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Traduccién de FERNANDO CLAUDiN ESTADO, PODER Y SOCIALISMO por Nicos POULANTZAS >» Siglo xxi editores, s.a. de c.v. ‘CERRO DEL AGUA 24, OELEGACION COONCN, ate, MEKICG, OF siglo xxi editores argentina, s.a. Tucci 27H r0NAAD, EOS AES, ARGENTINA portada de anhelo hernéndez primera edicién en espaol, 1979 © siglo xxi de expata editores, sa. novena ediciGn en espaol, 2008 © siglo xx editores, na. de ex. isbn 968.28-1738.X primera edicién en francés, 1978 © presses universitaires de france tfealo original: Fat, le pour le socalime derechos reservados conforme a la ley Jmpreso y hecho en méxico INDICE ADVERTENCIAS - INTRODUCCION si 1. SoBRe LA THORIA Dat. EstAno .. 3 2. Los, apanaros mprowocrcos: 2 ‘Estap0 oct? i n 3. Bu Estavo, LOS PoDERES Y LAS LUCHA 35 PRIMERA PARTE LA MATERIALIDAD INSTITUCTONAL DEL ESTADO 1. EL, rmanuo INTELECTUAL Y BL TRABKZO MANUAL: BL SABER Y EL PODER =.» fie 58 2. La snorvmmuatzzActox “ 7” I’ La arm won del Esiado y iag téenicas del poder, 70— Ti. Las rafces del totalitarismo, 78. 3. Laney . al 8 Thtey y'tetvor, in. La ley moderna, 106. 4. LA NACION : . T.La matriz espacial: el territorio, 118.11. La matriz tem- Boral Ia ‘nistoricidad: la 12811. La nacion Y las clases, 137. ‘SeGUNDA PARTE LAS LUCHAS POLITICAS: EL ESTADO, CONDENSACION DE UNA RELACION DE FUERZAS 1. Et Eetapo ¥ LAS CLASES DOMINANTES 182 2. EL Estapo ¥ LAS LUCHAS POPULARES co 168 43. oHfacta UNA THORIA.RELACTONISTA DEL PODER? .. cee tT) 187 4, EL PERSONAL pet Esrano .. ww Indice ‘Tancera Pants EL ESTADO Y LA ECONOMIA EN LA ACTUALIDAD 1, GomRE LAs FUNCIONES BCONOMICAS DEL EstADo 8 2a gee 4, CONCLUSIONES PROVISIONALES ... |. a CUARTA PARTE EL OCASO DE LA DEMOCRACIA: ESTATISMO AUTORITARIO 1, EstaTtsMo AUTORITARIO 'Y TOTALITARIENO .. ae 2. LA IRRESISTIBLE ASCENSION DB LA ADMINISTRACION Del. ESTADO 3. EL PARTIDO DOMINANTE DE MASAS 4, Desterrautanro vet Esto ..... HACIA UN SOCIALISMO DEMOCRATICO & BERS ADVERTENCIAS La urgencia que se encuentra en el origen de este texto con- | cierne, ante todo, a la situacién polftica en Europa: si la | cuestién de un socialismo democratico esté lejos de hallarse a Ia orden del dfa en todas partes, se plantea, no obstante, én, varios paises europeos. Dicha urgencia conciérne, igual- mente, a la emergencia de un nuevo fenémeno —el estatismo autoritario—, que marca, poco o mucho, al conjunto de los paises Iamados desarrollados. Remite, en fin, a la discusién que se desarrolla.en Ja actualidad, tanto en Francia como en otros lugares, sobre el Estado y el poder. Los trabajos sobre este tema se presentan en forma que se dice tedrica 0, al contrario, en forma de intervencién po- Kitica en una coyuntura precisa. Como es sabido se trata de una vieja costumbre, Yo he intentado desprenderme de ella: Jos problemas actuales son lo suficientemente importantes y nuevos como para ser tratados a fondo, Y de otro lado, hoy menos que nunca, la teoria no puede complacerse en su torre de marfil. Pero el intento de escapar a esa confortable costumbre tiene sus inconvenientes, que por mi parte no siempre he podido, o sabido, evitar. Se resumen en la tendencia a pecar por exceso, al mismo tiempo que por defecto, en uno u otro Sentido. Ante todo, en el sentido tedrico: no he podido, evi- dentemente, tratar todos los problemas que se plantean en tse terreno, y tampoco he podido ir al fondo en todos los tratados. Por consiguiente este texto no tiene un ordenamien- to sistemdtico, Sus partes se encadenan y remiten entre sf, pretendiendo, més: que nada, esclarecer tales o cuales as- pectos de las diferentes cuestiones. 