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CHANTAL MOUFFE* © Qué es una “sociedad democratica”? sEs una sociedad pacificada y armonica en la cual estén superados los desacuerdos basicos y se ha llegado a un consenso traslapado respecto de una interpretacién unica ‘de valores compartidos? O ies una sociedad con una esfera publica vibrante donde es posible expresar puntos de vista divergentes y en la cual puede optarse entre proyectos alternos legitimos? En este trabajo, arguyo en favor de lo segundo, pues estoy convencida de que, contrario a lo que generalmen- e se toma por sentado hoy en dia, es un error creer que una “buena socie- ad” es aquélla donde el antagonismo ha sido eliminado y donde el modelo olitico de discutir con el adversario es obsoleto. _ El principal argumento en este ensayo es que la teoria politica democra- dominante en este momento no nos permite entender la importancia del disenso en una sociedad democratica. Es incapaz de captar las distintas formas de antagonismo que han emergido en nuestro mundo globalizado, de la posguerra fria, y concebir [imaginar) un tipo de democracia politica que tome en cuenta dichas formas. Por ello, considero necesario desarrollar un. juevo modelo al que denomino “pluralidad agonista” y sobre el cual me gustaria presentar algunas reflexiones. LAS DEFICIENCIAS DEL MODELO DOMINANTE Hoy en dia, las sociedades democraticas enfrentan un desaffo ante el cual no estan bien preparadas para responder. Lejos de haber desembocado en una * Centre for the Study of Democracy. University of Westminster. 2 © CHANTAL MOUFFE transicin sin sobresaltos hacia una pluralidad democratica, el colapso del comunismo abrié las puertas a una explosién de conflictos étnicos, religio- sos y nacionalistas que, para la mayor parte de liberales, resultan dificiles de entender. En efecto, desde su punto de vista, el antagonismo pertenece a una edad ya pasada, a una época premoderna donde las “mieles del comercio” no habian eliminado las pasiones, reemplazandolas por el dominio racional de los intereses y la generalizacion de las identidades “postconvencionales”. De ahi la dificultad que tienen los intelectuales democratico-liberales para en- tender la presente proliferacién de particularismos y el surgimiento de anta- gonismos supuestamente “arcaicos”. Seria un error considerar que dicha situacién es un problema temporal, que pronto quedara superado gracias a los avances en la investigacién empi- rica. En efecto, podria argumentarse que la estructura misma del enfoque dominante en la teoria democratica liberal anticipa la posibilidad de enten- der la presente coyuntura. Caracterizada por el racionalismo, individualis- mo y universalidad abstracta, esta teoria necesariamente tiene que mantenerse ciega ante la naturaleza politica y la inerradicabilidad del antagonismo. Cier- tamente, el término de “lo politico” esta presente cada vez mas en la filosofia liberal, pero el dominio de lo politico siempre se aborda desde un enfoque individualista y racional que lo reduce por completo al Ambito econdémico 0 al de la ética. En consecuencia, no es posible captar la dindmica de constitu- cidn de los sujetos colectivos y el papel crucial que desempefian en este campo las pasiones y los antagonismos. Ahi reside la explicacién de la imposibilidad que enfrenta la mayor parte de los liberales Para ofrecer respuestas adecuadas a los problemas actuales. De acuerdo con el escenario que proponen, los actores politicos se conci- ben como individuos racionales que tinicamente atienden a la propia venta- ja racional, que actiian, en el mejor de los casos, dentro de los limites que marca la moralidad. Las pasiones quedan borradas del reino de la politica, el cual queda reducido a un campo neutral de intereses en competencia. Al negar el antagonismo, este enfoque cancela la posibilidad de captar la dind- mica de sus posibles formas de emerger. Por ello no sorprende que, al verse confrontados por los antagonismos que su enfoque busca negar, los tedricos liberales s6lo pueden evocar un regreso de lo “arcaico’’ Este tipo de racionalismo siempre ha constituido un obstaculo para apre- hender la naturaleza de lo politico en su dimensién antagénica; sin embargo, en la presente coyuntura sus deficiencias son mas evidentes que nunca. Las transformaciones profundas que tienen lugar en este momento, como conse- cuencia del proceso de globalizaci6n, requieren de una comprensién adecuada DEMOCRACIA, CIUDADANIA