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LA PODEROSA MANO DE DIOS


Por Ricardo Vivas Arroyo

Hablemos un poco de la Iglesia como un cuerpo. Es importante diferenciar lo que es un


organismo de lo que es una organización, el primero tiene vida propia, una organización
tiene vida artificial. Cuando Orlando se fracturó el antebrazo se estremecía de dolor, sus
ojos derramaban lágrimas, sus pies brincaban, la otra mano trataba de sobarlo, su
garganta gritaba. Cuando el dolor se quitó porque los huesos volvieron a su lugar, todo
su cuerpo descansó. En un organismo así sucede, en una organización no. La cabeza
detectó el problema por la señal de dolor que recibió por medio del sistema nervioso, y
ésta indicó de inmediato a cada parte del cuerpo que hacer para procurar alivio, incluso
gritar y llorar; todo el cuerpo se vio involucrado, “la cabeza es la que da salud al
cuerpo.” (Ef. 5:23 v1909). Si a un coche se le rompe una pieza no le duele y el resto del
auto ni se entera porque es una maquinaria sin vida. La organización es algo mecánico;
en ella las personas son piezas y no órganos como en el cuerpo.

Otro ejemplo claro: la mamá del chico lloraba más que él. ¿Cómo explicarías esa
reacción? La familia es también un cuerpo, no sólo les unen intereses comunes, sino que
están unidos espiritual, moral y físicamente; los esposos son uno, los hijos tienen la
naturaleza de ambos; el hombre es la cabeza de ese organismo vivo que es la familia; a
la mente natural es un gran misterio, pero esa es la verdad (Ef. 5:32).

El error de algunos es considerar que el cuerpo sólo es una figura de la iglesia, la Biblia
enseña que la Iglesia es el cuerpo de Cristo en esta tierra y Él es su cabeza; la Iglesia es
realmente un organismo y no una organización.

Muchos creen que conseguir los estudios impresos o las grabaciones de las
predicaciones, o copiar los métodos que a otros han dado buenos resultados, es
suficiente; pero no es así. Porque lo que están obteniendo de esa manera es sólo
información, son datos, es letra; pero se necesita algo más. La vida es lo que hace la
diferencia entre un organismo y una organización. Si yo te enseño alguna verdad
doctrinal y la misma verdad te la enseña otro ministro, el efecto y la bendición será
diferente. ¿Sabes por qué? Porque cuenta mucho el vaso. El ministerio es una fase de la
vida de Cristo fluyendo a través de una persona que cumple una función específica y
necesaria dentro del cuerpo.

Te platicaré una anécdota: Cuando sentí en mi corazón el testimonio de Dios para


pastorear la iglesia de Pachuca, Mi pastor tenía reservas; por lo que, con el fin de que la
iglesia se mantuviera abierta a lo que Dios dispusiera, un domingo le comenté lo
siguiente: “La iglesia puede funcionar igual si alguno de nosotros falta, el único
indispensable es Cristo.”

Me pareció una buena frase, así que al siguiente domingo se las repetí para sembrarla en
el corazón de todos y prepararlos para la posibilidad de mi ausencia, pero de inmediato
oí la voz de Dios que me dijo: “Lo que dices es falso, corrígelo.”

Fue tan clara que me sobresaltó, de momento no entendí, pero el Señor tuvo la gentileza
de aclarármelo: “¿Crees que la iglesia sería la misma si faltara Roberto, su apóstol?
Mira a tu alrededor y considera cómo sufre mi Pueblo por falta de verdaderos ministros
que me conozcan profundamente y me permitan obrar a través de ellos. Una de las
glorias de las iglesias locales serán sus ministros en aquel día” (2 Co. 1:14).

Así que obedecí, corregí mi bonita frase y dije a la iglesia:

Creo que lo que acabo de decir necesita ser enmendado, cada miembro en el cuerpo es
necesario, si alguno faltare estaría deficiente (1 Co. 12:14-27). Es verdad que el único
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indispensable en la iglesia es Cristo, mas como Él escogió fluir a través de sus ministros
y le puede tomar años madurarlos, la falta de ellos puede significar para la iglesia una
enorme carencia. Así que debemos rogar al Señor de la mies, que envíe obreros a su
mies, y también apreciar aquellos que han dispuesto sus vidas para responder al llamado
del Señor” (Mt. 10:36-38).

Debemos orar por nuestros ministros, agradecerle a Dios por los que ya nos ha dado, y
pedirle que nos envíe a aquellos que necesitamos para crecer correctamente hasta
alcanzar la perfección.

A Dios le tomó 40 años, bajo circunstancias especiales, desarrollar en Moisés las


características necesarias que le permitieran llevar a cabo su misión con éxito: pastorear
a un pueblo difícil otros 40 años de peregrinación por el desierto. Aarón en cambio, fue
llamado para una obra diferente, por lo que no pasó por el mismo proceso de desarrollo.
Es muy notorio, cuando Moisés dejó a Aarón a cargo del pueblo los 40 días que estuvo
con Dios en el monte Sinaí, no pudo con la encomienda y el pueblo se corrompió en ese
breve tiempo (Ex. 32:7, 21-24). Indudablemente Aarón fue un escogido para servir a
Dios en el sacerdocio (Ex. 28:1), pero no para llevar la carga del pastorado.

Cuando los ancianos de Israel murieron el pueblo perdió la visión, porque no había
quien los condujera con seguridad en los caminos de Dios (Jue. 2:7-11).

EL APOSTOLADO

Cuando los apóstoles murieron la iglesia no fue la misma; la falta de ministros llamados
y entrenados por Dios, trajo decadencia a la iglesia y los cristianos empezaron a
introducir tradiciones al culto divino.

Si alguien recibe información sin reconocer al ministro que se la dio, desechará lo


que no entienda y únicamente tomará lo que le parezca bien, según su criterio. La
doctrina entonces quedará incompleta y así también se perderá gran parte de la
bendición. En cambio, si reconoce al ministro, se someterá a Cristo a través de él y
caminará bajo su cobertura con seguridad.

Necesitamos someternos al ministerio apostólico que Dios tiene para nosotros y nuestro
rebaño. No es el título, sino el llamado, preparación y respaldo divinos, que capacitan al
ministro para llevar a cabo una misión específica. El hombre da títulos, la organización
puede respaldarlos, pero la obra de Dios no se cumplirá a plenitud. La organización de
la iglesia tradicional se parece al modelo de Dios, sus líderes pueden tener incluso,
como títulos, los cinco ministerios, y no por eso los ejercerán. Líderes que ejercen un
control administrativo total, son como el director de una empresa que cuenta con varias
sucursales; funge como cabeza. En cambio, el verdadero apostolado no interviene en la
administración de cada iglesia local, su gobierno es puramente espiritual, no usurpando
el lugar de la cabeza que es Cristo, porque funciona como un miembro del cuerpo sujeto
a Él.

En algunos seminarios enseñan que los apóstoles fueron doce, que el apóstol Pablo fue
el verdadero sustituto de Judas y no Matías, el cual fue elegido por suertes, lo que no
fue espiritualmente correcto (Hch. 1:21-26); además dicen que una característica del
apostolado era haber mirado al Señor Jesús en carne (1 Co. 9:1).

Los Apóstoles del Cordero ciertamente fueron doce únicamente y entre ellos sí fue
contado Matías (Hch. 1:26, 1 Co. 15:5), su apostolado les fue dado para edificar las
iglesias entre el pueblo de Israel, sobre el cual aun reinarán los doce durante el milenio
(Mt. 19:27-28); a estos doce el apóstol Pablo reconoce como los sumos apóstoles (2 Co.
12:11, 11:5).

