Está en la página 1de 19

1.

Revolución Industrial

3. Factores de la revolución industrial


4. El mundo rural
5. Maquinismo y desarrollo industrial
6. Cambios Sociales
7. Las nuevas teorías económicas: el liberalismo
8. Del capitalismo financiero al capitalismo industrial
9. Consecuencias de la Revolución Industrial
10. Bibliografía
1. Revolución Industrial
El cambio que se produce en la Historia Moderna de Europa por el cual se desencadena el
paso desde una economía agraria y artesana a otra dominada por la industria y la
mecanización es lo que denominamos Revolución Industrial.
En la segunda mitad del siglo XVIII, en Inglaterra, se detecta una transformación profunda
en los sistemas de trabajo y de la estructura de la sociedad. Es el resultado de un
crecimiento y de unos cambios que se han venido produciendo durante los últimos cien
años; no es una revolución repentina, sino lenta e imparable. Se pasa del viejo mundo rural
al de las ciudades, del trabajo manual al de la máquina. Los campesinos abandonan los
campos y se trasladan a las ciudades; surge una nueva clase de profesionales.
Algunos de los rasgos que han considerado definitorios de la revolución industrial se
encuentra en el montaje de factorías, el uso de la fuerza motriz... además de los cambios
que trajo: se pasa de un taller con varios operarios a grandes fábricas, de la pequeña villa de
varias docenas de vecinos a la metrópoli de centenas de miles de habitantes.
Esta revolución viene a ser un proceso de cambio constante y crecimiento continuo donde
intervienen varios factores: las invenciones técnicas ( tecnología) y descubrimientos
teóricos, capitales y transformaciones sociales ( economía), revolución de la agricultura y al
ascenso de la demografía. Estos factores se combinan y potencian entre sí, no se puede
decir que exista uno que sea desencadenante.
Las enormes transformaciones económicas que conocerá Europa (comenzando estos
cambios Gran Bretaña) a partir del siglo XVIII modificarán en gran medida un conjunto de
instituciones políticas, sociales y económicas vigentes en muchos países desde al menos el
siglo XVI que suelen denominarse como El Antiguo Régimen. El nombre fue utilizado por
primera vez por dirigentes de la Revolución Francesa en un sentido crítico: los
revolucionarios pretendían terminar con todo lo que constituía ese Antiguo Régimen. Aquí
nos ocuparemos fundamentalmente de los aspectos económicos, aunque dando también las
claves básicas para comprender las instituciones políticas y sociales de esta época.
2. El antiguo régimen
Política y sociedad
En cuanto a la política la forma del estado durante el Antiguo Régimen es la Monarquía
Absoluta
http://www.cnice.mecd.es/recursos/bachillerato/historia/rev_industrial/textos.htm -
Absolutismo
Texto. El rey considera que su poder es de origen divino (Dios ha delegado en él) y, por
tanto, ilimitado (sólo responden ante Dios). Los monarcas absolutos concentran en sus
manos el poder legislativo, el ejecutivo y el judicial, mandan sobre el ejército y todas las
instituciones del estado. El estado en su conjunto (incluyendo sus habitantes-súbditos) no
son sino una propiedad personal del Rey.
Las sociedades del Antiguo Régimen se caracterizan por tener una población estancada,
sometida periódicamente a las llamadas crisis de subsistencia, Texto y que aún no han
conocido la revolución demográfica que hará crecer la población europea a ritmos nunca
antes conocidos. Se trata de una sociedad formada por grupos muy cerrados: la sociedad
estamental.
La sociedad estamental se caracteriza por la desigualdad legal entre los diferentes grupos
sociales o estamentos. De un lado distinguimos el grupo de los Privilegiados, constituidos
por la nobleza y el alto clero, que poseían enormes riquezas provenientes de las rentas de la
tierra y gozaba de exenciones fiscales -estaban excluidos del pago de varios impuestos-,
eran juzgados según leyes distintas a las del pueblo, y se reservaban los cargos más
importantes del ejército, la iglesia y el estado.
De otro lado tendríamos al estamento no privilegiado (o tercer estado), que no era un grupo
nada homogéneo, pues cabían en él, desde ricos comerciantes y banqueros (que nada
envidiaban a la nobleza en cuanto a riqueza) hasta el más humilde de los campesinos, pero
que tenían en común el hecho de ser quienes sostenían económicamente el país con su
trabajo, y el estado con sus impuestos. El tercer estado constituía habitualmente 9/10 de la
población, de ellos la mayoría campesinos pobres.
La economía
Las economías tienen una fortísima base agraria: dos tercios, incluso tres cuartos de la
población se ocupan de tareas agropecuarias. Se trata de una agricultura en general
caracterizada por su bajísima productividad, por estar dirigida al autoconsumo (el
campesino piensa fundamental en alimentarse directamente el mismo y sus familias con el
producto de sus tierras) y no a la comercialización, y por la utilización de técnicas y
herramientas que apenas han conocido cambios en varios siglos: la utilización del arado
romano sigue siendo general en casi toda Europa y el mantenimiento del barbecho (dejar
sin cultivar cada año un tercio o la mitad de las tierras para que esta recupere sus
nutrientes) en la rotación de cultivos como técnica de fertilización de las tierras.
Además en muchas zonas se conservan estructuras del llamado régimen señorial típicas de
la Edad Media: muchos campesinos en teoría hombres libres, debían sin embargo pagar
impuestos a su señor (normalmente algún gran propietario de la zona con un título de
nobleza o algún cargo eclesiástico) en forma de pagos en moneda, en especie (una parte de
la cosecha) o personal (trabajando gratis durante varias jornadas en las tierras del señor).
Además estos campesinos debían aceptar la autoridad judicial del señor y estaban obligados
a utilizar (pagando) el molino o el lagar, e incluso a pedir su autorización para casarse.
Todavía en el siglo XVII en muchas zonas de Europa esos campesinos tenían prohibido
moverse de sus tierras y buscar otro trabajo, obligación que heredaban sus hijos. Sin
embargo este sistema señorial se había debilitado con la peste que diezmó la población
europea desde fines del siglo XIV : los señores debieron "aflojar" la presión sobre los
campesinos. En los siglos XV y XVI, con la mayor circulación monetaria muchos
campesinos cambiaron sus obligaciones por pagos en dinero.
Además las monarquías absolutas recortaron el poder de los señores, en especial su
capacidad para ejercer justicia y cobrar impuestos. De esta manera, mientras en algunos
países del este de Europa el régimen señorial sigue vigente de lleno, en Gran Bretaña ya casi
ha desaparecido, lo que es considerado por muchos historiadores como favorable para la
modernización de la agricultura y de la economía en general que se producirá en este país a
partir el siglo XVIII.
Esta economía agraria atrasada convive en muchas zonas con un importante desarrollo
urbano y comercial dinamizado por los grandes descubrimientos geográficos pues, desde
mediados del siglo XV, exploraciones portuguesas y castellanas revolucionan el
conocimiento geográfico y científico en general, incorporando a la cultura europea nuevas
tierras, mares, razas, especies animales y vegetales... Primero serán las costas africanas,
luego el descubrimiento de América, posteriormente las tierras del Pacífico, de forma que a
finales del siglo XVIII apenas quedaban por descubrir el interior de África y las zonas
polares. Pronto algunos países europeos construirán enormes imperios coloniales
basándose en su superioridad técnica (armas de fuego) que servirán, inicialmente, para
animar el comercio europeo con inmensas cantidades de oro y plata (monedas) y ya desde
el siglo XVIII se incorporan enormes plantaciones de tabaco y azúcar, que junto al comercio
de especias y a la trata de negros, servirán para enriquecer enormemente a las burguesías
mercantiles de algunos países europeos.
Pero este panorama de cambios hay que matizarlo, destacando, por ejemplo, la pervivencia
de los gremios dentro de las actividades artesanales: los trabajadores de cualquier sector
artesanal en una ciudad (zapateros, tejedores, alfareros...) estaban obligados a formar parte
de una organización, el gremio, que controla toda la actividad que se desarrolle en esa
ciudad, de manera que las mercancías fabricadas en otros lugares no puedan entrar en su
ciudad. El gremio fijaba de una forma rígida horarios, precios, salarios, herramientas,
número de trabajadores por taller..., e impedían cualquier avance técnico u organizativo
que pudiese dar ventaja a unos talleres sobre otros. Por estas razones los nuevos regímenes
liberales prohibirán la existencia de gremios como organismos incompatibles con
economías basadas en el progreso tecnológico continuo que deriva de la competencia y el
libre mercado.
El comercio encontraba numerosos obstáculos a su desarrollo como eran la existencia de
multitud de aduanas interiores o la mala calidad de los transportes terrestres que sólo
mejorarán con la construcción de los primeros ferrocarriles.
3. Factores de la revolución industrial
La denominada Revolución Industrial tuvo su origen en Gran Bretaña desde mediados del
siglo XVIII. Uno de los aspectos más discutidos del estudio de este proceso radica en la
explicación de por qué tuvo lugar primero en Gran Bretaña y no en otros países. Se trata
por tanto de pasar revista de una forma sucinta a los principales rasgos de este país en los
momentos del "despegue" del proceso industrializador.
Factores políticos
Un régimen político estable, la monarquía liberal, que desde el siglo XVII es el sistema
político imperante (mientras en otros países de Europa se refuerza la monarquía absoluta),
y que se mantiene libre de las revoluciones que aquejan a otros países europeos.
Las numerosas guerras en las que se vio envuelto el Reino Unido durante los siglos XVIII y
XIX no provocaron daños en territorio británico. La insularidad actuó en este sentido como
una barrera de protección a la que se unía el desarrollo de una poderosa flota de guerra que
mantendrá su hegemonía mundial durante los siglos XVIII y XIX.
La existencia de una moneda estable y un sistema bancario organizado: el Banco de
Inglaterra fue creado ya en 1694. Estas condiciones no se darán en otros países europeos
hasta finales del siglo XVIII.
