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La medicina en el siglo XVIII

• Es el siglo de la Ilustración y por ello hubo grandes avances en medicina social y salud pública.
• Edward Jenner descubre la primera vacuna, la de la viruela.
• Psiquiatría: Las enfermedades mentales dejaron de considerarse como posesiones diabólicas.
• Fisiología: se descubre el proceso químico de la respiración (inhalación de oxígeno y expulsión
de dióxido de carbono).
El Pensamiento Ilustrado – Análisis
Definición: es un pensamiento crítico sobre los fundamentos que sostienen la sociedad del Antiguo
Régimen y estableció las bases del pensamiento moderno. A este movimiento intelectual se le
conoce como Ilustración. Nació en Inglaterra y Escocia en el siglo XVII, y se expandió por el
continente Europeo durante el siglo XVIII.
El siglo de las luces. Es el nombre que recibe el siglo XVIII, la época de la Ilustración, porque una
explicación racional del mundo venía a iluminar las sombras heredadas de la tradición o de la
superstición. Se produce un gran avance de la ciencia en matemáticas (Leibniz), física (Newton),
astronomía (Laplace) y química (Lavoisier). Las leyes del funcionamiento del Universo cuestionan
los relatos bíblicos sobre la creación de la Tierra.
La enciclopedia. El conjunto de las ideas ilustradas circuló inicialmente entre unas élites reducidas.
La publicación de los 28 volúmenes de la Enciclopedia (1751-1772), dirigida por Diderot y
D´Alembert intentó ser un diccionario razonado de las ciencias, las artes y las técnicas, en la cual
colaboraron famosos intelectuales. Presentaba la situación de los conocimientos en la época, pero
también figuraba una crítica hacia las instituciones políticas y religiosas.
El absolutismo ilustrado. Monarcas y gobernantes europeos acogieron favorablemente el espíritu
de las luces y lo utilizaron en sus conflictos con la autonomía de la Iglesia o contra el poder de la
nobleza. Eran los déspotas ilustrados, que planificaban reformas que creían favorables para el
pueblo pero sin contar con él.
Edward jenner
1. QUIÉN FUE
 Edward Jenner fue un físico y científico inglés que fue el primero en realizar la primera vacuna
contra la viruela.
 Además de ser físico y científico, fue también investigador, médico rural y poeta.
 Gracias a su vacuna logró curar una enfermedad que se había convertido en una terrible
epidemia.

2. CREACIÓN Y DESARROLLO DE LA VACUNA


Jenner observó que las vacas padecían una enfermedad, que produce erupciones en las ubres
semejantes a las que produce la viruela humana. Decidió probar a meter los gérmenes de una
ampolla de una pastora, que fue infectada por una vaca al ordeñarla, a un niño sano para confiarle
inmunidad frente a la terrible enfermedad.
3. CREACIÓN Y DESARROLLO DE LA VACUNA
La gente de su pueblo lo creía loco, al probar la vacuna con James Philpps, niño sano de 8 años,
después de que el tratamiento con James dio un resultado favorable lo empezó a utilizar con
otras personas, aunque a los otros médicos no les gustase. Las personas creían que si se
vacunaban le crecerían apéndices vacunos en el cuerpo y sobre eso se hizo una sátira llamada
"The cow pock“ (Picadura de la vaca).
4. FINAL
Los científicos de la época, se opusieron al tratamiento de Jenner y, en muchas ocasiones realizaron
críticas violentas. Lo acusaban de haber hecho una acción anticristiana al crear dicha vacuna

La virulenta enfermedad, que mata a un tercio de los que infecta, ha coexistido con los seres
humanos durante miles de años. Quienes se salvaban quedaban con profundas marcas en la tez.
La viruela también causaba ceguera. A medida que la población mundial crecía y los viajes
aumentaban, el virus aprovechaba cada oportunidad para colonizar el mundo.

Por todas partes

La primera evidencia física de la viruela son los rastros de la erupción de pústulas en el cuerpo
momificado del faraón Ramsés V de Egipto, que murió en 1157 aC
Los comerciantes llevaron la enfermedad de Egipto a India durante el primer milenio antes de Cristo.
Desde allí pasó a arrasar en China en el siglo I dC y llegó a Japón en el siglo VI. Los cruzados que
regresaban proporcionaron una manera de que la viruela se extendiera por Europa en los siglos XI
y XII. La viruela fue particularmente exitosa en poblaciones originarias. Los españoles deben gran
parte de su éxito en la conquista en el siglo XVI de los aztecas en México y los incas en Perú a la
viruela.
A diferencia de los conquistadores, los indígenas no tenían inmunidad a la enfermedad, nunca antes
la habían encontrado y un gran número de ellos perecieron. Un siglo después, las poblaciones
indígenas que vivían más en lo que luego sería Estados Unidos y Canadá sufrieron una devastación
similar. En el siglo XVIII la viruela diezmó a los aborígenes cuando llegó a Australia, la última esquina
del mundo que hasta entonces se había escapado de sus estragos.