Pero Pablo ni siquiera fue el apóstol trece, como algunos pretenden, él mismo testificó
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de otros que fueron apóstoles antes que él, como Andrónico y Junia (Ro. 16:7), Bernabé
fue también constituido apóstol por el Señor antes que San Pablo (Hch. 14:4, 14).
Posteriores a él, Silvano y Timoteo también llegaron a ser apóstoles a las iglesias de los
Gentiles (1 Ts. 1:1 con 2:6, 2 Co. 1:19, 2 Ts. 1:1).

¿Y Apolos? También llegó al apostolado, siendo primero un maestro en la Palabra (1


Co. 4:6, 9). Otro que también ejerció el apostolado fue Jacobo, el hermano en la carne
del Señor (Gá. 1:17-19). Tito también, si consideramos sus funciones en la epístola que
San Pablo le escribió (Tit. 1:5).

Es también importante estar conscientes de que el diablo es un falsificador de la obra de


Dios, y ha levantado falsos apóstoles (2 Co. 11:13). Si no hubiera verdaderos o sólo
fueran doce, ¿cómo podría alguien recibir a los falsos? ¿Aceptarías que alguien te
pagara con un billete de $175? ¡Claro qué no!, porque no existen billetes de esa
denominación emitidos por el Banco de México, pero si alguien te paga con un billete
falso de $200, es posible que lo recibas, al no notar las sutiles diferencias entre ese
billete y los verdaderos. En la iglesia madura de Éfeso descubrieron la infiltración de
falsos apóstoles porque conocían a los verdaderos (Ap. 2:2).

LOS PROFETAS NEOTESTAMENTARIOS

También enseñan que los profetas se terminaron con Juan el Bautista, porque en el
evangelio de Mateo dice que todos los profetas hasta Juan profetizaron (Mt. 11:11-13).

Tocante al Mesías claro que sí, ya que el Señor Jesús era el cumplimiento de todas las
profecías que la Ley y los Profetas anunciaron de antemano acerca de su advenimiento,
muerte, resurrección y gloriosa exaltación (1 P. 1:10-11). Sin embargo, en cuanto al
Nuevo Testamento, la profecía se iba a multiplicar en las iglesias por el derramamiento
del Espíritu Santo como nunca antes (Hch. 2:17-18, 1 Co. 12:10, 14:1, 5, 24, 29-32).
Además, Dios también levantaría un ministerio profético neotestamentario (Ef. 2:20,
3:5, 4:11, 1 Co. 12:28). Hubo profetas que funcionaron en las iglesias de una manera
muy amplia tales como Agabo (Hch. 11:27-28, 21:10-11), Judas y Silas entre otros
(Hch. 15:32, 1 Co. 14:32 y 37).

El ministerio profético también es falsificado por Satanás para tratar de engañar a la


iglesia, lo cual es también prueba que aún hay auténticos profetas para la iglesia actual
(Mt. 7:15, 24:11, 1Jn. 4:1).

Así podemos mirar en la Biblia acerca de los otros ministerios de Cristo que hoy en día
son más aceptados entre la cristiandad, como los evangelistas, pastores y maestros (2 Ti.
4:3-4, 2 P. 2:1). Todos los ministerios son necesarios en la iglesia de hoy, porque aún no
es perfecta. Para que Cristo venga primero es necesario restaurar el ministerio quíntuple,
porque sin él no es posible que la iglesia llegue a la unidad de la fe (doctrinal) y del
conocimiento de Cristo, a la madurez que Él espera de la Iglesia que reinará como su
Esposa (Ef. 4:11-15).

Estar sometido a un apóstol, nos enseña en fe y en práctica, y al ser fiel en compartir la


doctrina recibida de él, caminamos con seguridad. Así que en cierta medida ya estás
sometido al apóstol al caminar en lo que has aprendido acerca de la sana doctrina por
este medio. Y cuando esa sumisión implícita se convierta en sumisión explícita, vas a
recibir mayor bendición. Es como cuando alguien decide bautizarse en agua, ya es
salvo, pero se bautiza para hacer pública su decisión de caminar con el Señor; es un
paso de obediencia que todos los discípulos verdaderos anhelan dar, al hacerlo Dios les
bendice más. Creo que así sucede cada vez que nos apegamos al modelo que el Señor
estableció en el Nuevo Testamento.

Un ministro verdadero no busca reconocimiento sino servir y edificar el cuerpo de


Cristo, no agradando a la gente ni persiguiendo intereses personales (Fil. 2:21-22, 1 Ts.
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2:3-6, Gá. 1:10). Si reconoces esto en ti, también puedo estar seguro de que aquel que
Dios usó para formarte como ministro, a quien Dios te ha mandado estar sometido, debe
ser un apóstol de verdad, así que entonces puedes recibir la bendición plena.

Algunos consideran que cada grupo tiene libertad de organizarse para trabajar como
mejor le parezca, lo importante es alcanzar el fin propuesto. Si algún grupo logra el
objetivo de ganar almas, su método podrá ser adoptado y/o adaptado por los demás.
Como si Dios nos dijera en su Palabra el qué hacer, pero el cómo hacerlo, el quién lo
haga y el cuándo hacerlo, debe ser resuelto por cada iglesia según el grado de
organización que logre y el entrenamiento que pueda dar a su gente, aceptando que es
válido para la iglesia que: ‘El fin justifica los medios’1, y considerar esta frase como una
buena regla es arriesgarse a aceptar maneras incorrectas sólo que se obtienen buenos
resultados. Pero la Biblia dice:

“En estos días no había rey en Israel: cada uno hacía lo recto delante de sus ojos.” o: “cada
quien hacía como bien le parecía.” (Jue. 21:25, 17:6).

En el tiempo de los Jueces no hacían las cosas a la ligera o improvisadamente, sino las
hacían lo mejor que podían, lo que consideraban recto y bueno de acuerdo a su criterio,
métodos y recursos; pero la Biblia enfatiza que eso era porque no había rey en Israel. Si
Cristo no ocupa su lugar como cabeza de cada iglesia local, entonces los hombres que la
integran implantarán sus propias maneras, formas tradicionales y seguras para funcionar
(Col. 2:8, 18-23), muchas veces importadas del mundo de los negocios y de la política,
convirtiendo a la iglesia en una empresa productiva y al ministerio en una profesión
especializada. El Espíritu dice a la iglesia que depende de la organización, poder
económico, sistema administrativo y tecnología a su alcance, que se debe dar cuenta de
su estado espiritual deplorable, arrepentirse y comprar de Dios oro afinado en fuego,
vestirse de vestiduras blancas y ungir sus ojos con colirio (Ap. 3:14-21).

El pasaje menciona cuatro cosas necesarias para que la iglesia de Laodicea, que
representa la iglesia de nuestro tiempo, camine con seguridad: primero, arrepentirse de
la confianza que tiene en sí misma; después, pagar el precio de la consagración para
obtener riquezas espirituales: dones, fruto y ministerio verdadero para mostrar con
pureza la gloria de Dios; en tercer lugar, depender por entero de la gracia de Cristo
como la única manera de cumplir cabalmente la voluntad de Dios, y finalmente, recibir
la visión espiritual, es decir, aprender a mirar como Dios. Si sabemos lo que Él va a
hacer hoy, mañana y cada día y lo llevamos a cabo, entonces estaremos siendo sus
verdaderos colaboradores. Dios quiere comunicarnos su voluntad continuamente, para
eso es la cabeza de la iglesia (1 Co. 3:9, 2 Co. 6:1).