2 Nicos Poulantzas Luego, en el sentido politico: no he podido abordar nin- guna coyuntura politica concreta, ni siquiera la de Francia, en sus detalles y particularidades, El estatuto del presente texto explica, en: todo caso, el escaso espacio que ocupan las referencias bibliograficas. Dada la inniensidad de la literatura existente sobre estos temas, y mi propésito ‘de evitar la pesadez académica, he optado ‘deliberadamente por limitar esas referencias al es- tricto mfnimo: por lo general, a los casos en que cito expre- samente a un autor y a las investigaciones Ilevadas a cabo en Francia. Ello vale igualmente para las lamadas obras clasicas del marxismo. Todas las referencias figuran en mis libros ante- riores. Pero en este dltimo caso no son-ésas las tinicas ra. zones de mi opcién. También hay otra: no puede hal marxismo ortodoxo. Nadie puede considerarse guardian dogmas y textos sagrados: no he intentado cubrirme esos textos. Lo cual explica también que use, en este libro, el pronombre personal y que haga referencia a mis propias obras. No porque pretenda hablar en nombre de un preten- dido marxismo auténtico, sino por razones exactamente opuestas: porque asumo la responsabilidad de lo que escribo y hablo en mi propio nombre. INTRODUCCION i. SOBRE LA TEORIA DEL ESTADO 2Quién escapa hoy al Estado y al poder? 2Y quién no habla de ellos? Algo tiene que ver, seguramente, con este fené- meno, la actual situacién. polftica, no sélo en Francia sino en toda Europa. Pero no basta con hablar. Hay que intentar comprender, conocer y explicar. Y para intentarlo no hay que vacilar en coger los problemas por su raiz, sii andarse con rodeos. | Conviene, también, proporcionarse los medios y no ceder a | las facilidades de un lenguaje analégico y metaférico, ax tualmente de moda, por grande que sea la tentaci6n: mis primeras consideraciones serdn, sin duda, bastante dridas. Pero desgraciadamente no puedo permitirme, a diferencia de Alphonse Allais, renunciar a este capitulo para pasar mas rapidamente a los otros, tan excitantes. Toda la teoria politica de este siglo plantea siempre en el fondo, abiertamente o no, la misma cuestién: ¢cudl es la relacién entre el Estado, el poder y las clases sociales? Sub- rayo, en este siglo, porque no siempre fue asi, al menos bajo tal forma. Ha sido necesario que el marxismo se abriera paso. Desde Max Weber toda teorfa politica dialoga con el marxismo o la emprende con él. ¢A quién se le ocurriria, en todo caso, negar la relacién entre el poder y las clases dominantes? Pero si toda la teorfa politica plantea la misma ‘cuestién, también da siempre, en su gran mayoria y a través de innumerables variantes, la misma respuesta: habrfa, pri- mero, un Estado, un poder —que se intenta explicar de miiltiples maneras—, con el cual las clases dominantes es- tablecerian, a continuacién, tales o cuales relaciones de pro- . Nicos Poulantzas ximidad o de alianza. Se da una explicacién mas 0 menos sutil de estas relaciones, evocando grupos de presién que actian sobre el Estado’o estrategias flexibles y sinuosas que se propagarian en el entramado del poder y se moldea- rfan en sus dispositivos. Esta representacion se reduce siem- pre a lo siguiente: el Estado, el poder, estarian constituidos por un niicleo primero, impenetrable, y un «resto» al que Tas clases dominantes, venidas de otra parte, podrian afec- tar o en el que podrian introducirse. En el fondo es captar el Estado a través de la imagen de Jano 0, mejor aun, a través de la que ya obsesionaba a Maquiavelo, actualizada: el Poder-Centauro, medio hombre medio bestia. Lo que cambia de un autor a otro es la faz situada del lado de las clases: en unos es la faz hombre, en otros la faz bestia, Pero vedmos: si fuera as{, ¢cdmo explicar lo que —a me- nos de estar ciegos— comprobamos cotidianamente no ya eae sino one simples ciudadanos? Es evidente 1 encontramos cada vez mds encuadrados en las Hieas de un Estado que, en sus menores detalles, marifies ap aula one lates particulares y, por consiguien- Un cierto marxismo, siempre ligado a una cierta i- cién politica, pretende darnos la respuest L ‘Estado oe duciria a Ia dominacién politica, en el sentido de que cad: clase dominante confeccionarfa su propio Estado, a su m dida y conveniencia, manipulandolo as{ a voluntad, segtin sus intereses. Todo’ Estado no seria, en ese sentido, més que una dictadura de clase. Concepcién puramente instru- mental del Estado, que reduce —cmpleemos ya los térmi- nos— el aparato del Estado al poder del Estado. Esa concepcién pierde asi de vista lo esencial. No se trata de que el Estado no tenga una «naturaleza de clase»: pero, precisamente, el problema de toda teoria politica del aera el que se plantea también ante los padres funda- lores del marxismo, aunque.no lo hayan Shona optica, Tambien a sigs les scupe ente problema Ms atin: les obsesiona. El Estado, insisten, es un aparato espe- cial; posee una armazén material propia, no reducible a las relaciones (tales 0 cuales) de dominacién politica. Lo cual puede ser formulado respecto al Estado capitalista de la Sobre ta teoria det Estado : 7 siguiente manera: ¢por qué la burguesfa ha recurrido gene- taimente, para los fines de su dominacién, a este Estado hacional-popular, a este Estado representativo moderno con Sus instituciones propias, y no « otro? Porque no es evi- Gente, ni mucho menos, que|si la burgues{a hubiese podido producir el Estado de arribal abajo y a su conveniencia, ha- Bria escogido este Estado. Si este Estado le, ha procurado, y sigue procurdndole, mucho provecho, la burguesia ‘est lejos de felicitarse siempre, tanto boy como en el pasado. ‘Cuestion candente, porque concierne del mismo modo al estatismo actual, cuando las actividades del Estado se ex tienden —-demasiado lo sabemos— a todos los dominios de la vida cotidiana, También aqui la respuesta del mencionado marxismo es inapelable: el conjunto de dichas actividades seria la emanacion de la voluntad de la clase dominante © de la voluntad de los politicos a sueldo y bajo la férula de ésa clase. Sin embargo existe, es evidente, una serie de fur ciones del Estado —por ejemplo, la seguridad social— que hho se reducen en modo alguno a la dominacién politica Por poco que uno intente salir de la imageneria de un Estado simple producto 0 apéndice de la clase dominante, ‘se encuentra inmediatamente enfrentado con otro riesgo: Stro, pero siempre el mismo, el de la respuesta tradicional Ge la teoria politica. Y otro marxismo, mas actual en este €aso, no siempre lo evita: evocar la doble naturaleza del Estado. Habria, por una parte (de nuevo, la gran divisién) tn nucleo del Estado que estaria, en cierto modo, al mar gen de las clases y de sus luchas. Verdad es que no se da fy misma explicacién de.este nécleo que en las otras teo- tas del Estado y del poder: se hace referencia, muy particu- Tarmente, a las fuerzas productivas, reduciendo a éstas las relaciones de produccidn. Se trata de la famosa estructura econémica en la que estarian ausentes las clases y sus luchas. Esa estructura daria lugar a un primer Estado, muy exas- tamente al «especial», y a medidas puramente técnicas 0, segin un término mas noble, puramente sociales del Estado. Después —es decir, por otra parte— estarfa la otra natura: Jeza del Estado, en relacién, esta vez, con las clases y sus luchas. Un segundo Estado, un super-Estado o un Estado enel Estado, de hecho un Estado que se afiadiria al primero 8 Nicos Poulantzas por detrés, injertado en él, que seria el Estado de clase: si se trata de él, el de la burguesfa y su dominacién politica, Este segundo Estado vendria a pervertir, viciar, contaminar ¢ desviar las funciones del primero. Estaba hablando aqui de un cierto marxismo, pero la cosa va mucho mas lejos: aludo al tecnocratismo de izquierda, que actualmente hace estragos, incluso —y sobre todo— cuando no se refiere a las fuerzas productivas sino, de manera més prosaica, a la complejizacién intrinseca de las tareas técnico-econémicas del Estado en las lamadas sociedades «posindustriales», las cuales que..., etc. Esta respuesta no difiere mucho de aquélla, secular, de la teorfa politica tradicional o adaptada a la moda del dia: un Estado-poder aparte, que seria después utilizado de esta ¢ Ja otra manera por las clases dominantes, Llamemos a las cosas por su nombre: no deberia hablarse de una naturaleza de clase, sino de una utilizacion de clase del Estado. Recon. daba yo el término de doblé naturaleza del Estado, pero este término no recubre la realidad de esos andlisis: ia ver. dadera naturaleza del Estado es el primer Estado; el otro €s una costumbre. Como para la teoria politica secular, la del Estado medio hombre medio bestia: también para ella cl