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La ley procesal, entonces, impone al juzgador efectuar un pronóstico que

ha de versar sobre el comportamiento futuro del imputado en lo que concierne al


cumplimiento de sus obligaciones procesales; ello, por cierto, con el grado
probabilístico que conlleva todo pronóstico acerca de conductas humanas
futuras; en otras palabras, sobre la base de los elementos probatorios colectados
hasta el momento en este proceso, es que debo determinar si se verifica o no, el
citado peligro procesal.

Así encontramos que la cuestión de la libertad

durante el proceso penal se encuentra regulada en los arts. 14 y

18 de la C.N. y en el art. 75 de la C.A.D.H., en el art. 26 de la

D.A.D.D.H. y en el art. 9.3 del P.I.D.C.P.

Que en virtud de dichos parámetros jurisprudenciales,

con fecha 29 de Abril de 2014, a través de la ley 10.201 se

modificó el art. 281 del Código Procesal Penal de la Provincia. A

partir de dicha modificación, la máxima medida de restricción a

la libertad –Prisión Preventiva-, sólo procederá, siempre que

existieran elementos de convicción suficientes para sostener la

existencia del hecho investigado y la participación del imputado

en el mismo, luego de su declaración y cuando hubiere

vehementes indicios de que el imputado tratará de eludir

la acción de la justicia o entorpecer la investigación,

estableciendo en el párrafo segundo, una enumeración


meramente enunciativa de los indicios de los que se puede

inferir el mentado peligro procesal.

Luego, por Ley 10.366 publicada el 2 de septiembre del

año 2016 el régimen de prisión preventiva fue nuevamente

modificado por la legislación provincial que reglamentó de

manera detallada a través de la modificación del art. 281 y la

incorporación del art. 281 bis y ter que especificaron los indicios

de peligrosidad procesal concretos y su incidencia dentro del

proceso penal.

Ahora bien, la existencia de condenas anteriores sí puede valorarse


como indicio de riesgo procesal si se la relaciona con la posibilidad de que el
imputado, en caso de ser condenado por el hecho de la presente causa, sea
declarado reincidente (art. 50 CP), lo que tornaría más rigurosa la ejecución de la
condena.
Los efectos desfavorables de la reincidencia se ciñen a la posibilidad de su
consideración como circunstancia agravante en la individualización judicial de la
pena (CP, art. 40 y 41), a la exclusión de la libertad condicional (art. 14 CP), y a
la inviabilidad, en algunos supuestos, de obtener la condena de ejecución
condicional (cfr. art. 26 del CP). No obstante, se observa que la ley n° 24.660
incluye a los reincidentes en el proceso de flexibilización del encierro. En efecto,
al igual que los que carecen de dicha calidad, aquellos acceden a otras formas de
beneficios antes del agotamiento de la pena, como son las salidas transitorias (art.
15, inc. 2 y concordantes de la ley 24.660), la incorporación al régimen de
semilibertad (arts. 23 y concordantes), la prisión discontinua (art. 36 y
concordantes) y semidetención (arts. 38 y 39), la sustitución de éstas por trabajos
para la comunidad (art. 50), la prisión diurna o nocturna (arts. 41 a 44). Además,
cuentan también con la posibilidad de aplicárseles a su favor el beneficio de la
libertad asistida (arts. 54 y concordantes), que es una modalidad de la libertad
condicional pero con un tiempo de cumplimiento mayor de la pena (arts. 17 y 54)
(cf. TSJ Sala Penal, “Pereyra Romero”, S. n° 339, 15/11/2011; “Garay”, S. nº
281, 4/10/2011; “Altamirano”, S. nº 338, 15/11/2011; “Manzano”, S. nº 340,
15/11/2011; “Campetti”, S. nº 341, 15/11/2011; “Quevedo”, S. nº 342,
15/11/2011; “Salomón”, S. nº 343, 15/11/2011). Institutos éstos que nos llevan a
diagnosticar una amenaza penal leve que no justificaría seriamente una
conclusión de que frente a ella el imputado eluda la acción de la justicia y opte
por pasar a vivir en la clandestinidad con lo gravoso y oneroso que ello sería para
el mismo.
En definitiva, si bien la existencia de condenas anteriores es una
circunstancia factible de ser valorada como indicio de peligrosidad procesal, su
fuerza inferencial es ciertamente débil para justificar una medida de coerción.
Requiere, en consecuencia, de estar acompañado por otros indicios que lo
fortalezcan, lo que no sucede en el caso, a lo que se suma que la escala penal en
abstracto por los delitos que se le atribuyen al imputado es de mediana a escasa
gravedad (2 a 9 años), lo que por cierto no contrapesa aquella debilidad
inferencial (“Lescano”, S. nº 392, 10/10/2014).

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