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Ficha de cátedra
Reseña bilbiográfica de: WOLF, Sergio, Cine/Literatura -Ritos de pasaje, Buenos Aires, Ed.
Paidós 2001.
Introducción
Sergio Wolf dice que su búsqueda se orientó a intentar cercar el objeto: la transposición
literaria, el que siempre se presenta como resbaladizo e inasible por la diversidad de materiales
y códigos a considerar y los marcos teóricos posibles para su abordaje. En primer lugar había
que detectar los nudos conflictivos básicos del proceso de transponer un texto a un film, hallar
el conflicto necesario que genere zonas de interés y favorezca el diálogo, pues entre el mundo
del autor y del director existen zonas ríspidas, distancias, afinidades y repulsiones, fronteras y
vecindades que enriquecen la reflexión sobre el tema. Es así que la selección de “casos”
propuesta, inevitablemente subjetiva, pretendió alejarse de los casos ejemplares haciendo
convivir obras de literatura culta con otras de literatura de mercado puesto que en ambos casos
existen las mismas dificultades para un guionista o un cineasta a la hora de transponer.
Un problema de origen
El cine suele recurrir a los clásicos literarios, quizás por la necesidad de recubrir a esos
films de una pátina de alta cultura, pero se queda en lo decorativo o en la fidelidad motivada
por un excesivo respeto que no condice con el origen de esos mismos textos. El ejemplo
ineludible es Shakespeare, quien manipulaba libremente los hechos históricos en busca de
mejorar la verosimilitud de su obra antes que construir un relato histórico ajustado a la realidad.
En este tipo de análisis el tema de la transposición resulta una suerte de laboratorio para
poner en circulación relaciones textuales que no agotan el examen de todas las lecturas y
niveles que posee una obra. Nuevamente el proceso del trabajo y sus implicancias queda
oculto en un campo de pura especulación. La transposición es una zona fronteriza entre
disciplinas, lo que motiva que existan marcos teóricos afines y variados y, “si bien el territorio
de la interpretación no tiene ni debiera tener límites, es imprescindible demarcar el espacio o
enfoque de trabajo”.
Primero habría que comprender la especificidad de cada disciplina para pensar las
zonas compartidas y las diferenciadas y determinar qué procedimientos pueden hacer de
puente entre códigos. Pero esos puentes deben ser creados por y para el film porque sino
caeríamos en el error de creer que se puede establecer una normativa. Para explicarlo
podemos mencionar dos aspectos muy comunes: a) un relato literario en primera persona se
resolvería con numerosas tomas subjetivas y el recurso de la voz off y b) un relato literario con
muchas descripciones supone que para su traslado la cámara debiera hacer uso de la
panorámica o de una sucesión de planos para integrarnos al lugar. Pero ambos procedimientos
a priori no aseguran efectividad en el proceso de traspaso, aunque pueden ser útiles para
detectar dificultades y poder pensarlas más que para aplicar soluciones que funcionaron en
otros casos.
Literatura y cine son considerados soportes aptos para narrar ficciones, donde lo que prevalece
es el concepto de historia, del que se desprende el de estructura narrativa. También implica la
noción de personajes; historia y personajes se integran para definir la idea de que ambos tipos
de narración construyen mundos autónomos específicos para sus propios medios.
Aquí se plantea el problema de los modos de representación vale decir, los modos en
que “escriben” los respectivos medios. Generalmente se tiende a creer que la escritura es sólo
la literaria pero hay una escritura específica del cine, realizada a través de todos sus
materiales: el encuadre, el tipo de luz o imagen, los movimientos de cámara, la manera de
cortar o cambiar de escena, etc. Esta escritura cinematográfica ya fue planteada por los
teóricos Alexander Astruc y André Bazin al sostener que los directores escriben directamente
en cine y ya no son sólo competidores de pintores o dramaturgos sino también de los
novelistas. Hay entonces cuestiones de estilo y de formato.
Sobre la pregunta de los textos que pueden o no transponerse, lo que debe plantearse
es si existen formas de narrar argumentos literarios que no pueden convertirse en formas de
narrar argumentos cinematográficos.
Suele pensarse que ciertas novelas no pueden ser transpuestas más que haciendo una
mera ilustración de momentos o extrayendo algo de la peripecia que contengan, mientras que
algunas otras tendrían una potencial “cinematograficidad”. La transposición obliga a un trabajo
de desmontaje y reconstrucción, nunca de analogías de traspaso, dice Wolf, y pareciera que
una cierta estilística literaria facilita y aceita las posibilidades de traspaso.
Se dice también que hay escritores que estuvieron influidos por la gramática
cinematográfica, vale decir que hasta los recursos de su estilo literario eran producto de esa
influencia: hablar de técnicas de montaje o forma de collage hace pensar en escritores “que
“vieron” sus novelas imaginándolas películas”. Pero estas conclusiones son dudosas, parece
más certero decir que sí hay escritores que pensaron mundos originados en el cine.
