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Como Solucionar Sus Problemas v1 PDF
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PROBLEMAS
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Como Solucionar sus Problemas – Padre Andrés
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Como Solucionar sus Problemas – Padre Andrés
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Como Solucionar sus Problemas – Padre Andrés
Correos electrónicos
padreandresmaria@yahoo.es padreandres@latinmail.com
Por favor, tenga un cuaderno y un lápiz disponibles para realizar los ejercicios
de cada tema.
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Como Solucionar sus Problemas – Padre Andrés
Rhema
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Como Solucionar sus Problemas – Padre Andrés
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Como Solucionar sus Problemas – Padre Andrés
Para Pedro fue una realidad -fue Rhema-, que Jesús es Dios y por lo tanto
omnipotente -que todo le es posible-, y desde ese momento su vida giró
alrededor de ese hecho, de esa realidad innegable para él.
Por eso Pedro en el Nombre de Jesús cura, predica, resucita muertos y llega
hasta dar su vida por esa verdad: Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios que vive.
Esto no puede ser Logos, porque el Logos nos deja fríos, no nos impulsa a la
acción, no cambia nuestra vida, no pasa de ser una nueva tarjeta en nuestro
archivo mental, muy posible que al día siguiente no recuerde siquiera cuál
fue el tema de ella.
En otras ocasiones escuchamos personas que hablan con fuego, que me
transmiten ese calor, me siento tocado hasta lo más profundo de mi ser, me
lleva a actuar, a un cambio, a una experiencia.
Pedro no es el único ejemplo de persona que ha experimentado el Rhema.
Todos los Santos han tenido Rhema de uno o varios versículos de la Palabra y
el vivirlos los ha hecho santos.
Para citar solamente uno, hablemos de San Francisco de Asís, que un día
hace abrir el Evangelio de la iglesia de Asís, pues quiere saber el camino que
Dios desea para él, y lee: “Si quieres seguirme, ve, vende todo lo que tienes,
dalo a los pobres, luego ven y sígueme” (Lucas 18,22).
San Francisco no lee solamente, sino que al leer recibe el Rhema de esa
Palabra de Dios y sale inmediatamente a hacer exactamente lo que dice,
comenzando así una vida pobre, que lo hace sentir feliz y lo convierte en
Santo.
Esa persona tiene Rhema, por eso habla con Rhema, me comunica Rhema,
recibo Rhema y se transforma mi vida.
Conozco un predicador de estos que no sube al púlpito sin haberle pedido a
Dios un Rhema y sin haberlo obtenido.
Ahora sí, hablemos de este libro: Si este libro se queda en Logos, nada habrá
pasado en tu vida, te olvidarás de él y seguirás arrastrando tus problemas.
Pero, si por el contrario, recibes el Rhema de cada uno de los capítulos que
siguen, puedes estar seguro que tu vida no será la misma.
Cuántas veces escuchamos predicaciones bellísimas, ciertas, bien preparadas,
dichas con muy buena intención, pero que nos dejan fríos. ¿Por qué? Porque
la predicación se ha movido únicamente en el terreno del Logos; es probable
que impresione mi mente, que me deslumbre la erudición, pero no cambia
mi vida, no marca una época; es
El objetivo de este libro es llevarte al Rhema de cada uno de los temas
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tratados.
Por eso cada capítulo se limita a tratar un solo tema y de manera muy
concreta, partiendo de una frase de la Palabra de Dios. Encontrarás
repeticiones, pausas, puntos suspensivos, frases para repetir en voz alta,
ejercicios sencillos. Todo ello se ha colocado para facilitar el que esa Palabra
llegue a lo más íntimo, se convierta en Rhema.
Por ello te recomiendo, y mira con qué letras tan grandes te lo escribo: NO
PASES ADELANTE HASTA NO HABER OBTENIDO EL RHEMA Y HABER
REALIZADO COMPLETAMENTE EL EJERCICIO PROPUESTO.
El Rhema no es algo mágico: “Toda dádiva buena, viene de arriba, del Padre
de las luces...” (Santiago 1, 17).
Ningún ser humano puede obtener Rhema si Dios no se lo da. Es un regalo. Y
la condición única que Dios ha puesto a sus regalos es esta: “Pidan y
recibirán...” (Mateo 7, 7).
Por esto, pídele a Dios que te dé Rhema de cada uno de estos capítulos que
siguen, y Ello hará.
Según lo dicho, puedes deducir que no se trata de un libro para hojear, ni
tampoco para leer apresuradamente. Se trata de un libro para dejar penetrar
a través de la lectura pausada, y si es necesario, repetida. Se trata de un libro
para trabajar, en el que tú tienes una participación insustituible.
Si te aproximas a este libro con la intención de lograr el Rhema, puedo
garantizar una revolución en tu vida.
“... ¿No es verdad que el corazón nos ardía en el pecho cuando nos venía
hablando por el camino y nos explicaba las Escrituras?” (Lucas 24, 32).
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La paz
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Ejercicio
Lograr este silencio del exterior y del interior antes de iniciar cada nuevo
capítulo del libro. No es necesario que permanezca largo tiempo, sino lograr
el sosiego para encontrarse con Jesús, que es la Paz, en el nuevo tema que
trata cada capítulo.
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“CON AMOR ETERNO TE HE AMADO, POR ESO TE SIGO TRATANDO CON BON-
DAD.”
Jeremías 31, 3
Dios me ama
Dios me ama antes de que yo naciera. Desde toda la eternidad pensó en mí;
hace mil años sabía quién era yo, pensó en mí, en mi nombre, me formó en
su mente.
“...Con Amor eterno te he amado, por eso te sigo tratando con bondad”
(Jeremías 31, 3).
Dios me ha amado siempre y nunca dejará de amarme.
Escogió mis padres y el lugar de mi nacimiento. Cuando nací se complació en
mí, me amó con ternura, como la mejor de las madres.
“¿Puede una madre olvidar a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de
sus entrañas? Pues aunque una madre pudiera olvidar a su niño de pecho, Yo
nunca me olvidaré de ti” (Isaías 49, 14-15).
Desde ese día hasta hoy no ha habido un instante en que Dios me haya
dejado de amar. “...Por eso te sigo tratando con bondad” (Jeremías 31,3).
Aunque no haya sentido el amor de mis padres y de mis seres más cercanos,
o ellos hayan muerto, Dios nunca me ha dejado de amar.
“Aunque mi padre y mi madre me abandonaran, el Señor me acogerá”
(Salmo 27, 10).
¿Quién soy yo? Soy la máquina más perfecta y precisa del universo. Tengo en
mi cerebro una computadora que coordina todos mis actos. Poseo habilidad
para pensar y expresarme, para ver, para oír los sonidos maravillosos de la
naturaleza, de las voces humanas; puedo moverme, puedo trabajar.
Soy el ser más perfecto de la creación. “Milagro soy, maravillas son tus
obras” (Salmo 139, 14).
“Hechura suya somos y obra de sus manos” (Isaías 64, 8).
“Cuán grandes son, Señor, tus maravillas. Si me pongo a contarlas son más
numerosas que la arena” (Salmo 139, 18).
Dios no me ha creado solamente a mí, sino los alimentos para sostener mi
vida, los materiales para construir mi casa, el agua, el aire, y además, muchas
cosas bellas para alegrarme: flores, pájaros, estrellas...
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“Yo he venido para que tengan Vida y la tengan abundante” (Juan 10,10).
y si miro mi alma copiada de la suya... “Apenas inferior a un dios le hiciste...”
(Salmo 8,6).
Me hizo un alma que no acabará, que no morirá, me hizo para existir
siempre, como El, y con El, en el Cielo.
Dios me ama, son infinitas las pruebas de su Amor para conmigo, “...porque
es eterno su Amor” (Salmo 118, 1).
Me ha dado personas que me aman: padres, hermanos, amigos, cónyuge,
hijos...
Dios me ama, Dios quiere lo mejor para mí. Dios quiere mi felicidad, porque
me ama. Dios me ama porque es mi Padre, y El cuida de mí.
Dios no me ha abandonado, ni me abandonará. Dios me ama... Dios me
ama... Dios me ama.
Aunque nadie me ame, Dios me ama.
Aunque nadie me entienda, Dios me entiende.
Aunque nadie me cuide, Dios me cuida.
Dios me ama... Dios me ama... Dios me ama.
Déjese amar por El. Imagine que El está con usted ahora. Siéntalo, déjese
amar por El, sienta el Amor y el calor de El hacia usted.
Repita ahora mismo muchas veces, hasta que lo sienta: “Dios me ama... Dios
me ama... Dios me ama...”.
Ejercicio
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Dios me mira
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Ejercicio
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Volvámonos a Dios
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dinero si lo gano.
Como hermano: Amar a mis hermanos, ayudarlas, aconsejarlos, respetarlos.
Tengo obligaciones también con el resto de los seres humanos próximos a
mí: Respetarlos, no hacerles mal espiritual ni material, de pensamiento,
palabra u obra, en sus personas o en sus propiedades.
“Deje el malo su camino, el hombre inicuo sus pensamientos y vuélvase a
Dios, que tendrá compasión de él...” (Isaías 55, 7).
Ahora” concretamente, examinémonos de acuerdo con estas pautas.
¿Amo a Dios con todo lo que soy?
¿He participado en alguna de las cosas siguientes aunque haya sido una sola
vez y por curiosidad: he creído en reencarnación, rosacrucismo, gnosticismo,
esoterismo?
¿He participado en alguna de las cosas siguientes aunque haya sido por
curiosidad y en una sola ocasión: prácticas relacionadas con José Gregario
Hernández, yoga, espiritismo, ciencias ocultas, meditación trascendental,
control mental, magia, hechicería, brujería, adivinación del futuro en la
mano, en el café, en las cartas, tablita -guija-, riegos, sahumerios?
¿He tenido supersticiones como cruz magnética, budas de la buena suerte,
millonaria, mata de zábila, herradura, colmillo, gato negro, mariposa negra,
pasar debajo de escaleras, espejo quebrado, sal, mal de ojo, amuletos,
etcétera?
¿He cultivado conscientemente poderes extrasensoriales como telepatía,
precognición, telequinesis” hipnotismo, control mental?
¿Desconfío de Dios, de su Poder, de su Amor? ¿He dicho palabras que
ofenden a Dios?
¿He jurado sin motivo grave, o he jurado en falso?
¿Participo en la Eucaristía dominical y también los días de fiesta? ¿ Asisto
desde el principio hasta el final?
¿Trabajo sin necesidad en esos días?
¿Conozco y leo la Palabra de Dios? ¿Hablo con El?
“Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda
tu mente” (Mateo 22, 37).
“Deje el malo su camino, el hombre inicuo sus pensamientos y vuélvase a
Dios, que tendrá compasión de él...” (Isaías 55, 7).
¿Tengo algún rencor, algún odio? ¿Deseo vengarme?
¿A quién no hablo, no saludo?
“Deje el malo su camino, el hombre inicuo sus pensamientos y vuélvase a
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Completa ahora tu lista, recuerda tus pecados concretos, los más ocultos, los
que te avergüenzan, los que hasta hoy no creías que eran pecados. Recuerda
que Dios te mira en este momento y que Ello sabe todo.
“Están llenos de toda clase de injusticia, perversidad, avaricia y maldad. Son
envidiosos, asesinos, pendencieros, engañadores, perversos y chismosos.
Hablan mal de los demás, son enemigos de Dios, insolentes, vanidosos y or-
gullosos; inventan maldades, desobedecen a sus padres, no quieren
entender, no cumplen su palabra, no sienten cariño por nadie, no saben
perdonar, no sienten compasión. Saben muy bien que Dios ha decretado que
quienes hagan estas cosas merecen la muerte; y, sin embargo, las siguen
haciendo, y hasta ven con gusto que otros las hagan” (Romanos 1, 29-32).
Ahora, que has visto lo malo que has hecho, debes:
Reconocer tu pecado. Aceptar que has estado haciendo lo que Dios no quiere
que hagas, y que has dejado de hacer lo que Dios quiere que hagas.
“Si reconocemos nuestros pecados, Dios, que es justo y fiel, perdonará
nuestros pecados y nos purificará de toda iniquidad” (1 Juan 1, 9).
Aceptar que no puedo cambiar con mis propias fuerzas, que no soy capaz de
hacer lo bueno, que necesito de Dios.
Decidir cambiar de vida, con la ayuda de Dios.
“Deje el malo su camino, el hombre inicuo sus pensamientos y vuélvase a
Dios, que tendrá compasión de él...” (Isaías 55, 7).
Empezar una vida nueva desde, hoy, no volviendo a pecar y apartándome de
las oportunidades de caer en lo que Dios no quiere.
Si estás decidido, repite en voz alta y con firmeza: “Renuncio a todo pecado,
a toda creencia, superstición, práctica, cultivo de poderes extrasensoriales,
curanderos, espiritismo, etcétera. Renuncio a todo odio y perdono a todos
los que n;¡e han ofendido. Renuncio a todos y cada uno de los pecados que
he cometido conscientemente. Renuncio a Satanás. No puedo cambiar sin tu
ayuda, Señor; dame el regalo de empezar una vida nueva, diferente, y que
vuelva definitivamente a ti.
Gracias, Jesús, porque estoy seguro que mi vida se transforma a partir de
hoy. Gracias, Señor”.
Ejercicio
Completar la lista que hiciste al terminar el capítulo anterior, con lo que has
visto en este capítulo y cualquier otro pecado que recuerdes ahora.
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La gran noticia
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“El ha sido herido por nuestras rebeldías y molido por nuestras culpas. El
soportó el castigo que nos trae la paz y por sus Llagas hemos sido curados”
(Isaías 53, 5).
Sí, estas Palabras del mismo Dios, a través del profeta Isaías, dicen que Jesús
ya pagó todo por mí, todo lo que yo debía pagar y no podía, ni podría jamás;
por lo tanto, YO ESTOY LIBRE.
Veamos un ejemplo: Hace tiempo Juan necesitaba urgentemente cincuenta
millones de dólares (50'000.000), indudablemente una gran suma. Juan fue
donde Antonio, el hombre más rico de la ciudad y Antonio se los prestó. Pa-
saron días, meses y años, y Juan aunque quería pagar, sabía que no podía
hacerla, que ni en toda su vida podría reunir ese dinero. Tal fue su
preocupación y sufrimiento que perdió el apetito, el sueño y hasta enfermó
físicamente. Estaba desesperado, se sentía en un callejón sin salida, quería
pagar pero no sabía cómo, no podía, era imposible para él pagar una deuda
tan grande. Se sentía infeliz, culpable, avergonzado, pero esto no solucionaba
su situación.
