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Cuentos o relatos para reflexionar

1. El hijo, el hijo, ¿quién se lleva al hijo?

2. Dios lo sabe

3. Huellas en la arena

4. La silla

5. Los dos hermanos

6. En el andén de la vida

7. La ciudad de los pozos

8. Cura para... …La tristeza

9.La vasija agrietada

10.El amor y el tiempo

11.Las tres rejas

12. El anciano diácono

13. Te has dado cuenta que...

14. Jesús…

15. Cuento sin "U"

16. ¿Es Usted Jesús?

17. El árbol de la Cruz

18. Asamblea en la carpintería

19. “El valor de cada uno”


20. “Un helado de chocolate”

21. “El cofre del tesoro”

22. La jaula de los jilgueros

23. “El gusano y la mariposa”

24. “La pequeña orquesta”

ESCUELA ELVIRA SANTA CRUZ

PROFESORA: CAROLINA BENÍTEZ

RELIGION NB5-NB6

COMPRENCIÓN LECTORA DE VALORES.

1. El hijo, el hijo, ¿quién se lleva al hijo?

Un hombre rico y su hijo tenían gran pasión por el arte.


Tenían de todo en su colección, desde Picasso hasta Rafael.
Muy a menudo, padre e hijo se sentaban juntos a admirar las
grandes obras de arte.

Cuando el conflicto de Vietnam surgió, el hijo fue a la guerra.


Fue muy valiente y murió en batalla mientras rescataba a otro
soldado. El padre recibió la noticia y sufrió profundamente la
muerte de su único hijo. Un mes más tarde, justo antes de la
Navidad, alguien tocó a la puerta. Un joven con un gran
paquete en sus manos le dijo al padre: "Señor, usted no me
conoce, pero yo soy el soldado por quien su hijo dio la vida. El
salvó muchas vidas ese día, y me estaba llevando a un lugar
seguro cuando una bala le atravesó el pecho, muriendo así
instantáneamente. El hablaba muy a menudo de usted y de
su amor por el arte."
El muchacho extendió el paquete: "Yo se que esto no es
mucho. Yo no soy un gran artista, pero creo que a su hijo le
hubiera gustado que usted recibiera esto."

El padre abrió el paquete. Era un retrato de su hijo pintado


por el joven soldado. El contempló con profunda admiración la
manera en que el soldado había capturado la personalidad de
su hijo en la pintura. El padre estaba tan atraído por la
expresión de los ojos de su hijo que los suyos propios se
inundaron de lágrimas. Le agradeció al joven soldado y
ofreció pagarle por el cuadro.

" Oh no señor, yo nunca podría pagarle lo que su hijo hizo por


mí. Es un regalo."

El padre colgó el retrato arriba de la repisa de su chimenea.


Cada vez que los visitantes e invitados llegaban a su casa, les
mostraba el retrato de su hijo antes de mostrar su famosa
galería.

El hombre murió unos meses más tarde y se anunció una


subasta para todas las pinturas que poseía. Mucha gente
importante y de influencia acudió con grandes expectativas de
hacerse con un famoso cuadro de la colección.

Sobre la plataforma estaba el retrato del hijo. El subastador


golpeó su mazo para dar inicio a la subasta. "Empezaremos
los remates con este retrato titulado "El Hijo". ¿Quién ofrece
por este retrato?" Hubo un gran silencio. Entonces una voz
del fondo de la habitación gritó: "¡Queremos ver las pinturas
famosas! ¡Olvídese de ésta!" Sin embargo el subastador
persistió: ¿Alguien ofrece algo por esta pintura?, ¿$100.00
dólares?, ¿$200.00 dólares?".

Otra voz gritó con enojo: "¡No venimos por ésta pintura!
Venimos a ver los Van Goghs, los Rembrants. ¡Vamos a las
ofertas de verdad!" Pero aun así el subastador continuaba su
labor: "¡El Hijo!, ¡El Hijo! ¡¿Quién se lleva "El Hijo"?!
Finalmente, una voz se oyó desde muy atrás del cuarto: "¡Yo
doy diez dólares por la pintura!" Era el viejo jardinero que por
muchos años había servido en la casa con el padre y el hijo.
Siendo muy pobre, no podía ofrecer más.

"¡Tenemos $10 dólares!, ¡¿Quién da $20?!" gritó el


subastador.

"¡Dásela por $10! ¡Muéstranos de una vez las obras


maestras!", dijo otro exasperado."

"¡$10 dólares es la oferta! ¡¿Dará alguien $20?! ¿Alguien da


$20?"

La multitud se estaba poniendo bien enojada. Nadie mas


quería aquella pintura, "El Hijo". Querían las que
representaban una valiosa inversión para sus propias
colecciones. El subastador golpeó por fin el mazo: "Va una,
van dos, ¡VENDIDA por $10 dólares!"

Un hombre que estaba sentado en segunda fila gritó feliz:


"¡Ahora empecemos con la colección!"

El subastador soltó su mazo y dijo: "Lo siento mucho damas y


caballeros, pero la subasta llegó a su final."

"Pero, ¿qué de las pinturas?"

"Lo siento. Cuando me llamaron para conducir esta subasta,


se me informó de un secreto estipulado en el testamento del
dueño. Yo no tenía permitido revelar esta estipulación hasta
este preciso momento. Solamente la pintura de "EL HIJO"
sería subastada. Aquel que la comprara heredaría
absolutamente todas las posesiones de este hombre,
incluyendo las famosas pinturas. ¡El hombre que compró EL
HIJO se queda con todo!

Reflexión:
Dios nos ha entregado a su Hijo Jesús que murió para
salvarnos. Así, como el subastador, su mensaje hoy es: "¡EL
HIJO, EL HIJO, ¿QUIÉN SE LLEVA EL HIJO?" Quien ama al Hijo
lo tiene todo.

Mateo 6:33 "Buscad primero su Reino y su justicia, y todas


esas cosas se os darán por añadidura."

2. Dios lo sabe

Cuando has llorado en angustia y dolor...

Dios ha contado tus lágrimas.

Cuando crees que tu vida se ha detenido y el tiempo solo


pasa...

Dios espera contigo.

Cuando estás solo y tus amigos están muy ocupados, aún


para una llamada telefónica...

Dios está a tu lado.

Cuando has tratado todo y no sabes hacia donde ir...

Dios te mostrará el camino.

Cuando nada tiene sentido y estás frustrado sin saber hacia


dónde ir...

Dios tiene la respuesta.

Si de repente tu mirada al mundo exterior se hace más


brillante y encuentras senderos de luz...

Dios te ha susurrado en el oído.


Cuando las cosas van bien, y tienes mucho que agradecer...

Dios te ha bendecido.

No importa si te sientes bien o mal. Dios siempre está contigo


y te acompaña en las buenas y en las malas.

Nunca dejes de hablar con Dios y contarle tus problemas ,


pues muchas personas buscan a alguien con quien hablar y
desahogarse, sin embargo no hablan con el único que siempre
va a escuchar con misericordia y paciencia, sin sacar a relucir
tus errores.

Busca a Dios de corazón y cuéntale tus problemas, pues

El siempre te acompaña y te cuida... lo creas o no...te guste o


no... El nunca te abandona...porque te ama.
3. HUELLAS EN LA ARENA

Una noche soñé que caminaba a lo largo de una playa


acompañada por Dios.

Durante la caminata muchas escenas de mi vida fueron


proyectándose en la pantalla del cielo.

Según iba pasando cada una de esas escenas, notaba que


unas huellas se formaban en la arena.

A veces aparecían dos pares de huellas, otras solamente


aparecía un par de ellas.

Esto me preocupó grandemente porque pude notar que


durante las escenas que reflejaban etapas tristes en mi vida,
cuando me hallaba sufriendo de angustias, penas o derrotas,
solamente podía ver un par de huellas en la arena.

