó una
relación con los círculos políticos radicales 24 . Asimismo recibió el encargo de corregir la
traducción de la Biblia de SCÍO al castellano; ofreció clases privadas de francés y de la
lengua materna y fue preceptor de los hijos de Lord HAMILTON, cuando era subsecretario de
Relaciones Exteriores de Inglaterra. En la última fase de su permanencia en Londres,
BELLO actuó como secretario de la legación de Chile, entre 1822 y 1824, y de la de
Colombia 25 , como se llamaba al Estado bolivariano integrado por Venezuela, Nueva
Granada (la actual Colombia) y Quito (después Ecuador), entre 1825 y 1829 26 .
c) Amigos y relaciones.
Londres brindó a BELLO la posibilidad de relacionarse con españoles e
hispanoamericanos que vivían ahí como exiliados del restaurado gobierno absolutista de
FERNANDO VII los primeros, y por ser patriotas los segundos. A quien primero conoció fue
a su compatriota Francisco DE MIRANDA, cuya casa habitó inmediatamente de llegado a la
ciudad 27 , incluso después que el Precursor la abandonó a fines de 1810, para regresar a
Venezuela e intervenir en su proceso de independencia. Muy importante para BELLO fue la
amistad que trabó con José María BLANCO WHITE 28 , un sacerdote español, canónigo que
había sido de la catedral de Sevilla, pero que, emigrado en 1810 a su Inglaterra paterna,
hubo de convertirse a la Iglesia Anglicana, en la que hizo carrera, aunque en 1834 la
abandonó para abrazar la secta unitarista. Hombre de letras notable, gozaba de un gran
23 Para la relación epistolar: FERNÁNDEZ LARRAÍN, Sergio, Cartas a Bello en Londres. 1810-1829
(Santiago, Editorial Andrés Bello, 1969), pp. 69-79. Véase ARDAO, Arturo, “La relación de Bello con Stuart
Mill”, en Bello y Chile, I, pp. 317-338.
24 DINWIDDY, John Rowland, “Los círculos liberales y benthamistas en Londres. 1810-1829, en Bello y
Londres, I, pp. 377-398.
25 MIER, José de, “Andrés Bello en la legación de Colombia en Londres. 1825-1829”, en Bello y Londres,
I, pp. 513-578.
26 POLANCO ALCÁNTARA, Tomás, “La actividad diplomática de Andrés Bello en Londres”, en Bello y
Londres, I, pp. 501-512. Véase también: ROJAS, Rafael Armando, “El círculo diplomático latinoamericano en
el tiempo de Bello en Londres”, en Bello y Londres, I, pp. 487-500.
27 SALCEDO-BASTARDO, José Luis, “Bello y los ‘simposiums’ de Grafton Street”, en Bello y Londres, I,
pp. 425-444.
28 Para sus cartas a BELLO: FERNÁNDEZ LARRAÍN, Sergio, Cartas a Bello en Londres, cit. (n. 23), pp. 81-
115. Sobre el personaje, ahora: MARTÍNEZ DE PISÓN, José, “José Mª Blanco White. Un proyecto liberal en la
revolución española”, en Anuario de Filosofía del Derecho, nueva época, 22 (Madrid, 2005), pp. 221-234.
prestigio en los círculos londinenses, especialmente en el de Lord Holland, de tendencias
liberales y favorable a la independencia hispanoamericana. El apoyo del español fue
importante para BELLO, y aquél no sólo se limitó a relacionarlo socialmente, sino que se
esforzó por conseguirle la ayuda económica del gobierno inglés, antes mencionada, y
algunos trabajos, le sirvió de consejero y le prestó consuelo en los días de su depresión
causada por la viudez. Por intermedio de BLANCO WHITE, BELLO conoció a fray Servando
Teresa DE MIER 29 , un sacerdote novo hispano que tendría intervención en la futura
independencia de México. En 1813, BELLO trabó relación con el chileno Francisco Antonio
PINTO, futuro presidente de su país, quien a la sazón representaba a éste ante el gobierno
inglés, y con quien cultivó amistad hasta su muerte. También conoció al guatemalteco
Antonio José DE IRISARRI, que actuaba al servicio del gobierno chileno como legado
diplomático 30 . PINTO e IRISARRI coincidieron en Londres como exiliados durante el período
de la restauración española en Chile, llamada Reconquista por la Historiografía de ese país.
Afianzada su independencia y constituido el gobierno republicano, IRISARRI volvió a
representarlo en Inglaterra. En 1820 encargó a BELLO estudiar el sistema educacional de
LANCASTER, y aquel cumplió el cometido con un minucioso informe 31 . Dos años después,
IRISARRI obtuvo el nombramiento de BELLO como secretario interino de su legación. Pero
en 1824 aquél fue reemplazado por el chileno Mariano EGAÑA en su función diplomática,
con quien BELLO también entabló relación, de antipatía recíproca al principio y de profunda
y perdurable amistad después. La admiración que EGAÑA finalmente concibió por BELLO
fue decisiva, como veremos, para su traslado a Chile, cuando el presidente de esa república
era su antiguo amigo PINTO. La amistad de BELLO con José Antonio ÁLVAREZ CONDARCO,
el primer jefe de la misión naval chilena en Londres, y con José Miguel DE LA BARRA,
sobresaliente hombre de cultura, que habría de ser el primer decano de la Facultad de
Humanidades de la Universidad de Chile, también data de sus años londinenses.
A muchos otros personajes conoció BELLO durante su larga permanencia en Londres 32 ,
y entre ellos a los españoles Bartolomé José GALLARDO y Vicente SALVÁ 33 , ambos
notables eruditos, bibliófilos y filólogos y el último, un importante editor; asimismo al
rioplatense Juan GARCÍA DEL RÍO, a los colombiano-quiteños José Joaquín OLMEDO 34 ,
poeta, y a Vicente ROCAFUERTE, futuro presidente de Ecuador, quien, como tal, habría de
promulgar el Código Civil de BELLO en su país; y al novo granadino José FERNÁNDEZ
29 Sobre las cartas de éste a BELLO: FERNÁNDEZ LARRAÍN, Sergio, Cartas a Bello en Londres, cit. (n. 23),
pp. 151-173.
30 Su amistad con IRISARRI fue el comienzo de la relación de BELLO con Chile. Con respecto a esta
relación en Londres: FELIÚ CRUZ, Guillermo, “Los primeros contactos de Bello con Chile”, en VV. AA.,
Andrés Bello. 1865-1965. Homenaje de la Facultad de Filosofía y Educación de la Universidad de Chile
(Santiago, Facultad de Filosofía y Educación, Universidad de Chile, 1966), pp. 47-74. Sobre IRISARRI:
DONOSO, Ricardo, Antonio José de Irisarri (2ª edición, Santiago, Ediciones de la Universidad de Chile,
1966).
31 MÁRQUEZ RODRÍGUEZ, Alexis, “Bello y Lancaster”, en Bello y Londres, I, pp. 165-176.
32 Una completa reseña en FERNÁNDEZ LARRAÍN, Sergio, “Presencia de Bello en Londres a través de un
epistolario”, en Bello y Londres, I, especialmente pp. 584-589; y ampliamente en FERNÁNDEZ LARRAÍN,
Sergio, Cartas a Bello en Londres, (cit. n. 23).
33 Sobre sus cartas a BELLO: FERNÁNDEZ LARRAÍN, Sergio, Cartas a Bello en Londres, cit. (n. 23), pp.
245-266.
34 Para sus cartas a BELLO: FERNÁNDEZ LARRAÍN, Sergio, Cartas a Bello en Londres, cit.( n. 23), pp. 175-
203.
MADRID. También se relacionó BELLO con el literato español José Joaquín DE MORA, con
quien volvería a coincidir en Chile, aunque en circunstancias tensas.
35 REIDY, Denis, “El Museo Británico y el ambiente cultural inglés en el primer tercio del siglo XIX”, en
Bello y Londres, I, pp. 399-410.
36 ÁVILA MARTEL, Alamiro de, Andrés Bello y los libros (Santiago de Chile, Fondo Andrés Bello, 1981),
cap. IV: “La biblioteca de Miranda”, pp. 35-44, con literatura. Para la biblioteca de MIRANDA: [GRASES,
Pedro], Los libros de Miranda (Caracas, La Casa de Bello, 1979).
37 BECCO, Horacio Jorge, “Bibliografía analítica de las publicaciones de Don Andrés Bello en Londres”,
en Bello y Londres, II, pp. 283-340.
38 LOVERA DE SOLA, Roberto, “Bello crítico en Londres”, en Bello y Londres, II, pp. 7-32.
39 GUITARTE, Guillermo, “El papel de Juan García del Río en las revistas de Londres”, en Bello y Londres,
II, pp. 59-74.
40 Hay reedición facsimilar, de la Presidencia de la República [de Venezuela] en homenaje al V Congreso
de la Asociación de Academias de la Lengua (Caracas, 1972).
41 También hay una reedición facsimilar, de la Presidencia de la República [de Venezuela] en
Conmemoración del Sesquicentenario de la Independencia Literaria de Hispanoamérica (Caracas, 1973), dos
volúmenes.
índice de que, hacia el segundo decenio del siglo, ya tenía madurado uno de los modos de
ser de su obra intelectual, que no dejaría de lado durante el resto de su vida, basado en la
finalidad de educar al ciudadano hispanoamericano y de fomentar la creación de una
cultura propia en los países desmembrados de la antigua Monarquía42 . Tal fue, desde luego,
una de las funciones cumplidas por sus posteriores Principios de Derecho de gentes: la de
servir a los intereses internacionales de las cancillerías hispanoamericanas frente a las
europeas; lo mismo que, en el orden de la lengua, por su Gramática de la lengua
castellana, cuyo título se completa con la expresión: “destinada al uso de los americanos”;
y, en fin, por su Código Civil, que terminó convertido en un código de proyección
americana.
42 ISAZA CALDERÓN, Baltazar, “La vocación americanista de Andrés Bello”, en Bello y la América Latina,
pp. 21-32.
43 FELIÚ CRUZ, Guillermo, “La tragedia íntima de Bello”, en EL MISMO, Recuerdos de Andrés Bello
(Caracas, La Casa de Bello, 1980), pp. 20-25.
por cualquier razón contingente, su viaje por algún tiempo: estando ya en alta mar, llegó a
Londres una misiva de BOLÍVAR dirigida a FERNÁNDEZ MADRID, en que le pedía decir a
BELLO ser suficiente una indicación suya sobre qué empleo deseaba en Colombia para
concedérselo 44 . De haber podido recibir BELLO tal ofrecimiento de su antiguo camarada
antes de abandonar Londres, lo más probable es que hubiera aceptado marchar al servicio
de Colombia, porque así retornaba a su amada Caracas natal 45 y a su añorada familia. Pero
la historia decurrió de otra manera y BELLO, el 14 de febrero de 1829, zarpó con dirección
al “país de la anarquía”, que fue, en la misma carta antes recordada, la calificación
propinada por BOLÍVAR a Chile, en donde temía que BELLO iría a perderse.
a) La llegada.
Andrés BELLO, su mujer y sus seis hijos, con el cargamento de sus muebles y,
sobretodo, de sus cerca de cuatrocientos libros y sus notas y manuscritos, arribaron a
Valparaíso el 25 de junio de 1829, después de un viaje de más de cuatro meses, que por
entonces se hacía, por cierto, a través del tormentoso Cabo de Hornos. Aún debieron los
viajeros soportar el tránsito en coche acompañado de mulas hacia Santiago, a través de
caminos de tierra, seguramente enfangados, atendida la época invernal, con interminables
subidas y bajadas de cerros. No es fantasioso concebir el horror que habrán sentido esos
viandantes, sobretodo al contrastar el panorama ofrecido por el a la sazón pequeño puerto
de Valparaíso con la gran urbe europea que venían de abandonar, y el agreste paisaje del
camino a la capital con las suaves y casi siempre empastadas o sembradas lomas y llanuras
de Inglaterra.
Mariano EGAÑA, que todavía hubo de permanecer en Londres durante algún tiempo para
atender y finiquitar su misión diplomática, tenía advertido a su padre en Chile, Juan
EGAÑA, un antiguo prócer de la Independencia chilena, literato e intelectual y arbitrista
pertinaz, de la pronta llegada de BELLO y su familia, y le había solicitado alojarlos en su
casa hasta que el recién venido encontrara instalación propia; así que al menos no entró
BELLO en Santiago a buscar dónde habitar. Por lo demás, él venía con la promesa de un
nombramiento de oficial mayor auxiliar del Ministerio de Hacienda. Ese nombramiento
había hecho parte de la oferta formulada en Londres por Mariano EGAÑA a BELLO, en
orden a pasar a Chile, de modo que éste arribaba con un trabajo seguro.
44 BOLÍVAR, Simón, Cartas del Libertador (Caracas, Fundación Vicente Lecuona, 1969), VII, pp. 127-
128.
45 Bello la recuerda frecuentemente en sus cartas: [SAMBRANO URDANETA, Óscar], Caracas en el
epistolario de Bello (Caracas, La Casa de Bello, 1979).
Tres constituciones escritas y un conjunto de leyes de naturaleza constitucional que
organizaron en el papel un fracasado Estado federal habían sucedido a la emitida en 1818
bajo O’HIGGINS, y veintitrés gobiernos habían sido ensayados desde su alejamiento.
Precisamente, meses después que BELLO llegara a Chile, se desencadenaría una guerra civil
y poco después le seguiría otra.
Por entonces, el país estaba regido por una Constitución Política aprobada en 1828, cuyo
principal redactor había sido el español José Joaquín DE MORA, avecindado en el país desde
hacía poco tiempo, y que BELLO, como quedó dicho, había conocido en Londres. MORA era
un literato de primer orden, pero estaba imbuido de las ideas políticas provenientes de la
etapa inicial de la Revolución Francesa, que ahora constituían el programa de los grupos
liberales 46 . Ellos habían conseguido hacerlo prevalecer en las Cortes de Cádiz, durante el
cautiverio de FERNANDO VII en Francia y el gobierno, en su nombre, del Consejo de
Regencia. En 1812, tales Cortes, como es sabido, sancionaron un texto constitucional que
reconocía la monarquía, principalmente a cargo del poder ejecutivo, pero limitada por los
poderes legislativos de las Cortes, de origen electivo popular, y judiciales de los tribunales
de justicia, o sea, con división de poderes, principio éste al que se añadía el reconocimiento
de unos derechos y libertades ciudadanos. Con las adaptaciones necesarias para aplicar el
esquema liberal a una república, como era Chile desde 1818, MORA y sus colaboradores se
valieron del modelo de la Constitución gaditana de 1812 para redactar el antes referido
texto de 1828. Sólo que, en función de acentuar el liberalismo, la nueva carta debilitó
excesivamente la posición del presidente de la república, sin tener en cuenta la necesidad
contraria, de reforzarla, en el ambiente socio-político dividido que desde el final del
gobierno de O’HIGGINS se había venido formando en el país.
Por un lado, en efecto, estaba el grupo de los liberales mismos, a quienes sus adversarios
apodaron con el nombre despectivo de “pipiolos” (del latín pipio = “polluelo”), para
denotar su infantilismo político y su inexperiencia en los asuntos públicos, pues buena parte
de sus adeptos provenía de las pequeñas clases medias de profesionales, tradicionalmente
excluidas del gobierno y la alta administración, que no fueran los abogados. Con todo,
formaban el grupo que había conseguido imponer la carta de 1828 y elegir al presidente
PINTO, de modo de sustentar al gobierno. Estaba, además, el grupo de la alta clase, que
había hecho la revolución de independencia y gobernado al país, incluso bajo O’HIGGINS,
dueña de la riqueza agraria y más influyente socialmente, al que los liberales motejaron,
también despectivamente, de “pelucones”, con alusión a la ya pasada moda del Antiguo
Régimen de usar pelucas empolvadas, para así mentar su supuesto amor a lo añejo. A estos
dos grupos principales, se agregaba el de los o’higginistas, ansiosos por ver el retorno del
Libertador al gobierno, desde su exilio en el Perú; y el de los “estanqueros”, dirigidos por
Diego PORTALES, un practicante del alto comercio, del todo ajeno a la vida política, que
venía de fracasar en el negocio concesionado del estanco del tabaco, de donde el nombre
impuesto a su grupo por la ironía de sus rivales, y cuyo ideario se limitaba a la institución
de un régimen estable y poderoso, capacitado para mantener el orden público, en lo cual,
por lo demás, los estanqueros coincidían con los pelucones y los o’higginistas, de guisa que
la correlativa alianza resultó natural contra la debilidad e ineptitud del gobierno pipiolo.
Todavía, empero, existía el grupo de los federalistas, encabezado por José Miguel INFANTE,
cuyo nombre da cuenta del tipo de régimen al que aspiraban, y que, por lo demás, habían
46 Sobre el término “liberal” desde la época de las Cortes de Cadiz: MARICHAL, Juan, “El liberalismo
europeo: dos décadas de Historia semántica (1810-1830)”, en Bello y Londres, I, pp. 27-32.
logrado imponer merced a leyes en el período entre 1826 y 1827, sin haberse llevado ellas a
la practica, de modo de estar desacreditada su ideología y ser escasos sus miembros. Fue
bastante, sin embargo, que los pipiolos repudiaran el federalismo con ocasión de redactarse
la carta de 1828, para que los adeptos a este régimen los miraran también como sus
enemigos.
En medio de estas divisiones y sometido a una oposición implacable, el Presidente
PINTO prefirió resignar su cargo el 16 de julio de 1829, pocas semanas después de la
llegada de BELLO. Ello agravó la situación política y puso en gran riesgo al gobierno de
Francisco R. VICUÑA, sucesor del renunciado mandatario.
Los primeros meses de BELLO en Chile no fueron, pues, de tranquilidad. Con todo, lo
peor estaba por venir, pues, en efecto, las condiciones de la vida pública pronto se
deterioraron aún más como secuela de la ilegal elección del vicepresidente de la república
por los pipiolos, que condujo a un levantamiento militar o’higginista, apoyado por los
pelucones y estanqueros, y a una guerra civil, que dio lugar a una Junta de Gobierno y a la
designación de Francisco RUIZ-TAGLE como presidente y José Tomás OVALLE como
vicepresidente. A principios de abril de 1830, este último sustituyó al primero. No
conformes los pipiolos, iniciaron ellos ahora un levantamiento y el nuevo conflicto se
resolvió definitivamente en la batalla de Lircay, librada el 17 de abril de 1830, con la
derrota del ejercito rebelde. A la muerte del vicepresidente OVALLE en marzo de 1831, le
sucedió Fernando ERRÁZURIZ como vicepresidente accidental primero y provisorio
después. Diego PORTALES, quien había sido el alma de la primera insurrección, sólo asumió
el cargo de Ministro del Interior y Relaciones Exteriores, el 6 de abril de 1830 y lo ejerció
hasta el 31 de agosto de 1831.
Debió procederse a elecciones presidenciales, porque, según la Constitución de 1828, un
vicepresidente sólo provisionalmente administraba el país. El candidato de los vencedores
en Lircay fue el general Joaquín PRIETO VIAL, comandante de las tropas primeramente
insurrectas, quien, elegido, asumió el 18 de junio de 1831.
Su candidatura, a la que PORTALES –quien se negó sistemáticamente a asumirla él–
finalmente accedió, después de una reticencia inicial, y probablemente decidió, fue una
obra maestra de la praxis política. PRIETO era un militar que había luchado en las guerras de
independencia y fue el vencedor en Lircay, presentaba antiguas simpatías o’higginistas y
pertenecía a extirpes provenientes de la sureña ciudad de Concepción. Con una figura así se
complacía a sus conmilitones, buena parte de los cuales habían vencido en Lircay, pero que
ahora debían ser alejados de la tentación de repetir su intervención en la política; también
se satisfacía al tiempo que se neutralizaba a los partidarios del Libertador, al colocar a uno
inclinado a ellos en el poder, sin avanzar a lo principal, que era instalar al Libertador
mismo; y, en fin, se hacía merced a las justas ambiciones de influir de parte de la
aristocracia de la vieja marca sureña, por lo general desplazada por la elite santiaguina. En
el resto, la lealtad y honestidad del nuevo mandatario, su ausencia de mayores ambiciones,
su moderada autonomía intelectual, unido todo ello al respeto y al temor por él sentidos
hacia la figura de PORTALES, quien, por lo demás, lo secundaba, terminaron por convencer
a todos acerca de la excelencia de ungir a PRIETO como presidente de la república.
Pronto se iniciaron los trabajos destinados a reformar la Constitución de 1828, cuya
revisión estaba prevista en ella misma para 1836, así que fue necesario adelantar la fecha, a
cuyo efecto se convocó a una también prevista Gran Convención en octubre de 1831, de
que emanó un nuevo texto, que llamamos Constitución de 1833, cuya vigencia se prolongó
hasta 1925. No escasa parte de la precedente carta pasó a la nueva; pero se modificó
profundamente el sentido del régimen programado en ésta, al estatuirse la figura del
presidente de la república dotado con grandes poderes, cuyo mandato duraba cinco años,
con posibilidad de una reelección inmediata por una vez.
