Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Carta Dimisión Manolo Monereo PDF
Carta Dimisión Manolo Monereo PDF
EL
COORDINADOR
DE
LA
PRESIDENCIA
FEDERAL
DE
IZQUIERDA
UNIDA
Estimado
compañero
Centella:
El
motivo
de
esta
carta
es
presentarte
mi
dimisión
como
miembro
del
Consejo
Federal
de
Izquierda
Unida.
Explicar
una
decisión
como
esta
no
es
demasiado
fácil,
pero
para
alguno
de
nosotros
la
situación
que
vive
Izquierda
Unida
es
de
emergencia
y,
por
lo
tanto,
conviene
hablar
con
el
máximo
de
veracidad
y
actuar
con
coherencia
desde
los
supuestos
del
propio
proyecto.
La
doble
afirmación
que
voy
a
realizar
es
paradójica
y
expresa
con
toda
claridad
las
contradicciones
y
dilemas
que
vive
IU:
dimito
de
la
dirección
de
IU,
porque
estoy
de
acuerdo
con
la
política
aprobada
en
la
X
Asamblea,
que
la
vida
—no
es
cosa
pequeña—
ha
demostrado
que
es
justa
y
que
se
sostiene
hasta
el
presente.
En
la
cultura
política
de
donde
provengo,
los
Congresos
o
las
Asambleas
son
la
política
de
toda
la
organización
y
la
dirección
elegida
se
legitima
aplicando
sus
conclusiones.
Esto
no
ha
ocurrido,
desgraciadamente,
con
la
dirección
actual
de
IU.
Desde
el
primer
momento
vimos
que
el
núcleo
dirigente
real
consideraba
que
lo
aprobado
era
algo
irrealista,
ingenuo
y,
como
mucho,
buenos
deseos
de
una
juventud
inexperta.
En
momentos
en
los
que
el
país
cambiaba
aceleradamente,
la
dirección
tenía
puesta
su
mirada
en
el
pasado
y
en
unas
encuestas
que
daban
un
previsible
buen
resultado
electoral.
No
ha
sido
la
primera
vez
—ni
será
la
última—
que
una
organización
política,
especialista
en
travesías
del
desierto
y
con
una
militancia
sólidamente
implantada
y
sacrificada,
pierde
lo
ganado
en
años
por
una
mala
política.
Los
buenos
ejércitos
necesitan
un
Estado
Mayor
competente,
leal
y
con
capacidad
estratégica.
IU
aprobó
una
excelente
y
previsora
política,
tenía
y
tiene
una
buena
organización
y
una
dirección
que
no
ha
sabido
estar
a
la
altura
de
las
circunstancias.
No
es
personal,
es
político.
Las
elecciones
europeas
fueron
la
señal
de
que
no
se
estaba
acertando
en
la
interpretación
de
la
coyuntura
y
que
IU
lo
iba
a
pasar
muy
mal
si
no
rectificaba,
lo
cual
exigía
—era
evidente—
autocrítica,
asunción
de
responsabilidades
y,
lo
fundamental,
audacia,
mucha
audacia
y
valentía.
Para
algunos
de
nosotros
y
nosotras,
Podemos
era
el
dato
más
evidente
de
nuestra
fracaso,
es
decir,
del
fracaso
de
la
dirección
política
de
IU.
La
política
aprobada
en
la
X
Asamblea
era
un
llamamiento
a
la
innovación,
a
abrirse
a
una
sociedad
que
cambiaba,
a
mezclarse,
a
mestizarse.
No
era
algo
imposible.
Centenares
de
hombres
y
mujeres
de
IU
ya
lo
estaban
haciendo.
El
15
M
era,
en
parte,
obra
suya,
como
eran
nuestras
también
todas
las
luchas,
todas
las
marchas,
todas
las
huelgas.
Un
buen
ejército
mal
situado
y
peor
dirigido.
Volved
a
leer
los
documentos
aprobados
en
la
X
Asamblea
y
veréis
buenos
análisis,
calor
y
color,
y
deseo
de
protagonizar
y
gobernar
un
cambio
que
se
veía
venir.
Volved
a
leer
todas
las
grandes
propuestas
allí
recogidas:
rebelión
democrática,
proceso
constituyente,
construcción
del
bloque
político
social,
refundación
de
IU
y,
nada
más
y
nada
menos,
la
necesidad
de
una
revolución
organizativa
para
tener
una
forma-‐partido
capaz
de
adecuarse
a
unos
nuevos
tiempos
marcados
por
el
conflicto
social
y
la
ruptura
generacional.
Las
elecciones
europeas,
como
antes
indiqué,
fue
un
momento
decisivo
que
marcó
una
coyuntura
histórica.
