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14 Latinoamericana | Jorge Checa Cortés y el espacio de la conquista: la Segunda Carta de Relacion Tae JOHNS HOPKINS UNIVERSITY PRESS Cortés y el espacio de la Conquista: la Segunda carta de relacién Author(s): Jorge Checa Source: MLN, Vol. 111, No. 2, Hispanic Issue (Mar., 1996), pp. 187-217 Published by? The Johns Hopkins University Press Stable URL: htip:7www.jstor.org/stable/3251525 Accessed: 10/08/2011 21:03 ‘Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of the Terms & Conditions of Use, available at bitp:/wwwjstor.org/page/info/about/poicies/terms jsp ISTOR is a not-for-profit service that helps scholars, researchers, and students discover, use, and build upon a wide range of content in a trusted digital archive. We use information technology and tools to increase productivity and facilitate new forms of scholarship. For more information about JSTOR, please contact support @jstor.org. Cortés y el espacio de la Conquist: la Segunda carta de relacién € Jorge Checa El espacio de la representacion Las paginas que Hernén Cortés dedica a la evocacién de la ciudad de Tenochtitlan y de la corte de Moctezuma constituyen seguramente el momento mis sugestivo de la Segunda carta de relacién a Carlos V. En- contramos aqui una serie de escenas e imagenes en gran medida pre- figuradas por otros fragmentos de la Carta, dado que la capital del im- perio azteca viene a magnificar, en la vision admirada de Cortés, ciertas caracteristicas ya vigentes en los lugares urbanos previamente sojuzgados en la marcha de los conquistadores. Como una antici- pacién del marco apotedsico que se avecina, Tizatlan, la ciudad mas imponente de Tlascala, no s6lo destacard por su tamaiio y contextura (“muy mayor que Granada y muy mas fuerte y de tan buenos edefi- cios”), y por la riqueza y variedad de su mercado, sino también por su “orden y policfa” y la “raz6n y concierto” de sus gentes (184-85). Pos- teriormente (y en una dosificacién creciente y acaso calculada de ex- presiones laudatorias) sera Cholollan (0 Chulultecal) el objeto del e: tusiasmo cortesiano, y luego Cuitlahuac, segiin Cortés la ciudad “mas hermosa aunque pequeiia que hasta entonces habiamos visto, ansi de muy bien obradas casas y torres como de la buena orden que en fun- damento della habia, por ser armada toda sobre agua” (205). Orden, armonia, aprovechamiento ingenioso de las condiciones naturales, capacidad humana de organizarse politicamente en un en- torno civilizado: tales son los rasgos positivos que, al ir acentuandose, convierten el avance de Cortés y sus seguidores en un progreso hacia ‘MLN, 111 (1996): 187-217 © 1996 by The Johns Hopkins University Press 188 JORGE CHECA la meta de Tenochtitlan. En sus limites, Moctezuma recibe a los con- quistadores con solemnes ceremonias, cuya sofisticaciOn reitera para los recién legados el dominio definitivo de la forma sobre el caos, y de la cultura sobre la barbarie.! La capital no defraudara las expecta- tivas de los espaiioles, y asi lo pone de manifiesto Cortés en su célebre descripcién de Tenochtitlan y sus maravillas: Esta grand cibdad de Temixtitén esta fundada en esta laguna salada, y desde Ja tierra firme hasta el cuerpo de la dicha cibdad por cualquier parte que quisieran entrar en ella hay dos leguas. Tiene cuatro entradas todas de calzada hecha a mano tan ancha como dos lanzas jinetas. Es tan grande la cibdad como Sevilla y Cérdoba. Son las calles della, digo las prencipales, muy anchas y muy derechas, y algunas déstas y todas las demds son Ia mitad de tierra y por la otra mitad es agua por la cual andan en sus canoas. (233-34) Con su estructura radial, la configuracién de Tenochtitlan se asi- mila a esquemas geométricos lenos, para muchos europeos del siglo XVI, de resonancias prestigiosas a partir sobre todo de la lectura y ela- boracién italiana (por Alberti, Filarete y Alberto Giorgio) de textos de Vitruvio.® En semejante disposicién, la idea de orden se realza me- diante la presencia de un centro donde convergen amplias calles rec- tilineas de longitud semejante. En el caso de Tenochtitlan, Cortés en- fatiza ademas la armonia del conjunto urbano cuando menciona el empleo, exactamente equilibrado, de dos elementos distintos (tierra y agua), en una suerte de conjuncién de contrarios igualmente apli- cable a la provincia sobre la cual se asienta la gran ciudad: ahi, en un ano, se encuentran dos lagunas (una dulce y otra salada) divididas en medio por una franja de tierra y englobadas por el circulo que, ” Pastor seiiala cémo la pronta aparicién de indicios sobre la existencia de formas cul- turales desarrolladas en el interior de México estimul6 entre los espafioles el deseo de explorar y conquistar esas tierras atin desconocidas (Discursos narratives de la conquista 85). Mediante la descripcién del majestuoso recibimiento de Moctezuma, la Segunda cartaenfatiza que el Senior azteca personifica méximamente los principios de regulacién y esplendor que los espafioles han visto intensificarse a lo largo de su expedici6n: “Pasada esta puente, nos salié a rescebir aquel sefior Muteecuma con fasta ducientos sefiores, todos descatzos y vestidos de otra librea o manera de ropa ansimismo bien rica asu.uso y mas que la de los otros. Yvenian en dos procesiones muy arrimados a las pare- des de la calle (... .) Yel dicho Muteecuma venia por medio de la calle con dos sefiores, eluno a la mano derecha y el otro a la izquierda” (208). 2 Sobre la primacia tedrica en la cultura griega de esquemas urbanos unitarios y, mas especificamente, radiales, véase el libro de Manuel y Manuel. Estos autores también ofrecen un resumen de la concepciones de Vitruvio y de los mencionados tratadistas, italianos del siglo XV (Utopian Thought 153-67). MLN 189 fuera del Ilano, dibujan varias cadenas montafiosas. Ya intramuros de Tenochitlan, la figura perfecta y cerrada del circulo se repite en edi- ficios como el principal templo azteca (cuyo enorme “circuito” tiene “toda a la redonda muy gentiles aposentos” (237]), y ello prolonga la conjuncién de lo diverso a la armonia visual establecida entre arte y naturaleza. Tanto los alrededores y las cercanias de Tenochtitlan como sus edi- ficios mas notables aparecen, pues, vinculados en el texto por medio de notas analogas (de indole abstracta y geométrica), con el resultado de que el espacio geografico de la Conquista exhibe, para Cortés, abundantes rasgos especulares. En esta red de conexiones, un ele- mento de la totalidad reproduce a menudo caracteristicas de otros, manifestando un principio intensifeado, casi sistematicamente, por Tomas Moro en la construccién de su Utopia.? Los referentes empiri- cos que tiene ante si le impiden a Cortés, ciertamente, alcanzar la ob- sesi6n por la regularidad tipica de Moro, aunque no por eso el autor de la Carta deje de incluir el principio de especularidad en su imagen de unos lugares eminentemente deseables. Desde otro punto de vista, quiero resaltar, sin embargo, una diferencia importante entre la ima- gen de Tenochtitlan y la de Utopia; y es que Cortés, frente a Moro, no ‘opone tajantemente las condiciones politicas y culturales de la ciudad por él privilegiada a las formas de comportamiento civico dominan- tes en comunidades vecinas. (Lo contrario se aplica a la relacién de Utopia con Estados geograficamente préximos, ya que dentro de los ‘altimos se invierten, en varios sentidos, los ideales seguidos por los utopianos.)