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REVOLUCION DE MAYO *
Escrito por Atilio García Mellid.
La falsificación de la historia que entre nosotros consumaron los liberales tiene su punto
de arranque en los acontecimientos de Mayo de 1810. Esto es muy grave; pues, para que
los argentinos sepamos qué somos, qué queremos y a dónde vamos, es previo sopesar y
medir con espíritu ecuánime los pasos iniciales de la nacionalidad. Solamente así
podremos verificar, que lejos de la interpretación corriente, no somos una parte
indiferenciada de la historia del liberalismo en el mundo sino una parte integrante, pero
libre y soberana, de la historia hispánica en América.
De España y del catolicismo nos vienen las esencias que configuran nuestra
personalidad nacional; también de esas fuentes espirituales v morales provienen los
impulsos que nos llevaron insensiblemente a una emancipación política que no estaba
en los planes iniciales de la revolución. A la mentira grande de que las ideas liberales
habían forjado una conciencia independentista y antiespañola, oponemos los
documentos y la constante ratificación de una fidelidad que no fue desmentida por
aquellos primeros actos en que se manifestó nuestra vocación de autonomía.
El eje de la interpretación liberal de Mayo de 1810 —eso que suele denominarse "el
dogma de Mayo"—, es la figura de don Mariano Moreno. Él tenía conformada en su
mente, según sus panegiristas, la imagen de la patria libre, regida por los grandes
principios del liberalismo. Su formación mental le habría permitido captar las sustancias
animadoras del sistema liberal, merced al canónigo doctor Matías Terrazas, que le
proporcionó, durante el período de sus estudios universitarios en Charcas, las obras de
los filósofos enciclopedistas y de la Ilustración, que estaban prohibidas por la censura
eclesiástica. Armado con estas teorías de contrabando y como si respondiera a un plan
prefijado, vino a nosotros y se transformó en "el numen de la Revolución".
Pero resulta, además, que Moreno no asistió sino a la reunión de vecinos realizada en el
Cabildo el día 22. Se- anotaron allí 224 presentes, quienes, por el voto de 155 de ellos,
declararon: "En la imposibilidad de conciliar la tranquilidad pública con la
permanencia del Virrey y del régimen establecido [el Virrey era el teniente general
Baltasar Hidalgo de Cisneros, nombrado por la Junta de Cádiz, que se desempeñaba
en el cargo desde el 30 de julio de 1809], se faculta al Cabildo para que constituya
una Junta del modo más conveniente a las ideas generales del pueblo y a las
circunstancias actuales, en la que se depositará la autoridad hasta la reunión de los
diputados de las demás ciudades y villas". ¿Qué hizo Moreno en esa asamblea a la que
los liberales consideran el embrión de la empresa emancipadora? Emitió su voto
limitándose a decir que "reproducía en todas sus partes el dictamen de don Martín
Rodríguez". Quedó luego acurrucado y caviloso, lo que movió al doctor don Vicente
López y Planes a acercársele, expresándole que todo había salido muy bien. Moreno le
contestó: "No, amigo: yo he votado con ustedes por la insistencia y majadería de
Martin Rodríguez, pero tenía mis sospechas de que el Cabildo podía traicionarnos; y
ahora le digo a Usted que estamos traicionados. Acabo de saberlo, y si no n
prevenimos, los godos nos van á ahorcar antes de poco..."2. No ha de referirse -a este
deslucido papel, sin duda, el doctor Ricardo Rojas, cuando dice que "su pensamiento
pone un móvil cívico en el valeroso pecho de los ciudadanos, y un lampo de ideal en
los aceros de los combatientes" 3. Palabras y frases huecas de las que rebalsa la historia
al uso de los liberales.
