Está en la página 1de 15
EL MISTERIO EN LAS LETRAS «Se habla con gusto del misterio de In poesia y de las Letras.» Es curioso que la primera frase de Les Flours de ‘Tarbes venga a recordarnos ese misterio. Es verdad que Ia segunda nos hace avergonzarnos de él y que la tercera se desvia de él; «hablar de lo inefable es no decir nada con precisién. Hablar de secretos es no confesar nada.» «No es de tales pro- blemas...» Confesémoslo, tal despido nos deja lenos de recelo. Es quiza babi- tual, al comenzar un libro, hablar de las cuestiones de las que no se habla. «Hay mil» Pero, cuando nos resignamos a ignorar novecientas noventa y nueve de ellas, es extraiio poner delante la tinica que sea «pre- tencioso y vano» conocer. Hay que creer que se trata més bien de un problema tan delicado que s6lo podemos tomarlo en consideracién des- cuidéndolo y-sélo-lo abordamos abordando otro. Quiza exista para la critica una via negationis, si existen también en literatura problemas que no podemos evocar sin hacerlos desvanecerse y que piden una explica- cién, capaz de confirmar, mediante el mismo esclarecimiento que ella aportd, 1a posibilidad de escapar de toda explicacién. El misterio en Jas Letras'es sin duda de tal naturaleza que se lo degrada si se respeta y que se lo suelta si se capta. A quien lo honra desde lejos, Namindolo secre- toc inefable, se le vuelve objeto de hastio, algo perfectamente vulgar. Y quien Jo acerca para explicarlo no encuentra sino lo que se sustrae y no busca sino lo que huye. EJ misterio serfa cabalmente de esa clase de cuestiones que se encuentran tratadas en el momento en que, para no verlasy ponemos todo el método y todo el rigor que se deberia aplicar para considerarlas mejor. ( VA. Vea OY yAoue aaa | | 4 WV iN Le phys Shap A G fi ~>Trwalnieh : | Les Fleurs de Tarbes hablan del lenguaje, ¥ también Jacob Cow, Clef de la Poésie, Enuretien sur les faits divers e incluso Le Pont traversé, (ablan de él de la manera mas precisa, buscando saber si el Jenguaje no.es14 some- tido a leyes y si estas leyes que conciernen a la expresi6n pueden ser sadas, €Su punto de partida? Una «evidenciay: el Jenyu de dos elementos, distintos, uno material, aliento; sonido, imagen Seti Tact, y el segundo inmaterial, pensamiento, significacidn, ven. Umiento. Fondo y forma: sin duda ocurre, regularmente, en las Letras que esta distincién sea impugnada, pero también ocurre, regularmente, que la impugnacién tome una_forma-exactamente contraria, Bien sea ANE unos, que hay que amr, Ret6ricos} reduzcan el fondo a la forma (Paul Valéry: el fondo no es sino una-forma impura); bien sea que otros, ne han recibido él nombre dé Terroristas, den el paso del pensaniento y busquen reducir la palabra a él (Nofalis: Ia letra es s6lo verdadera- mente letra por la poesia), Ocurre por tanto esto: la literatura, por el rodeo de todos los que la weuresentan, Liende a negar repularmente toda divisin del lenguaje en dos elementos de igual importancia, pero la manera en que se produce tal negacién, unas veces oprimiendo a uno, otras veces destruyends al ofro, restablece regularmente la existencia de estos dos factores cuya afirmacién pareceria en primer lugar, a algunos, puramente escolar ¢ incluso ingenua. Es evidente que, sila mitad de los escritores afirman la literatura como forma y la otra mitad como fondo, hay aqui un conflic- to muy inquietante, Muy inquietante y muy violento. Pues, por una Parte, so pretexto de unidad, desemboca constantemente en hacer rena- cer el doble aspecto del lenguaje que se querrfa reducir Y; Por otra parte, 4 causa de su regularidad, parece que manifiesta algo esencial, una con tadiccién presente en el lenguaje mismo de Ia que las opinioriespre— concebidas de Tos eriticos y de los escritores no serfan sino su expresion necesaria, La ingenuidad de Jean Paulhan, al afirmar que todo lenguaje o toda Poesia deben ser buscados a partir de esos dos elementos, sentido y soni- dos, ideas y palabras, es por tanto la menos irreflexiva, si consiste en esta ingenuidad cuya presencia ‘intacta deja qué aparezcan todas las leorias literarias que, ciertamente, no son ingenuas. ¢Hay didlogo mas extraho y més irracional que aquél en donde uno se escucha responderse las afir- maciones rigurosamente contrarias que la literatura necesita constante- mente sostener contra si misma? E] escritor mas consciente, el mas aten- to a su arte, est4 como forzado‘a mantener acerca de este arte dos visio- nes que se oponen. Mallaimé: lla obra pura implica la desaparici6n elo- cutoria