La Iglesia es el Cuerpo de Cristo, un organismo vivo, el nuevo hombre; tiene esqueleto,


músculos, miembros, órganos, sentidos, sistemas y cabeza. (Ef. 1:22-23, 2:15, 5:23-24,
30; 1 Co. 12:12-27). Una organización es algo similar, sin embargo, no tiene vida
propia, es una buena imitación de lo que es un organismo pero es sólo una maquinaria.
La organización es tan diferente de un organismo vivo como lo puede ser un automóvil
de una persona. Las iglesias se pueden organizar, pero Cristo sólo se moverá mediante
aquellas que le reconozcan prácticamente como cabeza y le permitan actuar a través de
ellas mediante la guía del Espíritu Santo.

Si yo organizo las cosas, soy la cabeza, si Cristo lo hace Él es la cabeza. La cabeza es el


centro de control del cuerpo que mediante el sistema nervioso realiza sus funciones.
Cristo por el Espíritu Santo quiere manifestar su voluntad a cada iglesia local. En
Antioquía, la reunión de ministros no era para planear las acciones que les permitieran
cumplir la Gran Comisión, sino para ministrar al Señor mediante su ayuno y oración, y

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.— Nicolás Maquiavelo (1469 – 1527), estadista y escritor italiano que se hizo célebre por su libro ”El Príncipe”, en el
cual establece que la moral debe sacrificarse por el interés. De lo cual, cuando ésta se hace a un lado para
alcanzar un buen fin, se dice que es algo maquiavélico.
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de esa manera recibir de la cabeza las instrucciones y plan para la iglesia y sus
ministros; Cristo la cabeza, mediante el Espíritu Santo, marcó la acción a seguir (Hch.
13:1-3). Los ministros son la parte del cuerpo que cumple la función de la mano, porque
van a a realizar la obra que la cabeza quiere. Enfatizo el punto: Mientras que en la
organización los ministros son cabeza; en el organismo, Cristo es la cabeza y los
ministros son las manos que realizan la obra.

Esa mano poderosa de Dios con sus cinco dedos, está descrita en Efesios 4:11-16,
donde dice que los cinco ministerios, son la parte del cuerpo de Cristo que sirve para
realizar la obra del ministerio o servicio y edificar el cuerpo en amor, creciendo en todas
las cosas en aquel que es la cabeza, es a saber Cristo. Esa es la mano de Dios a la que
nos debemos someter para que Dios nos exalte cuando sea el debido tiempo para cada
uno (1 P. 5:5-6).

Como concepto, todos los cristianos saben que Cristo es la cabeza de la iglesia, hasta los
católicos lo aceptan, sin embargo, en la práctica muchos lo niegan; no es Cristo sino
ellos los que programan, ponen, quitan, hacen y deshacen en la iglesia; los más
espirituales piden a Dios que bendiga sus planes y programas ya impresos; han hecho de
la iglesia una organización.

Dios tiene un modelo práctico para que la iglesia funcione como su cuerpo y sepa
sujetarse prácticamente a Él como cabeza; este modelo es el libro de Los Hechos. Dios
lo incluyó en su Palabra para mostrarnos el Orden Divino, en fe y práctica, al que se
deben ceñir las iglesias.

A fuerza de repetírtelo espero que los vayas asimilando, lo que pasa es que muchas
veces vivimos un evangelio mental y no espiritual, pensamos que Dios nos encomendó
la tarea y se fue, y nosotros tenemos que hacerla con nuestros recursos, se nos olvida
que la Iglesia es una obra divina. Cristo dijo, “Yo edificaré mi Iglesia” y por lo tanto
debemos depender de Él en todas las cosas.

Cristo está involucrado totalmente en la empresa de edificar su Iglesia, las


organizaciones lo han dejado fuera, o lo tienen como un asesor, o como el invitado de
honor de sus reuniones. Cristo dice a la iglesia de nuestro tiempo que está a la puerta
llamando para que lo dejen entrar (Ap. 3:20).

Quiero recordarte dos aspectos bíblicos muy importantes con relación a la Iglesia: El
primero es la Iglesia Universal, es un concepto que comprende a todos y cada uno de
los que han aceptado a Cristo como su Salvador personal; es el conjunto de todos los
creyentes en Cristo en toda la tierra; todo el que nace de nuevo es bautizado
(introducido, integrado) en el cuerpo de Cristo que es la Iglesia Universal (1 Co. 12:12-
13). Es la Iglesia en singular a la que Cristo se refiere en Mateo 16:18, y San Pablo en
Efesios 5:25.

El segundo concepto es el de iglesia local, nuestra vida práctica como cristianos se debe
desarrollar en su contexto, como miembros de su cuerpo local (Mt. 18:15-17). Así que
la Iglesia Universal está formada por todos los creyentes del mundo, y las iglesias
locales, por aquéllos que en forma integrada y en sujeción a sus ministros, desarrollan
su vida personal para cumplir los propósitos de Dios en una localidad (1 Co. 4:17, 7:17,
11:17, 16:19, etc.).

Entre estos dos conceptos en la Biblia, no existe otro que justifique las formas de
organización que han adoptado los diferentes movimientos cristianos y pseudo
cristianos, ni tampoco la independencia que otros grupos se atribuyen, al no reconocer
al ministerio quíntuple, como vínculo espiritual que une a las iglesias locales.

Un ejemplo es que muchos no tienen los cinco ministerios que la Biblia menciona, pero
en cambio tienen otros ideados por ellos como: cardenales, arzobispos, párrocos,
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directores, supervisores, presidentes, secretarios, vocales, copastores, etc. Algunos


dividen al país en zonas o territorios que les denominan presbiterios, parroquias o
consistorios. Otros eligen un director general vitalicio, que puede llamarse Papa o
Pastor General o El Profeta o Anciano Gobernante o Patriarca, y funciona como cabeza
de un gobierno centralizado en la iglesia madre, la cual rige sobre las iglesias que
dependen de la organización como iglesias hijas, las cuales a su vez controlan a las
misiones más pequeñas. Esto es sólo un ejemplo, pero hay infinidad de formas de
organización que se han implementado.

La Biblia muestra claramente como deben relacionarse las iglesias locales que forman la
iglesia universal, puntualicemos primero algunas cosas: Cristo debe ser la cabeza en
cada iglesia local, ésta debe tener un gobierno, el cual será como la estructura o
esqueleto del cuerpo, podemos comparar a los ancianos en la iglesia local como la
columna vertebral del cuerpo, llevando toda la carga espiritual de éste, y manteniendo
en el primado a Cristo como cabeza sobre todo el cuerpo (Hch. 14:22-23, 20:28, Tit.
1:5, etc.). Después veremos cómo Dios establece el gobierno de la iglesia local, en ella
es dónde se desarrollan los ministros y empiezan a funcionar (Hch. 16:1-3), y desde ella
son enviados por el Espíritu Santo para ministrar a la Iglesia Universal; es decir, a otras
iglesias locales según sea la voluntad específica de Dios en cada caso. El ministerio
quíntuple y los cuatro ministerios menores dan un total de nueve ministerios oficiales u
oficios ministeriales.

Los cinco ministerios mayores son los dones que Cristo dio a la Iglesia después de su
exaltación (Ef. 4:7-11), estos dones son canales a través de los cuales Cristo va a fluir,
son vasos de barro preparados para contener la alteza del poder de Dios (2 Co. 4:7), y
que éste sea derramado a la Iglesia (Sal. 68:18): Apóstoles, Profetas, Evangelistas,
Pastores y Maestros. Para ejercer cualquiera de estos ministerios es necesario el
llamado de Dios; no es algo a lo cual se puede llegar por voluntad, preparación,
cualidades o habilidades humanas, ni por capacitación académica o teológica; es una
vocación celestial que Dios imparte a algunos.