Juan -no pudiendo ya soportar este conflicto-, pasado mucho tiempo acudió
a don Roberto -su papá-, y le dijo con franqueza: “Estoy en un problema, en
el más grande problema de mi vida; le pedí prestado a Antonio cincuenta
millones de dólares, una suma enorme y estoy seguro que no podré pagarlos
nunca. No tengo nada que ofrecerle a Antonio, ni veo qué otra cosa hacer.
Don Roberto -que era riquísimo-, se levantó de su silla, le sonrió, le abrazó,
meneó la cabeza de un lado a otro y le dijo con ternura: “Hijo, descansa,
tranquilízate. El mismo día que hiciste el préstamo a Antonio, me encontré
con él y me lo contó, muy contento porque creía haberte sacado de apuros.
Yo le dije que se lo agradecía, pues lo que había hecho con mi hijo era como
si lo hubiera hecho conmigo. Y le dije también: Por esa razón, en nombre de
mi hijo Juan le pagaré inmediatamente la deuda que él acaba de contraer con
usted; y así fue, saqué mi chequera y le di un cheque por cincuenta millones
de dólares. Hijo: ¡tú no debes nada a nadie! ¡Nunca has debido nada, porque
yo pagué inmediatamente todo por ti! Y te has preocupado tanto...”.
Juan lo miraba con sorpresa, y mil pensamientos y emociones le llenaban. Y
le dijo a don Roberto: ¡Gracias, papá! ¡Mil gracias! ¡Me siento nuevo, liviano,
como si hubiera vuelto a nacer! ¡Y pensar que he sufrido tanto tiempo por
una deuda que no tenía! ¡Nunca creí, papá, que usted pagara por mí, como
yo estaba tan lejos de usted y le había hecho tanto mal! ¡Pero usted pagó!
¡Mi papá pagó por mí, y yo no lo sabía! ¡Yo le creo, porque él me ama! ¡Mi
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papá pagó por mí, sin pedírselo, pagó todo! ¡No debo nada! ¡Estoy libre!
¡Estoy libre! ¡No debo nada!...
¿Cuánto tiempo llevó Juan la carga de la deuda? Todo el tiempo desde que
contrajo la obligación hasta que supo la buena noticia por su papá.
¿Cuando quedó libre del peso de la deuda?
¿Cuando fue pagada la deuda? No.
¿Cuando don Roberto le comunicó la buena noticia? No.
Juan quedó libre cuando creyó a don Roberto que este último había pagado
la deuda suya.
¿Qué hubiera pasado si Juan no le hubiera creído a don Roberto? Juan
hubiera continuado con el peso de la deuda.
Pero Juan creyó, y en ese momento quedó libre de la obligación, del peso de
la deuda” y empezó a experimentar paz, felicidad, alivio.
Juan estaba libre desde que su papá pagó, pero no lo sabía, por eso se sentía
atado, angustiado, desesperado.
Cuando Juan creyó, Juan quedó libre. ¿Has comprendido el ejemplo?
Exactamente eso ha ocurrido contigo y ha ocurrido conmigo.
Tengo una deuda inmensa, infinita, imposible de pagar; no tengo con qué
pagar, nunca tendré con qué pagar, la deuda es infinita, nadie puede
ayudarme.
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“A quienes les perdonen los pecados, Dios se los perdonará” (Juan 20,23).
El Sacramento de la Reconciliación es indispensable si he pecado en forma
grave; aunque siempre que me acerque a él recibiré Gracias especiales para
mantener y aumentar la amistad con Dios.
El Sacramento de la Reconciliación es el canal por el que Jesús me comunica
todo el poder de su Redención.
Es, pues, este Sacramento: Declaración oficial y pública del perdón recibido;
canal de Gracia redentora que se derrama sobre mí, no solamente en cuanto
al perdón de los pecados, sino también la Gracia medicinal para curar las
heridas que el pecado dejó y la Gracia preventiva para no recaer, además de
muchas Gracias de unión con Dios, en esta vida, y aumento de gloria en la
Eterna.
“De sus grandes riquezas, todos hemos recibido Gracia sobre Gracia” (Juan 1,
16).
Acerquémonos a este Sacramento con la certeza de que el mismo Jesús, que
cargó sobre El mi culpa y pagó mi deuda, es el que ahora me declara libre en
la persona de su Ministro.
Ejercicio
YO PERDONO.
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pesos. Como no podía pagar, el rey ordenó que fuera vendido él, su mujer,
sus hijos, y todo cuanto tenía-, y que con ese dinero se le pagara. Entonces, el
empleado se arrodilló delante de él y le decía: Ten paciencia conmigo que
todo te lo pagaré.
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En el nombre de Jesús puedo perdonar cualquier ofensa, por grande que sea.
Puedo perdonar la muerte de mi hijo, el asesinato de mi padre, el robo de
toda mi fortuna, la infidelidad de mi cónyuge.
El nombre de Jesús tiene poder, y con ese poder, puedo decirle a cualquier
persona que me haya ofendido: En el nombre de Jesús, yo te perdono!
“¿Cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi
hermano? ¿ Hasta siete veces? Y Jesús dice: No te digo hasta siete veces, sino
hasta setenta veces siete.”
Si Jesús nos ordena hacerlo, es porque es posible. Si Jesús dice que hay que
hacerlo, puede hacerse.
No hay ofensa que yo no pueda perdonar con la ayuda, la gracia de Jesús.
Qué es perdonar?
Perdonar es pasar por alto la ofensa. . .es declarar inocente al que me
ofendió. . .es renunciar a odiarlo . . . es renunciar a vengarme de él. . . es
hablarle de nuevo. . . es no hablar más de la ofensa. . . es no sacaría más
tiempo en cara. .. Perdonar es hacer de cuenta que no fui' ofendido. . . es
borrón y cuenta nueva. . .
Esta actitud solamente puedo tomarla en el nombre y con el poder de
Jesús, que al morir en la cruz pidió al Padre por sus asesinos con estas
palabras: el Padre, perdónales porque no saben lo que hacen.”
Lucas 23,34
¿ Cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi
hermano? ¿Hasta siete veces? Y Jesús dice: No te digo hasta siete veces, sino
hasta setenta veces siete.”
Cuando perdono en el nombre de Jesús, el primer y mayor beneficiado soy
yo. Quedo libre, se me quita un peso de encima, se me acaba la culpa, la ira,
la tristeza, la depresión, las enfermedades; quedo nuevo, comienzo a crecer
espiritualmente, a sentirme más cerca de Dios, más amigo de El.
Perdonar no es un sentimiento, es una decisión, es un acto de la voluntad.
Hago mi parte cuando decido perdonar y Dios hace la suya, dándome la
gracia para tomar esta resolución, y me da la curación interior de la herida y
el sentimiento.
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Dios quiere que perdonemos, Dios quiere que usted, que yo perdone. Pero
no puedo, a menos que lo haga en el nombre y con el poder de Jesús.
.. ¿Cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano?
¿Hasta siete veces? y Jesús dice: No te digo hasta siete veces, sino hasta
setenta veces siete.”
Haga una lista de todas las personas que le han ofendido durante su vida:
padres, hermanos, parientes, maestros, compañeros de estudio, compañeros
de trabajo, patronos, vecinos, nosotros mismos' y . . . hasta Dios.
Anote tanto las personas que están vivas como las que han muerto. El solo
hecho de recordarlas es motivo suficiente para anotarlas.
En un lugar solitario, con la lista en la mano, haga el siguiente ejercicio:
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EJERCICIO
Perdonar.
Hacer la lista.
Desahogar mis sentimientos, en voz alta. Perdonar en el nombre de Jesús.
Pedir a Jesús que sane la herida, y me dé paz. Continuar así con todas las
personas de la lista hasta terminarla.
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PIDO PERDON.
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Ejercicio
Hacer la lista.
Expresar sus sentimientos.
Pedir perdón en el Nombre de Jesús.
Pedirle a Jesús que nos sane: a él de la herida y a mí de la culpa.
Continuar así con todos los nombres de la lista.
Escribir y enviar las cartas o postales pidiendo perdón.
Llamar o hablar personalmente con las demás personas vivas de la lista.
Orar por las que ya han muerto.
“Así que, si al llevar tu ofrenda al altar te acuerdas de que tu hermano tiene
algo contra ti, deja tu ofrenda allí mismo delante del altar y ve primero a
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YO ME ACEPTO.
Dios me creó a Imagen y Semejanza suya... soy hechura suya... obra de sus
manos. Me pensó desde toda la eternidad... y me amó. Soy obra de Dios. No
soy obra del acaso, no soy obra de la suerte, del azar. Soy obra especial de
Dios.
“Y creó Dios al hombre a Imagen suya, a Imagen de Dios lo creó” (Génesis 1,
27).
Dios me creó para El mismo... para deleitarse en su obra, en mí, porque soy
su obra maestra.
Dios es mi finalidad... me hizo para existir siempre, me hizo para que lo
conociera, para que lo amara, para que disfrutara de El y todo lo que hizo
para mí, me hizo para vivir con El, siempre.
“Y creó Dios al hombre a Imagen suya, a Imagen de Dios lo creó” (Génesis 1,
27).
Fui hecho con un fin... fui hecho con una razón. Fui hecho con Amor, y a
Imagen y Semejanza de Dios, mi Hacedor.
Yo (diga su nombre) fui creado especialmente por Dios para conocerlo y vivir
con El siempre... siempre... siempre.
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dolorosas e incurables.
El pecado dañó el plan primero de Dios; pero Dios que tanto ama al mundo y
a mí, envió a su Hijo al mundo, y El en la Cruz destruyó el pecado y acabó con
todas sus consecuencias.
Por la Muerte de Jesús soy libre del pecado original, soy libre de todos mis
pecados, Jesús pagó todo por mí, Jesús se puso en vez de mí. !
Por la Muerte de Jesús soy libre de mis enfermedades sicológicas y físicas,
soy libre de mis defectos físicos, y de los complejos que han creado en mí.
“Y creó Dios al hombre a Imagen suya, a Imagen de Dios lo creó” (Génesis 1,
27).
Dios me ama, y porque me hizo y me ama, me acepta tal como soy.
“...La mirada de Dios no es como la mirada del hombre, pues los hombres
ven las apariencias, pero sólo Dios mira el corazón” (1 Samuel 16, 7).
Soy obra de las manos de Dios... es verdad que soy obra deformada por el
pecado... pero igualmente es verdad que soy obra restaurada perfectamente
por la Sangre de Jesús.
“y creó Dios al hombre a Imagen suya, a Imagen de Dios lo creó” (Génesis
1,27).
Porque Dios me creó y me restauró, Dios me acepta como soy, me ama como
soy, me ama tal como soy, porque me ve a través de su Hijo Jesús, Hombre
perfecto.
“y creó Dios al hombre a Imagen suya, a Imagen de Dios lo creó” (Génesis
1,27).
En lo espiritual no mira mis pecados y defectos; ve a Jesús que me ha bañado
con su Sangre, que me ha limpiado con ella.
En lo físico y psicológico no mira en mí traumas, complejos, defectos físicos,
enfermedades. Ve en mí la' Imagen de su Hijo Jesús, que me liberó de todas
las consecuencias del pecado.
“Y creó Dios al hombre a Imagen suya, a Imagen de Dios lo creó” (Génesis 1,
27).
Dios me ve perfecto en Jesús.
Dios me acepta como una madre acepta a su hijo enfermo o inválido, porque
no mira su enfermedad, su invalidez; ella mira en esa persona a su hijo... y
eso le basta.
“Y creó Dios al hombre a Imagen suya, a Imagen de Dios lo creó” (Génesis 1,
27).
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Dios me ama tal como soy... Dios acepta y ama mi nombre... “Ahora, así dice
Yahvé, tu Creador, Jacob, tu plasmador, Israel. “No temas que Yo te he
rescatado, te he llamado por tu nombre, tú eres mío”” (Isaías 43, 1).
Dios acepta mi cuerpo... mi estatura... mi piel y su color... mi cara... mis ojos...
mi nariz... mi boca... mis orejas... mis manos... mis pies... mis piernas... mis
dedos...
Dios me acepta así como soy, pues con estos mismos ojos y esta misma piel
que tengo ahora, le veré a El siempre, en el Cielo.
“Bien sé yo que mi Defensor está vivo, y que El, el último, se levantará sobre
la tierra. Que después que me dejen sin piel, ya sin carne, veré a Dios. Sí, seré
yo quien lo veré, mis ojos le verán, no los de otro...” (Job 19,25-27).
Dios, porque me ama, me hizo; porque me ama, me restauró; y porque me
ama, me resucitará perfecto, como me hizo en principio, como me planeó
originalmente, para vivir con El toda la eternidad, sin limitación alguna,
porque soy suyo, porque soy para El, porque soy su obra, porque mi finalidad
es El.
¡Dios me acepta como soy! ¡Dios me acepta como soy!
Repita esto en voz alta muchas veces.
Si Dios, que es perfecto, me acepta como soy, me ama como soy y espera
vivir conmigo toda la eternidad, ¿por qué yo no me acepto como soy, por qué
yo no me amo como soy?
No estoy contento de ser como soy... no me conformo con ser como soy;
quisiera ser distinto... quisiera tener otra estatura... otro color de piel... otro
sexo... No estoy contento conmigo mismo.
Cuando yo no me acepto, estoy acomplejado, traumatizado, soy tímido...
Cuando me acepto, soy libre, proclamo la restauración que Jesús hizo en mí,
en la Cruz.
“y creó Dios al hombre a Imagen suya, a Imagen de Dios lo creó” (Génesis 1,
27).
Si yo soy libre del pecado y sus consecuencias por la Sangre de Cristo, ¿por
qué vivo como encarcelado, como amarrado, como atado?
Dios quiere que yo sea libre... ojos me liberó por medio de Jesús en la Cruz.
Dios me acepta como soy, y quiere que yo me acepte.
Dios quiere que yo cambie lo que puedo cambiar... y acepte con paz lo que
no puedo cambiar.
Dios quiere que espere la resurrección para ser perfectamente restaurado y
así disfrutar plenamente de la Redención.
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Mientras estoy aquí en este mundo, quiere El que yo cambie lo que puedo
cambiar, y acepte con paz lo que no puedo cambiar.
Cierre los ojos y con toda sinceridad mire en su interior.
¿Qué rechazo de mí? Nombre, estatura, color de la piel, ojos, orejas, boca,
nariz, pies, manos...