Aparte los mecanismos constitucionales formales, el régimen contaba con otros
informales. Por un lado, estuvo la espontánea formación, al día siguiente de Lircay, de un
amplio grupo socio-económico en torno al antiguo de los pelucones, pero alimentado poco
a poco por elementos provenientes de los demás de la época anterior, que sirvió de sustento
al nuevo gobierno. Por otro, se dio la posibilidad de orientar el gobierno las elecciones de
senadores y diputados en favor de los candidatos seleccionados por él mismo, lo cual
aseguró el concurso de las cámaras en la legislación y el ingreso de las personas
consideradas como más capacitadas en ellas. Lo propio acaecía con respecto a la sucesión
presidencial, pues el mandatario en ejercicio tenía la última palabra en la designación del
candidato a sucederlo, que siempre debía resultar elegido.
El nuevo régimen, formalizado con la elección de PRIETO en 1831 y la emisión de la
Constitución en 1833, en medio de casi universal aceptación y con oposiciones tan sólo
tímidas o larvadas, que durante sus primeros años marchó bajo la tan vigilante como
distante mirada de Diego PORTALES, pues en agosto de 1831 se había retirado del
ministerio y marchado a Valparaíso, de la que a regañadientes aceptó ser gobernador, para
dedicarse a sus negocios, se mostró finalmente estable y perdurable, sobre todo cuando
pudo sortear su primera gran crisis, como fue la sublevación de un regimiento en la ciudad
de Quillota en junio de 1837.
Los insurrectos apresaron a PORTALES, de nuevo en el ministerio desde septiembre de
1835, y a su secretario, Manuel CAVADA, con ocasión de revistar el ministro las tropas
acantonadas para marchar al Perú a fin de reiniciar, después de un momentáneo fracaso, las
operaciones bélicas contra la Confederación Peruano-Boliviana, a la que el gobierno
chileno tenía declarada guerra desde 1836.
La Confederación reunía al Perú (dividido en un Estado Nor-peruano y otro Sud-
peruano) y a Bolivia; cada uno de los tres Estados tenía su propio presidente; y la
Confederación misma estaba regida por un protector, que era el presidente de Bolivia,
Andrés de SANTA CRUZ, un antiguo soldado de las luchas de independencia, compañero de
BOLÍVAR. La formación de un poderoso Estado vecino de Chile en el norte, integrado como
se ha dicho, revivía en esa zona la parte central del antiguo imperio de los incas, y
PORTALES temía que SANTA CRUZ pudiera caer en la tentación de completar la fisonomía
geográfica de la Confederación con la anexión de Chile, que, después de todo, también
había pertenecido a ese imperio hasta el río Bio-Bio, por el sur. Ante semejante peligro para
la integridad y seguridad de Chile, PORTALES se propuso el objetivo de disolver la
Confederación, a cuyo efecto obtuvo que el gobierno le declarara la guerra.
Pero el comandante del regimiento apostado en Quillota, José Antonio VIDAURRE, y sus
oficiales, pensaban que el propósito de la guerra era conseguir el debilitamiento y
desprestigio del ejército chileno con una derrota segura en los desiertos del norte, y de ahí
la sublevación, a la que esperaban recibir adhesiones del resto del ejército. Aunque después
se rumoreó que habían sido sobornados por agentes de SANTA CRUZ, ello nunca pudo ser
probado. El hecho es que los insurrectos detuvieron al ministro, como se ha dicho, y se
dirigieron a Valparaíso. Pero su esperanza de recibir otros apoyos se vio frustrada; y el
gobierno envió tropas a aquella ciudad, que en pocas horas aplastaron el levantamiento y
apresaron a sus jefes, después procesados y ejecutados. Pero uno de esos jefes, el capitán
Santiago FLORÍN, ante la inminencia del ataque de las tropas leales, ordenó el fusilamiento
del ministro PORTALES y de su secretario. El asesinato causó horror y dio ocasión a
muestras de gran pesar oficial y popular. El régimen quedó sin el apoyo de su mentor
principal; pero ello mismo demostró la fortaleza de sus cimientos, pues salió incólume de la
crisis, y se prolongó por muchos decenios.
47 CASTEDO, Leopoldo, “El Chile de Bello”, en Bello y Chile, I, pp. 17- 24; COLLIER, Simon, “Evolución
políticas, institucional, social y cultural de Chile entre 1829 y 1865”, en Bello y Chile, I, pp. 25-50.
§ 4. LA VIDA PÚBLICA DE BELLO EN CHILE 48
a) Primeros empleos.
A las pocas semanas de haber llegado BELLO a Chile, el 13 de julio de 1829, el
presidente RUIZ-TAGLE expidió su nombramiento como oficial mayor auxiliar del
Ministerio de Hacienda, porque así había sido acordado a proposición de Mariano EGAÑA
desde Londres. Ignoramos las razones de semejante destino, tan poco ajustado a las
capacitaciones de que BELLO disponía. Sin embargo, la realidad de éstas se impuso al poco
tiempo, y en abril de 1830 aquél empezó a ejercer el cargo de consultor y secretario en el
Ministerio de Relaciones Exteriores, Justicia y Culto. En junio de 1834, fue nombrado
oficial mayor de ese ministerio, una suerte de viceministro del ramo, o de subsecretario en
la nomenclatura actual. Lo abandonó en 1855 por jubilación. Desde el primer momento,
pues, BELLO quedó incorporado en la administración pública; y desde su cargo, durante
todo ese tiempo, se convirtió en el inspirador de la política internacional de Chile y dio
forma jurídica a las relaciones del país con otros Estados.
El 1 de febrero de 1830, BELLO recibió el encargo de dirigir el Colegio de Santiago, que,
bajo el patrocinio de Diego PORTALES y su grupo, había empezado a funcionar a principios
de 1829 49 y pronto rivalizó con el Liceo de Chile, regentado por José Joaquín DE MORA,
antiguo conocido de BELLO en Londres. El Liceo de Chile, también entrado en funciones en
1829 50 , era visto como un establecimiento educacional de inspiración “pipiola”, y tal fue
una de las razones que movió a PORTALES y sus amigos a fomentar la existencia de otro,
ajeno a esa tendencia y más ligado a sus ideas Se nombró como director al enérgico
presbítero Juan Francisco MENESES, pero al asumir éste un ministerio en el nuevo gobierno,
se designó a BELLO en su reemplazo, quien, además, dio lecciones de Derecho natural y de
gentes y de una asignatura por él creada, que denominó “Curso de legislación universal”, de
carácter más bien teórico y orientado a la reforma del Derecho, basado en las ideas de
Jeremías BENTHAM 51 .
En mayo y junio de 1830, BELLO y MORA se trenzaron en una polémica erudito-literaria
bien ácida, que no pasó a mayores 52 . En febrero de 1831, el último de los nombrados fue
expulsado del país por orden de PORTALES, quien ya no pudo tolerar por más tiempo la
crítica corrosiva e ingeniosa del español contra el nuevo gobierno, y el Liceo de Chile cerró
48 SAMBRANO URDANETA, Óscar, “Cronología chilena de Andrés Bello”, en Bello y Chile, II, pp. 493-517.
49 SILVA CASTRO, Raúl, Don Andrés Bello (Santiago, Editorial Andrés Bello, 1965), cap. “Bello y el
Colegio de Santiago”, pp. 37-50; ÁVILA MARTEL, Alamiro de, Mora y Bello en Chile (Santiago, Ediciones de
la Universidad de Chile, 1982), pp. 30-39; SALVAT MONGUILLOT, Manuel, Breve historia del estudio del
Derecho (Santiago, Ediciones del Instituto Juan de Solórzano y Pereyra, 2001), pp. 65-75.
50 STUARDO ORTIZ, Carlos, El Liceo de Chile, 1828-1831. Antecedentes para su historia (Santiago,
Imprenta Universitaria, 1950); ÁVILA MARTEL, Alamiro de, Mora y Bello en Chile (Santiago, Ediciones de la
Universidad de Chile, 1982), pp. 18-25; SALVAT MONGUILLOT, Manuel, Breve historia del estudio del
Derecho (Santiago, Ediciones del Instituto Juan de Solórzano y Pereyra, 2001), pp. 65-75. Sobre el personaje:
AMUNÁTEGUI, Miguel Luis, Don José Joaquín de Mora. Apuntes biográficos (Santiago, Imprenta Nacional,
1888).
51 Véase el § 8.
52 Sobre ella: ÁVILA MARTEL, Alamiro de, Mora y Bello en Chile, cit. (n. 49), cap. VI: “La polémica de la
oratoria”, pp. 39-42.
sus puertas poco después del 25 de abril de 1831 53 . A los pocos meses, también cesó el
Colegio de Santiago, que ya no tenía razón de ser.
MORA marchó al Perú y después a Bolivia, en donde también desarrolló actividades
educacionales 54 , amén de asesorar políticamente al protector SANTA CRUZ mientras BELLO
hacía lo propio en Chile con PORTALES, el enemigo del gobernante boliviano, que hubo de
ser letal para su régimen. Así que MORA adquirió nuevos motivos para detestar a BELLO y
también a Chile. Retornado en España, ingresó en la Real Academia Española. Muchos
años después, seguramente ya olvidadas las rencillas de 1830, BELLO alabó la obra más
conocida de MORA, sus Leyendas españolas, y a su autor en El Araucano (1840) 55 ; el cual,
escribiendo después elogiosamente sobre la estabilidad y el progreso cultural de Chile, los
atribuyó en parte a BELLO, a quien calificó de “gran jurista y profundo literato” 56 . De su
Análisis ideológica de los tiempos de la conjugación castellana dijo poder “considerarse
como una de las más preciosas joyas de la filología moderna” 57 . De esa forma, en el curso
de sus carreras, estos dos intelectuales, que tanto en común tenían en el orden cultural,
terminaron completamente reconciliados, como era debido, aunque a la distancia, pues
nunca más volvieron a verse desde que MORA abandonó Chile 58 .
Por inspiración de PORTALES, en septiembre de 1830 fue creado un periódico del Estado
al que se llamó El Araucano. Su función era propagar la acción del gobierno. Como de ella
hacía parte la legislación, de hecho solían publicarse decretos, leyes y proyectos en él, pero
no servía como “diario oficial”, como quiera que desde 1823 existía el Boletín de las leyes
y de las órdenes y decretos del Gobierno en donde se insertaban las normas para darlas a
conocer oficialmente a la ciudadanía. El 17 de septiembre de 1830, BELLO fue designado
para redactor de El Araucano, junto a Manuel José GANDARILLAS; mas permaneció como
único redactor desde 1835 hasta 1853, en que dejó el cargo.
De inmediato pudo ser observada su influencia. El periódico, sin perjuicio de su función
ministerial, como se decía en la época, esto es, de la de informar sobre la acción del
gobierno y defenderla, empezó a actuar como órgano cultural y noticioso general. BELLO se
encargaba de redactar la información que venía del extranjero, valiéndose de periódicos de
diversa proveniencia, que su amplio conocimiento de lenguas le permitía leer, y de la
información cultural y científica 59 . GANDARILLAS, durante el tiempo de su gestión en el
periódico, estuvo a cargo de la información nacional, especialmente política.
53 De esta fecha es un aviso aparecido en El Araucano de 30 de abril de 1831, en que el nuevo director del
Liceo de Chile, Juan de Quezada, anuncia el cambio de su local: véase STUARDO ORTIZ, Carlos, El Liceo de
Chile, cit. (n. 50), doc. CI, pp. 142-143. Son las últimas noticias de que se disponen de esa institución.
54 Véase AMUNÁTEGUI, Miguel Luis, “Mora en Bolivia”, en Anales de la Universidad de Chile 95
(Santiago, 1891) 2, pp. 133-225.
55 BELLO, Andrés, “Leyendas españolas, por José Joaquín de Mora”, en BELLO, A., OC. (Caracas), IX:
Temas de crítica literaria, pp. 337-348.
56 El artículo de MORA se publicó en La América, Nº 19, tomo 7º, de 12 de diciembre de 1862, y aparece
parcialmente reproducido en AMUNÁTEGUI, Miguel Luis, Vida de don Andrés Bello, cit. (n. 1), pp. 337-338.
57 Ibíd., p. 338.
58 ÁVILA MARTEL, Alamiro de, Mora y Bello en Chile, cit. (n. 49), cap. VII: “Las relaciones de Bello y
Mora después”, pp. 43-45.
59 SILVA CASTRO, Raúl, Don Andrés Bello (Santiago, Editorial Andrés Bello, 1965), cap. “Bello en El
Araucano”, pp. 51-72; PÉREZ VILA, Manuel, “Bello periodista: los años chilenos”, en Bello y Chile, II, pp.
393-424.; ÁLVAREZ, Federico, “Bello y el periodismo chileno”, en Bello y Chile, II, pp. 425-445.; FONTAINE
ALDUNATE, Arturo, “Andrés Bello, formador de opinión pública”, en VV. AA., Homenaje a Don Andrés
Bello, pp. 33-46. Sobre la actividad periodística de Bello en tantos temas, no sólo limitada a El Araucano:
Desde las columnas de El Araucano, BELLO agitó los temas que le interesaba ver
debatidos y solucionados, como, por ejemplo, la codificación del Derecho y la reforma de
la administración de justicia, la obligación de los jueces de fundar sus sentencias, la
adopción del sistema métrico decimal, la propiedad literaria o la reforma del sistema
hipotecario; difundía ahí los últimos adelantos científicos y técnicos 60 ; hacía crítica
literaria 61 ; promovía el teatro 62 y la música 63 ; enseñaba cómo debía hablarse y escribirse la
lengua castellana; o hacía ver la necesidad de educar a la ciudadanía.
Extinguido el Colegio de Santiago en el curso de 1831, BELLO continuó con sus
lecciones de Derecho natural y de gentes y de Legislación universal en su casa 64 . Desde
principios de abril de 1832, reinició, también en su casa, las lecciones de Derecho natural y
de gentes y empezó las de Derecho romano 65 ; a partir de 1834 extendió su magisterio al
Latín y a la Gramática y Literatura castellanas. La docencia privada de BELLO seguramente
hubo de cesar en 1843, con el establecimiento de la Universidad de Chile.
BELLO tuvo como alumnos a jóvenes que después se distinguirían en diversos ámbitos
de la vida nacional, como José Victorino LASTARRIA, Ramón BRISEÑO, Juan E. RAMÍREZ,
Salvador SANFUENTES, Manuel Antonio MATTA o Manuel Antonio TOCORNAL GREZ.
Aunque no recibieron formalmente sus lecciones, se hicieron discípulos suyos los hermanos
Gregorio Víctor y Miguel Luis AMUNÁTEGUI ALDUNATE, y el hijo de aquél, Miguel Luis
AMUNÁTEGUI REYES 66 , los tres intelectuales de nota y el segundo uno de los grandes
historiadores chilenos del siglo XIX. De sus lecciones de Derecho romano emanó un libro
del ramo, aparecido anónimo en 1843, con el título de Instituciones de Derecho romano.
Para sus lecciones de Derecho de gentes, BELLO se guió por unos manuscritos de su autoría,
que, como es más probable, había redactado durante su permanencia en Londres 67 , y que a
poco publicó en Santiago, en 1833 68 , bajo el título de Principios de Derecho de gentes y
SILVA CASTRO, Raúl, “Andrés Bello en el periodismo”, en AA. VV., Estudios, pp. 219-234; ÁLVAREZ,
Federico, El periodista Andrés Bello (Caracas, La Casa de Bello, 1981); ÁLVAREZ, Federico, Labor
periodística de Andrés Bello (Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1981); MURILLO RUBIERA,
Fernando, Andrés Bello: Historia de una vida y de una obra (Caracas, La Casa de Bello, 1986), pp. 156-171 y
418-426.
60 CUNILL GRAU, Pedro, “Bello y la divulgación científica en Chile, en especial, de los estudios
geográficos”, en Bello y Chile, II, pp.353-392.
61 LOVERA DE SOLA, Roberto, “Bello crítico en Chile”, en Bello y Chile, II, pp. 1-31.
62 RODRÍGUEZ, Orlando, “Presencia de Andrés Bello en el teatro chileno”, en Bello y Chile, II, pp. 457-
471; DEBESA, Fernando, “Don Andrés Bello y el teatro”, en VV. AA., Homenaje a Don Andrés Bello, pp. 169-
186. Sobre BELLO como autor teatral: UGARTE CHAMORRO, Guillermo, “El Teatro y los diálogos en verso de
don Andrés Bello”, en Bello y Chile, II, pp. 447-456.
63 MERINO, Luis, “Don Andrés Bello y la música”, en VV. AA., Homenaje a don Andrés Bello, pp. 187-
234.
64 Presentó a sus alumnos a exámenes en el Instituto Nacional en febrero de 1832, como sabemnos por el
Programa de los exámenes de esa asignatura, que se conserva impreso y ha sido editado por PLAZA, Eduardo,
“Prólogo” a BELLO, Andrés, OC. (Caracas), X: Derecho Internacional, 1: Principios de derecho internacional
y escritos complementarios, “Apéndice” I, pp. clxix-clxxxii.
65 Comunicó el comienzo de esos cursos al público mediante un aviso insertado en El Araucano de 24 de
marzo de 1834, que se ve en PLAZA, Eduardo, “Prólogo”, cit. (n. 64), Apéndice III, p. clxxxiv.
66 BECCO, Horacio Jorge, Bello y los Amunátegui (Caracas, La Casa de Bello, 1980)
67 Véase, más abajo, la nota 150.
68 Véase, más abajo, la nota 151.
después reeditó dos veces en Chile, ahora con el titulo modernizado de Principios de
Derecho internacional.
Como se ha podido ver, BELLO actuó como educador formal durante un tiempo más bien
breve. Pero eso no debe permitir esconder que él fue, en realidad, toda su vida un educador
informal, y sumamente eficaz, a través de su obra mayor y menor, que, a sus finalidades
intrínsecas, el siempre sobreañadía, expresa o tácitamente, la de ilustrar a los ciudadanos,
no sólo chilenos 69 .
69 BELLO, A., OC. (Caracas), XXI-XXII: Temas educacionales. “Prólogo” de Luis Prieto. Sobre las ideas
educativas de BELLO: MANDUJANO, Graciela, “Consideraciones sobre la obra educativa de don Andrés
Bello”, en VV. AA., Andrés Bello. 1865-1965. Homenaje de la Facultad de Filosofía y Educación de la
Universidad de Chile (Santiago, Facultad de Filosofía y Educación, Universidad de Chile, 1966), pp. 194-
249; JOBET, Julio César, “Las ideas educacionales de don Andrés Bello y su labor en la Facultad de Filosofía
y Humanidades”, en VV. AA., Andrés Bello. 1865-1965. Homenaje de la Facultad de Filosofía y Educación
de la Universidad de Chile (Santiago, Facultad de Filosofía y Educación, Universidad de Chile, 1966), pp.
250-326; PRIETO FIGUEROA, Luis Beltrán, Bello, educador (Caracas, La Casa de Bello, 1980); PRIETO
FIGUEROA, Luis Beltrán, “Andrés Bello educador”, en Bello y Chile, I, pp. 339-358; GRASES, Pedro, “El
sentido crítico y educador de Bello”, en Bello y Chile, I, pp. 425-432; LOHMANN VILLENA, Guillermo, “La
modernidad de las ideas de Bello sobre educación”, en Bello y la América Latina, pp. 453-468; SQUELLA
NARDUCCI, Agustín, Andrés Bello y la educación (Valparaíso, Chile, Edeval, 1982).
70 Véase el § 10.
Constitución; y que en 1836 la Universidad de San Felipe le confiriera el bachillerato en
Cánones y Leyes, sobre la base de una verificada suficiencia de los conocimientos exigidos
para ese grado 71 . Por entonces, el de bachiller, y no el de licenciado, era el grado requerido
para recibirse de abogado en Chile, aunque BELLO jamás optó por completar lo necesario
para ser tal. Para un hombre de estudio como él era suficiente, en efecto, el grado
académico, sin necesidad del título profesional. Con todo, muchos años después, en 1863,
el recién constituido Colegio de Abogados de Santiago lo nombró miembro honorario de la
institución, para significar que lo consideraba como uno de los suyos.
e) Nuevos empleos.
En marzo de 1832, BELLO fue designado como miembro de dos organismos públicos.
Por un lado, de la Junta de Educación, cuya tarea era vigilar la enseñanza ofrecida en los
colegios del país y proponer el plan de sus estudios al gobierno. Por entonces, el principal
establecimiento educacional de Chile era el Instituto Nacional, fundado en 1813. En él se
impartía enseñanza básica, media y superior, pero no se otorgaba los grados académicos, y
la competencia para éstos continuaba radicada en la Universidad de San Felipe que, por el
contrario, carecía de funciones docentes. Su nuevo cargo, pues, permitió a BELLO intervenir
en la reforma de los estudios superiores. En efecto, tuvo decisiva intervención en la
formulación del nuevo plan de estudios del Instituto aprobado precisamente en 1832.
