Está en la página 1de 7

Español para extranjeros

Dr. Carlos Sebastián Cerón

Tema general: el sustantivo.


Subtema: El género gramatical del español

Definición

En el español existen dos géneros gramaticales: masculino y femenino que establecen


una relación de concordancia con el resto de los componentes de la frase o de la oración. Esto
significa que no debemos caer en el error de asociar (de forma no criteriosa) el género
gramatical con el género biológico: hembra/ macho, puesto que lo que se entiende por género
gramatical, hoy en día, es muy diferente de lo que se entendía años atrás, ya que este concepto
ha ido evolucionando a lo largo de la historia, al igual que la mayor parte de los fenómenos
lingüísticos.
No obstante, la asociación entre género y sexo perduró hasta recientemente, basta
considerar para ello la definición que la gramática de la Real Academia Española consideró
desde 1931 hasta la última publicación de 2009:

“accidente gramatical que sirve para indicar el sexo de las personas y de los
animales y el que se atribuye a las cosas.”

Una de las razones que promovieron el cambio de perspectiva radica en la


consideración de la función de las palabras en los diferentes contextos lingüísticos y
comunicativos. Así, se establece que el género es una característica de los sustantivos que se
establece según el fenómeno de la concordancia. En otras categorías gramaticales, como el
adjetivo o el artículo, las marcas de género sirven para establecer concordancias con el
sustantivo al que acompañan o se refieren, no marcan el género de estas palabras, que no
tienen. De hecho, muchos adjetivos tienen marcas tanto de masculino como de femenino
(alto/a, bueno/a, hermoso/a) y usan estas para concordar, y, de esta manera, mostrar a qué
realidad se aplican.
Lo anterior adquiere una mayor relevancia si consideramos el hecho de que los signos
lingüísticos son arbitrarios en cuanto al género, ya que no hay, entre el significado y el
significante ningún lazo que los asocie y que justifique el género de un sustantivo. De acuerdo
a esto, el género es una simple marca que sirve para que sepamos que el determinante la o el
adjetivo nueva son las formas adecuadas para acompañar al sustantivo moto, pero no para
hacer lo mismo con pincel. Por consiguiente, se trata de una cuestión sintáctica, no intrínseca
al sustantivo. De hecho, los significados a los que se refieren la mayor parte de las palabras
no se pueden asociar a ningún género de una manera lógica y el conocimiento de a qué grupo
de género pertenece se debe a un aprendizaje memorístico. De esta manera, la idea de silla
no está asociada a su significante.
El género, como fenómeno lingüístico, en español, también es arbitrario en cuanto a
sus terminaciones –o/-a. Es arbitrario que el sustantivo pared pertenezca al grupo de palabras
que denominamos femeninas. De hecho, es conocido que, entre distintas lenguas
emparentadas (y no emparentadas), una misma palabra evolucionó desde la lengua madre y
se agrupó con los masculinos, mientras que en otra lo hizo con los femeninos. El sustantivo
leche es femenino en español mientras que es masculino en portugués. A través del género
se establece, en realidad, los términos con los que una palabra concuerda con los adjetivos o
determinantes que van con ella. De este modo, la concordancia de un término como pared
con el artículo y un posible adjetivo que lo acompañen se establece sobre la base de que pared
es femenino: la pared roja. Si en vez de pared, se estuviera hablando de un coche, la
concordancia se establecería sobre términos masculinos: el coche rojo. De todos modos, esto
no impide que el género también tenga valor morfológico y semántico. De hecho, la rama de
la Lingüística que estudia el género en las gramáticas normativas y descriptivas del español
es la morfología, no la sintaxis.
Por estas razones, la actual definición de «género gramatical» propuesta por la RAE
en Manual de la nueva gramática de la lengua española es la siguiente:

“propiedad gramatical de los sustantivos y de algunos nombres que incide en la


concordancia con los determinantes, los cuantificadores y los adjetivos o los
participios”