* 5 Desde los vestidos de los habitantes de Utopia ala disposicién de sus edificios y ciu- dades, pasando por numerosos aspectos (todos ellos regulados) de la vida de esa co munidad, el texto de Moro repite hasta la saciedad los mismos principios de uniformi- dad, correspondencia, simetria, planificaci6n, teleologia, etc. El espacio utdpico se equipara asia una suerte de lenguaje sistematico y autocontenido, cuyas unidades 0 de- talles parciales se articulan perfectamente entre si y con otros més amplios. 4 En este sentido, la existencia de limites o fronteras que separan literalmente la isla de Utopia de sus paises circundantes se ve en ellos refrendada por costumbres diame- tralmente contrarias a los usos prescritos en dicha comunidad ideal; tal sucede con la ‘guerra, el uso del oro y el valor de ciertas instituciones. El texto de Moro desemboca asi en un planteamiento paradéjico, donde de algun modo se cancelan los supuestos pre- suntamente universalistas de la ideologia ut6pica. Pues segtin reitera el libro, el fun- cionamiento casi perfecto de Utopfa pasa por exctir alli algunos valores o actitudes, fomentados en cambio en otros lugares con vistas al bienestar material y politico de los uutopianos. 190 JORGE CHECA Asi, al hecho, recién comentado, de que Tenochtitlan incorpore y potencie en grado sumo las cualidades de poblaciones como Tizatlan, Cholollan o Cuitéhuac, cabe agregarle el que la capital azteca con- tenga toda la variedad y riqueza del mundo conocido por sus habi tantes. La dimensién que Ilamaré representativa de Tenochtitlan se muestra fundamentalmente en su mercado, el lugar que mas extensa y entusidsticamente describe Cortés. Dentro de la plaza del mercado y en sus calles adyacentes, leemos en la Carta, se alberga un verdadero microcosmos de la realidad natural, pues alli se ofrecen “todos los géneros de mercadurias que en todas las tierras se hallan” (234), “to- dos los linajes de aves que hay en la tierra,” y “todas las maneras de ver- duras que se fallan” (235). Hiperbélicamente, Cortés resume su vision de ese enclave de ostentacién e intercambio esgrimiendo de nuevo la nocién de totalidad—en su recorrido por la plaza ha visto “todas las. cosas cuantas se hallan en toda la tierra”—(236), y subrayando como el orden y la disposicién de los productos a la venta en el mercado fa- cilitan una contemplacién clara y realzada de los objetos ahi expuestos (un tipo de vision imposible en el ambiente original de esos objetos): “Cada género de mercaduria se vende en su calle sin que entremetan otra mercadurfa ninguna, y en esto tienen mucha orden” (234). Las notas de regulaci6n y delimitacién inciden, por cierto, no ya sélo en lugares profanos como el mercado. Surgen ademas, especularmente, en las “mezquitas” o templos de Tenochtitlan, y se revelan en el as- pecto y en las practicas consuetudinarias de sus sacerdotes: éstos, en efecto, someten su vida a rituales cuidadosamente prescritos, dispo- nen de una manera uniforme su peinado y su atuendo, practican la abstinencia sexual, y ordenan sus comidas de acuerdo a normas in- variables (237). El juego de duplicaciones caracteristico de Tenochtitlan culminara finalmente en los lugares de recreo de Moctezuma. Alli, en conso- nancia con lo descrito a propésito del mercado, distintas clases de ani- males se organizan separadamente en grupos inclusivos y sistematica- mente dispuestos: “En esta casa tenia diez estanques de agua donde tenia todos los linajes de aves de agua que en estas partes se hallan, que son muchos y diversos, todas domésticas” (244); “Yen cada una de estas casas habia una ave de rapiiia, comenzando de cernicalo hasta Aguila todas cuantas se hallan en Espafia y muchas mas raleas que alla nose han visto” (245). Cuando de los prodigios de Moctezumase trata, la exhibicion ordenada y jerarquizada de la naturaleza da ademas en- trada a algunos de sus fenémenos insélitos y monstruosos (piénsese en los habitaculos usados para albergar seres humanos albinos o de- MLN 191 formes), definiendo las posesiones en conjunto un despliegue abun- dante y representativo de cuanto existe, en alguna manera reminis- cente de las luego extendidas cémaras de maravillas europeas.> Es claro que, para Moctezuma, atesorar y desplegar muestras repre- sentativas de objetos raros, preciados o simplemente existentes equi- vale simbélicamente a una exhibicién de poder. En un par de ocasiones, Cortés menciona, al respecto, uno de los actos mas sintomaticos del soberano azteca, del quien se dice que tenia “contrafechas de oro y plata y piedras y plumas todas las cosas que debajo del cielo hay en su sefiorio tan al natural lo de oro y plata que no hay platero en el mundo que mejor lo hiciese; ylo de piedras, que no baste juicio [para] comprehender con qué instrumentos se hiciese tan perfeto; y lo de pluma, que ni de cera ni en ningiin broslado se podria hacer tan ma- ravillosamente” (242-43). Si a falta de los objetos originales, Moc- tezuma impone, mediante “perfectos” y “maravillosos” simulacros, una presencia sustitutiva, semejantes reproducciones no tiene aqui un mero valor sucedaneo. Mas bien al contrario, la reproduccién tiende a sefialar el alcance del poder; el hecho de que éste, extendiéndose fuera de la corte y de la capital del imperio azteca, deja su huella en otros dominios (a su vez representados en el centro). Paradéjica- mente, entonces, el simulacro autentifica, en cuanto posesién, la cosa real que con tanto esmero reconstruye. Sugerida en el diltimo ejemplo, la unién que la Carta atestigua en- tre poder y facultad de representar convierte a Tenochtitlan en el nii- cleo hacia el cual converge el esplendor de Moctezuma. Esta condi- * Moran y Checa muestran que, en sentido pleno, no puede hablarse en Espaia de cémaras de maravillas (o Wunderkammer) hasta la segunda mitad del siglo XVI (El colee ionismo en Esparia 41). Segin subrayan también ambos autores, muchos objetos ateso- rados por personajes curopeos tras la conquista de América sirvieron para enriquecer varias colecciones célebres, influyendo sobre los tipos de mirabia preferidos a partir de centonces (129-38), Dado que, aparte de incluir elementos raros 0 fuera de lo ordinario, las posesiones de Moctezuma