Por otro lado, en ese mismo año, BELLO fue designado como miembro de la Comisión
de Censura de Libros, encargada del objeto que indica su nombre, con respecto a los libros
importados desde el extranjero. No debe parecer más que formalmente paradójico que en
artículos publicados en El Araucano en 1833 y 1834, el mismo BELLO criticara esa censura
71 MARTÍNEZ BAEZA, Sergio, “El título de bachiller en leyes de Don Andrés Bello”, en Congr. int.
“Andrés Bello y el Derecho”, pp. 397-401.
72 BELLO, A., OC. (Caracas), XXVI: Epistolario, 2, p. 55.
y aconsejara su supresión, aunque sin éxito, pues ella fue abolida mucho más tarde, en
1878 73 .
A las ocupaciones formales de BELLO, que, como se ve, iban en aumento, se añadían las
informales en número también creciente, pues desde el gobierno se le encargaba la
redacción de toda clase de documentos. Así, por ejemplo, le fue confiada la composición de
los discursos en que el presidente de la república debía dar cuenta anual al Congreso
Nacional, el día de la apertura del período ordinario de sus sesiones 74 . Sin embargo, BELLO
no descuidaba su investigación personal. Fue así como en 1835 dio a la luz unos Principios
de ortología y métrica de la lengua castellana.
f) Bello senador 75 .
Haciendo uso de su poder de hecho, pero aceptado, de dirigir las elecciones de
senadores y diputados para que resultaran escogidos unos candidatos selectos previamente,
en 1837 el gobierno decidió incorporar a BELLO en el Senado, y lo invitó a presentar su
candidatura a él, con el previsto resultado exitoso. Su designación-elección, que no era
legalmente incompatible con el cargo de oficial mayor del Ministerio de Relaciones
Exteriores, hubo de ser renovada en los períodos siguientes hasta 1864, cuando las
condiciones de salud del anciano ya no le permitían ejercer el cargo, como es que murió al
año siguiente.
Por temperamento y acaso también por prudencia, BELLO no usó su sillón para
mezclarse en la política diaria y contingente; pero desde él, se esforzó por llevar a la
práctica muchas de sus ideas sobre reforma de las instituciones públicas y mejora de las
funciones sociales, merced al impulso que entonces pudo dar a proyectos de leyes técnicas,
renovadoras de las instituciones chilenas, propios o ajenos. Los antecedentes completos de
sus intervenciones en el Senado copan un tomo de la edición caraqueña de sus Obras
completas 76 .
BELLO nunca expuso de manera sistemática una teoría de la legislación, pero de diversos
escritos suyos puede colegirse un pensamiento suyo acerca de cómo deben ser las leyes 77 ,
que, por cierto, aplicó en las que él mismo redactó o impulsó.
Dejando a un lado la más visible e importante de todas, vale decir, el Código Civil,
pueden recordarse que la primera ley en que BELLO intervino, como redactor del texto
propuesto por el presidente PRIETO, fue la promulgada con fecha 25 de julio de 1834, sobre
la facultad de los extranjeros para otorgar su testamento en Chile. Diversas trabas
encontraban para ese fin los extranjeros en el país; y como modo de atraerlos, el gobierno
73 ÁVILA MARTEL, Alamiro de, Andrés Bello y los libros (Santiago de Chile, Fondo Andrés Bello, 1981),
cap. III: “La censura de libros”, pp. 21-34.
74 Se ven en BELLO, A., OC. (Caracas), XIX: Textos y mensajes de gobierno. “Prólogo” de Guillermo Feliú
Cruz.
75 BELLO, A., OC. (Caracas), XX: Labor en el Senado. “Prólogo” de Ricardo Donoso. Sobre esta materia:
DONOSO, Ricardo, “Bello en el Senado”, en VV. AA., Andrés Bello. 1865-1965. Homenaje de la Facultad de
Filosofía y Educación de la Universidad de Chile (Santiago, Facultad de Filosofía y Educación, Universidad
de Chile, 1966), pp. 95-176; VALENCIA AVARIA, Luis, “El Senado de Chile y don Andrés Bello”, en Bello y
Chile, I, pp. 51-73; CALDERA, Rafael, “El Senador Don Andrés Bello”, en Bello y la América Latina, pp. 305-
316.
76 BELLO, Andrés, OC. (Caracas), XX: Labor en el Senado de Chile (Discursos y escritos).
77 Véase una sistematización de sus ideas esparcidas sobre la materia en POLANCO ALCÁNTARA, Tomás,
“Bello, legislador”, en Bello y Chile, II, pp. 251-262.
decidió promover este proyecto, que BELLO redactó haciendo gala de un amplio
liberalismo 78 . El reglamento del Senado, aprobado el 31 de agosto de 1840, también fue
obra suya 79 . Las tres leyes que organizaron sendas comisiones codificadoras y revisoras, a
las que se liga directamente el Código de 1855, fueron propuestas por BELLO 80 . Lo propio
acaeció con la Ley de 19 de noviembre de 1842, que organizó la Universidad de Chile 81 ; y
con aquella de 6 de septiembre de 1844, sobre matrimonio de los no católicos en territorio
chileno 82 . Tomó parte activa en la discusión de la ley de 8 de agosto de 1849, que regulaba
el destino de los terrenos ganados al mar 83 . Las importantes leyes sobre privilegios,
hipotecas y prelación de créditos, de 31 de octubre de 1845 y de 25 de octubre de 1854
fueron redactadas por BELLO 84 ; y la segunda es el antecedente directo de las normas del
Código sobre la misma materia. También se debió a su pluma la ley de 14 dejulio de 1852,
sobre exvinculación de los mayorazgos 85 . Un proyecto suyo sobre el efecto retroactivo de
las leyes tuvo influencia sobre la ley de 7 de octubre de 1861 acerca de la misma materia 86 .
Por lo demás, a la pluma de BELLO se debe el Reglamento del registro conservatorio de
bienes raíces, de 24 de junio de 1857, que en realidad es un Decreto con fuerza de ley
emitido por el presidente de la república en uso de la autorización dada por el artículo 695
del Código Civil.
Como detalle curioso, debe recordarse que el Senado siempre encargaba al senador
BELLO la redacción de su respuesta al discurso-cuenta anual del presidente de la república,
al que antes nos referimos. La curiosidad del detalle radica en que la composición de este
último discurso también, como vimos, era encomendada a BELLO, en cuanto funcionario
del gobierno; así que, en buenas cuentas, se respondía a sí mismo.
87 FERNÁNDEZ CALDAS, Enrique, “El pensamiento de Bello y la Universidad”, en Bello y Chile, I, pp. 379-
396; ARCINIEGAS, Germán, “La Universidad de Don Andrés”, en Bello y Chile, I, pp. 397-402; SAAVEDRA,
Igor, “Bello y un concepto de universidad”, en VV. AA., Homenaje a Don Andrés Bello, pp. 131-142.
Comisión por el Senado. Durante la década anterior, el primero, como antes quedó dicho,
había adelantado considerablemente en sus proyectos, y ahora los presentó paulatinamente
a la Comisión, para su debate, revisión y aprobación. Entre 1840 y 1845 quedaron
despachados un título preliminar y los libros sobre sucesiones y sobre obligaciones y
contratos, que fueron publicados por partes en El Araucano. Entretanto, BELLO, con toda
disciplina, no abandonaba sus trabajos intelectuales personales: en 1841, en efecto, publicó
su Análisis ideológica de los tiempos de la conjugación castellana 88 ; y entre 1843 y 1844
dio a luz diez trabajos sobre filosofía en la revista El Crepúsculo, que pasarán a integrar su
libro Filosofía del entendimiento, aparecido completo, sin embargo, y póstumo solo en
1881.
Durante el segundo semestre de 1845, la Comisión –refundida ese año con una Junta
Revisora del Proyecto de Código Civil que había sido creada en 1841, y que funcionó muy
poco–, dejó de actuar, y BELLO debió continuar el trabajo a solas. En 1846 reeditó en un
volumen el libro sobre sucesiones revisado, y en 1847 aquel sobre obligaciones y contratos
en otro. En los cinco años sucesivos prosiguió con la redacción de las partes aún faltantes
del proyecto.
Las ocupaciones de BELLO eran a la sazón numerosas, pues debía atender sus cargos de
oficial mayor del Ministerio de Relaciones Exteriores, de rector de la Universidad de Chile,
de senador y de redactor de El Araucano, amén de despachar los múltiples requerimientos
de consejo y redacción de documentos que el gobierno le encargaba incesantemente, y de
ocuparse en sus trabajos personales de carácter literario; así, por ejemplo, en 1846 publicó
la segunda edición de una Gramática de la lengua latina, cuya primera había sido original
de su hijo Juan, fallecido en 1845, y a la cual BELLO introdujo tan sustanciales
innovaciones, que ha podido ser considerada como obra suya 89 . En 1847 dio a las prensas
una Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos, obra maestra de
la lingüística de su tiempo, pero perdurante en el actual; en 1848 hizo lo propio con una
Cosmografía, y hacia 1849 se hallaba escribiendo unos Principios de derecho romano,
precozmente seguidores del historicismo jurídico alemán, que, empero, nunca acabó; a todo
lo cual hay que agregar sus habituales artículos para El Araucano y que en el segundo
quinquenio de los años cuarenta su salud estuvo muy resentida. En tales circunstancias, no
es inexplicable la demora sufrida por el trabajo codificador desde 1847.
Pero a fines de 1852, BELLO entregó el Proyecto de Código Civil acabado al gobierno,
quien lo hizo imprimir a principios de 1853. El presidente de la república de entonces,
Manuel MONTT, creó paralelamente una Comisión Revisora del proyecto, y la integró por
varios jurisconsultos, BELLO incluido, y jueces. Esa comisión dio por terminada su labor en
el segundo semestre de 1855, con un proyecto revisado que el gobierno mandó imprimir en
el mismo año, para su presentación al Congreso Nacional. Casi sin reticencias, ambas
cámaras le prestaron su aprobación como un todo, sin examen de su articulado, así que el
presidente MONTT pudo promulgar la ley aprobatoria del Código Civil el 15 de diciembre
de 1855, para que entrara en vigencia el 1 de enero de 1857. Entretanto, en mayo de 1856,
88 Que había empezado a preparar en Caracas: ARDAO, Arturo, “La iniciación filosófica de Bello. Su
‘Análisis ideológica’ de los tiempos verbales”, en Bello y Caracas, pp. 329-402.; QUIROGA TORREALBA, Luis,
“Los tiempos de la conjugación castellana y la formación lingüística de Andrés Bello”, en Bello y Caracas,
pp. 391-402.
89 BELLO, A., OC. (Caracas), VIII: Gramática Latina y escritos complementarios. “Prólogo” de Aureliio
Espinoza Pólit. Sobre BELLO latinista: BRICEÑO JÁURIGUE, Manuel, “Andrés Bello, humanista latino”, en
Bello y la América Latina, pp. 317-336.
vio la luz la edición príncipe del nuevo Código, cuidada por BELLO, quien, cerca de veinte
años después de que Diego PORTALES le animara a emprender privadamente su redacción,
veía así culminada la obra que terminaría por redondear su celebridad en el mundo
civilizado.
90 BELLO y GARCÍA DEL RÍO publicaron un artículo titulado “Indicaciones sobre la conveniencia de
simplificar y uniformar la ortografía en América”, primero en La Biblioteca Americana (Londres, 1823) y
después en El Repertorio Americano (Londres, 1826), que ahora se ve en BELLO, A., OC. (Caracas), V:
Estudios gramaticales, pp. 71-87.
importante de aquellos bienes, que debían quedar confirmadas y aseguradas al máximo,
eran modelos deseables, cuyos beneficios alcanzarían a todos a su turno.
a) La vida privada.
Al llegar a Chile, BELLO no pudo traer consigo ningún capital, más que para el primer
sustento. Poco a poco, la estabilidad de los empleos que desempeñó y las recompensas
recibidas por sus trabajos extraordinarios, le permitieron adquirir una situación económica
regular y sana, lo mismo que formar un algo más que moderado patrimonio 91 , así que,
desde ese punto de vista, la familia BELLO gozó de una vida desahogada en Santiago, en
notorio contraste con las carencias de su situación en Londres.
Después de permanecer algún tiempo en la residencia santiaguina de los Egaña cuando
arribaron a Chile, BELLO y su familia se instalaron en una casa tomada en alquiler, sita en la
calle Santo Domingo, entre las actuales Miraflores y Mac Iver; después se trasladó
definitivamente a una amplia casona de la calle Catedral, entre Teatinos y la actual
Amunátegui, que el sabio compró cercana a la parroquia de Santa Ana, de la que se hizo
feligrés 92 .
Era muy madrugador y trabajaba en casa hasta media mañana; después repartía el
tiempo entre el Ministerio de Relaciones Exteriores y la rectoría de la Universidad; por la
tarde o a la hora vespertina, asistía al Senado, cuando había sesión. Como habitualmente no
le llegaba con facilidad el sueño, solía continuar el trabajo hasta entrada la noche. Por
entonces los horarios de alimentación eran diferentes, y, aparte del desayuno inicial, había
un almuerzo a media mañana, pasado el cual BELLO salía de casa a atender sus empleos; y
una cena hacia las cinco de la tarde, a la que podía seguir un breve paseo por la Alameda de
Las Delicias. BELLO era aficionado a la buena y abundante mesa y gustaba fumar cigarros;
incluso escribió un poema Al tabaco. PORTALES, que como comerciante tenía acceso más
expedito a ellos, solía remitírselos desde Valparaíso. En sus horas libres le placía escuchar
música, especialmente transcripciones de piezas de ópera, que interpretaban sus hijas al
piano. Amaba los animales, como se demostró por el intenso cariño profesado a su gato
romano, al cual consentía todas sus ocurrencias. El felino le correspondía y se cuenta que,
muerto su amo, se rehusó a abandonar el cadáver hasta el último momento y que murió días
después de consunción 93 .
91 El líquido partible de la herencia de BELLO montó a 48.348 pesos chilenos, que a la sazón se convertían
en la misma cantidad de dólares de EE. UU., pues había paridad entre ambas monedas: SALVAT
MONGUILLOT, Manuel, “Vida de Bello”, en VV. AA., Estudios, p. 74 y nota 276. En moneda del año 2006,
aquella suma equivale a 601.907 dólares, según las Historical Statistics of the United States (Washington,
United States Government Printing Office, 1975), esto es, unos 325.029.780 pesos chilenos de hoy y 470.239
euros.
92 Sobre BELLO y la Religión: CREMA, Edoardo, Trayectoria religiosa de Andrés Bello (Caracas, Gráficas
Sitges, 1956): HANISCH, Walter, “Tres dimensiones del pensamiento de Bello: Religión, Filosofía, Historia”,
en Historia 4 (Santiago, 1965), pp. 11-59.
93 La anécdota es trasmitida por el jurista, profesor y literato ALFONSO, Paulino, “Don Andrés Bello”
(1915), en FELIÚ CRUZ, Guillermo (compilador), Estudios sobre Andrés Bello (Santiago, Fondo Andrés Bello,
1966), I, p. 172.
Durante el estío, la familia se trasladaba a Valparaíso, sita unos cien kilómetros de
Santiago, invitada por el almirante Manuel BLANCO ENCALADA a su quinta, o a la casa de
José Antonio ÁLVAREZ CONDARCO, a quien, como vimos, BELLO conoció en Londres; o
bien a la parcela de los EGAÑA en la localidad de Peñalolén, cercana a la capital, en donde
habían hecho construir un gran casa (que todavía se conserva, con ampliaciones y
restaurada), a cuyo alhajamiento Mariano proveyó con gran cantidad de muebles
comprados personalmente en Europa, en donde también adquirió estatuas y fuentes con que
adornar los jardines 94 . Pero durante esas temporadas BELLO acostumbraba a trabajar.
De BELLO existen varios óleos y daguerrotipos que lo muestran en diversos momentos
de su adultez y ancianidad 95 . A través de ellos se forma la impresión de un rostro correcto,
distinguido y agradable, no carente de alguna apostura.
b) Las amistades.
Gran placer recibía aquél a través de la conversación con sus amigos 96 , si bien prefería
escuchar antes que hablar, lo cual hacía igual a como escribía. Con todo, seguro del
fundamento de las opiniones vertidas, defendía razonadamente sus puntos de vista, lo que
un auténtico ególatra como José Victorino LASTARRIA consideraba ser un rasgo de
terquedad suya. Se contaron entre tales amigos, desde luego a Mariano EGAÑA, pero
también a Antonio José DE IRISARRI y a Francisco Antonio PINTO, todos de la época
londinense, y a los ya mencionados Manuel BLANCO ENCALADA y José Antonio ÁLVAREZ
CONDARCO.
Aunque habitualmente serio, BELLO no carecía de sentido del humor y solía celebrar de
buen grado las agudezas y ocurrencias, por ejemplo, de sus alumnos. Pero era tímido,
recatado y sobrio. El único hecho de su vida en que se insinuó una cierta exhuberancia
proveniente de la zona tórrida, fue el de los algo extravagantes honores que propuso al
Senado en memoria de Mariano EGAÑA, cuando éste falleció inesperadamente en 1846, los
cuales incluían colgar el sillón que había ocupado el difunto en el pórtico de la casa
senatorial, y que dieron ocasión al despliegue irónico de algún colega 97 .
Con PORTALES, BELLO no parece haber llegado a tener la amistad íntima y confiada que
tuvo, por ejemplo, con Mariano EGAÑA y otros; pero llegó a ganarse su respeto y
admiración –cosa digna de notar en una persona como el ministro, que a pocos respetaba y
a casi nadie admiraba–, y también su confianza, al punto de recibir de él encargos oficiales
de importancia. Incluso apadrinó PORTALES a una de las hijas de BELLO en 1832; también
declaró sentir cariño por él, solía remitirle regalos y en sus cartas lo trataba de “señor” o de
“don Andrés”, y también de “mi compadre”, sin añadir apodos, a los cuales era tan
inclinado. Nada de eso impidió que BELLO discrepara gravemente con el ministro en torno
a la postura que debía adoptarse frente a la amenaza de la Confederación Peruano-
Boliviana para Chile, pues aquél, al revés de éste, prefería no pensar en una solución bélica.
Tan seria fue la disensión, al menos así la percibió BELLO, que éste, comparando infundada
94 SILVA CASTRO, Raúl, Don Andrés Bello (Santiago, Editorial Andrés Bello, 1965), cap. “Pañalolén”, pp.
73-85.
95 GRASES, Pedro, Los retratos de Bello (2ª edición, Caracas, Publicaciones del Banco Central de
Venezuela, 1980), en donde se los reproduce con sus circunstancias.
96 SALVAT MONGUILLOT, Manuel, “Algunos amigos de Bello en Chile”, en Bello y Chile, I, pp. 89-102.
97 Véanse las actas de las sesiones en que se discutió el proyecto en BELLO, A., OC. (Caracas), XX, pp.
373-394.
y exageradamente su situación con la del expulso MORA, se imaginó en algún momento
haber de abandonar el país.
Desde su llegada a Chile, BELLO se relacionó con sus principales personajes y, por sus
méritos personales y la potencia de su intelecto, de hecho pasó a ser uno de ellos. En fin de
cuentas ingresó, pues, en la elite dirigente, se integró en la alta sociedad santiaguina y dio
lugar a una larga descendencia chilena, muchos de cuyos miembros han sobresalido en las
Letras, las Artes, la Política, la Diplomacia y la cátedra 98 .
102 La cita en JAKSIC, Iván, Andrés Bello: La pasión por el orden (Santiago, Editorial Universitaria,
2001), p. 260.
103 La historia de la gestación y ejecución de este proyecto se ve en SILVA CASTRO, Raúl, Don Andrés
Bello (Santiago, Editorial Andrés Bello, 1965), cap. “La edición de las Obras completas”, pp. 111-156.
SEGUNDA PARTE
LA OBRA INTELECTUAL NO JURÍDICA DE BELLO,
§ 6. FILOLOGÍA Y GRAMÁTICA.
De todas las disciplinas cultivadas por BELLO, puede decirse que fueron la Filología y la
Gramática castellanas las que constituyeron su sector profesional, por así decirlo,
deliberadamente escogido y al que se dedicó durante toda su vida. La enseñanza de los
clásicos latinos y castellanos recibida en su niñez y juventud, su temprano aprendizaje del
latín, y sus lecturas, todo en Caracas, seguramente dieron base a su gusto por las Ciencias
del Lenguaje. A ellas pudo dedicarse plenamente en Londres, en donde las ricas
colecciones de la biblioteca del Museo Británico nuevamente le suministraron las fuentes y
la bibliografía necesarias. Coadyuvó también la amistad trabada en Londres con el erudito,
bibliófilo y filólogo español Bartolomé José GALLARDO, que ha sido considerado como una
suerte de antecedente de MENÉNDEZ PELAYO.
a) Filología 104 .