El día 23, en una reunión subrepticia, los elementos peninsulares nombraron una Junta
provisoria presidida por el Virrey; la integraban el presbítero doctor Juan Nepomuceno
Sola, el doctor Castelli, el coronel Saavedra y el comerciante don José Santos
Inchaurregui. Las reacciones que esto provocó obligaron a la renuncia de los citados,
derivándose así a la asamblea de Cabildo Abierto del 25 de Mayo. En contra de lo que
dicen ciertas crónicas, el pueblo tuvo mínima participación en estos sucesos; todo se
amañó en el cuartel de Patricios. Un alférez de ese cuerpo, don Nicolás Pombo de
Otero, redactó la nota que se presentó al Cabildo, a la que agregó de su letra firmas
falsificadas y otras repetidas para dar impresión de que las demandas en ella contenidas
contaban con mayor concurso de voluntades. De estas artimañas surgió la Junta
Provisoria Gubernativa —llamada Primera Junta—, compuesta por el coronel Cornelio
Saavedra como presidente, vocales el doctor Juan José Castelli, el licenciado Manuel
Belgrano, el brigadier Miguel de Azcuénaga, el presbítero doctor Manuel Alberti, don
Domingo Matheu y don Juan Larrea, y secretarios los doctores Juan José Paso y
Mariano Moreno. Los vocales Matheu y Larrea eran nativos de España. Conforme se
ve, por lo tanto, la influencia poderosa, hasta estos momentos, era la del coronel de
Patricios, Saavedra; Moreno, por el contrario, ignoraba inclusive su designación.
La Junta se instaló el mismo día_25 de Mayo; en ese acto quedaron ratificados los
sentimientos de lealtad que animaban a sus miembros sin excepción alguna. Pues el
Acta de instalación consigna que, "hincados de rodillas, y poniendo la mano derecha
sobre los Santos Evangelios, prestaron juramento de desempeñar lealmente el cargo,
conservar íntegra esta parte de América a nuestro augusto Soberano el Sr. Fernando
VII y sus legítimos .sucesores, y guardar puntualmente las leyes del Reyno". ¿Dónde
está, pues, el ánimo insurreccional? No ha de encontrársele en la Proclama al país, lan-
zada al día siguiente, pues-en ella se dice: "Un deseo eficaz, un celo activo y una
contracción viva y asidua a proveer por todos los medios posibles la conservación de
nuestra Religión Santa, la observancia de las leyes que nos rigen, la común
posteridad y el sostén de esas Posesiones en la más constante fidelidad y adhesión a
nuestro amado Rey y Señor Don Fernando VII y sus legítimos sucesores de la corona
de España, ¿no son éstos vuestros sentimientos? Esos mismos son los grandes objetos
de nuestros conatos".
Esta era también la opinión de Mariano Moreno. Son numerosos los testimonios escritos
que dejó de su verdadero pensamiento. En el primer aspecto, si bien asimiló las teorías
de los enciclopedistas franceses y reeditó juna edición española anterior del Contrato
Social de Rousseau, lo hizo con las debidas reservas, al punto de haberlo expurgado de
aquellos pasajes en que él autor "tuvo la desgracia de delirar en materias religiosas",
según declara en el prólogo4.
Las tendencias secretas que ya por entonces accionaban debajo de los movimientos
visibles, se fueron concentrando alrededor de la figura de Mariano Moreno, cambiando
totalmente las inclinaciones naturales que adornaban a su persona. En sus artículos de la
"Gaceta" y en sus páginas doctrinarias, el secretario de la Junta aparecía como el
campeón de los derechos de los pueblos, con firme adopción de los principios
autonómicos, democráticos y liberales. Fue él quien redactó y firmó la Circular a los
Cabildos para que designaran, entre "la parte principal y más sana del Vecindario",
diputados a quienes correspondería, reunidos en común, "establecer la forma de
gobierno que se considere más conveniente". Esto constituyó una de las primeras
decisiones de la autoridad provisoria establecida por el Cabildo de Buenos Aires7.