del poeta que cede-tainiciativa a las palabras.» Pero: «La poesia 46 : TR Plana ot conniste en crear, hay que tomar en eb alma estados, fulgores de u pureza absolut ne Todo lenguaje a cada instante puede ofrecer dos. ‘Aspectas_opuestos, unoverbal y otro deal, Todo texto puede ser apreciado desde un doble unio de vistas como poniendo en juego fendmenos materiales, atiento, nonido, riumo, y, par extension, palabra, imagen, género, forma, o segtin el sentido, los sentimientos, las ideas, las cosas que él revela, Goethe le mostraba « Eokermann un manuscrito cubierto de tachones: «Qué de pulabras», dice Eckermann. Pensaba en los recursos, en las riquezas ver- bules. Pero Goethe: «Palabras! No ves que no queda ni una sola» Y Berni, al defender los poemas de Miguel Angel: «Sil dice cosas, y usted dice palabras.» (Jean Paulhan, Camet du spectateur). Si, semejante ilusién extrafia y lo ext Ao no es que ella se produzca, sino que no pueda no_ ‘se, Que unas veces cl mismo conjunto parezca palabras y otras sohimente pensamientos, que incluso para quien se desvive por captar cémo toma ella toma cuerpo, la ilusién contintie imponiéndose- Ic, puesto que en la Clef se puede leer: «Donde se expresa el misterio a falta de pensnrlo», lo que dejarfa suponer que existe en el mundo del len- guaje por lo menos una frase que no tienc tin reverso de pensamiento, mientras que la propia Clef tiende a ensefiarnos que no solamente no hay palabras sin pensamiento ni pensamiento sin existencia verbal, sino que (‘en poesia pensamiento y palabra son idénticos. produ El cardcter provocador de estas observaciones procede de su séncillez y, no obstante, de Ja imposibilidad de superarlas. éQuién no se dira: pues bien, de acuerdo, el lenguaje es signo y sentido, palabra e idea, lo sabemos, lo hemos sabido siempre? Pero esto es lo que sucedi 0S obligados @ dejar de saberlo) A cada momento nos resulta natural hablar del «poder de las palabras», dé sas palabras de las que se dice que son grandes palabras, libertad, justicia, religién, ya que carecen de pensa- miento, y que nos parece que ejercen uh peligroso poder «sobre la mente y el coraz6n de los hombres; fiera de su sentido». Fuera de su sen- tido, lo que es mas singular: como si una palabra pudiera perder su sen- tido, salir de su sentido, y seguir siendo palabra, como si ella no actua- s¢ entonces segtin otro sentido, formando con él un nuevo conjunto indisoluble, teniendo un lado palabra y un lado idea. Cuando Lautréa- mont !e da la vuelta a los dichos: «Si la moral de Cleopatra hubiera sido menos breve, la faz de la tierra habrfa cambiado: su nariz no serfa por eso mas larga», nos choca, porque topa en nosotros con la creencia de que un orden de palabras, al que le corresponde cierto sentido, no encontraré necésariamente, si se lo invierte, otro sentido razonable. Pero para Lautréamont «no hay nada incomprensible» y cualquier suce- AT sidn de palabras significa(alyo, todo conjunto verbal tiene una cara de pensamiento, El primer volumen de Les Fleurs de dirbes es una larga cadena ee bas, de donde se sigue que algunos eseritorcs 6¢ engafian acerca cardeter de algunas expresiones, por ejemplo, os en ellos frases a las que ha abandonado su sentido, tras que olros reconocen EN ©) i bras, mi peligrosos excesos de pala us mi 5 eee eee por la banalidad que los hace invit ibles, una excepcional au ee ae ses y una hipertrofia de pensamicnto. El Terrorista, encantado Jugares communes: ven encuentran en ellas Hos, imientos ecks- suedo de inocencia donde las cosas y los sentimientos podrian spare Jos coartan y Jos arro- 8 senos, en su pureza original, sin las palabras que c a ice jan al mundo comin, est4 obsesionado por el aspecto lingtiistero del guaje. Hay que retorcerle ef cuello a Ja clocuencia, rechazar la técnica, lo palabras. No hay desconfiar de las palabras, pues las palabras son 56 carat ideal para el lenguaje tal como lo ye el ‘Ferror: el astro muestra agut eternamente la cara helada de sus volcanes extintos y de sus montanas sin vida. error persigue el sucfio desesperado de un lenguaje que slo fuese sentido, y el furor con que proscribe los signos sirve de testimonio de la fatalidad que él sufre por aniquilar, con lo que no ama, lo que él profie- re y lo que él cree salvar. Pero ahf se produce otro descubrimiento. El autor que descuida las palabras, debe no obstante venir de regreso a las frases. Precisa formas ravas, figuras excepcionales, palabras que, a causa de su novedad, dejan para él de ser palabras. Se trata por