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055 Malinas PDF
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INTRODUCCIÓN
Efectos de la renovación
Entre los frutos, podría mencionarse una nueva relación personal con Jesús resucitado,
Señor y Salvador, y con su Espíritu. La experiencia del poder del Espíritu Santo efectúa
una radical conversión interior y una profunda transformación en las vidas de muchas.
Se experimenta el Espíritu Santo como el poder para servir y testimoniar, para predicar
el evangelio, en palabra y obra, con aquella manifestación de poder que mueve a la fe y
despierta a la fe. El poder del Espíritu se manifiesta exteriormente a la Iglesia y al
mundo en diversos ministerios, y no se ve exclusivamente en términos de interioridad y
santificación personal. La nueva relación con Jesús, mediante el Espíritu, sana a
menudo relaciones interpersonales y matrimonios desunidos. Aunque profundamente
personal, esta nueva relación con Jesús no resulta privada en absoluto. Todo lo
contrario: orienta hacia la comunidad, provoca una nueva apreciación de la presencia de
María en Pentecostés y de su relación con la Iglesia. Finalmente, la renovación se
caracteriza por un gran amor a la Iglesia, un compromiso con su orden interior, su vida
sacramental y su autoridad docente. Como el movimiento bíblico y litúrgico, la
renovación carismática suscita ese amor por la Iglesia que quiere para ella una
renovación en la fuente de su vida: la gloria del Padre, el señorío del Hijo y el poder del
Espíritu.
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La experiencia que está en la base de la renovación comienza con un "ver y oír" (Hch 2,
33; 1Jn 1, 1-3) y se comunica a un grupo o a una persona por una fe que da testimonio
del señorío de Cristo por el poder del Espíritu (Hch 2, 37).
En este documento, se entiende por "carisma" un don, o aptitud, que es liberado por el
Espíritu de Dios, revestido de fuerza por El y puesto al servicio de la edificación del
Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. Así mismo presupone que todo cristiano posee uno o
más carismas, los cuales sirven a un recto ordenamiento de la Iglesia y al ministerio, y
por lo tanto pertenecen de una manera esencial a la vida de la Iglesia, de manera que sin
ellos no es Iglesia. Aunque esto sea verdad, hay un orden de realidad espiritual que es
más fundamental, o sea el amor de Dios y del prójimo (1 Co 13). Este doble amor da
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valor a todo ministerio. Sin el amor, el ministerio es un sonido hueco. Sin embargo,
Pablo no sugiere que se escoja entre carismas y amor. Se les escoge a ambos.
derrama sobre toda carne desde ese cuerpo crucificado y resucitado, como de una fuente
inextinguible. Jesús es portador del Espíritu, Jesús es conducido por el Espíritu, Jesús
envía al Espíritu.
Si la Iglesia es el sacramento de Cristo, eso no puede ser sino una concepción errada.
Jesús, en efecto, no es constituido Hijo de Dios y después vivificado por el Espíritu para
desempeñar su misión, como tampoco es constituido Mesías y después le es dado el
poder por el Espíritu para desempeñar su obra mesiánica. De manera análoga, tanto
Cristo como el Espíritu constituyen la Iglesia, ambos son constitutivos de la Iglesia. Así
como la Iglesia no sería Iglesia si desde el primer momento no estuviera Cristo, lo
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mismo hay que decir del Espíritu. Cristo y el Espíritu constituyen la Iglesia en el mismo
momento y no hay prioridad temporal alguna entre Cristo y el Espíritu. Y esta
afirmación de ninguna manera compromete la verdad de que la inauguración de la
Iglesia en el ministerio de Jesús recibe una modalidad y una fuerza nueva en
Pentecostés.
Además, las comunidades cristianas primitivas esperaban que el poder del Espíritu se
manifestara con toda la amplitud de la diversidad de sus carismas.
3) La Iglesia primitiva estaba abierta a la gama plena de los carismas. Sin embargo,
hay diferencias entre una comunidad de cristianos en la Iglesia primitiva y una
comunidad de cristianos en la Iglesia contemporánea. En primer lugar, una diferencia se
encuentra en la calidad de apertura y disponibilidad a los carismas del Espíritu. Las
comunidades contemporáneas están abiertas a las obras de misericordia y a los carismas
de enseñanza, pero se cierran a la profecía, a los dones de curación, al obrar milagros, a
las lenguas y la interpretación, que son posibilidades reales para la vida de la Iglesia. Si
una comunidad no espera todos los carismas, no puede recibirlos. Esta disponibilidad
limitada a las manifestaciones del Espíritu afecta profundamente la vida y experiencia
de las comunidades en el culto eucarístico público, en la oración privada de los fieles,
en el modo de proclamar el evangelio y en el modo de servir al mundo.