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“SABEMOS QUE DIOS DISPONE TODAS LAS COSAS PARA EL BIEN DE LOS QUE
LE AMAN. . . “
Romanos 8, 28
Dios me ama y tiene un plan para mí; quiere lo mejor para mí y por eso saca
para mí bienes de todo lo que ocurre a mi alrededor, de las personas que me
rodean, y de todas las circunstancias de mi vida.
Dios es Todopoderoso, sabio, es el único capaz de hacer todo lo que se
propone.
“Para Dios, nada es imposible” (Lucas 1,37).
Los hombres no podemos hacer cosas buenas sino de otras cosas buenas.
Solamente Dios puede sacar cosas buenas aun de las malas.
“Sabemos, además, que todo contribuye al bien de los que aman a Dios, de
los que El ha llamado según sus designios” (Romanos 8, 28).
¿Qué es todo? Todo es todo.
Todo, todo, todo.
Todas las cosas, las circunstancias, las personas, todo lo que me rodea, se
convierten para mi bien, si amo a Dios.
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Como Solucionar sus Problemas – Padre Andrés
amo a Dios.
Soy huérfano, murieron mis padres, estoy solo, mis parientes me han
abandonado. Todo esto ayuda para mi bien, si amo a Dios.
Tengo una enfermedad incurable, estoy desahuciado. Esto ayuda para mi
bien, si amo a Dios.
Todo, todo, todo, ayuda para mi bien... si amo a Dios.
Lo que para mí es negativo, insoportable, insufrible, espantoso, lo que no he
podido aceptar, cooperará, ayudará para mi bien. Dios lo hará así para
cumplir su promesa, Y todo aquello que me parecía negativo se convertirá en
beneficio para mí, si amo a Dios.
La situación económica... el futuro del país... los acontecimientos
mundiales... todo coopera para el bien de los que aman a Dios.
La Palabra de Dios es verdad, no falla, no miente, lo que dice es así como lo
dice.
Y si la Palabra de Dios dice que todo coopera para el bien de los que aman a
Dios, que todo coopera para mi bien, eso es así... y significa que todos los
acontecimientos, aunque sean malos, se convierten en bien para mí.
Por eso, para mí los acontecimientos ya no son negativos, sino maravillosos,
porque detrás está Dios que interviene en ellos para mi bien.
En el capítulo pasado aceptamos toda nuestra persona, porque es para
nuestro bien que somos así, que soy así. Eso coopera para mi bien.
En este capítulo estamos hablando principalmente de lo que nos rodea:
clima, personas, cosas, acontecimientos, etc.
Si he perdido alguna parte de mi cuerpo... eso coopera para mi bien; Dios
interviene para sacar maravillas de ello, aunque yo no lo comprenda, ni sepa
cómo lo hace.
Dios saca grandes bienes de lo que nosotros vemos como un desastre, como
una derrota, como un fracaso...
Una Santa que se sentía incapaz de llevar sus circunstancias, vio al Señor y El
le dio la oportunidad de cambiar de Cruz. La Santa probó miles de cruces que
había en un Cuarto y a pesar que algunas parecían más livianas y mejores que
la suya no se acomodó con ninguna.
Al final probó una con la que pudo acomodarse y se la pidió al Señor, que le
dijo: “Esa es la tuya, la que siempre has tenido”.
Cuántas veces hemos dicho: ¿Por qué permitiste esto en mi vida, Señor?
“Sabemos, además, que todo contribuye al bien de los que aman a Dios, de
los que El ha llamado según sus designios” (Romanos 8, 28).
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Ejercicio
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10
“EL SEÑOR SANA A LOS QUE TIENEN ROTO EL CORAZON Y LES VENDA LAS
HERIDAS. “ Salmo
147, 3
Estoy herido
Otros dolores son muy antiguos, los recibí cuando aún era muy pequeño,
cuando estaba todavía en el vientre de mi madre, y de esa época no recuerdo
nada; es posible que no los conozca.
Estos recuerdos pueden ser el origen de una enfermedad física que no ha
podido ser curada y que no podrá serlo hasta que desaparezca la causa
interior.
También estos recuerdos son la causa de que yo reaccione de manera
explosiva, anormal, excesiva, de manera incomprensible, aun para mí.
Algo que ha ocurrido hace tiempo es el resorte que impulsa mi actuar,
aunque no lo sepa ni lo entienda.
“El Señor sana a los que tienen roto el corazón y les venda las heridas”
(Salmo 147,3).
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Ejercicio
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Como Solucionar sus Problemas – Padre Andrés
Señor Jesús, te pido que sanes los eventos que hemos mencionado hoy y los
que no puedo recordar conscientemente. Te doy gracias, porque estoy
seguro que me concedes todo lo que te pido, porque Tú has dicho: “Pidan y
recibirán...” (Mate o 7, 7).
Gracias, Jesús, por el alivio y la paz que siento a partir de este momento.
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Como Solucionar sus Problemas – Padre Andrés
12
Jesús me sana
Gracias, Jesús, por el proceso de curación interior que has empezado en mí.
Tú estás curando paso a paso mis traumas, mis complejos, mis recuerdos
dolorosos, que están profundamente arraigados en mi personalidad.
Jesús, Tú eres el mismo ayer, hoy y por los siglos. Tú te regresas conmigo en
la vida, Tú vuelves a vivir la vida conmigo, y en el momento en que
sucedieron los hechos dolorosos no dejas que yo los cargue sino que Tú te los
llevas, Tú los sufres en la Cruz, Tú los padeces en vez de mí y yo puedo
quedar libre. Realmente quedo libre, recuerdo esos momentos pero los
recuerdo con paz, sin esos sentimientos dolorosos que experimentaba antes,
sé que me sucedió a mí pero ya no me duele. Gracias, Jesús.
Tú has curado las heridas, las impresiones negativas que recibí cuando aún
estaba en el vientre de mi madre. Yo no recuerdo nada, pero Tú sí conoces
todo.
Has sanado también cada día de los primeros cinco años de mi vida que
fueron decisivos en la formación de esta Persona que en este momento te
habla, Jesús. En esos cinco años se estructuró mi personalidad. Tú has sanado
esa época, por eso tengo ahora una personalidad nueva, soy una nueva
criatura, una nueva persona, más libre, más feliz, más madura.
Hoy quieres continuar la curación del resto de mi vida, donde están la
mayoría de mis recuerdos conscientes, de lo que llamo mi memoria.
“...EI soportó el castigo que nos trae la paz...” (Isaías 53,5). Vuelve a vivir
conmigo ahora cada uno de los días de mi vida, cada uno de los instantes
desde que empecé a existir hasta ahora.
Gracias, porque has vuelto a vivir conmigo los días que transcurrieron desde
mi concepción hasta los cinco años y has profundizado mi curación interior.
Yo no tengo recuerdos conscientes de esa época, pero Tú sabes exactamente
qué sucedió en cada instante, y no solamente lo sabes sino que has echado
sobre Ti la carga emocional que esa época trajo a mi vida. Gracias, Jesús, por
que te has puesto entre mi madre y yo, y Tú has sido la barrera que me
defendió de sus sentimientos negativos. Gracias, Jesús.
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Como Solucionar sus Problemas – Padre Andrés
A partir de los cinco años cuántas cosas me han afectado; no quiero auto
compadecerme, quiero que me sanes, que esos recuerdos dejen de ser un
obstáculo para mi felicidad, que no me roben la paz, que no me anulen, que
no me aten. Gracias, Jesús, por la libertad que estoy seguro que me das a
través de esta petición que te hago para que me cures por dentro.
Recuerdo a mi padre y la relación que tuve con él: no fue una relación de
hijo, fue una relación de esclavo, fue una relación de miedo, de
resentimiento, de desconfianza, de desaliento, pues no pude satisfacer su
exigencia de perfección. No me fue posible identificarme con él, más bien me
sirvió de modelo de cómo debía evitar ser yo.
Mi mamá fue dura como papá, exigente, autoritaria, no me inspiraba
confianza. Estaba siempre ocupada, no me atendía, le parecían bobadas
todas mis cosas.
Recuerdo a mis hermanos egoístas, crueles; Tú sabes lo que siento por cada
uno de ellos.
Otras personas vivieron en la casa porque eran parientes o porque éramos
muy pobres y debíamos compartir la casa. Cada una de esas personas marcó
mi vida de una manera diferente.
Jesús, Tú me amas y me comprendes. Llena el vacío que esas personas
dejaron en mi vida y las frustraciones que ocasionaron.
Colócate entre ellos y yo, y haz que todas sus actuaciones y la herida que
causaron en mí caiga sobre Ti, súfrelas Tú en vez de mí, para que ya no me
persigan más esos recuerdos.
Se burlaron de mí, me compararon con otros, me gritaron, me castigaron
injustamente. Recibe, Jesús, burlas, castigos, gritos, comparaciones. Tú
viviste eso después que te prendieron y te llevaron a la cárcel. Déjame libre,
cúrame, ya que Tú soportaste el castigo que me trae la paz.
Gracias, Jesús, porque voy sintiendo alivio, descanso, paz, tranquilidad.
Gracias, Jesús, porque en tu Cruz he obtenido la paz y la curación de estos
recuerdos.
Llegó el día de ir a la escuela. Me separé de la casa, me sentí inseguro, triste,
solo, lleno de temor ante lo desconocido.
Acompáñame, Jesús, a la escuela este primer día y sígueme acompañando
cada día que asistí a ella. Ahora siento que no voy solo, que voy contigo, que
estoy acompañado, que estoy protegido.
“Aunque camine por cañadas oscuras nada temo, porque Tú vas conmigo”
(Salmo 23, 5).
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años, puedes vivir conmigo esta época y sanar las heridas que esta actividad
dejó en mí.
Elegí estado.
Me casé y lo que esperaba sería una gran felicidad en mi vida se convirtió en
decepción. Mi cónyuge cambió de manera de ser y mostró facetas de su
personalidad que yo desconocía por completo. Me sentí engañado, incapaz
de vivir así. Soporté ofensas, infidelidad, amenazas, golpes, desprecio,
indiferencia. Creció en mí una gran amargura. He perdonado, pero aún
sangra la herida. Me abandonó, me dejó solo, y tuve que enfrentarme a la
vida sin apoyo.
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superiores.
“...El soportó el castigo que nos trae la paz...” (Isaías 53, 5).
Cualquiera que haya sido mi vida, soy consciente que a través de ella he
ofendido a Dios y a mis hermanos. Me he confesado de ello, estoy
sinceramente arrepentido, pero siento culpa, me siento avergonzado
conmigo mismo y también contigo, Jesús. Recuerdo mis pecados y me siento
como atado por esos recuerdos.
Llévate Tú estos sentimientos de culpa, ya que Tú fuiste molido por causa de
mis pecados y por tu Muerte tengo paz con Dios. Tú pagaste mi deuda con lo
más precioso: tu propia Vida. Cura mi culpa y haz que vaya confiado por la
vida y al encuentro contigo.
“...El soportó el castigo que nos trae la paz...” (Isaías 53, 5).
Jesús, hay un hecho en mi vida que puedo llamar el recuerdo más doloroso
de todos. Sana con especial profundidad y cuidado ese hecho, ese recuerdo,
ese trauma, ese complejo.
Gracias, Jesús, porque me siento libre, nuevo, liviano, descansado. Gracias,
Jesús.
Ejercicio
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Jesús me curó
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¿Qué debo hacer ahora para que la Salvación de Jesús llegue a mí, se haga
realidad en mí y en mi cuerpo, así como se ha hecho realidad en las otras
partes de mí ser, mi sicología y mi espíritu en los capítulos anteriores?
“... ¿Qué es más fácil decir: “Tus pecados te son perdonados”, o decir:
“Levántate y anda”? Pues para que vean que el Hijo del Hombre tiene Poder
en la tierra para perdonar pecados digo al paralítico: “Levántate, toma tu
camilla y vete a tu casa” (Mateo 9, 4-6).
Para ser curado debo imaginar a Jesús sufriendo mi enfermedad en la Cruz,
para así destruirla.
Creer que Ella sufre en la Cruz para que yo sea libre de ella, para que
no tenga que seguir cargando esta enfermedad.
Imaginarme curado, haciendo lo que antes no podía hacer, debido a la
enfermedad.
Continuar creyendo en la curación aunque los síntomas persistan horas
o días, ya que desaparecerán sin duda, pues “la fe es la seguridad de lo
que se espera, la certeza de las cosas que no se ven” (Hebreos 1l, 1).
Decir en voz alta a mí mismo y a otros, a muchos, de mi curación.
Asegurar en fe que estoy sano, confiando en Jesús y en su Palabra. “El
Cielo y la tierra pasarán, pero mis Palabras no pasarán” (Mateo 24,35).
No volver a pedir la curación, pues cuando creo que algo es realmente
mío, no vuelvo a pedir que me lo regalen; me lo apropio, lo tomo como
mío, vivo como poseedor de ese 'regalo.
Si sigo pidiendo lo mismo, después de creer, indico que mi fe no es
real, no es cierta.
Agradecer muy frecuentemente a Jesús mi curación.
En algunos casos los síntomas desaparecen inmediatamente; en la mayor
parte de los casos los síntomas van desapareciendo lenta pero seguramente,
en forma de proceso, hasta que no quede rastro alguno de enfermedad.
El que esto escribe fue sanado por Jesús de cinco enfermedades en un
instante: hernia inguinal, dolor de cabeza de quince años de duración, lesión
en la columna vertebral cervical, hongos cutáneos y gastritis.
“...EI soportó el castigo que nos trae la paz y por sus Llagas hemos sido
curados” (Isaías 53, 5).
Diga en voz alta: “Jesús, dame la Gracia de creer que hoy soy liberado de mis
enfermedades y te pido que avives más y más mi fe para creer estas
realidades que no se ven”.
Imagine que Jesús está delante de usted y le dice: “...Yo soy Yahvé, el que te
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Como Solucionar sus Problemas – Padre Andrés
Ejercicio
Hacer una lista de las enfermedades de las que Dios le ha curado hoy.
Agradecer a Dios continuamente por la curación.
Contar al mayor número de personas que Jesús curó su enfermedad.
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“SEAN PRUDENTES Y MANTENGANSE DESPIERTOS, PORQUE SU ENEMIGO EL
DIABLO, COMO UN LEON RUGIENTE, ANDA BUSCANDO A QUIEN DEVORAR.”
1 Pedro 5, 8
Estoy en peligro
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Dios me exige hoy una decisión de la que dependerá mi felicidad en esta vida
y en la futura.