fin de un len- guaje reducido a su cara interior, permeable a lo indecible, nuevo y como inocente. Pero lo que un autor ha escrito sucede que lo lee un lec- tor. Ahora bien, ese lector, no solamente no sufre la ilusi6n del autor que crefa no habérselas mas que con un pensamiento sin palabras, sufre Ja ilusi6n contraria de un lenguaje con sobreabundancia de palabras y en las que se atran- casi sin pensamiento: no ve sino palabras insGlita ca y de las que cree que el escritor esté manfacamente curioso, ahi donde éste habfa mostrado el sentimiento mas espontaneo; él habla de literatura, cuando Ja literatura esta desterrada. «Bellas (rases, image- to mas verdadero, la cosa misma», siente nes», piensa él. «Hil sentimic el escritor. Si dejamos de lado las teorfas particulares sobre el Terror y sus incon- venientes que forman un propésito distinto, si no se buscan entre quien escribe y quien Ice relaciones uniformes, se ve bien que estas observacio- nes responden a Ja experiencia més sencilla y mas misteriosa. Gracias al anlisis, sabemos, hasta el cansancio, que todo texto hablado o escrito esta hecho de patabras y de ideas. Lo sabemos, pero lo ignoramos y constan- 48 tno a otro de esos aspectos: 0 a la palabra o al sentido, hasta ef punto de nega stt necin y su valor. En raros momen- tos, cuando se trata de (is (1020 de Lenguaje en tr nsformacién o que ame- naza ruina, con Jas formulas a Ja vez, usadas youstales que empleamos maquinalmente, pero que unit parada, an desgarrén nos hacen brusca- mente visibles, nos ocurre Que sorprendemos @ la ves esos dos aspectos del lenguaje: percibimos, en una rpida sucesién o en una molesta simul- taneidad, esta doble cara del astro, como sia causa de ese desarreglo se pusiera a balancearse frente a nosotros, O incluso, nes parece entrever al sesgo el,Jado cruz y el lado cara, juntos, 0 por un despliegue rapido de abanico que arroja bruscamente en nuestra presencia, en una exposici6n captable, la entera figura del lenguaje cuyas dos caras slo las distingui- mos replegadas una sobre otra y ocultdndose una con otra. FI lenguaje corriente es tal que no podemos verlo, al mismo tiempo, en su conjunto bajo sus dos caras, Si no por eso existe menos (por dere- cho), se debe al hecho de que es esencialmente un didlogo: pertenece a una pareja, el hablante y el interlocutor, el autor y el lector. Las dos rela- ciones del lenguaje se manificstan en su duplicidad, por esta otra dupli- cidad del hombre que habla y del hombre que escucha: aspecto idea, por un lado, por el Jado del hablante muy frecuentemente. _aspecto pala- bra, por el lado del hablado, «Pensa del autor, palabras de lector,» dice Jean Paulhan, palabras de auto: ; pensamiento de lector» ae Pero como estas dos funciones de autor y de lector, de boca y de oido, no est4n distribuidas de una vez para siempre, sino que cada una es al mismo tiempo los dos miembros de la pareja y el que escribe a veces a titulo de lector y el que escucha (més raramente) como si hablara, este encabestramiento de tarcas contribuyc a hacer del lenguaje habitual un Jenguaje-de una sola cara. Se habla, pero nadie escucha, se escucha lo que no ha sido hablado, o bien nadie habla, nadie escucha: estas situaciones son frecuentes, Volyamos al escritor, Es posible ciertamente pretender que «este escri- tor ha tenido algunas cosas que decir, algunos sentinrientos que expresar, que le parecia que el lenguaje comin era incapaz de hacer; que a fuerza Ge correcciones, de retoquies, de aproximaciones, ha llegado finalmente a formar sobre ese punto palabras tan fieles a sus ideas que se borran ante ellas, y cuando las emplea Je dan la sensaci6n tinica de una estrecha comunién con su pensamiento.» (Carnet du spectateur.) En su lenguaje se diré que no son frases, maneras de hablar, sino vision de las cosas, cruce de sentimientos, y que el escritor no ha buscado palabras, sino las pala- bras que hacen un pensamiento, Veamos no obstante lo que pasa. Gay, nos damos cuenta de ello, una singularidad y casi una contradi temente yolyernos clegos de el acierto que se le atribuye a este escritor, ¢Ne buser We fim por af misma? Si: sin embargo, necesita la frase, no puede privarne de ell, la ha construide minuciosamente, dandole tal forma, tl ritine, al colony ete. Pero, nos dice, cuando la tiene, es tan perfcet que ya Ho cree que tenga esta frase, sino It cosa, yal Ho maneras de hablar, vine eb sent: miento mismo, Es posible, el acoutecinienty es itelise CONAN le, Pere ~éal precio de qué paradoja2 Esta cosa, en