Los cuatro ministerios menores son llamados así por el sólo hecho de que cualquier
creyente puede aspirar a ellos, dos de ellos se mencionan en 1 Ti. 3: 1-13, son los
ancianos y los diáconos. Los otros dos se encuentran en 1 Co. 12:27-28, en este pasaje
podemos apreciar como funciona una iglesia local como cuerpo, con los dones del
Espíritu Santo en operación y los ministerios, entre ellos las ayudas y las
gobernaciones; son también conocidos como ministerios primarios, porque incluyen
tanto aspectos espirituales como administrativos.

Los ancianos u obispos que se establecen como gobierno local en el terreno espiritual,
fueron elegidos, probados y establecidos con base a los requisitos de 1 Ti. 3:1-7, donde
dice: “si alguno apetece obispado buena obra desea...”; el ser anciano u obispo lo
identificamos como ministerio menor porque se puede aspirar a él por voluntad propia.

El diaconado es un ministerio que abarca los aspectos materiales del servicio a Dios en
la iglesia local (Hch. 6:1-6, 1 Ti. 3:8-13). Las mujeres pueden participar en él (Ro. 16:1-
2). Los ministerios de ayudas y gobernaciones son necesarios y tienen una gran
diversidad de funciones, apoyando y administrando todo aquello que Dios está dando en
bendición a la iglesia local.

Quiero aprovechar para mencionarte que el texto no dice “buena posición desea”, sino
“buena obra desea”, es decir, se trata de servir, no de ocupar un puesto jerárquico (Lc.
9:46-48, Mr. 9:33-35).

Así que son nueve ministerios, cinco mayores: Apóstoles, Profetas, Evangelistas,
Pastores y Maestros; y cuatro menores: Ancianos, Diáconos, Ayudas y Gobernaciones.
Este es un primer nueve que Dios diseñó para que sea edificada una verdadera iglesia,
veamos otros dos nueves, necesarios también en cada iglesia local.
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Los nueve dones del Espíritu Santo son las herramientas para la edificación de la
iglesia, pretender edificar la casa de Dios sin ellos, es como construir un edificio sin
hacer uso de las herramientas de construcción (1 Co. 12:7-12). Estos dones son: Palabra
de Sabiduría, Palabra de Ciencia, Fe, Sanidades, Milagros, Profecía, Discreción de
Espíritus, Géneros de Lenguas e Interpretación de Lenguas. Un creyente con bautismo
de Espíritu Santo puede tener uno o varios de los dones enunciados, pero no todos. El
apóstol Pablo nos enseña que cada iglesia local como cuerpo, debe tener los nueve
dones del Espíritu repartidos entre sus miembros, porque así se interesarán y ministrarán
unos a otros (1 Co. 12:11, 18-20, 25). Todos los miembros de un cuerpo son necesarios
y se complementan. Para funcionar en armonía, cada uno debe ejercer su función y
ministrar su don (1 P. 4:10-11). Si yo falto a las reuniones de la iglesia, ésta se perderá
la parte de bendición que Dios escogió dar a través de mí, pero yo me perderé la que Él
tiene para mí por medio de los demás (Sal. 133). Juntos somos el cuerpo de Cristo y
miembros en parte; cada creyente debe procurar los dones espirituales y no ser sólo un
espectador, debe también anhelar ser excelente en el uso de los dones para la edificación
de la iglesia (1 Co. 12:31, 14:1, 12, 26, 39).

Cristo como cabeza, y el Espíritu Santo como sistema nervioso, provocarán la acción
armónica de todos y cada uno de los miembros del cuerpo para su edificación. Cada
culto de una iglesia local debe ser sobrenatural, cada miembro ministrará y recibirá algo
espiritual y será realmente edificado. Una iglesia que no se mueve en este nivel, es una
iglesia raquítica. Si en vez de estar sujeta a Cristo está controlada por una organización
humana, no corresponderá a lo que Dios llama iglesia local.

Pueden ser una congregación o un centro de evangelismo, y cubrir ciertos aspectos del
funcionamiento de una iglesia, pero no corresponderán al modelo de las Escrituras. Una
iglesia local debe tener tres cosas para que bíblicamente se le pueda considerar como
tal: un gobierno instituido por Dios, disciplina que preserve la salud de la iglesia y el
ministerio de la verdad, es decir, sana doctrina que mantenga a la iglesia en continua
edificación.

Ahora veamos el tercer nueve necesario en la iglesia local, son las nueve
manifestaciones del fruto del Espíritu. La madurez cristiana no se identifica por los
dones sino por el fruto del Espíritu; la iglesia de Corinto tenía los nueve dones en
operación, sin embargo eran niños en Cristo (1 Co. 1:5-7, 3:1-3), porque les faltaba el
fruto del Espíritu (Gá. 5:22-23): Amor, Gozo, Paz, Tolerancia (Paciencia), Benignidad,
Bondad, Fe, Mansedumbre y Templanza (Dominio Propio). El carácter de Cristo, lo que
siente, piensa y decide está expresado por el fruto del Espíritu: los tres primeros
aspectos nos describen como siente: amor, gozo y paz; los tres siguientes nos muestran
como piensa acerca de cada uno de sus hijos: paciencia, benignidad y bondad, y los tres
últimos nos enseñan como actúa: con fe, mansedumbre y templanza. Así que la madurez
se da en cada creyente en la medida en la que nos vamos pareciendo a Cristo en el
carácter; el creyente debe madurar dando el fruto del Espíritu. Cada iglesia local va
creciendo como cuerpo de Cristo cuando sus miembros maduran (Ef. 4:15-16).

Las iglesias locales maduras son aquellas que manifiestan, tanto el carácter de Cristo
por el fruto del Espíritu en sus miembros, como su habilidad por los dones del Espíritu
repartidos entre ellos, sólo éstas podrán cumplir el plan de Dios y manifestar su gloria
mediante el ejercicio de un ministerio verdadero. Es entonces cuando se puede cumplir
la palabra que el Señor dijo: “Las cosas que yo he hecho vosotros las haréis, y mayores,
porque yo voy al Padre (para ocupar su lugar de cabeza).” (Jn. 14:14). El Cristo
resucitado y glorificado, puede reposar su cabeza en la Iglesia que es su cuerpo en esta
tierra (Mt. 8:20). Esa es la Iglesia que ha sido llamada para ser la plenitud de aquel que
hinche todas las cosas en todos (Ef. 1:22-23).

Mientras no te quede claro, como se relacionan las iglesias locales, es posible que la
necesidad de funcionar, te induzca a implementar o a adoptar formas de organización
como el papado y similares, así que voy a intentar aclarártelo con la ayuda de Dios.
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El apóstol Pablo fue usado por Dios para levantar iglesias locales por muchos lugares,
por algún tiempo él mismo les ministraba y cuando algunos de los creyentes fieles
maduraban, los establecía como ancianos y entonces dejaba a las iglesias funcionando,
después las visitaba para ir balanceando su crecimiento (Hch. 14:21-22). Cuando Dios
determinaba quien era el pastor, éste asumía las responsabilidades específicas del
pastorado (1 Ti. 1:3, He. 13:7, 17). Cuando el apóstol volvía a su iglesia local de donde
fue enviado (Hch. 13:1-4, 14:26-28), les escribía a fin de confirmar las cosas que les
había enseñado (Fil. 3:1), y propiciaba la comunión entre las diferentes iglesias locales
que estaban bajo su apostolado (2 Co. 8:24, 9:1-4, Gá. 1:2, Fil. 4:20-22, Col. 4:15-16).

