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-¿Qué os parece si lo mandamos de excursión al Lago Negro? -dijo Jaime-.

Podemos hacer un mapa del tesoro e ir dejando pistas falsas para que las
siga hasta allí. Va a ser muy divertido.

Todos los que escucharon la ocurrencia de Jaime le rieron la gracia. Todos


menos Estrella.

-Sabéis que el Lago Negro es peligroso -dijo la niña-. Podemos colocar algo
para que se manche o para que huela mal. Seguro que con eso aprende.

-Mandar a ese cotilla al Lago Negro va a ser mucho mejor, no seas


aguafiestas -dijo Jaime-. Además, no le perderemos de vista. No te
preocupes.

Al día siguiente, Jaime llevó al colegio un mapa del tesoro que había hecho
en casa y lo dejó en el cajón de su pupitre, bien escondido. Había
madrugado mucho para ir dejando pistas escondidas, con ayuda de su
vecina y compañera Lucy.

Jaime se pasó la mañana cuchicheando con sus amigos lo suficientemente


cerca de Igor como para que este escuchara palabras sueltas y le entrara la
curiosidad. Cuando todos se fueron al recreo, Igor se hizo el remolón para
revolver el cajón de Jaime.

-¡Aquí está, el mapa del tesoro! -dijo Igor.

Siguiendo el mapa consiguió la primera pista. Estaba en el lavabo de las


chicas. Fue bastante humillante, pero lo logró.

-Vaya, tendré que esperar a que acaben las clases para seguir buscando -
pensó Igor-. Esta pista me lleva fuera del colegio, aunque… ¡Qué diantres!
¡Me voy!

Igor se fue sin que le viera nadie. Sus amigos estaban demasiados
ocupados riéndose de él y no se dieron cuenta de su fuga. Tampoco se
dieron cuenta de que no estaba en clase. Solo cuando acabó la jornada
escolar se percataron de que no estaba.

-¡Oh, no! -dijo Jaime-. ¿Dónde está Igor?

Entre todos se dieron cuenta de que llevaban sin verle desde que se coló en
el baño de chicas.

-Hay que salir a buscarlo -dijo Jaime-. Mirad el cielo. Tiene muy mala pinta.
Si cae una tormenta puede ser muy peligroso estar cerca de Lago Negro.
Jaime y sus amigos salieron corriendo tras las pistas escondidas. Pero Igor
llevaba mucha ventaja. Por muchas vueltas que hubiera dado, no tardaría
en aproximarse al peligro.

Entretanto, Igor se había adentrado en el bosque. Estaba hambriento,


sediento y cubierto de barro. Pero seguía adelante, a pesar del cielo, que
amenazaba con descargar una gran tormenta.

Jaime corría a la cabeza del grupo. Si no alcanzaba pronto a Igor no sabía


qué podía pasar.

-¡Allí! -gritó Estrella.

Igor estaba junto al lago, dispuesto a meterse dentro, convencido de que el


tesoro estaba a pocos metros de la orilla.

-¡Para! -gritaron todos sus compañeros a la vez.

P ero en se momento empezó


la tormenta. Agua a raudales y un gran trueno impidieron que Igor
escuchara a sus compañeros. Pero no que cambiara de idea.

Jaime sacó su tiratichas de la mochila y lanzó un tiro certero que le dio a


Igor justo en brazo. El dolor le hizo retroceder. Cuando miró vio a sus
compañeros estos ya iban corriendo hacia él.

-Una cosa es ser un fisgón y otra un imprudente -le espetó Estrella-. ¿Estás
loco? ¡¿Cómo se te ocurre meterte en el Lago Negro, casi de noche y con
esta tormenta?¡

Igor no entendía nada.

-Anda, volvamos a casa -dijo Jaime-. Te lo explico por el camino. Además,


te debo una disculpa.

-Creo que hoy todos hemos aprendido varias lecciones valiosas -dijo
Estrella.

-No lo dudes -dijo Jaime.

Fue la última vez que Igor curioseó donde no debía, y también la última
que Jaime prefirió reírse de alguien en vez de hablar sobre lo que no le
gustaba. Y Estrella decidió que no volvería a participar en ninguna iniciativa
que considerara injusta, por mucho que todos los demás lo hicieran.

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