La gravitación que se atribuye a Mariano Moreno en la apertura, del comercio del Río
de la Plata, es otra falacia de los liberales. Moreno no tuvo parte alguna en lo resuelto,
como que su escrito profesional fue agregado al expediente respectivo cuando ya se
habían pronunciado los órganos a los que correspondía intervenir. En efecto; la
"Representación" lleva fecha del 30 de setiembre de 1809; su publicación se hizo en
junio de 1810, con posterioridad a la constitución de la Junta. En el legajo sobre libertad
de comercio, al incorporarse el escrito mencionado, ya había opinión del virrey (20 de
agosto de 1809), dictamen coincidente del secretario del Real Consulado, doctor
Manuel Belgrano (6 de setiembre), y resolución favorable del Cabildo (12 de
setiembre). ¿Cuál es, pues, el mérito de Mariano Moreno y cuáles las tesis novedosas
que aportó a la discusión de una materia que ya contaba con el consenso general de las
opiniones?
Fue entonces cuando el deán Funes encabezó un movimiento que provocó la reunión en
común de la Junta —en total nueve miembros— y los diputados del interior —también
nueve en total—, el 18 de diciembre de 1810. Expresa el acta de la reunión que uno de
los diputados "tomando la voz por todos los demás, dijo: Que los diputados se
hallaban precisados" a reclamar el derecho que les competía, pues la Capital no tenia
títulos legítimos para elegir por sí sola gobernantes a que las demás ciudades deban
obedecer..."12. Uno de los vocales de la Junta replico, respecto al derecho invocado, que
"no consideraba ninguno en los diputados pura incorporarse a la Junta, pues siendo el
fin de su convocación la celebración de un Congreso nacional, hasta la apertura de éste
no pueden empezar las funciones de los representantes; que su carácter era inconciliable
con el de los individuos de un gobierno provisorio y que el fin de éste debía ser el
principio del gobierno de aquéllos..." El secretario Paso se expidió en el mismo sentido
y el otro secretario, Moreno, manifestó "que consideraba la incorporación contraria a
contraria a derecho y al bien general del Estado”, aunque favorecía el propósito de
que los diputados se reunieran en Congreso y proveyeran a la constitución del país. El
criterio de la mayoría favoreció el punto de vista de los representantes del interior y así
quedó constituida la llamada Junta Grande. Años más tarde, el hermano de .Mariano
Moreno comentaría: "Los amigos del Presidente sedujeron a los Diputados de las
provincias para que pidiesen parte en el gobierno ejecutivo..." 13.
Esta era la situación en aquellos momentos. Sin embargo, pasados los años, los
historiadores al servicio del porteñísimo liberal, con Mitre a la cabeza, darán una
interpretación deformada de estos episodios y resultará que Saavedra es un reaccionario
y Moreno el caudillo popular. Mitre abominará de la postura adoptada por los diputados
del interior y llegará a decir: "Esta tendencia dio origen a la dislocación del gobierno
central. Todos los diputados querían tomar parte en él y la tomaron en representación
de sus provincias, creando así una autoridad de pensamiento, con intereses y propósitos
divergentes" 16. fara el liberalismo, aliado del porteñismo y el unitarismo, la única
fuente de unidad es la metrópoli, el puerto de Buenos Aires, aprovechando en su
beneficio exclusivo (de "gobierno central") las rentas de aduana que constituyen el haber
de toda la Nación. La exaltación de Mariano Moreno se hizo en virtud de haberse
puesto al servicio de esta mala causa. Escribía Moreno en la "Gaceta": "Estaba
reservado a la gran capital de Buenos Aires dar una lección de justicia, que no
alcanzó la Península en los momentos de sus mayores glorias; y este ejemplo de
moderación, al paso que confunda a nuestros enemigos, debe inspirar a los pueblos
hermanos la más profunda confianza en esta ciudad, que miró siempre con horror la
conducta de esas capitales hipócritas, que declararon guerra a los tiranos, para
ocupar la tiranía que debía quedar vacante con su exterminio..."17. Equívocas
palabras destinadas a afirmar ante los pueblos la primogenitura de "la gran capital de
Buenos Aires"; pero ¿por que habían de admitirlo las otras ciudades, dignas de igual
confianza e idénticamente capacitadas para impartir su "lección de justicia"?