Si me decido por Dios debo renunciar a Satanás, a todo pecado y a todo amor
al pecado.
Ejercicio
Hacer una lista de las áreas en que Satanás tiene influencia en mi vida.
Hacer un acto explícito de renuncia al pie del Sagrario o en un sitio solitario,
llevando la lista y diciéndole a Jesús: “En el Nombre de Jesús renuncio a
Satanás y a todas sus seducciones. Especialmente renuncio a (nombrar el
área en que está influyendo Satanás en mí”. Repetir este acto de renuncia
con cada una de las áreas que he anotado. Luego, con toda decisión, decir:
“Jesús, me decido definitivamente por Ti”.
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“ESTAS SON LAS SEÑALES QUE ACOMPAÑARAN A LOS QUE CREAN. EN MI
NOMBRE, EXPULSARAN DEMONIOS”
Marcos 16,17a
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que da el ser del lado de Jesús, tengo todo el Poder del mismo Jesús, el poder
de su ejército reunido, el poder de la Iglesia, y por lo tanto tengo la victoria.
“Estos son los signos que acompañarán a los que crean: En mi Nombre
expulsarán demonios...” (Marcos 16, 17).
Tengo pues, todo el Poder de Jesús para hacer realidad en mí esa victoria de
Jesús, sobre Satanás.
Cuando venga la tentación, cuando sienta su ataque u opresión sobre alguna
área de mi vida puedo:
Recordar el Poder de Jesús, que es infinito, por su victoria en la Cruz sobre el
diablo. Recordar que yo tengo ese Poder por ser del ejército de Jesús.
Llamar a la Iglesia, es decir: a la Trinidad, a María, a los Ángeles, a los Santos.
A continuación, actuar como lo que soy: un soldado del ejército de Jesús;
actuar en el Nombre y con el Poder de Jesús, y ordenar con su autoridad al
demonio:
“En el Nombre de Jesús, ordeno al espíritu de que me está tentando ti
oprimiendo, que salga inmediatamente de mí y vaya a los pies de Jesús, para
que Ello mande donde quiera y le prohíbo regresar a mí”.
Al final, pedir a Dios que llene esa área con su Presencia. Utilice estas
sugerencias para usted mismo.
Los casos ajenos y los casos propios más graves que tenga, llévelos con toda
confianza al Obispo, al Pastor de la Diócesis, a quien Jesús ha colocado en la
Iglesia para velar por nosotros y le ha dado poder especial contra Satanás. El-
en Nombre de Jesús y de la 19lesia- expulsará al enemigo de nuestra vida.
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Como Solucionar sus Problemas – Padre Andrés
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“MALDITO AQUEL QUE SE FIA EN HOMBRE, Y HACE DE LA CARNE SU APOYO Y
DE DIOS SE APARTA EN SU CORAZON.”
Jeremías 17, 5 - 6.
Lo primero que nos dice la Palabra de Dios en estos versículos es: “Maldito
aquel que se fía del hombre”.
¿Qué es ser maldito por Dios?
Es ser abandonado por Dios, es ser desechado por El, es ser arrojado en el
Infierno, eso es ser maldito. Recordemos las Palabras de Jesús: “Malditos, id
al fuego eterno” (Mate o 25, 41). Ser maldito es ser condenado.
¿Quién es maldito?
Aquel que se' fía del hombre... aquel que pone su confianza en el hombre...
aquel que hace de la carne su apoyo... que se apoya en otro ser humano,
carne como él.
Cuando me apoyo en otra persona, en otro ser, me estoy fiando de un
hombre, de otro ser humano, así esa persona sea maravillosa. Aunque ese
ser sea mi papá, mi mamá, mi esposo, mi esposa, mi hijo, mi hija, mi socio.
Si yo me apoyo en esa persona, que es un ser humano, recibo la sentencia
del Señor: “Maldito aquel que se fía del hombre, y hace de la carne su
apoyo...” (Jeremías 17,5-6).
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fallado, han caído en una depresión y angustia tales que han desembocado
en la locura?
“Maldito aquel que se fía del hombre, y hace de la carne su apoyo, y de Dios
se aparta en su corazón” (Jeremías 17, 5-6).
¿Qué consecuencia trae el poner en la carne su apoyo? Que “de Dios se
aparta en su corazón”.
Es posible que yo diga que Dios es el centro de mi vida, que no creo más que
en El, que sólo a El quiero servir, que qué sería de mi vida sin El, etcétera,
etcétera. Pero en realidad, esto son solamente palabras, y si tengo mi
confianza en el hombre mi corazón se aparta de Dios, dependo de ese ser en
quien he puesto mi confianza. O me apoyo en esa cosa en que he puesto mi
confianza: dinero, posesiones, belleza, honor, conocimientos, etc.
Dependo del parecer de mi ídolo, de su estado de ánimo, de su presencia, de
su cariño, de su opinión. Le consulto a él antes que a Dios. No soy capaz de
contrariarlo, no soy capaz de desagradarlo aunque esto me lleve a desobede-
cer a Dios, a pecar.
“Maldito aquel que se fía del hombre, y hace de la carne su apoyo, y de Dios
se aparta en su corazón” (Jeremías 17, 5-6).
Aparentemente tiene en el centro de su vida a Dios, pero allá en el fondo de
su corazón está apartado de Dios, no confía en EJ, no cree que Dios puede y
quiere dirigirlo y protegerlo; no está seguro que las órdenes de Dios le trai-
gan el éxito, el bien.
Está inseguro, miedoso, teme al futuro, teme desagradar a su ídolo, y que
éste lo rechace. Si es una cosa teme que se le acabe y no es feliz.
Y Dios, ¿qué dice?: “Maldito aquel que se fía del hombre, y hace de la carne
su apoyo, y de Dios se aparta en su corazón” (Jeremías 17, 5-6).
En Isaías 7, 5 dice Dios: “Si no se afirman en Mí, no serán firmes”.
Si alguien se apoya en una cañabrava, cualquier viento hará que tambalee y
caiga la caña, y de paso el que se apoya en ella.
Si pongo mi apoyo en un roble o en una roca pueden venir lluvias, ciclones,
tempestades, y estará firme mi apoyo, y estaré firme yo.
La caña y el viento son los hombres, la carne, lo pasajero de este mundo. La
roca es Dios.
El que se apoya en un ser humano se está apartando de
Dios en su corazón y no estará firme, estará maldito.
“Maldito aquel que se fía del hombre, y hace de la carne su apoyo, y de Dios
se aparta en su corazón” (Jeremías 17, 5-6).
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Vaya pedirle ese regalo para poder verlos hoy mismo. Estoy seguro que así
empezará una nueva época en mi vida espiritual, cuando baje del altar a mis
ídolos, renuncie a ellos y los destruya delante de Dios.
Para esto también necesito la Gracia de Dios: “...Sin Mí, nada podéis hacer”
(Juan 15, 5).
Si yo no busco sinceramente mis ídolos, si no renuncio a ellos y a mí mismo,
no puedo ser seguidor de Jesús.
“Mucha gente seguía a Jesús; y El se volvió y dijo: “Si alguno viene a Mí y no
me ama más que a su padre, a su madre, a su esposa, a sus hijos, a sus
hermanos, y a sus hermanas, y aún más que a su propia vida, no puede ser mi
discípulo... Así pues, cualquiera de ustedes que no deje todo lo que tiene, no
puede ser mi seguidor” (Lucas 14, 25-26; 14, 33).
Es básico en la vida cristiana renunciar a mis ídolos empezando por mí mismo
y ceder a Dios lo que hasta ahora he considerado mi puesto.
“Maldito aquel que se fía del hombre, y hace de la carne su apoyo, y de Dios
se aparta en su corazón” (Jeremías 17, 5-6).
Hace pocos días hablé de este tema con una persona entregada a Dios hace
muchos años, a quien le costaba mucha dificultad ver sus ídolos. Le sugerí
que pidiera a Dios esa Gracia, pues por sus propias fuerzas no podría verlas
nunca. Así lo hizo, y al día siguiente, muy temprano, vino a mi casa y me dijo:
“Por fin he visto mis ídolos. Yo mismo soy mi ídolo. Me vi en un altar, en un
trono muy grande, allí estaba yo. Y vi otro trono de iguales características, y
allí estaba Dios. ¡Yo estaba a la misma altura de Dios! ¡Yo era igual a Dios!
Intenté, bajarme, con bastante dificultad y al fin lo logré, y poco a poco fui
viéndome más y más pequeña y Dios creciendo sobre mí, pero Dios estaba
apoyado en mí, ¡yo era el pilar, el sostén de Dios! Yo me sentía necesaria
para que Dios pudiera actuar. Fue necesario orar mucho para quitarme de
ese puesto, destronar mi yo, para que solamente quedara un trono, y en ese
trono estuviera Dios, y por fin, pudiera yo, postrado en tierra, adorar a Dios,
pudiera inclinarme de corazón ante El, reconocer su dignidad”.
Si yo no bajo de mi puesto, de mi trono, si no bajo mis ídolos y a mí mismo,
no puedo ser seguidor de Jesús.
San Ignacio de Loyola, fundador de los jesuitas -una de las comunidades más
numerosas e importantes de la Iglesia-, dijo en una ocasión: “Si me
suprimieran la Compañía de Jesús, creo que solamente necesitaría un cuarto
de hora para ponerme en paz”.
Esto indica que para San Ignacio, la Compañía de Jesús, la obra de toda su
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no pueden salvar, pues cuando mueren regresan al polvo, y ese mismo día
terminan sus proyectos” (Salmo 146, 3-4).
“Feliz quien recibe ayuda del Dios de Jacob, quien pone su esperanza en el
Señor, su Dios” (Salmo J46, 5).
“Señor: Te pido que me des la Gracia de conocer mis ídolos, de renunciar a
ellos y de ponerte a Ti en el puesto que te corresponde, que es ser el centro y
el trono de mi vida”.
Ejercicio
Mirar cuáles son mis ídolos, hacer la lista de ellos, renunciar clara y
concretamente a cada uno de ellos, y colocar a Dios en el centro de mi vida,
adorándolo.
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Jesús es el señor
Por esta razón, porque El me compró, Jesús tiene todo el poder sobre mí y
sobre lo que es mío.
“Dios le exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al
Nombre de Jesús toda rodilla se doble en los Cielos, en la tierra y en los
abismos y toda lengua proclame que Cristo Jesús es Señor para gloria de Dios
Padre” (Filipenses 2, 9-11).
Pero, ¿cuál es mi realidad?
“No todo el que me diga: Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino
el que haga la Voluntad de mi Padre celestial” (Mateo 7, 21).
Decimos frecuentemente: “Jesús es mi Señor”. Pero en la práctica El no es el
dueño absoluto de mi vida; El no es el que la controla; El no es mi Señor.
¿Quién ocupa el trono de mi vida?
Respóndase usted mismo esta pregunta con toda sinceridad (silencio).
En mi vida hay un centro, un trono, y muchas áreas a su alrededor.
Jesús quiere ser el Señor del centro, sentarse en el trono y controlar cada
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área de mi vida.
“Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguien oye mi Voz y abre la puerta,
entraré en su casa y cenaremos juntos” (Apocalipsis 3,20).
¿Qué significa abrir la puerta a Jesús?
Abrir la puerta a Jesús como el Señor es rendirme completamente a El y
entregarle cada una de las áreas de mi vida, de tal modo que El sea el único
por el que me mueva, el único ser que tenga el dominio de mi vida.
Ejercicio
Hacer una lista de las personas y de las cosas que han sido los señores de mi
vida hasta ahora.
Ahora, pregúntese interiormente usted:
¿Estoy dispuesto a que Jesús sea el Señor de mi vida, de todas las áreas y
para siempre?
“Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguien oye mi Voz y abre la puerta,
entraré en su casa y cenaremos juntos”
(Apocalipsis 3, 20).
Si me he decidido a abrir la puerta de mi vida a Jesús, para que sea mi Señor,
el dueño absoluto de mi vida, debo antes estar convencido que El es el Señor
y el único que merece serlo.
Debo también abrirle la puerta pública y explícitamente.
“Si confiesas con tus labios que Jesús es Señor... serás salvo” (Romanos 1O,
9).
Ser consecuente con esa decisión, o sea, depender exclusivamente de El, en
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todo y durante todo el tiempo de la vida. Si está decidido, repita en voz alta:
“Jesús, creo que eres el dueño absoluto de todo lo que existe, incluyéndome
a mí. He decidido aceptarte así. En este momento te abro la puerta de mi
vida, te entrego todo lo que soy y todo lo que tengo. Te declaro mi único Se-
ñor y Dueño. Prometo obedecerte en todo y no hacer de hoy en adelante
nada que sea contrario a tu Voluntad”.
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“AL NOMBRE DE JESUS DOBLEN LA RODILLA TODOS LOS QUE ESTAN EN LOS
CIELOS, Y EN LA TIERRA, Y DEBAJO DE LA TIERRA.”
Filipenses 2,10
Al Señor adorarás
Dice la Escritura: “Al Señor, tu Dios, adorarás, y a El solo darás culto” (Lucas 4,
8).
“Ha llegado la hora (y es ahora mismo) en que los que rinden verdadero culto
al Padre, lo adoren en Espíritu y en Verdad. El Padre quiere ser adorado así.
Dios es Espíritu, y los que lo adoran deben hacerla en Espíritu y en Verdad”
(Juan 4, 23-24).
¿Qué es adorar?
Adorar es reconocer quién es Dios y quién soy yo.
Adorar es creer, aceptar y reconocer que Dios es El que es y yo soy el que no
soy.
Adorar es reconocerlo como el Señor, como el Único Señor.
Adorar a Dios es reconocer que El tiene el dominio absoluto de todo lo
creado, de todo lo que existe: el Cielo, la tierra, el tiempo, las cosas, las
personas.
Adorarlo es reconocer y confesar que El es el Señor y el dueño de mi vida, de
mi cuerpo, de mis cosas, de mi tiempo... y que yo soy solamente un súbdito,
un vasallo, un siervo, propiedad suya.
Adorar es reconocer que lo que hay en mí es de El, es propiedad suya, y que
por lo tanto, a El, y solo a El, le pertenece el honor y la gloria.
Adorar es reconocer que yo nada tengo que sea mío; que soy pobre, pecador,
sin nada propio.
Adorar es reconocer el Señorío de Dios y de su Hijo, Jesús. ''Al Nombre de
Jesús toda rodilla se doble en los Cielos, en la tierra y en los abismos y toda
lengua proclame que Cristo Jesús es Señor para gloria de Dios Padre”
(Filipenses 2,10-11).