En la actualidad, está claro que las cosas o los objetos no son sexuados, un contenedor
o una cinta son meros objetos en los que el género, es arbitrario, no denota sexo, sino que
estarían, como se dijo antes, al servicio de la concordancia con los elementos que los rodean
(un contenedor amarillo / una cinta estropeada). Igualmente, los sustantivos sexuados
anteriormente citados siguen el mismo criterio. Es cierto que distinguen sexo, pero ese no es
su objetivo, sino que también son elementos que están al servicio de la concordancia, ya que
lo normal es que aparezcan en contextos acompañados por otros elementos que concuerdan
con ellos.
De esta forma, sean o no sustantivos sexuados, está claro que la principal función del
género es distinguir masculinos y femeninos en función de la concordancia que establecen
con otros elementos, ya que, si se rompe dicha concordancia, se produce una agramaticalidad:
la mesa alto*, la chico divertida*.
En consecuencia, podemos definir el género gramatical como “una categoría
sintáctico-morfológica que nos permite clasificar los sustantivos en masculinos o femeninos
según los rasgos de concordancia que adoptan con los elementos que tienen a su alrededor
(artículo, adjetivo), tanto dentro de la oración en la que están como con elementos de otras
oraciones próximas.”

Identificación morfológica del género en los sustantivos

Como regla general, podemos decir que el masculino se caracteriza por la presencia
del morfema –o, mientras que el femenino por el morfema –a. De este modo:

(masc.) Perro
(fem.) perra

Sin embargo, esta no es la única regla y, además, presenta algunas excepciones, ya


que hay palabras que terminan con el morfema –a, pero que sin embargo son masculinas,
como la palabra día, que es masculino. En otros casos ocurre lo contrario, palabras terminadas
con el morfema –a, pero que son femeninas, como por ejemplo mano.
Asimismo, un grupo de las palabras con género gramatical femenino, se forman de la
derivación de su opuesto masculino. Esto se debe a que pertenecían, originalmente, al género
masculino; y se refieren, generalmente, a profesiones: zapatero, carnicero, ingeniero,
escultor, banquero, bombero etc. Con la evolución del pensamiento y los derechos sociales y
humanos, muchos de estos sustantivos, tradicionalmente masculinos, derivaron en formas
femeninas: zapatera, ingeniera, etc. Sin embargo, no todos adoptaron el morfema especifico
del género (-a) algunos fueron obligados a incluir determinantes: como por ejemplo la
bombero.
No obstante, debido a que, de forma general, el femenino se forma por la adición o
remplazo del morfema masculino –o, por el femenino –a (junto con otras terminaciones), es
aconsejable, en un primer momento, aprender el género del sustantivo a partir de su
conformación masculina y la consecuente conformación del femenino.

1. Conformación del femenino a partir del masculino

a) Masculinos terminados en –or tienen el femenino en –ora (se agrega–a)

Comprador compradora
Evaluador evaluadora
Director directora
Pensador pensadora

Excepción: algunas palabras terminadas en –or, hacen el femenino en –triz

Actor actriz
Emperador emperatriz

b) Los masculinos terminados en –e forman el femenino en –a

Cliente clienta
Presidente presidenta
Gobernante gobernanta
Jefe jefa

c) Masculinos que forman el femenino mediante la terminación –esa

Alcalde alcaldesa
Conde condesa
Duque duquesa
Príncipe princesa
Vampiro vampiresa

d) Masculinos que forman el femenino mediante la terminación –isa


Papa papisa
Poeta poetisa
Profeta profetisa
Sacerdote sacerdotisa

e) Masculinos que forman el femenino mediante la terminación –ina

Héroe heroína
Rey reina
Zar zarina

2. Terminaciones propias del masculino

a) La mayoría de los nombres acabados en -o: perro, saco, cesto, niño, olmo,
chopo, patio, año, abanico, fuego, libro, queso, suelo, patio, etc

b) Los sustantivos terminados en –n: camión, pan, pantalón, cinturón, corazón,


anden, jazmín. Excepción: razón

c) Los aumentativos acabados en -ón: notición, butacón, etc.

d) Los nombres terminados en -or: asesor, traidor, actor, colador, tractor,


cursor, color, temor, etc.

e) Los sustantivos terminados en –r: amor, collar, calamar, éter. Excepciones:


mujer, coliflor, flor. Observación: la palabra azúcar, en singular, puede ser
tanto femenino como masculino; en cambio, en plural, es siempre masculino.

f) Algunos nombres acabados en -a: clima, cometa, delta, día, diafragma,


dilema, diploma, drama, eccema, edema, enigma, fantasma, idioma, jerarca,
mapa, panorama, patriarca, pijama, planeta, poema, poeta, problema,
profeta, programa, reuma, síntoma, sistema, telegrama, tema, teorema,
tranvía.