se configuran a la manera de microcosmos, todas ellas vienen curiosamente a prefigurar la doble direccion del coleccionismo europeo dun rante el periodo manierista. En la linea de tales similitudes, Todorov coment6 el relieve que da Cortés al “zoolégico” de Moctezuma. Aunque esa clase de institucion no existia todavia en Europa en el tiempo de la Conquista, Todorov observa ciertos paralelismos (pero también diferencias notables) entre el “coleccionismo” de Moctezuma y el prac. ticado por los Papas desde el siglo XV (The Conquest of America 109-10). © Véase también: “Y no le parezca a Vuestra Alteza fabuloso lo que digo, pues es verdad que todas las cosas criadas ansi en la tierra como en la mar de que el dicho Mu teeguma pudiese tener conoscimiento tenia contrahechas muy al natural asi de oro y de plata como de pedreria y de plumas en tanta perficién que casi ellas mismnae parescian ...” (28031), 192 JORGE CHECA cién queda topograficamente plasmada en la estructura radial de la ciudad (hecha asimismo centro 0 microcosmos de realidades mas ex- tendidas y desperdigadas por otros territorios), pero halla también su correlato en el doble movimiento (centripeto y centrifugo) de los es- Pafioles durante la primera fase de la Conquista (cuando Cortés ocupa Tenochtitlan “pacificamente”). Ademas de usurpar entonces el papel de Moctezuma, Cortés tiene plena conciencia de que ha alcanzado la cabeza de un nuevo Imperioy que, por tanto, posee la clave para hacer suya la totalidad de lo que la capital representa a través de su figura rectora. Es, de ahi, apropiado que, tras consolidar provisionalmente Jos espafoles su dominio sobre Tenochtitlan, el depuesto Moctezuma ordene, a instancias de Cortés, la confeccién de un mapa: otro modo de representacién, dirigida en este caso no tanto a la exhibicién como ala btisqueda de poder y riqueza en forma de oro. Si el oro prometido en el mapa no se encuentra ahora en el interior sino en el exterior de Tenochtitkén, su localizacién s6lo puede asegurarse mediante el do- minio de ese centro de irradiacién simbélica. La representaci6n politica y sus Usos -y también porque teniéndole conmigo to- das las otras tierras que a él eran stibditas vernian més aina al conoscimiento y servicio de Vuestra Majestad .. (214) Pronunciada en referencia a la prisin Moctezuma, esta frase denota con claridad cémo la Segunda carta de relacién frecuentemente esta- blece una correspondencia entre las cualidades representativas del espacio geografico de la Conquista y el tipo de relaciones formula- das y, segtin veremos, prescritas en el texto. Dicha homologacién ex- tiende a la persona del gobernante las caracteristicas asociadas a los lugares mas emblematicos o deseables de Tenochtitlan, con el efecto de que tanto el lider como sus dominios no sélo se erigen en partes definidoras € inclusivas de las totalidades que representan, sino tam- bién en condicién de su misma existencia. La recurrente condensacién del todo en Ia parte determina que el autor de la Carta conceptualice larealidad aplicando a ella repetidamente la figura retérica de la sinéc- doque, y valiéndose ademés, en los planos sintactico y semantico, de estructuras condicionales. En semejantes mecanismos de textualiza- ci6n, el elemento representativo que define la sinécdoque es literal- MLN 193 mente fundamental por cuanto resulta insustituible de cara al éxito de determinadas empresas. A las razones, arriba citadas, de Cortés para defender el cautiverio de Moctezuma, podrian afiadirsele otros muchos ejemplos, entre los que se cuentan los motivos expuestos por el autor para conservar a cualquier precio la hegemonia sobre Tenochtitlan, o para lamentar luego su caida inminente: “mayor- mente que perdida aquélla, era perdida toda la tierra” (255); “...y se perdia la mas noble y mejor cibdad de todo lo nuevamente descu- bierto del mundo, y ella perdida, se perdia todo lo que estaba ganado por ser la cabeza de todo y a quien todos obedescian” (267-68). En es- tricta analogia con el valor militar y politico de Tenochtitlan, Cortés determina el precio de su frustrado asesinato a manos de los par- tidarios de Vélazquez y Narvaez reproduciendo el siguiente argu- mento: “Porque decian que muerto yo era su fecho acabado” (260). Y dentro de la misma linea, aunque ahora aplicada a los aztecas suble- vados después de la Noche Triste, Cortés nota como a raiz de la muerte de una persona “prencipal dellos” (....) “cesé toda la guerra” (286). Al privilegiar la figura del representante como sujeto dotado de au- toridad legal y factica en los grupos que reconocen ese papel, Cortés destaca su propia trascendencia en las operaciones de la Conquista. De un modo general, la Carta proclama que México, el espacio de la representaci6n, tinicamente puede ser regido a través de un repre- sentante cualificado para las tareas de mando.” Mas especificamente, el documento se esfuerza por patentizar que hay distintos grados de representacién politica, y que unos ganan en eficacia y legitimidad a otros. Dentro de México, Cortés se autoconfiere el puesto supremo en esta jerarquia; ya cuando desautoriza de plano las pretensiones de los partidarios de Diego Velazquez, o cuando matizadamente describe los complejos mecanismos a través de los cuales sanciona una idea ema- natistadel poder, constituida por una serie de delegaciones. Pero cabe agregar ahora que, si bien implementadas en México, tanto las pre- rrogativas de autorizar y desautorizar como las de delegar y distribuir el mando no tienen alli, para Cortés, su referente iiltimo. Reposan, en 7 Puede aqui aplicarse a Cortés la siguiente reflexién de Bourdieu, cuyos ensayos con- tenidos en Language and Symbolic Power me han sido de suma utilidad a la hora de ela- borar los parametros tedricos de este trabajos. Glosando una cita de Nieusche (EI An. ficriso), Bourdieu afirma: “...What Nietzsche is suggesting is that in order to consecrate himself as a necessary interpreter, the intermediary must produce the need for his own product. And in order to do that, he must produce the difficulty that he alone will be able to solve” ("Delegation and Political Fetichism” 210). 