Son estas ideas, sin embargo, las que fabricaron la consagración póstuma de Mariano
Moreno, de cuyas aptitudes personales lo menos que puede decirse es que no alcanzó a
desarrollarlas en los seis meses de su combatida actuación en la Primera Junta. Su gloria
más repetida es la de haber impulsado la idea de una publicación propia de la Junta, que
no fue otra que la "Gaceta de Buenos Aires", cuya primera edición apareció el 7 de
junio de 1810. ¿Por qué la "Gaceta" del gobierno central de las Provincias Unidas
redujo su alcance a los límites de uno cualquiera de los Cabildos del antiguo Virreinato
del Río de la Plata? Esta es otra prueba del servilismo "morenista" a los intereses
visibles e invisibles del partido porteño. Es aquí donde debemos radicar el origen de las
muchas y descomunales alabanzas. Son esos mismos sectores los que se volvieron
contra el coronel Saavedra, haciéndolo objeto de algunos chismes sobre honores y brin-
(lis que alimentan la literatura cursi del pedagogo "oficial". La investigación sin
prejuicios de secta ofrece una visión muy distinta de las cosas. Mariano Moreno,
porteño, se constituyó en el abanderado de un círculo cerrado y terrorista; frente a él se
levantó un movimiento popular que encontró su intérprete y conductor en Saavedra1
criollo de Potosí. El Presidente de la Junta no compartía los rígidos métodos extremistas
y sanguinarios del secretario. Cuando se trató, por ejemplo, la situación de los
capitulares del Cabildo metropolitano que habían reconocido secretamente al Consejo
de Regencia de Cádiz, Moreno propuso se los decapitara. Saavedra comenta: "Yo que
conocía el influjo de este individuo y partido que ya tenía, horrorizándome de los
fatales resultados que podrían originarse por la muerte de diez individuos
relacionados y emparentados con parte muy considerable de la sociedad, tomé la
palabra y dirigiéndome con entereza a Moreno, le dije: "Eso sí, doctor, eche Vd. y
trate de derramar sangre; pero esté Vd. cierto que si esto se acuerda no se hará. Yo
tengo el mando de las armas y para tan perjudicial ejecución protesto desde ahora no
prestar auxilio. Los demás señores vocales, en efecto, no opinaron en su votación
como había indicado aquél, y el delito de los capitulares se castigó con las penas y
multas pecuniarias que todos saben" 18. Esto es lo que los liberales no pueden
perdonarle a Saavedra; su animadversión al terrorismo, su sentido nacional de los
problemas y la adhesión popular que despertaba su persona. Contra esto se lanzó la
torpe calumnia de que Saavedra actuaba movido su colonialismo y espíritu
conservador. Voces ilustres le salieron al paso a esta infamia. "¿Qué quería Saavedra?
—pregunta Alberdi— Que el gobierno argentino fuese la obra de todas las provincias
de la nación: ¡a eso llama Mitre, conservador!... El partido de Saavedra era él partido
verdaderamente nacional, pues quería que la nación toda interviniese en su gobierno.
" 19
La historia liberal, que es la única que poseemos y se enseña en las escuelas, más que
una historia resulta un alegato. Se propuso defender su propia casa, consagrar las
figuras de su capilla, encubrir las maldades y traiciones de sus parciales, enaltecer al
círculo mercantil de la metrópoli y propagar cuanta idea resulte destructora de la
nacionalidad. La propia figura del general Belgrano, que es una de las más puras de
nuestra historia, ha sido achicada y empobrecida. Mitre no juzga adecuada a la
responsabilidad de la hora, la actuación del prócer en la Junta de Mayo. "No es hombre
para apuros de revolución", comenta20. ¿Qué entendería el general Mitre por
"revolución" en el seno de la Junta de Mayo? Lo que él realmente quería era que los
acontecimientos de 1810 apareciesen como la culminación de un largo proceso
ideológico —de tinte liberal, por cierto— que debía derivar inexorablemente a la
instalación de una República inspirada en tales principios. El general Belgrano escapa a
este patrón (sostuvo, inclusive, la organización monárquica) y esto irrita a los epígonos
del "mitrismo"; se desesperan cuando leen en la "Autobiografía" del patricio que, allá
por 1807, Belgrano y el general inglés Crawford juzgaban que tardaría un siglo la
independencia de los pueblos de América, pues no había señales evidentes de espíritu
insurreccional. Agrega Belgrano: "Tales son los cálculos de los hombres; pasa un año
y he ahí que, sin que nosotros hubiésemos trabajado para ser independientes, Dios
mismo nos presenta la ocasión con los sucesos de 1808 en España y en Bayona..."21.