verdadero Estado-poder no es Ia mitad que da al patio (del lado de las clases), sino la otra, la que da al jardin, No esquematizo mas que para sugerir lo siguiente: si toda Ia teoria politica, todas las teorias del socialismo, in- cluido el marxismo, giran siempre alrededor de la mi: cuestién, es que hay ahi un problema real. No es, ni muc menos, el nico en ese terreno, pero es el principal, y com cierne también —la cosa se adivina— a la cuestién de la transformacién del Estado en una transicién al socialismo democratico. Sea como sea, sélo hay un camino que lleve, en este terreno, a alguna parte; sélo una respuesta que permita salir del efreulo. Esta puede enunciarse de manera simple: el Estado presenta, desde luego, una armazén material pro- pia, que no puede reducirse, en asoluto, a la sola dominacion politica, El aparato del Estado es algo especial, y por tanto temible, que no se agota en el poder del Estado. Pero la dominacién politica est, a su vez, inscrita en la materiali- 9 Sobre la teoria del Estado io. Si sducido insti 1 del Estado. Si'el Estado no es produci Ge aribe abajo por las clases dominantes, tampoco os sn plemente acaparado por ellas: el Bees catia & 0 del Estado capitalista) est crentertalidad: No todas las acclones del Estado se rede cen a la dominacién politica, pero todas estan constitutiva- das por esa dominacién. metisto es lo que hace falta demostrar. Intentarlo no sers, me atrevo a decir, cosa sensilla. Las cuestiones sencillas son también las mis compejas cuando son, verdaderas, Para en los dédalos y rintos hay qué ileal fundamento de la armtazén material del Estado y del poder hay que buscarlo en las relaciones de produccién y én Ia divisign social del trabajo, pero no en elvsentido en ue se las entiende habltualmente, no en el sentido en que ‘bado por entenderse. No se trata de eee acai de la que oar Sees hes Bode. s, Poner en relacién 3 Tad jnchas os ya Ia Investigacion de ese fundamento, aun ae ‘sélo sea un primer jalén. Por tratarse del eat ne dedicaré a su examen para entrar en el debate actual, bastante ms amplio, en torno al Estado y el poder. Bee "Bn consecuencia debemos comenzar por una breve evoca~ Son de algunos aekiine echos por’ ini en textos prece- dente conexién del Estado con las relaciones de produccién «base stién de la relacién del Estado y de la Ezontmlen Ou oe nen, presente, pore ermino «base ica»? De ello depende, sin duda, la que Speers Ja relacién del Estado y las ane de produccién y, por consiguiente, del Estado y la lu de clases. Es més necesario que nunca seguir desmarcandose de cis is sidera la mncepcién economicista-formalista que cons! : economia como compuesta de elementos invarlantes a tu ty Nicos Poulantzas vés:de los diversos modos de produccién, de naturaleza y esencia cuasi aristotélica, autorreproducible y autorregulada Por una especie de combinacién interna. Como es sabido, fue una tentacién permanente en la historia del marxismo, ¥ atin tiene actualidad. Esta concepcién oculta el papel de las Juchas alojadas en el corazén mismo de Jas relaciones de Pproduccién y de explotacién, mediante lo cual se emparenta de nuevo con el economicismo tradicional. El espacio o cam- po de lo econémico (y, de rebote, el espacio de lo politico-es- tatal) lo considera como inmutable, dotado de limites in- trinsecos, trazados de una vez Para siempre, por su preten- dida autorreproduccién a través de todos los modos de produccién. En el plano de las relaciones entre el Estado y Ja economia, esta concepcién —al fin y al cabo bastante antigua— puede dar lugar a dos interpretaciones erréneas, cuyas consecuencias, por lo demds, se presentan muy fre. cuentemente de modo combinado: Puede avalar un viejo equivoco, basado en la represen: tacién topoldgica de la «base» y la «superestructura», y con- cebir asf el Estado como un simple apéndice-reflejo de lo econémico: el Estado no poseeria espacio propio y seria re- ducible a la economia. La relacién entre Estado y economia se limitarfa, en el mejor de los casos, a la famosa «accién rec{proca» del Estado sobre una base econémica considera- da, en lo esencial, como