efecto, no existe pare GF de una manera real, tal como existe en la realidad, existe (lejos de exintir, ella | esta ausente, es ausencia de sf misma, nos dice Mallarmé) a partie de fas palabras; son las palabras las que nos fa hacen ver, las que fn hacen visk- ble, en el momento en que ellas misnmas se desvanccen y se borran, Now Ja muestran y, sin embargo, ellas han desaparecidos ya no existen, pero existen siempre detnis de la cosa que nos hacen ver y que no es 1a cosa en sf misma, sino la cosa a partit de las palabras, Hs preciso por fanto que, por evanescentes que sean, permanczean atin muy presenter, que sin cesar se las sienta como lo que desaparece detris de In cosa, como Jo que hace aparecer_desapareciendo. Las palabras del escritor tienen una triple existencia: existen para desaparecer, existen para hacer que la cosa aparezea, y, una vez desparecidas, contintian siendo y desapareciendo para mantener la cosa como apaticién ¢ impedir que todo zozobre en fa nada. (Observemos que si se aceptan las observaciones de Mallarmé, -para quien escribir no es evocar una cosa, sino una ausencia de cosa, nos | ¢ncontramos ante esta situacién: las palabras se desvanecen de la escena para hacer que en ella entre la cosa, pero como esti cosa no ¢s clla misma \ nada més que una ausencia, lo que se muestra en el teatro es una ausen- | cia de palabras y una ausencia de cosa, un vacio simultineo, nada soste- \nido por nada.) ~ Pasemos ahora al lado del lector) Con motivo de imagenes como via léctea, que no escuchamos “como imagen, sino segtin la cosa que ella muestra y que en contrapartida los extranjeros descubren y admiran como palabras pintorescas, el autor de Jacob Cow escribe: «scuchamos las palabras directamente, pero segtin el sentido que nos formamos de ellas. La presencia de la imagen en este sentido revela un. tetraso, una ruptura del entendimiento —y algo asi como un cortocircuite del len- guaje. De la misma manera juzgamos a los escritores.» Parece por tanto que Ia presencia de la palabra o de la imagen, bajo la mirada del lector, fuera ilicita y el resultado de un accidente o una mala maniobra. Y sin embargo, es efectivamente verdad que 1a palabra de algiini modo debe estar presente, si el sentido también lo esta: y sin duda la palabra es esct- chada con cl sentido que clla indica, pero cse sentido no esté en adelan- te aparte de la formula que lo dirige, tal como podria pasar si el sentido fuera, por sf solo, todo cl lenguaje. Se produce un contocircuito, sé nos dice, que rompe la unidad del habla y hace que aparezca m4s 0 menos fugitivamente la palabra en el sentido y Ja imagen del lado dela cosa. Un cortocircuito cuyos efecjos son muy CUurt0sos. Pues gracias 2 él, enel len- guaje, a 1a vez vemos la imagen, el aspecto verbal, como lo esencial yel pensamicnto, ef aspecto ideal, como lo unico importante Descubrimos al mismo tiempo que la palabra, por sf sola, y el sentido, por si solo, hacen el lenguaje y vemos esos dos aspectos como indispensable entre si, aunque afirmAndose cada uno como la plenitud del todo y desparecien- do para que el otro aparezca y existiendo ambos para que cada uno exis- ta, Maravilloso fenémeno, prodigioso cortocircuito. Pero, en verdad, quiza no nos resulta desconocido, nos es muy familiar, pues Neva tam- bién, como el nombre mAs comuin y el mas raro, el nombre de poesia. Ahora estamos en condiciones de leer la ultima pagina de les Fleurs de Tarbes y descubrir sin sorprésa que ella nos remite al misterio. «Quien impulse en este sentido su biisqueda (que aplica a la Retérica, invirtién- dolos, los mismos métodos que han desenmascarado y rectificado el Terror)... debe finalmente reconocer en esta metamorfosis y €n esta inversién la figura,precisa del misterio, que le anunciaban vagamente la opinién comin, los mitos y los poetas.Asi, en Jas tiltimas palabras, rea- parecfa lo que las primeras habfan descartado, y eso apenas puede sor- prendernos, si no hemos dejado, cuando hablabamos del lenguaje, de p entrever eso de lo que no podiamos hablar: ese mismo misterio que se borra cuando se explica y se degrada cuando se venera y donde la divi- sién de toda la literatura en dos fracciones inconciliables e inseparables, Ja fatalidad para cada una de ellas de no ser justa m4s que cuando es vista al revés, desde el punto de vista opuesto, nos han conducido a reconocer Ja paradoja propia del habla. Esta paradoja puede tomar formas diferentes: que el lenguaje se com- ¢ pone de dos elementos y que sin embargo sea tal que tenga que