Factores sociales y económicos
Abundancia de capitales, procedentes, en parte, del dominio comercial británico, pues
desde el siglo XVII la marina mercante británica en dura competencia con los holandeses se
ha hecho con el control de buena parte de los intercambios comerciales de otros continentes
con Europa. El comercio de productos como el te o el tabaco, y el tráfico de esclavos, había
permitido la creación de enormes fortunas, en manos de comerciantes y banqueros. Este
comercio colonial proporcionaba a Gran Bretaña materias primas y mercados donde vender
sus productos manufacturados.
Incremento sostenido de la capacidad para producir alimentos por parte de la agricultura
británica que está conociendo un importante desarrollo, la denominada revolución agraria,
desde la aprobación de leyes que permiten el cercamiento de las propiedades.
Existencia de una abundante mano de obra. La población británica crece a gran ritmo a
causa fundamentalmente de los cambios en la agricultura: el suministro constante y
creciente de alimentos va terminando con las crisis demográficas. Parte de esa población en
crecimiento emigrará a las ciudades y formará la masa de los trabajadores industriales.
La mayor libertad económica a causa de la debilidad relativa con respecto a otros países de
organismos como los gremios que suponían un freno a cualquier innovación en las
actividades industriales. No es casual que fuese un británico, el escocés Adam Smith, autor
de La Riqueza de las Naciones, quien hiciese la más destacada e influyente defensa de la
libertad económica: para Adam Smith la mejor forma de emplear el capital para crear
riqueza es aquella en la cual la intervención de los gobiernos es lo más reducida posible. La
mano invisible del mercado asigna siempre de la forma más eficiente los recursos
económicos de un país.
Abundancia de emprendedores entre los comerciantes y los grandes propietarios de tierra.
Una aristocracia que permite y premia las innovaciones y la creación de riqueza, en
contraste con la nobleza de otros países, más tradicional, apegada a la tierra y que desprecia
cualquier forma de trabajo productivo.
Menor peso de los impuestos al comercio en el mercado interno: en Gran Bretaña el peso de
los impuestos interiores era muy reducido comparado con otros países europeos donde era
muy común encontrarse aduanas interiores cada pocos kilómetros lo que convertía al
comercio en una actividad poco productiva. Puede decirse que en Gran Bretaña existía ya
un mercado nacional que en otros países sólo existirá cuando se eliminen las aduanas
interiores y se cree una importante red de ferrocarriles.
Factores geográficos
Abundancia de hierro y, sobre todo, de carbón. El hierro se encontraba en los Montes
Peninos, mientras que el carbón abundaba tanto en Inglaterra como en Gales y Escocia. De
hecho, después de tres siglos de explotación, Gran Bretaña sigue teniendo enormes reservas
de carbón. En las proximidades de las minas de carbón se concentrará gran parte del
potencial industrial británico en especial con el nacimiento de una fuerte industria
siderúrgica básica para proporcionar metales baratos para la construcción de máquinas,
ferrocarriles, infraestructuras.
Fácil y constante suministro de agua como fuente de energía, pues el clima, lluvioso,
superando de promedio los 1.000 mm anuales y sin estación seca, proporciona corrientes
de agua numerosas y constantes. La energía hidráulica desempeñará un importante papel
en los años previos a la difusión de la máquina de vapor.
El factor "insular": abundancia de puertos que facilitan el comercio nacional e
internacional. Este factor unido a la existencia de muchos ríos navegables (y canales que se
construirán) favoreció la creación muy temprana de un mercado nacional con las ventajas
que supone contar con un mercado de gran tamaño a la hora de acometer inversiones.
4. El mundo rural
Los sistemas tradicionales
La formación de las aldeas fue especialmente activa en Europa durante la Edad Media. El
emplazamiento se elegía en función de la cercanía a las vías de comunicación y,
generalmente, a los cursos de agua. Deforestado el bosque, las tierras cultivadas se
extendían alrededor de la aldea, formando un anillo, más o menor regular, condicionado
por el relieve del terreno. Divididas en parcelas, se sembraba en ellas cereal y legumbres
fundamentalmente, base de la alimentación campesina. Más allá de los campos de cultivo,
se extendía un segundo cinturón formado por montes, donde pastaba el ganado, y el
bosque, fuente muy importante de recursos, del que se obtenían leña y madera, miel y cera,
frutos secos y la caza. Este segundo anillo –montes y bosque- constituía las tierras
comunales, que eran explotadas colectivamente por toda la aldea, de modo que el terreno
no estaba parcelado.
En los cultivos predominaba la agricultura de temporal, puesto que la de regadío,
especialmente importante en los países del sur, se reducía a las zonas inmediatas a los ríos.
La explotación requería el acuerdo de los vecinos y se hacía de la manera siguiente: se
dividía todo el terreno cultivable en grandes espacios llamados hojas y en cada una de ellas
cada vecino debía tener, al menos, una parcela. En una de estas hojas se sembraba cereal en
invierno (trigo o cebada), en otra cereal en primavera (avena o centeno), quedando la
tercera sin cultivar, es decir en barbecho. Recogida la cosecha de trigo en agosto, se
introducía el ganado de la aldea en los campos.
Allí pastaba aprovechando los tallos secos del cereal cosechando (rastrojos), y abonaba el
terreno. En la hoja donde se había sembrado en primavera (avena o centeno) se sembraba
en invierno (trigo), ya que la tierra no había sufrido tanto desgasto. Para completar el
circulo, en los campos que habían descansado se sembraba en primavera. De este modo,
trigo, barbecho y avena iba rotando, alternándose en las tres hojas. Esto permitía por una
parte, regenerar el suelo y, por otra, complementar la dieta al añadir productos ganaderos
(leche y grasas, sobre todo).
Como consecuencia de este tipo de explotación (rotación trienal) las parcelas estaban
situadas de manera dispersa y eran de tamaño reducido tras las sucesivas divisiones de
generación en generación. Además, el rendimiento de la tierra era bajo, puesto que cada
parcela daba sólo dos cosechas cada tres años.
La reforma agraria y la revolución agrícola
A partir del primer tercio del siglo XVIII, los sistemas de explotación tradicional fueron
modificándose como consecuencia de la aparición paulatina de innovaciones técnicas y de
cambios en la distribución de la propiedad. Estas novedades se experimentaron por
primera vez en el este de Inglaterra (en el condado de Norfolk) y se difundieron después a
los países de mediterráneos, las innovaciones fueron más tardías y consistieron, sobre todo,
en una mejora, diversificación y ampliación de los regadíos.
En la Europa septentrional, el barbecho fue sustituido por la rotación de cultivo
complementarios. Los tubérculos (nabos, papas) y los forrajes (trébol), para alimentar el
ganado, podían ser introducidos en las rotaciones sin agotar la tierra, intercalándose con el
cereal, según el siguiente ciclo: trigo-nabos-cebada-trébol. De este modo, la tierra se
regeneraba sin necesidad de dejar de producir.
Junto con la papa, otros productos originarios de América, y ya conocidos con anterioridad,
se difundieron en este periodo. Es el caso del maíz, empleado como forraje, o los pimientos,
cultivados en huertas.
La supresión del barbecho supuso la desaparición del sistema de explotación colectiva,
basada en la división de hojas, y también del ganado que pastaba en los rastrojos. Éste fue
sustituido por la ganadería en establos, alimentada ahora con el forraje cosechado.
Simultáneamente, se produjo una reforma de la estructura de propiedad de la tierra. En
Gran Bretaña, el parlamento aprobó las leyes de crecimiento ("Enclosure Acts", por las que
se legalizaron múltiples apropiaciones realizadas por los grandes terratenientes ("gentry")
en las tierras comunales – montes y bosques– para su presunta mejora o puesta en cultivo.
En Francia o España, las tierras de la Iglesia fueron expropiadas, subastadas y adquiridas
por la nobleza y la burguesía (venta de bienes nacionales o desamortizaciones). Se produjo
así una concentración parcelaria, que permitió ampliar el tamaño de las parcelas y hacer
rentable de este modo la mecanización de las explotaciones.
La sembradora de Jethro Tull (17301 permitía ahorrar semillas y mano de obra. La
segadora de Mackormirck (1830), tirada inicialmente por caballos, realizaba el trabajo
equivalente de un elevado número de personas provistas de las tradicionales hoces y
guadañas. La trilladora de Turner (1831) quitaba el trabajo a decenas de jornaleros,
separando eficazmente la paja del grano. Su introducción en los campos ingleses provocó
en la década de los treinta una serie de revueltas campesinas que, entre otras ocasiones,
llevaron a la destrucción de estas máquinas.
El conjunto de innovaciones perjudicó notablemente a los campesinos, sobre todo a
jornaleros y pequeños propietarios. Suprimidas las zonas comunales de pastos, reducido el
bosque, incapaces de hacer frente a la competencia de las máquinas, sus posibilidades de
subsistencia eran mínimas. En muchos casos, la única solución posible era la venta de
propiedades a los terratenientes y el éxodo rural hacia las ciudades, es decir, su
proletarización. Éste fue el precio de la modernización de las explotaciones.
Los campesinos eran conscientes del perjuicio que les acarreaban los cercamientos y
presentaron quejas a los tribunales de justicia, que no fueron admitidas porque las leyes del
parlamento defendían los intereses de los grandes propietarios. Encontramos un ejemplo
de ello en 1797 en la aldea de Raunds, en el condado de Northampton, situado a unos 70
Km. al norte de Londres.
La figura del propietario se asimilo a la de un empresario rural (burguesía agraria) al
invertir en la compra de tierras, la mecanización o la mejora de los terrenos, como por
ejemplo el drenaje de zonas pantanosas. El resultado fue el aumento de la producción
(rendimiento) y la producción (rendimiento) y la productividad (menor número de
trabajadores y mayor volumen de cosecha), la especialización de los cultivos, cuyo precio se
abarato notablemente, y la orientación de la producción hacia el mercado, en lugar del
