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Comunicación y cultura

Relatoría

Nicolás Ulloa

Josep Picó, Multiculturalismos, Subculturas y Contraculturas en Cultura y


Modernidad, Seducciones y Desengaños de la Cultura Moderna. Alianza
editorial, Madrid, 1999. p.239-264

Para Picó el multiculturalismo es el reconocimiento del otro cultural, pone en relieve la


diferencia más no quiere decir que se reconozca por igual toda diferencia cultural. El
multiculturalismo es, más bien, los logros de las luchas sociales de las minorías contra la
cultura hegemónica, es decir, aquellas transformaciones que dichas luchas han logrado y
asimismo han generado una nueva cultura más amplia y plural que reconoce y tolera la
diferencia. De la misma manera, el autor delimita los términos subcultura y contracultura
que son fenómenos que tienen origen en la modernidad -a diferencia de los problemas del
multiculturalismo que se gestan a partir del colonialismo, sin embargo, es también gracias
a las dinámicas mundiales que surgen estas pugnas entre culturas y la necesidad de
reconocimiento y autodeterminación política por parte de las distintas etnias-. Así,
tenemos tres términos que el autor explica y delimita como lo veremos a continuación.

Como dijimos anteriormente el multiculturalismo es el problema de las diferencias


culturales, las luchas que ejercen las minorías por ser reconocidas ante la cultura
hegemónica. Para nuestro autor hay dos tipos distintos de minorías que causan las
pugnas culturales: el primer grupo es producto de las conquistas y la dominación política a
lo largo de la historia (como Cataluña y el País Vasco en España), mientras que el
segundo es causa de la inmigración (las comunidades árabes y latinas en Europa). En el
caso del primer grupo lo que se busca es la autodeterminación política y el
reconocimiento cultural de origen distinto, esto es, unos valores y una lengua diferente al
de la cultura dominante, a pesar de compartir una gran parte de su historia con la misma.
En contraste, el segundo grupo minoritario lo constituyen grupos étnicos o religiosos de un
mismo proceder geográfico que a causa de la inmigración se han visto forzados a
abandonar sus tierras de origen y lo que sus luchas buscan es ser reconocidos ante la ley
y las instituciones del nuevo país del que hacen parte.

Lo más importante de este fenómeno, que lo diferencia de las subculturas y las


contraculturas, es su proceder étnico, esto quiere decir que estos grupos comparten unas
creencias, tradiciones, historia, territorio y lengua que los identifican – a diferencia de las
subculturas, las cuales comparten un sistema de valores y un estilo de vida-. Así –
prosigue Picó- se crean los estados plurinacionales, esto es, cuando las minorías nativas
reclaman el derecho a ser reconocidos como cultura distinta a la dominante y se les da
cierta autonomía política y administrativa. Por otro lado, en el caso del segundo grupo
minoritario, lo que se gesta se le llama estado poliétnico, que es producto del
reconocimiento de las etnias que han inmigrado al actual territorio nacional, dicho
reconocimiento se evidencia en la creación de leyes y de instituciones que protegen los
derechos de dichos grupos.

A diferencia de los grupos étnicos, las subculturas -no necesariamente- son producto de
unas tradiciones, no comparten una lengua ni un territorio, tal como su nombre lo dice son
culturas que hacen parte de una cultura más grande, como la clase social, el género, las
comunidades religiosas y, también, las comunidades étnicas. Tal como las comunidades
de inmigrantes que se acomodan en otro país, las subculturas son un fenómeno de la
modernidad y de las estructuras y relaciones de poder que se constituyen en cualquier
sociedad moderna. No obstante, para que estas subculturas sean constituidas como
subculturas no solo tienen que compartir un sistema de valores y una forma de vida
similar, también tienen que ser conscientes de su condición y ser parte de un movimiento
social organizado, tal como decía Marx del proletariado: para que el obrero se convierta
en proletario primero tiene que ser consciente de su condición, entender sus capacidades
y sus límites para así luego poder organizarse como proletariado. En este orden de ideas,
todas las subculturas anteriormente mencionadas pueden ser reconocidas como tales si
son conscientes de su condición, el ejemplo de subcultura que pone Picó es el de la mujer
cuyo movimiento como colectividad consciente de su condición es el feminismo.

Después de describir las luchas feministas y su impacto en la cultura hegemónica Picó la


diferencia de la contracultura por sus propuestas y sus formas de lucha, para hacerlo
pone como referencia el caso de los movimientos juveniles en los sesenta. La intención, a
grandes rasgos, de los movimientos feministas era ser reconocidas como parte vital de la
sociedad, que la mujer era tan competente y capaz como cualquier hombre para realizar
cualquier tipo de tarea, sin embargo ante esta visión se empieza a fragmentar el
movimiento en distintos puntos de vista unos más radicales que otros, pero en cuanto a lo
que nos concierne, la idea general del feminismo era que a cultura dominante reconociera
a la mujer como reconoce al hombre, es decir ser incluida y reconocida como igual al
hombre en la cultura oficial. En contraste, el fenómeno que se desató con los movimientos
juveniles en las décadas de los cincuenta y sesenta fue muy distinto, ya que las nuevas
generaciones no buscaban realmente ser incluidas en las lógicas de la cultura
hegemónica, ni buscaban una reforma de la misma, lo que buscaban era la
reconstrucción completa de la misma, en otras palabras, no buscaban la reforma de una o
dos leyes en la constitución, lo que querían era el fin de aquella para poder construir una
totalmente nueva. Eso es exactamente lo que propone la contracultura, el cambio
completo del sistema y la resistencia a la los dictámenes del mercado y de la política, pero
no desde la política sino desde la cultura.

Así, relata Picó el surgimiento de la contracultura juvenil hasta su disolución e inclusión a


la cultura oficial gracias a los medios de comunicación de masas y la nueva cultura pop,
producto del imaginario norteamericano de la cultura juvenil y su proliferación por todo el
globo gracias a las nuevas tecnologías. Claramente el tema de la cultura y el
multiculturalismo se extiende por un gran abanico temático el cual gira alrededor de un
eje, que, a mi juicio, es el problema de la diferencia y del reconocimiento del otro. Es
decir, es claro que en este mundo globalizado no podemos evitar el contacto y la
hibridación entre culturas, sin embargo, el problema surge cuando en la relación dinámica
entre esta multiplicidad de culturas hay una que se devora a las otras. Es cierto que al
devorárselas también adopta ciertas tradiciones, valores y discursos plurales, distintos al
monodiscurso inicial, pero también aniquila una parte de las otras culturas y, en última
instancia, el gran problema de occidente es que simplifica y trivializa las culturas ajenas a
él porque su naturaleza es superficial y regida por intereses económicos, por ende, todo
aquello de las culturas alternas a occidente que propongan otra lógica de progreso, otra
visión más profunda del mundo van a ser ingeridas, asimiladas y trivializadas, todo
aquello que proponga una crítica a los dictámenes del mercado y la visión unidireccional
de occidente tiene que ser eliminado. Entonces ¿Cómo podemos crear un nuevo discurso
pluralista que no reduzca ni trivialice a las culturas alternas a occidente?

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