Entonces le dije a Dios: -“Señor, tú me prometiste que, si te


seguía, tú caminarías siempre a mi lado. Sin embargo, he
notado que durante los momentos más difíciles de mi vida
sólo había un par de huellas en la arena: ¿Por qué cuando
más te necesitaba no estuviste caminando a mi lado...?”

El Señor me respondió: -“Las veces que has visto sólo un par


de huellas en la arena, hijo mío... ha sido cuando te he
llevado en mis brazos”.

4. La silla

La hija de un hombre le pidió al sacerdote que fuera a su casa


a hacer una oración para su padre que estaba muy enfermo.
Cuando el sacerdote llegó a la habitación del enfermo,
encontró a este hombre en su cama con la cabeza alzada por
un par de almohadas. Había una silla al lado de su cama, por
lo que el sacerdote asumió que el hombre sabía que vendría a
verlo.

- "Supongo que me estaba esperando", le dijo.

- "No, ¿quién es usted?", dijo el hombre.

- "Soy el sacerdote que su hija llamó para que orase con


usted. Cuando vi la silla vacía al lado de su cama supuse que
usted sabía que yo iba a venir a verlo".

- "Oh sí, la silla", dijo el hombre enfermo. "¿Le importa cerrar


la puerta?".

El sacerdote, sorprendido, la cerró. "Nunca le he dicho esto a


nadie, pero... toda mi vida la he pasado sin saber cómo orar.
Cuando he estado en la iglesia he escuchado siempre al
respecto de la oración, que se debe orar y los beneficios que
trae, etc., pero siempre esto de las oraciones me entró por un
oído y salió por el otro, pues no tengo idea de cómo hacerlo.
Por ello hace mucho tiempo abandoné por completo la
oración. Esto ha sido así en mí hasta hace unos cuatro años,
cuando conversando con mi mejor amigo me dijo: "José, esto
de la oración es simplemente tener una conversación con
Jesús. Así es como te sugiero que lo hagas... Te sientas en
una silla y colocas otra silla vacía enfrente tuyo , luego con fe
mira a Jesús sentado delante tuyo. No es algo alocado el
hacerlo, pues Él nos dijo 'Yo estaré siempre con ustedes'. Por
lo tanto, le hablas y lo escuchas, de la misma manera como lo
estás haciendo conmigo ahora mismo".

José continuó hablando: "Es así que lo hice una vez y me


gustó tanto que lo he seguido haciendo unas dos horas diarias
desde entonces. Siempre tengo mucho cuidado que no me
vaya a ver mi hija, pues me internaría de inmediato en la
casa de los locos".

El sacerdote sintió una gran emoción al escuchar esto y le dijo


a José que era muy bueno lo que había estado haciendo y que
no cesara de hacerlo, luego hizo una oración con él, le
extendió una bendición, los santos óleos y se fue a su
parroquia.

Dos días después, la hija de José llamó al sacerdote para


decirle que su padre había fallecido. El sacerdote le preguntó:
"¿Falleció en paz?". "Sí", respondió la hija. "Cuando salí de la
casa a eso de las dos de la tarde me llamó y fui a verlo a su
cama. Me dijo lo mucho que me quería y me dio un beso.
Cuando regresé de hacer compras una hora más tarde ya lo
encontré muerto. Pero hay algo extraño al respecto de su
muerte, pues aparentemente justo antes de morir se acercó a
la silla que estaba al lado de su cama y recostó su cabeza en
ella, pues así lo encontré. ¿Qué cree usted que pueda
significar esto?".

El sacerdote se secó las lágrimas de emoción y le respondió:


"Ojalá que todos nos pudiésemos ir de esa manera".

Autor desconocido.

5. LOS DOS HERMANOS

No hace mucho tiempo, dos hermanos que vivían en granjas


adyacentes cayeron en un conflicto. Este fue el primer
conflicto serio que tenían en 40 años de cultivar juntos
hombro a hombro, compartiendo maquinaria e
intercambiando cosechas y bienes en forma continua . Esta
larga y beneficiosa colaboración terminó repentinamente.
Comenzó con un pequeño malentendido y fue creciendo hasta
llegar a ser una diferencia mayor entre ellos, hasta que
explotó en un intercambio de palabras amargas seguido de
semanas de silencio.
Una mañana alguien llamó a la puerta de Luis. Al abrir la
puerta, encontró a un hombre con herramientas de
carpintero. -"Estoy buscando trabajo por unos días", dijo el
extraño, "quizás usted requiera algunas pequeñas
reparaciones aquí en su granja y yo pueda ser de ayuda en
eso". "Sí", dijo el mayor de los hermanos, "Tengo un trabajo
para usted. Mire al otro lado del arroyo aquella granja, ahí
vive mi vecino, bueno, de hecho es mi hermano menor. La
semana pasada había una hermosa pradera entre nosotros y
el tomó su buldózer y desvió el cauce del arroyo para que
quedara entre nosotros. Bueno, el pudo haber hecho esto
para enfurecerme, pero le voy a hacer una mejor. ¿Ve usted
aquella pila de desechos de madera junto al granero? Quiero
que construya una cerca, una cerca de dos metros de alto, no
quiero verlo nunca más."

El carpintero le dijo: "Creo que comprendo la situación.


Muéstreme donde están los clavos y la pala para hacer los
hoyos de los postes y le entregaré un trabajo que lo dejará
satisfecho."

El hermano mayor le ayudó al carpintero a reunir todos los


materiales y dejó la granja por el resto del día para ir por
provisiones al pueblo. El carpintero trabajo duro todo el día
midiendo, cortando, clavando. Cerca del ocaso, cuando el
granjero regresó, el carpintero justo había terminado su
trabajo.

El granjero quedó con los ojos completamente abiertos, su


quijada cayó. ¡No había ninguna cerca de dos metros! En su
lugar había un puente -¡un puente que unía las dos granjas a
través del arroyo!- Era una fina pieza de arte, con todo y
pasamanos.

En ese momento, su vecino, su hermano menor, vino desde


su granja y abrazando a su hermano le dijo: "¡Eres un gran
tipo, mira que construir este hermoso puente después de lo
que he hecho y dicho!".
Estaban en su reconciliación los dos hermanos, cuando vieron
que el carpintero tomaba sus herramientas. "¡No, espera!", le
dijo el hermano mayor.

"Quédate unos cuantos días. Tengo muchos proyectos para


ti”, le dijo el hermano mayor al carpintero. "Me gustaría
quedarme", dijo el carpintero, "pero tengo muchos puentes
por construir".

6. En el andén de la vida

Cuando aquella tarde llegó a la vieja estación le informaron


que el tren en que ella viajaría se retrasaría
aproximadamente una hora. La elegante señora, un poco
fastidiada, compró una revista, un paquete de galletas y una
botella de agua para pasar el tiempo. Buscó un banco en el
andén central y se sentó preparada para la espera. Mientras
hojeaba su revista, un joven se sentó a su lado y comenzó a
leer un diario.

Imprevistamente, la señora observó cómo aquel muchacho,


sin decir una sola palabra, estiraba la mano, agarraba el
paquete de galletas, lo abría y comenzaba a comerlas, una a
una, despreocupadamente. La mujer se molestó por esto, no
quería ser grosera, pero tampoco dejar pasar aquella
situación o hacer de cuenta que nada había pasado; así que,
con un gesto exagerado, tomó el paquete y sacó una galleta,
la exhibió frente al joven y se la comió mirándolo fijamente a
los ojos. Como respuesta, el joven tomó otra
galleta y mirándola la puso en su boca y sonrió. La señora ya
enojada, tomó una nueva galleta y, con ostensibles señales
de fastidio, volvió a comer otra, manteniendo de nuevo la
mirada en el muchacho.

El diálogo de miradas y sonrisas continuó entre galleta y


galleta. La señora cada vez más irritada, y el muchacho cada
vez más sonriente. Finalmente, la señora se dio cuenta de
que en el paquete sólo quedaba la última galleta.