Hay aspectos que son intransferibles de un medio o del otro pero nunca se discuten en
toda su especificidad. Aquí tomamos cuatro de ellos que habitualmente aparecen como
dificultades.
Extensión o economía
Uno de los supuestos más usuales es el que sostiene que la literatura es una disciplina
que permite al autor extenderse más sobre el mundo interno de los personajes y sobre el
espacio que habitan con múltiples descripciones. Sería pensar el problema como una cuestión
de volúmenes: mayor extensión en la literatura frente a mayor economía del cine. Si esta
inevitable asimetría fuera cierta sería más habitual que un cuento, una nouvelle o una pieza
teatral breve fueran los formatos más adecuados para convertirse en films, lo que no condice
con el interés de los cineastas en obras literarias de gran envergadura. En realidad el tema
pasa por el tipo de escritura y el mundo ficcional que se construya. Lo que sí parece cierto es
que el relato literario debe sufrir alteraciones al pasar al cine. Se habla de que las novelas
tendrán cortes, simplificaciones y líneas esenciales y los relatos breves habrá que extenderlos,
prolongarlos o agregar situaciones, pero frente a esta visión numérica ¿cómo contemplar en un
guión un largo silencio de un actor, un lento travelling o la fragmentación de una escena por
yuxtaposición de planos detalle? Frente a este tipo de análisis hay que volver a situar la
discusión en el territorio del estilo, qué elecciones estilísticas justifican esos cambios y qué
función del lenguaje se está privilegiando en cada medio.
Diálogos
Se presume que ante todo el cine es un arte visual, que privilegia la imagen, donde la
dimensión sonora sería un soporte o agregado que no hubo más remedio que aceptar por la
evolución técnica del medio. Lo que habría que pensar son las estrategias para sortear el tan
temido naturalismo a que conduciría el empleo explicativo del diálogo. Según lo que los films
privilegian se puede hablar de las cuatro variantes del diálogo: polémico, didáctico, dialéctico o
como monólogo. Pero a menudo se hace referencia al “diálogo literario”, aludiendo a cierta
desnaturalización del diálogo como sonido, a la recurrencia o abuso de la función poética del
lenguaje. Hay consenso en que los diálogos cinematográficos debieran oírse y sonar como se
oyen en la realidad. Los modos de decir, relativos a los personajes, no están aislados, sino
imbricados en el contexto en que se insertan. “…qué, a quién y cómo se dicen esos diálogos es
tan relevante como el tipo de filme en que se dicen, como la relación que establecen con los
otros elementos de la puesta en escena, o como la circunstancia dramática en que se dicen.”
El diálogo, entonces, debe integrarse y establecer distintos modos de relación con los otros
elementos de la puesta en escena.
La voz en off
Resulta curioso que un mismo diálogo se aprecia de diferente manera si está dicho
ante otro personaje o si está como voz en off. En palabras de Wolf: “Es como si este problema
fuera pensado en términos de distancia,…en el primer caso, el diálogo se asemejaría a la clase
de intercambios verbales de “la vida cotidiana”, y en el segundo, el diálogo, por exhibir un uso
culto de la lengua, adquiriría un estatuto presuntamente “literario”.
La designación de voz en off remite a los distintos modos en que una entidad narrativa
refiere algo sin que la veamos en el momento preciso en que los narra. Suele considerarse
como una evidente herencia literaria que los cineastas desean incluir.
En los films inscriptos en el policial negro, por ejemplo, el empleo de la voz off ha
permanecido como marca estilística que traspasa el efecto de época para consolidarse en el
tiempo. No se trata de que el director no supo cómo resolver un monólogo interior o una
escritura retrospectiva en primera persona, sino que a partir del uso que instauró la novela
negra, la voz en off terminó cargando con la responsabilidad de ubicar la narración en la
interioridad subjetiva del personaje.
El monólogo interior
Si bien hay aspectos de la narrativa literaria más factibles de convertirse en escena
cinematográfica, hay otros que son “el infierno tan temido”, por ej. los pensamientos,
soliloquios, el fluir de la conciencia y el monólogo interior. A veces, los análisis apresurados
tienden a simplificar las dificultades del pasaje de la dimensión mental al territorio del cine pues
todo puede ser resuelto con la voz off. Sin embargo, no es lo mismo el vínculo que nos confía
un personaje literario o un narrador, al que puede establecer el cine entre personaje y
espectador. El monólogo interior consigue una cercanía afectiva mientras que, con frecuencia,
la voz en off consigue más distancia que identificación. Siendo un mecanismo propio del cine,
que el espectador vea al personaje hablando no es equivalente a oírlo sin que lo vea. Ese
juego entre lo subjetivo y lo objetivo es un aspecto crucial del trabajo sobre el punto de vista en
el cine.