autosuficiente. Se trataria de la concepcién economicista-mecanicista tradicional del Estado, cuyas implicaciones y consecuencias son ahora suficiente- mente conocidas como para detenerme en ellas. Pero puede dar lugar, igualmente, a otro equivoco. Aquél en que el con- junto social es concebido bajo forma de instancias o niveles auténomos por naturaleza o esencia, La economia es captada mediante una serie de elementos invariantes, en un espacio intrinseco, a través de: los diversos modos de produccién (esclavismo, feudalismo, capitalismo). Y por analogia se aplica la misma concepcién a Jas instancias superestructu- rales (Estado, ideologia). La combinacién a posteriori de esas instancias, por naturaleza auténomas, seré lo que pro- duzca los diversos modos de produccién. La esencia de di- chas instancias es previa al establecimiento de la relacién entre las mismas dentro de un modo de préduccién. Sobre ta teoria det Estado " 1 de captar las instancias superestructurales come apéndiossrellejos de la economia, la segunda concep” cién que acabamos de exponer —basada siempre en la repre sentacién de un espacio econémico autorreproducible en s{— corre el riesgo de sustantivar esas instancias y de dotar- Jas de wna autonomia invariante, a través de los diversos modos de producci6n, respecio a la base econémica, La auto nom{a por naturaleza de Ihs instancias superestructurale (Estado, ideologia) servira de legitimacién a la autonom{a, Ia autosuficiencia y Ja autorreproduccién de la economia, visible la connivencia te6rita de las dos concepciones. Am- bas conciben las relaciones entre el Estado y lo econémico como relaciones de.exterioridad por principio, cualesquiera que sean las figuras empleadas para designarlas. - Por tanto, la imagen constructivista de la «base» y'de la ssuperestructura» —de uso puramente descriptivo, ave Pe mite visualizar de alguna manera el papel determinante de lo econémico— no sélo no puede convenir a una represen: tacién correcta de la articulacion de Ia realidad social y, por consiguiente, de ese papel determinante, sino que a la larga se ha revelado desastrosa en mas de un aspecto. Es int ble que desconfiar de esa imagen slo puede reportar venta. jas: en lo que a mf respecta, hace tiempo que no la empleo ‘lisis del Estado. , “ Gans concepciones tienen igualmente repercusiones en lo concerniente a la diseccién y la construccién de objetos sus- ceptibles de tratamiento tebrico. Tienen en comin el admi- tir como posible y legitima una teoria general de la econo. mia en cuanto objeto epistemol6gicamente aislable, que seria la teoria del funcionamiento transhistérico del espacio eo2-) némico. Las diferenciaciones del objeto-economia en los di- versos modos de produccién expresarian simplemente mets morfosis internas de un espacio econémico autorregulado, con limites inalterables; metamorfosis y transformaciones, cuyo secreto serfa revelado por Ia teoria general de la econo mia (la «ciencia econémica»). Si las dos concepciones diver. gen a nivel del estudio de las lamadas superestructuras, Ne, resultados opuestos, tan falsos s un feroeee Para la primera, todo tratamiento especifico de os espacios superestructurales, como objeto propio, es ina a I Nicos Poulantzas sible, dado que la teoria general de la economfa proporciona las claves de la explicacién de las superestructuras-reflejos mecanicos de la base econémica. En cambio, para la segun- da, la teorfa general de la economia deberia ir acompaiiada, por analogia, de una teoria general de todo dominio superes- tructural, en éste caso de la politica-Estado. Tal teorfa gene- ral del Estado deberia, también, tener como objeto especifi- coy aislable el Estado a través de los diversos modos de pro- duccién: al Estado se le considera también, en cuanto obje- to epistemoldgico, dotado de limites inalterables, limites que Je serfan asignados por exclusién fuera de los limites a-tem- porales de la economfa, Las fronteras intrinsecas del objeto- economia, realidad autorreproducible desde dentro, por sus leyes internas, conduce a las fronteras intrinsecas, exterio- Tes, del Estado; espacio inmutable por envolver desde fuera al espacio, él mismo inmutable, de la economia. Concepciones falsas: ¢Cudl es la realidad? 