"- No podrá ser tan descarado", pensó mientras miraba


alternativamente al joven y al paquete de galletas.
Con calma el joven alargó la mano, tomó la última galleta, y
con mucha suavidad, la partió exactamente por la mitad. Así,
con un gesto amoroso, ofreció la mitad de la última galleta a
su compañera de banco.

"¡Gracias!" - dijo la mujer tomando con rudeza aquella mitad.

"De nada" - contestó el joven sonriendo suavemente mientras


comía su mitad.

Entonces el tren anunció su partida...

La señora se levantó furiosa del banco y subió a su vagón. Al


arrancar, desde la ventanilla de su asiento vio al muchacho
todavía sentado en el andén y pensó:"¡Qué insolente, qué mal
educado, qué será de nuestro mundo!".

Sin dejar de mirar con resentimiento al joven, sintió la boca


reseca por el disgusto que aquella situación le había
provocado. Abrió su bolso para sacar la botella de agua y se
quedó totalmente sorprendida cuando encontró, dentro de su
cartera, su paquete de galletas intacto.

Cuántas veces nuestros prejuicios, nuestras decisiones


apresuradas nos hacen valorar erróneamente a las personas y
cometer las peores equivocaciones. Cuántas veces la
desconfianza ya instalada en nosotros, hace que juzguemos
injustamente a personas y situaciones, y sin tener un por
qué, las encasillamos en ideas preconcebidas, muchas veces
tan alejadas de la realidad que se presenta. Así por no utilizar
nuestra capacidad de autocrítica y de observación, perdemos
la gracia natural de compartir y enfrentar situaciones,
haciendo crecer en nosotros la desconfianza y la
preocupación. Nos inquietamos por acontecimientos que no
son reales, que quizás nunca lleguemos a contemplar, y nos
atormentamos con problemas que tal vez nunca ocurrirán.

Dice un viejo proverbio...


"Peleando, juzgando antes de tiempo y alterándose no se
consigue jamás lo suficiente,
pero siendo justo, cediendo y observando a los demás con
una simple cuota de serenidad,
se consigue más de lo que se espera".

7. La ciudad de los pozos

"Esa ciudad no estaba habitada por personas, como todos las


demás ciudades del planeta.
Esa ciudad estaba habitada por pozos vivientes... pero pozos
al fin.

Un día llego a la ciudad la "moda" que seguramente había


nacido en algún pueblito humano: La nueva idea señalaba
que todo ser viviente que se aprecie debería cuidar mucho
más lo interior que lo exterior. Lo importante no es lo
superficial sino el contenido. Así fue como los pozos
empezaron a llenarse de cosas. Algunos se llenaban de Joyas,
monedas de oro y piedras preciosas. Otros, más prácticos, se
llenaron de electrodomésticos y aparatos mecánicos. Algunos
más, optaron por el arte y fueron llenándose de pinturas,
pianos de cola y sofisticadas pinturas modernas. Finalmente
los intelectuales se llenaron de libros, de manifiestos
ideológicos y revistas especializadas. Pasó el tiempo. La
mayoría de los pozos se llenaron a tal punto que ya no
pudieron incorporar nada más. Los pozos no eran todos
iguales, así que, si bien algunos se conformaron, hubo otros
que pensaron que debían hacer algo para seguir metiendo
cosas a su interior. Alguno de ellos fue el primero; en lugar de
apretar su contenido, se le ocurrió aumentar su capacidad
ensanchándose. No paso mucho tiempo antes de que la idea
fuera imitada, todos los pozos gastaban gran parte de sus
energías en ensancharse para poder hacer más espacio en su
interior.

Un pozo, pequeño y alejado de la ciudad, empezó a ver a sus


camaradas ensanchándose desmedidamente. Ël pensó que sí
seguían hinchándose de tal manera, pronto se confundirían
los bordes y cada uno perdería su identidad.
Quizás a partir de esta idea se le ocurrió que otra manera de
aumentar su capacidad era crecer pero no a lo ancho sino
hacia lo profundo. Hacerse más hondo en lugar de más
ancho.. Pronto se dio cuenta que todo lo que tenía dentro de
él le imposibilitaba la tarea de profundizar. Sí quería ser más
profundo debía vaciarse de todo contenido. Al principio tuvo
miedo al vacío, pero luego, cuando vio que no había otra
posibilidad, lo hizo. Vacío de posesiones el pozo empezó a
volverse más profundo, mientras que los demás se
apoderaban de las cosas que él se había desecho
.
Un día , sorpresivamente el pozo que crecía hacia adentro
tuvo una gran sorpresa: adentro, muy adentro , y muy en el
fondo encontró agua¡¡¡¡¡¡¡¡¡. Nunca antes otro pozo había
encontrado agua.
El pozo superó la sorpresa y empezó a jugar con el agua del
fondo, humedeciendo las paredes salpicando los bordes y por
último sacando el agua hacia afuera. Así que la tierra
alrededor del pozo, revitalizada por el agua empezó a
despertar. Las semillas de sus entrañas, brotaron en pasto,
en árboles y en flores.

Todos le preguntaban como había conseguido el milagro.


Ningún milagro, hay que buscar en el interior, hacia lo
profundo. Muchos quisieron seguir el ejemplo pero
desdeñaron la idea cuando se dieron cuenta de que para ir
más profundo tenían que vaciarse.

En otra punta de la ciudad otro pozo, decidió correr el riesgo


del vacío. Y también empezó a profundizar. Y también llegó al
agua. y también salpicó hacia afuera creando un segundo
oasis verde en el pueblo.

Un día casi por casualidad los dos pozos se dieron cuenta de


que el agua que habían encontrado en el fondo de sí mismos
era la misma. Que el río subterráneo que pasaba por uno
inundaba la profundidad del otro. Se dieron cuenta de que se
abría para ellos una nueva vida. La búsqueda les había
deparado un nuevo y secreto punto de contacto: "LA
COMUNICACIÓN PROFUNDA QUE SOLO CONSIGUEN ENTRE
SÍ, AQUELLOS QUE TIENEN EL CORAJE DE VACIARSE DE
CONTENIDOS Y BUSCAR EN LO PROFUNDO DE SU SER LO
QUE TIENEN PARA DAR". Es allí que brota la alegría profunda,
esa agua cristalina que todos anhelamos.

de la Revista LA BARCA DE SANTA URSULA


(colegio Santa Ursula LIma Perú)

8. Cura para... …La tristeza

Hay un viejo cuento que nos habla de una mujer, cuyo único
hijo había muerto. En su dolor, fue a consultar a un hombre
sabio, a quien preguntó:
-¿Qué oraciones, o qué encantamiento mágico tiene usted
para traer a mi hijo de nuevo a la vida y quitar así mi
tristeza?

El sabio, en vez de despedirla o razonar con ella, le dijo:

-Tráigame una semilla de mostaza de una casa donde nunca


hayan conocido la tristeza. Nosotros la utilizaremos para
expulsar la tristeza de su vida.

La mujer partió de inmediato en busca de aquella semilla


mágica.

Se dirigió primero a una hermosa mansión, en un barrio


residencial; tocó la puerta, y dijo:

-Estoy buscando un lugar donde nunca hayan conocido la


tristeza, ¿es aquí por ventura? Esto es una cosa muy
importante para mí.

Le respondieron:

-¡Qué pena, usted vino al lugar equivocado! Y comenzaron a


relatarle todas las tragedias familiares que recientemente les
habían ocurrido.
La mujer se dijo a sí misma:

-¿Quién mejor que yo con toda mi desgracia para ayudar a


estas pobres y desafortunadas personas? Y se quedó para
consolarlos.

Partió luego hacia otros lugares, en búsqueda de una casa


donde nunca hubiera acontecido tristeza alguna. Pero, donde
ella iba, ya fuesen palacios o chozas, siempre encontraba
algún caso de tristeza o dolor.