194 JORGE CHECA cambio, en la persona, territorialmente lejana, del Monarca desti- natario de la Carta, cuya presencia simbélica Cortés convoca a fin de justificar su empresa. Se prolonga asi la cadena de la representacion Politica. Ademas de encarnar las facultades ejecutivas que sus subor- dinados y los pueblos sometidos a su genio militar le otorgan, el mismo Cortés se erige en intérprete y portavoz de la supuesta voluntad regia. Ciertos pasajes de la Carta describen con evidente orgullo la estruc- tura piramidal de sustituciones promovida por Cortés: Ytomado el parescer de Muteecuma, puse en nombre de Vuestra Alteza en aquel sefiorio a un hijo suyo que se decia Cocuzcacin, al cual hice que to- das las comunidades y sefiores de la dicha provincia le obedesciesen por sefior fasta tanto que Vuestra Alteza fuese servido de otra cosa. Yasi se hizo, que de alli adelante todos lo tuvieron y lo obedescieron por sefior como al dicho Cacamacin y él fue obidiente en todo lo que yo de parte de Vuestra Majestad le mandaba. (226) En el episodio aqui referido, Cacamacin (o Cacama) acaba de re- belarse contra la autoridad de Moctezuma y, por extension en este punto, contra la de Cortés. Pidiendo la opinion de Moctezuma sobre el camino a seguir tras la captura del rebelde, Cortés asegura el respeto y la confianza de quien ahora es su subordinado, sin que lesione por ello la relaci6n de “servicio” recién establecida entre el lider azteca y elespaiiol. De hecho, el que Moctezuma sea ahora consejero ocasional de Cortés, posee la ventaja adicional de que la recomendacion se base en una experiencia directa de cuanto pueda resultar mas conveniente para el gobierno, disminuyéndose asi la excesiva separacion (fisica y cultural) de Cortés respecto al “sefiorio” sublevado. Dicha distancia se aminora ademas en la practica cuando, atendiendo el parecer de Moctezuma, Cortés se vale de Cocuzcagin: un nuevo intermediario al cual obedecen a su vez todos los “sefiores” de la provincia por ser su Padre el mismo Moctezuma, Pero igual que los “sefiores” se pliegan a los mandatos de Cocuzcacin, que Cocuzcacin es inferior a Moctezuma, y que éste depende de Cortés, el conquistador dice actuar en nombre de “Vuestra Majestad” Carlos V, definitive eslabon humano en una larga concatenacién jerarquica® Las hipotéticas virtudes de una intrincada trama representativa en ® Merrim nota el “Yaciamiento” simbélico a que Cortés somete su identidad en la Se. gunda carta: “He empties his ‘sel’ of personal interests and motivations and fills his ‘T” with those he presumes to be of the other” (“Ariadne’s Thread” 63). Posteriormente Me- rim observa que este proceso se extiende incluso fuera del mundo humano, al auto- rrepresentarse también Cortés como instrumento de la Providencia divina (75). MLN 195 las labores de conquista, pacificacién y preservacion de un territorio se ponen aqui de relieve. Sin embargo, el texto no pasa por alto, ni mucho menos, la fragilidad de un sistema que, aun siendo sin duda necesario desde el punto de vista de Cortés (dadas las condiciones geo- politicas de México), ofrece numerosos flancos débiles. En este sen- tido, es incluso posible afirmar que, sin proponérselo, la Segunda carta explora de manera consistente y sutil muy variadas facetas practicas de la idea politica de representacién. Entre sus aspectos conflictivos, debe también recordarse un evento significativamente soslayado en Ia Carta. Me refiero a que los espaiioles empiezan a perder el dominio de Tenochtitlan cuando Pedro de Alvarado ejerce imprudentemente la funcién de delegado de Cortés (una vez que el conquistador aban- dona la capital para oponerse a quienes, instigados por Velizquez, le disputan precisamente a Cortés su papel de representante).? No se tata simplemente, en el caso de Alvarado, de una quiebra accidental y esporadica; pues si representar conlleva asumir el puesto de un su- perior ausente, el sustituto se ve a menudo relativamente libre para imponer sus apetencias y criterios particulares. Ya incluso en sus origenes, la conquista de México se configura a base de rupturas de esta clase, con la sucesiva imposicién de renova- dos vinculos jerarquicos. Espléndidamente lo detalla un famoso tra- bajo de Frankl, quien sefiala cémo el propio Diego Velazquez, supe- rior de Cortés en la Isla Fernandina (Cuba), se independiza de Diego Coldn, legitimo encargado (por herencia) de colonizar las tierras a descubrir. Cortés, entonces, muestra Frankl, ocupa ante Velézquez un lugar semejante al del mismo Velazquez respecto a Diego Colén, en la medida en que el futuro conquistador de México pretendera la san- cion real de prerrogativas ajenas a su condicién subordinada (“Cortés y la tradicion de las Siete Partidas” 17 y 20). Puesta en marcha la Con- quista, lasambiguas posibilidades de interpretar y, como enseguida ex- plicaré, de usar la representaci6n seran factores determinantes en la pugna entre espafioles y nativos. Seran, al mismo tiempo, armas que nivelan simétricamente los procedimientes y las tacticas de los dos bandos. En el lado de los nativos, las evidentes dificultades de implementar de modo eficaz la representacién parecen a veces esgrimirse como 9 Frente a la version comiinmente aceptada de que los espafioles pierden Tenochti- én cuando Alvarado ordena una matanza en el templo mayor de la capital, la Segunda carta desplaza la culpa a Velazquez (Pastor 105-11). La distorsién no deja de ser conse- cuente con que Velazquez sea para Cortés un “falso” representante de la Corona. 196 JORGE CHECA ncia. Asi, en su camino tamente un intento de sajeros Je res- coartada una vez que fracasa el recurso a la viole hacia Tenochtitlan, los espafioles sofocan cruentamer resistencia, y al pedir luego Cortés explicaciones a “ciertos mens: que dijeron ser de los seftores de la provincia,” Jos interlocutores le ponden “que los dichos sefiores no sabjan nada de lo que aquéllos habian hecho, que eran comunidades y sin su licencia lo habian he- cho” (175). Es interesante notar que, en un gesto tipico, Cortés da por buena la explicacién sin entrar en mas pesquisas; simulando aceptar de Ileno la dudosa sinceridad de los mensajeros, el conquistador evita las consecuencias, politicamente arriesgadas, de verse obligado a eje- cutar un castigo sanguinario (y ello por mucho que Cortés sospeche que los emisarios mienten, lo mismo que éstos no pueden sino cues- tionar la aparente confianza de Cortés ante sus palabras). De cualquier manera, tenemos aqui un situacién donde los representantes (no di- rectamente ademas, sino a través de mensajeros) se autoeximen de culpa, alegando el obrar independiente de “comunidades” rebeldes.!