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Espacio público: el subsidio de los pobres

“…una característica esencial de las viviendas populares es que <<ni el alzado ni la


planta responden nunca en la arquitectura popular a una composición premeditada>>. El
conjunto resultante <<no es otra cosa que una sencilla yuxtaposición de cuerpos simples con
el mayor sentido racional; primero es un pequeño añadido con una o dos dormitorios más;
luego, un porche, después un establo que hay que ampliar, etc. y así sucesivamente hasta
llegar a su estado actual. Un conjunto rural en estas tierras, no es, pues, más que la
yuxtaposición impuesta a través de las épocas por las necesidades imprevistas de la familia.”
(Capel, 2002)

Con dichas palabras Horacio Capel; geógrafo, escritor y urbanista por esencia, define el
proceso de revalorización en los años 70’ de la flexibilidad y capacidad de adaptación de las
familias populares, expresado en barrios de autoconstrucción.

INTRODUCCIÓN

Durante los años 50’, surge -desde la geografía económica y de la mano de François
Perroux el concepto “polos de desarrollo”. Un constructo retórico que, desde un principio y
casi como advertencia, afirma que “desarrollo” es desequilibrio.

Tal teoría indicaba que se debían promover nodos centrales de crecimiento que –
correctamente gestionados- impulsarían el crecimiento económico regional, incrementando el
desarrollo del área circundante al polo de crecimiento. Sin embargo –y particularmente en
Chile-, el “efecto arrastre” se estancó, y, por tanto, la difusión del progreso.

El fracaso de dicho proyecto propició la emergencia significativa de desigualdades


socioeconómicas expresadas espacialmente y a diferentes escalas; remanentes de un proceso
manifiesto aún.

Entonces, la concentración espacial de la pobreza se relegó hacia la periferia urbana,


expresada en colonias residenciales de autoconstrucción que, desde inicios de la segunda
mitad del siglo pasado, se convirtieron en una “forma de hacer ciudad”.

Tales cordones surgen en los márgenes de la ciudad y circundan –desde lejos- el


“progreso” del centro urbano, y en gran parte de los casos estos brotan fuera del polígono
urbano, desfigurando el proyecto planificador de ciudad.

El papel del Estado, muchas veces cuestionado y tildado como falto de voluntad, en
ocasiones se presenta restringido; puesto que muchas de estas emergencias habitacionales
brotan en espacios privados.

El Estado ha ido en auxilio de los grupos más desposeídos otorgando soluciones


habitacionales que consideran como figura principal a la vivienda. Este arduo rescate ha sido
en desmedro del espacio público, el cual no ha percibido el interés adecuado.

La generación de espacios públicos de alto estándar por parte del Estado se presenta
en la actualidad como alternativa subsidiaria eficaz frente a grupos poblacionales marginados
en términos espacio-residenciales.
RECURSOS ESCASOS, NECESIDADES MÚLTIPLES.

Desde la segunda mitad del siglo pasado, y a propósito del contexto particular que
envuelve las economías latinoamericanas, el surgimiento de brotes residenciales en los
márgenes de la ciudad se ha tornado un “fenómeno común” y una forma de acceso a la
solución habitacional.

Dicha “regularidad” –aún abordada como “forma de crecimiento irregular de la


ciudad”- ha constituido una nueva forma de hacer ciudad. Nueva forma que desafía la
dirección del planeamiento urbano y evidencia su letárgica reacción frente a los procesos
urbanos. Una carrera de largo aliento donde el Estado ha quedado atrás.

Sin embargo, y a pesar de esto, el ideario colectivo –llamémosle sociedad- sabe que
tarde o temprano el Estado va llegar, tarde, pero va a llegar. Dicha garantía empírica es la que
sostiene los campamentos que circundan a la ciudad jardín.

Particularmente en Viña del Mar, uno de los principales obstáculos que debe afrontar
el municipio para concretar un proceso de “regularización” (urbanización) del espacio
residencial es la adquisición del terreno. Este último generalmente pertenece a entes privados
que, en términos objetivos, podrían percibir importantes beneficios a propósito del potencial
proceso de regularización. Es pues el propietario quien debe negociar el terreno con el
municipio, es pues él quien pone el precio. Una última instancia, -por cierto- de muy poca
práctica, sería la expropiación. En dicho caso, se pagaría al propietario el valor comercial del
terreno, y no el valor de tasación fiscal.

“Muchos de esos propietarios retienen el suelo para especular con las futuras
plusvalías que pueden obtener. Sólo la puesta a punto de mecanismos que permitan la
expropiación a precio justo, y no al precio de un mercado enrarecido y manipulado por los
propietarios, podrá limitarlo.” (Capel, 2003)

Finalmente, gran parte del presupuesto destinado a la regularización e integración de


las poblaciones marginales se destina a la compra del terreno. Quedando una exigua porción
del presupuesto inicial para la concreción del espacio urbano residencial.