autoabastecimiento tradicional. Por último, la libertad de contratación hizo descender el
salario de los jornaleros, en tanto que el importe de los contratos o arrendamiento se debía
pagar en metálico y no en especie como antes, con lo que los campesinos se vieron
atrapados por la caída de los precios, que les impedía reunir el dinero suficiente para hacer
frente a la renta fijada.
5. Maquinismo y desarrollo industrial
Uno de los elementos sustanciales de la mecanización y modernización industrial fue la
aplicación de un nuevo tipo de energía: el vapor, cuya producción requería carbón. La
máquina de vapor del escocés James Watt (1782) se convirtió en el motor incansable de la
Revolución Industrial.
El sector algodonero
La introducción de máquinas automáticas, movidas por la fuerza expansiva del va por, para
la fabricación industrial se produjo por primera vez en Inglaterra, en el sector textil del
algodón En los años anteriores a la Revolución Francesa, ya se ha habían puesto a punto las
principales innovaciones que afectaron a las dos operaciones básicas del sector: hilado y
tejido.
El hilado de lana o algodón se había realizado hasta entonces con la rueca. En 1764 la
"Jenny", de Heargraves, desarrollaba un mecanismo aprovechando el movimiento de una
rueca, accionada mediante una manivela, para obtener simultáneamente varias bobinas de
hilo, con lo que se multiplicaba la producción. La "waterframe" de Arkwnght (1769),
sustituía la energía humana por la hidráulica. La rueda que accionaba la máquina se movía
como una hélice, impulsada por un chorro de agua.
El desarrollo de la hilatura del algodón estimuló la modernización del telar.
El telar manual tradicional constaba de un entramado de hilos por el que se hacía circular
un lado a otro. La bobina se pasaba de mano a mano por lo que la anchura de la tela
quedaba limitada a la envergadura del tejedor. En 1733, J. Kay ideó un procedimiento
automático para lanzar la bobina, la "lanzadera automática", lo que permitía fabricar piezas
más anchas, y se ahorraba la mitad tiempo. Por fin, en 1781, Cartwright aplicó el
movimiento de vaivén de la máquina de vapor a vanos telares, con lo cual nació el "telar
mecánico".
Hacia 1815, los telares mecánicos, aún en frase experimental, eran minoría frente a los
telares manuales. Sólo había 2400 en toda Inglaterra. Durante la década de 1820, la cifra se
multiplicó por diez. En 1850 había unos 250 000 telares, y, de ellos, unos 200 000 eran
mecanizados.
El hecho de que las novedades señaladas correspondiesen a la industria de algodón, y no a
la de la lana, que era la más difundida hasta entonces, pudo deberse a la mayor resistencia y
elasticidad de la fibra vegetal. Además existía algodón abundante y barato en las colonias de
Norteamérica debido al trabajo esclavo y, más tarde, en India.
Desde de 1701 quedó prohibida en Inglaterra la importación de tejidos estampados de
algodón en India. Hasta 1750 la supremacía de las telas de este origen era incuestionable,
pero se vendían como productos de lujo para gente rica. En esa época, del total de
exportaciones inglesas, el 46% era de lana y el 26% de cereales. En 1800 el 28.5% era de
lana y el 24% era de algodón. En 1810, los tejidos de algodón habían superado a los de lana.
Por fin, a principios de la década de 1830, las exportaciones de algodón no sólo superaban
cuatro veces a las de lana, sino que además constituían la mitad del total de las
exportaciones británicas.
Los talleres artesanales no reunían las condiciones necesarias para albergar las máquinas.
Éstas se concentraron en grandes naves destinadas exclusivamente a la producción: las
fábricas.
La industria algodonera fue el primer sector en el que se invirtieron los capitales obtenidos
en el comercio y la agricultura. Además, dio lugar a la mecanización industrial, cuyos
efectos positivos y negativos se dejaron sentir rápidamente.
Las exposiciones universales (desde la de Londres de 1851) se convirtieron en e1 escaparate
de todas las novedades, lo que agilizó la difusión de las nuevas máquinas. La multiplicación
de la producción redujo considerablemente los costos: en 1812, los costos de producción de
hilo de algodón eran una décima parte de los de 30 años después. La consecuencia
inevitable fue el abaratamiento de los precios y la extensión de las ventas.
Sin embargo la supervisión de los telares automáticos, para lo que no se requería fuerza,
pasó a ser realizada por niñas, cuyas pequeñas manos podían desenvolverse bien para
limpiar y engrasar entre los engranajes de las máquinas. Los salarios que se les pagaba eran
mucho más reducidos y las jornadas más largas, a la vez que el ritmo de trabajo era
marcado por las pausas obligatorias de la máquina. El sonido de la sirena fue otra de las
aplicaciones de la máquina de vapor.
Los grandes beneficios obtenidos buscaron pronto otros objetivos. La industria algodonera
sirvió de motor para el desarrollo de la industria química: blanqueado (lejías, detergentes a
base de cal y sales), tinturas, fijadores, no ya de origen vegetal o animal como se utilizaban
anteriormente, sino a partir de combinaciones de elementos minerales tratados
convenientemente.
La industria textil algodonera se concentraba en el noroeste de Inglaterra, alrededor del
condado de Lancaster (Lancashire), en ciudades como Leeds, Manchester o Chester y el
puerto y centro comercial de Liverpool, una zona bien comunicada y dotada de ríos,
necesarios para mover las hiladoras que se empleaban en el siglo XIX. La mecanización
textil se difundió en el continente –Francia, Bélgica, la Confederación Germánica o España
(Cataluña)– desde 1830, a medida que iban caducando las patentes. Mientras que en
Inglaterra el telar mecánico se impulso entre 1834-1850, en el resto de las zonas no lo hizo
hasta 1870, coexistiendo hasta entonces con el manual.
La Revolución de los transportes: el ferrocarril, el barco de vapor y el desarrollo siderúrgico
El ferrocarril, es decir, los vagones que circulaban sobre unas vías de hierro, eran utilizados
ya en el siglo XVIII para la extracción minera.
En 1825 Stephenson aplicó la maquina de vapor capaz de desplazarse (locomotora) como
fuerza de tracción para arrastrar
estos vagones. que antes eran tirados por caballos y personas. La idea de desplazarse así por
vía terrestre supuso la aparición del ferrocarril moderno, como medio de transporte para
mercancía personas.
El ferrocarril permitía transportar materias pesadas con una rapidez antes impensable de
32 a 40 Km. (debemos tener en
cuenta que 40 Km. era la distancia que solía recorrer un caballo en una jornada). La
revolución de la velocidad acorto extraordinariamente el tiempo de los desplazamientos y
permitió vertebrar el comercio interior, escasamente desarrollado hasta entonces. El
volumen de los intercambios se multiplicó.
Hacia l870 ya habían construido dos tercios de la red ferroviaria británica, la más extensa y
densa de Europa. En el continente, los más desarrollados eran los ferrocarriles de Bélgica y
Holanda, favorecidos por su condiciones orográficas: no existía en sus trazados un solo
túnel. El caso opuesto era el de Suiza, cuyos túneles alpinos dificultaban la construcción. El
resto, Alemania e Italia en sus albores como naciones, Francia o España, alianzaban sólo un
tercio de la extensión de la red que tendrían en vísperas de la Primera Guerra Mundial. En
Estados Unidos, el final de la Guerra de Secesión, en 1865, marco el punto de gran
expansión ferroviaria, que le llevaría a destacarse como la red más extensa del mundo.
La fuerza del vapor se empleó también en la navegación. Los experimentos transoceánicos
iniciados hacia 1840 sufrieron algunos percances. Las hélices tenían dificultades para
adaptarse al oleaje. Como consecuencia, los vapores de rueda trasera se desarrollaron para
la navegación fluvial, mientras que para el tráfico marítimo se empleaban buques mixtos,
dotados de dos grandes ruedas laterales movidas a vapor, pero conservaban la estructura de
mástiles y velas que les permitía, además, desplazarse impulsados por el viento.
Simultáneamente, y a pesar de los contratiempos, se van acorazando con hierro o, incluso,
se fabrican totalmente de hierro, lo que permite aumentar el tonelaje y la velocidad. No
obstante, durante todo el siglo los nuevos barcos a vapor coexistían con los grandes veleros
("clippers").
La aparición del ferrocarril y del barco de vapor estimuló extraordinariamente la demanda
de hierro. La fabricación de vías, locomotoras, vagones y barcos disparó definitivamente la
industria siderúrgica. Además, la siderurgia y la aplicación del vapor a la industria
incrementaron las necesidades de carbón. Su explotación masiva abarató el precio, con lo
que se fue extendiendo para el uso doméstico (cocinas y calefacción). Las innovaciones
introducidas a lo largo del siglo XVIII se realizaron en dos campos: la mejora de la
combustión en el carbón y la mayor calidad del producto final en el hierro. En cuanto al
primero, se consagró como combustible un tipo de carbón, "coque" (hulla refinada), capaz
de producir elevadas temperaturas. La combustión se avivaba con la inyección de aire
caliente. En cuanto al segundo, se ideó la técnica del "pudelado" (1784), consistente en batir
la masa de metal incandescente, con lo que se obtenía un hierro más maleable. Mediante el
"laminado" (1783), la masa de hierro fundido se transforma en barras al pasar por unos
rodillos, lo que facilita su utilización industrial.
6. Cambios Sociales
Aunque la industrialización va a producir enormes transformaciones en la sociedad
británica como el crecimiento de la llamada clase burguesa, o el éxodo rural producto de la
revolución agraria, sin embargo quizá los dos fenómenos sociales más dignos de estudio
sean el espectacular crecimiento demográfico y el nacimiento de una nueva y masiva clase
trabajadora formada por los obreros de las nuevas industrias.
La industrialización va a provocar un crecimiento de la población sin precedentes en la
historia de la humanidad conocido como la Revolución Demográfica. Los cambios en la
industria, la agricultura y los transportes produjeron un aumento espectacular de la riqueza
(que se traduce fundamentalmente en una mejor alimentación) que se reflejó en un
crecimiento notable de la población que servirá para multiplicar los habitantes de Europa