° Un ejemplo slo externamente opuesto al anterior (pero que en el fondo denota un idéntico empleo de la representacién como coar- tada) lo ofrecen los habitantes de Cholula, cuando, tras ser derrota- 10 Estimo aqui importante corregir algunas tajantes afirmaciones de Todorov, referi- as a las distintas visiones del lenguaje en aztecas y espafioles. Todorov, en efecto, sostiene: “Everything happens as if, for the Aztecs, signs automatically and necessarily Proceed from the world they designate, rather than being a weapon intended to ma- nipulate the Other” (The Conquest of America 89-90). Esta vision se opondria a la de los espaiioles y europeos en general, donde predomina una actitud performativa dirigida ala actuacién sobre los otros (92). En apoyo de sus tesis, Todorov menciona una cita de Bartolomé de la Gasas, quien contrasta la duplicidad de los espafioles y su frecuente in- ‘cumplimiento de la palabra dada con la conducta mas sincera de los indigenas (90) ‘Textos, sin embargo, como las Cartas de Cortés problematizan la division de Todorov, [pues en ellas el conquistador aparece continuamente leyendo ¢ interpretando signos intencionalmente engafiosos producidos por sus enemigos. Asi (de los muchos ejem- plos que podrian aducirse), poco antes de que Cortés entre en Tenochtitlan, enviados de Moctezuma le advierten “que no curase de ir a su tierra porque era estéril y pade- ceriamos necesidad” (197). Tampoco ahora Cortés hace visible su incredulidad ante el ‘mensaje, sino que, superando mas bien la astucia de los enviados, opta por hacer valer su papel representativo: “Yo le respondi que la ida a su tierra no se podia escusar porque habia de inviar dél y della relacidn a Vuestra Majestad . ..” (197). En resumidas cuen- tas, parece que Todorov se hace eco de una imagen “inocente” y primitivista asociada a veces a pueblos no europeos, y minimiza el peso de la evidencia textual que no se ajusta a tal estereotipo. Otra cosa es que Cortés haya podido exagerar el componente “po- litico” € insidioso de sus adversarios a objeto de resaltar, por comparacién, el suyo propio, En cualquier caso, Cortés define en su texto, segtin ampliaremos enseguida, un espacio de relaciones ‘ado él maquiavélicamente imbuido de la necesidad de engaiar al contrario so pena de ser burlado por éste. Acerca de semejante concepcién en Maquiavelo, véase Rebhorn (particulamente capitulos 1 y 5). MLN 197 dos, Cortés les interroga sobre su actitud beligerante: “Y me respon- dicron,” escribe Cortés, “que ellos no tenian la culpa, porque los de Culiia, que son vasallos de Muteecuma, los habian puesto en ello” (194). Ahora, en vez de los representantes, son los representados quienes transfieren a otra instancia la iniciativa del comportamiento violento que reprueba el conquistador.)! Habil manipulador él mismo de las indeterminaciones de la repre- sentacién, Cortés se esfuerza en notar cémo Moctezuma se sirve tam- bien de ellas para alimentar sus intereses. La reprobacién por Cortés del doble juego de su adversario durante los sucesos de Cholula crista- liza, asi, en una queja explicita: “Y que no me parescia que era hecho de tan grand sefior cémo él era inviarme sus mensajeros y personas tan honradas como me habia inviado a me decir que era mi amigo y por otra parte buscar maneras de me ofender con mano ajena para se escusar él de culpa si no le suscediese como él pensaba” (196). Poste- riormente, y asentados ya los espafioles en Tenochtitlan, la duplicidad de Moctezuma obtendra de Cortés una respuesta més sutil, con oca- sin de la revuelta, igualmente reprimida, de Qualpopoca. Al infe- rir, por medio de tortuosas averiguaciones, que Qualpopoca, lejos de alzarse por su cuenta, se ha sublevado en cuanto “vasallo” fiel aMoctezuma, Cortés ordena la prision del presumible instigador, aun- que disponiéndola de tal manera que Moctezuma no aparece del todo ante los suyos como un cautivo. Con ello logra Cortés varios objetivos: ala vez que refuerza su dominio directo sobre Moctezuma, consigue que la cadena de la representacion no se fracture (los aztecas son mas propensos a acatar el gobierno de los espaiioles si éste se ejerce me- diado y sancionado por el lider depuesto); finalmente, razona Cortés, caso de que los antiguos sibditos de Moctezuma no queden satisfe- chos de algunas disposiciones del reciente orden instaurado, Moctezuma esta siempre en condiciones de preservar su imagen “con 1 Bp las intrincadas relaciones entre representaci6n politica y violencia exploradas por la Carta, cabe ademas apreciar que uno de los motivos por los cuales espafioles ¢ in- Gigenas aceptan muchas veces las ficciones o las coartadas representativas del bando ene- sigo es justamente la conciencia de que la negativa total aaceptar la representacién da lugar a la guerra sin cuartel. Segtin la Carta, los aztecas tratan de evitar el extremo de cesta confrontacién absoluta hasta que se produce la muerte de Moctezuma. Entonces se quiebre un clemento mediador crucial en el sistema representativo impuesto por Cortés, y los aztecas se muestran por primera vez dispuestos a asumir el riesgo de su des- truccion colectiva: “La respuesta suya era que me fuese y que les dejase la tierra y que Tuego dejarian la guerra, y que de otra manera que creyese que habian de morir todos ‘dar fin de nosotros” (273). La ruptura de la representacién queda asi vinculada a la muerte, 198 JORGE CHECA respondelles que no estaba en su libertad,” y asi “se podria escusar y exemir dellos” (218). Una idea representativa del poder como la plasmada en la Segunda cartaes, en suma, susceptible de movilizar todo un arsenal de argues Esto quiere decir que el principio representativo, por ser dictil y mol- deable, se halla frecuentemente listo para ser usado| ‘conforme ala tac- tica precisa en cada momento, velando simultaneamente los intereses subyacentes que sublima. En Ja acepcién ahora expuesta, usar la re- Presentacién implica, por tanto, escudar determinadas maniobras bajo un concepto abstracto y normativo, cuya aparente objetividad €sca-motea impulsos 0 necesidades individuales menos confesables. Una concisa tesis de Greenblatt expone bien, a mi entender, el alcance Paraddjico de tal nocién de uso. Casi por definicion, el representante reclama una autoridad legitimadora situada fuera de él. Pero, como indica Greenblatt, en las practicas renacentistas de “automodelacién” 0 self fashioning (donde Cortés por supuesto se incluye) esa fuente ex- terna y absoluta puede conferir al sujeto (aqui en la forma de repre- sentante) la energia simbélica necesaria para efectuar un proyecto propio y también, simultaneamente, ajeno (en cuanto el represen- tante lo realiza en nombre de otro).!2 Aplicdndola especificamente no tanto a la representacién sino a va- lores de indole moral y religiosa (la sinceridad y la piedad, por ejem- plo), fue, segiin se sabe, Maquiavelo el primer gran teorizador del uso en la acepci6n recién expuesta.!° Con ello Maquiavelo aborda, y de paso problematiza, la cuestién de la identidad del sujeto politico. Para el gobernante, escribe el autor florentino en El principe, la cuestion principal no radicaen poser o en rechazar siempre ciertas cualidades unanime y convencionalmente consideradas positivas 0 negativas (es 1? He aquila tesis de Greenblatt, expuesta como una de las condiciones propicias para las practicas de self fashioning que el autor examina en su libro: “Selffashioning for such figures involves submission to an absolute power or authority situated at least partially outside the sel{—God, a sacred book, an institution such as church, court, colonial or military administration” (Renaissance SelfFashioning 9). Greenblatt se situa aqui en una linea similar a la de Bourdieu en sus reflexiones sobre los mecanismos de autorizacién del representante politico (Ia cita es continuaci6n de la reproducida en la nota 6): “The delegate thus performs—to quote Nietsche again—a ‘transformation of himself into something holy.’ To enable his necessity to be fully felt, the delegate thus resorts to the strategy of ‘impersonal duty"” (“Delegation and Political Fetichism” 210). 'S La mayorfa de los estudiosos modernos de Cortés han glosado (si bien desde pun- tos de vista distintos al adoptado en mi trabajo) varios componentes maquiavelicos del Pensamiento y la actuacién del conquistador. Asi Elliott (33-36), Todorov (116), Pastor (124), Merrim (78), MLN 199 decir, no consiste en sersincero, virtuoso 0 incluso malvado). Importa, més que nada, saber usar tales valores (0 antivalores); aparentar abra- zarlos s6lo cuando convenga, dosificando ademas su exhibicién piib- lica.!4 El célculo del gobernante transforma entonces el concepto abs- tracto y metafisico en una suerte de bien “econémico” o mercancia, que se invierte de una u otra forma en funcién de las circunstancias. Semejante criterio de uso “mercantil” ayuda, por cierto, a explicar par- cialmente la indeterminacién en El principe del término virté, un don inexcusable en el disefio maquiavélico del politico capaz. Pues la virtit no puede eliminar los vaivenes caprichosos de la fortuna (su nocién antitética € inseparable), el ejercicio de la virtii conlleva la habili- dad proteica para adaptarse a coyunturas inesperadas. Un comporta- miento homogéneo daria lugar a reacciones acaso coherentes con el sujeto estable que las produce, mas no con las exigencias de una real- idad fluida y contradictoria.’ En cuanto cualidad eminentemente practica y “econémica,” la virti se ejercita en la forma de apuesta o empleo premeditado de un capi- tal de poder susceptible de acrecentarse o de disminuir. Este capital de poder no depende tinicamente de dones intrinsecos, sino ademas de las condiciones, nunca estaticas, del espacio competitivo donde el principe acti, las cuales van fijando el precio y la rentabilidad de cualquier inversion politica. Llegamos aqui a la nocién de campo ela- borada por el socislogo francés Pierre Bourdieau, quien, con precision notable, contempla justamente el poder dentro de los parémetros (re- Iativos y relacionales) de 4mbitos auténomos establecidos en torno a ciertas pautas (variables segiin el campo que se considere).° No en ab- soluto ajeno a las complejas teorizaciones de Bourdieau (aunque sin utilizar todavia, por supuesto, su vocabulario econémico), Maquiavelo definié mucho antes los criterios de la competencia politica moderna 14 sobre el buen 0 el mal usode la crueldad, la fuerza, el dinero y la bondad, vease El prinaipe (capitulos 8, 11 y 14). Esta nocién de uso es, por supuesto, diametralmente dis eota a la manifestada, en la tradicion cristiana, por el pensamiento de San Agustin, donde el buen uso equivale a la correspondencia de objetos € instituciones con el fin para el que han sido divinamente ordenados. Alfonso de Valdés (contemporaneo, por veer, de Maquiavelo) aplica continuamente esta ultima acepcin de uso en su Didlogo de Mercurio y Carén, texto al que luego me referiré. 13 Skinner se referea la asociacién maquiavélica de la virtdcon la “flexibilidad moral” del principe (Maquiavelo 54). Para un estudio detenido de la idea de fortuna en varios scritos de Maquiavelo y su conexién con la virti:como capacidad de adaptacion a lo in- ‘eperado, véase el articulo de Flanagan (particularmente 187-42). Fe Entre los diversos escritos de Bourdieu que se ocupan de este asunto, tomo la no- ‘cién de campo del ensayo “Social Space and the Genesis of "Classes." pial JORGE CHECA una serie de confrontaciones circunscritas al te- en los términos de De una manera intuitiva rreno determinante de su valor especifico. Se Con pero también paradigmatica, la actuacion de Laine quista incorporara los presupuestos basicos del secretarie {OTT ‘Cuando desembarca en las costas de México y emprende la ru c Tenochtitlan, Cortés se topa con un campo politico caracterizado po! relaciones de poder débiles ¢ inciertas (y desde esta perspectiva no del todo diferente al que contempla durante las mismas fechas Maquiavelo en la peninsula itélica). Se trata de un espacio politica- mente fragmentado y en buena medida abierto a la disputa (por mas que el dominio de Moctezuma siga alli prevaleciendo), y donde los vinculos comunitarios amenazan con desdibujarse una vez que en- cuentren el catalizador necesario para ello. No otro es el resultado surtido por la stibita irrupcién de los espafioles, un elemento deses- tabilizador Hamado a trastocar el ya precario equilibrio de fuerzas vi- gente en México y a redefinir incluso la configuracién del campo de relaciones ligado a ese lugar geografico. A lo largo de su empresa, Cortés no se limita, en efecto, a intentar la conquista de un territorio ajeno; impone ademas, para el logro de dicho fin, un nuevo orden simbélico, prescribiendo un vocabulario politico acorde con sus de- signios. Es, de hecho, un lenguaje que, importado desde Espafia, reubica los elementos del ambito indigena dentro de las coordenadas de un sistema diferente. Alli, en el nuevo campo definido por la pre- senciade Cortés, los aztecas son “vasallos” que deben “servicio” a Car- los V, los gobernantes opuestos a Cortés son “tiranos,”y sus enemigos “rebeldes”; la toma de Tenochtitlan se convierte en una cesi6n, y el Moctezuma cautivo no es tanto un prisionero como un “huésped”.!?7 7 En relacién a la subversién simbolica de un orden establecido como antecedente necesario de su subversion factica, escribe Bourdieu: “Heretical subversion exploits the possibility of changing the social world by changing the representation of this world which contributes to its reality or, more precisely, by counterposing a paradoxical pre- vision, a utopia, a project or programme, to the ordinary vision which apprehends the social world as a natural world. The performative utterance, the political prevision, is in itself a pre-diction which aims to bring about what it utters. It contributes practically to the reality of what it announces by the fact of uttering it, of predicting it and making it predicted, of making it conceivable and above all credible and thus creating the cok lective representation and will which contribute to its production” (“Description and Prescription” 128). Son interesantes los puntos de contacto entre esta teorizacin ge- neral sobre el valor prescriptivo y performativo del lenguaje politico y lo que afirma Frankl a propésito de la Primera carta de rlaciin de Cortés: “Esta carta ‘estiliza’ los acon- tecimientos, los transforma segtin cierto esquema ideol6gico y juridico, los falsifica en algtin sentido; pero precisamente esta ‘imagen’ arbitrariamente