1. El espacio y el lugar de la economfa, el de las rela- ciones de produccién, de explotacién y de extraccién del plustrabajo (espacio de reproduccién y de acumulacién del capital y de extraccién de la plusvalia en el modo de produc- cién capitalista), no ha constituido nunca, ni en los otros modos de produccién (precapitalistas), ni en el capitalismo, un nivel hermético y cerrado, autorreproducible y en pose- sin de sus propias «leyes» de funcionamiento interno. Lo politico-estatal (y lo mismo sucede en el caso de la ideolo- gla) estuvo siempre, aungue bajo formas diversas, constitu- tivamente presente en las relaciones de produccién y, por consiguiente, en su reproduccidn. Incluso, dicho sea de paso, en el estadio premonopolista del capitalismo, pese a una serie de ilusiones relativas al Estado liberal, considerado como no comprometido en la economia, salvo para crear y mantener la «infraestructura material» de la produccién. Cierto es que el lugar del Estado en relacién con la economia no s6lo se modifica en el curso de los diversos modos de produccién, sino también segin los estadios y las fases del propio capitalismo, Pero estas modificaciones no pueden, Sobre la teoria del Estado 3 modo alguno y en ningtin caso, inscribirse en una figura to- polégica de exterioridad, en la que él Estado, instancia siem- pre exterior a la economia, unas veces intervendria en las relaciones mismas de produccién y penetrarfa, en este caso, en el espacio econémico, y otras se mantendrfa en el exte- rior y no actuaria mas que en su periferia. El lugar del Es- tado respecto a la economia no es siempre més que la mo- dalidad de una’ presencia constitutiva del Estado en el seno mismo de las relaciones dé produccién y de su reproduccién. 2. Lo cual equivale,aldecir que los conceptos de econo- mia y de Estado no pueden tener la misma extensién, ni el mismo campo, ni el misrho sentido, en los diversos modos de produccién, Estos ultimos, lo mismo que no pueden ser captados, ni siquiera a ur nivel abstracto, como formas pu- ramente econémicas —resultantes de una combinatoria, cada ver diferenciada, de elenjentos econémicos, invariantes en si mismos, moviéndose dn un espacio cerrado con limites intrinsecos— tampoco cohstituyen combinatorias entre esos elementos y elementos invariantes de otras instancias —del Estado— concebidos, a su vez, como sustancias inmutables. En suma: un modo de produccién no es el producto de la combinacién entre diversas instancias que no obstante po- seen, cada una de ellas, una estructura intangible, previa al establecimiento de la relacién entre ellas. Es el modo de produccién —unidad de conjunto de determinaciones eco- némicas, politicas ¢ ideolégicas— quien asigna a estos es- pacios sus fronteras, delimita su campo, define sus respec- tivos elementos: el establecimiento de su relacién y su ar- ticulacién es lo que los constituye, en primer lugar. Lo cual se realiza, en cada modo de produccién, mediante el papel determinante de las relaciones de produccién. Pero esta de- terminacién nunca existe mas que dentro de la unidad de un modo de producci 3.” En Jos modos de produccién precapitalistas los pro- ductores directos estaban separados del objeto del trabajo y de-los medios de produccién en Ja relacién de propiedad ‘econémica, En cambio no estaban separados en la segunda relacién constitutiva de Jas relaciones de produccién: la re- 4 Nicos Poulantzas lacién de posesién. Los productores directos (campesinos y siervos en el feudalismo, por ejemplo) estaban «vinculados» a esos objetos y medios, conservaban un dominio relativo del proceso de trabajo, y podian practicar estos procesos sin Ja intervencign directa del propietario. Ello tenia como efec- to, precisamente, lo que Marx llama «imbricacién» estrecha © «interpenetracién» del Estado y de la economia. El ejer- cicio de a violencia legitima esta orgdnicamente implicado en las relaciones de produccién, a fin de que el plustrabajo sea arrebatado a los