En el campo de la Filología castellana, BELLO se hizo partícipe del romanticismo
cultural de fines y principio de siglo, una de cuyas manifestaciones más visibles fue el
interés suscitado por el mundo medieval, que, en la rama de que tratamos, se especificaba
en la literatura de esa época 105 . En la lengua castellana, el monumento más ilustre de
aquélla es El cantar del Mío Cid (siglos XII/XIII), del cual BELLO tempranamente en
Londres concibió la idea de hacer una edición crítica, que restituyera el texto a su forma
original y lo liberara de las glosas e interpolaciones de que había sido objeto a lo largo de
los siglos 106 . La idea le vino al tomar conocimiento en la biblioteca de MIRANDA, de la
edición escasamente crítica que Tomás A. SÁNCHEZ había publicado en 1779. Una empresa
semejante le obligó a estudiar el contexto histórico al que pertenece la narración del poema,
los orígenes de su lengua y las vinculaciones de ésta con otras neolatinas. En la edición de
que hablamos trabajó toda su vida, aunque nunca la dio por terminada ni publicó, si bien la
Real Academia Española llegó a interesarse en una edición, por mediación del antiguo rival
José Joaquín DE MORA, aunque sin resultados. Modernamente se ha dicho que, de haber
sido conocido todo el trabajo de BELLO sobre la materia, el curso de la investigación sobre
ella pudo haber cambiado notablemente. Pero su pesquisa dio lugar a varios trabajos
derivados sí dados a conocer, a través de los cuales de todos modos los especialistas
tomaron noticia del rumbo que llevaban los estudios de BELLO y del valor y originalidad
que portaban consigo, lo cual por sí sólo contribuyó a expandir su fama de filólogo
consumado.
Ya en la revista La Biblioteca Americana publicó un comentario crítico a la obra de
Sismond de Sismondi titulada Literatura del Mediodía de Europa; y un estudio sobre
acentos y cantidades de sílabas en el griego y en el latín y sobre la prosodia de la lengua
104 BELLO, A., OC. (2ª edición, Caracas, La Casa de Bello, 1981), VI, 1: Estudios filológicos.
“Introducción” de Samuel Gili Gaya; VII, 2: Estudios filológicos. “Estudio preliminar” de Pedro Grases.
Panorama general: OROZ SCHEIBE, Rodolfo, “Los estudios filológicos de Andrés Bello”, en VV. AA.,
Estudios, pp. 146-182.
105 GRASES, Pedro, La épica española y los estudios de Andrés Bello sobre el Poema del Cid (Caracas,
Talleres de la Ed. Ragon, 1954); GRASES, Pedro, “Los estudios de Bello en Londres sobre literatura
medieval”, en Bello y Londres, II, pp. 41-58; PARDO, Aristóbulo, “Los estudios de Andrés Bello sobre el
castellano medieval”, en Bello y Chile, I, pp. 433-451.
106 SMITH, Colin, “Los trabajos de Bello sobre el poema del Mío Cid”, en Bello y Chile, II, pp. 61-74.
castellana; y en El Repertorio Americano otro sobre el uso antiguo de la rima asonante en la
poesía latina de la Edad Media y en la francesa. En esta última materia, BELLO descubrió
que, contra lo sostenido por entonces, el verso de rima asonante no era una particularidad
del castellano sino un patrimonio común de los dialectos romances del Mediodía, que
arrancaba sus orígenes del latín del siglo VI.
En 1852, BELLO publicó en los Anales de la Universidad de Chile una recensión a la
Historia de la literatura española del profesor estadounidense George TICKNOR, uno de los
fundadores de los estudios hispánicos en su país. En ella se mostró conforme con el
tratamiento dado a muchos temas por su autor, pero manifestó su razonado y fundado
disenso acerca otros, en especial relativos al Cantar del Mio Cid, del que a la época era un
especialista, y sobre el texto conocido como Crónica de Turpin, un anónimo latino del siglo
XII, que, tomando el nombre de un personaje de la Chanson de Roland, narra los hechos de
Carlomagno en España. Acerca de esta obra, BELLO mostró un dominio también certero y
profundo, como que, en realidad, ya tenía casi concluido su estudio durante la época
londinense y era parte del amplio espectro de sus investigaciones cidianas.
b) Gramática 107 .
Hacia comienzos del siglo XIX, la Gramática castellana todavía era tratada como una
dependencia de la latina, vale decir, con los esquemas de ésta aplicados. Así, por ejemplo,
se estudiaban las declinaciones castellanas, según los seis casos del latín, en circunstancias
que en castellano sólo marginalmente hay declinaciones, y así para muchos otros
fenómenos. BELLO fue uno de los primeros más modernos en avanzar hacia una
comprensión autónoma del castellano y en estudiar sus elementos en sí mismos, merced a
observación directa, y en ese sentido fue renovador de la obra de NEBRIJA que en el siglo
XVI ya había planteado un método semejante.
La dedicación de BELLO a la Gramática no obedeció a un puro afán de conocimiento,
como era el caso de aquella a la Filología, mas también práctico. BELLO se había percatado
del gran beneficio que significaba la unidad de la lengua para los muchos países
desmembrados de la antigua Monarquía española; pero también del riesgo de perderlo, si
cada uno desarrollaba formas idiomáticas singulares, que generalmente implicaban una
corrupción de las formas originales, igual a como había acaecido con el latín en las
provincias del Imperio Romano una vez disuelto éste. Así que BELLO siempre unió a su
genuino interés científico por la lengua castellana, una preocupación por difundir la manera
correcta de proferirlo y escribirlo en todo el mundo americano que lo hablaba. BELLO, sin
embargo, no era un purista, pues estaba convencido de que el árbitro en toda lengua es el
uso común del hablar, sólo que de la gente cultivada 108 , de donde su esfuerzo por cultivar a
la gente en estas materias (como en tantas otras), lo que aseguraría una evolución canónica
del lenguaje. Por lo demás, en Londres había propugnado una reforma de la ortografía
107 BELLO, A., OC. (Caracas), IV: Gramática. “Prólogo” de Amado Alonso; V: Estudios gramaticales.
“Prólogo” de Ángel Rosenblat.
108 En este último punto, BELLO polemizó en 1842 con el argentino, a la sazón exiliado en Chile,
Domingo Faustino SARMIENTO, quién creía en el uso común del pueblo: véase VERDEVOYE, Paul, “Don
Andrés Bello y Domingo Faustino Sarmiento: una polémica y una colaboración”, en Bello y Chile, II, pp. 104-
114.
castellana, fundada en la Fonética con abandono de la Etimología 109 ; y en 1843 apoyó una
reforma similar propuesta por Domingo F. Sarmiento a la Facultad de Filosofía y
Humanidades de la Universidad de Chile, que la aceptó e implantó 110 .
En 1832, BELLO publicó un artículo sobre la necesidad de enseñar la lengua materna a
los niños, asunto que entonces no era muy cuidado. Entre 1833 y 1834 dio a luz una serie
de trabajos titulada Advertencias sobre el uso de la lengua castellana dirigidas a los padres
de familia, profesores de los colegios y maestros de escuela, en los que denunciaba el
frecuente uso de barbarismos de parte de los chilenos y explicaba el uso de las palabras
correctas. En 1834 dio a conocer unos Principios de la Ortología y Métrica de la lengua
castellana, después reeditada en 1850 y 1859 111 , que llamó la atención de la Real
Academia Española, al punto de llegar a pensar en adoptar ese libro como manual
universal, aunque después dispuso la redacción de un manual propio, de todos modos muy
alimentado con las doctrinas prosódicas de BELLO
Con materiales ya incoados en Caracas y, por cierto, ampliados y profundizados en
Londres, en 1841 publicó en Valparaíso un opúsculo bajo el título de Análisis ideológica de
los tiempos de la conjugación castellana que, en síntesis, es un estudio del comportamiento
del verbo en esa lengua, elemento gramatical éste que, como es sabido, en aquélla ofrece
una rica variedad con respecto al latín y a las demás lenguas neolatinas; así, por ejemplo, el
castellano conoce el futuro de subjuntivo (“amare”, perteneciere”, “durmiere”), que falta en
otros idiomas. Con gran originalidad y profundidad, BELLO analizó y explicó las distintas
formas y funciones del verbo castellano, para las cuales incluso creó una nomenclatura
nueva 112 .
Pero la obra cumbre de BELLO en estos temas fue su Gramática de la lengua castellana
destinada al uso de los americanos, editada en Santiago en 1847 y reeditada por el autor en
1853 (Valparaíso), 1854 (Santiago), 1857 (Valparaíso) y 1860 (Valparaíso) 113 . De esta
quinta edición, en el siglo XIX se hicieron reediciones en 1870 (Valparaíso), 1873
(Santiago), 1876 (Valparaíso), 1879 (Santiago), dos en 1883 (Santiago), 1885 (Santiago) y
1887 (Santiago). También hubo reediciones en Caracas (1850) y Bogotá (1860). En esta
misma ciudad, en 1874, el célebre filólogo Rufino José CUERVO hizo una cuidada edición
de la novena de Valparaíso (1870) con notas, reimpresa en 1881. En Europa, la primera
edición de 1847 fue reimpresa en Madrid (1853). También en Madrid hay una edición de
1875 y sucesivas en 1883, 1887, 1891 y 1903. En Paris, la edición de CUERVO fue reeditada
en 1891, 1903 y 1911. Cuando se suman las precedentes a todas las que se han hecho
durante el siglo XX, las ediciones de la Gramática en diversos lugares suman una
109 Véase la nota 90 y MURILLO RUBIERA, Fernando, Andrés Bello: Historia de una vida y de una obra
(Caracas, La Casa de Bello, 1986), p. 170.
110 VERDEVOYE, Paul, “Don Andrés Bello y Domingo Faustino Sarmiento”, cit. (n. 108), pp. 114-122.
Sobre la reforma ortográfica implantada en Chile, con detalle: CONTRERAS, Lidia, Historia de las ideas
ortográficas en Chile (Santiago, Biblioteca Nacional, 1993). La Memoria en que Sarmiento propuso la
reforma se ve en ÁVILA MARTEL, Alamiro de, Sarmiento en la Universidad de Chile (Santiago, Ediciones de
la Universidad de Chile, 1988), pp. 61-120.
111 VALDERRAMA ANDRADE, Carlos, “Notas a la ‘Ortología y Métrica’ de don Andrés Bello”, en Bello y
Chile, I, pp. 559-564.
112 YLLERA, Alicia, “El verbo en Andrés Bello: originalidad y tradición”, en Bello y Chile, I, pp. 477-514.
113 TRUJILLO, Ramón, “Variantes en las ediciones de la ‘Gramática’ de Bello”, en Bello y Chile, I, pp.
515-524; EL MISMO, “La edición crítica de la ‘Gramática’ de Bello y la doctrina de las variantes”, en Bello y
la América Latina, pp. 295-303.
cincuentena. Los especialistas la consideran entre las mejores gramáticas alguna vez
escritas en el mundo y ciertamente la mejor en la lengua de su objeto 114 . En ella, BELLO
expuso, en efecto, un completo y original sistema lingüístico, que aun conserva vigencia 115
y es invocado como autoridad por los expertos 116 .
La preocupación de BELLO por avanzar en la enseñanza del idioma, todavía le llevó a
publicar una Gramática para las escuelas en 1851, en que la obra mayor, de que provenía,
aparece compendiada y explicada más sencillamente, a efectos pedagógicos. Entre sus
papeles, se encontró otro compendio de la Gramática, que fue editado en 1937 por
AMUNÁTEGUI REYES; y aún se tiene noticia de otro manuscrito inédito también
compendioso 117 .
La obra intelectual de BELLO, con todo, excedió mucho a las disciplinas que hasta el
momento hemos considerado. Cumple dar una breve noticia de los demás ámbitos del saber
a que aquél extendió su interés, siempre fecundo, y considerarlo como poeta.
a) Historia.
Libros de Historia BELLO no escribió, si se deja a un lado el breve opúsculo titulado
Resumen de la historia de Venezuela publicado anónimo en Caracas, en 1810 118 . En
diversas sedes, y particularmente en El Araucano, entregó algunos artículos concisos sobre
diversos puntos históricos; a ellos se añaden ciertas necrologías y desde luego recensiones y
comentarios a libros sobre historia de variados autores chilenos y extranjeros. El conjunto
de este material ocupa un tomo de la edición caraqueña de las Obras completas 119 ; y
permite tomar cabal cuenta del esfuerzo de BELLO por expandir el interés hacia la Historia
y su cultivo.
Pese al valor de esta obra histórica menor y esparcida, la importancia de BELLO para la
Historiografía chilena radica en otro punto. Con ocasión de dos pretenciosos opúsculos
114 Sobre la valoración internacional de la Gramática: BARNOLA, Pedro Pablo, “La ‘Gramática’ de Bello:
su trayectoria”, en Bello y la América Latina, pp. 249-264. Un examen general: JIMÉNEZ BORJA, José, “La
‘Gramática” de Bello: antes, entonces y ahora”, en Bello y la América Latina, pp. 265-282.
115 RABANALES, Ambrosio, “Vigencia de las ideas lingüísticas y gramaticales de Don Andrés Bello”, en
VV. AA., Homenaje a Don Andrés Bello, pp. 81-104.
116 CARRILLO HERRERA, Gastón, “Actualidad de la gramática de Andrés Bello”, en VV. AA., Andrés
Bello. 1865-1965. Homenaje de la Facultad de Filosofía y Educación de la Universidad de Chile (Santiago,
Facultad de Filosofía y Educación, Universidad de Chile, 1966), pp. 177-193; ISAZA CALDERÓN, Baltasar, La
doctrina gramatical de Bello (2ª edición, Madrid, Real Academia Española, 1967); ABAD NEBOT, Francisco,
“Idea de las categorías gramaticales en Andrés Bello”, en Bello y Chile, I, pp. 453-460; LOPE BLANCH, JUAN,
“Bello y el concepto de oración”, en Bello y Chile, I, pp. 461-470; ORIHUELA, Augusto Germán, “Intuición y
conciencia idiomáticas en la obra gramatical de Bello”, en Bello y Chile, I, pp. 471-476; VELLEMAN, Barry,
“Bello gramático: modernidad del enfoque sintáctico”, en Bello y Chile, I, pp. 525-557.
117 DORTA LUIS, Josefa, “La Gramática abreviada de Bello”, en Bello y la América Latina, pp. 283-293.
118 Edición moderna: BELLO, Andrés, Resumen de la historia de Venezuela (Caracas, La Casa de Bello,
1978). Véase: RAMOS, Luis - RAMOS, Demetrio, “Bello y el ‘Resumen de la historia de Venezuela’”, en Bello
y Caracas, pp. 305-327.
119 BELLO, A., OC. (Caracas), XXIII: Temas de Historia y Geografía. “Prólogo” de Mariano Picón Salas.
Panorama general: HANISCH, Walter, “Tres dimensiones del pensamiento de Bello: Religión, Filosofía,
Historia”, en Historia 4 (Santiago, 1965), pp. 119-163.
sobre Historia chilena publicados por José Victorino LASTARRIA, en que éste exponía, no
tanto los hechos del pasado, cuanto su interpretación en el marco de una línea de desarrollo,
fundado en la idea de ser la Historia una guía moral para el presente, BELLO comentó uno
de tales escritos y defendió el parecer de una comisión universitaria que había objetado el
segundo, contra la crítica de Jacinto CHACÓN, tío del futuro héroe de Iquique, quien había
salido en defensa de LASTARRIA. LASTARRIA y CHACÓN querían una historia filosófica. A
través de cuatro artículos publicados en El Araucano, BELLO insistió en que la primera
tarea del historiador hispanoamericano consistía en afinar un método destinado a acertar
con verdad y precisión los hechos del pasado, y consintió en que sólo después podía
pensarse en formular interpretaciones de amplio respiro 120 . Esta sencilla idea influyó
decisivamente en los jóvenes de su época que aspiraban a adquirir el oficio y con ella el
sabio señaló el rumbo a la Historiografía nacional para muchos decenios, asegurando su
reconocida calidad científica y salvándola de convertirse en una ensayística
pseudofilosófica completamente ideologizada, como resultaba de los trabajos de
LASTARRIA.
b) Filosofía 121 .
En rigor, profesionalmente BELLO era filósofo, puesto que disponía de una maestría en
Artes obtenida en Caracas. Ya hemos visto cuán dilatadamente excedió ese saber. Pero no
dejó de cultivarlo. Póstuma fue editada en 1881 una Filosofía del entendimiento, en la que
BELLO, sin embargo, venía trabajando desde hacía más de cuarenta años, como que en 1843
habían sido publicados algunos de sus capítulos en un periódico de Santiago. El libro, que
seguramente destinaba a la enseñanza en el Instituto Nacional, consta de dos partes: una
“Psicología mental” y una “Lógica” 122 . Los especialistas han cuidado de señalar las fuentes
de este libro, por lo general modernas, y sus aportaciones originales, sobre todo en el
campo de la Lógica.
Además, BELLO solió tratar temas filosóficos en diversos artículos publicados en
periódicos, generalmente bajo la forma de recensiones críticas a libros del género,
120 CORREA SUTIL, Sofía, “La concepción historiográfica de Andrés Bello como una forma de
acercamiento a la realidad americana”, en Bello y Chile, II, pp. 339-352; KREBS, Ricardo, “Proyecciones del
pensamiento histórico de Andrés Bello”, en Bello y la América Latina, pp. 337-354; EL MISMO, “Bello y la
Historia”, en VV. AA., Homenaje a don Andrés Bello, pp. 251-266.; SILES SALINAS, Jorge, “La
institucionalidad y la Historia en el pensamiento de Bello”, en Bello y la América Latina, pp. 369-377. Véase
también: GAZMURI, Cristián, “Algunas influencias europeas en el método historiográfico de Bello”, en Bello y
Chile, II, pp. 325-352.
121 BELLO, A., OC. (Caracas), III: Filosofía. “Prólogo” de Juan D. García Bacca. Panorama general:
HANISCH, Walter, “Tres dimensiones del pensamiento de Bello: Religión, Filosofía, Historia”, en Historia 4
(Santiago, 1965), pp. 59-119; HANISCH, Walter, “Andrés Bello y su pensamiento filosófico en Chile. 1829-
1865”, en Bello y Chile, I, pp. 259-338; MURILLO RUBIERA, Fernando, Andrés Bello: Historia de una vida y
de una obra (Caracas, La Casa de Bello, 1986), pp. 314-343. Sobre aspectos específicos: ARDAO, Arturo, “La
etapa filosófica de Bello en Londres”, en Bello y Londres, II, pp. 145-169; SUTHERLAND, Stewart, “La
influencia de la Filosofía escocesa en Andrés Bello”, en Bello y Londres, II, pp. 171-190; BAULNY, Olivier,
“Andrés Bello et la Philosophie anglaise”, en Bello y Londres, II, pp. 191-209. Sobre el encuadramiento de
Bello en la Filosofía continental: ARDAO, Arturo, “Bello y la Filosofía latinoamericana”, en Bello y la
América Latina, pp. 179-191.
122 GAOS, José, “Filosofía del entendimiento” de A. Bello. Introducción (México, Fondo de Cultura
Económica, 1948).
recientemente aparecidas, a través de lo cual nuevamente informaba al público acerca de las
novedades en la materia, al mismo tiempo que satisfacía las necesidades de su espíritu.
123 BELLO, A., OC. (Caracas), IX: Temas de crítica literaria. “Prólogo” de Arturo Uslar Pietri.
124 BELLO, A., OC. (Caracas), XXIV: Cosmografía y otros escritos de divulgación científica. “Prólogo” de
F. J. Duarte.
125 GUTIÉRREZ, Adelina, “Bello y la Astronomía”, en VV. AA., Homenaje a Don Andrés Bello, pp. 159-
168.
126 ESTÉVEZ, Roberto, “Los estudios médicos y don Andrés Bello”, en VV. AA., Homenaje a Don Andrés
Bello, pp. 143-152.
127 FERNÁNDEZ CALDAS, Enrique, “Andrés Bello y el medio natural”, en Bello y la América Latina, pp.
355-368.
e) Poesía 128 .
BELLO escribió poemas desde su juventud 129 y ya jamás abandonó la lira, incluso en
Londres 130 . De sus Obras completas, un tomo está destinado a la poesía editada y otro a sus
borradores 131 .
La mayoría de sus trabajos son originales, pero también practicó la imitación. Entre los
primeros, célebres se hicieron la silva A la agricultura de la zona tórrida, un canto al
destino de América 132 , y El incendio de la Compañía, inspirada por el que afectó al templo
de los jesuítas en 1863, que enlutó a media sociedad santiaguina. Entre los segundos está
La oración por todos, presentada por su autor como imitación a la obra homónima de
Victor HUGO, aunque, según los críticos, superó al original 133 . Menos que imitarlo, en
realidad sólo se inspira en él.
No bien los cánones por los que BELLO rigió su arte poética y los gustos a que la ordenó
han variado mucho en nuestros días, los críticos no dejan de ponderarla como valiosa.
BELLO también tradujo poesía desde el italiano 134 .
f) La generación de 1842.