Hacer reuniones de creyentes de diferentes iglesias locales está en el Orden de Dios


(Hch. 15:3-4), estas congregaciones o convenciones son saludables y plenas de
bendición.

También vemos en el libro de Los Hechos que había reuniones o convenciones de


ministros (Hch. 15:5-6), para buscar a Dios sobre aspectos específicos referentes tanto a
la Iglesia Universal como a las iglesias locales (Hch. 15:28-31). Los ministros se
congregaban como gobierno, pero siempre sumisos a Cristo por el Espíritu Santo.

Para terminar, haremos un esquema que concentre objetivamente todo lo que hasta aquí
hemos visto: pongamos al centro y arriba a Cristo como cabeza. Debajo de Él pongamos
a la iglesia local como su cuerpo y coloquemos hacia abajo los tres nueves que se deben
cumplir en ella: los ministerios, luego los dones del Espíritu Santo y por último las
manifestaciones del fruto del Espíritu. Después pongamos en forma lateral, su relación
con otras iglesias locales en las dos maneras que hemos aprendido: de un lado las
convenciones de iglesias locales y del otro las convenciones de ministros. Así cada
iglesia local tiene una relación directa con Cristo como cabeza, sus propias
características y funciones, y también queda establecido su vínculo espiritual con el
resto de la Iglesia universal mediante el ministerio apostólico que les es común y la
comunión entre los apóstoles y las iglesias bajo sus apostolados. De modo que la
relación entre las iglesias locales se da a través del ministerio que les es común. Sin
olvidar que esta relación es espiritual y no administrativa (Ef. 4:3-7).

MODELO ESCRITURAL PARA LAS IGLESIAS LOCALES Y LA


IGLESIA UNIVERSAL.

CRISTO

CABEZA DE LA IGLESIA

CONVENCIÓN DE CONVENCIÓN DE
IGLESIAS IGLESIA LOCAL MINISTROS
CRISTO
CABEZA DE! LA IGLESIA
NUEVE MINISTERIOS
UNGIDOS
!
NUEVE DONES DEL
ESPÍRITU SANTO
!
NUEVE
MANIFESTACIONES
DEL FRUTO DEL
ESPÍRITU
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¿Cómo funciona el ministerio quíntuple? Como las manos del cuerpo, porque son los
miembros que realizan la obra, edifican y perfeccionan a la Iglesia (Ef. 4:11-16).

Físicamente las manos son la única parte del cuerpo que puede llegar a cualquier otra
parte del mismo, si al cuerpo le da un dolor en un pie, o en un hombro, o en la espalda,
la cabeza moverá las manos para alcanzar el punto en problemas y le ministrará alivio, o
lo que sea necesario. Así es en la Iglesia, el ministerio quíntuple está sometido a Cristo
para ministrar a la Iglesia Universal y a las iglesias locales, lo necesario, según Dios lo
determine.

La poderosa mano de Dios es mencionada infinidad de veces en el Antiguo Testamento,


prefigurando la obra futura que realizaría en su Iglesia mediante el ministerio quíntuple:
Con su mano quebranta al enemigo (Ex. 15:6), por su diestra hace proezas y valentías
(Sal. 118:15-16, Dn. 9:15). Dios pastoreó a su pueblo con la pericia de sus manos (Sal.
78:72). En el Cantar de los Cantares menciona las manos del Esposo como anillos de
oro engastados de jacintos (Cnt. 5:14), mostrando tanto su naturaleza como su poder,
porque el oro revela la naturaleza divina de Cristo en ellos y el jacinto su poder
celestial; así son las manos traspasadas del Cordero. En especial vemos las manos de
Cristo después de su resurrección, ejecutando la voluntad de Dios, al predecir que la
voluntad de Jehová sería en su mano prosperada (Is. 53:10). El ministerio quíntuple es
la mano de Dios para guiar, proteger, edificar, corregir, perfeccionar, pelear y vencer.

Los cinco ministerios mayores son simbolizados en diversas maneras, por ejemplo:
David, figura de Cristo, venció a Goliat, figura de Satanás; pero antes de vencerle fue a
un arroyo, recogió cinco piedras de río, las puso en su zurrón, y con la onda del Espíritu
Santo lanzó una de ellas, derribando al gigante con un certero golpe en la cabeza
(autoridad) y cortándola después, con su enorme espada que prefigura la Palabra de
Dios. Las piedras de río son lisas de tanto ser rodadas por la corriente, así el Señor pule
a sus ministros y con ellos derrota al enemigo despojándolo de toda autoridad (1 S.
17:20-51).

Una iglesia madura es aquella que es capaz de levantarse en victoria y ser más que
vencedora por medio del amado Hijo de David que lleva en su mano los cinco
ministerios, dados a su iglesia como regalos de su exaltación (Ef. 4:8-11).

Los cinco dedos de la mano también nos ilustran cómo funciona cada ministerio:

De acuerdo a la Escritura, el apóstol es el que establece el fundamento en cada iglesia


local (Ef. 2:20-21, 1 Co. 3:10-11, Hch. 8:14-15), mediante la revelación de la doctrina
(Ef. 3:5). Es un ministerio con autoridad sobre aquellas iglesias que Dios le dio pero no
sobre la totalidad de ellas (1 Co. 9:1-2, Gá. 2:8-9, 2 Co. 10:14-17). El apóstol Pedro, por
ejemplo, ejerció su apostolado sobre algunas iglesias de Galacia, en Asia menor y en
Bithinia (1 P. 1:1); y por eso el Espíritu Santo le prohibió a San Pablo predicar en esos
lugares (Hch. 16:6-7), de manera que no edificase en fundamento ajeno, es decir, no
podía ejercer su autoridad apostólica en iglesias establecidas por otro apóstol (Ro.
15:20, 1 Co. 9:2, 2 Co. 10:13-16). Aunque San Pablo predicó en Jerusalén, no era
apóstol a esa iglesia (Gá. 1:22-24, 2:7-8). Posteriormente fundamentó y edificó, con su
autoridad apostólica, otras iglesias en Asia y en Galacia (Gá. 1:1-2).

El apóstol es como el pulgar, es el dedo más fuerte, el único que puede estar frente a los
otros cuatro dedos, los puede cubrir al cerrarse el puño y hace de la mano una
herramienta poderosa, sin él la mano estaría sumamente limitada para realizar su obra,
los demás dedos son efectivos en su obra cuando se someten al apostolado; al cerrarse la
mano sobre algún objeto puede sostener grandes pesos, manejar herramientas para
realizar importantes obras, también puede utilizar armas poderosas para la destrucción
de fortalezas (2 Co. 11:28-29).

El profeta es como el índice, cuando se quiere señalar algo es ese dedo el que se
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extiende; así el ministerio profético mostrará las cosas en las que Dios quiere que
pongamos atención, para lo cual no sólo se mueve en los propósitos de la profecía como
don, al edificar, exhortar y consolar (1 Co. 14:2), sino además, en predecir, confirmar y
hablar profecías creativas (Hch. 11:27-28, 21:10-11). Sin profecía, el pueblo se
desenfrena. El ministerio profético es muy necesario, además es muy saludable que en
cada iglesia local haya varios profetas, ya que la Biblia muestra que un mínimo de dos o
tres testimonios darán seguridad (2 Co. 13:1).