La
respuesta
fue
la
de
casi
siempre:
cuando
había
que
abrirse,
sintonizar
con
lo
nuevo
y
demostrar
que
éramos
la
nueva
política,
no
la
vieja,
se
impuso
la
“lógica”
del
reparto
interno
a
la
“lógica”
que
exigía
una
sociedad
en
mutación.
Los
aparentes
buenos
resultados
no
dejaban
ver
que
Podemos
había
causado
un
terremoto
político
y
que
pronto
vendría
el
tsunami.
De
nuevo
lo
de
siempre,
una
débil
y
provisional
autocrítica,
no
asunción
de
responsabilidades
y
ninguna
rectificación
real.
Es
más,
se
inició
la
peor
de
las
políticas
posibles,
el
repliegue
identitario.
Una
paradoja
más
del
momento.
Una
dirección
obsesionada
con
las
encuestas
y,
sobre
todo,
con
la
aspiración
a
gobernar
con
el
PSOE,
no
encontró
otra
salida
que
la
estrategia
defensiva,
el
repliegue
identitario,
las
construcción
de
fronteras
entre
IU
y
la
sociedad.
No
hay
repliegue
identitario
sin
la
construcción
de
un
enemigo
interno.
¿Y
quién
era
el
enemigo
interno?
Los
“podemitas”
¿Quiénes
eran
los
“podemitas”?
Los
que
defendían
e
intentaban
concretar
la
política
de
unidad
popular,
los
que
pedían
convergencia
y
unidad
con
las
demás
fuerzas
política
y,
especialmente,
con
Podemos.
En
centenares
de
lugares
del
país,
hombres
y
mujeres
de
IU
se
pusieron
en
marcha
para
construir
candidaturas
unitarias
municipales,
convergencias
reales
de
base
asamblearia,
y
teniendo
que
luchar
muchas
veces
en
dos
frentes:
contra
la
prepotencia
ajena
y
el
sectarismo
propio.
Nada
explica
mejor
esto
que
Madrid.
Tania
Sánchez
y
Mauricio
Valiente
hicieron
posible
un
milagro:
convertir
a
IU
en
protagonista
de
la
unidad
popular.
Los
que
hicieron
fracasar
esta
experiencia
estaban
construyendo
ya
el
fracaso
de
Izquierda
Unida
de
Madrid
en
las
municipales
y
las
autonómicas.
Los
resultados
de
las
elecciones
fueron
peores
de
lo
que
anunciaban
las
encuestas.
De
nuevo,
la
falta
de
veracidad
y
la
componenda
interna
se
impusieron
en
la
noche
electoral
y
han
continuado
hasta
el
presente;
oponer
los
resultados
de
las
municipales
a
los
de
las
autonómicas
pretendían
ocultar
la
derrota
electoral
y,
sin
embargo,
sin
quererlo,
ponían
el
acento
en
lo
fundamental:
había
y
hay
una
buena
organización
y
lo
que
no
había
ni
hay
era
una
política
justa.
Se
puede
decir
que
los
resultados
municipales
y
autonómicos
se
obtuvieron
a
pesar
de
la
política
federal
y,
muchas
veces,
contra
ella.
De
nuevo
estamos
ante
un
escenario
conocido.
Unas
veces,
las
menos,
porque
ganamos
y
otras
veces,
las
más,
porque
perdemos,
hay
un
pacto,
una
nueva
mayoría
artificialmente
construida
que
pretende
pasar
página
y
dirigir
o
tutelar
un
proyecto
que
se
ha
combatido
tercamente
y
dar
lecciones
a
los
demás
sobre
política
unitaria.
El
pacto
es
siempre
el
mismo,
eludir
una
autocrítica
real
y
no
asumir
responsabilidades
políticas.
Esto
se
ha
hecho
tantas
veces
ya
que
acaba
convirtiéndose
en
una
ceremonia
que
conduce
a
unos
al
cinismo,
a
otros,
a
la
melancolía,
y
el
resto,
marchar
hacia
adelante,
sabiendo
que
estas
son
miserias
insuperables
en
nuestra
organización.
Estos
juegos
de
estrategia
nos
los
podíamos
permitir
seguramente
en
otras
épocas;
hoy
creo
que
no
es
posible.
Estamos
en
una
situación
de
emergencia
donde
podemos
terminar
siendo
prescindibles
en
la
política
española,
liquidando
una
tradición
sólidamente
asentada,
políticamente
solvente
y,
más
allá,
destruyendo
un
patrimonio
moral
e
intelectual
muy
importante.
Lo
diré
con
toda
claridad:
sin
los
hombres
y
las
mujeres
de
IU
no
hay
cambio
posible
en
España;
seguramente
no
seremos
ya
la
fuerza
determinante,
pero
sin
nosotros
o
contra
nosotros
la
transformación
en
un
sentido
democrático-‐popular
no
será
posible
en
España.