El método anterior a la vacuna

No sorprende que se hubieran tratado de encontrar maneras de prevenir la enfermedad. En China


crearon un tratamiento conocido como variolización hace unos mil años, que luego se extendió
hacia occidente llegando a varios países de Medio Oriente y África.
Había varias versiones pero la idea era la misma: darle una dosis del virus a una persona sana con
la esperanza de que enfermara levemente y se inmunizara.
En algunos lugares, le ponían a los sanos ropa de enfermos, impregnada con pus. Otros soplaban
por la nariz pedazos de las costras de las pústulas de los enfermos a personas sanas. En lugares
como Turquía, hacían una incisión en la piel de la persona que quería prevenir la enfermedad y le
echaban directamente la materia que emanaba de las llagas de los enfermos. Ese fue el método
que aprendió la esposa del embajador de Inglaterra en Constantinopla, Lady Mary Wortley
Montague y lo llevó a Gran Bretaña en 1720. Así se extendió por toda Europa.
Aunque la variolización salvó muchas vidas, el problema era que la persona se podía enfermar
gravemente si el pus que inoculaban era de una pústula joven, propagando aún más al enfermedad.
Además, como era de humano a humano, con la variolización podían transmitirse otras
enfermedades, como sífilis.
Lo que dijo la ordeñadora

Fue en ese mismo siglo en el que la viruela llegó a Australia y la variolización a Europa que un
practicante de medicina en la Inglaterra rural encontró la senda que lo llevaría a la cura para esa
enfermedad que mataba más que todo a niños.
Cuando estaba haciendo sus prácticas médicas lejos de su hogar, Edward Jenner (1749-1823)
atendió a una chica que lo consultó sobre unos granos que tenía en la piel.
Ella trabajaba como ordeñadora y le dijo casualmente: “Sé que no es viruela pues ya me dio viruela
bovina”. Sarah se había contagiado de viruela bovina ordeñando a su vaca Blossom. Esas pocas
palabras hicieron que Jenner recordara que en la región de la que él venía también se decía que
quienes contraían viruela bovina al ordeñar vacas quedaban inmunes a la viruela. La viruela bovina
no era grave: nadie moría de eso.
Un comentario casual de una campesina llevó a Edward Jenner a experimentar y encontrar la
vacuna contra la viruela.

James, Sarah y Blossom

En 1775, Jenner empezó un minucioso estudio sobre la relación entre la viruela bovina y la de
humanos. Después de experimentar con animales descubrió que si tomaba un extracto de una llaga
de viruela bovina y se la inyectaba a un ser humano, esa persona quedaba protegida contra la
viruela.
En 1796, inoculó a su primer paciente humano, James Phipps, un niño de 8 años, con materia
tomada de la mano de una ordeñadora llamada Sarah Nelmes a quien su vaca Blossom la había
contagiado de viruela bovina.
James contrajo viruela bovina. Unos días después, inoculó al niño con gérmenes de viruela. Como
anticipó, el niño no se enfermó de la versión humana de viruela. La inoculación con el virus de viruela
bovina había producido un grado de protección definitivo contra la viruela.
En 1797 presentó el estudio ante la Royal Society describiendo su experimento. Jenner no podía
explicar la razón por la que el método era efectivo, pues aún no se podía ver el virus con los
microscopios de la época.
La respuesta de los científicos fue que sus ideas eran demasiado revolucionarias y que necesitaba
presentar más pruebas.

No hay problema

Impávido, Jenner experimentó con varios otros niños, incluyendo su propio hijo de 11 me-ses. En
1798 publicó su investigación, en la que acuñó el término “vacuna”, del latín vacca (vaca). Lo que
vino no fue gloria sino burlas.
Sus críticos, especialmente el clérigo, denunciaron que era repugnante e impío inocular a alguien
con material de un animal enfermo. Una caricatura satírica de 1802 muestra al doctor Edward Jenner
en el hospital de St Pancras de Londres e ilustra el miedo y el escepticismo inicial de muchos sobre
la perspectiva de ser inoculados con viruela bovina para protegerse de una enfermedad mucho más
seria.
En la caricatura se ve gente a la que le salen vacas del cuerpo.
No obstante, las ventajas obvias de la vacunación y la protección que proveía ganó la partida y la
práctica se generalizó.

El doctor más famoso del mundo

Jenner escribió un libro sobre su descubrimiento. Doctores de todo el mundo estaban interesados y
Jenner les mandó muestras de la vacuna.
Se volvió tremendamente famoso. Reyes y emperadores le mandaban regalos; el Parlamento
británico le dio una suma de dinero para agradecerle por su trabajo. Aunque se volvió rico, siguió su
vida tranquila en la misma casa de siempre en Berkeley y continuó trabajando como médico rural,
atendiendo a ricos y pobres.
A los últimos, los vacunaba gratis en una cabaña pequeña que tenía en su jardín. En un sólo día,
en 1800, vacunó a casi 200 personas.
Durante la guerra entre Gran Bretaña y Francia, Jenner le pidió al emperador Napoleón que liberara
a algunos prisioneros… y Napoleón lo hizo, diciendo que no le podía negar nada a Jenner.
Era todo un héroe. Cuando murió en 1823, uno de sus amigos dijo que nunca había conocido a “un
hombre con un corazón más cálido”.
La viruela sobrevivió por muchos años después de la muerte de Jenner. La vacuna fue mejorada
por científicos como Louis Pasteur. Una campaña mundial de vacunación redujo año tras año los
casos hasta que en 1980 la Organización Mundial de la Salud declaró que el mundo estaba libre de
viruela.

