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Clima[editar]

Corrientes termohalinas. El océano Atlántico es un importante agente regulador de la


temperatura, al enviar calor desde los trópicos a las zonas templadas.

El huracán Isabel desde la Estación Espacial Internacional. Los huracanes son frecuentes en el
Atlántico Central en la temporada de huracanes y son un grave problema en los países
ribereños.

El clima del océano Atlántico y sus tierras adyacentes está influido por las temperaturas de las
aguas superficiales y las corrientes de agua, además de los vientos. Debido a la gran capacidad
de los océanos de retener el calor, los climas marítimos son moderados y sin variaciones
estacionales extremas. La precipitación se puede aproximar de los datos meteorológicos
costeros y la temperatura del aire de la del agua.

Los océanos son la fuente más importante de humedad ambiental (que se obtiene por
evaporación). Las zonas climáticas varían con la latitud; las zonas más cálidas se extienden a
través del Atlántico y al norte del ecuador. Las zonas más frías están en las latitudes altas, y
corresponden a áreas cubiertas de hielo marino.

Las corrientes oceánicas contribuyen al control climático transportando aguas cálidas y frías a
otras regiones. Las tierras adyacentes están afectadas por los vientos que son enfriados o
calentados cuando soplan sobre estas corrientes. La corriente del Golfo, por ejemplo, calienta
la atmósfera de las islas británicas y el noroeste de Europa, y las corrientes de agua fría
provocan la niebla persistente en la costa noreste de Canadá (los Grandes Bancos) y la zona
noroeste de África.

Los ciclones tropicales (huracanes) se forman mar adentro a la costa de África, cerca de Cabo
Verde y se mueven al oeste hacia el mar Caribe; los huracanes pueden aparecer de mayo a
diciembre, pero son más frecuentes de agosto a noviembre. Las tormentas son comunes en el
Atlántico Norte en los inviernos, haciendo las travesías más difíciles y peligrosas
Características del agua[editar]

Vista de una playa de la isla de la Orchilla, en Venezuela.

La salinidad de las aguas superficiales en mar abierto varía de 33 a 37 partes por mil y
varía según la latitud y la estación. Aunque los valores mínimos de salinidad se encuentran
justo en el norte del ecuador, en general los valores más bajos están en las latitudes altas
y en las costas donde los grandes ríos desembocan al océano. La salinidad máxima tiene
lugar aproximadamente a 25° de latitud norte. La salinidad superficial está influenciada por
la evaporación, la precipitación, los flujos fluviales y el deshielo.
Las temperaturas superficiales, que varían con la latitud, los sistemas de corrientes, las
estaciones y reflejan la distribución del flujo solar en función de la latitud, varía desde
menos de 2 a 29 °C. Las máximas temperaturas tienen lugar en el norte del ecuador, y las
mínimas en las regiones polares. A latitudes medias, donde están las máximas
variaciones, los valores pueden variar en 7 u 8 °C.
El océano Atlántico consiste en cuatro masas de agua principales. Las aguas centrales
son el agua de la superficie. El agua subantártica intermedia se extiende a profundidades
de 1.000 m. El agua profunda noratlántica llega a profundidades de hasta 4.000 m. El agua
antártica ocupa las cuencas oceánicas a profundidades superiores a 4.000 m.
Debido a la fuerza de Coriolis, el agua en el Atlántico Norte circula en el sentido de las
agujas del reloj, mientras que en el Atlántico Sur es al contrario.
Las mareas son semidiurnas, lo que quiere decir que hay dos mareas altas cada 24
horas lunares. Las mareas son unas olas que en general se mueven de sur a norte. En las
latitudes por encima de 40° norte tienen lugar algunas oscilaciones este-oeste.

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