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Poema Épico de la conquista interesante por su tono realista y por las circunstancias de su
composición supuestamente la única escrita durante el curso de una guerra "escribiendo muchas
veces en cuero por falta de papel y en pedazos de cartas". Sin embargo, la obra no aparenta ser
escrita apresuradamente. Compuesta en octavas reales, consta de 37 cantos que abarcan la
descripción de Chile, los preparativos para la guerra, las victorias de Lautaro y Caupolicán. Además
incluye muchas digresiones como la historia de la hermosa Glaura y Tegualda, narradas al propio
Ercilla, quien en ese momento se convierte en personaje de su propio poema. Otro aspecto
interesante es la manera en que el autor trata de captar el punto de vista de los caciques indígenas:
Demostrando con ello su intento de penetrar en aquellas almas que tanto fascinación causaron en él,
por lo tanto esta simpatía es defendida en su prólogo temiendo posibles críticas al respecto: "y si
algunos le pereciere que me muestro algo inclinado a la parte de los araucanos, tratando sus cosas y
valentías más extendidamente de lo que para bárbaros se requiere, si queremos mirar su crianza,
costumbres y modos de guerras y ejercicio de ella, veremos que mucho no les han hecho ventaja, y
que son pocos los que con tan gran constancia y firmeza han defendido su tierra contra los fieros
enemigos como son los españolesµ. No obstante, a pesar del sentimiento de admiración que siente el
poeta por el pueblo araucano, éste en el transcurso del poema justifica la guerra como mandada por
Dios, sumamente interesante por la perspectiva del autor.

Por otra parte, "La Araucana" intenta superar la monotonía de su estilo mediante el realismo de sus
descripciones bélicas. El logro del autor es solamente parcial, pues tiene notoria dificultad en manejar
los transcursos de una escena a otra. Es verdad que "La Araucana" no es constante; y no lo es por una
razón lógica, ya que, tratando sobre algo tangible, que está sucediendo en el momento, por fuerza la
imaginación se ve en ocasiones relegada por la necesidad de ceñirse a la realidad histórica. En lo
demás, el poeta historiador se superpone el historiador poeta, y aún cuando se trate de cosas que en
realidad sucedieron, pone en ella algo de inspiración poética. Además esta obra fue escrita por la
necesidad de que esta conquista no perdiera en el tiempo, pues, ella reclamaba un cronista veraz:

De esta manera, el sentido de crónica verdadera se anima a través de episodios coetáneos como la
de Lepanto, San Quintín y alusiones a la antigüedad con narraciones como las de Elisa y Dido, tal
variedad refuerzan el discurso. En consecuencia cabe destacar que "La Araucana" conserva a pesar
de estas digresiones la objetividad de la épica española como las del tiempo de la gesta, ya que
Ercilla se coloca como testigo de la historia y a la vez que lo dedica a su señor tal poema como si fuera
este su único público:
Aunque, Ercilla afirma que se va a relatar la verdad, no significa como se ha dicho anteriormente que
se escriba el discurso en la formación discursiva historiográfica. Pero como discurso da suficientes
indicaciones de inscripción en el tipo de discurso épico en la formación poética. Es sólo en el nivel de
una semántica del mundo en el que se ofrece una variante al cambiar la generalidad de lo verosímil
por lo particular de la verdad. Y luego, sabemos que el programa que iniciativamente se había
propuesto el autor no se lleva cabo.

Cerrando este capítulo es necesario mencionar que esta obra corresponde a la categoría de los
poemas épicos cultos: son creaciones más reflexivamente elaboradas que las tradicionales. En los
poemas cultos se manifiesta la personalidad del autor. Por su asunto pueden distinguirse los poemas
heroicos, religiosos, filosóficos y alegóricos. Y "La Araucana" corresponde a los de asunto heroico que
según Rafael Lapesa Melgar: "los poemas heroicos son los más cercanos al espíritu de la epopeya
tradicionalµ. El modelo clásico del poema heroico culto fue la Eneida de Virgilio cuya grandiosidad se
debe a su intenso dramatismo y suave melancolía
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Las partes verendas de Urano, que habían sido cortadas por su hijo Cronos, fueron arrojadas al undoso
Ponto, donde durante mucho tiempo fueron llevadas de acá para allá en el piélago, hasta que
mucho después de esas desgajadas porciones de la carne de Urano, que habían terminado siendo
cubiertas por la blanca espuma del mar, nació una bellísima diosa, que sería conocida como Afrodita
y que se encaminó a la isla sagrada de Citera, entre Creta y el Peloponeso, cerca de las costas de
Laconia. Desde entonces esa isla se reflejaría en la literatura como un lugar maravilloso consagrado al
amor y los placeres. Más tarde la diosa se dirigió a Chipre.