Hermann Boerhaave (1668-1738)


por otro lado, la filosofía y la cosmología científica, de las que era buen conocedor Boerhaave,
contaban ya con una serie de construcciones sistemáticas despegadas de las medievales y
escolásticas, tales como las que ofrecían Descartes, Spinoza, Newton y Leibniz. En este sentido
se considera al gran médico holandés como a uno de los grandes sistemáticos, ya que trató de
trasladar al terreno de la medicina estos nuevos esquemas. Según Lindeboom, en periodo de
confusión, como el que dominó la medicina de comienzos del siglo XVIII, sólo podía ser útil un
hombre dotado de una amplia visión y de un profundo conocimiento de las diferentes partes de la
medicina.
En Leiden ejerció la medicina mientras continuó formándose en varias disciplinas. daba clases
privadas de medicina teórica, práctica, así como de "química". En poco tiempo su prestigió se
acrecentó hasta el punto de que tras el intento de ser contratado por otra universidad, en Leiden le
ofrecieron la primera cátedra que quedara vacante para que no se marchara. Tuvo que esperar
seis años hasta que murió Petrus Hotton, heredando así su cátedra de botánica que iba unida a la
dirección del Jardín Botánico.

Pero en lo que más destacó fue en la enseñanza de la clínica. En 1714 se le confió la enseñanza
de esta disciplina "junto a la cabecera del enfermo" que había sido descuidada en los últimos
años. Pronto la elevó al más alto nivel de toda Europa. Esta tarea la desempeñó durante un cuarto
de siglo, hasta el momento de su muerte, en 1738, convirtiendo a la Universidad de Leiden en el
centro europeo de la medicina. Allí acudieron estudiantes de varios países. Su esquema del plan
de estudios médicos se conserva todavía en su esencia. Entre sus alumnos se encuentran
nombres tan célebres como van Swieten, Haen, Cullen, Pringle, Heller, Fahrenheit, Prevoost, etc.

Sus aportaciones se recogen en dos textos no demasiado extensos: las Institutiones medicae y los
Aphorismi. En sus descripciones patográficas acertó a elaborar el canon estructural de la historia
clínica vigente hasta nuestro siglo.

Fue el primero en describir la rotura de esófago con salida del contenido gástrico en el mediastino;
de ahí que se hable del Síndrome de Boerhaave. Se considera el grado más profundo de desgarro
esofágico. Ocurre después de esfuerzos violentos para vomitar, tras comidas copiosas y excesos
de alcohol. Cuando se produce la rotura, el paciente siente una violenta epigastrio-pretoracalgia,
seguida de enfisema subcutáneo y ocupación pleural con o sin neumotórax. Se produce estado de
shock y si el paciente no es operado antes de veinticuatro horas, sucumbe. Boerhaave describió
esta rotura tras realizar la autopsia al Gran Almirante de la Flota holandesa quien murió después
de sufrir un dolor agudo de hipocondrio. Su relato es un claro ejemplo de lo que afirma en sus
Institutiones. Los fundamentos del saber médico son dos: la observación cuidadosa de los
fenómenos que aparecen ante nuestros sentidos en el hombre sano, enfermo, moribundo y en el
cadáver, y una severa indagación de lo que en el hombre se halla oculto a los sentidos y que sólo
puede conocerse por razocinio.

Síndrome de Boerhaave

Se considera el grado más profundo de desgarro esofágico. Ocurre después de esfuerzos


violentos para vomitar, tras comidas copiosas y excesos de alcohol. Cuando se produce la rotura,
el paciente siente una violenta epigastrio-pretoracalgia, seguida de enfisema subcutáneo y
ocupación pleural con o sin neumotórax. Se produce estado de shock y si el paciente no es
operado antes de veinticuatro horas, sucumbe.

Su personalidad

Se le describe como un hombre cariñoso, con sentido del humor y promotor de la alegría. No dejó
que las calumnias, por envidia y celos, lo llegaran a afectar. Era una persona modesta pero que
sabía ser firme, aunque sin dureza. Le gustaba cabalgar, trabajar la tierra, caminar y cuando
estuvo débil, tocar el violín.
Practicaba la meditación cada día por la mañana y, según él mismo comentaba, eso le daba vigor,
paciencia y dominio de sí mismo. Además, aceptó la voluntad de Dios, sin intentar descubrir la
razón de sus determinaciones. Se casó en 1710 con la hija de un rico comerciante. Tuvo una vida
familiar tranquila a pesar de la pérdida de sus tres pequeños hijos hombres, sobreviviéndole solo
una hija mujer.
Química y botánica

Antes y durante sus estudios médicos se abocó al estudio de Química y Botánica, campos en los
que se volvió un experto. Introdujo nuevas clasificaciones y convirtió el Jardín Botánico de Leiden
en uno de los más admirados del mundo. En Química fue un cuidadoso experimentador y trabajó
intensamente para desterrar algunos conceptos sin fundamento científico que se basaban en la
alquimia. Logró inclusive aislar la urea de la orina.

