No converso sobre la España que planteaba como mecanismo de
enriquecimiento imperial, la esclavitud, el saqueo y el genocidio. Hablo de la España que fracasa totalmente en conseguir riquezas en una tierra rica, porque no desarrolló mecanismos para sacar a tierra tan feraz, su enorme riqueza, pero sometió a sus dueños, tribus inocentes, amistosas y solidarias, con tanta dureza y abuso, que prefirieron morir antes que servir al conquistador. Una cadena de errores burdos entregaron a España la imposibilidad de usar el flujo que generaba desde las nuevas tierras conquistadas para sumarle a España riqueza porque desafortunadamente definía la riqueza como tener oro. Oro abundante que saqueó a las tribus americanas, pero que tuvo que transferir a sus acreedores prestamistas, mismos banqueros que la monarquía española expulsó de España un día antes del primer viaje colombino. La falta de entendimiento del proceso de acumulación de riqueza impidió a la monarquía española conservar esta primera civilización europea en América, ensayar nuevos mecanismos de creación, conservación y distribución de riqueza, aunque parece que alguna gente sí se dio cuenta de que el fomento de permanente riqueza estaba aquí asociado en aprovechar su feracidad, con la repoblación de la isla por labradores hispanos, quienes convirtieran la isla con sus manos blancas en la tacita de plata del Nuevo Mundo. Así tenemos documentación que incluye comunicaciones entre cronistas, oidores, representantes del gobierno español, administradores de cabildos, y otras instituciones de la rapidamente empobrecida, para que se produjera el milagro de la resurrección económica que nunca se produjo. Talvez no se produjo por haber sido cercenada por el abandono de la isla por parte de los pudientes, aunque otros hechos históricos decididos por la monarquía son también factores causales: el cambio de ruta de la Flota de Indias, que abandono a Santo Domingo como destino; ergo ni compras por Sevilla a los productores de la isla, ni ventas de productos europeos aquí. El incipiente bienestar que produjo el abandono de la isla por parte de los pudientes, y la cesación de Santo Domingo como destino de la Armada o Flota Española no fueron acompañados por decisiones monárquicas en favor de los escasos habitantes que tuvieron que quedarse a comprar y vender a contrabandistas. Esos, que son factores económico-sociales, junto al fundamentalismo de la Santa Inquisición, que tenía miedo atroz a que se descubriera su falsía, nos condenó a una mas cruel y final decisión: las desvastaciones, que no fueron de Osorio, voz del Rey, sino de los burros monarcas y de los dignatarios de una imbécil iglesia excluyente. Regresaré al tema.