Ahora bien, qué hacer en los casos en que no se trata de un personaje sino del autor-
narrador, o en aquéllos en que cambia la “voz narrativa”. Se revela entonces que la voz en off
“no es más el arma infalible”. ¿Cuáles serían las herramientas para producir deteminados
efectos? Porque, cuando un cineasta cree ver una posible película en un texto literario, una de
las muchas razones sería buscar que su película recupere, reproduzca o prolongue el “efecto”
que produjo en él ese texto. Se dice que el cine funciona extrayendo el pensamiento de la
imagen, mientras que la literatura logra extraer la imagen del pensamiento.
El cine parece haber hallado respuestas satisfactorias para cierta clase de procesos
mentales como el recuerdo o el sueño, incluso por corte directo de montaje, pero no es en la
manipulación mecánica de los recursos donde están las soluciones, sino “en la clase de trabajo
de la totalidad de la puesta en escena de un filme, entendido como un mundo autónomo y
particular”.
Sobre “Muerte en Venecia”, de Luchino Visconti: “el nudo de esta transposición radica
en que el texto carece de trama en el sentido convencional de la palabra, o al menos ostenta
peripecias que sólo en dosis mínimas exponen el tortuoso itinerario interior de von
Aschenbach…”, sus ideas recurrentes sobre la creación, la belleza y la decrepitud difícilmente
habrían podido permanecer, a menos que Visconti hubiera optado por incluir una voz en off que
le habría dado un mayor espesor literario al relato pero habría terminado por literalizarlo o
devorarlo. Todo debía sobrevolar la percepción aguda que von Aschenbach tiene del mundo y
Visconti optó por la búsqueda a partir de su protagonista excluyente, Dirk Bogarde, dado que el
éxito dramático del filme descansaba en que el actor lograra que su cuerpo y su rostro
sustituyeran el minucioso detallismo sensorial del personaje de Mann. La idea de continuidad
entre personaje y ambiente, metaforizada con enfermedad/peste, otras veces se logra con
panorámicas o a través de una mirada errática que se construye con ambiguas o falsas
subjetivas del personaje. El uso de flashbacks sonoros nos instala en la subjetividad del
protagonista aunque a veces, sostiene Wolf, ViscontI tropiece con los límites del propio medio:
un uso reiterado del zoom como recurso para definir subjetivas del agonizante o los flashbacks
que parecen tener la función de comunicar datos al espectador, con el agregado de un amigo
de von Aschenbach que oficia de interlocutor.
El punto de vista
La cuestión de la focalización o punto de vista y la de los narradores posee un tronco
problemático común. La literatura goza de mayor libertad y autonomía para establecer el punto
de vista que el cine, cautivo de la imagen que necesita mostrar a quien narra, siempre que
haya un personaje que asuma este rol y pertenezca al relato. Esto trae una serie de problemas
con la representación de los narradores, por ejemplo, una de las zonas más delicadas: el
narrador en primera persona. Lo importante es cómo el director construye ese punto de vista
subjetivo con los recursos del cine, con qué detalles visuales y auditivos hace que el
espectador se identifique con el personaje, pero sólo en los momentos que dramáticamente
justifican esos “cambios”.
La lectura adecuada
Suele denominarse así a la que da cuenta de procedimientos de transposición que no
afectan el desarrollo de la trama, respetando disciplinadamente los pasos que propone el
argumento. Hablar de lectura adecuada no implica sancionar como correctos ciertos
procedimientos sino destacar los casos en que la lectura que se hizo procuró seguir
determinadas direcciones rastreables en ellos, vale decir: pensar los materiales de ese otro
medio que es el cine sin dinamitar ese estadio anterior que era el libro.
La transposición encubierta
Hay cineastas que hicieron transposiciones sin pretender hacerlas, se adoptaron
zonas, hebras narrativas, efectos de estilo o frases que se convirtieron en los postulados
rectores de un diseño o concepto cinematográfico sin que implique que hayan seguido la trama
del relato literario de origen. “Quizás esos textos dispararon un sentido y quedaron planeando
sobre el filme, como un zumbido leve que puede oírse aguzando el oído”.
Se puede suponer que estos entrecruzamientos están más cerca de ser influencias que
transposiciones fragmentarias, parciales u ocultas.
Hay otra clase de relación que se establece por el hecho de declarar o no una fuente o
material inicial. En esta zona de la transposición encubierta, el juego de la interacción adquiere
otro estatuto, porque se trata de ver cómo el cineasta ha decidido ocultar, transfigurar o sólo
dejar una sombra de ese pasado que es el texto literario.
(Nota: se deja constancia de que de todos los ejemplos tomado por S. Wolf sólo se han
incluido los referidos a Visconti y Huston, por estar éstos presentes en los contenidos del
programa de cátedra).