Hipócrates y Sydenham

Restauró entre los estudiantes el prestigio de Hipócrates, a quien consideraba el padre de la


Medicina y a su obra como el origen de todo el conocimiento médico. Admiró también a Thomas
Sydenham, cuya obra leyó, releyó y siempre consultó. Solía mencionar que, luego de Hipócrates,
nadie hizo descripciones clínicas tan cuidadosas como Sydenham.
Fue un promotor del trabajo sistemático y ordenó el caos que había a nivel médico científico en
esa época. Recalcaba la importancia del uso de la razón, además de la observación, la
comparación y la indagación.
John Hunter (1728-1793)

l siglo XVIII fue de gran trascendencia para la cirugía: ésta se convertía en una técnica, la
profesión de cirujano pasaba a tener un rango universitario, y se comenzaba a aplicar el programa
de Sydenham, contribuyendo así a enriquecer la observación clínica y la nosografía. Ya en el
último tercio de la centuria, John Hunter, una de las figuras preeminentes de la historia de la
medicina, iba todavía más lejos. Trató de fundamentar la patología quirúrgica en la investigación
biológica y experimental.
John Hunter nació en Long Calderwood, Escocia, en 1728. En 1784, con una formación escolar
muy pobre, se dirigió a Londres para ayudar a su hermano Williams, que ejercía la cirugía,
practicaba la ginecología e impartía clases de anatomía. También tenía una gran pasión por el
coleccionismo tanto de piezas anatómicas como de libros, medallas, cuadros, etc. John pronto se
contagió de esta afición a la vez que encajaba bien en su nuevo trabajo. Ascendió a asistente y
decidió seguir la misma carrera de su hermano. Entró como aprendiz en el Hospital de Chelsea,
después estuvo en el Saint Bartholomew y el Saint George. Tuvo entre sus maestros a Pott y
Cheselden
Consciente de su mala formación, William mandó a su hermano a Oxford para que estudiara. Sin
embargo, pronto abandonó porque no se acostumbraba al latín y al griego así como a otras
disciplinas que consideraba de poca utilidad. Continuó estudiando anatomía y haciendo
disecciones de cadáveres humanos y de todo tipo de animales, ya que concedía gran valor a la
anatomía comparada. En este terreno hizo algunas aportaciones de interés.
En 1761 su hermano murió de tisis y John entró como cirujano del Estado Mayor del Ejército y
más tarde en la marina. Tomó parte en varias batallas ya que entonces Inglaterra estaba en
guerra con Francia y con España. Como siempre ha ocurrido en la historia de la cirugía, las
guerras le proporcionaron la posibilidad de adquirir experiencia.
Después de la paz de Paris de 1763 se licenció y regresó a Londres. Se instaló en una finca de las
afueras y comenzó a coleccionar animales vivos y disecados, preparaciones anatómicas, etc. Su
casa contaba con espacios para guardar las colecciones y para investigar todos los temas
biológicos que se le ofrecían: morfología y fisiología animales, anatomía humana, técnica
quirúrgica y patología experimental. La gran cantidad de dinero que esto necesitaba lo obtenía de
su trabajo y de la clientela que acudía a sus consultas, así como de las clases de anatomía y de
las conferencias que daba frecuentemente. En el año 1778 fue nombrado cirujano del Hospital
Saint George. Su fama creció y acudieron muchos médicos a formarse con él; entre estos estaba
Edward Jenner. Murió en 1793, víctima de un angor, tras una conflictiva junta directiva del St.
George's Hospital. Hay que tener en cuenta que ya había padecido uno en 1773 y que arrastraba
una sífilis que contrajo según diremos más adelante. Dejó una colección de más de 13.000 piezas
anatómicas de hombres y animales que hoy se conservan en College of Surgeons.
Las aportaciones de Hunter a la cirugía fueron notables. Contrariamente a lo que sucedía
entonces, éste comenzaba la enseñanza de la disciplina dando una idea general de la práctica
quirúrgica y de los principios fisiopatológicos y terapéuticos aplicables a toda enfermedad o grupo
de ellas. Creía que el tratamiento no podía ser eficaz si no se fundamentaba en un conocimiento
de las causas y del mecanismo de enfermedad. Afirmó que, aparte de la anatomía, el cirujano
debía saber también fisiología. Por último, inculcó la idea de que la cirugía manifiesta siempre un
fracaso previo de la medicina.
¿Por qué se habla de chancro de Hunter? En su época no se sabía si la sífilis -enfermedad cuyo
tratamiento estaba en manos de los cirujanos -era consecuencia de un contagio animado o la
consecuencia de un veneno "acre y corrosivo". Dudaban de si había sífilis silenciosa sin síntomas
o siempre se producía una sintomatología inmediata tras la "infección". Tampoco tenían claro si la
blenorragia y la sífilis eran la misma cosa o dos entidades distintas. Para decidir si estas dos
enfermedades eran lo mismo se inoculó pus gonocóccico. Sin embargo, éste procedía de un
sifilítico ignorado. No sólo adquirió la sífilis sino que llegó a la falsa conclusión de que las dos
enfermedades eran la misma. El chancro duro o de Hunter es, pues, la úlcera que constituye la
lesión primaria de la sífilis. Todo esto se recoge en su libro A Treatise on the Venereal Disease (
Londres, 1786). Publicó además The Natural History of the Human Teeth (Londres, 1771), primera
publicación científica sobre los dientes humanos, Observations on Certains Parts of the animal
oeconomy (Londres, 1786), A Treatise on the Blood, Imflammation and Gunshot Wounds,
publicado tras su muerte en Londres en 1794, en el que describe sus investigaciones sobre el
mecanismo de la inflamación y la función curativa del proceso inflamatorio.
Como señala Sigerist, la importancia de Hunter radica en que abrió el camino a la observación y la
experiencia de la cirugía para la medicina, haciéndola útil para ésta. Fue un cirujano práctico como
el resto pero a la vez fue un científico. Su fervor hacia el empirismo se expresa muy bien en una
de las cartas que dirigió a Jenner. En ella le decía: ¿Para qué pensar?, ¿por qué no ensayas el
experimento?