Adorar a Dios es inclinarme ante El como el Absoluto, como el
Imprescindible.
La adoración tiene dos aspectos: Reconocer quién es El, y reconocer quién
soy yo.
Y una tercera parte: Me inclino y me postro, me humillo ante El.
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Como Solucionar sus Problemas – Padre Andrés
''Al Nombre de Jesús toda rodilla se doble en los Cielos, en la tierra y en los
abismos y toda lengua proclame que Cristo Jesús es Señor para gloria de Dios
Padre” (Filipenses 2, 10-11).
La adoración es un acto de la voluntad por medio del que yo le doy a Dios el
homenaje que El se merece. Este homenaje de adoración a Dios se llama
culto de latría, y solamente esta adoración se le da a Dios.
La adoración es el acto más agradable a Dios, porque reconocemos el primer
puesto que en justicia le corresponde.
“Yo soy el Señor, ese es mi Nombre, mi Gloria no se la doy a nadie y no
permitiré que honren a los ídolos en vez de a Mí” (Isaías 42, 8).
Ante mí se abren, pues, dos posibilidades: Adoro a Dios o no lo adoro.
Adorarlo se llama latría.
No adorarlo se llama idolatría. La idolatría es la adoración de dioses falsos, a
ídolos.
Porque cuando no estoy adorando a Dios, estoy adorando otra cosa, pues el
trono no puede quedar vacío.
Cuando no adoro a Dios, estoy adorándome a mí mismo o a otra persona o
cosa creada por El.
“Lo que de Dios se puede conocer, ellos lo conocen muy bien, porque El
mismo se lo ha mostrado; (...) aunque han conocido a Dios no lo han honrado
como a Dios ni le han dado gracias (...). En lugar de la verdad de Dios han
buscado la mentira, y han honrado y adorado las cosas creadas por Dios y no
a Dios mismo, que las creó y que merece alabanza por siempre. Amén”
(Romanos 1, 21; 1, 25).
No es posible vivir sino de una de estas dos maneras: en adoración a El, o en
idolatría a las criaturas que El hizo.
Dios ordena como lo más importante, como lo primero: ''Al Señor, tu Dios,
adorarás, y a El solo darás culto” (Lucas 4, 8).
La adoración me coloca en mi verdadero puesto que es la dependencia
absoluta de El.
Mi vida depende de El, mi salud depende de El, mi tiempo depende de El, mis
planes dependen de El, mis cosas dependen de El, mi futuro depende de El.
El pecado gravísimo de la soberbia, cuya tendencia llevo dentro, me empuja a
colocarme en el centro, a colocarme en el primer lugar, a colocarme en el
trono, aunque yo sé que ese centro, ese trono, ese primer lugar, pertenecen
únicamente a Dios.
Cuando adoro estoy en la Verdad, estoy en El, porque El es la Verdad.
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Como Solucionar sus Problemas – Padre Andrés
Dios quiere que yo lo adore, no solamente con la palabra, sino desde el fondo
de mi ser, desde el fondo de mi persona.
“Ha llegado la hora en que los que rinden verdadero culto al Padre, lo adoren
en Espíritu y en Verdad. El Padre quiere ser adorado así. Dios es Espíritu, y los
que lo adoran deben hacerlo en Espíritu y en Verdad” (Juan 4, 23-24).
La adoración es una fuente inagotable de Gracias, de regalos de Dios para mí.
Cuando Dios ve que toda la gloria se la doy a El, que toda la gloria es para El -
lo que es justo, pues lo merece-, El se derrama a Sí mismo y derrama todos
sus regalos, y todo su Poder, sobre la persona que lo adora verdaderamente.
La adoración no es cuestión de palabras.
“Ha llegado la hora en que los que rinden verdadero culto al Padre, lo adoren
en Espíritu y en Verdad. El Padre quiere ser adorado así. Dios es Espíritu, y los
que lo adoran deben hacerlo en Espíritu y en Verdad” (Juan 4, 23-24).
Esto quiere decir que Dios busca que le adoren desde el fondo del alma, con
una verdadera actitud de reconocer quién es El.
¿Cómo adorar?
''Al Nombre de Jesús toda rodilla se doble en los Cielos, en la tierra y en los
abismos y toda lengua proclame que Cristo Jesús es Señor para gloria de Dios
Padre” (Filipenses 2, 10-11).
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Como Solucionar sus Problemas – Padre Andrés
Inclino mi rostro ante El, Ello es todo. Yo soy nada ante El. Permanezco en
esta actitud de adoración, me postro ante el Dueño de todo, y Dueño mío.
“Póstrese ante Ella tierra entera” (Salmo 66,4).
“Alaben al Señor, nuestro Dios, y arrodíllense delante de sus pies. El es
Santo” (Salmo 99,5)
Además de adoptar una posición física es necesaria la actitud Interior y la
expresión de esa actitud. Por ello, debo confesar con mi boca, debo
reconocer que El es todo y yo I soy nada.
“Si confiesas con tus labios que Jesús es Señor... serás salvo” (Romanos 1O,
9). I
“Al Nombre de Jesús toda rodilla se doble en los Cielos, en la 1 tierra y en los
abismos y toda lengua proclame que Cristo Jesús es Señor para gloria de Dios
Padre” (Filipenses 2, 10-11).
Si mi cuerpo está postrado y con mi boca estoy adorando, fácilmente mi
mente mi corazón entrarán en adoración.
Pida la Sabiduría de Dios para adorar: Ella ha prometido Y se la dará. “Al
Nombre de Jesús toda rodilla se doble...” (Filipenses 2, 1O).
San Francisco de Asís pasaba las noches en adoración, contemplando a Dios y
repitiendo incansablemente: “¿Quién eres Tú y quién soy yo?”.
La Madre Laura -colombiana-, en vía de canonización, tenía una actitud
profunda de adoración, que se reflejaba en estas palabras suyas:
“Destrúyeme, Señor, y sobre mis ruinas levanta un monumento a tu Gloria”.
La adoración es el culto que Dios quiere de sus criaturas -los hombres- de
todos los tiempos.
Le adoró el pueblo de Israel, los primeros cristianos, los Santos de todas las
épocas, como San Francisco, Santa Teresa de Jesús y la Madre Laura, esta
última de nuestro siglo.
Adoraremos en el futuro, en el Cielo. Esa será nuestra eterna labor.
Preparémonos desde ahora para ello.
Hoy también se adora, y Dios muestra cómo desea la adoración, curando las
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Ejercicio
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Como Solucionar sus Problemas – Padre Andrés
19
Entre los cristianos hay dos clases de vida: una derrotada y otra plena, llena
de frutos.
Hay personas que viven una vida frustrada, sin sentido, sin metas, con
altibajos, con sufrimiento, dando la impresión que algo falta en ellas. A pesar
de ser personas cristianas, que frecuentan los Sacramentos y quieren vivir
bien, algo falta en esas vidas.
Por otro lado, hay cristianos plenos, llenos de paz, amor, alegría, que saben lo
que Dios quiere de ellos, trabajan por El y dan fruto, y fruto abundante.
La diferencia entre estas dos clases de vida está en la plenitud del Espíritu
Santo. La primera clase de vida no tiene la llenura del Espíritu Santo; la
segunda sí la tiene y el Espíritu Santo es el motor de lo que hacen: “...Cuando
venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán Poder y serán mis testigos...”
(Hechos 1, 8).
Para que yo pueda usar el Poder de Dios y con él hacer las obras de Dios,
necesito tener la fuente de ese Poder dentro de mí, necesito estar lleno del
Espíritu Santo.
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Como Solucionar sus Problemas – Padre Andrés
“Porque Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados con el Espíritu
Santo dentro de pocos días” (Hechos 1, 5). I
El Bautismo en el Espíritu Santo no es un nuevo Sacramento, es una
oportunidad para llenamos más profundamente I del Espíritu.
Por eso Jesús y nosotros le llamamos Bautismo, o sea baño, plenitud, llenura
del Espíritu Santo. El Bautismo en el Espíritu Santo hace que nuestra vida I
cambie de rumbo, que se transforme, que empiece a ver todos los
acontecimientos desde el punto de vista de Dios, que mi vida tenga un
propósito, una dirección, una meta y que sea una vida llena de paz, gozo,
poder y frutos espirituales.
“...Cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán Poder y serán mis
testigos en Jerusalén, en Judea y en Samaria, y hasta en los confines de la
tierra” (Hechos 1, 8).
Para ser bautizado en el Espíritu Santo debo prepararme dejando entrar a
Jesús en cada área de la vida, deseando ardientemente el Espíritu Santo y
pidiéndole a Jesús que me bautice con su Espíritu Santo.
Resumiendo, ¿qué sucederá en mí cuando sea bautizado en el Espíritu Santo?
Recibiré Poder, fuerza. El Poder es algo que se me comunica, se me entrega,
el Poder hace que lo que para mí era imposible comience a ser posible.
Recibiré Poder para resistir a Satanás y a las tentaciones que él me pone en el
camino de la vida. Porque tengo fuerza espiritual contra el enemigo, cuando
viene la tentación puedo decir “no” a ella, porque tengo Poder, porque el Es-
píritu Santo está en mí.
Recibo Poder para entender la Biblia, la Palabra de Dios. A través de las
Escrituras me habla el Espíritu Santo y me enseña todas las cosas como lo
prometió Jesús.
Recibo Poder para vivir una vida abundante, plena. El Espíritu Santo me da la
dirección adecuada en cada momento; sé para dónde voy, sé qué quiere Dios
de mí, y siento la Presencia continua de Dios junto a mí.
“Voy a enseñarte, a mostrarte el camino a seguir; fijos en ti los ojos, seré tu
consejero” (Salmo 32, 8).
La Presencia del Espíritu Santo y la seguridad de su dirección, producirán en
mí una paz y una alegría imposibles de explicar.
Recibiré Poder contra el miedo, contra la angustia, contra la ansiedad,
porque ya no estaré solo. El Espíritu Santo estará conmigo, será mi
Consolador, mi compañero.
“Tú eres un cobijo para mí, de la angustia me proteges, estás alrededor de mí
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20
“EL QUE TENGA SED QUE VENGA A MI Y BEBA.”
Juan 7, 37
““El que tenga sed que venga a Mí y beba; del corazón del que cree en Mí
brotarán ríos de agua viva”. ...Esto lo decía Jesús explicando que los que
creyeran en El recibirían el Espíritu...” (Juan 7, 37-39).
A través de los capítulos anteriores, Jesús nos ha estado preparando para el
regalo más grande que puede damos después de subir al Cielo: su Espíritu, el
Espíritu Santo.
“Yo le pediré al Padre para que les envíe otro Paráclito, el Espíritu de la
Verdad, para que esté siempre con ustedes. No los vaya dejar abandonados;
volveré para estar con ustedes” (Juan 14, 16; 14, 18).
El Espíritu Santo es el Espíritu de Jesús, es una Persona, es Dios como lo son el
Padre y el Hijo.
El Espíritu Santo me recuerda todo lo que Jesús ha dicho.
“Pero el Espíritu Santo, Paráclito, que el Padre va a enviar en mi Nombre, les
enseñará todas las cosas y les recordará fado lo que les he dicho” (Juan 14,
26).
El Espíritu Santo completa la obra de Jesús; es Dios que trabaja en nuestra
alma, en mi alma, para llevarme a la perfección y a la vida llena de Poder que
Dios quiere para mí, desde que me creó.
El Espíritu Santo me da a conocer más profundamente a Jesús. Glorifica y
exalta a Jesús.
“Pero el Espíritu Santo, Paráclito, que el Padre va a enviar en mi Nombre, les
enseñará todas las cosas y les recordará todo lo que les he dicho” (Juan
14,26).
El Espíritu Santo viene en plenitud a la persona que ha entregado todas las
áreas de su vida a Jesús, que lo tiene en el centro de su existencia, como su
Señor.
El Espíritu Santo viene en plenitud a la persona que lo desea.
“El que tenga sed que venga a Mí y beba...” (Juan 7, 37).
El Espíritu Santo viene a la persona que pide ser llena con el Espíritu Santo.
''Así que Yo les digo: “Pidan y recibirán; busquen y encontrarán; llamen a la
puerta y les abrirán. Porque el que pide, recibe; y el que busca, encuentra;
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Como Solucionar sus Problemas – Padre Andrés
yal que llama a la puerta, se le abre. ¿Acaso alguno de ustedes, que sea
padre, sería capaz de darle a su hijo una culebra cuando le pide pescado, o,
de darle un alacrán cuando le pide un huevo? Pues si ustedes, que son malos,
saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará el
Espíritu Santo a quienes se lo pidan!” (Lucas 11,9-13).
El primer requisito para ser llenados del Espíritu Santo es tener a Jesús en el
centro de la vida. Esto significa haber renunciado a mi pecado y haber
decidido abandonarlo definitivamente, haber perdonado a todas las personas
que me han ofendido, haber renunciado a creencias, supersticiones,
prácticas prohibidas por la Palabra de Dios, y haber abierto totalmente la
puerta de la vida a Jesús, corno lo hicimos en el capítulo pasado.
El segundo requisito para ser llenados plenamente con el Espíritu Santo es
desear recibirlo. Dios respeta mi libertad, no me obliga. Para recibir el
Espíritu Santo es necesario que yo lo desee. Pero en el deseo hay muchos
grados.
Hay un “desearía”: si me lo quisieran dar, lo recibiría. Esta es una posición
muy pobre.
Hay un “deseo”: quiero recibir el Espíritu Santo, así, simplemente.
Hay un “deseo”: ardientemente.
Entre estas tres posiciones la más adecuada es la de desear ardientemente,
tener sed -como dice Jesús-, porque nada hay más apremiante que la sed;
nos obliga a buscar agua y a beberla, se convierte en nuestra máxima
necesidad.
Así pasa con el Espíritu: Según sea mi sed, así será el derramarse del Espíritu
Santo sobre mí. El Espíritu es infinito, tanto cabrá de El en mí, cuanto espacio
yo le dé, cuanta sed tenga de El.
La sed también es regalo de Dios; si yo se la pido, El me la da.
“Dios por su benevolencia da el desear y el obrar” (Filipenses 2, 13).
El tercer requisito para ser llenado por el Espíritu Santo es el pedirlo.
Es necesario pedir, pedir con fe, pedir con seguridad, con la certeza de que lo
que pido, Dios me lo concede.