En el año 1842 empezó a desarrollarse en Chile un declarado interés de la juventud por
las Bellas Letras, seguido de una notable actividad concerniente, en la que no escaseó la
polémica literaria. Los historiadores han denominado “Generación de 1842” al grupo de
escritores que entonces se manifestó 135 . Su centro fue la institución denominada Sociedad
128 SILVA CASTRO, Raúl, Don Andrés Bello (Santiago, Editorial Andrés Bello, 1965), cap. “Rasgos
chilenos en la poesía de Bello, pp. 87-99; URIBE ARCE, Armando, “Poesía de Bello”, en VV. AA., Estudios,
pp. 184-218; ZAMBRANO URDANETA, Óscar, “Para una ética de la poesía de Bello”, en Bello y Chile, II, pp.
53-60; BAREIRO SAGUIER, Rubén, “La poesía de Andrés Bello: lectura actualizada del significado”, en Bello y
Chile, II, pp. 53-60; ROSALES, Luis, “Algunos aspectos poco frecuentes de la poesía de Andrés Bello”, en
Bello y Chile, II, pp. 485-429; MONTES, Hugo, “El pensamiento poético de Bello”, en VV. AA., Homenaje a
Don Andrés Bello, pp. 47-56; MURILLO RUBIERA, Fernando, Andrés Bello: Historia de una vida y de una
obra (Caracas, La Casa de Bello, 1986), pp. 171-175.
129 Véase la nota 12.
130 BARNOLA, Pedro Pablo, “Poesía de Bello en Londres”, en Bello y Londres, II, pp. 103-112.
131 BELLO, A., OC. (Caracas), I: Poesías. “Prólogo” de Fernando Paz Castillo; II: Borradores de poesías.
“Prólogo” de Pedro P. Barnola.
132 CREMA, Edoardo, “Conflictos y valores estéticos en la ‘Silva a la Agricultura’”, en Primer libro de la
Semana de Bello en Caracas (Caracas, Ediciones del Ministerio de Educación, Dirección de Cultura y Bellas
Artes, 1952), pp. 91-117; BARNOLA, Pedro Pablo, Silvas americanas de Andrés Bello: estudio crítico
(Caracas, Fundación Eugenio Mendoza, 1965); PAREDES, Pedro Pablo, “La realidad americana vista por Don
Andrés Bello desde Londres a través de la silva ‘A la agricultura de la Zona Tórrida’”, en Bello y Londres, II,
pp. 75-92; TORREALBA LOSSI, Mario, “Los temas del Romanticismo en las ‘Silvas americanas’”, en Bello y
Londres, II, pp. 93 ss.
133 SILVA CASTRO, Raúl, Don Andrés Bello (Santiago, Editorial Andrés Bello, 1965), cap. “La Oración
por todos”, pp. 101-109.
134 ROSSI, Giuseppe Carlo, “Bello en Chile y la poesía italiana”, en Bello y Chile, II, pp. 33-52.
135 Sobre él, es especialmente interesante un trabajo de 1890, de ORREGO LUCO, Augusto, “El movimiento
literario de 1842”, republicado en Atenea. Revista de Ciencia, Arte y Literatura 100 (Universidad de
Concepción, 1933), pp. 317-350, porque su autor conoció a casi todos los integrantes del movimiento. Con
ocasión del centenario de éste, una serie de artículos antiguos y modernos sobre él fueron publicados en la
misma revista Atenea 203 (Universidad de Concepción, 1942). Véase: PINILLA, Norberto, La generación
chilena de 1842 (Santiago, Ediciones de la Universidad de Chile, 1943); SALVAT MONGUILLOT, Manuel,
“Apuntes para un estudio del año 1842 en Chile”, en Boletín de la Academia Chilena de la Historia 88
(Santiago, 1974), pp. 207; STUVEN VATTIER, Ana María, La seducción de un orden: las elites y la
Literaria y su primer órgano, el Semanario de Santiago, ambos fundados por José Victorino
LASTARRIA. En años posteriores, éste sostuvo que el movimiento intelectual iniciado en
1842 fue obra principal, sino exclusiva suya y trató de minimizar la influencia de BELLO en
él; y desde entonces suelen discutir los especialistas sobre las causas desencadenantes de
aquél.
Es evidente que la “Generación de 1842” no tuvo un fundador ni una causa única –
rarísima vez acaece que movimientos de esa especie los tengan–, y que él resultó de la
confluencia de elementos dispersos. Lo que sí debe quedar claro es que el magisterio, tanto
el directo como el difuso de BELLO no pudo dejar de construibuir en modo importante. De
hecho, varios de los integrantes de la “Generación de 1842” fueron sus discípulos 136 .
construcción de Chile en las polémicas culturales y políticas del siglo XIX (Santiago, Universidad Católica de
Chile, 2000).
136 Véase al respecto, SALVAT MONGUILLOT, Manuel, “Abogados y poetas en 1842: influencia de Andrés
Bello”, en Atenea. Revista de Ciencia, Arte y Literatura 443-444 (Universidad de Concepción, 1981), pp.
291-307.
TERCERA PARTE
LA OBRA JURÍDICA DE BELLO 137
137 GUZMÁN BRITO, Alejandro, “Bibliografía sobre Andrés Bello considerado como jurista”, en Archivio
Giuridico 195 (Bologna, 1978), pp. 145-158; EL MISMO, “Nuevo ensayo de una bibliografía sobre Andrés
Bello considerado como jurista (1948-1988)”, en Revista de Estudios Histórico-Jurídicos 12 (Valparaíso,
1987-1988), pp. 357-362.
§ 8. LA APROXIMACIÓN DE BELLO AL DERECHO
BELLO confidenció en Chile que durante su juventud había iniciado cursos de Derecho
en Caracas 138 ; pero el dato no ha podido ser documentado. En todo caso, debieron de ser
muy incipientes esos estudios, como los de Medicina, que sí están documentados. El jurista
consumado que llegó a ser BELLO fue consecuencia de su estudio personal.
Él se inició en Londres 139 , en la biblioteca del Museo Británico, y tuvo por primer objeto
a las Siete Partidas 140 , un código de Derecho romano medieval, y en parte canónico,
formado hacia la mitad del siglo XIII, a instancias del rey de Castilla ALFONSO X, llamado
el Sabio. Este ilustre cuerpo legal empezó a regir en las Indias españolas desde que el
Derecho castellano fue extendido a esos territorios, y constituía la base más importante del
Derecho de la familia, los bienes, las sucesiones y los contratos y obligaciones vigente en
ellos. La situación se mantuvo igual después de la independencia y hasta la entrada en vigor
del Código Civil.
Pero el interés de BELLO por las Partidas no fue al principio directamente jurídico, sino
filológico, vale decir, tenía por objeto la lengua castellana del siglo XIII en que ese cuerpo
legal está redactado. Tal interés, por cierto, provenía del más amplio de BELLO por el
Cantar del Mío Cid y otros textos medievales, a que, como vimos, dedicaba sus estudios
lingüísticos. Como tenía que resultar natural para un espíritu asaz curioso como el de
BELLO, y tan dotado para absorber conocimientos de toda índole, ese interés inicial no
impidió su comprensión del tecnicismo jurídico del texto que leía y estudiaba intensamente.
La segunda vía a través de la cual BELLO llegó al Derecho fue su trabajo, también
londinense, de puesta en limpio de los manuscritos de Jeremías BENTHAM, del que antes
hemos hablado 141 . Bentham, aunque jurista de formación, se interesaba más bien en la
observación de las relaciones sociales y políticas, y en su reforma, mas no en el estudio
dogmático del Derecho vigente. Tenía concebida una ideología fundada en la idea de la
utilidad, con la que explicaba el comportamiento de los individuos y con la que se guiaba
para proponer toda clase de mudanzas en las instituciones y en la legislación. Una de ellas
era la codificación (“Codification”), término éste que, por lo demás, él acuñó como
neologismo. Hacia fines del siglo XVIII, en que BENTHAM ya estaba activo, la idea de la
operación que él denominó de aquella manera era conocida en el continente europeo, pero
no en Inglaterra, hasta el día de hoy; así que su esfuerzo por propagar esa idea iba dirigido
en primer lugar hacia su país. Igualmente se interesó él por el proceso en otros, y de hecho
se ofrecía largamente a los gobiernos 142 para la confección de códigos, incluso al de
O’HIGGINS, aunque la pertinente carta, cuyo texto conocemos, no llegó a ser enviada 143 . La
lectura de los escritos de BENTHAM, a que BELLO debió proceder para transcribirlos,
necesariamente lo puso en contacto con su pensamiento jurídico, al que no dejó de adherir
138 AMUNÁTEGUI, Miguel Luis, Vida de don Andrés Bello, cit. (n. 1), p. 27.
139 ÁVILA MARTEL, Alamiro de, “Londres en la formación jurídica de Andrés Bello, en Bello y Londres,
II, pp. 211 [= Revista de Estudios Histórico-Jurídicos 7 (Valparaíso, 1982), pp. 317-350].
140 PARDO, Aristóbulo, “Andrés Bello y las Siete Partidas”, en Congr. int. “Andrés Bello y el Derecho”,
pp. 231-241.
141 Véase el § 2, b).
142 SCHWARTZ, Pedro, “La correspondencia ibérica de Jeremy Bentham”, en Bello y Londres, I, pp. 225-
308.
143 Fue descubierta y editada por ESTELLÉ, Patricio, “Bentham, Jeremy, Carta a Bernardo O'Higgins”, en
Historia 12 (Santiago, 1974-1975), p. 376-381.
en puntos acotados, y en parte explica su interés, tan ampliamente demostrado después en
Chile, por el tema de la codificación del Derecho. Por lo demás, como ya quedó recordado,
tanto en el colegio de Santiago, cuanto privadamente en su casa, BELLO ofreció lecciones
de una asignatura que denominó “Curso de legislación universal”, basada en las ideas de
BENTHAM 144 .
La tercera vía que condujo a BELLO hacia el Derecho fue su trabajo profesional en
secretarías que tenían a su cargo también las relaciones internacionales. Así, ya como
oficial mayor de la Gobernación de Venezuela, primero; y de la sección de Relaciones
Exteriores de la Junta de Gobierno de Caracas, después; también como secretario de las
legaciones de Chile y Colombia, durante su permanencia en Londres; y, desde luego, como
oficial mayor del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile durante veinticinco años,
aunque, al iniciarse en este empleo, ya venía convertido en un consumado internacionalista.
Porque, en efecto, la necesidad de un buen desempeño de las labores en Caracas y en
Londres, antes recordadas, hacía imprescindible la adquisición de conocimientos sobre el
que por entonces era llamado Derecho gentes, y después Derecho internacional público,
como regulador de las relaciones entre Estados; BELLO debió, por consiguiente, entregarse
a su estudio, en la forma intensa y extensa en que él estudiaba las cosas.
§ 9. BELLO INTERNACIONALISTA
144 El programa de esta asignatura fue publicado por ÁVILA MARTEL, Alamiro de, “Londres en la
formación jurídica de Andrés Bello”, en Bello y Londres II, “Apéndice”, pp. 229-242 [= Revista de Estudios
Histórico-Jurídicos 7 (1982), pp. 339-350]. Véase también ÁVILA MARTEL, Alamiro de, “The Influence of
Bentham in the Teaching of Penal Law in Chile”, en First Bentham Studies Conference (London, University
College, 1979) [= Revista de Estudios Histórico-Jurídicos 5 (Valparaíso, 1980), pp. 257-266]; EL MISMO,
“Las ideas de Bentham sobre las pruebas que fueron enseñadas por Andrés Bello en Chile”, en Revista
Chilena de Historia del Derecho 9 (Santiago, 1983), pp. 67-69.
145 Sobre las relaciones de BELLO con los diplomáticos hispanoamericanos en Londres: véase la nota 26.
146 Citado por MURILLO RUBIERA, Fernando, “El tiempo de Londres y las fuentes de la obra internacional
de Andrés Bello”, en Bello y Londres, II, p. 253.
incluso propio, sobre las materias de que nos ocupamos. Con el comienzo de dicha
actividad, su interés por los temas internacionales y la necesidad de dominarlos debieron de
acrecentarse más aún, como resultaba natural. Por lo demás, en 1824 cambió de empleador,
aunque no de funciones, pues entonces empezó a cumplir labores oficiales en la legación de
Colombia, hasta su salida para Chile, y de aquélla, por lo demás, se hizo responsable como
encargado de negocios durante un tiempo en 1827. Como de costumbre, la concerniente
información que necesitaba BELLO la pudo encontrar en la biblioteca del Museo Británico.
Ese acervo de conocimientos jurídicos y de experiencia diplomática adquirido en
Londres eclosionó rápidamente en Chile, por la vía de su aplicación práctica desde que
BELLO ingresó en el servicio del Ministerio de Relaciones Exteriores, de cuya diplomacia
llegó a ser el consultor obligado antes de tomarse decisiones importantes, sobre todo
cuando ofrecían carácter técnico-jurídico. Pero su aporte al Derecho internacional se
manifestó capitalmente a través del libro sobre la materia que BELLO editó en Santiago, en
1833 y reeditó dos veces después, al que nos referiremos más adelante. A ese libro se
agrega una buena cantidad de artículos publicados por lo general en El Araucano, sobre
diversos temas de Derecho internacional y relaciones entre Estados.
De esta manera, la obra de BELLO en esta materia se manifestó en la doble vía de su
ejercicio profesional de diplomático, que precedentemente hemos reseñado, y de jurista-
escritor de tratados y artículos de Derecho internacional, en mutua interacción; así que el
realismo de BELLO, que es una de las carácterísticas constantes de todo su pensamiento,
encontró en lo relativo al Derecho internacional un cauce seguro a través de su observación
de la conducta de los Estados 147 , que también se vertió literariamente en una multitud de
informes, notas, oficios, memorandos y otras piezas del género, y asimismo en tratados
internacionales, que BELLO redactó durante su larga carrera iniciada en Venezuela. Su
íntegra producción quedó recogida en cuatro tomos de sus Obras completas 148 .
147 MURILLO RUBIERA, Fernando, “El orden jurídico internacional según Andrés Bello”, en Bello y la
América Latina, pp. 423-438.
148 BELLO, A, OC. (Caracas), X: Derecho Internacional, 1: Principios de derecho internacional y escritos
complementarios. Prólogo por Eduardo Plaza; XI: Derecho internacional, 2: Temas de política internacional;
XII: Derecho internacional, 3: Documentos de la Cancillería chilena. “Prólogo” de Jorge Gamboa Correa;
XIII: Derecho internacional, 4: Documentos de la Cancillería chilena. “Prólogo” de Jorge Gamboa Correa.
Véase también BELLO, A., OC. (Caracas), XIX: Textos y mensajes de gobierno. “Prólogo” de Guillermo Feliú
Cruz, en donde se publican las “Memorias” anuales del Ministerio de Realciones Exteriores de Chile al
Congreso Nacional.
149 GROS ESPIELL, Héctor, “El derecho internacional en los años londinenses de Andrés Bello.
1810-1829”, en Bello y Londres, I, pp. 309-354.
acontecimientos. Hacia el término de la permanencia de BELLO en Londres, el Derecho de
gentes se fundaba nuevamente en un equilibrio, denominado “concierto europeo”, que
asimismo tenía por sujetos a los Estados de ese continente, pero que debía aprestarse a tener
que incorporar, tarde o temprano, al conjunto de los nuevos Estados americanos,
recientemente independizados de la Corona española.
Todavía en la misma época, la doctrina del Derecho de gentes se reducía a unos pocos
célebres libros. Desde luego se presentaba Le droit de gens ou principes de la loi naturelle
appliqués a la conduite et aux affaires des nations et des souverains (1758), obra del suizo
Emeric DE VATTEL (1714-1767), que, pese a todas las mudanzas ocurridas en el escenario
europeo, aun constituía la mayor autoridad a principios del siglo XIX. Ese libro resumía y
divulgaba las enseñanzas del alemán Christian WOLF (1679-1754), el más reputado
pensador de la primera mitad del siglo XVIII en su patria, y con fama extendida en toda
Europa. Entre 1740 y 1748, WOLF había publicado un Jus naturae methodo scientifica
pertractatum de ocho volúmenes, un Jus gentium de un volumen en 1749, y un resumen de
esos nueve tomos en uno, bajo el nombre de Institutiones juris naturae et gentium en 1750.
También gozaba de prestigio el Précis du Droit de gens moderne de l’Europe (1789, 3ª
edición de 1801), obra del alemán Friedrich VON MARTENS (1756-1821); que encontró un
continuador en el también alemán Johann Ludwig KLÜBER (1726-1836), autor de un Droit
de gens moderne de l’Europe avec un supplément contenant une bibliothèque choisie du
Droit des gens (1819), para sólo citar a los principales autores de obras de conjunto.
150 Amplia discusión del punto en MURILLO RUBIERA, Fernando, “El tiempo de Londres y las fuentes de
la obra internacional de Andrés Bello”, en Bello y Londres, II, pp. 250-254, quien cree, con PLAZA, Eduardo,
“Prólogo” a BELLO, A., OC. (Caracas), X: Derecho Internacional, 1: Principios de derecho internacional y
escritos complementarios, pp. lxii-lxiv, con algunas modificaciones, que los Principios fueron escritos en
Santiago. No parece haber sido así. A fines de 1831, BELLO comunicó al gobierno de Chile haber dado “[...]
un curso de Derecho de gentes y creyendo útil su publicación para la juventud que se dedica al estudio de las
ciencias legales [...]” –con lo cual se refería al dado en el colegio de Santiago– y le pedía suscribir por
anticipado el libro, a fin de financiar así la edición (el documento en PLAZA, “Prólogo”, cit. ibi, p. lxvii); a la
cual petición accedió el gobierno, merced a un decreto de 23 de diciembre de 1831 (en PLAZA, “Prólogo”, cit.
ibi, p. lxviii, nota 60). Debemos pensar que para entonces ya tendría BELLO adelantada buena parte del
trabajo, tanta como para haberse atrevido a pedir la ayuda gubernamental: no se piden subsiduios para editar
sin tener algo que editar. Ahora bien, si la redacción del texto tuvo lugar en Chile, eso significa que fue entre
fines de junio de 1829, cuando BELLO arribó al país, y fines de 1831; o sea, en unos dos años y medio Pero es
difícil que aquél haya podido escribir una obra bien trabada en un lapso asaz breve, que se reduce bastante al
Gentes, aparecido en 1833 151 , en Santiago. En 1844, en la ciudad de Valparaíso, vio la luz
una segunda edición cuidada por el propio BELLO, bajo el nombre de Principios de
Derecho internacional. Todavía el sabio preparó una tercera edición, salida en 1864,
asimismo en Valparaíso y bajo el nombre proveniente de la segunda. Las diferencias de
cada edición con respecto a la precedente son notables y de bulto 152 . El autor, pues,
incrementó y enriqueció sucesivamente el libro, y lo modificó.
A las ediciones chilenas cuidadas por BELLO, se sumaron las reimpresiones conducidas
en el extranjero. La primera edición, en efecto, fue reimpresa en Caracas (1837), Bogotá
(1839), Paris (1840) y Madrid (1843). La segunda tuvo reimpresiones en Lima (1844),
Caracas (1847), y dos veces en Paris (1847 y 1860). La tercera, en fin, fue reimpresa
también dos veces en Paris (1873 y 1882), en Madrid (1883, con notas adicionales) y dos
veces en Santiago de Chile (1886, presentada como cuarta edición; y 1886, como tomo X de
la edición chilena de las Obras completas) 153 . Además, la primera edición fue objeto de un
célebre plagio 154 .
Dicha primera edición se fundó en el antiguo tratado de VATTEL, antes citado, en el
sentido de adoptar su esquema y desde luego mucho de su contenido. Para ella, el autor se
valió, además, del Précis du Droit de gens de Martens, del libro de Joseph CHITTY, titulado
A Treatise on the Laws of Commerce and Manufactures an the Contracts Relating Thereto
(1824) y de los Commentaries of the Laws of America de James KENT. Pero sus ojos
críticos e innovadores y la mente puesta en los cambios sufridos por la práctica
internacional, de que BELLO debió informarse a través de diferentes fuentes 155 y por
observación directa, le permitieron enriquecer sobremanera el modelo con toda clase de
observaciones personales y proposiciones novedosas. Las ediciones sucesivas
descontar los meses inmediatamente posteriores a su llegada, que debieron ser dedicados a la instalación
definitiva de la familia, y se comprime aún más si tenemos en cuenta las ocupaciones que BELLO debió
asumir de inmediato, vale decir, las de su cargo de oficial mayor, de redactor de El Araucano y de regente del
Colegio de Santiago. A lo más habrá tenido tiempo para pulir un trabajo anterior.
151 Aunque en la portada aparece el año 1832. En El Araucano de 22 de febrero de 1833 se encuentra la
noticia de haberse puesto a la venta el libro [véase PLAZA, “Prólogo”, cit. (n. 150), Apéndice IV, p. clxxxiv].
Seguramente el manuscrito fue entregado a las prensas en 1832 y al principio se pensó en que la edición
aparecería ese mismo año; pero se retrasó y no se enmendó el año.