Los colores: el rosa, el naranja, el lila.


Los que designan vinos: un Málaga, un Rioja,

g) Los nombres acabados en -il tónicos: atril, añil, albañil.

h) Todos los terminados en –i (y): bisturí, rubí, rey, jabalí, safari, etc.
Excepciones: ley, metrópoli

i) Los nombres terminados en -u: espíritu, menú, bambú, tisú, etc.


j) Los terminados en –l: anaquel, cartel, hotel, túnel, cañaveral, carnaval, etc.
Excepciones: cal, miel, sal, vocal, piel.

k) Los sustantivos terminados en –j. Se trata de un grupo de palabras


extremamente reducido, y muchas de ellas están en desuso o forman parte de
regionalismos o dialectos. Ej. Reloj, contrarreloj, carcaj.

l) Los sustantivos terminados en -x y en -t son masculinos: carnet, cenit, torax.

3. Terminaciones propias del femenino

a) La mayoría de los nombres acabados en -a: casa, máquina, historia, joya,


gracia, fortaleza, tolerancia, etc.

b) Los nombres acabados en -ie, -ies, o –icie: serie, caries, calvicie,


barbarie, etc.

c) Todos los nombres acabados en: -sión: ilusión, mansión; y -ción:


imaginación, canción, sanción, recepción;

d) Todos los terminados en -ez: estupidez, sensatez, timidez, delgadez

e) Todos los terminados en -dad: soledad, bondad, maldad, etc.

f) Algunos acabados en -zón: razón, cerrazón;

g) Los nombres terminados en -tud: multitud, magnitud, actitud

h) Los nombres terminados en -umbre: costumbre, muchedumbre,


servidumbre, etc.

i) Los terminados en –eza: corteza, maleza, certeza

j) Los terminados en -triz: actriz, emperatriz, institutriz, meretriz, cicatriz, etc.

k) Los terminados en –is: tesis, crisis, etc

l) Los terminados en –ura: locura, bravura, montura, etc

m) Algunos nombres acabados en –o (Excepción): radio, mano, foto(grafía),


modelo, moto(cicleta), polio(mielitis), libido, etc.
4. Algunos casos particulares

como vimos en la introducción, el género de algunas palabras es meramente arbitrario


y muchas de ellas no se encajan dentro la clasificación expuesta anteriormente, por lo que el
género de esos sustantivos no resulta explícito; haciendo que su definición dependa de
cuestiones culturales (el uso o la costumbre por parte de los hablantes). Por tal razón, para
poder determinar el género, muchos sustantivos requieren el acompañamiento de
determinantes para poder definirse morfosintácticamente. Hemos separados dos clases.

A) El género de los nombres terminados en consonante:

La mayoría de los nombres acabados en consonante no presentan flexión


morfológica de género, por ello requieren la presencia de artículos o adjetivos para
poder establecer una concordancia en el continuo semiótico del enunciado. Algunos
ejemplos de estas palabras: juez, arroz, sartén, piel, matiz, lápiz, árbol, clavel,
ajedrez, sol, mal, alud, ataúd, césped, abad, jueves, martes, mes, fax, reloj,
placer, coral, etc.
Por sí sola, la palabra juez es incapaz de expresar (morfológicamente
hablando) el género gramatical. Sabemos que es una palabra masculina, pero esta
determinación se debe a factores culturales antes que gramaticales. En la actualidad
se acepta la palabra jueza, incluso en ámbitos formales, pero hasta no hace mucho
tiempo, debíamos recurrir a un artículo determinado para indicar su género: el juez,
la juez. ¿Y qué pasa con la palabra sartén o, incluso, mar? Son palabras ambivalentes
ya que pueden ser masculinas o femeninas indistintamente (el sartén, la sartén) o
dependiendo del contexto comunicativo: El mar, usado en ámbito cotidiano; la mar,
usado en el ámbito poético.
Ya dijimos anteriormente que muchas palabras poseen genero gramatical totalmente
arbitrario, lo que queda en evidencia cuando comparamos las mismas palabras en
lenguas hermanas como el español y el portugués. Así, mientras que en la primera
árbol es masculino, es femenino en la segunda; lo mismo sucede con puente y viaje:
a ponte, a viagem.
Por consiguiente, cuando nos encontramos con sustantivos terminados en
consonante, es aconsejable recurrir a los determinantes externos para identificar su
género gramatical o, si se prefiere, memorizar el género de la palabra “al uso”, es
decir, dependiendo del contexto comunicativo concreto.

