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Educación: Un pájaro en una jaula “enseñándole cómo volar”

El sistema educativo de hoy en día, siglo XXI, no es muy diferente del de


hace 100 años atrás. Para comenzar hay que evaluar que con el pasar del tiempo
han ocurrido “… rápidos y constantes cambios a los que nos vemos enfrentados
dentro de un mundo globalizado, que generan nuevas exigencias para las
personas, los profesionales y, en consecuencia, para la educación.”(Barrios, 2010)
El mundo avanza, pero la educación se queda atrás. ¿No es esto algo que
debemos cuestionarnos? El conocimiento está cambiando permanentemente, pero
en contraste a ello, los sistemas educativos no han podido adecuarse tan
rápidamente como el resto de la sociedad. Pero además de ello y un problema
más fundamental y trascendente es que se ha perdido el verdadero propósito de la
educación, el aprendizaje.
A través de este ensayo se intentará cuestionar y responder a la siguiente
pregunta: ¿Qué aprendizajes contribuye a desarrollar el sistema educativo
chileno? Para responder la siguiente pregunta habría que cuestionarse entonces
el paradigma del sistema educativo y si este se debería cambiar. A través de este
ensayo se postulará que el sistema educativo de hoy en día no entrega las
herramientas suficientes al alumno para enfrentar la sociedad y la impide
desarrollar su interés por el aprender. Por ende la educación debería contribuir al
desarrollo tanto personal como de las habilidades que nos permitan vivir en
sociedad.
Se comenzará el desarrollo contando una experiencia personal la cual
ejemplifica el aprendizaje, en donde lo que queda en la memoria no son los
conocimientos formales sino que las habilidades blandas. Tomando en cuenta
este ejemplo se tomará como primer argumento que la educación desarrolla
conocimientos pasajeros y superficiales. Luego se revisará los aportes de John
Dewey a la educación y la importancia que le daba a las experiencias a la hora de
aprender y cómo estas ayudan al niño a adecuarse al mundo y a sobrevivir en él.
Como segundo argumento se postulará que actualmente la educación cohorta la
libertad y el interés por aprender de los alumnos. Para finalizar con un último
argumento que cuestiona los principios básicos de una educación libre pero
obligatoria.

Personalmente creo haberme hecho muchas veces esta pregunta en el


colegio, al estar estudiando matemáticas, por ejemplo: ¿para qué sirve esto en mi
vida? Todavía no tengo respuesta, ello no quiere decir que no haya adquirido
aprendizajes en el colegio. Sin embargo, si me preguntaran qué es lo que
recuerdo de mis 14 años de escolarización debo admitir que estos son escasos.
Cuando me pongo a pensar en todas esas horas de mi vida que pasé dentro de
una sala de clases he concluido que aquello que más me preparó para poder
enfrentar la vida como persona inserta en esta sociedad global fueron mis
experiencias fuera de la sala de clases, como la relación con mis compañeros.
Ante todo ello he deducido que más que un vivienciador del aprendizaje he sido
más bien un espectador en el aprendizaje, un público expectante e incrédulo ante
los resultados de aquello que enseñan los establecimientos educacionales, que
llaman educación. Hoy en día siendo una persona más adulta he perdido esa
chispa de aprendizaje y curiosidad que alguna vez tuve en mi infancia, ya busco ni
veo las cosas como antes, ante lo cual reflexiono y siento haber postergado todo
lo que he querido hacer, teniendo que adecuarme a aquello que la sociedad me
impone y exige hacer, ya que no dispongo de mi motivación intrínseca.
Tomando como ejemplo la experiencia personal anteriormente relatada, se
puede argumentar, en primer lugar, que la educación actual desarrolla
conocimientos pasajeros y superficiales, centrados en una rama de conocimientos
formales tales como las matemáticas, historia, lenguaje y ciencias. Donde todo
este aprendizaje de 14 años de escolarización se ve reflejado y medido en un
puntaje al que hoy en día en el sistema educativo en Chile se llama PSU.
Al respecto, Fredy Wamper (como se citó en Doin, 2012) señala que estos
conocimientos (medidos en la PSU) no duran ni prevalecen por mucho tiempo, ya
que hoy en día los paradigmas están cambiando muy rápido. Puede ser
importante aprenderse la tabla periódica, resolver ecuaciones, entender las leyes
de la física, pero tan o más importante es que aprendamos a aprender y a
desaprender. Según Dewey (1910 como se citó en Calero y Villamor, 2011) en su
obra “Cómo pensamos” señala que el pensamiento reflexivo es importante para
aprender a aprender a pensar. Al mismo tiempo, el autor indica que la educación
debe ser un instrumento de transformación de la acción social y un método
fundamental del progreso. Además agrega que el maestro al enseñar no solo
educa individuos, sino que contribuye a formar una vida social justa.
Esta concepción sobre la educación respalda la idea que el desarrollo del
aprendizaje se fundamenta en la experiencia y en la acción. Dewey entendía la
educación como un “organismo o construcción de experiencias”, entendiendo
que las experiencias son las que ayudan al niño a adecuarse al mundo y a
sobrevivir en él.
¿Pero al terminar la educación escolar sabemos cómo enfrentarnos al
mundo de afuera? ¿Sabemos la importancia de votar, conocemos nuestros
partidos políticos? ¿Tenemos realmente una mirada crítica sobre el mundo,
tenemos nuestra propia opinión? ¿Sabemos cómo aplicar las matemáticas a
problemas cotidianos, a cómo gestionar nuestra economía, como tratar con los
bancos o pagar nuestros impuestos? o ¿Nos enseñaron a cómo relacionarnos con
las otras personas, sentirse autosuficiente, tener una gran autoestima, conocer y
desarrollar nuestras potencialidades?
A pesar de que en los colegios se teoriza y se discute sobre los principios y
valores como la paz, la libertad, cooperación, solidaridad, comunidad, felicidad se
termina por discutir sobre los contenidos y conocimientos formales y por ende se
termina educando y promoviendo valores justamente opuestos como la
competencia, el individualismo, la discriminación, el condicionamiento, el
materialismo, entre otros. (Doin, 2012).
En cambio, en los establecimientos de nuestro país se estimula a competir
entre sí. Los mejores alumnos tienen reconocimiento, en cambio los otros se les
llama con frecuencia la atención y no son tenidos en cuenta. Vale destacar que a
estos niños se les pone en una escala de medición que pasa a llamarse
calificaciones, categorizándolos de mejor a peor, lo que lleva a definir incluso la
calidad de persona y a comparar su aprendizaje frente a una escala estandarizada
cuando en realidad todo sujeto es único e irrepetible.