Mucho pueblo de Dios que reconoce la obra del Espíritu Santo, comete el error de
conferir a los profetas del Nuevo Testamento las características de los del Antiguo
Testamento. Esto no es correcto debido a que ahora, a diferencia de la dispensación
anterior, Dios ha dado el bautismo con el Espíritu Santo para todos los creyentes. Hasta
Juan el Bautista los profetas operaron en una manera y después de él, el alcance de este
ministerio es otro.

El profeta es un ministro con inspiración divina y por lo tanto anima al corazón de la


iglesia, la consuela, la guía a adorar y alabar a Dios (Hch. 15:32), levanta sus ojos hacia
su futuro glorioso y provoca anhelo por la ya muy próxima venida de Cristo por su
Esposa.

El dedo índice está al lado del pulgar, y por lo tanto coopera muy estrechamente con él
en las funciones de la mano; las cosas finas y pequeñas se logran cuando estos dos
dedos trabajan juntos, como por ejemplo tomar un lápiz para escribir. Así el apóstol y el
profeta son una fórmula explosiva que manifiesta la gloria de Dios. Cuando Bernabé y
Saulo fueron enviados desde Antioquía, Bernabé llevaba la autoridad apostólica y Saulo
era el profeta; pero a medida que su ministerio fue desarrollando, llegó el momento en
que la Biblia invierte sus nombres y empieza a referirse a Pablo, el cual es Saulo, y
Bernabé (Hch. 13:7-9, 13, 43). Cuando ellos se separan, Pablo como apóstol recibe el
apoyo de Silas el profeta (Hch. 15:39-41). Así que el profeta caminará haciendo equipo
con el apóstol ayudándole en el establecimiento de las iglesias locales (Ef. 2:20, 3:5).

En Hechos 13 vimos que él estaba en Antioquía celebrando una reunión de ministros


para buscar a Dios, en la cual había profetas y maestros. Cuando el Espíritu Santo los
aparta para salir a la obra para la que antes los había llamado, le confiere la autoridad
apostólica a Bernabé, Lucas es muy cuidadoso en respetar su liderazgo al mencionar
primero a Bernabé y luego a Saulo (Hch. 13:2, 7). Recuerda también que la visión del
varón macedonio la recibió él, lo cual es característico en los profetas (Hch. 16:9-10).

San Pablo a mi entender, llegó al apostolado después de haber desarrollado y ejercido


varios de los otros ministerios, él mismo dice que era predicador (evangelista), apóstol y
maestro de los gentiles (1 Ti. 2:7, 2 Ti. 1:11). De hecho, siendo el apostolado el
ministerio de mayor autoridad, requiere de un entrenamiento más intenso, y cómo debe
cubrir a los demás, también suplirá la falta de alguno de ellos, como lo explicaré más
adelante.

El dedo más largo de la mano es el medio, o cordial, el primero que toca los objetos que
se quieren alcanzar, así que ilustra muy bien al evangelista como aquel que se extiende
para alcanzar a los perdidos e introducirlos al cuerpo de Cristo. El ejemplo de cómo
opera este ministerio lo tenemos con Felipe (Hch. 21:8, 8:5-13, 35-40), su carga
principal eran los perdidos, a quiénes llevó las Buenas Nuevas. Es también interesante
mencionar que si a este dedo también se le conoce como dedo cordial, que viene del
latín "cordis" que significa corazón, y que se interpreta como amable o franco, es así
como debe ser el evangelista, compasivo, misericordioso y amoroso.

En la mano el dedo anular, o del anillo, es el que prefigura al pastor, porque es el dedo
de la autoridad. El pastor es aquel ministro sobre quien descansa la responsabilidad del
rebaño, el que apacienta a la grey, el que dará cuenta de cada oveja (He. 13:17). Es la
figura paterna que marca el ejemplo a seguir para los hijos (He. 13:7, 1 P. 5:2-4). Su
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carga principal es la edificación de la iglesia local y de cada persona en lo individual;


los demás ministerios deben sujetarse a él para cooperar en la edificación de la iglesia
local bajo su responsabilidad.

Aunque un pastor tiene que enseñar, pero para cumplir cabalmente su misión, debe
además apacentar y edificar al rebaño mediante la oración, el consejo y la disciplina. En
cambio el Maestro, tiene la carga principal en enseñar las verdades doctrinales que
aprendió del apóstol. Podemos leer en Eclesiastés 12:11 que las palabras de los
maestros sabios son como aguijones, pero que cuando las da un pastor son como clavos
hincados, entran poco a poco, pero sin el dolor de un aguijón. ¿Se nota la diferencia?

El pastor no sólo ministra la verdad como tal, sino la administra con la ternura pastoral,
como cuando San Pablo lo hizo con la iglesia de Tesalónica (1 Ts. 2:7-12).

El pastor requiere el apoyo del maestro, la iglesia necesita a ambos para conservarse en
la sana doctrina. El pastor llevará de la mano al creyente hasta lograr el estándar trazado
por el apóstol y enseñado por el maestro.

Si miramos despacio la epístola a los Filipenses, veremos que el apóstol Pablo como
maestro les ministra primeramente doctrina, sin embargo, cuando aborda aspectos de
autoridad como su apóstol, se refiere en particular a la persona que tenía la
responsabilidad de la iglesia local, pidiéndole que apoye y reconozca a los ministros
visitantes que le ayudarán en la edificación de la iglesia (Fil. 1:1-2, 4:3). La carta la
recibió él para leerla a la congregación, sin embargo, las recomendaciones de gobierno
fueron personales, es posible que al principio el apóstol asuma la responsabilidad, pero
con el tiempo, establezca como ancianos a los hermanos con más madurez y deseo de
servir, posteriormente Dios levantará como pastor a aquel varón que haya llamado para
ejercer tal ministerio. (Hch. 14:23, Tit. 1:5, 1 Ti. 1:3).

Por el ejercicio de la autoridad pastoral, es posible identificar a varios pastores en el


Nuevo Testamento. Jacobo, el hermano del Señor, antes de llegar al apostolado, fungió
como pastor de la iglesia de Jerusalén, los ancianos estaban sujetos a él y San Pedro,
siendo apóstol, era uno de ellos y por lo tanto se sujetó a su pastorado (Gá. 2:12, Hch.
15:13-20, 12:17, 1 P. 5:1). San Pablo, cuando subió a la iglesia de Jerusalén se refirió a
Jacobo y a los ancianos con él (Hch. 21:18).

Timoteo fue pastor de la iglesia de Éfeso, porque tuvo a los ancianos y maestros
funcionando bajo su autoridad (1 Ti. 5:17-20).

El ministerio pastoral fue establecido por Dios desde el Antiguo Testamento, Moisés
pastoreó a Israel por el desierto, después de él Josué fue puesto por Dios como pastor
(Sal. 78:52, Sal. 77:20, Nm. 27:16-18). Y como el pueblo era grande y la carga era
mucha, Moisés fue guiado por su suegro para que delegara sobre los ancianos parte de
la carga y de esa manera el pueblo fuera mejor atendido (Ex. 18:12-24), este principio
Dios lo confirmó después, tomando del mismo espíritu que estaba en Moisés y
poniéndolo en los ancianos que habían funcionado a prueba por un tiempo, como
también Pablo lo establece para la iglesia (Nm. 11:16-17, 1 Ti. 3:10). Ahora, Cristo es
el buen pastor y su iglesia es un rebaño, El es el Príncipe de los pastores de todas las
iglesias locales del Nuevo Testamento (Jn. 10:11-16, 1 P. 5:2-4).