4) Disposiciones subjetivas: el "ex opere operantis", medida de lo que uno recibe. Que
la falta de apertura y disponibilidad puedan afectar la vida y experiencia de una iglesia
local no debe de sorprender a un católico. En cierta forma, se puede constatar esto en la
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doctrina de las disposiciones subjetivas, con respecto a los sacramentos, llamada "ex
opere operantis". La eficacia de los sacramentos queda afectada de alguna manera por
las disposiciones subjetivas de quien los recibe, aun cuando Dios ofrezca la plenitud de
su vida y de su amor.
Fe y experiencia
4) Experiencia de Jesús como presencia; el Espíritu Santo como poder. Aplicando esta
explicación a lo que se llama, en la renovación carismática, la "liberación del Espíritu",
"efusión del Espíritu", "bautismo en el Espíritu Santo", se puede hacer la pregunta: ¿qué
es lo que experimentan aquellos que se comprometen con la renovación? Cuando el
Espíritu Santo, dado en la iniciación bautismal, surge en la conciencia del creyente, éste
tiene con frecuencia una percepción de presencia concreta. Este sentimiento de
presencia concreta corresponde a la percepción de Jesús como Señor, la comprensión
personal de que Jesús es real y es una persona. Muy frecuentemente, ese sentido de
presencia está acompañado de una conciencia de poder, más específicamente el poder
del Espíritu Santo (Hch 1,8; 10,38; Rm 15,13; 1Co 2,4; 1Ts 1,5).
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7) Experiencia y emoción. Una vez más, la experiencia religiosa no es, en primer lugar,
un acto de la persona humana; es más bien lo que Dios hace en una persona humana.
Algunos, que no conocen la renovación sino desde fuera, confunden la expresión de una
experiencia profundamente personal con un sentimentalismo superficial. Por otra parte,
la experiencia de la fe abarca todo el ser humano: el espíritu, el cuerpo, el
entendimiento, la voluntad y las emociones. Hasta hace poco, había una tendencia a
hablar del encuentro con Dios, como de un encuentro conocido sólo en la fe,
entendiéndose la fe en un sentido muy intelectualista. La experiencia, en el sentido aquí
empleado, es algo que hace Dios en el creyente, y ello realiza la cristianización de toda
la persona, incluyendo las emociones.
10) El temor a la auto-decepción. Algunos temen los carismas por los elementos
subjetivos que hay en ellos. Es verdad que hace falta circunspección en materia de
experiencia religiosa, pero un escepticismo sistemático iría contra el elemento
experimental y místico que forma parte integrante del testimonio de la Iglesia.
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Conciencia de lo teológico-cultural
Una cultura teológica no es un producto terminado y estático, sino que, como todas las
realidades vivientes, se desarrolla y reconstruye su vida desde las fuentes. Las culturas
teológicas no son absolutas, lo que quiere decir que solo reflejan imperfectamente la
realidad última del evangelio. Las culturas teológicas tienen contacto entre ellas y se
enriquecen. Ahora bien, la cultura teológico-católica tiene mucho que aprender de otras
culturas teológicas; en nuestro caso, de las culturas teológicas del pentecostalismo
clásico o del neopentecostalismo protestante.
Problemas de terminología
Discernimiento de espíritus
2) Papel de la comunidad y del obispo. Pablo enseña claramente que toda manifestación
del Espíritu tiene que ser objeto de un discernimiento atento, porque no siempre quien
habla en lenguas o profetiza, automáticamente o necesariamente, actúa bajo el influjo
del Espíritu Santo (1Co 12,3; Mt 7,21; 1Co 12,10; 1Jn 4,1-6).
Los que en la comunidad tienen formación teológica y lucidez espiritual pueden tener
un papel importante en el campo del discernimiento, que, por otra parte, es él mismo un
carisma.