Al diablo, pues, todo el presupuesto ideológico construido por el liberalismo; la
emancipación fue producto de circunstancias extrañas a nuestro medio y a las formas de
pensamiento de que se decían portadoras las "clases dirigentes" de la metrópoli.
"Siendo nuestra revolución obra de Dios —señala Belgrano—, El es quien la ha de
llevar hasta su fin, manifestándonos que toda nuestra gratitud la debemos convertir a
S. D. M. y de ningún modo a hombre alguno" 22 Estas reflexiones de uno de los
actores más destacados de aquellos sucesos, dan por el suelo con las falsas
argumentaciones de la escuela liberal; pero estamos forzados a rechazar el testimonio
de los testigos directos de los hechos y a admitir a pie juntillas el de los falsificadores
que vinieron después, si no queremos Caer en pecado de leso liberalismo, que en
nuestro país se paga con los más terribles anatemas. ¡Vaya farsa la que montaron estos
liberales!
La Junta Grande mientras tanto, emitió el decreto del 10 de febrero, que constituye un
nuevo paso en el camino de dar sentido I orgánico a la revolución, pues "la Junta
siempre ha estado persuadida que el mejor fruto de esta revolución debía consistir en
Hacer" gustar a los pueblos las ventajas de un "gobierno popular". Con tales miras,
ordenaba la formación de Juntas Provinciales, en cada una de « las cuales "residirá in
solidum toda la autoridad del gobierno de la provincia", estando destinadas a "velar
incesantemente en la tradición de tranquilidad, seguridad y unión de los pueblos
encargados a su cuidado, y en mantener y fomentar el entusiasmo a favor de
la causa común" 23 .
Así las cosas, la noche del 5 al 6 de abril de 1811 se produjo.— una-insurrección
popular, capitaneada por el alcalde de barrio Grigera y el doctor Joaquín Campana,
destinada —según lo proclamó— a defender "la gran causa y sistema de
gobierno que se sigue y debe abrazarse en lo sucesivo". La rebelión reforzaba
la autoridad del presidente Saavedra y confirmaba la línea popular que éste
representaba. Contó el movimiento con la decidida adhesión del deán Funes y la
cooperación de tres regimientos cívicos, encabezados por los generales Juan
Ramón González Balcarce y Martín Rodríguez. En el manifiesto publicado en la
"Gaceta", se decía que los antecesores en el seno de la Junta (Moreno y su
partido) habían querido imponer una "furiosa democracia desorganizada, sin
consecuencia, sin forma, sin sistema ni moralidad, cuyo espíritu era
amenazar nuestra seguridad en el seno mismo de la patria v escalar esa
libertad que buscamos a costa de tantos sacrificios" 24
Al conocerse la noticia del desastre de Guaqui (20 de junio) el grupo liberal consideró
que era llegada la hora de la revancha. Eran sus directores el coronel doctor Antonio
Feliciano Chiclana, don Manuel de Sarratea, el doctor Juan José Paso, el doctor José
Julián Pérez y el señor Bernardino Rivadavia. Basta enunciar estos nombres para que se
adivine cuál será el enjuiciamiento que harán de los hechos los historiadores liberales.
Lo ya sabido: frente al partido bárbaro de Saavedra aparece el partido del orden y
civilización, continuador de la línea liberal del "morenismo". Se dirá, inclusive", que
estos hombres eran portadores de la democracia.
La historia "oficial" comete este delito al presentar los sucesos de Mayo de 1810 como
una explosión del espíritu liberal americano contra el absolutismo peninsular. La
exposición que dejamos hecha, demuestra la estulticia de este enfoque; pues resulta
evidente la fidelidad que el pueblo y los principales actores guardaron hacia los
símbolos y las esencias que lo católico y lo hispánico habían incorporado a nuestra vida.