reducir esos dos elementos a uno solo, sin dejar de reafirmarlos, es una de estas = formas,(Que las dos caras del lenguaje, que no podemos ver al mismo tiempo, que no podemos sino entrever a la vez, al sesgo y como en pers- pectiva, por el movimiento del didlogo, tendiendo no obstante a plante- arse juntas, a desplegarse gloriosamente frente a nosotros, es otra forma de esta paradoja,} El lenguaje quiere realizarse. Exige ser enteramente visible, sin contentarse con el subterfugio de la perspectiva y de la estra- tagema del didlogo. Pretende un verdadero absoluto. Lo pretende de la manera mds completa, y no solamente para si mismo, en su conjunto, sino para cada una de sus partes, exigiendo ser enteramente palabras, enteramente sentido, y enteramente sentido y palabras, en una misma y_ i ; i i i i Ves OE constante afirmacién que no soporta ni que las partes que hocan entre sf concuerden, ni que el desacuerdo dafie el entendimiefto, ni que el entendimiento sea la armonfa de un conflicto, Esta pretension es Ja pre- iensién a la existencia que tiene la poesfa. Cuando Ja Clefnos propone esta fOrmula: «Les ocurre a las palabras y al pensamieitto’ser en poesia indiferentes», comprendemos que esta indiferencia expresa la posibilidad pira el lenguaje de ser totalmente cada una de esas partes, ser palabras y pensamiento con la palabra, pensamiento y palabras con el pensamien- to, y de realizarse en este intercambio independientemente de los tér- minos légicos que lo constituyen. Semejante exigencia es sin duda temible. Pero s6lo nos sorprende a medias, si recordamos que ya la hemos encontrado, casi bajo la misma forma, al término de las observaciones daMallarmé acerca del Jengua- je. €Qué reivindicaba la poesia tras el nombre de ‘allarmé? El ser abso- luto, ef de una conciencia que puede existir fuera de toda conciencia individual, realiz4ndose por si misma y, capaz, expresindolo todo, de situarse como la falta de todo, Particularmente, la poesfa entendia que no era nti el acto de un autor ni de un lector: «Impersonificado, el volu- inen, al igual que uno se separa de él como autor, no reclama cercanfa del lector, Tal, sepa, entre los accesorios humanos, tiene lugar solo: hecho, siendo...» Empero, si lo vemos bien, exactamente bajo la misma forma se mues- tra la poesia de la Clef: Esta se encuentra a la busca, entre los dos térmi- nos del lenguaje, de una relacién tal que produzca misterio y se convier- ta en inimaginable. Esta relacién, lo hemos visto, es que la palabra se convierte en idea, la idea en palabra, «de modo que cada término de la relacién pierde en ella los rasgos particulares que lo definen», Pero écémo es posible? Merced a este sencillo hecho: que en poesia la relaci6n preexiste a los términos, que los términos sdlo existen en esa relacién y que lo que conocemos de los términos aislados, por otras experiencias, no tiene el mismo valor que en la relaci6n que propiamente hablando los funda, Con otras palabras: en la poesfa sélo existe la tensién que une los términos, y esos términos no son distintos mds que en apariencia y desde un punto de vista posterior, desde el punto de vista del lenguaje ordina- rio que, él mismo, se ha constituido a partir de Ja poesia, Ahora bien, si recordamos bien, esos dos términos responden, uno, el pensamiento, al autor, otro, Ja palabra, al lector. El lenguaje aspira, para realizarse mas completamente, a la existencia por partida doble que le ofrece la reunién de esas dos personas, la atencién prestada a esas dos funciones, Pero, en poesfa, ¢y si no hay términos? ¢Si no hay, por un lado, idea, palabra por otro, autor aqui, lector alli, sino solamente una 52 ° poeme (tans) relacién? éNo sucede como si Ii pociiexigiera, no ciertamente la con- lusién mfstica, bastante sospechosa, de quien escribe y quien tee (pues ni tino ni onto existen todavia), sino, tia unidad fundamental, una con- clencia superior «dos polos, una especie de androginia del lenguaje, a partir de ta cual, por una escision, verdaderamente menos decisiva que li otra, poniéndone n exintit, aparte, como dos serves independientes y la Mityor parte del tiempo ajenas para siempre, las dos funciones primiti> varnente unidas en una sola celacién? Se nos dice que entre autor y lec- “tor toda deberfa pasar como sino hubicra habido lenguaje. Pero es que, \ \\ para el lenguaje original, todo deberfa pasar como si no hubjera habido *'s\] ni un autor ni un Iector, sino una sola y 14 misma potencia de decir y de \ teer, que sustituye al discente y al oyente, Unicamente