Puedo estar absolutamente seguro que Dios me dará el Espíritu Santo,
porque Dios lo desea, El mismo ha ordenado que seamos llenos del Espíritu
Santo.
“No se emborrachen pues eso lleva al desenfreno; al contrario, llénense más
bien del Espíritu Santo” (Efesios 5, 18).
Si Dios me ama y quiere lo mejor para mí, El está más interesado en darme el
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Pida, pues, a Jesús, en este momento, que le dé sed, el deseo del Espíritu
Santo y lo vaya aumentando cada instante más.
Ejercicio
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“TODOS QUEDARON LLENOS DEL ESPIRITU SANTO.”
Hechos 2,4
El gran regalo
Este capítulo requiere una metodología especial, y es ésta: Léelo
completamente y después busca un lugar solitario para realizar esta lección
paso a paso.
E] requisito para recibir este gran regalo es haber vivido cada uno de los
temas anteriores -20 temas-, y haber realizado el ejercicio de cada uno de
ellos lo mejor posible. Por esto, si te ha faltado leer algún capítulo anterior a
este o realizar el ejercicio, te sugiero hacerlo antes de intentar recibir el gran
regalo.
Este capítulo, como los anteriores, pretende llevar a una experiencia de Dios,
por lo tanto no es suficiente leerlo, es preciso realizarlo.
En los veinte capítulos anteriores has venido preparando uno de los
acontecimientos más grandes de tu vida: el Bautismo en el Espíritu Santo que
el Padre celestial y Jesús quieren darte hoy.
Hoy es un día grande, un día de fiesta, hoy tu vida se parte en dos, vas a
renovar el Sacramento de la Confirmación.
“Todos quedaron llenos del Espíritu Santo...” (Hechos 2, 4).
Vas a tener hoy la misma experiencia que vivieron María y los discípulos de
Jesús el día de Pentecostés.
Invita a María para que esté contigo y te acompañe en esta hermosa
experiencia.
“María, te pido que estés aquí, conmigo, como estuviste en el primer
Bautismo en el Espíritu Santo el día de Pentecostés”.
Lee atentamente lo que dice la Palabra de Dios en los Hechos de los
Apóstoles, capítulo 2, versículos del 1 al 4: “Cuando llegó el día de
Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De pronto vino del
cielo un ruido, como el de una violenta ráfaga de viento, que llenó toda la
casa donde estaban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego, las que,
separándose, se fueron posando sobre cada uno de ellos; y quedaron llenos
del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas en las cuales el
Espíritu les concedía expresarse”.
El objetivo de este capítulo es reclamar la promesa de Jesús de darte el
Espíritu Santo.
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22
“SEAN USTEDES SANTOS, PUES YO, EL 5EÑOR SU DIOS, SOY SANTO”
Levítico 19, 2
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Como Solucionar sus Problemas – Padre Andrés
Si lleno mi boca con esa Palabra para hablar a otros, desaparecen mis
palabras vanas, inútiles, tontas.
Si recibo el Cuerpo de Jesús, desaparezco yo y El va creciendo en mí.
“El que come mi Cuerpo y bebe mi Sangre vive en Mí y Yo en él” (Juan 6, 56).
Voy desapareciendo cuando dejo los amigos del mundo para hacerme amigo
de los que siguen a Jesús.
“...Sean ustedes santos, pues Yo, el Señor, su Dios, soy Santo” (Levítico 19, 2).
Yo no me puedo hacer santo, volverme santo. Únicamente Dios puede
hacerme santo. Lo que Dios pide de mí es que me vacíe de mí y deje la
entrada libre a Aquel que es Santo, que sabe qué es la santidad, que me
puede hacer santo.
Y a Dios lo dejo entrar por su Palabra: la Biblia, por la oración, por el
testimonio, por la Eucaristía, por la vida comunitaria, por mi relación con la
Virgen María y por mi obediencia a la Iglesia, su Cuerpo.
Vamos a ver un poco más detalladamente cada uno de estos medios de
santificación:
Iglesia: Cuando acepto la autoridad de la Iglesia de Jesús, representada
en el Papa, en el Obispo, en el Párroco, estoy aceptando a Jesús. Me
identifico con Jesús al identificarme con la Iglesia; obedezco a Jesús al
obedecer a la Iglesia, pues abandono mis criterios, mis opiniones, mis
juicios para aceptar los del Cuerpo de Jesús.
“El que los escucha a ustedes, me escucha a Mí; y el que los rechaza a
ustedes, me rechaza a Mí; y el que me rechaza a Mí, rechaza al que me
envió” (Lucas 10, 16).
Palabra de Dios: Cuando leo, estudio, medito, aprendo y escucho la
Biblia, Jesús va entrando en mí. “...Investiguen las Escrituras, pues ellas
hablan de Mí” (Juan 5,39).
Oración: Al orar diariamente aprendo a vivir comunicado con Dios y
Jesús va inundando mi mente y mis pensamientos.
Eucaristía: Al recibir el Cuerpo y la Sangre de Jesús, El se hace uno
conmigo, y me hace como El.
Comunidad: Al comunicarme con los que se han entregado a Jesús,
vivo en el mundo de Jesús.
Testimonio: Al hablar de Jesús, mi lengua se ocupa del El y destierra lo
demás.
María: Al acudir a Ella, me dice: “Hagan todo lo que El les diga” (Juan 2,
5). Al amarla e imitarla me voy pareciendo a su Hijo, me voy haciendo
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santo.
Dios quiere que yo sea santo.
“...Sean ustedes santos, pues Yo, el Señor, su Dios, Soy Santo” (Levítico 19,2).
Ejercicio
Repetir en voz alta veinte veces: “...Sean ustedes santos, pues Yo, el Señor, su
Dios, soy Santo”.
Después, en voz alta, repetir veinte veces: “Dios quiere que yo sea Santo
como El”.
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“ORAD CONSTANTEMENTE”
Efesios 5, 17
La única manera de obedecer a esa orden de Dios de orar sin parar es vivir
conectado con El.
Así pasa cuando plancho: Conecto la plancha y muchas veces mientras
plancho no estoy consciente de que está conectada.
Igual con la oración o estar conectado con Dios. Muchas veces no seré
consciente de ese contacto con El, pero puedo tratar de hacerlo cada vez que
lo recuerde o cambie de actividad, cada vez que empiece una nueva labor
durante el día.
“Oren constantemente” (Efesios 5, 19-20).
¿Cómo puedo iniciar y hacer consciente ese contacto con Dios?
Poniéndome delante de la Persona de Jesús, caminando continuamente en la
Presencia de Jesús, porque: “Pues en El vivimos, nos movemos y existimos...”
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Ejercicio
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Ejercito de oración
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La palabra
“En el principio ya existía la Palabra; y aquel que es la Palabra estaba con Dios
y era Dios” (Juan 1, 1).
La Palabra es Dios mismo.
La Palabra se hizo Carne: tomó carne humana.
Según esto, Jesús es la Palabra de Dios. ¿Qué quiere decir todo esto?
Cuando yo expreso algo, digo una palabra. Esa palabra expresada indica lo
que hay dentro de mí; la palabra que pronuncio revela, muestra lo que hay
dentro de mí, o sea, que yo me dejo conocer a través de la palabra que digo.
“...De la abundancia del corazón, habla la boca” (Mateo 12, 34).
Así que yo puedo conocer a alguien a través de lo que dice, porque la palabra
es la expresión tangible de su pensamiento.
Yo puedo darme a conocer, me doy a conocer a través de la palabra y los
demás me conocen a través de mis palabras.
Y esto que yo soy imperfecto, pecador, mentiroso. No soy transparente, no
soy veraz, y a pesar de eso me comunico y me doy a conocer.
A través de mi palabra los demás pueden saber cómo pienso y de esta forma
me conocen: “Y la Palabra se hizo Carne...” (Juan 1, 14).
Según esto la palabra es algo esencial, algo que no puedo separar de mí.
“...De la abundancia del corazón, habla la boca” (Mateo 12, 34).
Jesús es la Palabra de Dios, o dicho en otra forma: Jesús es la expresión de
Dios que podemos palpar.
Dios para mostrarse al hombre lo hizo a través de la Palabra, o sea, de Jesús.
Como Jesús es la Palabra de Dios, Dios se me muestra a través de El.
Yo sé quién es Dios a través de su Palabra, a través de Jesús.
La palabra -mi palabra- y yo somos distintos; en cambio, Dios y su Palabra son
Uno solo.
“El Padre y yo somos Uno” (Juan 1O, 30).
“En el principio ya existía la Palabra; y aquel que es la Palabra estaba con Dios
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Las Palabras de Jesús son Palabras de Vida Eterna, Palabras llenas de Poder,
son Espíritu y son Vida.
Cuando Dios habla, cuando Jesús habla, es El mismo quien está en esa
Palabra, es uno con esa Palabra, y cuando yo escucho la Palabra de Dios
estoy estuchando a Jesús, conociendo a Jesús, y haciéndome Jesús, porque
esa Palabra tiene Poder para transformarme.
La Palabra de Dios tiene Poder para sacar cosas de la nada y para transformar
todo lo que existe.
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Como Solucionar sus Problemas – Padre Andrés
labios no vuelve a Mí sin producir efecto, sino que hace lo que Yo quiero y
cumple la orden que le doy” (Isaías 55, 10-11).
La Biblia siempre hace en mí una obra, la Palabra de Dios nunca me deja
igual, porque la Palabra de Dios es Poder y ese Poder actúa en mí, trabaja en
mí.
Un solo versículo de la Palabra de Dios transformó la vida de los Santos:
San Francisco: “Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a
los pobres. Así tendrás riqueza en el Cielo. Luego ven y sígueme” (Mateo 19,
21).
San Francisco Javier: “¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo si al
final pierde su alma?” (Mateo 16, 26).
Santa Teresita del Niño Jesús: “Si no se hacen ustedes como niños no pueden
entrar en el Reino de los Cielos” (Matea 18, 3).
Me acerco a la Biblia con reverencia porque me acerco al mismo Dios que me
habla a mí, y como María de Betania, me siento con confianza a los pies de
Jesús para escuchar la Palabra.
Siempre que me acerque a la Palabra de Dios debo hacerla con la intención
de lograr el Rhema, de lograr que sea vida para mí y que no se quede
solamente en el Logos, en la inteligencia.
Para que se convierta en Rhema para mí debo dejar que entre la Palabra, que
se haga mía, que actúe en mí. Por eso debo esperar.
“Es mejor esperar en silencio a que el Señor nos ayude” (Lamentaciones 3,
26).
“Tú espera, aunque parezca tardar, pues llegará en el momento oportuno”
(Habacuc 2, 3).
La Palabra de Dios es para escuchar, para asimilar, para gustar y vivir.
Cuando escucho, cuando espero, cuando me siento a los pies de Jesús para
que la Palabra de Dios se haga mía, todo mi ser se va transformando.
Y cuando la Palabra de Dios es ya Rhema para mí, estoy capacitado para darla
a otros, porque la Palabra tiene Poder y como ese Poder está en mí, por la
Palabra puedo actuar y puedo hablar, y veré grandes cosas.
“Jesús, Tú eres la 'Palabra de Dios. Te pido que tu Palabra entre en mí y se
convierta en Rhema que cambie mi vida”.
Ejercicio
Leer todos los días un trozo de la Palabra de Dios y después hacer silencio.
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Repetir muchas veces el versículo que más le guste, dejarlo entrar, penetrar,
calar en usted hasta que se vuelva Rhema para usted.
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El alimento
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“El que come mi Carne y bebe mi Sangre tiene Vida Eterna” (Juan 6, 54).
Jesús, que me hace uno con El en la Eucaristía, cuando yo lo recibo es el Dios
en que creyó Abraham, el Dios “que (...) crea las cosas que aún no existen”
(Romanos 4, 17).
Independientemente de mi esfuerzo, El obra en mí, me asimila a Sí mismo,
me hace uno con El, se mete en mí totalmente Y me mete a mí en El.
“El que come mi Cuerpo y bebe mi Sangre vive en Mí y Yo en él” (Juan 6, 56).
Pero, a veces me acerco al pan que da Vida para siempre, no con el fin de
tenerla, sino por otros motivos: costumbre, porque todos lo hacen, por el
qué dirán, porque me obligan.
En esa forma no podré sentir lo que Jesús hace en mí. Para estar seguro se
necesita la fe.
“...Sin fe es imposible agradar a Dios...” (Hebreos 11,6).
“Creo, afirmo, estoy seguro, que Tú estás aquí, en la Eucaristía. Creo que si te
recibo tengo Vida plena, Vida nueva, Vida Eterna, Vida para siempre. Creo
que acabas de entrar en mí, que me has traído esa Vida plena que prometes;
creo que vives dentro de mí y que soy uno contigo. ¡Gracias, Jesús!”.
Así empiezo a sentir la obra que Jesús hace en mí por la Eucaristía, y la deseo
cada día más, siento más hambre y más sed pero de una manera diferente.
La fe es la seguridad de lo que espero, la certeza de las cosas que no se ven y
esa fe marca una diferencia profunda en mi manera de acercarme a la
Eucaristía y en el deseo que sentiré de recibirla.
Por eso dice la Palabra de Dios: “Mi justo vivirá por la fe” (Habacuc 2, 4;
Romanos 1, 17; Gálatas 3,11; Hebreos 10, 38). O dicho de otra manera: “Mi
justo vive de la fe”.
Recibiendo a Jesús en la Eucaristía con fe, fe que está allí y que me da Vida
para siempre, se irá manifestando su Presencia en mis actos, mis
pensamientos, mis palabras en toda mi vida, hasta que pueda decir: “Vivo yo,
pero ya no soy yo quien vive, sino que Cristo vive en mí” (Gálatas 2, 20). Mi
vivir es Cristo.
“El que come mi Carne y bebe mi Sangre tiene Vida Eterna” (Juan 6, 54).
Los que se acercaron a Jesús con fe fueron sanados, fueron liberados, fueron
transformados, en una palabra: fueron salvados.
También hoy, al acercarme con fe a la Eucaristía, a Jesús hecho alimento,
recibo salud, liberación, transformación, salvación, y el adelanto de la Vida
para siempre, la Vida Eterna.
¿Cómo tener la fe?, es la pregunta de muchos. ¡Y es tan fácil la respuesta!
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“Toda dádiva buena, viene de arriba, del Padre de las luces...” (Santiago 1,
17).
La fe es un regalo del mismo Dios.
Y Jesús dice: “Pidan y recibirán” (Mateo 7, 7).