Y LA CUESTION DE LA PLURALIDAD + 3 de la construccion de las identidades politicas colectivas y de las posibles formas de emergencia del antagonismo, y esto sucede en una diversidad de telaciones sociales. En efecto, es crucial darse cuenta de que lo politico no es algo que tenga una ubicacién especifica, determinante en la sociedad y que toda relaci6n social puede devenir en locus de antagonismos politicos. PODER Y ANTAGONISMO Lo que esta verdaderamente en juego es la necesidad de reconocer la di- mensi6n del poder y el antagonismo y su caracter inerradicable. Al postu- Jar la existencia de una esfera publica donde habrian quedado eliminados el poder y el antagonismo, y en la cual se habria aleanzado el consenso racional, el modelo dominante de politica democratica niega esas dimen- sion y el papel crucial que desempefian en la formacién de las identidades colectivas. : Por el contrario, son, precisamente, las cuestiones del poder y el antago- nismo las que se encuentran en el centro mismo del enfoque que quiero proponer y cuyas bases tedricas quedaron delineadas en Hegemony and Socialist Strategy (Laclau y Mouffe, 1985). En este texto delinearemos todas las consecuencias de una concepcién radical de democracia, de la inerradi- cabilidad del poder y el antagonismo y del hecho de que nunca habra una emancipacion total, sino emancipaciones parciales. Esto significa que no podemos concebir nunca mas a las sociedades democraticas como socieda- des donde se haya realizado el suefio de una armonia o transparencia perfec- ta. Su caracter democratico s6lo puede provenir del hecho de que no es posible para un solo actor social atribuirse para si la representacion de la totalidad y, de esa forma, sostener que posee el “dominio” de los fundamentos. La tesis central del libro es que la objetividad social se constituye mediante actos de poder. Esto implica que cualquier objetividad social es, en tiltima instancia, algo politico y debe mostrar las senales de exclusion que gobiernan su cons. titucion. El punto de convergencia entre objetividad y poder es precisamente lo que denominaremos “hegemonia’. Esta forma de plantear el problema implica que no hay que concebir al poder como una relacién externa ubicada entre dos identidades precons- tituidas, por el contrario, es un constituyente de las identidades mismas. La Practica politica en una sociedad democratica no consiste en defender los derechos de identidades preconstituidas, sino en la constitucion de identida- des en un terreno precario y siempre vulnerable. 4 «© CHANTAL MOUFFE El enfoque por el cual se aboga, implica un desplazamiento de las telacio- nes tradicionales entre democracia y poder. Segtin el punto de vista de Habermas sobre la “democracia deliberativa”, por ejemplo, entre mas demo- cratica es una sociedad, el poder como constituyente de las relaciones socia- les ser4 menor. Sin embargo, si aceptamos que las relaciones de poder son constitutivas de las relaciones sociales, entonces la principal interrogante para la politica democratica no es cémo eliminar el poder, sino cémo consti- tuir formas de poder compatibles con los valores democraticos. Reconocer la existencia de relaciones de poder y la necesidad de transfor- marlas, al tiempo que renunciamos a la ilusién de que podemos liberarnos, completamente, a nosotros mismos del poder, es lo especifico del proyecto de “democracia radical y plural” que delineamos en Hegemony and Socialist Strategy. Otro aspecto distintivo de nuestro enfoque tiene que ver con la desuniver- salizacién de los sujetos politicos. Tratamos de romper con toda forma esencialista; no sdlo con el esencialismo que impregna en gran medida a las categorias basicas de la sociologia moderna y el pensamiento liberal, y segiin las cuales toda identidad social queda perfectamente definida en el proceso hist6rico del desarrollo del ser, pero al mismo tiempo con su contrario radi- calmente opuesto: cierto tipo de fragmentacién extrema posmoderna de la sociedad que se rehtisa a dar cualquier relacién de identidad a los fragmen- tos. Al poner un €nfasis exclusivo en la heterogeneidad e inconmen- surabilidad, dicha perspectiva nos impide reconocer cémo se construyen ciertas diferencias como relaciones de subordinaci6n, por lo cual una politi- ca radical democratica tiene que cuestionarla. UN MODELO “AGONISTA” DE DEMOCRACIA Las consecuencias de estas tesis respecto de la politica democratica son de gran alcance. Nos proporcionan