en muy pocos años e incluso para poblar con emigrantes otros continentes.
La disminución de algunas de las más temibles epidemias que habían azotado Europa
durante siglos, ciertas mejoras sanitarias e higiénicas ( como el descubrimiento de la
primera vacuna por el doctor Edward Jenner en 1796 que protegía contra la viruela) y,
sobre todo, una mejor alimentación con el fin de las crisis de subsistencia, están entre las
causas de ese crecimiento demográfico. Este aumento de la población fuerte y sostenido
explica el enorme crecimiento de las ciudades británicas a lo largo de los siglos XVIII y XIX.
Las transformaciones sociales: la sociedad en clases
Hasta el siglo XVIII, la sociedad estaba dividida en estamentos, grupos prácticamente
cerrados a los que se accedía por nacimiento. A cada uno le correspondía desempeñar un
papel distinto en la sociedad: la defensa militar correspondía a la aristocracia, la función
espiritual, que incluía la cultura y la enseñanza, era desempeñada por el clero, y la función
de proporcionar la manutención, derivada del trabajo, era atribuida al denominado tercer
estado.
Las sucesivas oleadas revolucionarias y los cambios económicos provocarán intensas
transformaciones. Las leyes particulares de cada estamento desaparecerán y, con ellas, los
estamentos, pues todos los individuos serán considerados iguales ante la ley. Incluso ante la
muerte: la Revolución Francesa difundió el sistema de decapitación mediante la guillotina,
que igualaba en el cadalso a reyes y miserables, a aristócratas y plebeyos. Sin embargo, las
diferencias de riqueza se hicieron cada vez más acusadas. La sociedad quedó dividida en
clases, y mientras los grupos superiores se enriquecían considerablemente y llevaban una
vida de lujo, la mayoría de la población vivía en condiciones deplorables, en el límite de la
subsistencia. Entre ambos, un grupo, la clase media, atendía negocios familiares en las
ciudades o explotaciones propias en los campos. Así, la nueva sociedad quedaba dividida en
tres grandes grupos: clases superiores, medias y bajas.
*Clases superiores. Estaban formadas por dos grupos de distinto origen: la aristocracia y la
alta burguesía. La nobleza, aun perdiendo privilegios y derechos señoriales, se había visto
beneficiada por la consolidación y ampliación de sus propiedades tras las
desamortizaciones v cercamientos.
El término burguesía aludía en esta época a los grupos dedicados a los negocios (finanzas,
comercio o industria), de los que eran propietarios total o parcialmente. A la alta burguesía
pertenecían los grandes banqueros, los constructores del ferrocarril, los empresarios del
sector textil, la minería o la siderurgia, los propietarios de compañías navales y de astilleros,
los especuladores enriquecidos con la construcción inmobiliaria, etc. Entre aristócratas y
burgueses enriquecidos se fue produciendo un acercamiento, cada vez mayor, intensificado
por lazos familiares por vía matrimonial y la identificación económica e ideológica: eran
partidarios de la defensa de la propiedad, el orden social, una moral conservadora de
fundamento católico e, incluso, llegaron a tener gustos y costumbres afines.
Aristocracia y alta burguesía eran los únicos grupos que ejercían sus derechos de
participación política, exceptuando los cuadros militares superiores y las profesiones
liberales (catedráticos, médicos, abogados). Todos ellos componían el bloque con el que se
formaban los gobiernos y los restringidos parlamentos del liberalismo moderado.
*Clases medias. En ellas se incluyen los grupos de la llamada pequeña burguesía, formada
por tenderos y comerciantes, de telas y ultramarinos principalmente. Estos últimos se
sustituyeron al comercio artesanal de los talleres y la venta ambulante. En las décadas
finales de siglo aparecieron, en algunas grandes ciudades como París, los primeros grandes
almacenes, que pondrán en peligro la continuidad de los pequeños tenderos. También se
incluían en este grupo los propietarios de negocios de tipo familiar, con un reducido
número de trabajadores, dedicados sobre todo a objetos de consumo, como pequeñas
empresas textiles, de calzado, confección, mueble o alimentarias.
Por su nivel de renta, también deberían incluirse aquí las profesiones liberales y los cargos
militares de alto rango, salvo por la peculiaridad ya señalada: gozan de derechos políticos
en un sistema de sufragio restringido. En las zonas rurales, corresponderían también a las
clases medias los trabajadores que labran sus propias tierras y que, ocasionalmente,
emplean trabajadores agrícolas. A menudo se trata de herederos que se hacen cargo de las
tierras familiares mientras que el resto de los hermanos busca trabajo en las ciudades.
*Clases bajas. Los trabajadores constituían la mayor parte de la población, como había
sucedido siempre. La novedad fue, sin embargo, la aparición del proletariado, constituido
por los emigrantes rurales convertidos en obreros de las fábricas, las minas o la
construcción, y cuyo único sustento proviene de su fuerza de trabajo, alquilada a cambio de
un salario. La única seguridad para su futuro es su prole, es decir, el número de hijos,
muchos de los cuales trabajaban desde cortas edades. Ante la precaria situación laboral, un
accidente, un despido, el cierre de la fábrica o la vejez, podían significar la ruina de las
familias.
Las condiciones de vida de los obreros
Precisamente en algunas de estas ciudades el crecimiento rápido, desordenado y sin
criterios surgirán enormes suburbios superpoblados, sucios y conflictivos donde las
epidemias de tifus o cólera se convierten en algo habitual. Estos suburbios surgían muchas
veces en torno a una fábrica: estaban formados por los barracones donde vivían los
operarios de esa fábrica.
Sin entrar en el conocido debate de si la industrialización mejoró o empeoró las condiciones
de vida de los trabajadores, si que puede intentarse describir las situación en la que vivían
estos obreros, que puede calificarse en general como muy mala, así como sus condiciones
laborales habría que describirlas como espantosas: fábricas sucias, húmedas, oscuras, poco
ventiladas y ruidosas
http://www.cnice.mecd.es/recursos/bachillerato/historia/rev_industrial/textos.htm -
Salud
(condiciones causadas por la presencia en ellas de las máquinas de vapor y por la nula
preocupación de los patrones por las condiciones laborales de sus empleados). En estas
fábricas poco sanas y peligrosas era habitual que sus obreros pasasen de doce a catorce
horas diarias, trabajándose incluso sábados en jornada completa, y domingos hasta
mediodía. La concentración de obreros en las fábricas es la que hace posible que estos
trabajadores tomen conciencia de su situación y vean que mediante acciones colectivas
podrían tratar de mejorar sus condiciones de vida. El sistema de fábricas se encuentra por
tanto en el origen del movimiento obrero.
La industrialización impulsó también el trabajo de mujeres y niños de muy corta edad, pues
si antes en muchos oficios la fuerza del trabajador era un factor clave, ahora la fuerza la
realizan las máquinas. Los empresarios fomentaron el trabajo infantil y femenino porque
mujeres y niños recibían salarios dos y tres veces inferiores a los de los hombres. Los niños
fueron empleados en la industria textil, en las minas, en la industria siderúrgica: durante el
siglo XVIII no hubo normas que regulasen el empleo infantil. Para hacerse una idea de las
dimensiones alcanzadas por esta explotación basta con citar la existencia de una ley del
parlamente británico que en 1833 ("The Factory Act", 1833) dejaba la jornada laboral de los
niños de nueve a trece años en "sólo" nueve horas diarias, y de trece a dieciocho años el
trabajo estaba fijado en diez horas y media (la jornada duraba para ellos doce horas, pero
con hora y media reservada para las comidas). Todavía en 1.891, una ley que pretendía
luchar contra abusos en la explotación infantil se limitó a elevar la edad mínima de trabajo
de los diez a los once años.
De hecho, apenas se detectan preocupaciones sociales durante la segunda mitad del siglo
XVIII pues estas condiciones se aceptan como normales. Ya en el siglo XIX investigaciones
parlamentarias, protestas sindicales o conocidos relatos como los de Dickens en "Tiempos
Difíciles", pusieron de manifiesto la dureza de la vida de los obreros industriales.
Protestas obreras
Ludismo
Aunque desde los inicios de la industrialización se registra una notable oposición de los
obreros artesanos a la introducción de máquinas, las primeras formas de protesta obrera se
detectan en Gran Bretaña en la segunda década del siglo XIX cuando surge el conocido
Movimiento Ludita (o Ludismo), nombre que deriva de un personaje real o inventado, un
obrero, Ned Ludd, cabecilla de este movimiento de protesta que se canalizaba hacia la
destrucción de la maquinaria, y que pronto se extenderá por varios condados de Inglaterra
donde la industria textil se había convertido en la principal manufactura. Las Guerras
Napoleónicas de años posteriores hicieron saltar en varias ocasiones nuevas protestas
luditas.
Cartismo
El llamado Movimiento Cartista supone una versión más organizada del Movimiento
Obrero y que se desarrolla entre 1837 y mediados del siglo XIX. Debe su nombre a la
denominada Carta del Pueblo, documento que llegó a conseguir la firma de cientos de miles
de obreros y que era una petición elevada al Parlamento en la que se pedía el Sufragio
Universal, el voto secreto, la igualdad en el valor de los votos... En definitiva, revelaba el
deseo de democratización del sistema político británico: el movimiento obrero desea
participar en el juego político y desde ahí mediante la presentación de leyes en el
Parlamento, mejorar las condiciones de vidas de los obreros industriales. Desde mediados
de siglo el movimiento irá perdiendo fuerza progresivamente, aunque paradójicamente, en
años posteriores, el Parlamento Británico adoptará la mayor parte de las peticiones
recogidas en la Carta del Pueblo.
Hay que recordar que la legislación británica (leyes aprobadas en 1799 y 1800) prohibía de
una forma terminante la formación de asociaciones obreras, pues se consideraba que estas
asociaciones chocaban con el espíritu del liberalismo económico: debía ser el mercado
quien fijase los salarios y no la presión de los sindicatos.