Luego, si le pedimos la fe al Padre celestial para creer que Jesús me da Vida
Eterna, que no termina, el Padre me dará la fe.
Tengan fe en Dios. “Por eso les digo que todo lo que pidan en oración, crean
que ya lo han conseguido y lo recibirán” (Marcos 11, 24).
Por eso puedo decirle a Jesús, al recibirlo en la Eucaristía: “Tú has dicho que
quien te come vivirá por Ti, y tendrá la Vida Eterna, la Vida que no termina.
Te recibo, creyendo que Tú cumples tu promesa y que me das Vida Eterna.
Entra Jesús, dame Vida Eterna. Gracias, Jesús”. Puede que usted no tenga
sensaciones físicas pero la fe le dirá que Jesús le ha dado Vida plena, y usted
la verá aparecer más y más en su vida.
“Jesús, te pido ahora el regalo de la fe para creer que si te recibo en la
Eucaristía tengo la Vida Eterna. Gracias, Jesús”.
Ejercicio
Acercarme con fe a la Eucaristía y esperar con fe, creer que recibo allí la Vida
Eterna, porque me he hecho uno con Jesús, que no muere.
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El sacrificio
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Misa viene del latín “mitere” que significa “enviar”. “Misa est”: Se acabó, se
terminó, y podemos decir: Aquí está todo, ya no hay más, en la Misa está
todo.
Vamos a la Misa, allí está todo; no busquemos en otra parte: Ello tiene todo,
Ello da todo, El se entrega todo, por mí y para mí.
¿Por qué razón no experimentamos maravillas durante la Misa? Creo que
puede ser porque no sabemos a qué vamos, ni qué podemos obtener en ella.
¡Vamos a la Misa!
Ejercicio
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La iglesia
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extraordinarios.
No los dejó solos, les dio jueces, luego reyes y profetas que los dirigieran y
orientaran.
Cuando el pueblo estuvo preparado, cuando llegó el momento señalado de
antemano, Dios envió a ese pueblo a su Hijo, a Dios mismo, nacido de una
mujer.
Jesús nace del pueblo de Israel, pero viene a formar un pueblo nuevo
destinado a la salvación de todos los hombres, un pueblo que sea no
solamente amigo de Dios sino Cuerpo de Cristo, participante de Dios.
Jesús sale a predicar y escoge a doce hombres a quienes hace su familia, sus
hermanos, sus discípulos: los enseña, los entrena, los envía, los corrige, los
ama.
Nombra entre ellos un jefe que los presida: “Yo te digo: “Tú eres Pedro, y
sobre esta Piedra edificaré mi Iglesia...” (Mateo 16, 18).
Les envía- el Espíritu Santo para que sea el alma de la Iglesia. Dios mismo en
el centro de la Iglesia, la dirigirá, la orientará y sobre todo esto -como el
mayor signo de su Presencia- la mantendrá unida.
La Iglesia se mantiene unida alrededor del representante visible que Cristo
nombró y a quien encomendó: ''Apacienta mis corderos (...). Apacienta mis
ovejas” (Juan 21, 15-17).
El Cuerpo de Cristo necesita alimento, ya que es un organismo vivo: por eso
Cristo lo alimenta no con maná y codornices sino con su propio Cuerpo y
Sangre. Jesús mismo es el alimento de la Iglesia.
“Yo mismo soy el Pan vivo que bajó del Cielo; el que come de este Pan, vivirá
para siempre. El Pan que Yo daré es mi propio Cuerpo...” (Juan 6,51).
La Iglesia de Cristo, el Pueblo que El se compró, tiene una Ley impuesta por
Jesús: esa Leyes el Evangelio.
“No crean ustedes que Yo he venido para abolir la Ley y los Profetas. No he
venido a abolir, sino a darle cumplimiento. El que la obedece y enseña a
otros a hacer lo mismo será considerado grande en el Reino de los Cielos...”
(Mateo 5, 17; 5, 19).
La Iglesia de Cristo es cuidada por una Madre, la Madre de la Cabeza, la
Madre de Cristo, a la que nos entregó oficial y solemnemente en la Cruz:
“...Hijo, ahí tienes a tu Madre...” (Juan 19, 27).
El Cuerpo de Cristo, el nuevo Pueblo de Dios, también tiene un culto,
superior al antiguo: es el mismo Sacrificio de Cristo en la Cruz y a Jesús
mismo se le rinde la adoración que debemos a Dios.
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Como Solucionar sus Problemas – Padre Andrés
Ejercicio
Profesión de fe Católica
Yo___________________
Creo, confieso y acepto todas y cada una de las verdades contenidas en
la. Palabra de Dios y enseñadas y declaradas por la Santa Iglesia Una,
Santa, Católica, Apostólica y Romana.
Creo en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres Personas y un solo Dios
(Mateo 18, 19).
Creo que Jesús es Dios y Hombre, que pagó por mí en la Cruz la deuda
debida par mis pecados y me abrió así la única posibilidad de salvación
y santificación (Hechos 4, 12).
Creo que hay una sola Iglesia de Cristo, verdadera, en la que se
encuentran todos los medios de salvación; Iglesia que es Una,
extendida por todo el mundo, confesara de una sola fe, dirigida por los
Apóstoles y sus sucesores, el Papa y los Obispos (Colosenses 1, 18; Efe-
sios 5, 27-32).
Creo que Jesús ha delegado su autoridad a Pedro, a los Apóstoles y a
sus sucesores sin interrupción: el Papa y los Obispos. Por lo tanto los
acepto como embajadores de Cristo y administradores de los misterios
de Dios y estoy dispuesto a obedecerlos ya respetarlos (Mateo 16, 19).
Creo que Jesús en la Ultima Cena instituyó el Sacerdocio de la Nueva
Alianza, por lo que los Sacerdotes o Presbíteros son representantes y
Ministros legítimos consagrados para guiar a la Iglesia y administrar los
Sacramentos (Lucas 10, 16; Juan 20,20-23; Hechos 20,28).
Creo que hay una sola Fe, un solo Bautismo, un solo Señor (Efesios 4,
5).
Creo que el Sacramento del Bautismo que recibí en la infancia me
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Como Solucionar sus Problemas – Padre Andrés
Hoy firmo libre y voluntariamente esta profesión de fe, afirmando que quiero
vivir y morir dentro de la Iglesia Católica.
____________________________________
C.C. de
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28
“EL QUE LOS ESCUCHA A USTEDES, ME ESCUCHA A MI; Y EL QUE LOS RECHA-
ZA A USTEDES, ME RECHAZA A MI; Y EL QUE ME RECHAZA A MI, RECHAZA AL
QUE ME ENVIO”
Lucas 10,16
El Papa
Jesús mismo instituyó el oficio de Papa, Jesús fue quien nombró el primer
Papa; Jesús continúa nombrando al Papa, a través del Espíritu Santo que dejó
en la Iglesia.
El oficio de Papa no es fruto del esfuerzo o del talento humano, el oficio del
Papa es un regalo de Jesús para la Iglesia, su Esposa.
“El que los escucha a ustedes, me escucha a Mí; y el que
los rechaza a ustedes, me rechaza a Mí; y el que me rechaza a Mí, rechaza al
que me envió” (Lucas 1O, 16).
Vamos a recordar cómo fue la elección del primer Papa: Jesús iba con sus
doce discípulos por la región de Cesárea de Filipo, y de pronto, mientras
caminaban, les hace una pregunta: “La gente, ¿quién dice la gente que es el
Hijo del Hombre?”. Al instante, todos responden lo que los demás dicen. A
continuación Jesús hace una nueva y definitiva pregunta: “Para ustedes
¿quién soy Yo?”. O sea: ¿Ustedes qué piensan de Mí? ¿Cuál es el concepto en
que me tienen? Solamente responde uno. Y lo hace inmediatamente. Dice:
“Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo”. Jesús elogia la fe de Simón: “Dichoso
tú, Simón, hijo de Jonás, porque eso no te lo enseñó la carne ni la sangre,
sino mi Padre que está en los Cielos”. Y luego Jesús dice una frase que cambia
el curso de la vida de ellos y de la historia humana: “Yo te digo: “Tú eres
Pedro, y sobre esta Piedra edificaré mi Iglesia...” (Mateo 16, 18).
Simón ya no es Simón, es otra persona, es Pedro, es Piedra.
Ser piedra significa tener solidez, firmeza, resistencia, estabilidad, fortaleza,
seguridad.
Estas son cualidades para algo que Jesús tiene planeado, algo que durará
miles de años: su Iglesia.
Ser piedra es un regajo de Dios, es algo que está más allá de las fuerzas del
hombre.
El ser piedra (Papa) no anula la naturaleza humana de quien ejerce ese oficio,
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discutirá jamás, viene una promesa: “...Y las puertas del Infierno no
prevalecerán contra ella” (Mateo 16, 18).
Se desatará todo el poder del Infierno contra la Iglesia, contra ti, pero no
podrá vencerla, no podrá destruirla.
“
“El que los escucha a ustedes, me escucha a Mí; y el que los rechaza a
ustedes, me rechaza a Mí; y el que me rechaza a Mí, rechaza al que me
envió” (Lucas 10, 16).
La historia demuestra que Jesús ha cumplido su promesa: “...Y las puertas del
Infierno no prevalecerán contra ella” (Mate o 16, 18).
En estos dos mil años de vida de la Iglesia algunos han desobedecido al Papa,
ignorando las Palabras de Jesús. Estas personas son los cismáticos, que se
han separado de la verdadera Iglesia, fundada por Jesús. No han querido
obedece: a Pedro, se han guiado por su propio parecer, por su soberbia.
Unos pocos los han seguido.
La Iglesia continúa.
Otros han negado la fe que los Papas -como nuevos Pedros- defienden y
conservan. Estos son los herejes. Con su actitud se han colocado fuera de la
Iglesia y fuera de Cristo, ya que la Iglesia es el Cuerpo de Cristo.
La Iglesia continúa.
La Iglesia, después de dos mil años, sigue profesando la fe de los Apóstoles a
pesar de las herejías y los cismas.
La Iglesia, como un Cuerpo -es el de Cristo- permanece Una. No se ha
dividido, no ha cambiado en los dogmas, en las Verdades fundamentales, no
ha traicionado la fe.
La Iglesia es columna y fundamento de la Verdad.
Jesús dijo también que el signo para que el mundo creyera sería la unidad.
“Para que todos sean uno... para que el mundo crea...” (Juan 17,21).
La Iglesia tiene una sola fe, un solo Espíritu Santo, un solo Bautismo, un solo
Señor y un solo Dios y Padre.
Esta es su fuerza: su fidelidad al mandato de Cristo, a la integridad del
Evangelio y a la jefatura visible que en ese mismo Evangelio Cristo dejó
establecida.
La Iglesia, representada por los Obispos, dirigida por el Espíritu Santo, se
reúne cuando es necesario en Concilios. En esos Concilios se han definido los
dogmas o Verdades fundamentales de nuestra fe. Para dar un ejemplo, todas
las Verdades contenidas en el Credo son dogmas de fe, son Verdades
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Como Solucionar sus Problemas – Padre Andrés
Jesús les ordenó hacer. Los cristianos contaron la buena noticia de Jesús por
todo el mundo. La necesidad de predicar el Evangelio, y las persecuciones
que esa predicación produjo, dispersaron a los cristianos. Sin embargo la
separación física no afectó la unidad. Siguieron profesando la misma fe,
reconociendo la autoridad del Papa -de Pedro- y, de los Apóstoles y sus
sucesores los Obispos.
Los apóstoles ejercían la autoridad que Jesús les había delegado,
pastoreaban a los fieles y eran aceptados por ellos. La Iglesia aumentaba
cada día en número y se hacía difícil atender personalmente a cada uno,
como debe hacer el Pastor. Por ello los Apóstoles ordenaron Obispos, Presbí-
teros y Diáconos, que les ayudaran, encargándose cada uno de un territorio o
de un trabajo.
Un ejemplo de esto es Tito, a quien Pablo nombró y consagró como Obispo
de Creta, y le dijo que ordenara Presbíteros para colocar en todas las
ciudades.
“El que los escucha a ustedes, me escucha a Mí; y el que los rechaza a
ustedes, me rechaza a Mí; y el que me rechaza a Mí, rechaza al que me
envió” (Lucas 10, 16).
A todos los católicos nos gustaría estar cerca del Papa, oír al Papa, trabajar
junto al Papa, obedecer directamente al Papa. Cuando el Papa viaja a algún
país del mundo millones de personas se someten a muchísimas incomodida-
des para verlo, para oírlo, para recibir su bendición. Esto está muy bien
hecho, pues como representante legítimo de Cristo merece todo el respeto y
veneración. Pero no es posible para todos estar en diario y cercano contacto
con el Papa, ya que los fieles católicos somos alrededor de novecientos
millones en el mundo.
Pero yo tengo un Papa, un Papa mío, nombrado por el Papa para que esté
cerca de mí, para que me cuide, para que me oriente, para que se ocupe de
mi fe: Ese Papa es el Obispo.
Mi Obispo -mi Papa cercano-, pastorea muchísimos católicos, y quiere estar
cerca de cada uno. Para eso ha nombrado ayudantes, para que el cuidado de
sus ovejas sea más cercano, más efectivo, más profundo.
Ese ayudante del Obispo es mi Papa. Está muy cerca de mí y tiene sólo unos
miles de almas, para que pueda atenderlas mejor.
Ese ayudante del Obispo, ese Pedro, esa piedra, ese Papa se llama mi
Párroco.
La misma actitud que tengo para el Papa y el Obispo es la que debo tener
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Ejercicio
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Ay del solo
Dios hizo al ser humano para relacionarse con otros seres humanos; Dios
puso en el hombre la necesidad de compañía.
“Entonces dijo Dios: “Ahora hagamos al hombre a nuestra Imagen, como
Semejanza nuestra” (Génesis 1, 26).
“Luego Dios, el Señor, dijo: “No es bueno que el hombre esté solo. Le voy a
hacer alguien que sea una ayuda adecuada para él” (Génesis 2, 18).
Dios creó al hombre con esa necesidad de compañía, porque lo creó parecido
a El mismo y Dios no está solo, Dios no existe solo.
Dios es a la vez Uno y Tres. Un solo Dios y tres Personas en Dios. Por eso
podemos decir que Dios es una familia, la familia trinitaria: Tres Personas
divinas en unidad total, en comunidad sin posibilidad de división.
Porque Dios es una comunidad, es una familia, Dios quiere que yo también
esté acompañado de seres parecidos a mí, como El está.