Por otro lado como segundo argumento se postula que la educación


cohorta el interés por aprender de los alumnos. Es importante destacar la
importancia de volver a tener ese entusiasmo innato que se tiene en los primeros
años de vida, el ser humano por esencia aprende y no solo para sobrevivir si no
que para dejar historia crear cultura y aprender de ella colectivamente. Sin
embargo volver a ese niño interior curioso es difícil, porque con el colegio lo
encerraron, es como si fuese una cárcel pero para niños.
Según un estudio de (Doin, 2012) Los niños a la edad de 5 años el 98%
tienen el potencial de ser un genio pero 10 años después solo un 10% tiene ese
potencial. Eso es porque se ha privado a este niño a desarrollarse óptimamente,
no los dejan ser, les enseñan cómo ser sin antes siquiera conocerse a sí mismo.
Pero en cambio se les obliga a realizar tareas y a que después del timbre tienen
que ponerse en fila para entrar a clase. En otras palabras se podría decir que es
parecido a un adiestramiento canino o a una jaula. Miran el mundo desde la teoría
no desde la experiencial. María Montessori (Como se citó en Vidal, 2016) pudo
entender “que pese a todo, los menores sí tenían una gran capacidad y potencial;
solo había que encontrar las herramientas adecuadas para que pudiesen explorar
todo lo que eran capaces de hacer. Sin embargo, debía hacerse siempre
manteniendo como premisa la adaptación del entorno que se genera para el
aprendizaje según el nivel de desarrollo del menor, y que el niño logre liberar su
potencial para que autodesarrolle sus capacidades intelectuales, físicas y
espirituales.”
Los niños son exploradores innatos, tienen una motivación intrínseca,
repiten y crean pero terminan limitando su libertad de aprender. ¿Qué pasa si ese
niño quiere aprender historia porque el día anterior leyó un libro sobre eso, y otro
quiere aprender biología? Pero en este sistema se les enseña que todos deben
aprender lo mismo y en el mismo tiempo. El niño por ende llega a la frustración, no
se sacia sus necesidades sino que las del adulto. Por ende se debería de pensar
en las necesidades del niño, no en las necesidades del adulto de lo que se cree
que el niño debería aprender. Según Verónica Matus, fundadora y directora de
Casa Kinder Waldorf Madre Tierra (Como se citó en Vidal, 2016) sostiene que
“hemos construido un mundo hecho a la medida del adulto, con muy poco cuidado
por los niños y jóvenes, donde reinan el egoísmo y la búsqueda del éxito
económico. Ya no hay tranquilidad para detenerse en las cosas importantes de la
vida. Creo que es urgente que nos detengamos a mirar lo que les estamos dando
y la tremenda responsabilidad que tenemos de construir mejores condiciones para
que nuestros niños y jóvenes puedan vivir más sanos y felices.