Pero a pesar de estos obstáculos legales surgieron diversas formas de asociacionismo obrero
sostenidas por las cuotas que pagaban los trabajadores y que pretendían, ante todo, ofrecer
protección para los asociados en caso de accidente o enfermedad. A partir de 1.824 las leyes
británicas autorizan el asociacionismo obrero que darán origen a lo que podemos
considerar los primeros sindicatos de obreros, las llamadas Trade Unions en las que, en
principio se unían los trabajadores con un mismo oficio en una localidad. En los años
treinta esas asociaciones profesionales y locales se irán uniendo entre sí hasta formar
enormes asociaciones que a mediados de siglo agrupaban a cientos de miles de obreros
británicos de todos los oficios. La huelga, la negociación colectiva pacífica y, cuando lo
permitan las leyes electorales, la participación en política, serán los instrumentos de los que
se valdrá el sindicalismo británico para mejorar las condiciones de vida de los trabajadores.
Marxismo
Este temprano desarrollo del sindicalismo en Gran Bretaña es el causante probablemente
del escaso éxito que tendrán las nuevas ideologías obreras revolucionarias (el marxismo y el
anarquismo) que están naciendo a mediados del siglo XIX. Cuando Marx (líder del
socialismo) y Bakunin (líder anarquista) funden la Asociación Internacional de
Trabajadores (A.I.T.) en Londres, ésta tendrá un éxito importante en países como Francia y
Alemania, mientras que en Gran Bretaña (país donde se fundó) nunca pudo competir con
las Trade Unions.
Leyes fabriles y obreras
Durante mucho tiempo, mientras el capitalismo estuvo en su mayor auge, las leyes fueron
opuestas a toda sindicalización y a toda protección efectiva de la clase trabajadora. Se
pensaba que cualquiera intervención gubernamental o legal era opuesta a la libre empresa y
a la libre contratación, que eran las bases socioeconómicas que entonces admitían los
Estados capitalistas.
En Francia, durante la época de la Revolución, la "Ley de Chapelier" disolvió los antiguos
gremios de artesanos y prohibió las asociaciones profesionales.
En Inglaterra, las asociaciones de dicho tipo también fueron disueltas en el siglo XVIII, y
aún más, los excesos ocurridos durante la Revolución Francesa hicieron que en Inglaterra
se dictaran, en 1799 y 1800, las "Combination Laws" (Leyes sobre Asociaciones) que
prácticamente consideraban criminal todo sindicalismo. A cualquier trabajador que
participara en una huelga o que ingresara a un sindicato, se le juzgaba por dos magistrados,
y de encontrársele culpable, se le sentenciaba a tres meses de prisión. Las leyes contra
conspiradores, por otra parte, podían ser esgrimidas contra las agrupaciones de
trabajadores, y en tal caso las penas a los que se considera como violadores del orden, eran
mayores.
Pese a todo, la relativa impopularidad de tales leyes y la falta de un sistema policiaco
adecuado, permitieron que algunos sindicatos continuaron existiendo dentro de un
ambiente más o menos secreto. En 1824 se logro que el Parlamento dictara una ley según la
cual no era criminal ser miembro de un sindicato, aunque este último todavía no era
reconocido legalmente. La ola de huelgas que se produjo más tarde hizo, sin embargo, que
los grandes intereses económicos, especialmente a los de los armadores de barcos,
provocaran una reacción, que dio por resultado el debilitamiento del sindicalismo, aunque
no su extinción. En 1834 se estableció el "Gran Sindicato Nacional Consolidado" que
pretendió abarcar a trabajadores industriales y agrícolas, teniendo a Roberto Owen por
principal sostenedor. Con ciertas ideas socialistas, pretendía que los sindicatos tomaran
posesión de las grandes industria, bajo amenazas de huelga; pero el "Gran Sindicato"
desapareció poco tiempo después, sin alcanzar sus metas. El sindicalismo británico
progresó lentamente, y entre 1871 y 1875 las leyes inglesas concedieron reconocimiento a
los sindicatos, con plena personalidad jurídica. En 1906 se dictó la "Ley sobre Conflictos
Industriales", en virtud de la cual los sindicatos no podían ser sujetados a proceso judicial.
Las huelgas de tipo general en Inglaterra ocurrieron en algunas ocasiones, y tuvieron
variada suerte; algunas de ellas alcanzaron, no obstante, efectos considerables, y quizá por
ello en 1927 se dictó la "Ley Sindical" que declaró ilícitas las huelgas generales.
En la historia económico-social de la Gran Bretaña, las leyes de protección a los
trabajadores no siempre tuvieron la misma amplitud. Al principiar el siglo IX, en 1802,
apareció una de las primeras dichas leyes. Su objeto era limitar la jornada de trabajo e los
niños a 12 horas, quienes debían contar además con medios educativos, y con dormitorios
cómodos y limpios. Esto se refería sobre todo a los niños de los hospicios ingleses del sur,
que eran enviados a trabajar a las fábricas del norte, casi dentro d una situación práctica de
esclavitud. La ley de hecho no rigió, y al final resultó inoperante, ya que los empresarios de
las fábricas, posteriormente, no tuvieron que recurrir a los niños de los hospicios, sino que
pudieron contratar "niños libres". Poco más tarde se dictó otra "Ley sobre Fábricas", que
prohibía emplear en labores textiles a niños menores de 9 años, mientras para los menores
de 16, su jornada no podía exceder de 12 horas. Pero los efectos que el texto de la ley tenía
impidieron que pudiera aplicarse realmente.
Después de 1830, Inglaterra fue escenario de una gran agitación. Se proclamó públicamente
que los trabajadores explotados en forma inicua, y el gobierno decidió investigar. Frutos de
tal investigación fueron varios documentos que corroboraban la situación de miseria y de
sujeción en que se tenía a todos los obreros ingleses. Con tal base, el Parlamento aprobó en
1833 una ley que prohibía a los niños de 9 años el trabajo en las fábricas de tejidos; los
menores de 13 años tendrían una jornada no mayor de 12 horas; y se prohibía en general el
trabajo nocturno. La ley no provocó entusiasmo entre los obreros, que siguieron insistiendo
en que el trabajo no debía ser demasiado prolongado. Un paso más se dio en 1844, al
prescribirse que las mujeres y los jóvenes no podían trabajar jornadas mayores de 12 horas,
y al señalarse medidas de protección para el uso de maquinaria peligrosa. Posteriormente,
el 8 de junio de 1847 aprobó el Parlamento una nueva norma en virtud de la cual la jornada
máxima de trabajo, para mujeres y niños, no podría ir más allá de 10 horas diarias. Sin
embargo, muchos dueños de fábricas frustraron los términos de la ley, de modo que los
niños y las mujeres de hecho siguieron trabajando 12 horas. Poco más tarde, la jornada de
10 horas se hizo efectiva para todo mundo, incluso hombres.
7. Las nuevas teorías económicas: el liberalismo
Mercantilismo
El mercantilismo era una doctrina de pensamiento económico que prevaleció en Europa
durante los siglos XVI, XVII y XVIII y que promulgaba que el Estado debe ejercer un férreo
control sobre la industria y el comercio para aumentar el poder de la nación al lograr que
las exportaciones superen en valor a las importaciones. El mercantilismo no era en realidad
una doctrina formal y consistente, sino un conjunto de firmes creencias, entre las que cabe
destacar la idea de que era preferible exportar a terceros que importar bienes o comerciar
dentro del propio país; la convicción de que la riqueza de una nación depende sobre todo de
la acumulación de oro y plata; y el supuesto de que la intervención pública de la economía
es justificada si está dirigida a lograr los objetivos anteriores. Los planteamientos
mercantilistas sobre política económica se fueron desarrollando con la aparición de las
modernas naciones Estado; se había intentado suprimir las barreras internas al comercio
establecidas en la edad media, que permitían cobrar tributo a los bienes con la imposición
de aranceles o tarifas en cada ciudad o cada río que atravesaban. Se fomentó el crecimiento
de las industrias porque permitían a los gobiernos obtener ingresos mediante el cobro de
impuestos que a su vez les permitían costear los gastos militares. Así mismo la explotación
de las colonias era un método considerado legítimo para obtener metales preciosos y
materias primas para sus industrias.
El mercantilismo tuvo gran éxito al estimular el crecimiento de la industria, pero también
provocó fuertes reacciones en contra de sus postulados. La utilización de las colonias como
proveedoras de recursos y su exclusión de los circuitos comerciales dieron lugar, entre otras
razones, a acontecimientos como la guerra de la Independencia estadounidense, porque los
colonos pretendían obtener con libertad su propio bienestar económico. Al mismo tiempo,
las industrias europeas que se habían desarrollado con el sistema mercantilista crecieron lo
suficiente como para poder funcionar sin la protección del Estado. Poco a poco se fue
desarrollando la doctrina del librecambio. Los economistas afirmaban que la
reglamentación gubernamental sólo se podía justificar si estaba encaminada a asegurar el
libre mercado, ya que la riqueza nacional era la suma de todas las riquezas individuales y el
bienestar de todos se podía alcanzar con más facilidad si los individuos podían buscar su
propio beneficio sin limitaciones. Este nuevo planteamiento se reflejaba sobre todo en el
libro "a riqueza de las naciones"(1776) del economista escocés Adam Smith.
La riqueza de las naciones
El mismo año en que las 13 colonias americanas proclamaban su independencia de Gran
Bretaña, el escocés Adam Smith establecía las bases del liberalismo económico con la
publicación del libro "Investigaciones sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las
naciones" (1776). En síntesis, esta obra postulaba:
Crítica de las posiciones económicas vigentes la riqueza de un país no residía, como se
pensaba, en la acumulación y atesoramiento de metales preciosos (mercantilismo), ni tan
sólo en la producción agraria (fisiocracia). La riqueza de las naciones dependía de la
capacidad productiva total de cada país entendida como la suma de los trabajos y esfuerzos
individuales de los habitantes en todas las parcelas productivas: agricultura, industria y
comercio. La riqueza generada por la producción nacional generaría el bienestar de sus
habitantes. La formación de capital procedía del ahorro y de los beneficios obtenidos de la