Respecto a los obispos, el Vaticano II enseña: "El juicio sobre la autenticidad de los
carismas y de su ejercicio razonable pertenece a quienes tienen autoridad en la Iglesia, a
los cuales compete, ante todo, no sofocar el Espíritu, sino probarlo todo y retener lo que
es bueno" (LG, 12).
¿Elitismo?
Debido a que la renovación presta cierta atención a la experiencia religiosa y a los dones
más proféticos (tales como profecía, curación y lenguas), parece a veces crear una clase
especial dentro de la Iglesia. La renovación reconoce que la presencia de un don
espiritual no es, en modo alguno, un signo de madurez espiritual, aunque a menudo se
experimente como un llamamiento a una vida de mayor santidad. Tampoco los carismas
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son restringidos a unos pocos, sino que son una posibilidad para todos, desde los
sacramentos de iniciación.
¿Acentuación de la afectividad?
Algunas personas se sienten incómodas con una expresión de fe religiosa que sea
profundamente personal, por eso confunden sentimiento religioso con emocionalismo.
En occidente, las expresiones religiosas se fueron restringiendo más y más al
entendimiento y la voluntad; tal superintelectualización de las formas de adoración ha
llevado a cierta esterilidad en la teología, la evangelización y la actividad litúrgica.
¿Fundamentalismo bíblico?
Uno de los frutos de la renovación es un profundo amor por las Escrituras. En las
reuniones de oración se lee a menudo la Escritura y se la saborea como una oración en
el espíritu de la Lectio divina tradicional. De esta manera se evita una lectura
exageradamente literal.
A medida que pasa el tiempo, las exageraciones que hayan podido producirse en este
campo van desapareciendo. La renovación va tomando siempre más conciencia de su
verdadero fin: la plenitud de vida en el Espíritu Santo y el ejercicio de sus dones en
vistas a la proclamación de Jesús como Señor.
Debe estudiarse la relación entre una experiencia espiritual, tal como se presenta en la
renovación, y el compromiso cristiano en la construcción de un mundo más justo y
fraternal.
Dimensiones ecuménicas
La primera, considera los carismas como algo milagroso, porque serían capacidades
radicalmente nuevas que Dios ofrecería a la comunidad.
La segunda, seguida por muchos teólogos y exegetas, considera los carismas como una
dimensión nueva que toma la vida de la comunidad, bajo la acción poderosa del Espíritu
Santo. La novedad consistiría en la animación, obrada por el Espíritu, de una capacidad
que ya pertenece a la plenitud de la humanidad. Los carismas, pues, son sobrenaturales
solo en cuanto al modo y al fin, porque su fin es el Reino de Dios y se realizan por el
poder del Espíritu Santo. En sí mismos, el hablar lenguas y el profetizar no se
diferencian de la verbalización que se da en otras culturas no cristianas.
El don de lenguas
El don de profecía
Al igual que con todos los dones, la misión profética puede variar en calidad, poder y
pureza. También sufre un proceso de maduración; además, existe una gran variedad de
profecías según tipos, modos, propósito y expresión. La profecía puede ser una palabra
sencilla de aliento, una amonestación, un acto profético o una decisión para una nueva
línea de acción. Por esta razón, todas las profecías no habrán de entenderse o recibirse al
mismo nivel.
1) Victoria sobre los malos espíritus. Los autores del NT estaban convencidos de que el
poder de Jesús sobre los demonios era signo de que el Reino de Dios estaba presente y
revelaba a Jesús como Mesías. Evitando una lectura fundamentalista de la Escritura y
una excesiva preocupación por lo demoníaco, la renovación carismática quiere también
asumir este ministerio de la liberación de los influjos demoníacos.
Imposición de manos
Cuando la imposición de manos se usa para pedir que el Espíritu Santo, ya dado en la
iniciación, venga a la experiencia consciente, no se considera como una repetición de la
imposición de manos sacramental que ejecuta el sacerdote en el bautismo y el obispo en
la confirmación. Más bien es una expresión de oración para que el Espíritu ya presente
venga a su plena realización en la vida del individuo y de la comunidad.
Conclusión
Como el papa Juan XXIII, Pablo VI declaró, en el curso de la audiencia general del 29
de noviembre de 1972, que la Iglesia tenía necesidad de un Pentecostés perpetuo. La
renovación carismática es una de las manifestaciones de este Pentecostés.
Todos los que tienen una responsabilidad pastoral, deberían estar abiertos a esta
manifestación y conocer desde dentro su especificidad.