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Narcotráfico en el conflicto armado.

Desde mediados del siglo XX, gracias al surgimiento de los grupos armados al margen de la ley, al
paramilitarismo y a la debilidad del Estado, se produjo un período infausto para el pueblo colombiano,
marcado por el derrame de sangre por parte de civiles inocentes. El inicio de esta situación fue marcado
con la muerte del caudillo, Jorge Eliécer Gaitán, debido a que tras este acontecimiento muchos grupos
que se identificaban con sus ideas, tomaron represarías en contra del gobierno: Consiguieron armas e
instalaron pequeños campamentos en zonas deshabitadas del territorio colombiano. A estos grupos se le
fueron sumando campesinos empobrecidos, cansados del terrateniente; buscando dar su apoyo a
quienes prometían representar sus principios e ideales políticos. Por otro lado, los grandes latifundistas
contrataron mercenarios con el fin de protegerse de los constantes ataques de las guerrillas. En
consecuencia se consolidó la formación de los grupos paramilitares.

Durante la presidencia de Virgilio Barco (1986-1990), hubo ataques a los líderes políticos de la Unión
Patriótica, partido conformado por desmovilizados. Esto causo un revuelo nacional, acompañado con
una movilización social que exigía la presencia del Estado. En adición, en el transcurso de este período
presidencial el paramilitarismo consiguió una consolidación financiera por parte de algunos
narcotraficantes, además, gracias a la incorporación de las autodefensas, logró fortalecerse. Por otro
lado, el rechazo del sector popular hacia las FARC y otros grupos armados como el ELN, avivó el
espíritu de este grupo. Esta explosión del fenómeno paramilitar puso en escena el entrecruzamiento del
narcotráfico con el conflicto armado.

La presencia del narcotráfico se consolidó por la confluencia de los intereses de tres sectores: en primer
lugar, el deseo de las élites económicas y políticas de mantener su patrimonio, en segundo lugar, el
anhelo de los mismo narcotraficantes por expandir su mercado y además obtener el capital suficiente
para financiar defensas en contra de las presiones extorsivas de la guerrilla a los laboratorios y a la
compra de hoja de coca; y por último, el intento de los militares para acabar a la guerrilla y al enemigo
civil interno. Por tanto, las primeras apariciones del narcotráfico en el conflicto armado estaban
relacionadas con su ente financiero y con el ser responsable de las organizaciones armadas.

Aunque los narcotraficantes fueron los empresarios ilegales de los actores armados, hubo roces y
enfrentamientos entre estos dos grupos por el dominio de los recursos y los territorios. Ahora bien, el
auge del narcotráfico no solo tuvo represarías en el conflicto armado, sino que también trajo cambios
en la estructura socio-cultural del pueblo colombiano. En la parte social, observamos el incremento de
la delincuencia a causa de la imagen de la vida fácil y gozosa que patrocinaban los grandes narcos. De
aquí, que gran parte de la población intentara vincularse a la venta ilegal de drogas. Otra repercusión
fue el vínculo de los narcos a la política: estos usando su poderío conseguían tener influencia en el
gobierno. Así facilitaban el contrabando y le abrían camino a los paramilitares. Es así como la narco-
política antecede a la parapolítica. En el ámbito cultural, es aceptado el concepto de la vida fácil, hasta
el punto que algunos de los narcotraficantes eran respaldados por el pueblo.

Por último, entra en escena los Estados Unidos, país que intenta apoyar a Colombia en la lucha contra
el narcotráfico. Sin embargo, este respaldo conllevó a una campaña de atentados terroristas contra
instituciones y agentes del Estado por parte del Cartel de Medellín y otras organizaciones ilegales.
Además de esto, el narcotráfico influyó en la rama judicial del país, disminuyendo su eficacia. En este
momento, el Estado colombiano se debilita, pues debe solucionar dos frentes de guerra, uno por parte
de conflicto armado y otro por el narcotráfico.

En conclusión, el narcotráfico se anexa al conflicto armado por medio del paramilitarismo,


funcionando como un aparato financiero, luego éste ratifica su presencia negociando con otros grupos
armados como las FARC y el ELN. Desde ese momento ha sido una constante, pues sin su
financiamiento el conflicto armado podría desparecer a causa de la falta de recursos para la compra de
armas o para el sostenimiento de los soldados. De ahí que el Estado esté empeñado en erradicar los
grandes mercados de drogas.

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