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Editorial
Si algún criterio justifica las notas editadas en este Número no es la
particularidad institucional sino el ánimo investigativo que se
despliega en la indistinción de territorios de actuación, como queda
de manifiesto, por ejemplo, en Trabajo, autogestión, territorio.
Cierta tentación de navegar en los bordes de la escuela nos habita.
No para huir de ella sino para pensarla más allá de los confines de un
lenguaje que la encapsula. Las fronteras entre las prácticas son
borrosas, ya no las separan especificidades institucionales. En el
tembladeral se huelen comunes que piden ser nombrados,
politizados. Ese común es en principio una atmósfera del ánimo que
bucea en señales de posibilidad que vuelvan inagotables las
prácticas.
Por eso Tráfico va a la caza de todo lo que porte un valor de
pensamiento. Como lo esboza El desequilibrio de los cuerpos.
Ni anecdotismo, ni novedad piola o copada, ni archivo de sucesos: lo
que traficamos son hipótesis y balbuceos nacidos de las innumerables
pruebas porosas a toda información ambiente.
En las escuelas pasan y se hacen muchísimas cosas interesantes.
Muchísimas más de las que se registran. De las que registran de sí
mismas incluso las mismas escuelas. Muchísimas más de las que se
sistematizan.
Es frecuente asociar la escritura al legajo, el acta, un informe, trabajo,
proyecto, un programa, una planificación… ¿Pero y si por su propia
temporalidad –la del diferido, la de parar, sentarse, lentificar, volver-
los de la escritura fueran los lenguajes de la sistematización y el
registro, la posibilidad de la experiencia?
¿Cómo se cuenta una experiencia?, ¿cómo se dice?, ¿cómo se
comparte?, parecieran preguntarse los integrantes del Colectivo la
Ventana en su encuentro con el Frente de Artistas del Borda en Poné
manicomio, sacá escuela.
¿Con qué lenguajes? ¿Cómo traspasar el automatismo mediático,
académico o escolarizado? Cómo abandonar repertorios saturados
como bullyng, violencia, rendimiento y entrenar una escritura de tipo
narrativo, como podrán apreciar en Batallas cotidianas, desalientos y
líneas de fuga. Una escritura que navega en el continuo del afecto y
la idea. Que no sabe de antemano. Menos preocupada por comunicar
que por encontrarse pensando lo que ignoraba.
En cualquier caso, experiencia es también la experiencia de
preguntarse por la forma de volver pública la experiencia.
¿Aprender qué, cómo, de quién, para trabajar dónde? ¿Qué anima hoy
la invención en una escuela? ¿Cómo se conquista una forma en el
desequilibrio?, ¿qué desequilibrio puede ser el punto de partida para
construir algo? ¿Cómo advertir la trampa del ideal o de la
representación –disciplinamiento o coaching- y leer el saber que
portan los cuerpos de la experiencia?
Algunas de estas preguntas impulsan los textos en esta nueva
entrega de Tráfico de Experiencias.
“No hay poder capaz de fundar el orden por la sola represión de los
cuerpos por los cuerpos. Son necesarias fuerzas ficticias”.
(Paul Valéry)
Trabajo
El CFP24 es una escuela de oficios que parte de poner en
tensión la relación entre educación y trabajo. Su primer gesto
político es profanar lo que se presenta consagrado: ¿Aprender qué,
cómo, de quién, para trabajar cómo y dónde? ¿Y cuánto
realmente hay de propio en el propio hacer? Formar para el trabajo
sin problematizar los mismos términos de la enunciación es forjar
esclavos, de otros o de sus propias vidas. O eternos frustrados
(constructores de malestares, de esos que hoy abundan). Incluso, de
entrada, la relación –permeable hasta la indistinción en el caso de
esta escuela– entre el que sabe y el que aprende mientras que hacen.
Sobre todo, sus vidas. ¿Cómo se hace una vida y qué lugar ocupa en
ella, el trabajo? O más atrás: cómo se constituye materialmente, aquí
y ahora, el trabajo, con su fisonomía polimorfa, monstruosa, siempre
en exceso en relación a las representaciones y los discursos que se
instituyen para capturar las “milagrosas aptitudes de los vivos para
vivir, para habitar lo inhabitable”, como dicen otros amigos 7Véase A
nuestros amigos, del Comité Invisible, Bs-As., Heckt, 2015. Lo
inhabitable es Buenos Aires, o el corazón de cualquier otra
metrópolis.