Así
de
claro,
así
de
preciso.
No
estamos
para
juegos
ni
para
cambalaches,
lo
decisivo
es
hacer
política
y
a
lo
grande.
Hay
que
insistir
una
y
otra
vez:
sin
crítica
y
autocrítica
las
organizaciones
languidecen
y
mueren.
No
se
trata
de
buscar
chivos
expiatorios
ni
soluciones
fáciles
para
cuestiones
difíciles.
Necesitamos
dar
respuesta
a
algunos
interrogantes.
¿Por
qué
esta
derrota
política?
¿Cuáles
son
sus
causas?
¿Dónde
nos
hemos
equivocado?
y
hacerlo
con
transparencia,
con
luz
y
taquígrafos
y
delante
de
toda
la
organización,
porque
la
crítica
y
la
autocrítica
debe
ser
un
proceso
de
arriba
abajo
y
de
abajo
arriba.
Así
se
hace
partido,
así
se
hace
organización
y
así
se
fomenta
una
militancia
activa
y
responsable.
¿Tiene
algún
sentido
que
aquellos
que
se
han
opuesto
a
la
política
de
unidad
popular
la
dirijan
o
la
tutelen?
El
proceso
de
unidad
y
convergencia
va
a
ser
muy
difícil,
va
a
exigir
mucha
paciencia,
tenacidad
e
inteligencia.
La
unidad
es
siempre
lucha
y
correlación
de
fuerzas.
IU
sale
de
estas
elecciones
con
una
fuerte
derrota
política,
debilitada
y
teniendo
que
hacer
en
poco
tiempo
tareas
que
hubiesen
requerido
años
de
preparación
y,
desde
luego,
un
núcleo
dirigente
muy
cohesionado
y
capaz.
La
cuestión
central
es
la
credibilidad.
No
basta
solo
nombrar
un
candidato
para
que
ésta
se
obtenga.
Hace
falta
una
señal,
un
revulsivo
interno
y
externo,
que
demuestre
en
los
hechos,
que
hemos
rectificado,
que
tenemos
capacidad
de
aprender
de
la
realidad
y
que
somos
autocríticos.
El
mensaje
que
tendríamos
que
mandar
a
la
sociedad
es
concreto
y
preciso:
queremos
cambiar
el
país,
construir
la
unidad
popular
y
ponemos
al
frente
a
una
persona,
Alberto
Garzón,
que
ha
defendido
esta
estrategia
desde
siempre,
y
a
un
nuevo
equipo
dirigente
coherente
con
esta
política.
Ni
tutelas,
ni
bicefalias,
ni
discursos
diferenciados.
Dicho
con
más
claridad,
los
defensores
de
la
vieja
política
deben
de
dar
un
paso
atrás
y
los
impulsores
de
la
unidad
popular,
los
que
deben
organizarla
y
concretarla
políticamente,
tienen
la
obligación
democrática
de
dirigir
el
proceso,
entre
otras
cosas,
porque
se
lo
creen
y
han
pagado
un
precio
no
pequeño
por
defenderla.
Mi
dimisión
es
irrevocable
y
lo
hago
no
para
retirarme
de
la
política
sino,
más
bien
al
contrario,
para
implicarme
más
en
ella.
Nunca
desde
el
inicio
de
la
Transición,
el
espacio
de
izquierdas,
nacional-‐popular,
ha
sido
tan
fuerte
en
España.
Como
he
escrito
reiteradamente
desde
hace
mucho
tiempo,
la
unidad
y
la
convergencia
es
la
única
política
posible.
El
objetivo
claro,
diáfano:
construir
la
alternativa
al
bipartidismo
e
iniciar
un
proceso
constituyente
para
una
nueva
democracia
de
hombres
y
mujeres
libres
e
iguales,
la
res
publica.
La
unidad
no
tiene
alternativa.
Esto
significa,
no
solo
pero
sí
esencialmente,
la
unidad
entre
Podemos
e
IU
y
el
conjunto
de
fuerzas
que
de
una
u
otra
forma
ya
hemos
convergido
y
estamos
construyendo
la
unidad
desde
abajo
y
a
la
izquierda.
Todo
esto
hay
que
traducirlo
ahora
en
política,
en
alternativa
electoral,
en
democracia
participativa.
Será
difícil,
pero
es
posible
y
debemos
convertirla
en
realidad.
¿Acaso
no
es
la
tarea
de
los
revolucionarios
hacer
posible
lo
que
parece
imposible?
Este
es
el
desafío
y
a
ello
me
dedicaré.
Manolo
Monereo