el terreno tedrico necesario para formular el modelo de democracia alternativo mas adecuado para acometer las tareas que se nos presentan hoy dia y al cual aqui se denomina “pluralidad agonista”.! Para aclarar los fundamentos de esta perspectiva alterna, propongo que distingamos entre “lo politico” y “la politica”. “Lo politico” hace referencia a la dimension de antagonismo inherente a toda sociedad humana; un anta- ‘ Esta propuesta queda desarrollada en el capitulo 1v de Mouffe (2000). DEMOCRACIA, CIUDADANIA Y LA CUESTION DE LA PLURALIDAD « 5 gonismo que puede asumir diversas formas y puede emerger en diversas relaciones sociales. “La politica”, por otro lado, hace referencia al conjunto de practicas, discursos e instituciones que buscan establecer un cierto orden y organizar la coexistencia humana en condiciones que siempre son potencial- mente conflictivas, ya que se ven afectadas por la dimension de “Io politico”. Hasta que reconocemos esta dimensi6n de “lo politico” y que entende- mos que “la politica” consiste en domesticar la hostilidad y desactivar el antagonismo potencial que existe en las relaciones humanas, podemos for- mular la pregunta fundamental sobre la politica democratica. Esta pregunta, a pesar de los racionalistas, no es cémo alcanzar el consenso racional sin exclusién, lo cual es, en efecto, imposible. La politica apunta a crear unidad en un contexts de conflicto y diversidad; siempre le preocupa la creacién de in “nosotros” a partir de la determinacién de un “ellos”. Lo novedoso de la politica democratica no es superar esta distincién nosotros/ellos, sino la for- ma diferente en que dicha distinci6n se establece. El asunto crucial es como establecer la discriminacién nosotros/ellos de manera que sea compatible con la pluralidad democratica. En el reino de la politica, esto presupone que el “otro” ya no es visto como un enemigo a destruir, sino como un “adversario”, esto es, alguien contra cuyas ideas vamos a luchar, dejando intacto su derecho a defenderlas. Esta categoria del adversario no elimina el antagonismo, si bien hay que distin- guirlo de la noci6n liberal de competidor con la cual se le identifica ocasio- nalmente. Un adversario es un enemigo legitimo, con el cual compartimos una adhesion a los principios ético-politicos de la democracia. Sin embargo, nuestro desacuerdo respecto de su significado y aplicacién no es algo que pueda resolverse por medio de la deliberaci6n y la discusién racional, de ahi el elemento antagénico de la relacion. Aceptar la posicién del adversario significa pasar por un cambio radical en la identidad politica, tiene mds la cualidad de una conversacién que la de una opinion racional {en el mismo sentido en que Thomas Khun sostiene que la adhesién a un nuevo paradig- ma cientifico es un tipo de conversacién). Ciertamente, los compromisos son posibles; son parte de los procesos de la politica; no obstante, hay que verlos como treguas temporales en una continua confrontacién. De ahf la importancia de distinguir entre dos tipos de relaciones de lo politico: una de antagonismo entre enemigos y una de agonismo entre ad- versarios. Dirfamos que el objetivo de la politica democratica es transformar el “antagonismo” en “agonismo”. Esto tiene consecuencias importantes para la forma en que concebimos a la politica. Contrario al modelo de “democra- cia deliberativa”, el modelo de “pluralidad agonista” que aqui se propone 6 © CHANTAL MOUFFE afirma que la primera labor de la politica democratica no es eliminar pasio- nes ni relegarlas a la esfera de lo privado para hacer posible el consenso racional, sino movilizar dichas pasiones hacia la promoci6n de diseftos de- mocraticos. Lejos de hacer peligrar a la democracia, la confrontacién agonista es, de hecho, la condicién misma de la democracia. Negar que nunca podria haber una deliberacién publica libre y sin limita- ciones sobre toda materia de interés comtin es, en consecuencia, crucial para la politica democrética. Cuando aceptamos que todo consenso existe como resultado temporal de una hegemonja provisional, una estabilizacién de poder y que siempre conlleva alguna forma de exclusién, podemos empe- zar a concebir de una forma distinta la naturaleza de una esfera publica democratica. La especificidad de la democracia moderna descansa en el re- conocimiento y legitimacién del conflicto y el rechazo a suprimirlo impo- niendo un orden autoritario. Al romper con la representacién simbélica de la