Puede afirmarse que ni siquiera los elementos liberales produjeron un documento o un
hecho público que indicara su posición insurreccional frente a aquellas sustancias
fundadoras; su conspiración se fue haciendo en la sombra de las logias y a base de
proclamas que disimulaban la íntima perversidad de sus doctrinas. Esto mismo no fue
sino artimaña y malicia de pequeños grupos que se llamaban a sí mismos "ilustrados"; el
pueblo no se desvió jamás del rumbo tradicional y conservó intactas las herencias
recibidas.
La conmemoración del 25 de Mayo realizada por Rosas, en 1836, dio lugar a una
ceremonia de muy tocantes proporciones. Se efectuó en el Fuerte, en presencia del
cuerpo diplomático, autoridades v sociedad porteña. En su discurso, dijo el general
Rosas: "¡Qué grande, señores, y qué plausible debe ser para todo argentino este día,
consagrado por la Nación para festejar el primer acto de soberanía popular que
ejerció este gran pueblo en mayo del célebre año mil ochocientos diez! ¡Y cuán
glorioso es para los hijos de Buenos Aires haber sido los primeros en levantar la voz
con un orden y una dignidad sin ejemplo! No para sublevarnos contra las autori-
dades legítimamente constituidas, sino para suplir la falta de las que, acéfala la
Nación, habían caducado de hecho y de derecho. No para rebelarnos contra nuestro
Soberano, sino para preservarle la posesión-de su autoridad, de que había sido
despojado por un acto de perfidia. No para romper los vínculos que nos ligaban a los
españoles, sino para fortalecerlos más por el amor y la gratitud, poniéndonos en
disposición de auxiliarlos con mejor éxito en sus desgracias. No para introducir la
anarquía, sino para preservarnos de ella v no ser arrastrados al abismo de males, en
que se hallaba sumida la España". Luego de señalar que estos fueron los grandes y
plausibles objetos del memorable Cabildo Abierto, recordó la falta de comprensión
que hubo por parte de la España liberal de los Borbones, restablecida en el más duro
absolutismo, por cuyos personeros fuimos "hostigados y perseguidos de muerte",
hasta que —agregó— "cansados de sufrir males sobre males, sin esperanzas de ver el
fin, y profundamente conmovidos del triste espectáculo que presentaba esta tierra de
bendición, anegados en nuestra sangre inocente con ferocidad indecible por quienes
debían economizarla más que la suya propia, nos pusimos en las manos de la Divina
Providencia, v confiando en su infinita bondad y justicia, tomamos el único camino
que nos quedaba para salvarnos: nos declaramos libres e independientes de los Reyes
de España, y de toda otra dominación extranjera". Terminó "renovando aquellos
nobles sentimientos de orden, lealtad y fidelidad que hacen nuestra gloria, para
ejercerlos con valor heroico en sostén y defensa.de la Causa Nacional de la
Federación, que ha proclamado la República" 28.
Esta versión de los acontecimientos de 1810 y del difícil período que les sucedió hasta
la declaración de la independencia en 1816, es a todas luces la correcta y ajustada a los
hechos históricos; pero desvirtúa el mito liberal de un espíritu insurgente, forjado por
las luces de la ilustración y el progresismo, que se rebeló contra una España caduca,
oscurantista y despótica, de acuerdo a un plan previamente trazado en las cámaras
herméticas del liberalismo. El 25 de Mayo de 1810 confirma la filiación histórica ya
adquirida por nuestro pueblo. Es un acto de fidelidad entrañable a los grandes valores
que nutren nuestra tradición, animan nuestra historia y le dan grandeza e imperio a
nuestro espíritu. La Nación Argentina nació para el cumplimiento de un alto mandato
histórico; todo cuanto hicieron y hacen los liberales por impedirlo, se frustró —¡Dios
sea loado!— porque el pueblo permanece fiel a la verdad natural de sus orígenes y son
de orden sobrenatural sus más sublimes inspiraciones.
El escritor Atilio García Mellid está con nosotros desde el Viernes, 20 Mayo 2011.