La educación en la antigüedad distaba mucho por lo que entendemos hoy


por educación, es decir como una educación libre. En Atenas clásica por ejemplo
no había escuelas, las primeras academias de platón eran espacios de reflexión,
de conversación y experimentación libre. La instrucción obligatoria era cosa de
esclavos. Posteriormente la educación estaba en manos de la religión católica al
menos en el mundo occidental. Y fue recién en el siglo XVIII en una época de la
historia que se llama despotismo ilustrado donde se creó el concepto de
educación pública, gratuita y obligatoria. La educación que conocemos hoy en día
nace en el siglo XVIII y siglo XIX en Prusia en donde se fomentaba la disciplina, la
obediencia y el régimen autoritario y lo que se esperaba en esa época era tener un
pueblo dócil y obediente que se pudiera preparar para las guerras de esa época.
(Doin, 2012)
Tomando en cuenta esto, la base de la educación vendría teniendo estos
principios de crear “obedientes súbditos” en donde la educación pasó de ser una
opción, una libertad a una obligación. ¿Pero cuál vendría siendo la libertad? La
libertad de optar por la educación o la libertad de tener la oportunidad de acceder
a la educación. Una mirada sobre la realidad de Chile en materia de alfabetización
revela grandes avances, todos ellos en el Siglo XX, como atestiguan los
resultados del Censo de Población y Vivienda de 2002, según los cuales un 95,8%
de los chilenos lee y escribe. En 1907 esa proporción es inferior al 40%. (INE,
2006) Esto da a entender que la educación ha entregado la libertad a muchos
chilenos de tener como mínimos los conocimientos de poder escribir y leer para
así poder manifestar sus opiniones y poder adaptarse más a la sociedad de hoy
en día. Pero para que esto sucediera la manera de combatir el analfabetismo era a
través del acceso a la educación obligatoria.
Pero hoy en día la sociedad avanza más rápido y hay nuevos desafíos
donde debería haber un acceso a la educación para un mundo globalizado con
alto estándares de calidad. Vidal (2016) sostiene que hoy en día hay un debate
que está quedando totalmente fuera de la opinión pública: la salud, la
emocionalidad de los niños. ¿Qué ocurre con ellos? ¿Por qué no se sienten felices
en las salas de clases? ¿Por qué están siendo sobremedicados? Este malestar
que han presentado los niños en los aulas se ha ido generalizando y traduciendo
en depresiones, desmotivación y diagnósticos exagerados de Síndrome de Déficit
Atencional e Hiperactividad, por nombrar algunos de los síntomas de un sistema
educacional agotado.

Entonces a modo de conclusión, ¿Qué es una buena educación? ¿Tener


una mayor cantidad de niños que atraviesan los estándares de calidad, que
obtengan herramientas y conocimientos formales para superar barreras que otros
les imponen? Los niños nacen con esa capacidad de crear, son creativos y
curiosos. En la escuela pueden pasar dos cosas que se acompañe en ese proceso
que propicie las actividades para desarrollar esa capacidad o se les frustre. ¿No
que el primer objetivo de la educación es lograr una buena calidad de vida?
Olvidemos por un momento todo lo que sabemos de educación las formas de
entender el colegio, todo lo que nos han dicho que tenemos que aprender en la
vida y lo que se debe enseñar. Hay que enseñarles a ser libres y guiarlos en el
camino de esa libertad, enseñarles a autorregularse, no nosotros regularlos a
ellos. Enseñarlos a vivir y enfrentar las dificultades y fomentarles a los niños que
son capaces de todo y que no pierdan esa mentalidad al crecer. Preocuparse de
que esos niños potencialmente genios, se vuelvan genios y no niños frustrados
simplemente porque no los supieron guiar por su camino del aprendizaje.
Cambiando este paradigma educativo puede que disminuye la deserción escolar e
universitaria. Porque algo está claro, el mundo está cambiando y junto con él la
sociedad. Los jóvenes quieren más, los colegios y universidades pueden ser una
puerta hacia la libertad o simplemente una jaula donde al pájaro simplemente le
enseñan a como volar.

Referencias Bibliográficas

Barrios, T (2010)
http://musica.utalca.cl/DOCS/neuma_vol_1/vol%20N%C2%B03/Neuma_No3_split
11_docarticulo3.pdf

Calero, B & Villamor, P. (2011) La escuela progresiva y la pedagogía de Dewey.


https://movimientosrenovacionpedagogica.wikispaces.com/La+escuela+progresiva
+y+la+pedagog%C3%ADa+de+Dewey

Gomez, D. Campos, E. Blanc, F. Moreno (Productor) & F. Doin, G (Director).


(2012) La educación prohibida. [Motion picture]. Argentina (Disponible en Eulam
Producciones)

INE (2006). «Día internacional de la alfabetización », Boletín informativo del


Instituto Nacional de Estadística. Disponible en
http://www.ine.cl/filenews/files/2006/septiembre/pdf/alfabetizacion.pdf (consulta: 13
de septiembre de 2016).

Vidal, A (2016) Niños en crisis:Síntomas de un sistema educacional agotado.


Mundo nuevo. N° 108 (Jul/Agosto 2016) P. 21

Carolina Rumié

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