Finalmente... quedó tan ocupada y contenta en consolar el


dolor ajeno, que se olvidó de la búsqueda de la semilla
mágica, sin darse cuenta que el hecho de consolar a otros,
había expulsado la tristeza de su corazón y de su vida.

9. LA VASIJA AGRIETADA

Un cargador de agua de la India tenía dos grandes vasijas que


colgaban a los extremos de un palo y que llevaba encima de
los hombros. Una de las vasijas tenía varias grietas, mientras
que la otra era perfecta y conservaba toda el agua al final del
largo camino a pie, desde el arroyo hasta la casa de su
patrón, pero cuando llegaba, la vasija rota solo tenía la mitad
del agua.
Durante dos años completos esto fue así diariamente, desde
luego la vasija perfecta estaba muy orgullosa de sus logros,
pues se sabía perfecta para los fines para los que fue creada.
Pero la pobre vasija agrietada estaba muy avergonzada de su
propia imperfección y se sentía miserable porque solo podía
hacer la mitad de todo lo que se suponía que era su
obligación.

Después de dos años, la tinaja quebrada le habló al aguador


diciéndole: -"Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo
porque debido a mis grietas solo puedes entregar la mitad de
mi carga y solo obtienes la mitad del valor que deberías
recibir."

El aguador apesadumbrado, le dijo compasivamente: -


"Cuando regresemos a la casa quiero que notes las bellísimas
flores que crecen a lo largo del camino." Así lo hizo la tinaja. Y
en efecto vio muchísimas flores hermosas a lo largo del
trayecto, pero de todos modos se sintió apenada porque al
final, sólo quedaba dentro de sí la mitad del agua que debía
llevar.

El aguador le dijo entonces -"Te diste cuenta de que las flores


sólo crecen en tu lado del camino?. Siempre he sabido de tus
grietas y quise sacar el lado positivo de ello. Sembré semillas
de flores a todo lo largo del camino por donde vas y todos los
días las has regado y por dos años yo he podido recoger estas
flores para decorar el altar de mi Madre. Si no fueras
exactamente como eres, con todo y tus defectos, no hubiera
sido posible crear esta belleza."
Cada uno de nosotros tiene sus propias grietas. Todos somos
vasijas agrietadas, pero debemos saber que siempre existe la
posibilidad de aprovechar las grietas para obtener buenos
resultados. Uno no deja de reír por hacerse viejo, se hace uno
viejo por dejar de reír.

10.El amor y el tiempo

Hubo un tiempo en el que en una isla muy pequeña,


confundida con el paraíso, habitaban los sentimientos como
habitamos hoy en la tierra. En esta isla vivían en armonía el
Amor, la tristeza, y todos los otros sentimientos. Un día en
uno de esos que la naturaleza parece estar de malas, el amor
se despertó aterrorizado sintiendo que su isla estaba siendo
inundada.

Pero se olvidó rápido del miedo y cuidó de que todos los


sentimientos se salvaran. Todos corrieron y tomaron sus
barcos y corrieron, y subieron a una montaña bien alta, donde
podrían ver la isla siendo inundada pero sin que corriesen
peligro.

Sólo el amor no se apresuró, el amor nunca se apresura. Él


quería quedarse un poquito más en su isla, pero cuando se
estaba casi ahogando el amor se acordó de que no debía
morir. Entonces corrió en dirección a los barcos que partieron
y gritó en busca de auxilio.
La Riqueza, oyendo su grito, trató luego de responder que no
podría llevarlo ya que con el oro y con la plata que cargaba
temía que su barco se hundiera.

Pasó entonces la Vanidad que también dijo que no podría


ayudarlo, una vez que el amor se hubiese ensuciado
ayudando a los otros, ella, la Vanidad, no soportaba la
suciedad.

Por detrás de la Vanidad venía la Tristeza que se sentía tan


profunda que no quería estar acompañada por nadie.

Paso también la Alegría, pero esta tan alegre estaba que no


oyó la suplica del amor.

Sin esperanza el Amor se sentó sobre la última piedra que


todavía se veía sobre la superficie del agua y comenzó a
menguar.

Su llanto fue tan triste que llamó la atención de un anciano


que pasaba con su barco. El viejito tomó al Amor en sus
brazos y lo llevó hacia la montaña más alta, junto con los
otros sentimientos.

Recuperándose, el amor le preguntó a la Sabiduría quién era


el viejito que lo ayudo... a lo que ésta respondió..... "El
Tiempo"..... el Amor cuestionó: ..."¿Por qué solo el Tiempo
pudo traerme aquí?".... La Sabiduría entonces respondió:
"Por que sólo el Tiempo tiene la capacidad de ayudar al Amor
a llegar a los lugares más difíciles"...

11.Las tres rejas

El joven discípulo de un sabio filósofo llega a casa de éste y le


dice:

-Oye, maestro, un amigo tuyo estuvo hablando de ti con


malevolencia...

-¡Espera! lo interrumpe el filósofo-. ¿Ya has hecho pasar por


las tres rejas lo que vas a contarme?

-¿Las tres rejas?

-Sí. La primera es la verdad. ¿Estás seguro de que lo que


quieres decirme es absolutamente cierto?

-No. Lo oí comentar a unos vecinos.

-Al menos lo habrás hecho pasar por la segunda reja, que es


la bondad. Eso que deseas decirme, ¿es bueno para alguien?

-No, en realidad no. Al contrario...

-¡Ah, vaya! La última reja es la necesidad. ¿Es necesario


hacerme saber eso que tanto te inquieta?

-A decir verdad, no.

-Entonces -dijo el sabio sonriendo-, si no es verdadero, ni


bueno, ni necesario, enterrémoslo en el olvido.
12. El anciano diácono

Le llamaremos Juan. Está despeinado, descalzo, su camisa


agujereada; su pantalón anda en las mismas. Así vistió
durante sus cuatro años de estudios universitarios. Es
brillante... mas, es un tanto callado; se convirtió a Cristo
mientras estudiaba. Frente a la universidad hay una iglesia:
conservadora, de gente refinada. Tienen deseos de poder
evangelizar a los jóvenes estudiantes, mas, no saben cómo
hacerlo.

Un buen día, Juan decide visitar dicha iglesia. Entra, descalzo,


con su vieja y rota ropa y su cabello despeinado. La misa ha
comenzado; camina por el pasillo en busca de un lugar para
sentarse. Como está llena la iglesia, no halla lugar. La gente
se ve algo incómoda, mas, nadie se atreve hablar. Juan se
acerca al púlpito, mas, no hallando lugar, se sienta en el piso
alfombrado (conducta aceptada en la universidad, pero que
jamás había ocurrido tal en esta iglesia).

¡Hay tensión en el medio ambiente... la gente está incómoda!


Ahora el sacerdote observa cómo un bien vestido, anciano y
canoso diácono se encamina lentamente hacia Juan. Es un
hombre piadoso, culto y refinado.

Mientras camina hacia Juan, la gente piensa dentro de sí: "No


podemos culparle por lo que va hacer. Después de todo, no es
de esperarse que un anciano reprenda a un joven, y mucho
menos, sentado así en el piso."

Tarda en llegar hasta el frente... su bastón va sonando según


camina. El silencio es absoluto. Ni siquiera se oye el respirar
de los presentes.
Tampoco puede continuar el sacerdote ante su expectativa de
lo que habrá de hacer el anciano diácono.

De momento, observan cómo éste suelta su bastón sobre el


piso y con gran dificultad se sienta en el piso junto a Juan con
el fin de, junto a éste, adorar a Dios. La emoción no tarda en
embargar a todos los presentes.

Luego de que el sacerdote logra calmar sus propias


emociones, le dice a los presentes: "Lo que yo voy a predicar,
tal vez ustedes nunca lo recordarán. Mas, lo que acaban de
ver, jamás lo olvidarán. Tengan sumo cuidado de la manera
en que viven. "Podría ser que ustedes sean la única "Biblia"
que algunas personas alcancen a leer."

