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1. ¿Qué es la religión?

Para elucidar nuestra pregunta, hacemos uso de la comparación. ¿Cómo se constituye


una experiencia estética? Todos nosotros hemos sentido lo bello: escuchando una
música que nos gusta, viendo un amanecer, un cuadro, etc. Nuestro cuerpo expresa lo
que nos pasa interiormente: nos emocionamos, muchas veces nuestra piel se
trasforma (“piel de gallina”), nuestro corazón late más fuerte o más tranquilo; nos con-
movemos. La belleza “pega” fuerte en nuestro ser. Sentimos lo bello, pero cuando
alguien nos pide que describamos su esencia, permanecemos en silencio. Las
palabras son adecuadas para describir los objetos, pero no son justas para describir
una experiencia estética.

Por otra parte, si nos preguntamos dónde está lo bello, la respuesta no es tan fácil. La
experiencia de lo bello no es un objeto (esa música o ese cuadro). Si fuera así, todos
nos emocionaríamos por las mismas cosas. Lo bello no es una propiedad del objeto.
Tampoco está en el sujeto. Se denota cuando el sujeto vibra emocionalmente, en
respuesta al objeto.
Lo bello no es un objeto ni está en el sujeto. Lo bello es una relación armónica entre el
sujeto y la obra que me produce la reacción. No es ni el objeto en sí ni el sujeto en sí,
sino la relación que nos unifica es un éxtasis místico.

Tomando esta reflexión para pensar la religión, tenemos que decir que ella es
primeramente una relación de encuentro. Como segundo momento, la religión se
expresa, se hace razón, experiencia que toma cuerpo en palabra y letra, institución y
liturgia. Son expresiones objetivas que llevan dentro suyo el momento de la
experiencia religiosa. Lo fundamental de la religión es la experiencia de encuentro.

1
Alves Rubem, “El enigma de la religión”. La Aurora, Buenos Aires 1975

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