Chancro duro o de Hunter

Úlcera que constituye la lesión primaria de la sífilis.


. natomista y cirujano escocés, nacido en las proximidades de Glasgow, el 13 de febrero de 1728 y
fallecido en Londres, el 16 de octubre de 1793. Es considerado el fundador de la patología quirúrgica
y su gran labor fue la de fundamentar esta ciencia en la investigación biológica y experimental. Su
nombre quedó asociado a los métodos iniciales de la respiración artificial y sentó las bases
científicas de la cirugía con estudios sobre la inflamación y la cicatrización de los tejidos, la
reparación de las fracturas óseas y las ligaduras o anastomosis arteriales.

Con una formación escolar muy pobre, a los 20 años de edad se fue a Londres para ayudar a su
hermano Williams, un prestigioso cirujano educado en Oxford que practicaba la ginecología e
impartía clases de anatomía, y que además coleccionaba apasionadamente piezas y preparados
anatómicos, libros y cuadros. Este ambiente fue muy propicio para John, el cual se adaptó y realizó
perfectamente su nuevo trabajo, incluso decidió seguir la misma carrera que su hermano. De esta
manera entró de aprendiz de cirugía en el Hospital de Chelsea y después pasó al de Saint
Bartholomew y al de Saint George. Para que completara correctamente su formación, su hermano
lo envió a estudiar a Oxford; sin embargo, Hunter no aceptó ni el modo ni las disciplinas que allí se
impartían, entre las que se encontraban el latín y el griego (innecesarias par él), y rechazó por
completo ese tipo de formación.

Pero su interés por la anatomía y la medicina no se había mermado, pues él continuó practicando
disecciones de cadáveres, sobre todo de animales, con los que realizó importantísimos estudios
sobre anatomía comparada, con el objeto de poder comprender las funciones de los órganos,
adquiriendo así gran experiencia; ésta también la adquirió en el ejército, donde ingresó en 1761
como cirujano militar. Dos años más tarde, ya con 35 años y con una tuberculosis pulmonar
contraída, regresó a Londres y se instaló a las afueras en una finca; allí se dedicó a sus estudios y
a sus colecciones anatómicas, a la vez que pasaba consulta e impartía clases y conferencias de
anatomía.
En 1768 fue nombrado cirujano del Hospital Saint George; por estas fechas ya era muy conocido y
muchos médicos se formaron con él; uno de ellos fue Edward Jenner, el gran investigador de la
viruela.

Su nombre está asociado con el denominado chancro de Hunter, una úlcera de la piel que acontece
en ciertas enfermedades contagiosas; y es que en su época ya se conocía el chancro sifilítico y no
sifilítico, pero se dudaba de si la sífilis y la gonorrea eran la misma enfermedad; para aclarar el
problema Hunter se inoculó pus gonoccócica de un enfermo de gonorrea y se le produjeron lesiones
sifilíticas, llegando a la falsa conclusión de que ambas eran la misma enfermedad. Esta idea falsa
se mantuvo vigente por medio siglo, sin embargo era fruto de un error, al no haber considerado
Hunter la posibilidad de que el enfermo tuviera la dos enfermedades a la vez.

Su conclusiones se recogen en su libro Treatise of the Venereal Disease (1786), donde describe el
chancro y el linfogranuloma venéreo, y en el mismo año publica Observations on Certain Parts of
the Animal Oeconomy. Pero antes, en 1771, ya había escrito The Natural History of the Human
Teeth, donde realiza una clara descripción de los dientes humanos con sus patologías asociadas;
en 1776 publica sus conclusiones sobre la necesidad de desobstruir las vías aéreas y de practicar
la respiración artificial con insuflación de aire para el tratamiento de la depresión respiratoria, con
un método que él mismo desarrolló. Posteriormente, su último libro y el más importante: A treatise
on the blood, Imflammation and Gunsthot Wounds, fue publicado en 1794, un año después de su
muerte.