construida de la reali- dad y el esquema ideolégicojuridico en que aquella imagen se basa (...) serviran en MLN 201 (En el proximo epigrafe observaremos cémo los dos discursos de Moctezuma incluidos en la Carta manifiestan ejemplarmente este tipo de violencia simbilica). Reveladora de la vir maquiavélica de Cortés, el éxito de estas trans- formaciones lingiisticas queda probado, segtin la Carta, en la acep- tacién que parece tener entre los habitantes de México. Por inci- dir directamente en los propios términos definidores de un campo politico, la implantacién de un lenguaje engafosamente descriptivo (pero que en el fondo prescribe como ha de ser la realidad), resulta de extrema importancia para los conquistadores; siempre y cuando, claro esté, dicha operacién simbélica se apoye en otras practicas asimismo regidas por el cdlculo. Piénsese en la faceta militar de la expedicin cortesiana. Aqui, las consideraciones de tipo esencialista (es decir, no basadas en el concepto relativo y situacional de precio) se hacen casi irrelevantes, y la pérdida de un caballo, por ejemplo, suele tener un “coste” superior a la muerte de muchos hombres. La misma violencia represiva se somete incluso a una peculiar economia, de suerte que el criterio para el castigo o para el perdén (y la manera cémo se imple- mentan) depende menos de la gravedad “objetiva” de las faltas per- petradas que de cuestiones coyunturales de conveniencia. Asi, después de la rebelién de Qualpopoca, Cortés manda quemar a los sublevados en una plaza “sin haber alboroto alguno” (217): descartando la ven- ganza ejemplar o, en el extremo contrario, la misericordia (opciones seguidas en otros momentos), el conquistador calcula que ahora rinde mas beneficios la eliminacién callada de sus adversarios.'® En la equiparaci6n de cada acto a una inversion condicionada por circunstancias especificas, Cortés encarna la figura proteica del go- bernante maquiavélico, para quien la absoluta consistencia aboca in- evitablemente al fracaso. Es sin duda més provechoso, atisba Cortés, disolver la identidad en una sucesion de roles, o asumir, segun re- comienda El principe, el papel de zorra o el de leén a tenor del caso ¢l futuro de ideas directrices, tanto en la actuacién de Cortés como en la reproducci6n literaria de la misma por las siguientes Cartas de rlacién” ("Hernan Cortés y la tradicion de las Siete Partidas” 10) 38 Para otros ejemplos de castigos minuciosamente calculados en sus detalles y efec- tos, vednse estas citas: “Y visto, los mandé tomar a todos cincuenta y cortarles las manos, yllos invié que dijesen a su sefior que de noche y de dia y cada y cuando é! viniese verian quién éramos” (179); *Y antes que amanesciese di sobre dos pueblos en que maté mucha gente, y no quise quemar las casas por no ser sentido con los fuegos de las otras poblaciones que estaban muy juntas” (180), 202 JORGE CHECA 18 De hecho, el predominio en Cortés de una serie de que se presente. una caracterizacién imagenes o funciones cambiantes a expensas de ra ‘ fija = sugiere por qué los lectores de las Cartas de relacion Perdinen casi siempre los episodios de la Conquista en su pura exterioridad, s venir acompaiiados de comentarios sobre sus posibles motivaciones in- ternas. Las explicaciones, en efecto, traicionarian la carencia de un fondo estable, y harian demasiado evidente la provisionalidad de cada decisi6n. Pero sila reticencia y el laconismo de Cortés tienden a man- tener en torno suyo un halo de grandeza heroica asociada al misterio, dicha autofiguracién posee también su reflejo especular en la con- ducta, a menudo impredictible y enigmatica, de Moctezuma; con ello se indica que ambos personajes comparten las pautas de engaiio y di- simulo marcadas por el campo donde apuestan sus respectivos capitales. La diferencia entre los dos lideres (o al menos asi quiere Cortés hacérnoslo creer) consiste en que él es mejor jugador que su adver- sario, y tiene ademés un capital (militar, lingiiistico, simbélico) mas rico para invertir. Dentro del capital simbélico de Cortés, constituido en torno a cues- tiones de legitimidad y prestigio, ocupan un puesto sobresaliente sus pretensiones representativas.*° Cortés usa ese papel igual que otros varios, pero con la salvedad importantisima de que la funcion de re- '® En esta version disociada e inarmonica del sujeto politico, Maquiavelo vuelve a sacar acolaci6n su idea de usoa través de una serie de matizaciones, Primero Maquiavelo dice: “Pertanto, a uno principe € necessario sapere bene usare la bestia ¢ l'uomo” (ob- sérvese como incluso aqui Maquiavelo prescinde otra vez de términos “esencialistas,” pues no se trata de que el principe sea bestia u hombre). La frase citada introduce ademas una imagen monstruosa (basada en la coexistencia de elementos contrarios), la cual origina enseguida una referencia al centauro Quirén. Luego, la invitacién maquiavélica a aparecer ocasionalmente como “bestia” da lugar a una segunda subi visidn, constituida ahora por las alternativas de ofrecer antes los demas la figura de la zorra 0 la del le6n: “Sendo, dunque, uno principe necessitato sapere bene usare la bes tia, debbe di quelle pigliare la golpe e il lione” (18.115). Respecto a Cortés, Pastor, por ‘su parte, estudia con detenimiento las variadas facetas (como guerrero, militar, politico, gobernante) empleadas en la autocaracterizacién del conquistador (Discursas narratives 26-43). 2° Sobre el concepto de capital simbilico en Bourdieu, vedse sobre todo “Price Forma- tion and the Anticipation of Profits” (especialmente 72-76). Son varios los momentos en ‘que Cortés (Iuego de sopesar otros posibles costes) opta por tomar determinadas deci- siones con el fin exclusivo de mantener o aumentar ante el enemigo su capital de pres- tigio. Asi, cuando elige cierta ruta a Tenochtitlan: “Pero como ya habiamos publicado ser alld nuestro camino no me parescié fuera bien dejarlo ni volver atrés, porque no creyesen que falta de animo lo empidia (200); 0 cuando, yaal final de la Segunda carta, decide continuar las actividades bélicas (pese a lo adverso de las circunstancias) porque “mostrar a los naturales poco animo, en especial a nuestros amigos, era causa de mas ‘ina dejarnos y ser contra nosotros” (290). MLN a presentante (0 intxmedario entre Cslos Vy sus sibios reas 0 potencies) ex seguramente Ia nica peste alo largo de I Conga, Por trae ademée de una funciin donde, de modo paradijico, lesen se crea tuna idendad a base de obrar en nombee ‘Bena figura de ana ley materialmente ausenes, a representa ‘no ana el jercco de los dems papeles; muy a contraro lo com tiene y seul, hasta joiar neon sus excesos cuando la olecla ‘laments pater parecer demmenaradasfera de semejante Pit {pio exterso. Slo I walldaiin ajo del ejereco representa fhe smiles ls angrsiones de Cortés, ual que su proceder