diferencia entre el precio de costo (materia prima, trabajo, energía...) y el precio de venta.
El mercado fluye según el acuerdo individual del productor y el consumidor ("ley de la
oferta y la demanda"). Tanto estas relaciones como las de producción entre capital y trabajo
debían ser libres y basadas en el mutuo acuerdo, resultado de la búsqueda del propio
interés de cada parte. El Estado no debía intervenir en la economía, sino que su función
estaría dirigida a garantizar el orden jurídico y los derechos individuales, la defensa del país
y e1 mantenimiento de las estructuras básicas de transporte y comunicaciones mediante la
realización de obras publicas.
El funcionamiento espontáneo de la actividad económica implicaba la supresión de todas
las normas que regulaban y dificultaban el intercambio en el Antiguo Régimen: barreras
aduaneras y peajes interiores, derechos preferentes de venta de los grupos privilegiados,
monopolios, propiedad amortizada. Incluso debía permitirse el librecambio entre las
naciones.
Las ideas de Adam Smith fueron divulgadas por sus discípulos y seguidores. Entre éstos se
destaca David Ricardo (1792-1823), quien en 1817 formuló sus "Principios de economía
política". En este estudio, su aportación más original sería la teoría del salario, según la cual
los salarios debían permanecer bajos, ya que están regulados por las reyes naturales del
mercado. Un aumento de los salarios por encima del nivel de subsistencia desencadenaría
una mejora del nivel de vida y, consecuentemente, un aumento de la población trabajadora.
Esto provocaría una mayor competencia entre la mano de obra, de lo que generaría una
baja salarial, ya que en un sistema económico liberal, la abundancia siempre supone un
descenso, bien de precios, bien de salarios.
Las coincidencias entre liberalismo económico y liberalismo político eran totales. Ambas
concepciones imaginaban el Estado o las naciones como una suma de individuos (sin tener
en cuenta las clases). Basaban sus formulaciones en la defensa de las libertades individuales
y de derechos e intereses particulares que, en un sistema de desigualdad manifiesta,
favorecen siempre a los poderosos. El derecho al voto, por poner un ejemplo, pronto quedo
reducido exclusivamente a 1os más ricos, de tal modo que el nivel de renta acabo
determinando el acceso y la participación en la política. Dueños de los medios de
producción y representados en las instituciones públicas, los burgueses dominaron la vida
social imponiendo sus valores (orden, libertad, progreso).
A finales de siglo, los teóricos del movimiento obrero señalaban lúcidamente que el Estado
liberal no representaba a la nación, sino tan sólo a la burguesía.
8. Del capitalismo financiero al capitalismo industrial
Con el desarrollo del maquinismo asistimos a la implantación de un nuevo sistema
económico: el capitalismo, que se caracteriza por la propiedad privada de los medios de
producción, lo que supone que el que posee el capital (no sólo dinero, sino también locales,
máquinas y materias primas) organiza y controla toda la producción. Se trata de una nueva
organización de la vida económica, que se extiende al ámbito de lo social y político.
En la Edad Moderna ya habían existido prácticas capitalistas de tipo financiero mercantil:
sociedad anónima, bolsa y banca, que habían crecido con el desarrollo comercial asociado a
los grandes descubrimientos geográficos y a la afluencia de metales preciosos a Europa
provenientes de América y África.
En el seno de la fabricación artesanal manufacturera había aparecido el antecedente del
primer empresario capitalista, el denominado sistema doméstico o trabajo a domicilio. Los
comerciantes, que estaban en contacto con los mercados, fueron extendiendo su actividad
en las zonas rurales fuera del control de los gremios. La materia prima (lana) era repartida
en diversos hogares campesinos, la operación de cardado e hilado era realizada por las
mujeres, que añadían, de este modo, un complemento a sus ingresos. Los pagos se hacían a
destajo y en especie. También se confiaban otras operaciones (tejido, tintado) a artesanos
especializados. Durante todo el entramado de operaciones, el comerciante permanecía
como propietario de la pieza, que luego almacenaba y, finalmente, vendía. Este sistema de
producción era común también en otros sectores, como el metal y la madera. Su evolución
durante el siglo XVIII originaría la primera acumulación de capital procedente de la
manufactura.
Si bien en los primeros momentos de la Revolución Industrial los cambios técnicos se
realizaron con muy bajos costos para mantener y aumentar el ritmo de crecimiento y
beneficio, pronto fue necesario incrementar la cuantía de las inversiones, pero éstas
resultaban difíciles de asumir por una persona, por lo que se hizo necesaria la creación de
grandes compañías en las que pudiera afluir dinero de varios inversores.
Ya desde el Renacimiento existían sociedades mercantiles de tipo familiar. La sociedad
estaba formada por los miembros de una familia que aportaban diferentes sumas de dinero
para emprender negocios, por lo que solía llevar el nombre del apellido familiar (Medici,
Fugger...). Los beneficios se repartían en proporción a la cantidad aportada inicialmente.
Los vínculos familiares favorecían la estabilidad de estas sociedades, que se mantenían,
incluso hereditariamente, durante generaciones. Desde el siglo XVII, la creación de colonias
europeas en América, Asia o África y el aumento de volumen del comercio internacional
favorecieron la creación de grandes compañías mercantiles (como la Compañía Inglesa de
las Indias Orientales) que se ocupaban de acondicionar puertos, armar navíos, compraventa
de mercancías, almacenaje, e incluso llegaron a propiciar la intervención militar para
defender sus intereses.
De este modo, el precedente de las sociedades mercantiles o financieras se adaptó a las
necesidades del desarrollo industrial.
Las sociedades anónimas estaban compuestas por un elevado número de personas, algunas
de las cuales ni siquiera se conocían. Su participación en el capital de la empresa se hacía a
través de la compra de acciones (títulos de propiedad) y el reparto de los beneficios se hacía
de forma proporcional al número de acciones compradas, en caso de quiebra de la
compañía, la responsabilidad quedaba limitada al valor de las acciones y no a sus bienes
particulares. Cada acción tenía un carácter transferible, podía ser comprada y vendida, y su
valor se fijaba siguiendo el juego de libre mercado: si la empresa gozaba de beneficios, las
acciones aumentaban su valor o cotización; si, por el contrario, acumulaba pérdidas,
bajaban. El lugar donde se realizan estas transacciones se denomina bolsa o mercado de
valores.
Las sociedades anónimas, sin embargo, no se generalizarán hasta la segunda mitad del siglo
XIX. Hasta entonces, el modelo de sociedad más generalizado fue la "partnershrp", de
responsabilidad ilimitada, en la que el inversor respondía con sus bienes particulares. En
Gran Bretaña. hasta 1825, estuvo vigente la "Bubble Act", promulgada en 1721 a raíz de una
operación especulativa de la Compañía de los Mares del Sur, por la que se impedía la
creación de este tipo de compañías. En Francia no se aprobaron hasta 1863.
Otra vía de financiación para las empresas apareció con la emisión de obligaciones, en este
caso, el inversor compraba obligaciones con carácter de préstamo y la compañía se
comprometía a devolver su importe en un tiempo y con un interés fijados previamente. Esta
nueva fórmula se ideó para atraer a pequeños inversores, más temerosos ante operaciones
de riesgo. Este tipo de financiación será muy importante en la expansión del ferrocarril.
Por último, la banca, de origen medieval, que actuaba como lugar seguro de depósito de
dinero, evoluciona ahora hacia la banca de negocio, contribuyendo al financiamiento de las
empresas mediante la concesión de créditos, compra de acciones a empresas, e
intermediarios en la colocación de acciones a sus depositarios. Se destacan "Société
Générale de Belgique" (Bruselas, 1822), "Société Générale du Crédit" (París, 1852),
"Darmstädter Bank" (Darmstadt, 1853).
9. Consecuencias de la Revolución Industrial
Los progresos técnicos que introdujo la Revolución Industrial, en el siglo XIX
transformaron todos los aspectos relacionados con la vida europea.
Surge así, una nueva historia de la civilización occidental.
Económicas: Se imponen la industrialización y el capitalismo
Sociales: Predomina la burguesía y surge el proletariado
Políticas: Se consolida el liberalismo político bajo la forma de monarquía constitucional.
Ideológicas: Prevalecen el racionalismo y el sentido crítico.
Industrialización : Se difundió por los países europeos y los Estados Unidos
Explosión Demográfica: Se produce en los países industrializados una inesperada explosión
demográfica a su vez, resultado adelantos higiénicos y médicos.
El crecimiento de la población benefició a la industria y favoreció la inmigración hacia otros
países.
Revolución Agrícola: Inglaterra realizó notables progresos; introdujo la siembra de plantas
de origen americano(maíz, papa), estableció las faenas agrícolas, aplicó abonos y
fertilizantes.
Desarrollo Comercial: el comercio se intensificó, tuvieron los países industrializados de
vender mercancías y adquirir materias primas, se incrementaron el comercio, las
comunicaciones y los transportes.
De forma más general la revolución industrial provocó:
a. La industria progreso.
b. La producción se hizo en serie.
c. Los precios de los productos bajaron.
d. Se formaron 2 clases sociales: Burguesía: Compuesta por los dueños de fábricas y
grandes comerciantes y los Proletariados: Compuesta por obreros.
e. Hubo desempleo, porque con las máquinas no eran necesarios tantos trabajadores.
f. Aumento la delincuencia.
g. Algunos obreros culparon a las máquinas de ser la causa de se desempleo y las
destruyeron. Esto se llamó "Ludismo" porque el jefe de éste movimiento fue Ned
Ludd.
h. La burguesía explotó a los proletariados.
i. Los proletariados formaron organizaciones llamadas "Trade Unions" (sindicatos,
para defender sus derechos"
j. Fueron logrando que la jornada de trabajo diario se fuera reduciendo, que se le
pagara un salario adecuado y que se le diera derecho a huelga.
k. En la economía hubo un gran auge porque surgen los grandes capitales, las
operaciones financieras y los cambios.

