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Informe II Historia Moderna: El

Renacimiento.

Cátedra: Historia Moderna


Profesor: Raimundo Meneghello
Ayudante: Francisco Lizana
Alumno: Ángel González Herrada
Fecha de entrega: 09/04/2018
En el presente informe de lectura me propongo abordar el concepto historiográfico de El
Renacimiento (1993) a través de la lectura y análisis del texto homónimo del historiador británico Peter
Burke. Este historiador ha escrito sobre una variedad de temas desde una perspectiva propia de la
historia cultural, atendiendo a los procesos en su complejidad tanto discursiva como pragmática.
El concepto Renacimiento convencionalmente se ha definido como aquel periódo histórico
ubicado a comienzos de la Europa moderna y que se caracteriza, fundamentalmente, por el rescate y
revalorización de los saberes culturales de la Antiguedad clásica, en un contexto de fragmentación del
viejo orden medieval. Desde luego, si bien esta definición suele rescatar elementos más bien
escencialistas de aquel periodo, la problemática historiográfica se vuelve más compleja al momento de
llevar a cabo una desmitificación o matización de ciertos elementos constitutivos del Renacimiento y
considerando los nuevos estudios que se han publicado al respecto. Es en esta senda en la cual se debe
entender la obra El Renacimiento de Peter Burke, quien contribuye a despejar ciertas interrogantes y a
aclarar el panorama de un concepto del cual siempre se ha tenido una visión más o menos genérica pero
que en los últimos años ha sucitado ciertas controversias.
Este texto, en primer lugar, toma distanciamiento de autores clásicos como J. Buckhartd (1860)
quien interpreta el Renacimiento desde una mirada idealizada en tanto significó una “ruptura profunda
del pasado medieval”1, puesto que los saberes perdidos de la Antiguedas Clásica volvieron a florecer y
en la Italia septentrional. En contraposición a esta acepción, Burke señala lo que vendría siendo su tesis
principal: El Renacimiento no es tanto un periodo o una mera revalorización de aquellos remotos
saberes, sino más bien un movimiento(s), dentro y fuera de Italia, de carácter artístico-cultural y que
reclamaba para sí la sabiduría grecolatina ya sea para efectos contemplativos, filosófico-intelectuales o
pragmáticos, constituyéndose en un comienzo en una transformación de índole cultural y que, con el
paso del tiempo, se iría socializando, rutinizando e institucionalizando. De ahí que Burke diga:
“No debieramos contemplar el Renacimiento como una <<revolución cultural>>, como si hubiera una ruptura
súbita con el pasado, sino como un desarrollo gradual en el cual un número cada vez mayor de individuos se sentían cada
vez más insatisfechos con algunos elementos de su cultura bajo medieval, y progresivamente más atraídos por el pasado
clásico”2
A lo largo del texto, el autor va esbozando ciertos elementos claves del Renacimiento como el
Humanismo el cual consiste en una corriente cultural que ponía de relieve la grandeza y al mismo
tiempo la finitud del ser humano, en tanto el único ser vivo que “puede tener una concepción del
mundo y de sí mismo”3. Las magníficas esculturas de famosos artistas tales como Donatello o Miguel

1 Burke, Peter. El Renacimiento. Crítica, Barcelona, 1993, p. 8.


2 Ídem, p. 42
3 Ídem, p. 28
Angel materializaron cierto “culto al individuo” (que no es exactamente lo mismo que el
“individualismo”) que lograrían exaltar la idea del hombre siendo hombre. De ahí que el Renacimiento
sea, al mismo tiempo, un movimiento artístico y pictórico. Del mismo modo, de manera consustancial,
Burke pone de relieve la idea del Racionalismo: la idea de la razón como principio y valor rector de la
humanidad. Esto no significa desentenderse de los principios doctrinarios de la Fe, pero sí enarbolar
una alternativa epistemológica que tímidamente había hecho acto de presencia con la filosofía
escolástica. El desarrollo de la Imprenta contribuyó a que aquellos ejercicios de reflexión racional ante,
por ejemplo, alguna autoridad que se entendía como ilegítima o corrupta -como la Reforma
protestante-, pudieran adquirir mayor masividad. Del mismo modo, la construcción de catedrales y el
flujo y reflujo de grandes pinturas en las grandes urbes de Europa (como la Mona Lisa de Da Vinci o
El Nacimiento de Venus de Boticceli) confluían en un mismo punto: situar a la humanidad en el centro
de la creación divina. Se buscaba imitar lo que los antiguos habían hecho hace miles de años
Por otro lado, Burke señala variables que son más bien geotemporales. Identifica en el centro y
norte de Italia el origen del Renacimiento porque allí es donde se hallaba su génesis histórico -estas
nunca desaparecieron durante la Edad Media-,y porque allí es donde se sitúan los Estados-ciudades que
fueron el foco de atención europea en aquella época (Florenci, Génova, Venecia, etc) 4 y que se
nutrirían de esos conocimientos. Además, muchos exiliados del imperio bizantino llegarían a instalarse
en la península itálica, llevando consigo una “caja de herramientas” propia del mundo antiguo. Del
mismo modo, fuera de Italia también se apreciaría el fenómeno renacentista: muchos países
experimentarían sus propios “renacimientos” y, en parte, Italia contribuyó a que sus intelectuales
salieran hacia otros países.
Por último, en lo que respecta al “fin” del Renacimiento, el autor vuelve a problematizar el
asunto: el fin del Renacimiento a comienzos del siglo XVII. Si bien un es un “fin”, sino más bien una
desintegración, ésta tiene varios factores. El surgimiento del Manierismo como nueva corriente artística
(imitación a los imitadores del renacimiento), o la rutinización de lo clásico; es decir, aquello que hacía
unas decadas era novedoso se terminaba por agotar. Además, se produce una coyuntura: la Revolución
científica. La contemporaneidad de autores versados en las ciencias como Newton y Descartes generó
que:
“Las interpretaciones clásicas y renacentistas del universo fueron rechazadas. Se consideró que los nuevos
descubrimientos demostraban la superioridad de lo <<moderno>> sobre los <<antiguos>>, por lo menos en algunos
aspectos. Esta nueva visión del mundo, al propagarse, hizo que los hombres cultos se alejasen del pasado” 5

4 Idem, p. 44
5 95-96.
En conclusión, el Renacimiento no constituye el fin de la época Medieval ni tampoco la causa
de la Edad Moderna, sino que es consustancial a los mismos. Aunque hay un claro elemento cismático:
la innovación cultural que esta implicó -al menos para las élites, los pensadores y los burgueses-
generó profundas transformaciones en las dimensiones urbanas del mundo medieval a tal punto que, en
sus momento, fue necesario reconceptualizar las nuevas experiencias históricas a partir de viejas
experiencias históricas. De ahí que los historiadores le denominarían como el Renacimiento.

Bibliografía
* Burke, Peter. “El Renacimiento”. Crítica, Barcelona, 1993.

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