El presente escrito no pretende gravitar teóricamente la raíz del problema en lo


expuesto anteriormente; puesto que, cuestionable o no, está dentro del marco de la ley. Más
bien pretende cuestionar el proceso posterior a la adquisición del terreno; el proceso de
urbanización.

Por años ha primado el interés del Estado por entregar soluciones habitaciones a
quienes carecen de espacios residenciales consolidados mediante distintos programas de
gobierno. Sin embargo, siempre con una preponderancia por la vivienda más que por el
espacio público, que es el sostén de estos espacios privados.

Tal esfuerzo no ha dado a vasto y ha implicado, en muchos casos, la entrega de


viviendas exiguas en espacios públicos de baja calidad. Prontamente las familias beneficiarias
buscan ampliar sus espacios residenciales, pero se ven limitados debido al escaso espacio
particular con el que cuentan y, en muchos casos, comienzan a ocupar los espacios públicos.
Lo cual es negativo desde la perspectiva de un Estado planificador de ciudad, y disminuye aún
más la calidad de los espacios públicos ya insuficientes, afectando a la propia comunidad.
EL ESPACIO PÚBLICO

La generación de espacios públicos de alto estándar por parte del Estado se presenta
en la actualidad como alternativa subsidiaria eficaz frente a grupos poblacionales marginados
en términos espacio-residenciales.

El espacio público es aquel lugar físico de propiedad pública que, diferenciándose de la


propiedad privada, es accesible a todos los individuos (PNUD, 2015).

El espacio público es la ciudad. La historia de la ciudad es la de su espacio público


(Borja, 2000).

El espacio público es, sin duda, el espacio donde se hace ciudad, donde lo colectivo
toma sentido. El espacio público es el que propicia el Estado, y el Estado somos todos
nosotros, por tanto nos pertenece y nos compromete. Es el espacio público el que propone las
bases del espacio privado, es éste quien “pone la vara”; un espacio público de alto estándar
promoverá espacios privados de alta calidad.

De acuerdo a las múltiples perspectivas vertidas por residentes de los campamentos


que pueblan las partes altas de la ciudad de Viña del Mar, la solución radica en lo “esencial”: la
urbanización del área. Ejemplo claro de esto es la opinión emitida por una de las presidentas
de los 23 comités que conforman el Campamento Manuel Bustos, quién señala explícitamente
“las casas de nuestro campamento son sólidas y no de cartón como se ve en otras tomas”.

En este sentido, es que las técnicas de autoconstrucción desarrolladas por quienes


pueblan estos conglomerados son eficaces siempre y cuando el sector presente algún grado de
consolidación, de lo contrario el residente siente miedo de invertir dinero en un proyecto
residencial inestable desde la perspectiva legal.

Dicho esto, es que creo conveniente que el Estado oriente sus recursos hacia la
implementación de espacios públicos de alta calidad y no a otorgar soluciones habitacionales
propiamente tal. El Estado debiese dispensar espacios públicos con un alto estándar, mientras
que el proyecto de construcción habitacional debiese relegarlo al propio residente, que –
demostrado está- posee la capacidad de efectuar un proyecto de construcción habitacional
satisfactorio y desde un estilo arquitectónico propio. Y es precisamente lo que sugieren
quienes esperan incansablemente la visita mesiánica del Estado hacia los rincones más
elevados de la ciudad Jardín, conglomerado poblacional que alguna vez alguien denominó
“sueños con vista al mar”.

Si el Estado se volcara a suplir sólo las necesidades esenciales que decantan en la


implementación o refuerzo de un espacio público de alto estándar, su respuesta frente a las
demandas residenciales se agilizaría, podría reducir costos y, además, retomaría su papel de
director en planificación de ciudad, otorgando una alta calidad de vida a su población,
recuperando la confianza y el carácter de amparo que promete la constitución para con
pueblo.

Cabe también considerar que “a veces los estudios y decisiones dependen de


diferentes instancias e instituciones”. (Capel, 2003). Por esto, y sopesando la estructura
orgánica sectorial que prima en lo nacional, la focalización del Estado en la generación
integral del espacio público adquiriría mayor eficiencia al reducir los procesos de
involucramiento sectorial burocráticos pero muchas veces necesarios para la correcta
ejecución de los objetivos planteados.
En este sentido es que el Estado –al implementar espacios públicos de alta calidad-
actuaría como agente subsidiario de futuros proyectos habitacionales que brotarían en medio
de un espacio público digno. Y, además, como solución residencial para aquellos que observan
desde la periferia el progreso de una ciudad indiferente; para aquellos que habitan los
márgenes de una sociedad que los expulsa; es una solución para aquellos que por alguna
razón un día se encontraron habitando en condiciones que ponen en cuestión la propia
humanidad.