sociedad, vista como un ente organico —caracteristico del modelo holistico de organizacion social—, los constructores de la sociedad democratica abren espacio para la expresion de intereses y valores antag6nicos. Ciertamente, la democracia plural demanda cierto grado de consenso, pero un consenso como ése sélo tiene que ver con los principios ético-politicos que lo constituyen. Sin embargo, dado que dichos principios sélo pueden existir por medio de varias interpretaciones diferentes y en conflicto, dicho consenso esta desti- nado a ser un “consenso conflictuado”. Esta es la raz6n por la cual una de- mocracia plural necesita abrir espacio para disentir y para las instituciones mediante las cuales puede manifestarse el disenso. Su supervivencia depen- de de las identidades colectivas que se forman en torno a posiciones clara- mente diferenciadas, asi como en la posibilidad de elegir entre verdaderas opciones. De ahi la importancia de concebir la naturaleza de la ciudadania de forma agonista. No existe una concepcién tinica de ciudadania que pueda aceptar todo mundo. A cada interpretacién de los principios ético-politicos corresponde una comprensién distinta de ciudadanja: liberal, neoliberal, conservadora, socialdemécrata, democratica-liberal, etcétera. La actual desilusién con la politica, de la que somos testigos en muchas sociedades democratico-liberales, surge de la irrelevancia del papel que des- empeiia la esfera publica de lo politico. Con una hegemonia neoliberal atin indisputable, la ética y la moralidad han reemplazado a la politica y el Jeit- moti es la necesidad de consenso, los valores familiares y las “buenas cau- sas”. En muchos pajfses esto ha sido acompafiado por un creciente dominio de la esfera juridica. Se toman las decisiones politicas como si fueran de naturaleza técnica, cuya resoluci6n se encuentra mejor en manos de jueces 0 DEMOCRACIA, CIUDADANIA Y LA CUESTION DE LA PLURALIDAD + 7 tecnécratas, portadores de una supuesta imparcialidad. Hoy en dia, debido a la ausencia de una esfera publica politico-democratica, en la cual pudiera darse la confrontacién agonista, generalmente el sistema legal aparece como el responsable de organizar la coexistencia humana y normar las relaciones sociales. Dada la creciente imposibilidad de concebir, desde lo politico, los problemas de la sociedad, se espera que la ley proporcione soluciones para todo tipo de conflictos. Hay un vinculo innegable entre la tendencia dominante en la teoria poli- tica liberal, que tiende a fundir politica con moralidad, con el actual replie- gue de lo politico. De hecho, la situacién presente puede verse como la culminacién de una tendencia inscrita en el centro mismo del liberalismo, el cual, debido a su incapacidad de pensar en términos verdaderamente poli- ticos, siempre tiene que desplazarse a otro terreno: econémico, moral 0 juri- dico. Esto, por ejemplo, es muy claro en el trabajo de John Rawls, que ve en Ja Suprema Corte el mejor ejemplo de lo que denomina “libre ejercicio de la razon publica”, vista como el modelo de deliberacion democratica. Otro ejem- plo de esta tendencia se encuentra en Ronald Dworkin quien, en muchos de sus ensayos, da primacia al poder judicial independiente, al cual ve como el intérprete de la moral de lo politico en una comunidad. De acuerdo con este autor, todas las preguntas fundamentales que enfrenta una comunidad poli- tica en los ambitos del empleo, educacién, censura o libertad de asociacién, encuentran su mejor resolucién en los jueces, ya que ellos interpretan la Constitucién tomando como punto de referencia el principio de igualdad politica. Se deja muy poco para la arena de lo politico. Incluso pragmaticos como Richard Rortry, a pesar de realizar una critica mis severa e importante del enfoque racionalista, no pueden proporcionar una alternativa adecuada. El problema con Rorty es que, aunque de manera distinta, también termina privilegiando el consenso y pierde de vista la di- mension de “lo politico”. Ciertamente, dicho consenso debe ser alcanzado por medio de la persuasién y “educaci6n sentimental”, no por la argumentacién racional; aun asi, cree en la posibilidad de un consenso que lo abarque todo. El que privilegien de tal manera el consenso es, a mi juicio, contrario a la democracia, ya que tiende a acallar las voces de disenso y ésa es la razon por Ja que un enfoque que desvele la imposibilidad de establecer un consenso sin exclusion, es de fundamental importancia