Proyectos y comunidad
El proyecto es el caballo de Troya dentro del que se ocultan
proliferantes imaginarios, encuentros y haceres. Nombra un deseo y
una disposición, creativa. Pero también una forma de captura: el
proyecto (“de vida”) como unidad de la movilización general bajo la
exigencia contemporánea de hacerse a sí mismo, “yo-marcas” que no
expresan sino el modelo triunfal de la empresa como forma de vida.
Sobre esa tensión la escuela (constelación/patchwork/retazos/vitraux)
apuesta a producir comunidad. O, para decirlo con Lewkowicz, la
escuela sólo tiene un sentido (pedagógico) si participa de
manera activa de la formación de ecologías sociales y
culturales, es decir, si logra forjar las armas necesarias para
intensificar su propia existencia: esta serie de estrategias suelen
reunirse bajo el apelativo genérico de proyectos8 . Palabra clave,
entonces, tanto en empresas como en organizaciones sociales y
derivas individuales, entre nosotros la noción de proyecto implica la
puesta en marcha de tentativas, dinámicas colaborativas;
concertación de fuerzas durante determinado tiempo que permiten
articular energías y procesos de aprendizaje, creación y modificación
de un estado de cosas, y en especial de los modos de vida de los
directamente involucrados. Y no hay proyecto que no entrañe
una ficción verdadera: la (auto)fabulación es un elemento
constitutivo, así como la propensión a contagiarse (o
enojarse), que permite abstraerse de la indiferencia y del
cinismo ambiente.
Dinámicas constructivistas desde el conflicto o las ganas que dan
lugar al despliegue de comunidades experimentales que comparten
un hacer común, una producción colaborativa en acto. Proyectos que
cobran la forma de redes, incluso de rizomas: conjuntos abiertos no
codificables a partir de los gestos y operaciones propiamente
“modernas”, soberanistas o disciplinarias. Proliferación de modos de
hacer, de afectos, de conexiones que inician e incentivan momentos
de conversación e improvisación, de invención de formas de vida en
común.
Autogestión y cooperación
Conquista y necesidad, autogestión remite a un modo de organización
en el que sus participantes –en este caso, docentes, estudiantes y
vecinxs– se implican en un número creciente de decisiones que hacen
al funcionamiento institucional, cooperan y fortalecen un proyecto
común como modo (político) de potenciarse a ellos mismos.
Territorio
El CFP 24 se recorta sobre el territorio como un nodo de resistencia
más de una red difusa pero con activas y creativas dinámicas de
cooperación y de lucha. Es agenda cultural y comunitaria con los más
próximos y red de experimentación política a lo largo del país. Las
posibilidades son infinitas, como las potencias. Uno nunca sabe lo
que una escuela que muta puede. El sentido más obvio tiene que
ver, precisamente, con asumirse como una institución territorial,
situada, que funciona y hace su historia bajo condiciones no elegidas
–como diría un Marx de vulgata–, pero sobre las que construye un
tiempo y un espacio singular. A esa capacidad y tensión entre lo
instituido y lo instituyente se podría llamar territorio, en una
declinación que la aproxima al sentido que suele dársele cuando se
habla de animales territoriales. Si la institución remite a la
reproducción de un orden social, el territorio lo vuelve sitio en
disputa.
Nodo, entonces, de una red difusa que se actualiza cada vez que se
conquista un hacer común, un devenir común. Una red que nunca
está dada y que jamás se reduce ni a opción ideológica ni a meras
afecciones electivas, y que experimentan con las fuerzas materiales
que permiten contrarrestar la pulsión de muerte que porta en sí toda
institución: la tendencia conservadora y empobrecedora a cerrarse
sobre sí mismas, a ahogarse en su propio vómito. Por el contrario,
asumirse parte de un territorio a construir –no necesariamente físico y
naturalmente problematizador– implica la disposición a componerse
con otras fuerzas, a afectar y ser afectado y a transformarse a partir
de esas afecciones. A volverse común, comunidad.
Notas
Experiencias de lecturas
Huellas en el agua
“Si los ríos y los mares son superiores a los arroyos, es porque saben
mantenerse siempre más abajo que éstos. Por eso reinan sobre ellos”
“No hay nada en el mundo entero más blando y débil que el agua. No
obstante, nada como ella para erosionar lo duro. El agua no es
sustituible. Lo débil… Más
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