Sigue narrando Hesíodo que: "Al salir del mar la veneranda hermosa deidad, brotaba la hierba doquier
que ponía sus tiernas plantas. Dioses y hombres la llaman Afrodita, porque se nutrió en la espuma;
Citerea, la de hermosa diadema, porque se dirigió a Citera; Ciprogénea, porque nació en Chipre, la
isla azotada por las olas; y Filomédea, porque brotó de las partes verendas. Acompañábala Eros y
seguíala el hermoso Deseo, cuando, poco después de nacer, se presentó por vez primera en el
concilio de los dioses. Tal honra tuvo Afrodita desde un principio y cupiéronle en suerte, entre los
hombres y los inmortales dioses, los paliques de las doncellas, las risas, los engaños, los dulces placeres,
el amor y las ternezas".

Afrodita llegaría a ser la gran diosa griega del amor, que en sus orígenes enlaza con las reverenciadas
diosas-madres del Mediterráneo oriental. Los fenicios habrían extendido su culto desde Siria hasta
Chipre, Citera y la Grecia continental, lo que Hesíodo recogió, de algún modo, en su explicación
mítica. Más adelante, ya en tiempos de la gloria de Roma, pasaría a ser conocida como Venus.

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Los aztecas tienen como dios principal a Tonacatecuhtli, quien tuvo por mujer a Tonacacihuatl
(conocida también como Xochiquetzal). Ellos se criaron en el decimotercer cielo, de cuyo principio no
se supo jamás. Engendraron a cuatro hijos. El mayor, Tezcatlipoca rojo, llamado así porque nació
colorado. Al segundo hijo lo nombraron Tezcatlipoca negro, el peor de los tres porque fue el que más
mandó y nació negro en medio de todos los seres y cosas.

Al tercero llamaron Quetzalcoatl, conocido también como "Noche y viento". Mientras que al último y
más pequeño lo llamaron Huitzilopochtli.
De los cuatros hijos de la primera pareja, Tezcatlipoca negro era omnipresente, conocía todos los
pensamientos y los corazones; así es que lo llamaron Moyocoya, cuyo significado es el de
todopoderoso. Su hermano menor, Huitzilopochtli, nació sin carne, con los huesos desnudos. Así se
mantuvo durante los seiscientos años de quietud entre los dioses, etapa en la que nada hicieron.

Pasado el largo período, los cuatro hijos de Tonacatecuhtli se juntaron para ordenar lo que habrían de
hacer y la ley que tendrían. Convinieron en nombrar a Quetzalcoatl y Huizilopochtli para que
impartieran las órdenes. Entonces, por comisión y parecer de los otros dos, hicieron el fuego, después
medio sol que, como no estaba entero, alumbraba poco y luego hicieron al hombre Oxomoco y a la
mujer llamada Cipactónal. Les dieron la orden de que no holgaran, sino que trabajaran siempre. A él lo
mandaron a labrar la tierra mientras ella hilaba y tejía.
Terminada su tarea con los primeros hombres, los dioses hicieron los trescientos sesenta días del año
que dividieron en dieciocho meses de veinte días cada uno. Luego crearon a los dioses que habitaron
el infierno: al "Señor del Inframundo" y a su esposa, la "Señora del Inframundoµ. Les llegó la hora de
crear los cielos y comenzaron por el más alto, desde el decimotercero para abajo para continuar con
la creación del agua. La tierra fue creada por los dioses Quetzalcoalt y Tezcatlipoca, quienes bajaron
a tierra a la diosa del cielo. Ella tenía las articulaciones completamente cubiertas de ojos y bocas con
las que mordía como una bestia salvaje. Antes de que la bajaran había agua (que nadie sabe quién
creó) sobre la cual la diosa caminaba. Cuando vieron esto, los dioses se dijeron: "Es necesario hacer la
tierra", y diciendo esto se convirtieron los dos en grandes serpientes. Transformados, una de las
serpientes agarró a la diosa de la mano derecha y el pie izquierdo y la otra de la mano izquierda y el
pie derecho, tiraron tanto que la partieron por la mitad. Con la parte de atrás de los hombros hicieron
la tierra, y la otra mitad la llevaron al cielo.
Los otros dioses se enteraron y se enojaron mucho, entonces para recompensar a la diosa de la tierra
por el daño que le habían hecho, los dioses descendieron todos del cielo y ordenaron que de ella
salieran los frutos necesarios para la vida de los hombres: de sus cabellos hicieron los árboles y flores, de
su piel las pequeñas hierbas y flores, de los ojos hicieron los pozos, las fuentes y las pequeñas cavernas,
de la boca los ríos y grandes cavernas mientras que de los agujeros de la nariz y de los hombros, los
valles de las montañas y las montañas mismas respectivamente.

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