10. Bibliografía
El mundo Contemporáneo; Alvear Acevedo; Editorial Jus; Págs. 42 a 44
Historia del Mundo Contemporáneo; Fernández, Gómez; Editorial Mc Graw Hill; Págs. 20 a
31

INTRODUCCIÓN
La revolución industrial es un cambio económico fundamental en la fabricación de
productos
elaborados, ya que empieza a utilizarse maquinaria. Surgió a finales del Siglo XVIII en
Gran Bretaña,
extendiéndose por toda Europa, y por todo el mundo después, a lo largo del Siglo XIX. Sus
principales
características fueron la aparición de la máquina, las innovaciones tecnológicas, la
utilización de nuevas
fuentes de energía, la organización del obrero en fábricas, la división del trabajo y la
necesidad cada vez
más grande de capital.
La revolución produciría un cambio en el sistema económico, ya que la necesidad de capital
provocó la
aparición del capitalismo industrial. La ideología del capitalismo es el liberalismo de Adam
Smith, que se
basa en la no intervención del Estado y en la siguiente afirmación: La búsqueda del beneficio
individual nos
llevará a conseguir el beneficio de la sociedad. La palabra clave es individualismo.
Durante el capitalismo industrial había gran cantidad de pequeñas empresas (empresas
familiares), que
podían autofinanciarse, aunque cada vez iban a tener más necesidad de capital. Los
medios de
producción eran de propiedad privada y se concentraban en manos de la burguesía. El
proletariado no
tenía ninguna propiedad, sólo la fuerza de su trabajo, que vendía a cambio de un salario.
LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
Hacia el año 1780, en Inglaterra, se produjo un cambio económico y social que originó la
sociedad capitalista
o Revolución Industrial.
En el Siglo XIX, desde Inglaterra, la Revolución Industrial se fue extendiendo a otros países,
aunque en ellos
se hablaba de industrialización para indicar que fue un proceso más lento influido por Inglaterra.
En la Revolución Industrial se crea una fuerte industria y se extiende el ferrocarril.
Causas de la Revolución Industrial
Aumento de la población: Desde el siglo XVIII las epidemias de peste fueron desapareciendo y
el
desarrollo de la agricultura permitió el crecimiento de la producción de alimentos y se produjo
entonces un descenso de la mortalidad catastrófica (hambre, guerras, epidemias).