operon, -agias srs hemor nota cémo fa Sunda coi deci nf tia epresemtactn como ekmento “ado” ext atral” dele co pico merino, Inviendose en Ia Carts en andlogo attr representa, Cores dtrara el echo de ques papel. jos i constr unm categoria an natral”oiherente 25 per Soa. esen ead pte de un exptalsinbico agai, que el “Gnqusador ase pars a adguicén de mis poder Con td, el forte atratadr” de Cotes no pore dur de maners com crn fandanens contingent tees. Lo impide en primes {ger el que ot (otblement lo segldores de Welinqesy Nat ‘lr open tepid del conqustadr (yd aia dale de Tas Cot en euant documentos pomion neceatados de apr buen) Una “patric compet ex tambien tnvble por ‘els misnas Carano eden ino alegar que ene aso de ie (Be personajes tinue, Naren Mocterama) la fepreeniacin ‘iplue un meto wl intnena (blamado por Cores cuando ‘aclupe del resto su tes parce. Bn ese plateaiento ‘Chontne de tensoner comaten Ia mieafenion jel desenmase ‘Semen, pues Covers fnrado a supimiren elon ie pt ‘Sir de eno ass rnlcs ago veremos coma, a wanes del inca ‘Bitar te Compciad sente esablecd, por propia Se ‘Fin ort cote Cots yu cesiatano, Car V deviene favo Ego en une spor sols meant Genclogian et poder en a veri propaga rb Send cr de ain Moca luc capreete el pote 3 Coes en dos dcuson que # texto CSAS aiecto, al fuernreprodccones eras de weeNastertteros Novoysouparmeen dele delor oboe se =) JORGE CHECA enn abo de anscipin, ero {Tico ntrayr como, deforma general lot dos dune on nor ‘xpetn deni ind ontipresei 1 teats COE ‘Shon! Artes partment dsrcan cestamente dun eae tne {pte Exceponsinene eign aqui un par destuacones dos $Igsien dint de Crs abi in qe lcongutador absorb ‘uma cs pla sens deg dena yor autor niterrumpi (ue, fonds, slo scot infrmar sobre ntervenciones verbs de otros) Apu, sin embargo, de excepional, dicha e- ‘ependencarevela tambien pronto ser hora dese Gero punto de ‘sta. Tan promo como compretamen que Moctenuma aparece ef ‘leandoerminose ideas ompechosment anes lasde Corte (yal Bape representative que Cots se abuye) se impone la evidenca {ehallaosanteuncercco de venti terra Creo entoncet spropiado confer a Mocinma dels cure el exo, ual iene “Mera” de persone de Crt: etegori agus ‘mente cha por el deseo de marca Ia trcendenci In solemn ‘rem un plano frente, eee chico de dacrson, pate Taundo 4a ver una itervencn sutra deca Loeg duce. ‘moze! posible aleance de la mantra textl a dipueta “Anes de seguir adelante, convene recordar que, en tos dics, Moctenuma arma ver en Cots eva dt igo “eter” stuf primordia) de los dominio srccan.(Moctetun tera uc, dcsendiente de wa dina warpador, ete ala “erdadera Prerrogutvat de ave! Rey ausenteyenilado. iene mance i Pica se identfencon Carlos V). De acuerdo 3! menconado der Dlazamnint, la ule smbe del Corerauorimpone en Moc- {enuma un voeabutario en el que el seni de Geos trios se itr por ompleto, tenemos en cuentas curtanci de ‘uncatin. Lor coneepton sobre todo, de natn") “exenero™ dejan deal aa postin respective de ates ycpafole, para pects implausbles de sta ve —_ ‘ole, tne Borde (Deepen Fe "ap aac en i cls en {eile print iinone Wein (18840) rowed hay i gre trngige coe donee capadedl ae eroeds poten {tae Seon Senn dwn haan ee MLN 205 degra lve ua stcn donde oe ts restansron luc consuls de Tenochiisn er dei, mis poneodores or den): “Muchos dasha que por muestas eripes tenemos Oc feos antepasos noi gue yon todos tox que eet era biamos no somos nature etl sin estranjere) vendow a Mas de pares my extra” (10), "¥tamiaen co que de mtn sntecesores er memora coma newton ne sora natures dest Sierra. (27) La asin as no Hea an fos expafles 4 tun encuentro con lo diferente como aun retorno y 3 una end ‘icin de Te propa" y-nntrlea” rginrtamente poor Y slo prvisionalmentesbandonada durante entre sees "Y pes esas en vera ntralera yen wists cnn, hal desea ‘Sd del eabaje det eaminoy goers que habe tenia (21); °¥ na ‘ects penaaiguna pues extisen moestacaayaturiers (21-13) [tenor de ns plas perfecamenteconsecvene que arsine elsogende dco, Moctema se mpetadfnsvanente Carey, Yle deine representante dzecto del Ser” Carlos V “Ope come hat ag eH ei 7 aed por selor ‘ese de age clas togdery sede ne randy pes ‘Ses mt canyons a pis ec Con independenciade que ambos parlamentsditoronen loa ‘edo empiicaente ex peramense recordar que Corse meas {3st mismo enc eno sand ars conven as alr de Moctenuma, de con patetes vores respecte sts denad Ge Car Tos V se hace eco expictamente tse rer dsc: “oe re onda todo lo que edo astacenda a aquelo que me pares {go conent, on expecal a acre creer que Vues Majed ra {len ellos esjeraban” (212) Peo st obvament el Cars Secon Tendo en ete epodio sabe quel dare de antago ove cr ‘responds verdad, cab panes mama corte en cones on Boctezuma n can fon, dicho de ora manta es ‘cesonar Is faba del MoteromaficticiEn exe eno, Leo Porilaeat que yen el glo XV, Bartolome dla Cass en ‘dada a aparente faa de epuca de Macca leaner aya {os dominion als emiadon de un Rey dexconoido (Qvale (Cortee'29) Agunorcomentarsar moder 00 compare, scm. tar ele monty por Ca Tryon ‘ncn dep Te Cge ra a JORGE CHECA ; persian Contenders i oo i le rs Spas na ceo tamben co pregunta so {el Mowers personae” de la ara no puede sexist, en ‘er de na iad susancl, prt de un capital puesto en ss lo Iie de en, hee ei cain de era aida ‘maquiavélica del campo de relaciones detineado en la Carta, Por qué Chil cntone cto es dacs de Mocs det {2 ami ee (om ma coca de dupa 2 {tienda abeos qu opera ano en congusdore como tn congusadat (nave que pgs ls daca en el coteo fener elogur ts Caron de se Moca oeendre os {one sentey dda dea sneiad mcr eer Iie tan) de cee Menarate eset, modo Se ‘nts sgunon pecs canes La scan ea pre ‘elias por toda a ae act decor y fo de ttmprenca eh camo ni ce per angi favonena,yincamere “hen pa gine cn as Stee pan de Mora (29 ocre ssi de Ou topo nigada egret or Maes on posed oe ‘spun dure 9 utoecland el drden ge propa i xpeditn de Nave) Necessary oa Gans y decade por on ta Isle eh emsaa (Gremosner ae Moca ao rep sae ramen ewe 3660). Stestnepboinenin pe sbnar aie eos de di concen tunno peta de fe en upton inten defor eae, debemos ego pregunove por ue Mocteromas strc dla de Crt tance en barron otc qt elo et es, oprfe mene, ‘sonctinietode Maen un acheter ero Lave pena (ccna noo omen po Cs uo ea onl ates en que Moc eps en er cn Int is nee pon de chad rapes Ooty ‘aloe aeloranent etnces ni vend on va ete talimenor(gusiment encom par nea) Any scetiahs eens gone een ite See MLN o cabo, con Cortés en Tenochtithin, Mocteruma preserva ain una par cela importante de presto dentro de la cadena representativa, y desde este espacio puede itentar todavia, al calor de una copuntira favorable, recuperar el poder que le ha sido arrebatado. En laplasmacidn textual de nos dscursos de historicdad més que

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