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La Misa en la Biblia

En este breve compendio,


basado en el documento “A Biblical Explanation of the Mass” del Dr.
Brant Pitre podrás encontrar algunas de las muchas fuentes bíblicas
de la Santa Misa.

1. Ritos Iniciales

La Procesión – Moisés entra en la Tienda


Tomó Moisés la Tienda y la plantó para él a cierta distancia fuera del
campamento; la llamó Tienda del Encuentro. De modo que todo el
que tenía que consultar a Yahveh salía hacia la Tienda del
Encuentro, que estaba fuera del campamento. Cuando salía
Moisés hacia la Tienda, todo el pueblo se levantaba y se
quedaba de pie a la puerta de su tienda, siguiendo con la
vista a Moisés hasta que entraba en la Tienda. Y una vez
entrado Moisés en la tienda, bajaba la columna de nube y se detenía
a la puerta de la Tienda, mientras Yahveh hablaba con
Moisés. Todo el pueblo veía la columna de nube detenida a la
puerta de la Tienda y se levantaba el pueblo, y cada cual se
postraba junto a la puerta de su tienda.Yahveh hablaba con
Moisés cara a cara, como habla un hombre con su amigo. Luego
volvía Moisés al campamento, pero su ayudante, el joven Josué, hijo
de Nun, no se apartaba del interior de la Tienda. (Éxodo 33,7-11).

“Señor, Ten Piedad” (Kyrie Eleison) – Jesús y


el Hombre Ciego
Cuando salían de Jericó, le siguió una gran muchedumbre. En esto,
dos ciegos que estaban sentados junto al camino, al enterarse que
Jesús pasaba, se pusieron a gritar:«¡Señor, ten piedad de
nosotros, Hijo de David!» La gente les increpó para que se
callaran, pero ellos gritaron más fuerte: «¡Señor, ten piedad de
nosotros, Hijo de David!» (Mateo 20, 29-31).

Gloria a Dios en el Cielo (Gloria) – Ángeles y


Pastores Dan Gloria a Dios
Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió
en su luz; y se llenaron de temor. El ángel les dijo: «No temáis, pues
os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha
nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo
Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en
pañales y acostado en un pesebre.» Y de pronto se juntó con el
ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios,
diciendo: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los
hombres en quienes él se complace.» Y sucedió que cuando
los ángeles, dejándoles, se fueron al cielo, los pastores se
decían unos a otros: «Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que
ha sucedido y el Señor nos ha manifestado.» Y fueron a toda prisa,
y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al
verlo, dieron a conocer lo que les habían dicho acerca de aquel niño;
y todos los que lo oyeron se maravillaban de lo que los pastores les
decían. María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las
meditaba en su corazón. Los pastores se volvieron glorificando
y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto,
conforme a lo que se les había dicho. (Lucas 2, 4-20).

2. Liturgia de la Palabra

De Pie para la Lectura del Evangelio – Los


Israelitas Permanecen de Pie para la Lectura
de la Torah
Todo el pueblo se congregó como un solo hombre en la plaza que
está delante de la puerta del Agua. Dijeron al escriba Esdras que
trajera el libro de la Ley de Moisés que Yahveh había prescrito a
Israel. Trajo el sacerdote Esdras la Ley ante la asamblea,
integrada por hombres, mujeres y todos los que tenían uso
de razón. Era el día uno del mes séptimo. Leyó una parte en
la plaza que está delante de la puerta del Agua, desde el
alba hasta el mediodía, en presencia de los hombres, las
mujeres y todos los que tenían uso de razón; y los oídos del
pueblo estaban atentos al libro de la Ley. El escriba Esdras
estaba de pie sobre un estrado de madera levantado para
esta ocasión; junto a él estaban: a su derecha, Matitías, Semá,
Anaías, Urías, Jilquías y Maaseías, y a su izquierda, Pedaías, Misael,
Malkías, Jasum, Jasbaddaná, Zacarías y Mesul-lam. Esdras abrió el
libro a los ojos de todo el pueblo – pues estaba más alto que
todo el pueblo – y al abrirlo, el pueblo entero se puso en pie.
Esdras bendijo a Yahveh, el Dios grande; y todo el pueblo,
alzando las manos, respondió: «¡Amén! ¡Amén!»; e
inclinándose se postraron ante Yahveh, rostro en tierra. (Josué,
Baní, Serebías, Yamín, Aqcub, Sabtay, Hodiyías, Maaseías,
Quelitá, Azarías, Yozabad, Janán, Pelaías, que eran levitas,
explicaban la Ley al pueblo que seguía en pie.) Y Esdras leyó
en el libro de la Ley de Dios, aclarando e interpretando el
sentido, para que comprendieran la lectura.Entonces
(Nehemías – el Gobernador – y) Esdras, el sacerdote escriba (y los
levitas que explicaban al pueblo) dijeron a todo el pueblo: «Este día
está consagrado a Yahveh vuestro Dios; no estéis tristes ni lloréis»;
pues todo el pueblo lloraba al oír las palabras de la Ley. Díjoles
también: «Id y comed manjares grasos, bebed bebidas dulces y
mandad su ración a quien no tiene nada preparado. Porque este día
está consagrado a nuestro Señor. No estéis tristes: la alegría de
Yahveh es vuestra fortaleza.» También los levitas tranquilizaban al
pueblo diciéndole: «Callad: este día es santo. No estéis tristes.» Y el
pueblo entero se fue a comer y beber, a repartir raciones y hacer
gran festejo, porque habían comprendido las palabras que les
habían enseñado. (Nehemías 8,1-12).