ante todo existe la poesia. A continuncién de Ja cual es prec clen existiendo, s0 que autor y lector se mez- Enue'el misierio del lenguaje y el misterio de la poesfa hay, pues, identidad y oposicién, Fl lenguaje mas elemental Neva en sf un ligero movimiento hacia su realizacién total, una infima necesidad de hacer que aparezcan al mismo tiempo los dos aspectos que lo constituyen, En la Clef vemos el misterio del lenguaje redoblado en el caso de la poesia por el esfuerzo que ella realiza para liberarse de él. Si ese misterio es la metamorfosis del sentido en palabra y de la palabra en sentido, el poema, al fijar la palabra en una materia mas estricta y el sentido en una con- ciencia mds fuerte, parece en efecto una tentativa para impedir el juego de la metamorfosis, parece un desafio frente al misterio, pero éste, pro- duciéndose a pesar de tantas precauciones y contra la poderosa maquina preparada para aniquilarlo, no ¢s sino mas chocamte y dos veces miste- rio. Quiz4, en verdad, la palabra metamorfosis nos vuelve demasiado cercana la extrafia anomalia que representa la pretensién del lenguaje de ¢ T realizarse totalmente. Pues no hay solamente paso, transformacién de\ |” un elemento en otso, sino posicién simultinea, y tenida por idéntica, de! | ) dos perspectivas opuestas: como de un objeto que exigiria ser visto desde! un solo punto de vista en todos Jos aspectos que presenta desde todos los oy puntos desde donde se lo pueda ver — y ademas cada aspecto seria el | 4/9" objeto total, y cada aspecto se afirmaria en su suficiencia y su oposicién a todas los demés, y sin embargo todos los aspectos deberian mostrarse en una unidad tal que el objeto aparezca como privado de aspectos, sin apariencias. Cuando Ja poesia se busca una materia mas cabal y un sentido mis seguro, sin duda es para estorbar ef paso de uno a otro, pero sucede que también el paso slo puede tener lugar a partir de elementos que se han yuelto iticonciliables. No to olvidemos, cada aspecto pide ser visto ple- n 3 hamente, cada uno pide ser valorado, fortificado, hecho visible hata ot extremo, de modo que el sonido, el ritmo, las palabras, les reglas bane en primera fila, pero que el sentimiento mas inaprensible, ¢] rE miento mis lejano, la verdad mas perdida estén también en primera Mla De ello s6lo puede resultar un conflicto: sentimos y a veces lamentamos que la poesia, lejos de reconciliar los elementos del lenguaje, pone entre ellos el infinito, hasta el punto de hacer creer que las palabras que usa ae Uenen ningtin sentido y que el sentido gue ella conduce permanece mas alla de todas las palabras. Y sin embargo, todo pasa como si, a partir de este descuartizamiento, la fusién se hiciera posible, como si desde esta distancia infinita la distancia se convirtiera en nula y desde esta hostili- dad la oposicion se mostrara en una doble posicién simult4nea. La poe- sia, gracias al desgarramiento que produce, a la tensi6n insostenible que engendra, no puede querer sino Ja ruina del lenguaje, pero esta ruina es la Unica oportunidad que él tiene de realizarse, de llegar a estar comple- tamente a la luz del dia, bajo los dos aspectos, sentido y forma, sin los cuéles no es nunca mas que lejano esfuerzo hacia si mismo. o Una de los propésitos de la Clef es encontrar una ley cuya legalidad sea la del misterio, es decir, que pueda ser ley conforme incluso a Jo que escapa de la ley y de la expresi6n. Es de nuevo el comienzo de Les Fleurs de Tarbes. Pero, esta vez, el-problema no es tratado por el silencio, sino que es abordado de la forma més franca. La pregunta es la siguiente: por definicién, no se puede hacer el misterio, ahora bien, no hay literatura sin acompafiamiento de misterio, ¢cdmo abrirse una via, a través de la literatura y el lenguaje, hacia lo que asedia al lenguaje y habita la litera- tura, pero no puede ser expresado ni por uno ni por Ia otra? La respues- ta es una formula matematica, La respuesta es importante, pero la pregunta no lo es menos. Leamos esto: «Busco una ley de la que forme parte el misterio. Precisemos: una ley tal que esta forma secreta de ver, esta especie de pensamiento ina- prensible, pero facil, pero que juega a la ligera provocacién que hemos denominado musteno, necesariamente desencadenada por ella con respecto a ella, y, formando su parte sobreentendida, la inunde con la claridad que ella dispensa. Una ley finalmente que sélo aleance al senti- do en su conjunto, conforme a misterio.» Texto cuya gravedad y pureza desafian al espiritu y le hacen