Dios no quiere que yo esté solo, Dios no quiere que viva solo, no quiere que
trabaje solo, que ore únicamente solo.
Dios quiere que yo tenga con quien compartir mi vida y especialmente mi
vida como cristiano.
“... ¡Ay del solo, porque si se cae, no tiene quien le levante!” (Eclesiastés 4,
10).
Es cierto que pertenezco a la Iglesia, la familia de Dios en la tierra, el Cuerpo
de Cristo; pero por su tamaño no puedo pretender tener íntima
comunicación real con cada uno de sus miembros. Por esto es necesario
escoger en oración unas personas de la Iglesia para tenerla más cerca de mí,
con las que pueda desarrollar una relación profunda de amor fraterno, con
las que pueda orar, compartir y enriquecer mi vida cristiana.
“... ¡Ay del solo, porque si se cae, no tiene quien le levante!” (Eclesiastés 4,
10).
Para elegir los compañeros sugiero varios puntos que me parecen
importantes:
Ellos deben compartir conmigo la fe católica, pues el Señor dice: “No se
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10).
¿Qué hacemos en la célula trinitaria?
Nos reunimos, nos comunicamos, nos encontramos en ella con Aquel que
sabemos que nos ama; por la oración nos encontramos con el Padre, con el
Hijo, con el Espíritu Santo.
En su nombre se realiza la reunión de la célula.
La oración íntima, profunda, y el encuentro con la Trinidad hacen que esta
célula tenga Vida.
Si nos encontramos con la Trinidad la Palabra de Dios actuará, pues el Verbo
de Dios es la Segunda Persona de esta misma Trinidad. La Biblia será el
alimento de esta célula trinitaria, así como la Eucaristía, la Palabra hecha
Carne.
Compartir será la actividad fundamental de la célula trinitaria: Compartir la
oración, la Palabra, la vida, tal como hace la Trinidad.
Compartir lo que somos, lo que tenemos, lo que anhelamos, lo que podemos.
Será como una familia donde uno a otro se animan, y a la vez todos se
apoyan y sacan sus fuerzas de la Trinidad.
“... ¡Ay del solo, porque si se cae, no tiene quien le levante!” (Eclesiastés 4,
10).
El iniciar una célula trinitaria no nos impide asistir a otros grupos. La célula es
un “Más adentro” y un “Más arriba” en el encuentro con Dios Uno y Trino y
con los hermanos.
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Como Solucionar sus Problemas – Padre Andrés
Esta célula trinitaria dará nueva vida a las familias, a los grupos, a las
comunidades, a la parroquia, a la Iglesia en general.
Podemos formar células de familias, de parejas matrimoniales, de
Sacerdotes, de Religiosas, etc.
El amor nos llevará poco a poco a compartir más y más actividades: un paseo,
una comida, una fiesta, un desierto, una vigilia.
Siempre estarán abiertas las puertas de nuestra casa y de nuestro corazón
para los miembros de la célula trinitaria.
“Y la cuerda de tres hilos no se rompe fácilmente” (Eclesiastés 4, 12).
Es posible que usted no tenga a nadie en mente para esta célula. Ore y preste
o regale este libro y encontrará con quien formarla.
Si muchos quieren formar las células, pueden reunirse todas las células un día
al mes para orar, leer la Palabra, compartir la Eucaristía.
“... ¡Ay del solo, porque si se cae, no tiene quien le levante!” (Eclesiastés 4,
10). En cambio, “...la cuerda de tres hilos no se rompe fácilmente”
(Eclesiastés 4, 12).
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Como Solucionar sus Problemas – Padre Andrés
Ejercicio
Orar en este momento pidiéndole a Jesús que me muestre cuáles deben ser
mis compañeros en esta comunidad, en esta célula trinitaria. Anotar sus
nombres.
Reunirme con ellos en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y
transmitirles la idea. ¡Puede estar seguro que aceptarán!
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Como Solucionar sus Problemas – Padre Andrés
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María es mi Madre
Dios me ama, con Amor eterno y también cercano. Dios compara su Amor
con el amor de un esposo por su esposa: “Me voy a casar contigo porque te
amo mucho, y voy a serte eternamente fiel” (Oseas 2, 19-20).
También compara su Amor con el que tiene una madre por su hijo: “Como
una madre consuela a su hijo, así los consolaré yo a ustedes...” (Isaías 66, 13).
“¿Puede una madre olvidar a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de
sus entrañas? Pues aunque una madre pudiera olvidar a su niño de pecho, Yo
nunca me olvidaré de ti” (Isaías 49, 14-15).
El Amor de Dios por mí es muchísimo más grande, muchísimo mayor que el
amor de una madre por su hijo.
En el mundo humano no hay amor más grande que el que tiene una madre
por su hijo; ese amor lo ha puesto Dios en ella y a través de mi madre he
conocido y sentido el Amor de Dios.
Los seres humanos necesitamos un amor que podamos sentir. Por esa razón,
Jesús -verdadero Hombre- tuvo una madre y sintió el amor de Ella.
María fue, para Jesús, la persona humana más importante. María fue el canal
a través del cual Jesús pudo sentir, como ser humano, el Amor de Dios para
El.
María es Madre de Jesús, María es Madre de Dios. María es madre perfecta,
porque Ella hizo sin pecado y llena de virtudes; su amor es el más grande y
puro.
Además del Cuerpo físico de Jesús, el Padre celestial formó en Jesús un
Cuerpo invisible, espiritual, místico. La cabeza de ese Cuerpo es Jesús y el
resto de ese Cuerpo somos nosotros: ese Cuerpo es la Iglesia.
El Cuerpo de Cristo está vivo, y yo soy parte de ese Cuerpo de Cristo, soy
miembro de la Iglesia.
Ese Cuerpo tiene una Madre, proclamada solemnemente minutos antes de la
Muerte de Jesús en la Cruz, donde la Iglesia estaba representada por el
discípulo amado.
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Ejercicio
Evaluar mi relación con mi Madre, María, según los puntos analizados aquí.
Recorrer con María la Vida de Jesús, rezando el Rosario pausadamente y sin
prisa, teniendo una intención para cada misterio o para cada Ave María.
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Pescador de hombres
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Jesús mismo nos dice: “La cosecha es mucha” (Mateo 9, 37). ¿Qué es la
cosecha?
La cosecha son todos los hombres, mujeres y niños que andan por el mundo
como ovejas que no tienen pastor. La cosecha son todos aquellos que a pesar
de ir a la Iglesia y llamarse católicos llevan una vida a medias porque no co-
nocen personalmente a Jesús, ni han experimentado la riqueza de tenerlo, de
depender solamente de El.
La cosecha son también los pecadores que viven lejos de Jesús, que han
olvidado a Jesús.
La cosecha son también los que no conocen, los que no leen, los que no se
alimentan de la Palabra de Dios.
La cosecha son también los que se han hecho sus propias maneras de vivir,
sus normas, olvidando las de Dios.
La cosecha son también los que están apresados por la droga, el sexo, el
alcohol, el dinero.
Jesús dice que: “...La mies es mucha” (Mateo 9, 37). Esto lo podemos
comprobar en nuestra parroquia, en nuestra ciudad, en nuestra Diócesis, en
nuestro departamento, en nuestra nación.
¿Cuántos aquí, en esta ciudad, conocen a Jesús de Tú a tú, personalmente?
¿Cuántos se tratan con El? ¿Cuántos escuchan sus Palabras diariamente en la
Biblia? ¿Cuántos las obedecen?
Basta mirar nuestro barrio, nuestra calle, pensar en nuestros vecinos,
nuestros parientes...
“La mies es mucha...”. “La cosecha es mucha” (Mateo 9, 37).
¿y los obreros? Los obreros son pocos, muy pocos. Los Sacerdotes y los
misioneros seglares no son suficientes para llegar a todas y cada una de las
personas.
“...La cosecha es mucha, pero los obreros son pocos...” (Mate o 9,37).
y cuando esto pasa se pierde la cosecha que está lista, porque no alcanza a
recogerse.
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Como Solucionar sus Problemas – Padre Andrés
“El Reino de los Cielos es como un hombre que cuando estaba por salir a otro
país llamó a sus siervos y les encargó su dinero. A uno le dio cinco talentos, a
otro dos y a otro uno. Entonces se fue de viaje. El que recibió cinco talentos
hizo negocio con el dinero y gano así otros cinco. Del mismo modo el que
recibió dos ganó otros dos. Pero el que recibió uno fue y escondió el dinero
de su amo en un hoyo que hizo en la tierra. Mucho tiempo después volvió el
amo de aquellos siervos y se puso a hacer cuentas con ellos. El que había
recibido cinco talentos entregó esos y otros cinco... Y el amo le dijo: “Muy
bien, eres un siervo bueno y fiel. Ya que fuiste fiel en lo poco te encargaré de
mucho más. Entra y alégrate conmigo”. Lo mismo pasó con el que había
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recibido dos talentos... Pero cuando llegó el siervo que había recibido un
talento le dijo a su amo: “Señor, yo sabía que eras un hombre duro, que
cosechas donde no sembraste y recoges donde no has esparcido nada. Por
eso tuve miedo y fui y escondí tu dinero en la tierra. Pero aquí tienes lo
tuyo”. El amo le contestó: “Siervo malo y perezoso, ¿con que ya sabías que
cosecho donde no sembré y recojo donde no esparcí? Por eso, debías haber
puesto mi dinero en el banco, y al volver hubiera recibido ganancia junto con
lo que es mío”. Y dijo a los que estaban allí: “Quítenle el talento y désenlo al
que tiene diez. Porque al que tiene se le dará más y tendrá de sobra, pero al
que no tiene, hasta lo poco que tiene se le quitará. Y a este siervo inútil,
échenlo a la oscuridad de afuera, donde llorará y le rechinarán los dientes”
(Mateo 25, 14-30).
He recibido una fortuna, un tesoro, ha llegado el momento de dar; no
interesa la preparación intelectual que tenga, los estudios que haya hecho. El
quiere que dé lo que he recibido según mi capacidad, y Ella conoce. El sabe
qué fruto puede esperar de mí. El quiere que lo que he recibido de El, lo que
he vivido, lo que he aprendido, lo dé.
“...La cosecha es mucha, pero los obreros son pocos...” (Mateo 9,37).
Jesús me quiere como obrero de su mies, trabajando para que su Reino
crezca. El me ha llamado a ser pescador de hombres. Y el pescador se afana
por obtener mucha pesca: busca, espera, se mueve.
No interesa mi capacidad solamente humana; Jesús tiene para mí una
promesa: “...No se preocupen de lo que van a decir, porque el Espíritu Santo
hablará por ustedes” (Marcos 3, 11).
Dios me acepta como soy, acepta el fruto según mi capacidad que El conoce.
Yo pondré todo mi esfuerzo.
“… ¿A quién enviaré, quién irá por mí?..”
“...Aquí estoy, Señor. Envíame a mí” (Isaías 6, 8).
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Ejercicio
Ir lo más pronto que te sea posible a una capilla o iglesia tranquila, colócate
junto al Sagrario, donde está Jesús. Escúchalo mientras te dice: “La cosecha
es mucha, pero los obreros son pocos” (Mateo 9, 37). “... ¿A quién enviaré,
quién irá por Mí?..” (Isaías 6, 8). Respóndele.
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Mi testimonio personal
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antes? En esta parte cuento mis defectos, mis desengaños, mis pecados, mis
frustraciones, mis depresiones, mis angustias. Se puede incluir una pequeña
anécdota que dé a entender cómo era.
Esta primera parte debe ser la más corta.
La segunda parte es la más importante. Esta segunda parte contesta la
pregunta: ¿En qué momento cambié, y cómo fue ese proceso?
Cuento breve y claramente cómo fue el encuentro con Jesús y cómo fue que
El cambió mi vida. Algo así como: Le hice una entrega total de mi vida, me
invitaron a una reunión o retiro y allí me hablaron de Jesús... Me decidí por
El.
La tercera parte responde la pregunta: ¿Cómo soy ahora? Esta es la parte
más larga del testimonio. Ahora soy otra persona, debo tratar de hacer el
contraste con la primera parte usando ejemplos concretos. Si antes dije que
era iracundo, contar como la ira fue desvaneciéndose en mi vida y ahora
puedo decir que soy paciente, etc. Si mi vida era vacía y sin sentido, decir que
ahora mi vida tiene sentido, que se ha llenado mi vacío, etc. En esta tercera
parte debe quedar muy claro que soy una persona nueva, una creación
nueva.
Claro está que no soy perfecto todavía, pero evitaré citar lo negativo que aún
quede en mí pues opacaría el cuadro de la obra que Jesús ha hecho en mí.
El testimonio termina de una manera clara, definida. Termina con una cita
bíblica ya que la Palabra de Dios nunca vuelve vacía, hace una obra en los
corazones que la escuchan. Además, con la cita bíblica que escoja, daré una
idea de cómo puede resumirse mi experiencia, mi testimonio. Pero
solamente una cita bíblica, y corta.
Es casi imposible preparar un testimonio sin colocarlo por escrito y revisarlo
una y otra vez para que quede con el máximo de fuerza.
Si el testimonio se queda en el papel, tampoco me servirá. Debo tenerlo
grabado de memoria para usarlo en muchísimas ocasiones que se me
presentarán para ello.
Por esto, voy a ponerlo por escrito, a pedirle a mi guía de grupo familiar o a
otra persona de mi confianza que lo revise y me ayude a hacerlo más
adecuado. Después podré aprenderlo de memoria y usarlo.
“Si alguien se declara a mi favor delante de los hombres, Yo también me
declararé a favor de él delante de mi Padre que está en el Cielo” (Mateo
10,32).
Al dar testimonio de Jesús, debo hacerlo con decisión, con fuerza, con
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energía, con claridad, con entonación, y aunque haya sido preparado debe
salir tan natural que nadie note algo postizo en él.
Antes de decirlo es siempre necesario orar para que el Señor toque a través
de mi testimonio a los que me escuchen.
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Hasta aquí el testimonio de una persona que solamente asistió tres meses a
la escuela primaria. No es necesario mucho estudio, sino la experiencia para
hablar de Jesús.
“...Ve y cuenta lo que Dios ha hecho contigo...” (Marcos 5,19).
Ejercicio
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Informar las Gracias recibidas al P. Pablo Vásquez V. Carrera 50A # 61-42 Tel.:
2541557, MEDELLIN, ANT. COLOMBIA o a Monseñor Luis Gómez, EL
SANTUARIO, ANT. COLOMBIA.
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