3. Liturgia de la Eucaristía

“Santo, Santo, Santo” (Sanctus) – Isaías y


San Juan en el Templo Celestial
El año de la muerte del rey Ozías vi al Señor sentado en un
trono excelso y elevado, y sus haldas llenaban el templo.
Unos serafines se mantenían erguidos por encima de él; cada
uno tenía seis alas: con un par se cubrían la faz, con otro par se
cubrían los pies, y con el otro par aleteaban, Y se gritaban el uno
al otro: «Santo, santo, santo, Yahveh Sebaot: llena está
toda la tierra de su gloria.». Se conmovieron los quicios y los
dinteles a la voz de los que clamaban, y la Casa se llenó de
humo. Y dije: «¡Ay de mí, que estoy perdido, pues soy un hombre
de labios impuros, y entre un pueblo de labios impuros habito: que
al rey Yahveh Sebaot han visto mis ojos!» Entonces voló hacia mí
uno de los serafines con una brasa en la mano, que con las tenazas
había tomado de sobre el altar, y tocó mi boca y dijo: «He aquí que
esto ha tocado tus labios: se ha retirado tu culpa, tu pecado está
expiado.» Y percibí la voz del Señor que decía: «¿A quién enviaré?
¿y quiénirá de parte nuestra»? Dije: «Heme aquí:
envíame.» (Isaías 6,1-8).

Después tuve una visión. He aquí que una puerta estaba


abierta en el cielo, y aquella voz que había oído antes, como voz
de trompeta que hablara conmigo, me decía: «Sube acá, que te voy
a enseñar lo que ha de suceder después». Al instante caí en
éxtasis. Vi que un trono estaba erigido en el cielo, y Uno
sentado en el trono. El que estaba sentado era de aspecto
semejante al jaspe y a la cornalina; y un arcoíris alrededor del trono,
de aspecto semejante a la esmeralda. Vi veinticuatro tronos
alrededor del trono, y sentados en los tronos, a veinticuatro
Ancianos con vestiduras blancas y coronas de oro sobre sus
cabezas. Del trono salen relámpagos y fragor y truenos; delante del
trono arden siete antorchas de fuego, que son los siete Espíritus de
Dios. Delante del trono como un mar transparente semejante al
cristal. En medio del trono, y en torno al trono, cuatro Vivientes
llenos de ojos por delante y por detrás. El primer Viviente, como un
león; el segundo Viviente, como un novillo; el tercer Viviente tiene
un rostro como de hombre; el cuarto viviente es como un águila en
vuelo. Los cuatro Vivientes tienen cada uno seis alas, están
llenos de ojos todo alrededor y por dentro, y repiten sin
descanso día y noche: «Santo, Santo, Santo, Señor, Dios
Todopoderoso, “Aquel que era, qué es y qué va a venir”.» Y
cada vez que los Vivientes dan gloria, honor y acción de
gracias al que está sentado en el trono y vive por los siglos
de los siglos, los veinticuatro Ancianos se postran ante el
que está sentado en el trono y adoran al que vive por los
siglos de los siglos, y arrojan sus coronas delante del trono
diciendo: «Eres digno, Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria, el
honor y el poder, porque tú has creado el universo; por tu voluntad,
no existía y fue creado.» (Apocalipsis 4,1-11).

La Epiclesis – Baja Fuego del Cielo


Cuando Salomón acabó de orar, bajó fuego del cielo que
devoró el holocausto y los sacrificios; y la gloria de Yahveh
llenó la Casa. Los sacerdotes no podían entrar en la Casa de
Yahveh, porque la gloria de Yahveh llenaba la Casa de
Yahveh. Entonces todos los hijos de Israel, viendo descender
el fuego y la gloria de Yahveh sobre la Casa, se postraron
rostro en tierra sobre el pavimento y adoraron y alabaron a
Yahveh «porque es bueno, porque es eterno su amor».
Luego el rey y todo el pueblo ofrecieron sacrificios ante
Yahveh. (2 Crónicas 7,1-4).

