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No son muchas las fuentes escritas que tenemos acerca de la mitología maya, debido a que los
españoles quemaron muchas de éstas. Contamos por tanto con pocos textos relacionados con
los mitos de esta civilización, y quizá uno de los más importantes sea el Popol Vuh. Este texto
se escapó de la quema española y gracias a ello podemos conocer mitos como el de la creación
del hombre y el mundo.
Al parecer, según cuenta el Popol Vuh, al principio todo era un gran vacío sin vida, pero un día dos
dioses, Tepeu y Kukulkán, decidieron que era el momento de crear el mundo. Crearon así la
tierra y el mar, dejando paso a la vegetación. Surgieron los árboles y también la tierra para poder
cultivar alimentos, flores y plantas. Estos primeros pasos llenaron el mundo de olores nuevos y
gran colorido.
Posteriormente, una vez creado el entorno, decidieron que era el momento de tener seres que
pudieran venerarlos como creadores del mundo. Fue en este momento cuando hicieron a los
animales, grandes y pequeños, de todas las clases y colores. No obstante, cuando terminaron su faena
pidieron a estos que los alabaran, y cuando descubrieron que solo eran capaces de emitir sonidos
inteligibles se enfadaron. Que seres tan ingratos e inútiles, ¡no eran capaces de venerar a sus
creadores! Decidieron por tanto castigarlos, a partir de ese momento se matarían y alimentarían
unos de los otros.
Este fracaso no los detuvo, decidieron crear el primer proyecto de ser humano. El problema fue que al
hacerlo de barro los resultados fueron bastante malos, este hombre no se tenía bien en pie, la lluvia lo
deshacía, no era capaz de reproducirse ni hablar, fue por tanto un intento frustrado. A pesar del
nuevo fracaso, los dos dioses no se dieron por vencidos, crearon un nuevo ser, hecho esta vez de
madera. Estos hombres sí que pudieron andar, se reprodujeron y poblaron la tierra. Pero que
sorpresa se llevaron cuando se dieron cuenta de que estos seres no tenían memoria, no tenían alma y
por tanto no eran capaces de recordar quienes habían sido sus creadores. Tepeu y Kukulkán se
enfadaron nuevamente y decidieron enviar un diluvio (el diluvio universal) que terminaría con estos
hombres de madera tan ingratos. La mayoría murieron, y los que se salvaron fueron transformados
en seres más primitivos, los monos.

Finalmente cuando los animales llevaron maíz rojo y blanco a los dioses, Tepeu y Kukulkán
pensaron que sería buena idea hacerlo de este material, crearon la carne con el maíz blanco y la
sangre con el maíz rojo y así, como último intento, surgieron 4 hombres distintos. Esta vez los dioses
se habían superado, este nuevo ser tenía una inteligencia abrumadora. Lo conocía todo, lo observaba
todo, lo entendía todo. Parece ser que la perfección de su criatura tampoco terminó por satisfacerlos,
no podían permitir que existiera un ser tan sumamente inteligente, casi tanto como un dios, por este
motivo decidieron nublar su vista para que no pudiera ver más allá de lo que tenía delante. Ahora los
dioses estaban contentos, habían logrado el éxito que esperaban desde un principio, solo faltaba crear
a la mujer, y lo hicieron de la misma forma y con el mismo material. A partir de ese momento
comenzaron a reproducirse y a poblar el mundo creado por Tepeu y Kukulkán, y fueron capaces de
alabarlos y satisfacer sus necesidades divinas.

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