B) El género de los nombres terminados en –e:

Lo anterior también vale para los sustantivos terminados en –e. A excepción


de los que expresan el género por sí mismo, como hombre, padre, monje, etc., existen
otros cuya determinación genérica no es evidente. Palabras como traje, leche, sangre,
vinagre, etc; del mismo modo que las palabras terminas en consonante, deben su
conformación genérica a características evolutivas de la lengua relacionados a
factores socioculturales. El hecho de que leche en español sea femenino y no
masculino se debe a factores culturales fortuitos en la evolución de las diferentes
lenguas latinas, puesto que en latín la palabra leche (lac) era neutra. Existen otras
palabras, no obstante, que eran masculinas por naturaleza y que, recientemente
(algunas antes que otras) adquirieron la forma femenina plena. Palabras como
presidente, jefe, intendente, entre otras, tienen ahora su par femenino (no siempre
bien aceptado): la presidenta (antes que la presidente), la jefa (antes que la jefe), la
intendenta (antes que la intendente).

5. El masculino genérico:

Este viejo y tradicional tópico del lenguaje ha encendido, en últimos años, un sinfín
de debates en torno al sexismo del idioma. Tradicionalmente, el español –así como otras
lenguas- hacía (y hace) uso del denominado “masculino genérico”. Se trata, pues, de un
sustantivo que, a pesar de estar en masculino, incluye tanto al género masculino como al
femenino. Sustantivos de este tipo suelen expresarse en masculino plural: los hombres
(también en singular, en este caso), los ciudadanos, los estudiantes, los niños, etc.
Sin embrago, algunos sectores vinculados a los movimientos feministas, y
académicos y lingüistas sin adhesión a ningún movimiento u organización, ponen en tela de
juicio el masculino genérico, argumentando sexismo e, inclusive, arcaísmos lingüísticos. En
contraposición, proponen utilizar palabras realmente genéricas o, cuando no sea posible
utilizar tanto el masculino y el femenino en la misma sentencia. En el primer caso, se
propondría usar el término “la humanidad” o “las personas” en reemplazo de “los hombres”;
“los habitantes” antes que “los ciudadanos”; “la niñez” en vez de “los niños”. El segundo
caso, es quizás el más polémico, puesto que elimina completamente el masculino genérico a
favor de una discriminación no solo genérica sino también sexual. El caso más relevante
quizás, en este aspecto, sea el de la ex Presidenta Cristina Kirchner, quien comenzaba todos
sus discursos saludando “a todos y a todas”.
Como sea, las voces a favor y en contra de este fenómeno, han expuesto sus puntos
de vistas. A este respecto, la RAE1 condenó explícitamente el desdoblamiento genérico
argumentando que “es artificioso e innecesario desde el punto de vista lingüístico”. En
contraposición, muchos lingüistas y académicos, además de condenar el histórico
conservadurismo de la Academia, le reprochan el hecho de olvidar el sexismo histórico
explícito en muchos de los “masculinos genéricos” como es el caso de “los hombres” que
históricamente no incluía a las mujeres ya que no eran consideradas parte de la sociedad, sino
más bien, una especie de extensión del hombre, su propiedad.

1
Texto completo: http://www.rae.es/consultas/los-ciudadanos-y-las-ciudadanas-los-ninos-y-las-ninas

También podría gustarte