En esta última obra recoge su investigaciones sobre el mecanismo y la función del proceso
inflamatorio; Hunter fue el primero en considerar que la inflamación no era una enfermedad, como
se creía hasta entonces, sino que se trataba de una reacción defensiva local frente a diversos
agentes invasores. Hunter también proporcionó la más importante contribución a la cirugía del
aneurisma, gracias a sus experimentos con animales; así, en 1785 realizó la ligadura proximal de
un aneurisma de la arteria femoral superficial, y años más tarde, un discípulo suyo, Astley Paston
Cooper realizó la primera ligadura o anastomosis de un aneurisma de la arteria aorta abdominal que
se encontraba roto.

Hunter estaba convencido de que el tratamiento de una enfermedad no podía ser eficaz si no se
fundamentaba en un buen conocimiento de las causas y mecanismos de la misma. Su gran labor
en la historia de la medicina fue la de fomentar, en conjunto, la investigación científica con la
patología quirúrgica. Además, dejó la mayor colección de historia natural de su tiempo, con más de
13.000 preparados anatómicos y anatómico-patológicos, que se conservan en el Museo Hunter de
Londres.

john Hunter (1728 - 1793) fue un famoso cirujano inglés. Ejerció primero como en cirujano militar
en la Armada Británica (1760 - 1763) y posteriormente ocupó los cargos de Cirujano del St.
George's Hospital (1768), cirujano del rey Jorge III de Inglaterra (1776) y cirujano general del
ejército (1789). Realizó muchos estudios de anatomía. Fue un reputado naturalista e hizo
interesantes aportaciones a la anatomía comparada. También se ocupó de las heridas de bala, de
las inflamaciones, de las enfermedades venéreas y del desarrollo dentario.

En su época existía una gran incidencia de enfermedades venéreas, especialmente sífilis y


gonorrea. Los médicos discutían sobre si se trataba de una sola enfermedad (el llamado "mal
venéreo") o por el contrario, eran diversas enfermedades. Los primeros se conocían como
unicistas y los segundos, dualistas.

John Hunter decidió entonces realizar un experimento definitivo que permitiera dilucidar la unidad
o dualidad de las enfermedades venéreas. En 1767 tomó el pus de la uretra de un paciente afecto
de gonococia y lo inoculó en su propia uretra. Este proceder puede resultar sorprendente en la
actualidad, pero las autoinoculaciones eran una práctica corriente en aquel tiempo, y estaban muy
bien vistas. Tenían cierta aureola de sacrificio, de altruismo, de caridad. Algo así como un
sacerdocio laico. Pero el experimento de Hunter, además de arriesgado resultó ser muy
desafortunado: la mala suerte quiso que el paciente elegido tuviera ambas enfermedades y al
cabo de poco, Hunter desarrolló tanto los síntomas de la sífilis (chancro) como los de la gonorrea
(supuración uretral). La conclusión a la que llegó - evidentemente errónea - fue que se trataba de
una sola y única enfermedad.
El enorme prestigio que gozaba en el mundo médico en todo el mundo Hunter, hizo que la
comunidad científica internacional aceptara a pies juntillas la unicidad de las enfermedades de
transmisión sexual. Solamente algunas aisladas y tímidas voces discordantes, como la de Bell en
Escocia (1799) osaron discrepar de esta opinión.

El malentendido sobre el pretendido origen común del mal venéreo no llegó hasta 1812, cuando
Hernández realizó un nuevo experimento - totalmente reprobable desde el punto de vista ético -
inoculando la enfermedad a 17 presos del penal de Toulon, en Francia, demostrando que sífilis y
gonorrea eran dos enfermedades diferentes.

La inoculación de John Hunter supuso un error que duró casi medio siglo en corregirse. Este caso
es un ejemplo de cómo un mal planteamiento de los experimentos científicos y la ausencia de
posteriores comprobaciones pueden suponer un atraso considerable en el progreso del
conocimiento.

Giovanni Battista Morgagni (1682-1771)

El establecimiento de formas típicas de enfermar, «especies morbosas», a partir de la observación


de los enfermos, fue el programa que emprendió el inglés Thomas Sydenham (1624-1689) en el
siglo XVII. Se habría de generalizar durante el siglo siguiente, en gran medida por el impulso del
holandés Hermann Boerhaave (1668-1738) desde la Universidad de Leyden. Boerhaave lo asoció
a la enseñanza junto al lecho del enfermo, método heredado de la escuela de Padua, e insistió en
la importancia de la investigación necrópsica. Bajo su enorme influencia, los resultados de la cada
vez más extendida y frecuente práctica de autopsias comenzaron a publicarse en una serie de
libros de intención sistematizadora. La obra del italiano Giovanni Battista Morgagni (1682-1771)
representa, como veremos, la culminación de esta corriente. No sólo se le considera por ello el
fundador de la anatomía patológica moderna, sino también el de una medicina basada en el
diagnóstico clínico de las lesiones orgánicas, que durante la primera mitad del siglo XIX dominó
desde París el desarrollo de la medicina científica moderna.