productores directos que estén en po- sesién del objeto y de los medios de trabajo, En virtud de estas relaciones precisas entre el Estado y la economia, la configuracién, la extensién y el sentido de los mismos son completamente diferentes que en el capitalismo, En el capitalismo los productores directos estan total- mente desposeidos del objeto y de los medios de su trabajo; no solamente estan separados en la relacién de propiedad econémica sino también en la relacién de posesién. Se asiste a Ja emergencia de la figura de «trabajadores libres», que sdlo poseen su fuerza de trabajo y no pueden poner en’mar- cha el proceso de trabajo sin la intervencién del propietario, representada juridicamente por el contrato de compra-venta de la fuerza de trabajo. Esta estructura precisa de las-re- laciones de produccién capitalistas es la que hace de la misma fuerza de trabajo una mercancia y la que transforma el plustrabajo en plusvalia. Dicha estructura da lugar, igual- mente, en cuanto a las relaciones entre el Estado y la eco- nomia, a una separacidn relativa del Estado y dei espacio ¢conémico (acumulacién del capital y produccién de plusva- Ma), separacion que esta en la base de la armazén institu. cional caracteristica del Estado capitalista porque delimita Jos nuevos espacios y campos respectivos del Estado y de la economia. Tenemos, pues, la separacién del Estado y del espacio de reproduccién del capital, especifica del capitalis- mo: no debe ser percibida como el efecto particular de ins. tancias auténomas por esencia, compuestas de elementés in- variantes cualquiera que sea el modo de produccién, sino como una caracteristica propia del capitalismo, en la medida en que este ultimo configura nuevos espacios del Estado y de Ia economia, transformando ‘sus elementos mismos. Sobre ta teoria del Estado 15 Tal separacién no debe hacernos creer que existe una exterioridad real entre el Estado y la economia, como si el Estado no interviniese en la econom{a mas que desde fuera. No es —esta separacién— mds que la forma precisa reves- tida bajo el capitalismo por la presencia constitutiva de lo politico en las relaciones de produccién y, por lo mismo, en su reproduccién. Esta separacién del Estado y de la econo- mia y esta presencia-accién del Estado en la econo- mia constituyen una sola y permanente figura de las rela- ciones entre Estado y economia en el capitalismo, y reco- ren, aunque transformadas, toda la historia del capitalis- mo, el conjunto de sus estadios y fases: pertenecen al nticleo sélido de las relaciones de produccién capitalistas. Asi como Snel estadio premonopolista el Estado no era realmente x terior al espacio de reproduccin del capital, el papel Estado en el capitalismo monopolista, concretamente en su fase actual, no implica —inversamente— una abolicién ce Ja separacién entre Estado ly economia. El andlisis corriente (ue supone lo contrario) ¢s inexacto, a la vez, en cuanto a las relaciones del Estado y la economia en el estadio premo- nopolista (llamado competitivo o liberal) del capitalismo, y en cuanto a las relaciones|del Estado y la economfa en el estadio y fase actuales. Las modificaciones sustanciales de esas relaciones a través de la historia del capitalismo, debi- das a las modificaciones de sus relaciones de produccién, sélo son «formas transformadas» de esa separacién y de la presencia-accién del Estado en las relaciones de produccién. Ahora bien, en la medida, precisamente, en que el espa ‘io, el campo y, por consiguiente, los conceptos respecti' Ge 16 politico-estatal y de lo econémico (relaviones de pro: duccién) se presentan de manera diferente en los diversos modos de produccién, se deduce —contra todo teoricismo formalista— que no puede existir una teorfa general de la economia (en el sentido de una sciencia econdmica») con un objeto tedrico invariante a través de los diversos modos.de produccién, de Ia misma manera que no puede existir una, ‘«teoria general» de lo politico-estatal (en el sentido de la! «ciencia», o de la «sociologia», politica) con un objeto teéri-|

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