152 MURILLO RUBIERA, Fernando, “Variantes en las sucesivas ediciones del ‘Derecho Internacional’ de
Andrés Bello”, en Bello y Chile, II, pp. 161-168. ´También PLAZA, “Prólogo”, cit. (n. 150), pp. lxviii-lxix.
153 Hemos formado este elenco con los datos que ofrece PLAZA, “Prólogo”, cit. (n. 150), pp. lxx-lxxii.
154 Por el diplomático peruano José María PANDO, aunque fue su viuda la que editó el manuscrito dejado
por éste, bajo el título de Elementos de Derecho internacional (Madrid, 1843; reimpresión Valparaíso, 1848).
El plagio fue denunciado por el propio BELLO, en términos, por lo demás, mesurados y suaves, bajo la forma
de una recensión publicada en El Araucano de 29 de asgosto de 1845: véasela en BELLO, Andrés, “Elementos
de Derecho internacional por don José María de Pando”, en BELLO, A., OC. (Caracas), X: Derecho
Internacional, 1: Principios de derecho internacional y escritos complementarios, pp. 457-461. Sobre este
asunto: BARROS ARANA, Diego, “Un plagio del ‘Derecho Internacional’ de Bello”, en Revista Chilena de
Historia y Geografía 73 (1932), pp. 49-51; PLAZA, “Prólogo”, cit. (n. 150), pp. lxxii-lxxvi; SALVAT
MONGUILLOT, “Pando y Bello”, en Congr. int. “Andrés Bello y el Derecho”, pp. 403-409.
155 MURILLO RUBIERA, Fernando, “El tiempo de Londres y las fuentes de la obra internacional de Andrés
Bello”, en Bello y Londres, II, pp. 243-262; PLAZA ALFONSO, Eduardo, “Las fuentes del ‘Derecho
Internacional’ de Bello, de su período londinense. La experiencia y los estudios”, en Bello y Londres, II, pp.
263-282; ILARI, Virgilio, “Osservazioni sul rapporto fra Diritto romano e Diritto delle genti nel pensiero di
Andres Bello e nelle fonti utilizzati per i ‘Principios de derecho internacional’”, en Andrés Bello y el der. lat.,
pp. 133-149.
incrementaron la originalidad del libro y su información con obras más recientes,
aparecidas en el entretanto. Por su amplitud, claridad y modernidad, esta obra se convirtió
en un verdadero manual de las cancillerías iberoamericanas, aunque el autor se había
contentado con ambicionar que “fuese de alguna utilidad a la juventud de los nuevos
estados americanos en el cultivo de una ciencia, que, si antes pudo desatenderse
impunemente, es ahora de la más alta importancia para la defensa y vindicación de
nuestros derechos nacionales” 156 . Fue, además, el primer tratado moderno de Derecho
internacional en lengua castellana. Por todo ello, BELLO ha sido considerado como el
fundador de la disciplina en Hispanoamérica, en cuya formulación influyó de manera
decisiva en vida del autor 157 .
156 BELLO, A., “Prólogo” a los Principios del derecho de gentes (1ª edición, de 1833), en BELLO, Andrés,
OC. (Caracas), X: Derecho Internacional, 1: Principios de derecho internacional y escritos complementarios,
p. 6.
157 GROS ESPIELL, Héctor, “Las influencia del ‘Derecho Internacional’ de Bello durante la vida de su
autor”, en Bello y Chile, II, pp. 139-160.
158 BARROS JARPA, Ernesto, “Bello: mentor y anticipacionista”, en VV. AA., Estudios, pp. 119-144.;
LAGOS CARMONA, Guillermo, Andrés Bello, maestro del Derecho internacional (Santiago, Editorial Andrés
Bello, 1982), 212 pp.; MURILLO RUBIERA, Fernando, “El orden jurídico internacional según Andrés Bello”, en
Bello y la América Latina, pp. 423-436; GROS ESPIELL, Héctor, “Andrés Bello y el Derecho internacional”, en
Andrés Bello y el Der. latinoamer., pp. 85-94 [cfr. de EL MISMO, “Evolución de las ideas internacionales de
Andrés Bello hasta nuestros días”, en VV. AA., Foro internacional sobre la obra jurídica de don Andrés Bello
(Caracas, Fundación La Casa de Bello, 1982), pp. 23-33]; MORALES PAÚL, Isidro, “La contribución de Don
Andrés Bello a la formulación de los principios del Derecho Internacional en América”, en Andrés Bello y el
Der. latinoamer., pp. 95-131; AGUILAR, Andrés, “La doctrina de Andrés Bello y el Derecho del Mar”, en VV.
AA., Foro internacional sobre la obra jurídica de don Andrés Bello (Caracas, Fundación La Casa de Bello,
1982), pp. 57-62; LEORO, Galo, “Bello y el principio de no intervención”, ibídem, pp. 63-75; MAEKELT,
Tatiana, “Andrés Bello y la evolución del derecho de asilo”, ibídem, pp. 77-99; VALLADAO, Haroldo, “Andrés
Bello y la vigencia de sus soluciones de Derecho internacional privado”, ibídem, pp. 47-55; IRIGOIN
BARRENNE, Jeannette, “El aporte de Andrés Bello al Derecho del Mar en el Código Civil”, en MARTINIC,
Dora - TAPIA, Mauricio (editores), Sesquicentenario del Código Civil de Bello. Pasado, presente y futuro de
la codificación (Santiago de Chile, LexisNexis, 2005), pp. 239-247.
Estados salidos del mismo tronco, que quedó desmostrado no sólo en la ocasión 159 .
También se debe al sabio la introducción del principio según el cual el pabellón neutral de
un barco cubre a la mercadería enemiga (no el armamento) portada en él, generalizado
después en la convención de Paris de 1856, con que se puso término a la guerra de Crimea.
Del mismo modo, BELLO creó la idea del bloqueo efectivo, en oposición al bloqueo
consistente en una simple declaración de tal, no respaldada por una flota que impida el
acceso a la zona bloqueada. Estas y otras nociones, incorporadas en el dicho tratado, fueron
también difundidas por BELLO en las ediciones sucesivas de sus Principios, y el notable
favor con que los internacionalistas y diplomáticos miraron a esa obra permitieron su
difusión en la práctica hasta ser adoptadas universalmente 160 .
Al reconocer la validez de principios aceptados por lo general en el Derecho
internacional, BELLO constantemente hace sus propias aportaciones. Así, por ejemplo,
mientras Vattel aceptaba como excepción a la neutralidad de un Estado, la de poder
suministrar el neutral socorros moderados a la parte beligerante con la que se hallaba ligado
por alguna antigua alianza defensiva 161 , BELLO critica ampliamente esta excepción y no la
justifica, de modo de exigir neutralidad absoluta al que se declare bajo tal condición 162 .
En contra del criterio clásico, BELLO fue el primero en objetar la libertad de explotación
de los recursos marinos más allá del límite externo del mar territorial de las tres millas,
cuando hizo notar que tales recursos son agotables y que ello legitima a los Estados para
aprovechar y conservar esos recursos que se encuentran en alta mar. Esta crítica está en la
base del concepto moderno de la zona económica exclusiva. También estuvo entre los
primeros en formular el principio del paso inocente por los ríos que pertenecen a varios
Estados, de parte de aquel que es dueño del curso superior por el inferior de otro Estado, sin
que le pueda ser negado ese paso.
BELLO, en fin, fue el primero en formular el principio de la territorialidad de las leyes y,
con base en él, creó un sisteam de Derecho internacional privado que ha prevalecido en
América 163 .
159 DAZA, Pedro, “Andrés Bello y la unidad de los países latinoamericanos”, en VV. AA., Foro
internacional sobre la obra jurídica de don Andrés Bello (Caracas, Fundación La Casa de Bello, 1982), pp.
35-45; MURILLO RUBIERA, Fernando, “La solidaridad americana en el pensamiento internacionalista de
Andrés Bello”, en Andrés Bello y el Der. latinoamer., pp. 23-56; PANEBIANCO, Massimo, “Andrés Bello e
l’internazionalismo latinoamericano”, en Andrés Bello y el Der. latinoamer., pp. 57-84; FOIS, Paolo, “Dal
‘Diritto internazionale americano’ al ‘Diritto dell integrazione latinoamericano’: il contributo di Andrés
Bello”, en Andrés Bello y el Der. latinoamer., pp. 151-157. Sobre el pensamiento americanista de BELLO en
general: ZEA, Leopoldo, “El americanismo de Bello”, en Bello y Chile, II, pp. 473-485.
160 GROS ESPIELL, Héctor, “Las influencias del’Derecho Internacional’ de Bello durante la vida de su
autor”, en Bello y Chile, II, pp. 139-160.
161 VATTEL, Emeric de, Droit des gens lib. III, cap. 7º, § 105 (Londres, 1758), p. 80-81.
162 BELLO, A., Principios de Derecho internacional, 2ª parte, cap. 7º, párr. 2, en BELLO, A., OC.
(Caracas), X, 1, pp. 279-281.
163 SAMTLEBEN, Jürgen, “La relación entre Derecho internacional público y privado en Andrés Bello”, en
Andrés Bello y el Der. lainoamert., pp. 159-169.
164 BELLO, A., OC. (Caracas), XVII: Derecho Romano. “Prólogo” de Hessel E. Yntema.
a) Los estudios de Derecho romano en Chile hasta 1832.
Merced a una Real Cédula de 1738, emanada a instancias del Cabildo de Santiago de
Chile, el rey FELIPE V creó en esa ciudad la Real Universidad de San Felipe, que había sido
insistentemente requerida durante mucho tiempo 165 . Ella, sin embargo, entró en funciones
sólo en 1758. Su Facultad de Cánones y Leyes, en la que se podía postular a los grados
académicos de bachiller, licenciado y doctor, fue dotada con una cátedra de “Instituta” y
otra de “Prima de Leyes”, para el Derecho civil, vale decir, para el romano; y también con
dos: “Decreto” y “Prima de Cánones”, para el Derecho canónico. Esta dotación muestra
que la nueva institución siguió, como era natural, el modelo europeo de facultad jurídica,
limitado a la enseñanza del Derecho romano 166 y del canónico, con exclusión del Derecho
patrio, o sea, del castellano en este caso, cuyo aprendizaje quedaba inorgánicamente librado
a la práctica previa al otorgamiento del título de abogado por el tribunal de la Real
Audiencia a los licenciados, hasta que en 1778 fue establecida también en Chile una
Academia Carolina de Leyes y Práctica Forense, destinada, entre otras cosas, a la
enseñanza formal del Derecho patrio, y que los licenciados ahora debían frecuentar antes de
pretender el título de abogado 167 . En el mismo año de 1778, fue creado el Real Seminario
de Nobles de Santiago, después llamado Real Convictorio de San Carlos o Carolino, que
ofrecía instrucción destinada a pretender el bachillerato en la Universidad, como
antecedente para la licenciatura, que se cursaba en ella misma.
A poco del comienzo convencional del movimiento por la independencia de Chile en
septiembre de 1810, el gobierno estableció en 1813 un organismo educacional denominado
Instituto Literario, Económico, Civil y Eclesiástico del Estado, comúnmente conocido
como Instituto Nacional 168 . Él fue formado como reunión de cuatro centros educacionales
del Antiguo Régimen, a saber: el Convictorio Carolino, la Real Universidad de San Felipe,
la Academia de San Luis, que era una escuela técnica de agrimensura y dibujo, y el
Seminario Conciliar de Santiago. Su enseñanza era al mismo tiempo primaria, media y
superior; y como tal no confería los grados académicos, cuyo monopolio continuó
localizado en la Universidad de San Felipe, no bien ésta fuera pieza del Instituto; pero se le
encargó el ministerio docente del Derecho (y de otras disciplinas, por cierto, de las que aquí
prescindimos), que entonces quedó sustraído a la Universidad, para que los egresados del
Instituto, previos unos exámenes ante aquélla, recibieran de su parte tales grados, que ahora
quedaron limitados sólo a los de bachiller y doctor. Con posterioridad, el bachiller en
Cánones y Leyes, previa una permanencia en la Academia de Leyes y Práctica Forense,
165 A falta de una historia moderna de esa Universidad, sigue vigente MEDINA, José Toribio, Historia de
la Real Universidad de San Felipe de Santiago de Chile (Santiago, Imprenta Universo, 1928), dos volúmenes.
166 Véase GONZÁLEZ ECHENIQUE, Javier, Los estudios jurídicos y la abogacía en el reino de Chile
(Santiago, Universidad Católica de Chile, 1954), pp. 101-156; ÁVILA MARTEL, Alamiro de, “El Derecho
romano en la formación de los juristas chilenos del siglo XVIII”, en Studi in memoria di Filippo Vassalli
(Torino, 1960), pp. 395-402; ÁVILA MARTEL, Alamiro de, “La enseñanza del Derecho romano en Chile
(Desde sus orígenes hasta el siglo XIX)”, en Romanitas (Rio de Janeiro, 1971), pp. 181-183.
167 Sobre ella: ESPINOZA QUIROGA, Hernán, La Academia de Leyes y Práctica Forense (Santiago,
Universidad de Chile, 1955).
168 Literatura: AMUNÁTEGUI SOLAR, Domingo, Los primeros años del Instituto Nacional (1813-1835)
(Santiago, Imprenta Cervantes, 1889); FELIÚ CRUZ, Guillermo, La fundación del Instituto Nacional (Santiago,
Imprenta Cultura, 1950); SILVA CASTRO, Raúl, Egaña en la Patria Vieja (1810-1814) (Santiago, Editorial
Andrés Bello, 1959), cap. 7º, pp. 149-179; ÁVILA MARTEL, Alamiro de, Mora y Bello en Chile, cit (n. 49),
pp.15-18; SALVAT MONGUILLOT, Manuel, Breve historia del estudio del Derecho (Santiago, Ediciones del
Instituto Juan de Solórzano y Pereyra, 2001), pp. 53-57 y 59-64.
podía postular al título de abogado, que desde 1825 empezó a ser concedido por la Corte de
Apelaciones de Santiago.
El primer plan de estudios de Derecho del Instituto Nacional se desarrollaba en cuatro
años, y estaba atendido por dos cátedras: la de Derecho natural, de gentes y Economía
política, y la Derecho real y canónico. En el proyecto original del plan, esta última cátedra
debía ser de Derecho civil, real y canónico, en donde “civil” se refería al Derecho romano;
pero a última hora se la redujo a Derecho real y canónico, con lo cual quedó suprimido el
estudio del Derecho romano 169 .
169 Véase ÁVILA MARTEL, A. de, “La enseñanza del Derecho romano”, cit. (n. 166), pp. 184-185; ÁVILA
MARTEL, A. de, “Bello y el Derecho romano”, en VV. AA., Estudios, pp. 83-84.
170 Véase el § 4, a).
171 Sobre la enseñanza del Derecho romano en el Liceo de Chile: ÁVILA MARTEL, A. de, “La ensenanza
del Derecho romano”, cit. (n. 166), pp. 185-187; ÁVILA MARTEL, A. de, “Bello y el Derecho romano”, en VV.
AA., Estudios, pp. 84-86.
172 Acerca de la enseñanza romanística de BELLO: ÁVILA MARTEL, A. de, “La enseñanza del Derecho
romano”, cit. (n. 166), pp. 187 ss.; ÁVILA MARTEL, A. de, “Bello y el Derecho romano”, en VV. AA.,
Estudios, pp. 86-87; HANISCH, Hugo, Andrés Bello y su obra en Derecho romano (Santiago, Ediciones del
Consejo de Rectores de las Universidades Chilenas, 1983), Primera parte, cap. 1º: “El Derecho romano en el
pensamiento y la docencia de Andrés Bello”, pp. 19-90 [= Revista de Estudios Histórico-Jurídicos 3
(Valparaíso, 1983), pp. 149-231].
173 Una descripción de las lecciones de BELLO se ve en su discípulo LASTARRIA, José Victorino,
Recuerdos del maestro (1874), en FELIÚ CRUZ, Guillermo (compilador), Estudios sobre Andrés Bello
(Santiago, Fondo Andrés Bello, 1966), I, p. 5.
174 Sobre estos, véase HANISCH, Hugo, Andrés Bello y su obra en Derecho romano, cit. (n. 172), Segunda
parte, cap. 2º: “Fuentes de las Instituciones de Derecho Romano compuestas por Bello y publicadas sin
nombre de autor”, pp. 215-276 [= Bello y Chile, II, pp. 75-138].
BELLO leyó algunos tratados modernos sobre las Institutiones de Justiniano, como el
Commentarius de VINNIUS y los Elementa de HEINECCIUS, que gozaban de gran prestigio
en Europa y especialmente en España; y eso explica, no sólo que los haya usado como
textos de sus lecciones, sino también la familiaridad con que se acercó a ellos.
Naturalmente, en Londres hubo de poder acceder a mucha otra literatura romanista; y en su
biblioteca personal había varios textos, probablemente adquiridos en Europa, como una
edición glosada del Corpus iuris civilis 175 .
Poco antes de que BELLO iniciara su docencia privada, el gobierno había decidido
modificar el plan de estudios de la carrera de Derecho vigente en el Instituto Nacional
desde su fundación en 1813; y en octubre de 1831 había designado una comisión destinada
a estudiar la reforma. Aunque fue por influencia de BELLO que ésta acordó reintroducir la
enseñanza del Derecho romano, tal influencia no llegó al punto deseado por el maestro en
orden a establecer dos cursos de la asignatura en los primeros años de la carrera y se limitó
a crear uno de “Historia y elementos de Derecho romano” sito en el tercer año. BELLO
criticó esta decisión en las columnas de El Araucano, pero en final de cuentas se conformó
con ella 176 . Con posterioridad, al menos desde 1835, los profesores del curso indicado
adoptaron como texto de estudio la traducción de los Elementa de Heineccius que había
elaborado BELLO y a la cual antes nos referimos; ella, por ende, circuló en copias
manuscritas.
175 Véase HANISCH, Hugo, Andrés Bello y su obra en Derecho romano, cit. (n. 172), Segunda parte, cap.
2º: “Fuentes”, Nº 5: “Libros de Derecho romano en la biblioteca de Bello”, pp. 217-219.
176 Acerca de esta reinserción del estudio romanístico, especialmente HANISCH, Hugo, Andrés Bello y su
obra en Derecho romano, cit. (n. 172), Primera parte, cap. 2º: “Bello restaurador y maestro del Derecho
romano en Chile”, pp. 91-114.
177 Este punto del interés romanístico de BELLO no ha sido recalcado como conviene más que por ILLARI,
Virgilio, “Osservazioni sul rapporto fra Diritto romano e Diritto delle genti nel pensiero di Andrés Bello e
nelle fonti utilizzati per i ‘Principios de Derecho internacional’”, en Andrés Bello y el Der. latinoamer., pp.
133-150.
178 La polémica entre INFANTE y BELLO ha sido especialmente estudiada por MARTÍNEZ BAEZA, Sergio,
“Bello, Infante y la enseñanza del Derecho romano. Una polémica histórica”, en Revista de Historia y
d) Las “Instituciones de Derecho romano” de Bello 179 .
Como ha quedado dicho, BELLO hizo una traducción de los Elementa de Heineccius para
sus estudiantes privados, y copias manuscritas de esta traducción empezaron a circular al
menos desde 1835, para uso de los alumnos de la asignatura de Derecho romano en el
Instituto Nacional. En 1842, el profesor de la asignatura en ese establecimiento, Miguel
María GÜEMES, incitó a los estudiantes a buscar un editor que imprimiera la obra hasta
entonces manuscrita. BELLO accedió a autorizar la edición, pero se negó a que se estampara
su nombre en ella 180 , no bien purificara el texto de las corrupciones recibidas durante la
tradición manuscrita y corrigiera sus pruebas de imprenta. En 1843, apareció el libro
anónimo titulado: Instituciones de Derecho romano, en dos volumen de paginación
independiente, salidos de distintas imprentas, que forman, empero, una unidad, a los que se
agregó el programa del curso de Derecho romano. El libro, de acuerdo con lo dicho
precedentemete, seguía el modelo de los Elementa de HEINECCIUS 181 . Una segunda edición,
esta vez en un sólo volumen salido de una única imprenta, se hizo en 1849, pero con
adiciones tomadas de la traducción castellana de los Elementa de HEINECCIUS, debida a
J.A.S. y publicada en Madrid, en 1828. Todavía se hicieron tres ediciones más de estas
Instituciones en Santiago: en 1871 (que apareció, sin embargo, como segunda), en 1878
(como tercera) y en 1890 (como cuarta). Aunque en 1869 se editaron unas Explicaciones de
Derecho romano arregladas al estudio del ramo en la sección universitaria, reeditadas en
1877 y en 1885, que eran apuntes de las lecciones de los profesores de la época, sobretodo
de aquellas de Cosme CAMPILLO, las Instituciones de BELLO continuaron como base del
estudio del Derecho romano en Chile hasta 1902 182 .