Giovanni Battista Morgagni nació en 1682 en Forlìn, cerca de Bolonia. En la Universidad de


Bolonia estudió medicina especialmente influido por las enseñanzas de dos discípulos de
Malpighi, I. F. Albertini (1662-1738) y A. M. Valsalva (1666-1723). Tras graduarse en 1701 fue
asistente de Valsalva e incluso le sustituyó en la docencia universitaria durante un año. Su primer
libro Adversaria anatomica prima (Bolonia, 1706) le valió el reconocimiento internacional como
anatomista, pero quiso regresar a su ciudad natal en 1709 para practicar la medicina. A pesar de
ejercerla con gran éxito aceptó la segunda cátedra de medicina teórica en la Universidad de
Padua en 1711, a la edad de 29 años. Cuatro años después pasó a enseñar anatomía desde la
cátedra que habían ocupado antes que él Vesalio y Faloppio, puesto que desempeñó hasta su
muerte, cuando contaba 90 años. Le sobrevino entre sus estudiantes, tras seis décadas de
magisterio ininterrumpido en Pa?dua. Junto con la enseñanza había desarrollado una actividad
incansable en sala de disección y en la práctica de autopsias, así como en el laboratorio, donde a
la observación microscópica y al examen químico de las piezas llegó a sumar la experimentación
con animales.

Las formas habituales de comunicación científica en su época eran la exposición directa y la


discusión con los colegas de los hallazgos que se tenían por novedosos, y así se entiende que a
pesa de su gran influencia en la medicina coetánea, Morgagni publicara su gran obra médica
cuando contaba 80 años de edad. Antes había publicado sus libros de anatomía humana
Adversaria anatomica (1706; 1717; 1719) y Epistolae anatomicae (1728; 1740). En 1761 se
imprimía en Padua (Venecia) su De sedibus et causis morborum per anatomen indagatis («Sobre
las localizaciones y las causas de las enfermedades, investigadas desde el punto de vista
anatómico»), que sentó las bases de la anatomía patológica moderna como fundamento de la
patología y la clínica.

Se le reconoce creador de la moderna anatomía patológica, pero su libro es un libro de patología y


clínica. Describe las enfermedades por orden «de la cabeza a los pies», como era habitual en la
época, exponiendo más de quinientos casos clínicos uno tras otro, y a cada caso sigue un informe
necrópsico. La mayoría son del propio Morgagni aunque incluye muchos de Valsalva y alguno de
autores de su confianza. Morgagni trata de explicar cada cuadro clínico relacionando
sistemáticamente los síntomas observados en el enfermo con las lesiones halladas en la autopsia
del cadáver. Presenta la patología especial en su totalidad, sobre una base anatómica.

Las lesiones anatómicas se constituyeron en el fundamento de la ciencia y la práctica médicas al


comenzar el siglo XIX en el programa «anatomoclínico» de la escuela de París. Mientras que en la
obra del Morgagni la lesión todavía está subordinada a las observaciones clínicas, para la nueva
medicina que se estableció en el París postrevolucionario, el diagnóstico se habría de basar en
señales objetivas de lesión («signos anatomopatológicos») y no en los síntomas del enfermo. Laín
Entralgo ha calificado la obra de Morgagni de «hito decisivo» porque su empresa, fundada en la
observación y la experiencia, hizo posible tanto la edificación de «una anatomía patológica pura,
concebida como ciencia fundamental de la patología entera», como también la generalización de
la «mentalidad anatomoclínica», dos de las grandes novedades del nacimiento, en el siglo XIX, de
la medicina moderna.

Como gran anatomista a la altura de su tiempo, Morgagni describió numerosas estructuras


anatómicas, algunas de las cuales llevan hoy su nombre. Entre otras el ventrículo laríngeo, el
apéndice testicular y los appendices vesiculosae paraováricos; el lóbulo medio de la próstata es la
«carúncula de Morgagni» y denominamos «cripta de Morgagni» a la fosa navicular de la uretra; las
columnae y los sinus anales son las «columnas y senos de Morgagni». Varios espacios
conocemos hoy por «agujeros de Morgagni», entre ellos el ciego lingual (foramen cecum linguae),
el singular del oído interno (foramen singulare), o los pleuroperitoneales (trígono esternocostal o
también cisura de Larrey).

