Está en la página 1de 2

La literatura norteamericana contemporánea alcanza su plenitud en los años que

transcurren entre las dos guerras mundiales de este siglo. Para los historiadores y críticos
este es un período de gran florecimiento, una verdadera “edad de oro” en la que las letras
norteamericanas se afianzan definitivamente como expresión Autónoma y original dentro
del mundo de la literatura anglosajona y, por extensión, dentro de la literatura occidental.
Si escritores como Truman Capote, Saul Bellow o Norman Mailer no hicieron de Europa
su segunda patria, es porque hubo en los años veinte una “generación perdida” que sí lo
hizo; y si hoy resulta inconcebible, como fenómeno cultural, que surjan casos como los
de Henry James o T.S.Eliot- autores que, en distintos momentos, se vieron en la necesidad
de acogerse a la tradición de la literatura británica- es porque la literatura norteamericana
cuenta ya con su propia tradición. Ello no quiere decir, claro está, que el escritor
norteamericano contemporáneo haya renunciado al patrimonio de la literatura
anglosajona y aun europea; ocurre, sin embargo, que después de la Segunda Guerra
Mundial éste escritor cuenta con modelos propios y de una extraordinaria riqueza: son los
que se derivan de la obra de un Ezra Pound, de un O’Neill, de un Hemingway, de un Scott
Fitzgerald, de un Faulkner, por citar los nombres de algunos de los grandes escritores de
este fecundo periodo de entreguerras.

Los años veinte se caracterizan, pues, por la aparición, en el panorama literario


estadounidense, de una serie de autores de primera línea, tanto los campos de la poesía
como del teatro y, especialmente de la narrativa. Englobar a este conjunto de autores bajo
la etiqueta de “generación perdida” ideada por Gertrude Stein (1874-1946), sería a todas
luces excesivo. Y, sin embargo, la expresión está cargada de sentido, no sólo para hacer
referencia al numeroso grupo de escritores- desde Ezra Pound a Henry Miller- que se
instalan en París y en otras capitales europeas en esa época, sino también en el momento
de apuntar a un fenómeno mucho más generalizado que es el del desarraigo del escritor
norteamericano de entreguerras. Desarraigo que es consecuencia, a su vez, tanto de una
actitud crítica con respecto a la pujante sociedad norteamericana, inmersa en una
expansión económica sin precedentes hasta la crisis de 1929, cuanto de una ausencia de
directrices-de tradición, en suma, como se ha dicho-. La “edad de oro” de la literatura
norteamericana contemporánea sobreviene, por tanto, como resultado de las tensiones
aquí apuntadas y merced al esfuerzo que realizan por superarlas una serie de autores,
notables en su conjunto y geniales de sus individualidades. IX

Francis Scott Key Fitzgerald es, con Hemingway, el gran novelista de la «generación
perdida». La juventud, el dinero, el éxito son los grandes temas de sus novelas; mediante
ellos evoca las promesas del «sueño americano», al tiempo que testimonia la frustración
por su no cumplimiento. Escritor de temperamento y de raíces románticas, -la moderna
investigación ha puesto de relieve su deuda con Keats, Swinburne y Rupert Brooke, entre
otros-, Scott Fitzgerald dio expresión en sus mejores novelas, al carácter ilusorio de los
ideales de la sociedad norteamericana de los años veinte.XVII
El gran Gatsby es una obra clásica de la literatura norteamericana. Su aparición en 1925
fue saludada de una forma entusiasta por un crítico tan exigente como T.S. Eliot. Novela
romántica por excelencia, narra la historia de Jay Gatsby, un hombre que lo ha tenido
todo salvo lo que más desea: el amor de una mujer llamada Daisy. La vida de Gatsby se
cifra en la consecuencia de este sueño imposible, que sólo la muerte puede destruir. XVII

A sangre fría es una novela no ficticia, por utilizarla alambicada expresión que Truman
Capote empleó para definir este minucioso relato en el que se reconstruye un atroz y real
asesinato: el de una familia de granjeros de Kansas, los Clutter, en manos de dos
psicópatas, Dick Hickock y Perry Smith. Narrada con técnicas periodísticas, A sangre fría
es un libro estremecedor porque presenta la otra cara de Norteamérica, el lado enfermo
de una sociedad opulenta que no admite las monstruosas deformaciones que ella misma
produce.XXI

También podría gustarte