13. Te has dado cuenta que...

Cuando otro actúa de esa manera, decimos que tiene mal


genio; pero cuando tú lo haces, son los nervios.

Cuando el otro se apega a sus métodos, es obstinado; pero


cuando tú lo haces, es firmeza.

Cuando el otro no le gusta tu amigo, tiene prejuicios; pero


cuando a ti no te gusta su amigo, sencillamente muestras ser
un buen juez de la naturaleza humana.

Cuando el otro hace las cosas con calma, es una tortuga; pero
cuando tú lo haces despacio es porque te gusta pensar las
cosas.
Cuando el otro gasta mucho, es un despilfarro; pero cuando
tú lo haces, eres generoso.

Cuando el otro encuentra defectos en las cosas, es maniático;


pero cuando tú lo haces, es porque sabes discernir.

Cuando el otro tiene modales suaves, es débil; cuando tú lo


haces, eres cortés.

Cuando el otro rompe algo, es torpe; cuando tú lo haces eres


enérgico.

¿Por qué te fijas en las astillas que tiene tu hermano y no te


fijas en la viga que tienes en el tuyo?

Veamos las virtudes de los demás, y dejemos de juzgar, que


conforme a nuestro juicio seremos juzgados.

14.Jesús…

He aquí un hombre que nació en una aldea insignificante.

Creció en una villa oscura. Trabajó hasta los 30 años en una


carpintería.
Durante tres años fue predicador ambulante.

Nunca escribió un libro.

Nunca tuvo un puesto de importancia.

No formó una familia.

No fue a la universidad.

Nunca puso sus pies en lo que consideraríamos una gran


ciudad.

Nunca viajó a más de trescientos kilómetros de su ciudad


natal.

No hizo ninguna de las cosas que generalmente acompañan a


los grandes.

No tuvo más credenciales que su propia persona.

La opinión popular se puso en contra suya.

Sus amigos huyeron. Uno de ellos lo traicionó.

Fue entregado a sus enemigos.

Tuvo que soportar la farsa de un proceso judicial.

Lo asesinaron clavándolo en una cruz, entre dos ladrones.

Mientras agonizaba, los encargados de su ejecución se


disputaron la única cosa que fue de su propiedad: una túnica.

Lo sepultaron en una tumba prestada por la compasión de un


amigo.

Según las normas sociales, su vida fue un fracaso total.

Han pasado casi veinte siglos y hoy Él es la pieza central en el


ajedrez de la historia humana.
No es exagerado decir que todos los ejércitos que han
marchado, todas las armadas que se han construido, todos
los parlamentos que han sesionado y todos los reyes y
autoridades que han gobernado, puestos juntos, no han
afectado tan poderosamente la existencia del ser humano
sobre la tierra como la vida sencilla de Jesús.

15. Cuento sin "U"

Jorge Bucay

Caminaba distraídamente por el camino y de pronto lo vio.

Allí estaba el imponente espejo de mano, al costado del


sendero, como esperándolo.

Se acercó, lo alzó y se miró en él. Se vio bien.

No se vio tan joven, pero los años habían sido bastante


bondadosos con él.

Sin embargo había algo desagradable en la imagen de sí


mismo.

Cierta rigidez en los gestos lo conectaba con los aspectos más


agrios de la propia historia:

La bronca,

el desprecio,

la agresión,

el abandono,
la soledad.

Sintió la tentación de llevárselo, pero rápidamente desechó


esa idea.

Ya había bastantes cosas desagradables en el planeta para


cargar con otra más.

Decidió irse y olvidar para siempre ese camino y ese espejo


insolente.

Caminó dos horas tratando de vencer la tentación de volver


atrás hacia el espejo. ese misterioso objeto lo atraía como los
imanes atraen a los metales.

Resistió y aceleró el paso.

Tarareaba canciones infantiles para no pensar en esa imagen


horrible de sí mismo.

Corriendo, llegó a la casa donde había vivido desde siempre,


se metió vestido en la cama y se tapó la cabeza con las
sábanas.

Ya no veía el exterior, ni el sendero, ni el espejo, ni la imagen


de él mismo reflejada en el espejo; pero no podía evitar la
memoria de esa imagen:

la del resentimiento,

la del dolor,

la de la soledad,

la del desamor,

la del miedo,

la del menosprecio.
Había ciertas cosas indecibles e impensables...

...Pero él sabía dónde había empezado todo esto.

Empezó esa tarde, hace treinta y tantos años...

El niño estaba tendido, llorando frente al lago el dolor del


maltrato de los otros.

Esa tarde el niño decidió borrar, para siempre, la letra del


alfabeto. Esa letra. Era la U.

La letra necesaria para nombrar al otro si está presente.

La letra imprescindible para hablarle a los demás, al dirigirles


la palabra.

Sin manera de nombrarlos dejarían de ser deseados... y


entonces no habría motivo para sentirlos necesarios... y sin
motivo ni forma de invocarlos, se sentiría, por fin, libre.....

EPÍLOGO:

Escribiendo sin "U" puedo hablar hasta el cansancio de mí, de


lo mío, del yo, de lo que tengo, de lo que me pertenece...

Hasta puedo escribir de él, de ellos y de los otros.

Pero sin "U" no puedo hablar de vosotros, del tú, de lo


vuestro.

No puedo hablar de lo suyo, de lo tuyo, ni siquiera de lo


nuestro.
Así me pasa...

A veces pierdo la "U".... y dejo de poder hablarte, pensarte,


amarte, decirte.

Sin "U" yo me quedo pero tú desapareces...

Y sin poder nombrarte, ¿cómo podría disfrutarte?

Como en el cuento... si tú no existes, me condeno a ver lo


peor de mí mismo reflejándose eternamente, en el mismo
mismísimo tonto espejo.

16. ¿Es Usted Jesús?

Un grupo de vendedores fue a una convención de ventas. Todos le


habían prometido a sus esposas que llegarían a tiempo para cenar el
viernes por la noche.

Sin embargo, la convención terminó un poco tarde, y llegaron


retrasados

Al aeropuerto. Entraron todos con sus boletos y portafolios, corriendo


por los pasillos.

De repente, y sin quererlo, uno de los vendedores tropezó con una


mesa que tenía una canasta de manzanas. Las manzanas salieron
volando por todas partes. Sin detenerse, ni voltear para atrás, los
vendedores siguieron corriendo, y apenas alcanzaron a subirse al
avión.

Todos menos uno. Éste se detuvo, respiró hondo, y experimentó un


sentimiento de compasión por la dueña del puesto de manzanas. Le
dijo a sus amigos que siguieran sin él y le pidió a uno de ellos que al
llegar llamara a su esposa y le explicara que iba a llegar en un vuelo
más tarde.

Luego se regresó a la terminal y se encontró con todas las manzanas


tiradas por el suelo. Su sorpresa fue enorme, al darse cuenta de que la
dueña del puesto era una niña ciega. La encontró llorando, con
enormes lágrimas corriendo por sus mejillas.

Tanteaba el piso, tratando, en vano, de recoger las manzanas,


mientras la multitud pasaba, vertiginosa, sin detenerse; sin importarle
su desdicha. El hombre se arrodilló con ella, juntó las manzanas, las
metió a la canasta y le ayudó a montar el puesto nuevamente.

Mientras lo hacía, se dio cuenta de que muchas se habían golpeado y


estaban magulladas. Las tomó y las puso en otra canasta. Cuando
terminó, sacó su cartera y le dijo a la niña: "Toma, por favor, estos cien
pesos por el daño que hicimos. ¿Estás bien?"

Ella, llorando, asintió con la cabeza. El continuó, diciéndole, "Espero


no haber arruinado tu día".

Conforme el vendedor empezó a alejarse, la niña le gritó: "Señor...".