Asimismo nos ha legado la descripción detallada de numerosas lesiones como gomas cerebrales,
la atrofia amarilla aguda del hígado, la tuberculosis renal o los aneurismas, siempre como
hallazgos necrópsicos relacionados con el cuadro clínico que presentaron en vida los pacientes.
Es también el caso de la enfermedad mitral. Llamamos «síndrome de Morgagni» a la asociación
de hiperóstosis frontal, virilismo y obesidad, y a Morgagni debemos la primera descripción precisa
del bloqueo cardiaco («enfermedad de Morgagni-Stokes-Adams»), que explica un caso de pérdida
súbita de conciencia acompañada de convulsiones. «Hernia de Morgagni» designa hoy a la hernia
diafragmática retroesternal congénita, con expulsión de tejido abdominal en el tórax a través del
pequeño espacio esterno-costal (uno a cada lado del diafragma) que da paso a los vasos
epigástricos superiores y que denominamos agujero pleuroperitoneal o de Morgagni.

Hernia de Morgagni

Hernia diafragmática retroesternal congénita, con expulsión de tejido abdominal en el tórax a


través del pequeño espacio esterno-costal (uno a cada lado del diafragma) que da paso a los
vasos epigástricos superiores y que denominamos agujero pleuroperitoneal o de Morgagni.

Método clínico y de autopsias

Morgagni empleó un criterio amplio y racional, evitando un diagnóstico apresurado e indagando


minuciosamente en cada caso.
Él llevaba un diario en el que recopiló observaciones clínico-anatómicas, comentarios sobre
lecturas con sus observaciones personales y opiniones sobre distintas enfermedades. La lectura
de este documento permite comprender su amplísimo criterio científico y el contexto del
pensamiento de aquella época.
Estructuras que llevan su nombre:
El ventrículo laríngeo, el apéndice testicular y los appendices vesiculosae paraováricos, la
“carúncula de Morgagni” (lóbulo medio prostático), la “cripta de Morgagni” (fosa navicular de la
uretra), las “columnas y senos de Morgagni” a nivel anal.
“Agujeros de Morgagni”: ciego lingual, singular del oído interno y trígono esternocostal o
también cisura de Larrey.
Se llama “síndrome de Morgagni” a la asociación de hiperóstosis frontal, virilismo y obesidad, y
“enfermedad de Morgagni-Stokes-Adams” al bloqueo cardiaco que explica la pérdida súbita de
conciencia acompañada de convulsiones. La “hernia de Morgagni” es la hernia diafragmática
retroesternal congénita.
A la mesa en que se realizan las autopsias se le conoce como “mesa de Morgagni”.

Opiniones y decisiones

Realizó estudios sobre los aneurismas y las enfermedades pulmonares. A la tuberculosis la


describió como una enfermedad contagiosa sobre la que era necesario tomar medidas especiales
de desinfección e higiene; logró que se establezcan leyes especiales y, como medida preventiva,
promulgó que no se realicen autopsias a personas que fallecieran por tuberculosis.
No estuvo de acuerdo con las sangrías que se hacían con “fines terapéuticos”. Más bien, describió
y realizó estudios minuciosos sobre el pulso y los latidos cardiacos en distintas enfermedades del
corazón. Respecto al tratamiento del cáncer y tumores malignos, opinó que la única forma exitosa
de lograrlo era extirpando la zona afectada.

El ‘medicus perfectissimus’ y el humanismo

Morgagni también escribió importantes textos sobre doctrina médica humanística como su Nova
Institutionum Medicarum idea (1712). En esta trata sobre la importancia de la formación y
educación del médico en su búsqueda de la perfección y afirma que el médico debería de tener
una elevada capacidad dialéctica y de expresión, conocimientos precisos de matemáticas y
filosofía, un juicio claro y amplio dentro de un espíritu humanista, conocer la información
anatómica con precisión, saber de hierbas y materia, y tener interés y criterio universal. Además,
destaca la importancia de que se trate de personas con altas calidades morales, con dotes éticas
y profesionales de la mayor excelencia.

Médico y anatomista italiano, nacido en Forli, y fallecido en Padua. Cursó estudios de Medicina en
Bolonia, con el anatomista Antonio María Valsalva, del que muy pronto llegó a ser ayudante. Fue
profesor de Medicina en Bolonia y catedrático en la Universidad de Padua, desde 1711.

Fue el primero que habló de la patología orgánica, y dijo que el estudio patológico de los órganos
puede ayudar en el conocimiento de las causas y desarrollo de las enfermedades. Relacionó
anatomía y patología. Consiguió describir en términos anatómicos toda una serie de enfermedades
como la llamada hernia de Morgagni (hernia diafragmática del esófago). Se interesó por las
dolencias cardíacas congénitas, además de descubrir detalles anatómicos, como la bolsa de la
laringe. Fue el primer científico que describió los tumores sifilíticos del cerebro, así como de la
tuberculosis hepática, y sugirió que, en los casos de parálisis parcial, el lugar de la lesión estaba
localizado en el hemisferio cerebral opuesto al lado del cuerpo afectado por la parálisis. En 1761
publicó Sobre la sede y las causas de las enfermedades, averiguadas mediante el arte de la
anatomía, ésta consistía en una exploración de setecientos casos, redactada en forma de setenta
cartas que Morgagni dirigía a un desconocido amigo médico, y describía, para cada uno de los
casos registrados, las características clínicas de la enfermedad tal y como se manifestaran en la
vida del paciente, y, a continuación, las lesiones encontradas en la autopsia.

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