entender mas de Jo que querria alcanzar, Algo que fuera irreducible al espiritm y cuya naturaleza él no podria penetrar en absoluto ni aproximarse a ella, épucde serle presente, y estar por debajo de él, no para descomponerlo, sino mas bien para esclarecer- lo? LEntretien sur les faits divers habla de ta sinrazén sin la cual nuestros mejores pensamicntos corren el riesgo de convertirse en ineficaces. El ace alusi6n a un misterio sin el que no se podria jero decir que un miste pueda ser una expli- tarme si puede existir una expli- terio. Sencillamente veo que, sin estudio sobre Sade b «Y no qui cacién. Comienzo tinicamente a pregun cacién valida, que no le haga sitio al mis' (al misterio y a su sorda exigencia, a sus este sitio dejado al misterio muchos retornos), Sade seguiria siendo para nosotros perfectamente oscuro, vago e inconsistent.» No obstante, sinraz6n, manera secreta de ver, pensamiento inaprensible, estos términos son todavia trampas que se Je escapa y donde ella se la raz6n tiende a esta parte de s{ misma que : engancha asus propios cebos. El misterio no es no sentido, ya que es ajeno al sentido, no es ilégico, dado que la Iégica no le concierne en nada, no es secreto, pues esta fuera de la clase de cosas que se muestran y que no se muestran. éQué es? Nada quiz4. Pero una pregunta asf lo excede en todo. «Mi propésito es estrictamente légico.» para creer que el misterio aqui se obtiene a que el lenguaje no es del dominio del pensamiento pul los tradicionales principios de jdentidad y de no contra ; entido distinto del sentido inteligible, hay una significaci6n que toda- via no es ni clara ni distinta, que no es expresamente pensamiento, pero que esta como d esempefiado o imitado o vivido por cualquier ser capaz de captar y de comunicar un sentido. Ahora bien, es precisamente un sentido asi el que en primer lugar encontramos en el habla, con la cual estd en una relacion tan {ntima que encuentra antes en ella su realizaci6n que su expresidn. Reservar la palabra pensamiento tinicamente al modo del pensamiento conceptual y rechazar hacia la sinraz6n, hacia el miste- rio, todo lo que es fuera de concepto, és darle al misterio mas de lo que él pide y apenas sobreentenderlo. : E] mismo lector, imaginamos, se queja de ver el lenguaje descom- puesto en elementos, separables para el andlisis abstracto, pero en reali- dad no distintos. ¢Buscar a propésito de Ja poesfa una ley donde las rela- ciones de sentido y sonido podrian invertirse? Pero eso no es buscar nada misterioso, pues siempre se ha entendido que esos elementos man- tenfan relaciones tales que él enunciado analitico no puede dar cuenta de ellas. ¥ después (afiadirfa é1) prestemos atencién a formulas de este género: «Les ocurre a las palabras y al pensamiento ser en poesia indife- rentes», y seguimos el andlisis, El andlisis corienza distinguiendo ele- mentos materiales, como el sonido, el aliento, y elementos de otro orden, como el sentido. Estos elementos pueden concebirse por separado (sabe- mos Io que es un sonido, tenemos una vaga idea de la palabra sentido), pero no pueden existir aparte (incluso el aliento, del que'se dir que exis- . ’ ; oe dg |e | 58 expresar nada: Podrfa encontrarse un lector buen precio. Es visible, dirfa, ro, fundado sobre radiccién. Hay un Te ee como respiraci6n, 16 que ¢s como emisidn de ee ing ispensable para que haya habla: no hay a ee esté unido a un sentido, donde el sentido no ; esto es bastante seguro, Sin embargo, volva- mos a nuestra formula: allf no se trata de sonido ni de sentido, sino de palabras y de pensamiento. Este cambio es notable. Los dos elementos que ante todo sdlo eran factores, aislados por el andlisis, pero que no existen aparte en la realidad, se han convertido actualmente en partes auténomas del lenguaje: el aliento es palabra, el sentido es idea. Se han Tealizado, en forma de fragmentos reales de discurso, lo que no eran todavia sino constituyentes abstractos de ese discurso. Pero a partir del momento en que el lado material del Jenguaje se convierte en una por- cién independiente del lenguaje, como Jo es una palabra, comprendemos mejor que el paso de este lado al otro y, todavia mds, su indiferencia en €s¢ paso se convierten en un escandalo o por lo menos en algo bastante misterioso y exactamente en el misterio mismo. Como si un objeto tuviera que ocupar el sitio de otro objeto y confundirse con él en un intercambio perfectamente inconcebible. Pero y no se wata de un obje- to, sino de moléculas, de dtomos? ¢¥ si, en lugar