Geografía 132 (Santiago, 1964), pp. 196-229, quien reproduce los artículos de cada contendiente. Véase
también: GUZMÁN BRITO, Alejandro, Andrés Bello codificador. Historia de la fijación y codificación del
Derecho civil en Chile (Santiago de Chile, Ediciones de la Universidad de Chile, 1982), I, pp. 249-250 y 286-
288; HANISCH, Hugo, Andrés Bello y su obra en Derecho romano, cit. (n. 172), Primera parte, cap. 1º, Nº 4:
“La controversia con Infante”, pp. 31-34.
179 Para esta materia es fundamental HANISCH, Hugo, Andrés Bello y su obra en Derecho romano, cit. (n.
172), Segunda parte: “Instituciones de Derecho Romano”, pp. 201 ss. Véase también: SCHIPANI, Sandro,
“Andrés Bello romanista-institucionalista”, en Andrés Bello y el Der. latinoamer., pp. 295-258.
180 El anonimato queda resuelto merced a numerosos testimonios coincidentew en atribuir el texto a
BELLO: véase HANISCH, Hugo, Andrés Bello y su obra en Derecho romano, cit. (n. 172), Segunda parte, cap.
1º: “Instituciones de Derecho Romano obra de Andrés Bello”, pp. 207-214.
181 LUIG, Klaus, “Gli ‘Elementas juris civilis’ di J. G. Heineccius come modello per le ‘Instituciones de
Derecho Romano’ di Andrés Bello”, en Andrés Bello y el Der. latinoamer., pp. 259-274.
182 HANISCH, Hugo, Andrés Bello y su obra en Derecho romano, cit. (n. 172), Primera parte, cap. 3º: “Los
ochenta años de influencia de Andrés Bello en la enseñanza del Derecho romano en Chile”, pp. 115-157 [=
Congr. int. “Andrés Bello y el Derecho”, pp.161-202].
contrario, que le dará un nuevo estímulo y lo asentará sobre bases más amplias. La
Universidad verá probablemente en ese estudio el mejor aprendizaje de la Lógica jurídica y
forense” 183 ; y robustecía sus afirmaciones con citas de dos autores polarmente opuestos:
uno de las izquierdas, como L’HERMINIER y otro de la ilustración conservadora, como
LEIBNIZ, que, con todo, coincidían en proclamar al Derecho romano como la manifestación
más pura, refinada y exacta de la lógica aplicada a las relaciones morales. Un par de meses
después, apareció el programa oficial de la asignatura, según el cual la nueva universidad
recibiría los exámenes de los alumnos que estudiaban en el Instituto Nacional y en los
colegios privados, que BELLO se dio el tiempo de redactar personalmente 184 .
De iustitia et iure
Título preliminar
De iure naturali, gentium et civili
Personae Lib. I: De las personas
Res
Corporales
Incorporales Lib. II: De los bienes, y de su dominio,
Ususfructus posesión, uso y goce
Servitutes
Hereditas Lib. III: De la sucesión por causa de muerte y de
las donaciones entre vivos
Obligationes Lib. IV: De los contratos y obligaciones
convencionales
BELLO solió adosar notas al articulado del “Proyecto de 1853”, y aunque ellas cumplen
diversas funciones, que no siempre se reducen a dejar constancia de las fuentes usadas, en
muchos casos esa es precisamente su función. En variadas ocasiones, se cita ahí diversos
fragmentos del Corpus iuris civilis, cuyo cotejo con el articulado muestra que, en efecto, la
cita es para señalar la fuente. En muchos casos no hay notas; pero la pesquisa puede
demostrar que aquella fuente romana de todos modos estuvo en la base. Más allá se la
filiación de determinada norma con respecto a cierto fragmento del Digesto o de otra
fuente, está la adopción de conceptos romanos estructurales, aun en oposición a las
189 BELLO, A., OC. (Caracas), XXI: Temas educacionales, 1, pp. 189-190.
190 Sobre esto: GUZMÁN BRITO, Alejandro, “La sistemática del Código Civil de Andrés Bello”, en Andrés
Bello y el Der. latinoamer., pp. 317-332, que da su sustancia al título 1º de la 6ª parte de mi libro Andrés Bello
codificador, cit. (n. 178), I, pp. 391-407. Nuevamente traté del asunto en “La formación del sistema general
del ‘Código Civil’ de Chile y los sistemas de los códigos existentes hacia 1852”, en MARTINIC, Dora - TAPIA,
Mauricio (editores), Sesquicentenario del Código Civil de Bello. Pasado, presente y futuro de la codificación
(Santiago de Chile, LexisNexis, 2005), pp. 123 -169.
tendencias impuestas por el Code Civil de 1804. El caso más visible fue el repudio de la
idea francesa del contrato obligacional como modo directo de adquirir sin previa tradición.
BELLO se ajustó a la doctrina romana y mantuvo el carácter de mero título traslaticio del
dominio a tales contratos, a los que se exigió seguir la tradición como modo de adquirir.
También, a despecho del Code Civil, que la ignoró, BELLO conservó la distinción de las
cosas en corporales e incorporales o derechos. Asimismo, recogió los fideicomisos en su
Código, abolidos en el Code Civil, aunque con resguardos para evitar las vinculaciones
indefinidas de la propiedad, etcétera.
El Código de BELLO, en suma, es un cuerpo legal intensamente romanizado; lo que no
puede resultar extraño. Elaborado por un jurista convencido de la excelencia histórica del
Derecho de la antigua Roma, cuyas virtudes no se privó de defender y propagar
insistentemente, lo extraño hubiera sido que a la hora de actuar como legislador hubiese
prescindido de tales convicciones.
Por otro lado, justo es decir que el romanismo llegó al Código indirectamente por otra
vía: aquella de las Siete Partidas. BELLO tenía en alta estimación a este célebre cuerpo legal
medieval que, como hemos dicho en más de una ocasión, fue quien lo condujo al Derecho
en general y al romano en especial. Ese aprecio se manifestó en el intenso uso que de las
Siete Partidas hizo BELLO en su Código, según se puede verificar por las abundantes citas
quez le hizo en el “Proyecto de 1853”. Ahora bien, como es sabido, las Siete Partidas son
un libro principalmente de Derecho romano, bien que bajo la versión que le habían dado los
glosadores boloñeses de los siglos XII y XIII.
191 BELLO, A., OC. (Caracas), XIV-XVI: Código Civil de la República de Chile. “Introducción y notas” de
Pedro Lira Urquieta. Sobre BELLO codificador y sobre su Código Civil, lo mismo que sobre la completa
historia de la codificación civil en Chile, es fundamental: GUZMÁN BRITO, Alejandro, Andrés Bello
codificador, cit. (n. 178), 2 volúmenes. La literatura pertinente, hasta 1988, ha sido reunida en GUZMÁN
BRITO, Alejandro, “Para la historia de la fijación del derecho civil en Chile, durante la república, VII: Ensayo
de una bibliografía”, en Revista de Estudios Histórico-Jurídicos 3 (Valparaíso, 1978), pp. 325-379 [=
Quaderni Fiorentini per la Storia del Pensiero Giuridico Moderno 7 (Florencia, 1979), pp. 601-644];
GUZMÁN BRITO, Alejandro, “Nuevo ensayo de una bibliografía para la historia de la fijación del derecho civil
en Chile durante la república (1978-1988)”, en Revista de Estudios Histórico-Jurídicos 12 (1987-1988), pp.
363-367.
192 La iniciativa de O’Higgins fue muy congruente con una sostenida tendencia manifestada en América
hasta 1846, de fundar la codificación exclusivamente en la francesa. Sobre el tema GUZMÁN BRITO,
Alejandro, “La influencia del Código Civil francés en las codificaciones americanas”, en L’avenir de la
codification en France et en Amérique Latine. El futuro de la codificación en Francia y en América latina.
Actas de congreso (Senat de France - Association Andrés Bello des Juristes Franco-Latino-Américains, Paris,
2004), pp. 47-77.
de julio de 1831 al Senado, en que lo incitaba a formular un proyecto de ley que
encomendara la codificación del Derecho civil, comercial, penal y procesal a un “literato
de reconocida experiencia”. La iniciativa había sido inspirada por Juan y Mariano EGAÑA,
quienes, por lo demás, redactaron el mensaje mismo y otras piezas que le siguieron 193 . El
último de los mencionados, en su calidad de senador, se encargó de agitar el asunto en el
Senado y de conseguir la redacción del proyecto pedido por el ejecutivo. Seguramente los
EGAÑA deseaban encomendar la empresa de la codificación a BELLO, en quien pensaban
cuando hablaron de un “literato de reconocida experiencia”. Entre otras, tal fue la causa de
cierta oposición que se suscitó en el Senado, en donde muchos expresaron opinión en orden
a confiar la tarea mejor a una comisión. El asunto sufrió diversas dilaciones, pese a los
esfuerzos de Mariano EGAÑA por llevarlo adelante. Pasado finalmente a la Cámara de
Diputados, en ella encontró nuevos opositores, que no deseaban una reforma radical del
Derecho vigente, como parecía ser la idea del proyecto redactado en el Senado, y sólo
aceptaban una revisión de aquél. Después de un tiempo nada reducido, en agosto de 1834,
el proyecto del Senado resultó rechazado en la Cámara de Diputados y sustituido ahí por
otro que se formó en su seno, en el cual primaba la idea de una revisión del Derecho
vigente elaborada en comisiones, que tampoco recibió aprobación en el Senado, de modo
que el asunto quedó en nada.
b) Fue a propósito del proyecto sustitutivo presentado en la Cámara de Diputados que
BELLO dio a conocer por vez primera su pensamiento sobre qué debería ser la codificación,
en un artículo suyo aparecido en El Araucano en junio de 1833, cuando, como veremos, de
hecho él había empezado o estaba por empezar la redacción de un proyecto de libro sobre
sucesiones por causa de muerte. En él expone una distinción entre codificación y reforma
del Derecho, consistente, la primera, en una mera consolidación del vigente, de modo de
reunirlo ordenada y metódicamente en un libro único y depurarlo de sus imperfecciones
técnicas; y consistente, la segunda, en la introducción de modificaciones de fondo en la
legislación previamente consolidada, basadas en principios y teorías. BELLO aconsejaba
separar ambas operaciones, comenzar por la consolidación y dejar para después la reforma.
Además, declaraba que este métiodo se veía bien reflejado en el proyecto de la Cámara de
Diputados 194 . Es posible que este trabajo haya sido concebido para calmar las sospechas de
muchos, de que cuando desde el gobierno se hablaba de codificación, se entendía una
mudanza radical del ordenamiento vigente, cercana a la sustitución. Al identificar BELLO la
codificación con la consolidación de lo existente, limpiaba el término de sus connotaciones
más resistidas; sin perjuicio de que basar un nuevo código en el Dereho vernáculo era una
convicción sincera suya, como quedó demostardo en el resultado final.
c) Entretanto, las postergaciones y dilaciones sufridas por la idea en el Senado y en la
Cámara de Diputados tenían exasperado a PORTALES. Pero en una fecha imposible de
determinar, y que sólo puede calcularse haber tenido lugar entre fines de 1831 y 1833 ó
193 Así queda demostrado en GUZMÁN BRITO, Alejandro, “Para la historia de la fijación del derecho civil
en Chile durante la República, XI: Sobre la autoría intelectual de cinco fuentes concernientes a la historia de la
codificación”, en Revista de Derecho de la Universidad Católica de Valparaíso 5 (Valparaíso, 1981), pp. 11-
93. Rafael CALDERA, “Prólogo” a BELLO, A., OC. (Caracas), XVIII: Temas jurídicos y sociales, p. xxxviii,
atribuye una de las piezas a BELLO; pero él no tuvo a la vista mi trabajo antes citado.
194 Estas ideas, pues, corresponden a una primera etapa: véase GUZMÁN BRITO, Alejandro, “La evolución
del pensamiento de Bello sobre codificación del Derecho,”, en Bello y Chile, II, pp. 173-181.
1834, PORTALES 195 ordenó o rogó a BELLO empezar sin más a redactar privadamente un
proyecto de Código Civil. Por testimonios posteriores, sabemos que hacia 1833 ó 1834, el
sabio ya tenía redactado un proyecto completo de libro sobre sucesiones hereditarias (futuro
libro III del Código). Ellos son congruentes con el hecho de que en 1836, PORTALES, siendo
de nuevo ministro (desde septiembre de 1835), se presentó a la consideración del Consejo
de Estado un proyecto de ley sobre bases del Derecho de testamentos y sucesiones, para ser
enviado al Congreso Nacional. Consta en el acta de la sesión del Consejo, que a la sazón
había un proyecto sobre aquellas materias redactado por BELLO por encargo del ministro
PORTALES, y que él se ajustaba a las bases que ahora se proponían al Consejo de Estado.
BELLO, pues, por requerimiento de PORTALES, compuso el proyecto de libros sobre
sucesiones, y una vez que lo tuvo terminado, redactó unas bases o principios a los que se
había arreglado aquel proyecto, con el propósito de que fueran aprobados como ley por el
Congreso, de guisa que el proyecto, reservado para una ulterior discusión, apareciera
congruente con las bases precedentemente aprobadas, lo que evitaría dilaciones en el
examen de su articulado. Ese era el plan. Pero se vio entorpecido por los acontecimientos
adversos, vale decir, primero, por la guerra contra la Confederación Peruano-Boliviana y
después. por el asesinato de PORTALES, que postergaron la discusión de las bases. BELLO
optó por continuar privada y calladamente su trabajo de redacción de las demás partes del
Código, hasta que estuviera más avanzado, para sólo entonces promover por ley un nuevo
procedimiento que encauzara su examen, discusión y aprobación. De hecho, en los años
inmediatamente posteriores compuso un título preliminar, un libro sobre obligaciones y
contratos y parte de otro sobre bienes 196 .
Pero desde 1834, BELLO aparece defendiendo un modo codificador algo diferente al que
había aceptado en los años precedentes, que consistía en separar la codificación, entendida
como consolidación de lo existente, de la reforma del Derecho. Ahora, en efecto, adujo ser
posible proceder a ambas operaciones en manera simultánea; y es creíble que esta idea haya
sido un producto de su experiencia de elaborar el proyecto de libro sobre sucesiones, de la
que seguramente hubo de aprender las dificultades de separar aquellas operaciones y la
conveniencia y factibilidad de ejecutarlas coetáneamente, como de hecho hacía 197 .
Hacia 1839, empero, el codificador volvió a mudar la estrategia, y sugirió la idea de
acometer la empresa legislativa por partes y paulatina o gradualmente 198 . Es posible que
BELLO haya pensado en la factibilidad de conseguir la aprobación y promulgación de las
secciones del proyecto que ya tenía elaboradas, para después avanzar en las restantes.
d) En 1840, BELLO presentó al Senado, pues, un proyecto de ley dirigido a la creación
de una Comisión de Legislación del Congreso Nacional, integrada por dos senadores y tres
diputados, que debían designar sus respectivas cámaras, con el cometido de redactar un
proyecto de Código Civil. En ella se establecía que “El objeto de los trabajos de la
195 Véase: GUZMÁN BRITO, Alejandro, “Para la historia de la fijación del derecho civil en Chile durante la
república, XII: Diego Portales y la codificación”, en Revista Chilena de Historia del Derecho 9 (Santiago
1983), pp. 263-280 [= EL MISMO, Portales y el Derecho (Santiago, Editorial Universitaria, 1989), pp. 73-107].
196 Estos primeros proyectos se conservaron manuscritos entre los papeles que pertenecieron a Mariano
EGAÑA, quien había sido miembro de la comisión codificadora y falleció en 1846. Ahora se los ve en
GUZMÁN BRITO, Alejandro (editor), El Primer Proyecto de Código Civil de Chile (Santiago, Editorial
Jurídica de Chile, 1978).
197 GUZMÁN BRITO, Alejandro, “La evolución del pensamiento de Bello sobre codificación del Derecho,”,
en Bello y Chile, II, pp. 181-187.
198 Ibídem, pp. 188-193.
Comisión es la codifiacción de las leyes civiles, reduciéndolas a un cuerpo ordenado y
completo, descartando lo superfluo o lo que pugne con las instituciones republicanas del
Estado, y dirimiendo los puntos controvertidos entre los intérpretes del Derecho” 199 . El
texto original continuaba así: “y no admitiendo fuera de éstas otras innovaciones que las
neecesarias para la simplicidad y armonía del cuerpo legal”. La parte aprobada reflejaba
la idea de consolidación y la parte no aprobada, la de reforma, bien que en forma asaz débil,
probablemente por prudencia. Aún así, el Congreso Nacional quiso fundar la codificación
en el Derecho vernáculo.
Con todo, a diferencia de lo ocurrido a principios de la década anterior, esta vez la
moción recibió universal conformidad. El Senado nombró a BELLO y Mariano EGAÑA
como sus comisionados, y la Cámara de Diputados, a Ramón Luis IRARRÁZABAL, Juan
Manuel COBO y Manuel MONTT. Lo acaecido era que BELLO, como vimos, ya tenía
redactada en la década anterior una buena parte del futuro Código. Seguramente consideró
suficientes esos materiales para dar trabajo a una comisión por largo tiempo, y se decidió a
presentar el proyecto antes referido, cuidando de proponer el establecimiento precisamente
de una comisión para la empresa, con lo que se evitarían las enojosas discusiones de
antaño. Pocas personas sabrían, tal vez EGAÑA entre ellas, que BELLO había avanzado
considerablemente en el trabajo. Así que él mismo, en la primera sesión de la comisión ya
instalada, propuso que cualquier miembro pudiera presentar los textos articulados que
quisiera y de hecho se acordó una cierta distribución del trabajo para el libro I, relativo a las
personas. Esto último no dio ningún resultado, como seguramente BELLO preveía, de modo
que en las siguientes sesiones empezó a presentar él mismo su proyecto sobre sucesiones
hereditarias por partes, a medida que cada una era despachada por sus colegas. Sin más
desviaciones, la comisión, de hecho y muy probablemente que con gran satisfacción de su
parte, pues de otra manera en nada hubiera avanzado, se dedicó en los meses siguientes a
conocer, discutir y aprobar los textos que BELLO le ofrecía. Entre 1840 y 1845 despachó un
título preliminar y los libros sobre sucesiones y sobre obligaciones y contratos, que hizo
publicar por partes en el periódico El Araucano 200 .
En 1841, a proposición de BELLO, se promulgó una ley creadora de una Junta Revisora
del Proyecto de Código Civil, integrada por cinco individuos, dos designados por el Senado
y tres por la Cámara de Diputados, con el cometido de revisar los proyectos que la
Comisión de Legislación del Congreso Nacional iba despachando. Esta Junta tuvo escasa
actividad y en 1845 una ley, nuevamente diseñada por BELLO, la refundió en una con la
original de 1840.
e) Hacia mediados de 1845, por diversas circunstancias personales de sus miembros,
dejó de funcionar la Comisión refundida y BELLO se encontró solitario para continuar el
trabajo. En 1846 reeditó en un volumen el libro sobre sucesiones revisado, y en 1847 aquel
sobre obligaciones y contratos en otro 201 . BELLO abandonó de hecho su plan de promulgar
202 Este proyecto fue reeditado en las Obras completas de don Andrés Bello (Santiago de Chile, Impreso
por Pedro G. Ramírez, 1888), XII: Proyecto de Código Civil (1853).
203 Una de estas versiones, que permaneció sin publicarse, lo fue posteriormente en las Obras completas
de don Andrés Bello (Santiago de Chile, Impreso por Pedro G. Ramírez, 1890), XIII: Proyecto Inédito de
Código Civil.
204 Proyecto de Código Civil (Santiago, Imprenta Nacional, 1855). No fue reeditado en la edición chilena
de las Obras completas de BELLO.
205 Con ocasión de haberse cumplido el centésimo quincuagésimo aniversario de la promulgación del
Código Civil, se hizo una reimpresión facsimilar de la edición prìncipe de ese cuerpo legal: Santiago, 2006.
206 SALINAS ARANEDA, Carlos, “Notas sobre los orígenes de la cuarta de mejoras en nuestra legislación
civil”, en Revista de Estudios Histórico Jurídicos 2 (Valparaíso, 1977), pp. 143-157; EL MISMO, “Influencias
hispanas en la regulación de las obligaciones naturales en el Código Civil de Chile”, en Revista de Derecho de
la Universidad Católica de Valparaíso 9 (Valparaíso, 1985), pp. 53-63; MERELLO, Italo, “El ‘Fuero Real’
como fuente inspiradora de algunos artículos del Código Civil chileno en materia de ocupación de especies
animadas”, en Revista de Estudios Histórico-Jurídicos 9 (Valparaíso, 1984), pp. 65-80.; MOZOS, José Luis de
los, “Algunos aspectos de la influencia hispánica en el Código Civil de Andrés Bello”, en Studi Sassaresi,
serie anno academico 1977-1978, Nº 5: Diritto romano, codificazione e unitá del sistema giuridico
latinoamericano (Milano, Giuffré, 1981), pp. 163-197.
también recurrió al Derecho canónico 207 ; y reelaboró y reformuló estas fuentes a través de
diversas operaciones técnicas de codificación, en función de adaptarlas a las exigencias de
una legislación moderna 208 . Se valió también directamente del Derecho romano antiguo,
que en cuanto romanista conocía bien; y usó como modelo de fondo al Code Civil francés,
que no imitó, empero, y al cual rectificó y completó e integró en innumerables temas 209 . En
este sentido, el nuevo Código fue una consolidación del Derecho vernáculo, tal y como
había sido planteado en la ley que creó la Comisión de Legislación del Congreso Nacional,
a la que genéticamente se liga ese cuerpo legal; y también por el propio BELLO en sus
escritos de los años ‘30.