“Este es Mi Cuerpo; Esta es Mi Sangre”


(Consagración) – La Última Cena
Al atardecer, se puso a la mesa con los Doce. Y mientras comían,
dijo: «Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará.» Muy
entristecidos, se pusieron a decirle uno por uno: «¿Acaso soy yo,
Señor?» El respondió: «El que ha mojado conmigo la mano en el
plato, ése me entregará. El Hijo del hombre se va, como está escrito
de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado!
¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!» Entonces preguntó
Judas, el que iba a entregarle: «¿Soy yo acaso, Rabbí?» Dícele: «Sí,
tú lo has dicho.» Mientras estaban comiendo, tomó Jesús pan y lo
bendijo, lo partió y, dándoselo a sus discípulos, dijo:
«Tomad, comed, éste es mi cuerpo.» Tomó luego una copa
y, dadas las gracias, se la dio diciendo: «Bebed de ella
todos, porque ésta es mi sangre de la Alianza, que es
derramada por muchos para perdón de los pecados. (Mateo
26,20-28).

“Señor, No Soy Digno de que Entres en Mi


Casa” – La Fe de un Centurión
Al entrar en Cafarnaúm, se le acercó un centurión y le rogó
diciendo: «Señor, mi criado yace en casa paralítico con terribles
sufrimientos.» Dícele Jesús: «Yo iré a curarle.» Replicó el
centurión: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo;
basta que lo digas de palabra y mi criado quedará
sano. Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a
mis órdenes, y digo a éste: “Vete”, y va; y a otro: “Ven”, y viene; y
a mi siervo: “Haz esto”, y lo hace.» Al oír esto Jesús quedó
admirado y dijo a los que le seguían: «Os aseguro que en Israel no
he encontrado en nadie una fe tan grande.Y os digo que vendrán
muchos de oriente y occidente y se pondrán a la mesa con
Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los Cielos, mientras que
los hijos del Reino serán echados a las tinieblas de fuera; allí será el
llanto y el rechinar de dientes.» Y dijo Jesús al centurión: «Anda;
que te suceda como has creído.» Y en aquella hora sanó el
criado. (Mateo 8, 5-13).

“Dichosos los Invitados al Banquete de Bodas


del Cordero” – El Banquete Celestial
Después oí en el cielo como un gran ruido de muchedumbre
inmensa que decía:«¡Aleluya! La salvación y la gloria y el poder
son de nuestro Dios, porque sus juicios son verdaderos y justos;
porque ha juzgado a la Gran Ramera que corrompía la tierra con su
prostitución, y ha vengado en ella la sangre de sus siervos.» Y por
segunda vez dijeron: «¡Aleluya! La humareda de la Ramera se
eleva por los siglos de los siglos.» Entonces los veinticuatro Ancianos
y los cuatro Vivientes se postraron y adoraron a Dios, que está
sentado en el trono, diciendo: «¡Amén! ¡Aleluya!» Y salió una voz
del trono, que decía: «Alabad a nuestro Dios, todos sus siervos y los
que le teméis, pequeños y grandes.» Y oí el ruido de muchedumbre
inmensa y como el ruido de grandes aguas y como el fragor de
fuertes truenos. Y decían: «¡Aleluya! Porque ha establecido su
reinado el Señor, nuestro Dios Todopoderoso. Alegrémonos y
regocijémonos y démosle gloria, porquehan llegado las bodas del
Cordero, y su Esposa se ha engalanado y se le ha concedido
vestirse de lino deslumbrante de blancura – el lino son las buenas
acciones de los santos». – Luego me dice: «Escribe: Dichosos los
invitados al banquete de bodas del Cordero.» Me dijo además:
«Estas son palabras verdaderas de Dios.» (Apocalipsis 19,1-9).

El Catecismo en la Misa
“En la liturgia terrena pregustamos y participamos en
aquella liturgia celestial que se celebra en la ciudad santa,
Jerusalén, hacia la cual nos dirigimos como peregrinos,
donde Cristo está sentado a la derecha del Padre, como
ministro del santuario y del tabernáculo verdadero;
cantamos un himno de gloria al Señor con todo el ejército
celestial; venerando la memoria de los santos, esperamos
participar con ellos y acompañarlos; aguardamos al
Salvador, nuestro Señor Jesucristo, hasta que se manifieste
El, nuestra Vida, y nosotros nos manifestamos con El en la
gloria”. (Catecismo numeral 1090).

Basado en: A Biblical Explanation of the Mass del Dr. Brant Pitre

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