La mortalidad europea, igual que la mortalidad infantil, se redujeron.
La natalidad fue disminuyendo lentamente, aunque se mantuvo alta, como consecuencia el
crecimiento vegetativo aumentó bastante.

El aumento de la población fue mayor en las ciudades. También se produjeron migraciones,
especialmente hacia América.

Mejoras en la agricultura: Continuaron existiendo los recintos (concentración de las tierras
en grandes propiedades) con el apoyo de los gobiernos, que permitieron la introducción de
mejoras técnicas, además, algunas zonas se especializan en los cultivos más rentables.

Las mejoras en la agricultura favorecieron la Revolución Industrial de 4 formas:
El aumento de la producción permitió alimentar a una población en rápido crecimiento.
Las mejoras técnicas redujeron el número de campesinos necesarios para trabajar la tierra, y
proporcionaron mano de obra para la industria.

Los beneficios obtenidos por los terratenientes fueron invertidos en la agricultura, el comercio y
las
nuevas industrias.

Las necesidades de metales para los instrumentos agrícolas y la demanda de maquinaria,
provocaron
1Tuesday, November 22, 2005
Del Hombre al Carbón !

El período histórico donde se registró un proceso de honda transformación en los


métodos de producción, comunicación y transporte. El invento y desarrollo del motor a
vapor reemplazó a la energía muscular proveniente del hombre y las fuerzas del agua
y el viento, con lo cual el trabajo manual pasó a convertirse en mecánico, se conoce
como Revolución Industrial.

Se produce un cambio en la Historia Moderna de Europa por el cual se desencadena el


paso desde una economía agraria y artesana a otra dominada por la industria y la
mecanización. En la segunda mitad del siglo XVIII, en Inglaterra, se detecta una
transformación profunda en los sistemas de trabajo y de la estructura de la sociedad.
Es el resultado de un crecimiento y de unos cambios que se han venido produciendo
durante los últimos cien años; no es una revolución repentina, sino lenta e imparable.
Se pasa del viejo mundo rural al de las ciudades, del trabajo manual al de la máquina.
Los campesinos abandonan los campos y se trasladan a las ciudades; surge una nueva
clase de profesionales.

La Primera Revolución Industrial se caracterizó por el nacimiento de la industria


textil, la máquina a vapor, la invención de la locomotora, la revolución agraria y el
crecimiento de la población y comprende los años 1760 a 1860.
La segunda etapa de cambios se vivió a partir de 1860, época donde se registran
avances en la evolución de la ciencia y la tecnología, producido por el desarrollo de las
ciencias naturales. Este segundo periodo es denominado Nueva Revolución
Industrial o Segunda Revolución Industrial, caracterizado por la aplicación de la
tecnología a todos los aspectos de la existencia humana.

El Hombre y La Revolucion Industrial


El Hombre y La Revolucion Industrial

A comienzos del siglo XIV, la mano de obra era primordial para la producción agrícola y manufacturera,

siendo también necesaria el empleo de animales y recursos naturales como el agua. Los talleres estaban

a cargo de maestros, oficiales y aprendices, de acuerdo con la costumbre medieval. No existía un concepto

real de industria. Las vías de comunicación terrestres no eran aun muy óptimas, lo que fomentaba el uso

del transporte fluvial y marítimo. Todo esto, sumado a la revolución de pensamientos que brindo la
ilustración, el desarrollo de inventos que desembocaron en grandes maquinas, el crecimiento de la

burguesía, y las exigencias del mercado hicieron que la revolución industrial diera sus primeros brotes.

Al consolidarse dicha revolución el hombre se reduce a ser únicamente sujeto y objeto de producción
donde los burgueses ponían las maquinas y ellos, el proletariado el trabajo constante. Las fábricas

generaron más posibilidades de empleo pero las condiciones de los trabajadores eran un poco menos que

infrahumanas es decir, tenían horarios excesivos en condiciones sumamente difíciles y viviendas sin los

mínimos requisitos de higiene y comodidad.


Esto es apenas una parte de lo que el lector podrá conocer en este trabajo ya que se abarcara mucho más

contenido del presentado anteriormente.

CARACTERISTICAS Y HOMBRE DE LA EPOCA

Fue en Inglaterra donde comenzó realmente este movimiento. El hecho de mantener un clima pacifico y

una estabilidad política en la cual se fomento la participación democrática, en comparación con los demás

países europeos, sumado a la reformas económicas y políticas tendientes a liberalizar el comercio, contar

con recursos naturales como hierro y carbón, y la existencia de una gran flota naval impulsaron el

desarrollo de la industria en Inglaterra. La era industrial comenzó con la creación de la máquina para hilar

en 1733, a la cual siguieron otros inventos relacionados con el oficio de la hilandería. Sin embargo, fue la

máquina...

También podría gustarte