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Hace tiempo que la tierra ya no es el paraíso terrenal que fue en su

tiempo. La sobreexplotación de los recursos ha llevado la vida


humana a una situación límite.

La contaminación de las aguas, por parte de las industrias de todo el


mundo han hecho que enfermemos. La población se ha visto diezmada,
pero lo políticos siguen manteniendo que todo sigue bien.

La gente se amontona en las calles pidiendo alimento y agua, pero


nadie consigue nada para llevarse a la boca. El primer mundo ha
pasado a convertirse en una cloaca, así que no quiero imaginarme esos
países que dejamos a la mano de dios mientras explotábamos sus
recursos.

Hace un tiempo que los hospitales deberían estar llenos pero, sin
embargo, los médicos parecen calmados y tranquilos. Hay algo que
aquí no marcha bien, algo está pasando.

Pasan los días y empiezan a suceder cosas extrañas, ya no se oye a


gente pidiendo en las calles, hay tranquilidad, incluso silencio. Hacía
años que eso no sucedía.

Decido coger mi mascarilla radioactiva y pasear por lo que queda de


bosque. Es raro, juraría que el bosque estaba más cerca, sólo veo
montones de tierra a mi alrededor. Cuando me asomo a uno de ellos
veo un cadáver, pero el cadáver es verde, y tiene los ojos inyectados
de sangre.

Intento irme de allí lo más rápido posible, oigo unas voces detrás de
mí, me giro y tienen una pistola. Intento levantar las manos
para mostrar que no voy armado. Mis manos ya no son mis
manos, ahora son verdes, son del mismo color que el
cadáver. Uno de los uniformados se acerca a mí, ya es
demasiado tarde – me dice – Adiós.

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