Este abordaje y la omisión intencionada del problema mayor que reposa tras las
dinámicas de ocupación ilegal de terrenos y su posterior negociación comercial con fines de
regularización, no pretende restar importancia a esta última falencia facultativa del Estado.
Aún hay muchas aristas que deben abordarse decididamente para lograr un Estado ágil y
contemporáneo a las necesidades imperantes del proceso urbano.

“En lugar de llevar a la represión, que fue lo que finalmente ocurrió y sigue ocurriendo
hasta el día de hoy, lo que el movimiento de tomas debería haber generado era un repensar
las leyes de propiedad de suelo urbano para hacerlas realmente inclusivas. Nunca se dio este
último paso.” (Mancilla, 2017)

“El gobierno de la ciudad necesita de reglas jurídicas claras, de una voluntad decidida
para su cumplimiento, de una autoridad capaz de hacer acatar las normas. Es decir, necesita
de una administración pública eficiente. Vale la pena en ello en estos momentos en que tantos
abogan por el desmantelamiento del Estado y de la administración pública.” (Capel, 2003)

Así también, existen ciertas falencias administrativas evidenciadas en la práctica que


demuestran la remanencia de contradicciones fundamentales al momento del planeamiento
de la urbe: las diferentes fuerzas gobernantes, con funciones facultativas y administrativas
traslapadas, impiden el eficiente accionar o puesta en marcha de un único (pero concertado)
plan de ordenamiento urbano.

“Los conflictos entre las normativas estatal y autonómica en el caso del urbanismo y
las diferencias en la legislación urbanística de las distintas Comunidades Autónomas puede
introducir una heterogeneidad significativa en la actuación de los “agentes urbanizadores”.”
(Capel, 2003)

Si bien este último texto citado aplica a las comunidades autónomas presentes en
España, las cuales han propiciado sus propias reglas urbanísticas, hace mucho sentido a la
realidad presente entre los grados de independencia que perciben los municipios chilenos y
su constante desconcierto con el poder central.

“No ha de olvidarse nunca que la ciudad y el territorio se planifican para los


habitantes, que el continente se ha de organizar para el contenido, para que los ciudadanos
vivan mejor. El planeamiento debe servir para disminuir la segregación social y la exclusión.
Lo cual debe hacerse, en lo que respecta al urbanismo, a través de la inversión pública y la
construcción de equipamientos accesibles a toda la población. Debe evitarse una ciudad
fragmentada y segregada.” (Capel, 2003)
CONCLUSIONES

El estancamiento del desarrollo regional bajo la teoría de los polos de crecimiento


generó la emergencia de significativas desigualdades que alcanzaron una importante
expresión en el espacio geográfico, relegando a los conglomerados poblacionales más
desposeídos a habitar en los márgenes de las urbes.

Esto con el pasar de los años se naturalizó y se transformó en la forma tradicional en


que las poblaciones marginales forman ciudad, considerando como alternativa cultural el
habitar en condiciones precarias.

El papel del Estado ha sido ineficaz, puesto que ha asistido dichas demandas desde la
urbanización total, lo cual es demoroso y constituye un gasto público considerable, además de
conformar espacios con bajos estándares de calidad.

La generación de espacios públicos de alto estándar por parte del Estado se presenta
en la actualidad como alternativa subsidiaria eficaz frente a grupos poblacionales marginados
en términos espacio-residenciales.

Aún se advierten importantes aristas que deben ser abordadas decididamente para
lograr la funcionalidad eficaz del Estado a través de los municipios en términos de
planificación urbana. Su pronto abordaje permitirá tomar control de las dinámicas urbanas
que hoy imperan la ciudad del siglo XXI, dinámicas que, en su praxis, (de) forman la ciudad.
BIBLIOGRAFÍA

Capel, H. (2002). La morfología de las ciudades. 1st ed. Barcelona: Ediciones del Serbal.

PNUD, (2015). Desarrollo Humano en Chile. Los tiempos de la politización 2015.

Borja, J. (2000). El espacio público, ciudad y ciudadanía.

D. R. © 2012. Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Sociales.


Revista Mexicana de Sociología 74, núm. 1 (enero-marzo, 2012): 133-166. México, D.F. ISSN:
0188-2503/12/07401-05.

Capel, H. (2003). Los problemas de las ciudades. Urbs, civitas y polis.. 3rd ed. [PDF]: Caja Rural
Intermediterránea. Disponible en: www.publicacionescajamar.es/pdf/publicaciones-
periodicas/mediterraneo-economico/3/3-18.pdf

Mancilla, A. (2017). Las poblaciones callampa como expresión del derecho de necesidad. 3rd ed.
[PDF] Noruega. Disponible en: https://scielo.conicyt.cl/pdf/revcipol/v37n3/0718-090X-
revcipol-37-03-0755.pdf [Accessed 4 Apr. 2018].

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