Él se detuvo y volteó a mirar esos ojos ciegos. Ella continuó: "¿Es


usted Jesús...?"
Él se paró en seco y dio varias vueltas, antes de dirigirse a abordar

otro vuelo, con esa pregunta quemándole y vibrando en su alma:

"¿Es usted Jesús?”

17. EL ÁRBOL DE LA CRUZ

Una vez una persona andaba buscando al Señor. Le habían


comentado de una invitación que hacía a todos para llegar hasta su
Reino, donde dicen que tenía reservada una morada para cada uno de
sus amigos, y él también tenía ganas de ser amigo del Señor. ¿Por
qué no? Si otros lo habían logrado, ¿qué le impedía a él llegar a ser
uno de ellos? Averiguando acerca del paradero, se enteró de que el
Señor se había ido monte adentro con un hacha, a fin de preparar
para cada uno de sus amigos, lo que necesitaría para el viaje y se
largó a campearlo. Los golpes del hacha lo fueron guiando hasta una
isleta. Atravesó el bosque tratando de acercarse al lugar de donde
provenían los golpes. Al fin llegó y se encontró con el mismísimo
Señor que estaba preparando las cruces para cada uno de sus
amigos, antes de partir hacia su casa, a fin de disponer un lugar para
cada uno.

-¿Qué estás haciendo? -le preguntó el joven al Señor. -Estoy


preparando a cada uno de mis amigos la cruz con la que tendrán que
cargar para seguirme y así poder entrar en mi Reino.

-¿Puedo ser yo también uno de tus amigos? -volvió a preguntar el


muchacho-
-¡Claro que sí! -le dijo Jesús-. Es lo que estaba esperando que me
pidieras. Si quieres serlo de verdad, tendrás que tomar también tu cruz
y seguir mis huellas. Porque yo tengo que adelantarme para ir a
prepararles un lugar.

-¿Cuál es mi cruz, Señor? -Esta que acabo de hacer. Sabiendo que


venías y viendo que los obstáculos no te detenían, me puse a
preparártela especialmente y con cariño para ti.

La verdad que muy, muy preparada no estaba. Se trataba


prácticamente de dos troncos cortados a hacha, sin ningún tipo de
terminación ni arreglos. Las ramas de los troncos habían sido cortadas
de abajo hacia arriba, por lo que sobresalían pedazos por todas
partes. Era una cruz de madera dura, bastante pesada, y sobre todo
muy mal terminada. El joven al verla pensó que el Señor no se había
esmerado demasiado en preparársela. Pero como quería realmente
entrar en el Reino, se decidió a cargarla sobre sus hombros,
comenzando el largo camino, con la mirada en las huellas del Maestro.
Y cargó la incómoda cruz. Hizo también su aparición el diablo, es su
costumbre hacerse presente en estas ocasiones, y en aquella
circunstancia no fue diferente, porque donde anda Dios, acude el
diablo.

Desde atrás le pegó el grito al joven que ya se había puesto en


camino.

-¡Olvidaste algo! Extrañado por aquella llamada, miró hacia atrás y vio
al diablo muy comedido, que se acercaba sonriente con el hacha en la
mano para entregársela.

-Pero ¿cómo? ¿También tengo que llevarme el hacha? - preguntó


molesto el muchacho.

-No sé -dijo el diablo haciéndose el inocente. Pero creo es conveniente


que te la lleves por lo que pueda pasar en el camino. Por lo demás,
sería una lástima dejar abandonada un hacha tan linda.

La propuesta le pareció tan razonable, que sin pensar demasiado,


tomó el hacha y reanudó su camino. Duro camino, por varias cosas.
Primero, y sobre todo, por la soledad. Él creía que lo haría con la
visible compañía del Maestro. Pero resulta que se había ido, dejando
sólo sus huellas.

Siempre la cruz encierra la soledad, y a veces la ausencia que más


duele en este camino es la de no sentir a Dios a nuestro lado. Algo así
como si nos hubiera abandonado.

El camino también era duro por otros motivos. En realidad no había


camino. Simplemente eran huellas por el monte. Hacía frío en aquel
invierno y la cruz era pesada. Sobre todo, era molesta por su falta de
terminación. Parecía como que las salientes se empeñaran en
engancharse por todas partes a fin de retenerlo. Y se le incrustaban en
la piel para hacerle más doloroso el camino.

Una noche particularmente fría y llena de soledad, se detuvo a


descansar en un descampado.

Depositó la cruz en el suelo, a la vez que tomó conciencia de la


utilidad que podría brindarle el hacha. Quizá el Maligno -que lo seguía
a escondidas- ayudó un poco arrimándole la idea mediante el brillo del
instrumento.

Lo cierto es que el joven se puso a arreglar la cruz. Con calma y


despacito le fue quitando los nudos que más le molestaban,
suprimiendo aquellos muñones de ramas mal cortadas, que tantos
disgustos le estaban proporcionando en el camino. Y consiguió dos
cosas.

Primero, mejorar el madero. Y segundo, se agenció de un montoncito


de leña que le vino como mandado a pedir para prepararse una
hoguera con el que calentar sus manos ateridas. Y así esa noche
durmió tranquilo.

A la mañana siguiente reanudó su camino. Y noche a noche su cruz


fue mejorada, pulida por el trabajo que en ella iba realizando.

Mientras su cruz mejoraba y se hacía más llevadera, conseguía


también tener la madera necesaria para hacer fuego cada noche.
Casi se sintió agradecido al demonio porque le había hecho traerse el
hacha consigo.

Después de todo había sido una suerte contar con aquel instrumento
que le permitía el trabajo sobre su cruz.

Estaba satisfecho con la tarea, y hasta sentía un pequeño orgullo por


su obra de arte. La cruz tenía ahora un tamaño razonable y un peso
mucho menor. Bien pulida, brillaba a los rayos del sol, y casi no
molestaba al cargarla sobre sus hombros. Achicándola un poco más,
llegaría finalmente a poder levantarla con una sola mano como un
estandarte para así identificarse ante los demás como seguidor del
crucificado. Y si le daban tiempo, podría llegar a acondicionarla hasta
tal punto que llegaría al Reino con la cruz colgada de una cadenita al
cuello como un adorno sobre su pecho, para alegría de Dios y
testimonio ante los demás.

Y de este modo consiguió su meta, es decir, sus metas. Porque para


cuando llegó a las murallas del Reino, se dio cuenta de que gracias a
su trabajo, estaba descansado y además podía presentar una cruz
muy bonita, que ciertamente quedaría como recuerdo en la Casa del
Padre. Pero no todo fue tan sencillo. Resulta que la puerta de entrada
al Reino estaba colocada en lo alto de la muralla. Se trataba de una
puerta estrecha, abierta casi como ventana a una altura imposible de
alcanzar.

Llamó a gritos, anunciando su llegada. Y desde lo alto se le apareció


el Señor invitándolo a entar.

-Pero, ¿cómo, Señor? No puedo. La puerta está demasiado alta y no


la alcanzo.

-Apoya la cruz contra la muralla y luego trepa por ella utilizándola


como escalera -le respondió Jesús-. Yo te dejé a propósito los nudos
para que te sirviera. Además tiene el tamaño justo para que puedas
llegar hasta la entrada.

En ese momento el joven se dio cuenta de que realmente la cruz


recibida había tenido sentido y que de verdad el Señor la había
preparado bien. Sin embargo, ya era tarde. Su pequeña cruz, pulida, y
recortada, le parecía ahora un juguete inútil.
Era muy bonita pero no le servía para entrar. El diablo, astuto como
siempre, había resultado mal consejero y peor amigo.

Pero, el Señor, es bondadoso y compasivo. No podía ignorar la buena


voluntad del muchacho y su generosidad en querer seguirlo. Por eso
le dio un consejo y otra oportunidad.