de objeto, se trata de componentes que moment4neamente aislamos para las necesidades de la exposicién analitica, pero que no existen aislados fuera de este andlisis y que no estan por tanto justificados para darse como distintos nada mas que en los limites del andlisis? ¢No vendria entonces el escindalo del andlisis mismo que, por una parte, utiliza sus divisiones, su método fun- dado en la distinci6n y la claridad y, por otra parte, girandose hacia las cosas reales y percibiendo que lo que ha distinguido esta junto y lo que ha separado es inseparable, atribuye a la realidad misina su propia impo- sibilidad? Y, de la misma manera, éno encuentra el autor de la Clef el misterio cuando intenta expresar, en el lenguaje de la legalidad gramati- cal e incluso del rigor matemitico, una relacién que no tiene nada que ver con esa legalidad ni con ese rigor, no estando aqui el misterio mas que en la eleccién del método y en la extraieza que hay en aplicarlo a un objeto que no le conviene? «Mi propésito es estrictamente légico.» Pero tal vez, espantado por Ia cercania de! misterio, nuestro lector ahora Jo aleja demasiado répida- mente. ‘fal vez olvida lo esencial. No estamos en busca de un misterio cualquiera, sino del misterio en las Letras, y no de cualquier descripcion del lenguaje, sino de esta descripcién que la literatura supone. La litera- tura no i e el lenguaje en reposo, el lenguaje definitivamen- ie hecho, inmovilizado y mucrto, es mds que es0, y no obstante es tam-_ ~pign Unicamente eso, ya que aspira a 1a paradoja de una lengua que, 56 —y mientras etd haciéndoxe y como naciente, quertia por eso mismo estar _Uefinitivamente hechar ser perfecta, TH lenguaje dé la literatura no quie= & Fe ser distinty de ta libertad de quien habla y, al mismo tiempo, quiere > fer la fuerza den habla fmpersonal, ta subsistencia de una lengua que@) se habla sola. Vis wna cosa, una naturateza, y fa conciencia que arruina ’ 0 0, Comprendemos por qué wel proposito es estrictamente légico». 1 Es féeil sustraer Ins deseripciones a exigencias precisas, a la nitidez del | aniilisis, facil pero insuficiente, Pues Ja Literatura quiere un Lenguaje que cumpla también su funcién lgica; ella se realiza y queda realizada de | | = una vez por todas; estA constantemente en vias de hacerse y es constan- | temente perfecta, por consiguiente inaprensible al andlisis que sdlo se | aplica a lo inmévil y est4 sometido siempre a reglas, ya que ella no sola~ mente esta en reposo, sino que es la per ién del pyre En LEntretien sivt les faits. divers aptonutenes Aesconfiar de este argumento: los negocios son los negocios, y de estas invectivas: ti eres otro, ti no te has mirado, Formulas singulares. Veamos la mas sencilla: cuando'un padre dice a su hijo que tiene demasiados pequeiios gastos cn céntimo es un céntimon, es posible que apenas le persuada, pero es verdad que le acucia con una {6rmula molesta y casi irrefutable. Frase no obstante sin rodeos: ¢qué tendria de particularmente eficaz? ¢Es su evidencia, el cardcter l6gico de su forma, un céntimo es un céntimo? 2No sucede que tiene una parte sobreentendida, un doble silencioso que difiere ligeramemte de ella, por ejemplo, algo asi como: un céntimo es mucho més que un céntiino? Este segundo sentido no es expresado y viene a torcer la exactitud légica del primer sentido, forzando a escu- char (sin decirlo): un céntimo no es del todo un céntimo. Jotémoslo, tenemos aqui una imagen de ese misterio del que nos hablaba La Clef: se trata de una forma de ver secreta, de una parte sobreentendida, que desempefia su papel con motivo de una formula y, permaneciendo sin formular, le da su sentido y su virtud. ¥ ciertamente se dira que el mis- terio es débil y el silencio ligero, pues el menor andilisis lo descubre y le devuelve su parte de palabras. Pero quiza porque se busca el misterio alli donde no esté, Lo inquictante no es el mecanismo de la expresion>\) y que aquella forma de ver Heve consigo otra expresion, sustraida, sino mas bien que, incluso desenmascar ada, ella continue actuando, ella per turbe todavia. Como dice el interlocutor del Eniretien, R. M., « confiese que persiste en el argurmento cierto aire grave, y Cast trdgico, del que no nos hemos dado cuenta. Como si ep él se pronunciara un oraculo, que 1 locura: por mas que \ agitara al mundo entero.» Tal es aqui el juego de ella nos aparezca como raz6n cada vez que cl andlisis nos la muestre, s€ reconstituye como sinrazén cada vez que la f6rmula la recupera, De

También podría gustarte