El dedo meñique es el último y más pequeño de los dedos de la mano, no es


espectacular como el cordial, pero sin él, la mano no tendría la fuerza para apretar.
Cierra tu mano, ahora endereza el dedo meñique y trata de apretar, ahora ciérralo y
aprieta... ¿Notas la diferencia? Pues así es el ministerio de maestro, le da a la mano y a
la iglesia la fuerza de la verdad a través de la sana doctrina. El maestro tiene la gracia de
Dios para desmenuzar la doctrina y presentarla a la iglesia en una manera ordenada,
detallada y accesible. Es por el conocimiento de la verdad que todo lo podemos (2 Co.
13:8). Apolos como maestro era poderoso en las Escrituras para demostrar que Jesús era
12

el Cristo (Hch. 18:24-28); Zenas fue un maestro reconocido por todas las iglesias (Tit.
3:13). En Éfeso había maestros, y Timoteo como pastor, les requirió sumisión para ser
así de edificación a la iglesia, al no diferir de la doctrina dada por el apóstol y guardada
fielmente por él (1 Ti. 1:3-4, Fil. 2:19-23).

Todo lo que hemos estudiado, es apenas una visión panorámica de lo que debe ser la
Iglesia y de lo que es el ministerio quíntuple. Dios está rompiendo los moldes y
estructuras humanas para establecer verdaderas iglesias locales que correspondan a su
modelo. Nunca debemos olvidad que pequeñas desviaciones con el tiempo hacen una
gran diferencia, ya que poca levadura leuda toda la masa (Gá. 5:7-9, Mt. 6:11, Lv. 24:5-
6).

En Babilonia tuvieron la brillante idea de hacerse un nombre por si fueren esparcidos y


de edificar una torre para llegar al cielo por sí mismos (Gn. 11:4); estas dos
características de Babilonia prefiguran tanto la unidad conseguida mediante alianzas
humanas, como la vida religiosa que pretende obtener las cosas celestiales por esfuerzo
propio, desechando con ello la gracia de Dios. El ecumenismo logrará una apariencia de
unidad que caracterizará a la falsa esposa (ramera), del usurpador de Cristo (Anticristo),
poniéndolo al frente del breve gobierno que tendrá sobre la tierra. Debemos volver a la
sencillez del evangelio, al modelo original dado por Dios en el libro de Los Hechos;
debemos salir de Babilonia (confusión religiosa) para corresponder al cuerpo de Cristo
en fe y práctica, con su gloriosa cabeza y sus poderosas manos, donde está escondido su
poder (Hab. 3:3-4). Las alianzas humanas tienen la consistencia que puede tener la
mezcla de arcilla con hierro, como los frágiles pies de la estatua del sueño de
Nabucodonosor, rey de Babilonia, que Cristo destruirá cuando venga como Rey (Dn.
2:41-45).

Parece increíble, pero desde que la restauración del ministerio quíntuple ha comenzado,
varias de las organizaciones religiosas de los Estados Unidos, ya han egresado de sus
seminarios teológicos, además de doctores en teología y profecía (escatología),
apóstoles y profetas, facultándolos para ejercer dichos ministerios mediante un diploma
o título.

En México, los líderes de algunos grupos carismáticos o de renovación se han repartido


los cinco ministerios entre ellos: “Si se requieren los cinco ministerios en la iglesia,
bueno, pues yo soy el apóstol, tú el profeta, aquel el pastor y ustedes son el maestro y el
evangelista. Ahora sí ya estamos completos.” Creo que eso es parte de la confusión
religiosa en la que vivimos, debemos pedir a Dios que nos guarde y que su Espíritu
Santo insista en llamar a las iglesias a salir de Babilonia (2 Co. 6:14-18, Is. 52:11, Ap.
18:2-5), aunque sabemos que muchos no saldrán, su respuesta definirá a cual de los tres
remanentes en que se dividirá la iglesia pertenecen, como lo ilustra la forma en que Dios
escogió el ejército de Gedeón2.

Hagamos un ejercicio interesante, comparemos los cinco ministerios mayores con los
cinco sentidos del cuerpo, examinando el funcionamiento de cada uno de ellos.

¿Con qué ministerio compararías al sentido de la vista?

La Biblia dice que al principio a algunas personas se les llamaba videntes. ¿Recuerdas a
quienes? A los profetas (1 S. 9:9, 2 S. 24:11, 1 Cr. 29:29). Ellos son en el cuerpo de
Cristo los que le imparten una clara visión, para crear expectación acerca de su
inminente retorno y establecerlo en la esperanza de ver su gloria, lo cual promoverá la
santificación del creyente y de la iglesia (1 Jn. 3:2-3, 2 Co. 7:1-2).

Ahora consideremos el sentido del olfato, es útil porque nos previene de aquellas cosas
que, aunque se ven bien, pueden estar descompuestas, pues el olor las delata. También

2
.— Estudiado en la parte 4 del libro Testigos de la Verdad: Costumbres Sublimes.
13

cuando algo huele bien, va a provocar alegría al cuerpo (Pr. 27:9), es un sentido
preventivo que ministra seguridad, protege de peligros y riesgos al cuerpo. ¿Qué
ministerio funciona así? ¡El pastor!, porque es el que vela por el bienestar de las almas
de los creyentes (He. 13:17), da seguridad al cuerpo evitando los peligros que quieren
dañar aquellos que están bajo su cuidado (Jn. 10:11-12); vigila, se previene y protege a
la iglesia local, ora y aconseja a los fieles para que no se expongan a peligros
innecesarios.

Ahora consideremos el sentido selectivo que prueba los sabores; el gusto selecciona lo
que comemos al preferir lo dulce, lo salado, lo amargo o lo ácido. ¿Quién determina el
alimento que debe comer el cuerpo de Cristo? ¿Cómo define Cristo que enseñar a la
iglesia local para que crezca bien alimentada? ¿Cómo desecha lo que no es de su gusto?
El maestro es el que está equipado por Cristo para ministrar la doctrina que alimente a
su pueblo, él debe rechazar aquellas cosas que están fuera de la sana doctrina, insípidas
o sabrosas, pero carentes de nutrimento, él dará a la iglesia una dieta balanceada y
saludable (Ec. 10:17).

Además, el gusto es un sentido que complementa al olfato, porque entre ambos sentidos
dan satisfacción a las necesidades del cuerpo. Lo que el olfato aprueba pasa por el filtro
del gusto y sólo entonces puede ser ingerido. Así, lo que el pastor ha filtrado, el maestro
lo paladeará para ver si está en sazón y sólo así, la iglesia lo recibirá con seguridad.

El siguiente sentido a considerar es el tacto, es un sentido que se encuentra distribuido


en todo el cuerpo, pero en especial es más sensible en las yemas de los dedos, con este
sentido podemos identificar lo áspero, lo liso, lo suave, lo duro, lo frío o lo caliente. El
tacto nos relaciona con el ambiente que nos rodea. Eso significa que todos los ministros
tienen algo de este ministerio, lo cual es saludable para las iglesias locales; además, el
tacto es el único sentido diseminado por toda la superficie del cuerpo, lo cual ilustra
cómo todos los creyentes tienen gracia de Dios para ejercerlo en un nivel más básico.
Con todo, alguien en especial está equipado por Dios para esa importante labor. El
evangelista. En la Biblia podemos ver que no sólo los otros ministros, sino también
todos los creyentes como parte del cuerpo, deben evangelizar, porque están en contacto
con el mundo y deben ser luz a él. El apóstol Pablo le pidió a Timoteo, cuando lo dejó
como pastor en Éfeso, que hiciera la labor de evangelista (2 Ti. 4:5). Como vimos antes,
el dedo cordial es el primero que toca las cosas, por ser el más largo, así el evangelista
debe estar dotado por lo menos con los dones de poder (fe, milagros y sanidades), para
propagar el Evangelio del Reino, dando a la gente plena libertad de todo aquello que la
ató en su vida sin Cristo: ligaduras, opresiones, vejaciones, posesión, vicios,
enfermedades físicas y del alma, etc.