-Vuelve sobre tus pasos. Seguramente en el camino encontrarás a


alguno que ya no puede más, y ha quedado aplastado bajo su cruz.
Ayúdale tú a traerla. De esta manera tú le posibilitarás que logre hacer
su camino y llegue. Y él te ayudará a ti, a que puedas entrar.....

18. Asamblea en la carpintería

Cuentan que en la carpintería hubo una vez una extraña asamblea.

Fue una reunión de herramientas para arreglar sus diferencias.

El martillo ejerció la presidencia, pero la asamblea le notificó que tenía


que renunciar. ¿La causa? ¡Hacía demasiado ruido! Y, además, se
pasaba el tiempo golpeando.

El martillo acepto su culpa, pero pidió que también fuera expulsado el


tornillo; dijo que había que darle muchas vueltas para que sirviera para
algo.

Ante el ataque, el tornillo aceptó también, pero a su vez pidió la


expulsión de la lija.
Hizo ver que era muy áspera en su trato y siempre tenía fricciones con
los demás.

Y la lija estuvo de acuerdo, a condición de que fuera expulsado el


metro que siempre se la pasaba midiendo a los demás según su
medida, como si fuera el único perfecto.

En esto entro el carpintero, se puso el delantal e inició su trabajo.

Utilizó el martillo, la lija, el metro y el tornillo. Finalmente la tosca


madera inicial se convirtió en un fino mueble.

Cuando la carpintería quedó nuevamente sola, la asamblea reanudó la


deliberación.

Fue entonces cuando tomó la palabra el serrucho, y dijo:

-"Señores, ha quedado demostrado que tenemos defectos, pero el


carpintero trabaja con nuestras cualidades. Eso es lo que nos hace
valiosos. Así que no pensemos ya en nuestros puntos malos y
concentrémonos en la utilidad de nuestros puntos buenos”.

La asamblea encontró entonces que el martillo era fuerte, el tornillo


unía y daba fuerza, la lija era especial para afinar y limar asperezas y
observaron que el metro era preciso y exacto.

Se sintieron entonces un equipo capaz de producir muebles de


calidad. Se sintieron orgullosos de su fortaleza y de trabajar juntos.
Ocurre lo mismo con los seres humanos. Observen y lo comprobarán.

Cuando en una empresa el personal busca a menudo defectos en los


demás, la situación se vuelve tensa y negativa. En cambio al tratar con
sinceridad de percibir los puntos fuertes de los demás, es cuando
florecen los mejores logros humanos.

Es fácil encontrar defectos, cualquier tonto puede hacerlo. Pero


encontrar cualidades, eso es para los espíritus superiores que son
capaces de inspirar los éxitos humanos.

Este cuento es de Mamerto Menapace

19. “El valor de cada uno”

Un niño entró en una tienda de animales y preguntó el precio


de unos cachorros que estaban en venta.

-Entre 30 y 50 euros, respondió el dueño.

El niño sacó unas monedas de su bolsillo y dijo:

-Sólo tengo 2 euros...¿Podría ver los perritos?

El dueño de la tienda sonrió y llamó a Fifi, la madre de los


cachorritos, que vino corriendo, seguida de cinco bolitas de
pelo. Uno de los cachorritos venía el último y caminaba con
dificultad.

El niño, señalando a aquel cachorrito, preguntó:

-¿Qué le ha pasado?

El dueño de la tienda le dijo que el veterinario le había


examinado y descubrió que tenía un problema en el hueso de
la cadera, de manera que siempre caminaría con dificultad.

El niño se animó y dijo con los ojos llenos de alegría:

¡Ése es el perrito que quiero comprar!

El dueño de la tienda respondió:

-No, a este no lo puedes comprar. Si de veras lo quieres, te lo


regalo.

El niño guardó silencio y con los ojos llenos de lágrimas, miró


fijamente al dueño de la tienda y le dijo:

-Yo no quiero que usted me lo regale. Este perrito vale igual


que cualquiera de los otros y yo voy a pagarlo todo. Le doy
ahora 2 euros, y le iré pagando cinco euros cada mes, hasta
pagar todo.

Sorprendido, el dueño de la tienda le contestó:

-¿Cómo vas a comprar este perrito? Nunca podrá correr,


saltar o jugar contigo y con los otros perritos.

El niño, muy serio, se agachó y se descubrió lentamente la


pierna izquierda, dejando ver la prótesis que usaba para
andar... Y, mirando al dueño de la tienda le respondió:

-Mire...a mí me falta una pierna...Yo no corro muy bien y el


perrito va a necesitar de alguien que lo entienda.
A veces despreciamos a las personas con quienes convivimos
todos los días a causa de sus defectos, cuando en realidad
todos somos iguales o peor que ellas. No nos damos cuenta
de que esas mismas personas necesitan de alguien que las
comprenda y las ame, no por lo que ellas pudieran hacer, sino
por lo que realmente son. Amar a todos es difícil, pero no
imposible.

20. “Un helado de chocolate”

Un día, un niño se compró un helado de chocolate. Cuando


iba a destaparlo, se acordó de que a su hermano mayor le
encantaba el chocolate. Fue a casa, lo guardó en la nevera y
le dijo a su hermano que había comprado su helado preferido.
Éste se puso muy contento y le dijo que ya se lo comería más
tarde. Pasó un rato y el hermano mayor fue a coger su
helado. Pero cuando iba a destaparlo, su hermana pequeña le
agarró de las piernas y se lo pidió. Al final, acabó dándoselo.

La hermana pequeña se fue muy contenta con su helado. Se


sentó en una silla del comedor y se puso a mirar el helado.
Estuvo pensando un momento, y después fue rápidamente a
buscar a su madre. La encontró en la terraza tendiendo la
ropa. Había pensado regalarle su helado, porque sabía que le
gustaba mucho el chocolate. La madre la cogió en brazos y le
dio un beso. Le dijo que ahora no podía comérselo, que se lo
guardara en la nevera.

A mediodía llegó el padre a casa cansado del trabajo. Hacía


mucho calor, y la madre, al oírle llegar, le dijo que se comiera
el helado de chocolate que había en la nevera. El padre fue y
lo cogió. Lo destapó y empezó a comérselo.
Entonces recordó que a sus hijos les encantaba el chocolate.
Mientras se comía el helado, fue a la tienda de abajo y
compró una tarta helada de chocolate. Cuando llegó la hora
de comer, todos se llevaron una gran sorpresa con aquella
tarta. Al pensar los unos en los otros, habían salido todos
ganando.

21. “El cofre del tesoro”

Un campesino estaba haciendo un pozo en su campo. Cuando


llevaba horas cavando con su pala, encontró un cofre
enterrado. Lo sacó de allí y al abrirlo vio lo que nunca había
visto en su vida: un fabuloso tesoro. El cofre estaba lleno de
diamantes, monedas de oro, joyas bellísimas, collares de
perlas, esmeraldas, zafiros y un sin fin de objetos preciosos
que harían las delicias de cualquier rey.

Pasado el primer momento de sorpresa, el campesino se


quedó mirando el cofre. Viendo las riquezas que contenía
pensó que era un regalo que Dios le había hecho. Pero aquello
no podía ser para él solo, era demasiado. Él era un simple
campesino que vivía feliz trabajando la tierra. Seguramente,
había habido alguna equivocación.

Muy decidido, cargó el cofre en una carretilla. Tomó el camino


que conducía a la casa donde vivía Dios para devolvérselo. Al
rato de ir por allí, encontró a una mujer llorando al borde del
camino. Sus hijos no tenían nada para comer y los iban a
echar de la casa donde vivían por no poder pagar el alquiler.
El campesino se compadeció de aquella mujer y, pensando
que a Dios no le importaría, abrió el cofre y le dio un puñado
de diamantes y monedas de oro. Lo suficiente para solucionar
el problema.
Más adelante vio un carromato parado en el camino. El
caballo que tiraba de él había muerto. El dueño estaba
desesperado. Se ganaba la vida transportando cosas de un
lugar a otro. Ahora ya no podría hacerlo. No tenía dinero para
comprar otro caballo. El campesino abrió el cofre y le dio lo
necesario para un nuevo caballo.