para la politica democratica. Es- tar alertas contra la ilusién de que, en algtin momento, seria posible ejem- plificar con un caso real una democracia plena, nos obliga a mantener viva Ja controversia democratica. Un enfoque democratico “agonista” reconoce la verdadera naturaleza de sus fronteras y las formas de exclusion que expresa, 8 © CHANTAL MOUFFE en lugar de tratar de ocultarlas bajo el velo de la racionalidad o la moralidad. Al no perder de vista el hecho de que las diferencias representan la posibilidad de constituir unidad y totalidad, al mismo tiempo que proporciona sus limites esenciales, un enfoque agonista como éste puede contribuir a subvertir la ten- tacién siempre presente en las sociedades democraticas de naturalizar sus fronteras y esencializar sus identidades. Seria, en consecuencia, mucho mas receptivo, que el modelo democratico. Deliberativo, a la multiplicidad de vo- ces que una sociedad plural abarca y a la complejidad de la estructura de poder que implica esa red de diferencias. Gracias a que reconoce que las identida- des comprenden una multiplicidad de elementos, un enfoque agonista se encuentra en mejor posicién para concebir una identidad que encuentra lu- gar para la otredad (lo distinto), reconoce la porosidad de sus fronteras y se abre hacia ese exterior que la hace posible. Aceptar que sdlo la hibridad nos crea como entidades separadas podria contribuir a distender las posibilidades de violencia en toda construccién de identidades colectivas y a crear las condi- ciones para una verdadera “pluralidad agonista’”. Una pluralidad como ésa esta anclada en el reconocimiento de la multiplicidad en uno mismo y de las posiciones contradictorias que conlleva. Su aceptacién del otro no s6lo consis- te en tolerar las diferencias, sino en celebrarlas positivamente ya que reconoce que, sin alteridad y otredad, nunca, ninguna identidad podria afirmarse. Esta es una pluralidad que valora la diversidad y el disenso y no trata de establecer una esfera publica de la cual quedarfan eliminadas, ya que en ellas reconoce la condicién de posibilidad de una vida democratica que se esfuerza. UN NUEVO PROYECTO DE IZQUIERDA Concebir la democracia moderna como una forma de pluralidad agonista tiene consecuencias muy importantes para lo politico. Una vez que se reco- noce que este tipo de confrontacién agonista es lo especifico de la democra- cia plural, podemos entender por qué una democracia como ésa requiere la creaci6n de identidades colectivas en torno a posiciones claramente diferen- ciadas, asi como la posibilidad de elegir entre verdaderas opciones. Esta es, precisamente, la funci6n de la distincién entre izquierda y derecha. La opo- sicion izquierda-derecha es la manera en que el conflicto legitimo adquiere forma y en la cual se institucionaliza. Si este marco no existe, 0 es precario, se dificulta el proceso de transformacién del antagonismo en agonismo, lo cual puede tener consecuencias funestas para la democracia. Por ello, hay que oponerse al discurso del “fin de la politica’, que argumenta en favor de DEMOCRACIA, CIUDADANIA Y LA CUESTION DE LA PLURALIDAD ¢ 9 ‘superar las posturas de izquierda y derecha para ir en pos de una “tercera via”. Lo desdibujado de la linea que separa a la izquierda y la derecha —fendmeno del cual somos testigos en las sociedades occidentales y al que generalmente se le presenta como simbolo de progreso y madurez— es, en mi opinién, una de las claras manifestaciones del debilitamiento de la esfera publica de lo politico. Asimismo, esté en el origen del creciente éxito que tienen los parti- dos populistas de derecha. En efecto, cuando los partidos democraticos no pueden mover las pasiones porque privilegian el “consenso en un punto medio”, éstas tienden a buscar otras salidas en diversos movimientos fundamentalistas, en torno a demandas muy particulares, en temas morales no negociables o en partidos populistas opuestos a lo establecido. Es claro que la ausencia de una vida democratica dindmica, con verdadera confronta- cién entre diversas identidades politico-democraticas, prepara el terreno para otras formas de identificacién que son de naturaleza étnica, religiosa o na- cionalista. Esto debe hacernos comprender que no debemos abandonar la distincin izquierda-derecha, sino que tenemos que reformularla. No argu- mento en favor de reactivar su significado tradicional, sino en favor de una nueva definicién que tome en cuenta las nuevas formas de