El sentido del oído es el último, el que percibe los sonidos, tanto los agradables, como
los ruidos; que escucha lo lejano que tal vez aún no se ve, y una función muy
importante del oído es que el equilibrio del cuerpo depende de él. Por eso es figura del
apóstol, el apostolado fundamenta a las iglesias con la doctrina, les da estabilidad y
balance, así como también a los otros ministros.

Lo que anteriormente dijimos de la relación que existe entre el pastor y el maestro, se


complementa muy bien, si entendemos ahora que esto debe de hacerse en sumisión al
modelo apostólico. Como también comentamos con anterioridad, Timoteo hizo equipo
con los maestros de Éfeso, pero siempre ceñido al modelo que el apóstol Pablo le
entregó (2 Ti. 1:13, 2:15). Así que los maestros no serían un buen filtro si sólo se
movieran bajo su propio criterio, pero lo son al ceñirse a la doctrina y al modelo que
recibieron a través de los apóstoles (Ef. 3:5).

La Palabra de Dios dice:

“Cosas que ojo no vio, ni oreja oyó, ni han subido al corazón del hombre (imaginación), son
las que Dios ha preparado para aquellos que le aman.” (1 Co. 2:9-10).
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Si amamos a Dios y queremos hacer su voluntad, Dios nos guiará por sendas de justicia,
por ese glorioso camino de la perfección cuya meta es el encuentro con nuestro Señor;
ahora Él es nuestra cabeza desde los cielos, pero un día muy pronto será nuestra cabeza
como el Esposo amado y deseado, y de la iglesia que es su cuerpo, extraerá aquella
costilla cercana a su corazón, que será el remanente; carne de su carne y hueso de sus
huesos, la esplendorosa Esposa del Cordero, que se sentará con Él en su trono (Ro.
5:14b, Gn. 2:23, Ef. 5:30).

Cristo el Señor levanta a cada ministro y le imparte las características propias de su


vocación, para que pueda llegar a ser una expresión de lo que Él fue cuando ejerció su
ministerio terrenal. Cada ministro es como una parte de Cristo que se manifiesta a través
de un hombre común escogido por Él, al cual llamó, capacitó, probó y aprobó. Es muy
distinto de aquel que egresa de un seminario, al que por haber mostrado una cierta
habilidad natural para el estudio, se le faculta para ejercer un ministerio. El apóstol
Pablo asegura que el ministerio es algo que viene de Dios (Ef. 1:1, Col. 1:1-2, Gá 1:1),
que opera por la suficiencia de Dios (2 Co. 3:5-6, 1 Co. 15:10), lo cual ningún
seminario podrá impartir jamás a sus estudiantes. Aprender es de Dios, siempre que sea
conforme a su modelo, es decir, el seminario de Dios es la misma iglesia, los llamados
al ministerio son miembros de ella, que sumisos y fieles crecen el la gracia y en el
conocimiento de Dios, que dan fruto sirviendo en cosas menores, a quienes Dios entrena
mediante otros ministros y promueve hasta su establecimiento (2 P. 3:18, Hch. 16:1-3, 1
Ti. 1:1, 12). Los ministros necesitan capacitación y conocimiento; pero no son ministros
únicamente por lo que saben, sino por la vida de Cristo que fluye por ellos. Los
seminarios no están mal por enseñar a los llamados por Dios para servirle, sino porque
los facultan para ejercer el ministerio, sólo por haber adquirido los conocimientos que
ellos imparten. El ministerio no es un despliegue de conocimiento y habilidades
humanas, sino de gracia y poder divinos para impartir a los demás de la verdad y la vida
de Cristo que está en ellos, en la fase que Dios ha escogido mostrarse por medio de cada
ministerio (1 Co. 2:4-5, 2 Co. 3:4-5).

Cristo fue y es por excelencia el Apóstol, el Profeta, el Evangelista, el Pastor, y el


Maestro; también fue y es el Anciano, el Diácono, las Ayudas y las Gobernaciones; por
eso su cuerpo que es cada iglesia local, debe ser su manifestación en la tierra. (He. 3:1,
Hch. 3:22-23, Mt. 4:23-25, Jn. 10:11, 13:13, 1 P. 2:25, Mt. 20:28).

A mi iglesia le he enseñado que cuando alguien necesita un consejo, no debe venir


buscando la opinión del pastor o de alguno de los ancianos, sino que primero deben orar
pidiendo la dirección de Dios sobre su necesidad, y después pedir el consejo con la
confianza puesta en Él, recibiendo el consejo como de Dios y no la opinión del ministro.
De esa manera Dios usará al pastor o al anciano para guiarles, siendo ellos el medio que
Él escogió para proteger al rebaño.

Cristo el Pastor, fluye a través de los que él llamó para ser pastores, Cristo el Profeta, de
igual manera fluye por medio de los que llamó al ministerio profético; y aún, si alguien
tiene la gracia de Cristo para barrer, dentro del ministerio de ayudas barrerá como nadie,
porque será Cristo mismo barriendo a través de él.

El ministerio es gracia, es vida de Cristo, es la suficiencia de Dios a través de las


personas que Él llamó, que mueren para sí mismas y viven para Dios, dependiendo por
entero de su gracia para servir (2 Co. 4:10-12).

Ni con mucho hemos abarcado el consejo de Dios tocante a la Iglesia y los ministerios.
Por ejemplo, algo que no hemos estudiado es el nueve que nos permite desarrollar el
fruto del Espíritu, y por lo tanto nos prepara para fluir con madurez en los dones del
Espíritu, son las nueve Bienaventuranzas predicadas por el Señor en el sermón del
monte. Pedro también nos enseña en su segunda carta, una escalera de nueve peldaños
que él caminó junto con Cristo, y que le aseguró una vida de fruto abundante y una
generosa entrada al reino de Dios (2 P. 1:5-11). La gran comisión también tiene nueve
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puntos por cumplir, los cuales están relacionados con los demás nueves que hemos
visto.

Tampoco vimos los preciosos detalles de los siete tipos de ancianos que nos muestra la
Escritura; ni las características de los ministerios primarios de ayudas y gobernaciones;
ni tampoco la parte que corresponde al desarrollo de los siete dones vocacionales o
llamamientos básicos que se mencionan en Romanos 12.

Otro aspecto relevante que nos falta considerar, es que en el Nuevo Testamento existen
cuatro diferentes palabras en el griego que son usadas para expresar perfección, mismas
que corresponden a la anchura, longitud, profundidad y altura del amor de Cristo (Ef
3:14-19); propósitos de la perfección que se cumplirán a través de los Evangelistas, los
Pastores, los Maestros y los Profetas, en ese orden; y que hay una quinta palabra en el
griego que se usa una sola vez en todo el Nuevo Testamento, que nos da la clave del
ministerio Apostólico en cuanto a su parte para lograr la perfección de la Iglesia.

Hay muchas cosas más que nos enseña el Nuevo Testamento, para que podamos
conformarnos, como iglesia, al modelo de la casa que Cristo está levantando hoy (He.
3:5-6, 8:5-6); pero como en casos anteriores, podemos, con humildad y verdad, decir
que aún no sabemos lo que sabemos como lo debemos saber (1 Co. 8:2), mas vamos en
el camino correcto por su misericordia y elección de gracia.

¡Dios te bendiga!

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