Al anochecer, llegó a una aldea donde un incendio había


arrasado todas las cosas. Los aldeanos dormían en la calle. El
campesino pasó la noche con ellos y a la mañana siguiente,
les dejó lo suficiente para que reconstruyeran toda la aldea e
nuevo.

Y así iba recorriendo el camino aquel campesino. Siempre se


cruzaba con alguien que tenía algún problema. Fueron tantos
que, cuando ya le faltaba poco para llegar a la casa de Dios,
sólo le quedaba un diamante. Era lo único que le había
quedado para devolverle a Dios. Aunque poco le duró, porque
cayó enfermo de unas fiebres y una familia le recogió para
cuidarle. En agradecimiento, les dio el diamante que le
quedaba.

Cuando llegó a la casa de Dios, éste salió a recibirle. Y, antes


de que el campesino pudiera explicarle todo lo ocurrido, Dios
le dijo:

-Menos mal que has venido, amigo. Fui a tu casa para decirte
una cosa, pero no te encontré. Mira, en tu campo hay
enterrado un tesoro. Por favor, encuéntralo y repártelo entre
todos los que lo necesiten.

22. La jaula de los jilgueros

Había una vez una jaula muy grande que estaba llena de
jilgueros. Todas las mañanas, cuando salía el sol, todos
comenzaban a cantar. En pocos lugares se escuchaban unos
cantos tan bonitos como aquellos. Pero había un jilguero que
destacaba por lo bien que lo hacía. Nunca se había oído
cantar a un pájaro de esa manera.

Un hombre muy rico oyó hablar de este jilguero y quiso


tenerlo en su casa. Fue al dueño y le ofreció una fortuna a
cambio del pájaro. Pero el dueño le dijo que había un
pequeño problema. Como todos eran tan parecidos, no sabía
distinguir cuál de ellos era. Aunque la cosa era de fácil
solución; cuando le oyera cantar, se fijaría en él y le haría una
marca. Así que, el hombre rico quedó en volver al día
siguiente para llevárselo.

El dueño se puso a buscar al que cantaba tan bien. Cuando lo


descubrió, lo cogió y le arrancó una pluma de la cola. Así lo
podría reconocer con facilidad.

Por la noche, todos los jilgueros que vivían en la gran jaula


estaban muy preocupados. Habían caído en la cuenta de que
el dueño quería vender al que mejor cantaba. Estaban muy
unidos y no querían perder a un buen amigo. Por eso,
buscaron la manera de impedir que su amigo fuera vendido.
Después de estar un rato pensando, a uno de ellos se le
ocurrió una brillante idea. Arrancarse todos la misma pluma
de la cola. Así no podrían reconocerle y no lo venderían.

A la mañana siguiente, llegó el hombre rico a por el jilguero.


El dueño lo acompañó hasta la jaula diciéndole que ya estaba
todo solucionado. Pero cuando empezó a buscarlo, se dio
cuenta de que a todos les faltaba la misma pluma de la cola.
Al final, no pudo encontrarlo y el jilguero no fue vendido. La
unión de sus amigos había conseguido salvarle.

23. “El gusano y la mariposa”


Había una vez un gusano que iba por el campo. Era de color
blanco con puntitos verdes en la espalda. Nadie lo quería
porque decían que era muy feo y repugnante. El pobre
gusano se arrastraba muy triste por el suelo. Cuando llegaba
a una planta, todos los insectos que había en ella se burlaban
de él. No encontraba a nadie que le hiciera compañía, o
quisiera jugar con él.

La única distracción que tenía era subirse a lo alto de un árbol


y ver volar a las mariposas. Daría cualquier cosa por volar
como ellas. Se pasaba allí horas y horas observándolas. Pero
cuando bajaba al suelo, volvía a encontrarse con las mismas
burlas e insultos de siempre. Cansado de todo esto, decidió
subirse a lo más alto de un árbol para que nadie pudiera
encontrarlo. Nunca más volvería a bajar al suelo.

Un día, una mariposa se puso a descansar en la rama donde


estaba él. Éste se acercó hacia ella y comenzaron a hablar. Al
final, se hicieron muy amigos. Y desde entonces, pasaban
largos ratos hablando y estando juntos. Después de un
tiempo, el gusano le hizo esta pregunta:

- ¿Por qué has querido ser mi amiga si nadie me quiere por lo


feo y repugnante que soy?

Y la mariposa le respondió:

- Lo que importa para ser amigos, no es cómo eres por fuera,


sino lo buena persona que eres por dentro.

El gusano estaba muy contento porque había encontrado un


amigo de verdad. Estaba tan feliz que, una noche, mientras
estaba durmiendo en lo alto de su árbol, su cuerpo comenzó a
transformarse. A la mañana siguiente, se había convertido en
una mariposa bellísima, como nunca se había visto. Cuando
su amiga mariposa vino a verle, y vio lo que le había ocurrido,
se alegró mucho y le dijo:
- Ahora has sacado hacia fuera la belleza y lo buena persona
que antes eras por dentro.

Y las dos mariposas se pusieron a volar juntas. Desde ese


momento, cada vez que veían a un gusano triste en lo alto de
alguna rama, bajaban y se ponían junto a él. Y se volvía a
repetir la misma historia.

24. “La pequeña orquesta”

Había una vez tres instrumentos musicales que no se llevaban


nada bien. La flauta, la guitarra y el tambor siempre estaban
discutiendo por ver quién era el mejor: La flauta decía que su
sonido era el más dulce de todos. La guitarra decía que ella
era la que hacía mejores melodías. Y el tambor decía que él
llevaba el ritmo mejor que nadie.

Todos se creían los mejores y despreciaban a los otros. Por


eso, cada uno se iba a tocar a una parte distinta de la
habitación donde vivían. Pero el sonido del tambor molestaba
a la flauta, la flauta molestaba a la guitarra y la guitarra
molestaba al tambor.

Allí no había quien pudiera tocar tranquilo. En lugar de hacer


música hacían ruido. Y si alguien se paraba a escucharles,
pronto sentía un fuerte dolor de cabeza. Siempre pasaba lo
mismo.

Hasta que un día llegó una batuta a vivir con ellos. Al ver lo
que ocurría, les dijo que ella podría ayudarles si querían. Pero
los tres instrumentos estaban convencidos de que nadie podía
ayudarles. La mejor solución era separarse y que cada uno se
marchara a vivir a otra parte. Así podrían tocar a gusto, sin
tener que soportar lo mal que tocaban los demás.

La batuta les propuso intentar hacer una cosa: tocar juntos


una misma canción. Ella les ayudaría a hacerlo. Al principio no
estaban muy convencidos; pero al final, aceptaron. Les dijo lo
que tenía que tocar cada uno y, después de un breve ensayo,
comenzó a sonar la canción.

Los tres instrumentos miraban fijamente a la batuta, que les


indicaba a cada momento cómo y cuándo tenían que tocar. La
canción iba sonando muy bien. La flauta, la guitarra y el
tambor no salían de su asombro. Estaban tocando juntos una
misma canción y les estaba saliendo bien. Habían comenzado
a hacer música.

Cuando acabaron de tocar, estaban tan contentos de cómo les


había salido, que se felicitaron. Era la primera vez que se
ponían de acuerdo en algo. Le pidieron a la batuta que les
hiciera tocar otra vez la misma canción. La estuvieron tocando
todo el día cientos de veces. Todo el que pasaba por allí, al
escucharles, se quedaba admirado de lo bien que tocaban.

Al unirse y poner en común lo mejor de cada uno, habían


conseguido formar una pequeña orquesta. Desde entonces, se
dedicaron a dar conciertos por todas partes y se hicieron
famosos por lo bien que tocaban juntos.

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