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La concepción simbólica de la cultura.

Por: Dulce Samantha Tiscareño Postlethwaite.

En el texto escrito por Gilberto Giménez “La cultura como identidad y la identidad como cultura”
vemos como el mismo concepto de “cultura” ha ido mutando y cada una de esas mutaciones
ayuda a concebir un concepto más complejo pero más integral de lo que tenemos entendido por
cultura. Si bien al complejizar el concepto se logra una mayor apertura a otros campos del
conocimiento que intervienen para obtener una tajada de lo que se viene entendiendo por eso que
nos une y rodea a todos sin excepción, una cultura.

La formación de un concepto tiene que ver también en cómo es percibida la cultura, Giménez
cita a la antropóloga Carla Pasquinelli quien nos explica que la formación de cultura tiene varias
etapas. La inicial es como la más general y abierta de todas las consiguientes. El primero que
discierne de ese concepto inicial es Edward B. Taylor con su visión evolucionista: “la cultura
está sujeta a un proceso de evolución lineal según etapas bien definidas y sustancialmente
idénticas por las que tienen que pasar obligadamente todos los pueblos, aunque con ritmos y
velocidades diferentes”. Después de la dominancia de este concepto viene Franz Boas con un
bagaje historicista le quita la objetividad al concepto tayloriano de cultura por uno que empieza a
subjetivarse relativismo cultural. Giménez nos dice “A partir de aquí la elaboración del
concepto de cultura atraviesa por tres fases sucesivas – la fase concreta, la fase abstracta y la
fase simbólica – caracterizadas respectivamente por otros tantos conceptos claves: costumbres,
modelos y significados”.

Cada una de esas fases se complejiza y su espectro se amplía hasta permitir la noción de un
cultura que es permeable y modificable por el individuo. Así como la cultura inside en los
individuos, estos individuos también cargan con la posibilidad de hacer girar unos grados lo que
se entiende por cultura.
Un pedazo de la cultura que Giménez denomina como elemento perturbador son las costumbres,
ya que en la fase concreta si bien se entiende por cultura una generalización de cosas como son
las artes, la moral, las creencias, el conocimiento, etc., las costumbres ponen de vuelta lo
individual dentro del concepto de cultura; “mientras el arte y la moral son universales, las
costumbres – los mores – representan lo particular concreto, los escenarios locales dentro de
los cuales las personas tejen la trama de su existencia cotidiana” (Pasquinelli, 1993, 41).

En la fase abstracta se distancia un poco de las costumbres y su interés está entorno a los
modelos de comportamiento. Algo que llama mi atención es que ya el conjunto de
comportamientos altera lo que se creía estable e inmovible. Se considera abstracta a esta fase por
el hecho de que se empieza a conceptualizar aquellos elementos que circunscriben lo que ahora
es el estudio de interés de lo que se considera cultura, como modelos, pautas, esquemas,
parámetros de comportamientos de los individuos.

Después de esta fase se entra a otra, creo yo la más compleja y la más adecuada para en realidad
obtener un conocimiento sobre lo que conforma a la cultura, esta es la fase simbólica, la telaraña
de significados, Geertz define a la cultura como “estructuras de significación socialmente
establecidas”. Pasquinelli lo pone como la interpretación de la interpretación de lo que el
antropólogo observa a su rededor. Esto trajo un caos, el concepto de solipsismo que fue uno que
llamó mi atención de manera casi inmediata por mi desconocimiento sobre el, creo que clave
para lograr entender que en sí lo que nos rodea, nos consume y consumimos es en gran parte lo
que nosotros construyamos en base a lo que vivimos y vemos. Entiendo que ya hay parámetros
previamente establecidos que nos marcan pautas para seguir, entiendo que estamos sumergidos
en una hecatombe de singularidades y pluralidades, pero el hecho crucial y puntual es que la
realidad se conforma de lo que percibimos que es, así que independientemente de lo que se
entienda por cultura, la cultura es y será tal vez aquello que nosotros decidamos que sea. De ahí
que el concepto de cultura sufra crecimientos complejos de su existencia, ya que nosotros la
moldeamos tanto como ella nos moldea, siendo nosotros entes complicados de igual forma.

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