antagonismo. Es un error creer que la izquierda y la derecha estan atadas de manera esencialista a cciertos significados como el de “clase” y que la emergencia de nuevas lu- chas las han dejado obsoletas. Tales categorias, entendidas como proveedo- ras de dindmica a la lucha agonista, son centrales en la naturaleza misma de la politica democritica. Actualmente, hay una necesidad urgente de reestablecer la centralidad de la politica y ello requiere delinear nuevas fronteras capaces de dar un impulso verdadero a la democracia. Esas nuevas fronteras politicas necesi- tan incorporar una multiplicidad de demandas democriticas, si bien no es posible negar que un tema crucial para la politica democratica es proporcio- nar una alternativa al neoliberalismo. La hegemonia atin indisputable del neoliberalismo explica por qué la izquierda ha sido incapaz de formular un proyecto alternativo crefble que pueda sentar las bases de una cadena de equivalencias entre un rango amplio de demandas democraticas. La justifi- cacién més frecuente para el dogma “no hay alternativa” es la globalizacién. En efecto, el argumento que generalmente se esgrime contra las politicas democratico-sociales del tipo redistributivo es que las limitaciones y restric- ciones fiscales que enfrentan los gobiernos son la unica posibilidad real en un mundo donde los electores se rehtisan a pagar mds impuestos y donde los mercados globalizados no permitirian ninguna desviacion de la ortodoxia neoliberal. Estos argumentos dan por sentado el terreno ideolégico estable- 10 ¢ CHANTAL MOUFFE cido a partir de afios de hegemonia neoliberal y que transforma un estado de cosas coyuntural en una necesidad histérica. Aqui, como en muchos otros casos, se invoca el mantra de la globalizacién para justificar el estado de cosas y reforzar el poder de las grandes corporaciones trasnacionales. Cuan- do la globalizacion se presenta como resultado de la revolucién tecnoldgica, se desprende de su dimensi6n politica y aparece como un destino al que todos tenemos que someternos. Aqui es precisamente donde nuestra critica tiene que comenzar, Al escu- drifiar esta concepcién, André Gorz (1997) sostiene que, en lugar de verla como una consecuencia necesaria de la revolucién tecnol6gica, hay que enten- der al proceso de la globalizaci6n como un movimiento del capital para dar una respuesta fundamentalmente politica a la “crisis de gobernabilidad” del decenio de 1970. Desde su punto de vista, la crisis del modelo de desarrollo fordista llev6 al divorcio entre los intereses del capital y los de los Estados- Naci6n. El espacio de lo politico comenz6 a disociarse del espacio de la econo- mia. Ciertamente, este fendmeno de la globalizacién fue posible gracias a las nuevas formas de tecnologia, pero esta revolucién técnica requirié para su puesta en marcha una profunda transformacién en las relaciones de poder entre grupos sociales y entre las corporaciones capitalistas y el Estado. El movimiento politico fue el crucial. El resultado es que hoy las corporaciones lograron obtener una especie de extraterritorialidad; lograron emanciparse del poder politico y aparecer como el verdadero locus de la soberanfa. Al desvelar las estrategias del poder que han conformado el proceso de globalizacién, el enfoque de Gorz nos permite ver la posibilidad de una contraes- trategia. Por supuesto, es futil simplemente resistirse a la globalizacién 0 que se intente hacerlo en el contexto de los Estados-nacion. Cuando oponga- mos al poder del capital trasnacional otra globalizacién conformada por dife- rentes proyectos politicos, tendremos una oportunidad de oponer una resistencia exitosa al neoliberalismo. Concebir una alternativa como ésta es Ja tarea mas urgente que enfrenta la izquierda de hoy. Es, en efecto, la precondicién para revitalizar la esfera publica democratica que necesita el modelo agonista de politica democratica. Una alternativa al neoliberalismo, como ésta, no puede simplemente regresar al modelo keynesiano democratico-social con todas sus deficien- cias. La lucha por la equidad —que se encontraba en el centro mismo de las necesidades democratico-sociales— tiene que verse de manera mas amplia, tomando en cuenta la multiplicidad de relaciones sociales en las cuales exis- te una desigualdad que hay que cuestionar. En efecto, las deficiencias de la democracia-social tradicional se debieron a su falta de comprension de las

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