Pero, como BELLO sabía que no podía dejar de ser, también aprovechó los demás
códigos de la época 210 y desde luego la literatura doctrinal, por lo general francesa, de la
que destacó especialmente los diferentes Traités de Robert-Joseph POTHIER y el Cours de
Droit Civil de Claude-Etienne DELVINCOURT. Rara vez copió alguna disposición ajena, y
siempre reelaboró sus modelos, que para él solo cumplían la función de ofrecer ideas o
tópicos legislativos por resolver y regular y desde luego ideas nuevas que introducir,
sentido en el cual el Código portaba consigo el sello de unas reformas, como el mismo
BELLO también lo había previsto en aquellos lejanos escritos.
De esta manera, el Código fue construido sobre la base de una probada tradición patria y
de unas seguras legislación y doctrina extranjeras, fue expresado en un original lenguaje
clásico, elegante, correcto y preciso, a veces rítmico, y distribuido en un sistema armonioso
y equilibrado de cuatro libros, que encierran 2.524 artículos distribuidos sólo en títulos y
parágrafos, de guisa de evitar la atomización y disgregación del material, de que se
resienten el código francés y otros de la época, por el abuso de subdivisiones, y cuya
formulación se mantiene en el justo nivel de generalidad, sin llegar a la abstracción
exagerada, y sin caer en el casuismo ni en la reglamentación.
Desde el punto de vista de los principios que lo rigen, BELLO se adaptó a los vigentes en
su época, vale decir, a los del liberalismo jurídico en materia de dominio y derechos reales
y de contratos, pero no en tema de sucesiones, porque, a despecho de sus preferencias
personales, no introdujo la libertad de testar y conservó la tradición de las legítimas, bien
que disminuidas en su cuantía con respecto al antiguo Derecho castellano, en beneficio de
la porción de libre disposición y de la porción de mejoras. Con todo, ese liberalismo suele
verse mitigado en el Código merced a la introducción de oportunos mandatos y
207 SALINAS ARANEDA, Carlos, El influjo del Derecho canónico en el Código Civil de la República de
Chile (Valparaíso, Ediciones Universitarias de Valparaíso, 2006), 259 pp.
208 GUZMÁN BRITO, Alejandro, “Las operaciones practicadas por Bello sobre el derecho vigente para su
codificación”, en Bello y la América Latina, pp. 399-422 [= EL MISMO, Andrés Bello, codificador, cit. (n.
178), pp. 432-454]; EL MISMO, “Para la historia de la fijación del derecho civil en Chile durante la república,
X: La decisión de controversias jurisprudenciales como una de las operaciones codificadoras en el
pensamiento de Andrés Bello”, en Congr. int. “Andrés Bello y el Derecho, pp. 203-220.
209 GUZMÁN BRITO, Alejandro, “El Código Napoleón y el Código Civil de Chile”, en Boletín de la
Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba. Estudios en honor de Pedro I. Frías 10
(Córdoba, 1994), pp. 1.361-1.376 [= “Le Code Napoleón et le Code Civil du Chili”, en La circulation du
modele juridique français (Travaux de l’Association Henri Capitant, Paris, 1993), XLIV, pp. 141-152]. Cfr.
MIROW, M. C., “Borrowing Private Law in Latin America: Andrés Bello’s Use of the ‘Code Napoléon’ in
Drafting the Chilean Civil Code”, en Louisiana Law Review 61 (Winter 2001) 2, pp. 291-392.
210 MURILLO RUBIERA, Fernando, “Bello y los orìgenes del Derecho comparado”, en Congr. int. “Andrés
Bello y el Derecho”, pp. 243-257; GUARNERI, Attilio, “Il ‘Código Civil’ cileno e i suoi modelli: alcune
osservazioni”, en Andrés Bello y el Der. latinoamer., pp. 381-384.
prohibiciones destinados a proteger el interés, tanto de los incapaces y de los terceros, como
del bien común. En tema de familia, por supuesto, BELLO dio amplia entrada a los
principios de la familia basada en el matrimonio monogámico e indisoluble y fuente normal
de la legitimidad de los hijos, cuya cabeza es el padre de familia.
g) Inmediatamente de aprobado el nuevo cuerpo legal, empezó su difusión en
América 211 . Lo adoptaron íntegramente el Ecuador (1858); sucesivamente (entre 1858 y
1866) los estados de la Confederación Granadina (Colombia), y desde 1886, el propio
estado unitario; El Salvador (1859); Venezuela durante 1862; Nicaragua (desde 1867 a
1904); Honduras una vez entre 1880 y 1898, y de nuevo desde 1906; y Panamá después de
su separación de Colombia (1903) hasta 1916. En los tres primeros y países y en el
penúltimo, todavía se mantiene en vigor. Además, el Códig de BELLO influyó con diferente
intensidad en varios de los códigos americanos posteriores del siglo XIX largo,
notablemente en el de Uruguay (1869) y en el de Panamá (1916), pero también en el de
Argentina (1869).
De esta manera, el Código de BELLO terminó por convertirse en un cuerpo legal de
proyección americana.
a) Derecho civil.
En la década de los ’30, BELLO publicó varios trabajos que directa o indirectamente se
conectaban con la codificación. Desde luego, está el titulado “Codificación del Derecho
civil” (1833) 214 , escrito poco después del fracaso final del proyecto codificador del
211 Sobre el tema, exhaustivamente: GUZMÁN BRITO, Alejandro, Historia de la codificación civil en
Iberoamérica (Cizur Menor, Navarra, Thomson-Aranzadi, 2006), cap. 5ª: “La madurez del movimiento por la
codificación: El ‘Código Civil de la República de Chile’ y su irradiación iberoamericana”, pp. 193-251. Véase
también: BRAVO LIRA, Bernardino, “Difusión del Código Civil de Bello en los países de Derecho castellano y
portugués”, en Andrés Bello y el Der. latinoamer., pp. 343-373. Cfr. GHISALBERTI, Carlo, “Il Codice Civile di
Andrés Bello, codice latinoamericano”, en Andrés Bello y el Der. latinoamer., pp. 303-215; CASTÁN
VÁSQUEZ, José María, “El Código Civil de Bello, factor de unidad”, en Andrés Bello y el Der. latinoamer.,
pp. 333-342; NELLE, Dietrich, Entstehung und Ausstrahlungswirkung der chilenischen Zivilgesetzbuch von
Andrés Bello (Neuwied - Frankfurt, Metzner, 1990).
212 BELLO, A., OC. (Caracas), XVIII: Temas jurídicos y sociales. “Prólogo” de Rafael Caldera.
213 Se ve su colección en BELLO, A., OC. (Caracas), XVIII, Nº VII: “Comentarios bibliográficos de
contenido jurídico o social”, pp. 721-849.
214 En BELLO, A., OC. (Caracas), XVIII, pp. 211-215.
gobierno iniciado en 1831, cuando en la Cámara de Diputados se lo sustituyó por otro 215 .
En ese artículo, BELLO, como vimos, so pretexto de defender aquel proyecto, en realidad
expone un plan fijador del Derecho en una primera etapa, que denomina de codificación, y
en otra posterior, que llama de reforma; y recomienda la separación de ambas etapas.
Enseguida hay tres artículos sobre temas sucesorios publicados a fines de la década,
cuyo contenido es muy congruente con el hecho de que, como sabemos, en los años ’30
BELLO había concluido en silencio un proyecto de libro sobre sucesiones del futuro
Código 216 , así que tales artículos reflejan sus preocupaciones concernientes El primero,
bastantes extenso, se titula “Sucesión intestada” (1838) 217 , y se presenta como comentario a
cierta declaración del gobierno, con la cual interpretaba las leyes sobre sucesión intestada
en varios puntos oscuros o dudosos. No es improbable que tal declaración haya sido
redactada por el propio BELLO, así que el artículo es un comentario así mismo. El segundo
se titula “Sucesión de personas que han perecido en un mismo acontecimiento” (1839) 218 .
En él, y en contra de las soluciones del Derecho común, que en el caso de comoriencia daba
lugar a una serie de presunciones acerca del orden de los fallecimientos, BELLO propone
obrar como si todos los comorientes hubieran fallecido en un mismo instante sin que
ninguno hubiera sobrevivido a los demás, que es la regla finalmente establecida en el
artículo 79 del Código. El tercero se titula “Mejora de tercio y de quinto” (1839) 219 , en el
que BELLO absuelve diversas cuestiones acerca del modo de combinarse y computarse las
mejoras sucesorias del antiguo Derecho, denominadas como se dice en el título.
En 1844, con ocasión de discutirse en el Congreso Nacional un proyecto de ley sobre
matrimonio de quienes no profesaran la religión oficial del Estado, o sea, la católica, BELLO
publicó un artículo para determinar su alcance ante ciertas objeciones y explicar algunos
puntos dudosos 220 .
La serie más larga de artículos fue la que BELLO insertó en El Araucano en erudita
polémica con Miguel María GÜEMES en torno a diversos preceptos del proyecto de libro
sobre sucesión por causa de muerte, que la Comisión de Legislación del Congreso Nacional
había aprobado por partes y mandado publicar sucesivamente en el mismo periódico. El
citado GÜEMES envió una serie de remitidos con observaciones al articulado, que BELLO
respondió cumplidamente. El conjunto de los escritos de ambos juristas 221 forma un cuerpo
de doctrina, notable por el conocimiento de la materia exhibido y la profundidad en su
tratamiento.
En 1848, BELLO publicó un escrito sobre “Derechos de autores” 222 , en que recomendaba
fundamente y con mucha comparación con el extranjero, la modificación de la ley vigente
sobre la materia en Chile.
Se conservan otros trabajos de BELLO no publicados durante su vida, aunque sí en las
Obras completas de Santiago. Dos de ellos tienen el aspecto de haber consistido en
dictámenes o informes jurídicos emitidos a petición de algún interesado. Títúlanse
215 “Codificación del Derecho civil”, en BELLO, OC. (Caracas), XVIII: Temas jurídicos y sociales, pp. 211-
215.
216 Véase § 10, c).
217 En BELLO, A., OC. (Caracas), XVIII, pp. 238-244.
218 En BELLO, A., OC. (Caracas), XVIII, pp. 83-84.
219 En BELLO, A., OC. (Caracas), XVIII, pp. 244-247.
220 En BELLO, A., OC. (Caracas), XVIII, pp. 247-254.
221 En BELLO, A., OC. (Caracas), XVIII, pp. 255-355.
222 En BELLO, A., OC. (Caracas), XVIII, pp. 707-717.
“Interpretación de un testamento” 223 y “Valor de un testamento otorgado antes de la
promulgación del Código Civil” 224 . Otros tres versan sobre las materias que indica su
respectivo título. Tenemos, así, uno “Sobre el modo de calcular la lesión enorme en los
contratos conmutativos” 225 , que contiene una solución original de BELLO para el problema
del distinto cómputo de la lesión enorme según se tratase de aquella del vendedor o de
aquella del comprador, a que se daba lugar en dos leyes de las Siete Partidas, una de las
cuales acogía el criterio de MARTINO, ALBERICO y PLACENTINO, quienes interpretaban la
lesión del comprador como ultra duplum, mientras que la otra daba entrada al criterio de
AZO, que la interpretaba en términos de ultra dimidiam 226 . Como en la permuta los efectos
de aplicar uno u otro criterio dependían de considerar a un permutante como comprador o
como vendedor, cosa imposible de saber, BELLO proponía fijar legislativamente el rol de las
partes del contrato, o siempre como vendedor, o siempre como comprador; y así, por lo
demás, lo hizo en el artículo 1900 de su Código. Otro trabajo se titula “La locación de
servicios y el mandato” 227 destinado a establecer las diferencias entre ambos contratos
cuando media un precio en el segundo. El tercero es “Una cuestión relativa al efecto
retroactivo de las leyes” 228 en que se examina el problema del estatuto aplicable al
reconocimiento de hijos ilegítimos actuado antes de la emisión del Código Civil.
e) Apreciación general.
Pese a admitir la clasificación bajo la cual hemos presentados estos trabajos de BELLO,
se observará la variedad de temas objeto de su pluma. Si hubiere que ofrecer, a modo de
apreciación general, los caracteres más notorios que se observan en todos ellos, necesario
fuere decir que resalta, en primer lugar, la finalidad práctica con que enfrenta sus temas:
BELLO no escribía por mera satisfacción intelectual o por servir a una genérica necesidad
cultural, sino en vista de algún problema, de cierta carencia o deficiencia, de tal vicio
245 Los artículos de ambos polemistas en BELLO, A., OC. (Caracas), XVIII, pp. 128-176.
246 En BELLO, A., OC. (Caracas), XVIII, p. 179-185.
247 OVALLE FAÚNDEZ, Ana Inés, “Las ideas penales de Andrés Bello”, en Congr. int. “Andrés Bello y el
Derecho”, pp. 253-257. Cfr. ÁVILA MARTEL, Alamiro de, “The Influence of Bentham in the Teaching of
Penal Law in Chile”, en First Bentham Studies Conference (London, University College, 1979) [= Revista de
Estudios Histórico-Jurídicos 5 (Valparaíso, 1980), pp. 257-266].
248 En BELLO, A., OC. (Caracas), XVIII, pp. 407-416.
249 En BELLO, A., OC. (Caracas), XVIII, pp. 416-419.
250 En BELLO, A., OC. (Caracas), XVIII, pp. 419-435.
observable en el funcionamiento de las instituciones, o de aquella mejora o modernización
deseables. Su saber e ilustración quedaban, pues, colocados al servicio del progreso del
país. Enseguida se presenta la segura erudición de hechos y autores con que el sabio
fundaba sus opiniones y consejos. Le ayudaba, al efecto, el enorme caudal de sus lecturas
en todos los idiomas occidentales de Europa, que había hecho durante su larga permanencia
en Londres y sus visitas frecuentes a la biblioteca del Museo Británico, lo mismo que las
lecturas más cercanas practicadas en Chile, en su propia biblioteca 251 o en la muy bien
abastecida de Mariano EGAÑA 252 . En tercer lugar, normalmente se presenta el riguroso
razonamiento con que BELLO también acostumbraba a fundar sus conclusiones y el buen
juicio y la ponderación que constantemente caracterizaron a sus opiniones y construcciones.
Además, en los escritos de BELLO sobresale un realismo tenaz: normalmente huye de las
teorías abstractas y de los esquemas rígidos, tiene presente las circunstancias del país y de
su gente, las efectivas posibilidades de éxito para adoptar determinada solución, la
aplicabilidad en el contexto social. El mejor ejemplo o la más exitosa solución dados en el
extranjero no eran garantía de bondad ni resultado favorable en el país, si previamente no se
les hiciera pasar por un tamiz que los adaptare a las realidades, costumbres o características
nacionales. Una vez convencido de determinado punto de vista, BELLO se esforzaba por
persuadir a sus lectores con los mejores instrumentos intelectuales de que disponía, el
último de los cuales ciertamente no era la belleza, armonía, pureza y elegancia de su
discurso escrito.
251 Véase VELLEMAN, Barry, Andrés Bello y sus libros (Caracas, La Casa de Bello, 1995): se trata del
catálogo de la biblioteca de BELLO quedada al morir su dueño y minuciosamente confeccionado poco
después, editado con la completa resolución de todos sus extremos y con útiles índices.
252 Véase SALINAS ARANEDA, Carlos, “ La biblioteca de don Mariano Egaña, con especial referencia a sus
libros de Derecho”, en Revista de Estudios Histórico-Jurídicos 7 (Valparaíso, 1982), pp. 389-540.
253 ÁVILA MARTEL, Alamiro de, “La Filosofía jurídica de Andrés Bello”, en Congr. int. “Andrés Bello y el
Derecho”, pp. 41-62.
254 HANISCH, Walter, “Andrés Bello y el Derecho Natural”, en Revista Universitaria 6 (Santiago,
Pontificia Universidad Católica de Chile, octubre de 1981), pp. 1-19.
BELLO. Otro testimonio de su aceptación de principios supralegales quedó estampado en su
tratado de derecho internacional: “Toda ley supone una autoridad de que emana. Como las
naciones no dependen unas de otras, las leyes o reglas a que debe sujetarse su conducta
recíproca, sólo pueden serles dictadas por la razón, que, a la luz de la experiencia, y
consultando el bien común, las deduce del encadenamiento de causas y efectos que
percibimos en el orden físico y moral del universo. El Ser Supremo, que ha establecido
estas causas y efectos, que ha dado al hombre un irresisible conato al bien o a la felicidad y
no nos permite sacrificar la ajena a la nuestra, es, por consiguiente, el verdadero autor de
estas leyes y la razón no hace más que interpretarlas. El Derecho internacional o de gentes
no es, pues, otra cosa que el natural, que, aplicado a las naciones, considera al género
humano, esparcido sobre la faz de la tierra, como una gran sociedad de que cada cual de
ellas es miembro y en que las unas respecto de las otras tienen los mismos deberes
primordiales que los individuos de la especie humana entre sí” 255 .
En Londres, BELLO, como sabemos, trabó conocimiento de las obras y doctrinas de
Jeremías BENTHAM, un reconocido crítico del iusnaturalismo. Pero lejos de sentirse
afectado en sus concernientes persuasiones por aquéllo, con toda tranquilidad adoptó y
defendió algunas de sus ideas, como lo demostró en el curso de Legislación universal que
ofreció en el Colegio de Santiago y después en su casa privadamente 256 ; de donde que
podría ser considerado como utilitarista. Pero el buen sentido y la sensatez que siempre lo
caracterizaron, lo mismo que su realismo, impidiéronle llegar a los extremos a que arribaba
BENTHAM, y BELLO se limitó a usar el principio de utilidad como un criterio muy general y
eventual, siempre en conjunción con otros principios y razones, de guisa que propiamente
no se observa en sus escritos la huella acusada del benthamismo.
La tercera idea que BELLO asumió fue un positivismo científico, por un lado, y sólo
práctico, por otro, compatible, por ende, con el iusnaturalismo de que hemos hablado; el
cual se fundaba en la necesidad de implantar el imperio de la ley y del principio de
legalidad en todos los sectores de la convivencia social del nuevo Estado que contribuía a
organizar. En ese sentido, la idea de codificar, a lograr la aceptación de la cual por los
espíritus reticentes tanto se esforzó, y su proposición de numerosas leyes, lo mismo que su
apoyo a las impulsadas por otros, en su calidad de senador, fue manifestación viva de este
positivismo de fines empíricos, que en la medida posible intentaba dar forma lógica y
científica a las relaciones jurídicas regidas por la ley, para desterrar al máximo el arbitrio de
los jueces y administradores y gobernantes.
BELLO también manifestó inclinaciones hacia el historicismo alemán, si podemos
cosniderarlo como una Filosofía jurídica, acerca de lo cuals hemos dicho lo necesario a
propósito de su romanismo 257 . Ahora debemos agregar que, nuevamente, esta adhesión
careció de todo unilateralismo y extremismo. Considerado fecundo el historicismo como
método para el estudio de las fuentes romanas y del examen de las relaciones entre la
legislación y el modo de ser de un pueblo, no tenía por qué entorpecer los resultados y las
persuasiones a que BELLO había llegado a partir de otras premisas. Al contrario, le sirvió
para reforzar una convicción propia, más antigua que su conocimiento de SAVIGNY, como
era la de que una buena legislación debía adaptarse a las tradiciones patrias, lo cual
255 BELLO, A., Principios de derecho internaciona (3ª edición, 1864)l, “Nociones preliminares”, núm. 2,
en OC. (Caracas), X, 1, pp. 13-14.
256 Véase el § 8.
257 Véase el § 10, f).
implicaba que el proyectado Código Civil no habría de romper con el Derecho vernáculo y,
antes bien, debía recoger de él todo lo que aun se desmostrara útil, practicable y consonante
con las circunstancias del nuevo Estado y su Constitución, como lo dejó dicho en muchas
ocasiones.
De BELLO se conservaron ciertos papeles manuscritos que contienen reflexiones sobre el
Derecho y la justicia muy acordes con las ideas de Kant. Ellos fueron incluidos en la
edición caraqueña de sus obras 258 . Mas no parecen trasuntar una adhesión final suya al
kantismo, sino sólo representar apuntes de las ideas del filósofo de Königsberg para uso
personal 259 .
258 BELLO, A., “De la moralidad de las acciones” y “División del Derecho Natural”, en OC. (Caracas),
XVII, “Apéndice”, pp. 477-480 y 480-482.
259 Al respecto, véase: HANISCH, Hugo, Andrés Bello y su obra en Derecho romano, cit. (n. 172), pp. 381-
397.
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